Se denomina así un conjunto de documentos con forma asumida del género epistolar, aunque en realidad en muchos casos se asemejan más a la novela o a otros géneros, cuya autoría se situaba bajo el nombre de uno o varios apóstoles con la finalidad de legitimar y extender su uso. Destacan especialmente entre ellas: I. La Epístola Apostolorum: la más importante de entre las epístolas apócrifas. Su datación ha sido fijada entre el 160 y el 170 (C. Schmidt), el 130-140 (A. Ehrhard) y el 140-160 (J. Quasten). Fundamentalmente la obra pretende ser una recopilación de revelaciones hechas por Jesús a sus discípulos tras la resurrección, concluyendo con una descripción de la ascensión. Los influjos neotestamentarios (especialmente de Juan) e incluso apócrifos (Epístola de Bernabé, Pastor de Hermas y Apocalipsis de Pedro) son notables. La obra defiende la doble naturaleza (hombre y Dios) de Cristo (III), e incluso señala cómo esa divinidad es igual a la del Padre (XVII). Con todo, en algún caso el Logos es identificado con Gabriel (XIV). La epístola muestra asimismo una clara oposición al gnosticismo (XXI). Exenta de milenarismo, la epístola defiende con claridad la creencia en un †œcastigo eterno en una vida sin fin† para los condenados (XXII). La epístola contiene un símbolo breve en el que además de la fe en la Trinidad se menciona a la Iglesia y al perdón de los pecados. El bautismo es considerado requisito indispensable para alcanzar la salvación — hasta el punto de sostenerse que el descenso de Cristo al limbo tenía la misión de bautizar a los justos del Antiguo Testamento — y la Eucaristía es denominada Pasja (Pascua) teniendo un valor meramente de memorial de la muerte de Jesús. Al parecer todavía se celebraba con el ígape. II. Epístolas apócrifas de Pablo: son una serie de escritos que tomaban pie de referencias neotestamentarias, v. gr. la mención paulina (Col 4,16) de una carta escrita a los laodicenses, para autoconcederse carta de autenticidad. Está en primer lugar la mencionada epístola a los laodicenses (fechada con anterioridad al s. IV), la epístola a los alejandrinos (que no ha llegado a nosotros y que es citada por el Fragmento Muratoriano), la tercera epístola a los corintios (que fue insertada en las colecciones siriaca y armenia de las cartas de Pablo, teniéndose por auténtica durante una época) y la correspondencia entre Pablo y Séneca (escrita antes del s. III con la finalidad de que la sociedad culta romana se interesara por el apóstol). III. Epístolas apócrifas de la escuela paulina: nos ha llegado una epístola de Tito (de origen posiblemente priscilianista) y otra de Bernabé, que suele incluirse en los denominados Padres Apostólicos. Ver Epístola de Bernabé.
VIDAL MANZANARES, César, Diccionario de Patrística, Verbo Divino, Madrid, 1992
Fuente: Diccionario de Patrística