NAHUN

Este libro está incluido entre los doce profetas menores. De Nahún conocemos sólo el nombre, que significa «consolador’ y el lugar de origen, Elcós. La introdúcción no nos dice cuándo se escribió este vaticinio, pero del contenido se puede deducir que fue entre dos fechas: la caí­da de Tebas (668) y la caí­da de Ní­nive (612). Nahún serí­a entonces el único profeta conocido durante el largo reinado de Manasés (698-643). El libro canta la desaparición de Asiria y la conquista de Ní­nive en el 612 por Obra de los medos y los babilonios. Describiendo la caí­da del Imperio asirio con la rabia del oprimido, sin hacer concesión alguna a la compasión, Nahún no manifiesta solamente el odio ciego contra los enemigos seculares o un nacionalismo desenfrenado, sino que narra la victoria de la santidad del Señor sobre la ciudad de Ní­nive, sí­mbolo de la realidad diabólica, reivindicando la soberaní­a absoluta de Yahveh sobre la historia y los imperios de la tierra.

G. Lorusso

Bibl.: G, Ravasi, Nahún, en NDTB, 12951297; L. Alonso Schokel – J. L, Sicre, Profetas, 11, Cristiandad, Madrid 1980, 10731089. G. T. Montagne, Los libros de Sofoní­as, Nahum, Habacuc, Lamentaciones, Abdí­as, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/Santander 1970; J L, Sicre, Profetismo en Israel, Verbo Divino, Estella 1992.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO: I. Las coordenadas históricas. II. La elegí­a satí­rica sobre Ní­nive. III. Juicio y esperanza.

I. LAS COORDENADAS HISTí“RICAS. El tí­tulo redaccional tradicional (1,1) nos ofrece de este profeta solamente tres indicaciones esenciales: el nombre, Nahúm, «consolación»; su patria, la aldea desconocida de Elcós (Eikos), que Jerónimo situaba en Galilea, no sabemos por qué motivos; el tema de la profecí­a, Ní­nive. Este último dato es el más consistente, dado que está también confirmado en el interior del libro, el cual nos ofrece un cuadro violento de la destrucción de Ní­nive, la capital asiria, que cayó el año 612 a.C. bajo las tropas unidas de Ciajares, rey de los medos, y de Nabopolasar, fundador de la dinastí­a neobabilónica. Así­ pues, podemos colocar este pequeño pero extraordinario poema profético en un área cronológica afí­n a la de I Sofoní­as, bajo el reinado de Josí­as, con sus instancias reformadoras. En efecto, el párrafo 1,9-2,3 parece apoyar el gran giro polí­tico-religioso que inauguró aquel soberano en el 622 con el «descubrimiento» del «libro de la ley» (2Re 22; / Deu 1:3). Se abre entonces un nuevo horizonte para la «viña de Israel» (si se lee gepen, «viña», en vez del TM ge’ón, «magnificencia», en 2,3): «El Señorrestablece la viña de Jacob y la viña de Israel; los ladrones la habí­an despojado…»
No falta tampoco una alusión al pasado histórico: el año 661 a.C. el rey asirio Asurbanipal habí­a destruido Tebas, la gran capital egipcia No-Amón. En 3,8-11, en el contexto del juicio divino sobre Ní­nive, Nahún evoca aquella fecha memorable en que los niños egipcios «fueron estrellados en las esquinas de todas las calles» (3,10). Tenemos, por consiguiente, un fondo histórico muy amplio, recorrido por inmensas tragedias nacionales, con un sentido muy vivo del juicio divino sobre la historia, pero también con algunos destellos de esperanza: «Mirad, ya viene por los montes el mensajero de la buena nueva, el que anuncia la paz» (2,1; cf Isa 52:7-10).

II. LA ELEGíA SATíRICA SOBRE NíNIVE. El corazón poético y temático del librito de Nahún está constituido por una elegí­a excepcional, totalmente impregnada de sarcasmo, sobre esta poderosa ciudad asiria, pesadilla y maldición para los hebreos. La elegí­a ocupa prácticamente casi todo el texto profético, y está introducida por un himno (1,2-8), que algunos consideran posterior: este himno tiene las caracterí­sticas de un salmo alfabético (hasta la letra k); las letras que faltan se dispersaron quizá entre los oráculos sucesivos. En el centro destaca la figura del «Dios celoso y vengador», que se arma de ira, se venga de sus adversarios y se enfurece contra sus enemigos (v. 2), que «no deja pasar nada» (v. 3). Pero junto a su intervención colérica se asiste a su solicitud por los justos: «un refugio en el dí­a de la angustia; él cuida de los que a él se acogen» (vv. 7-8).

El ataque a Ní­nive se despliega, a su vez, en una página brillante y poderosa al mismo tiempo. Tras una apertura incierta, redaccionalmente confusa debido a un continuo contrapunto entre los oráculos destinados a Judá y los reservados a Asiria, la elegí­a toma cuerpo en 2,3 y se desarrolla en un septenario de unidades literarias de gran nivel poético y de espléndida trama simbólica. Está, en primer lugar, el asalto y el asedio de la ciudad, recogidos casi como en una pelí­cula con escenas convulsas, gritos, terrores, devastaciones, estragos (2,3-11). Viene a continuación un primer lamento irónico sobre el león de Asur, tan cobardemente asustado, impotente y capaz de continuar con sus rapiñas (2,12-14). La tercera sección (3,1-7) pone en escena a Ní­nive con «los escándalos de la prostituta, de la bella, graciosa y hábil encantadora», fuente de tentaciones idolátricas para todos los reinos de la tierra, pero que ahora yace en medio de la basura, desnuda y expuesta a la pública vergüenza, abandonada de todos sus amantes (los í­dolos y sus aliados).

En este punto el pensamiento se dirige a la capital de la superpotencia rival, Tebas de Egipto, que habí­a sido aplastada precisamente por Asiria (3,8-11): el destino de la enemiga recae ahora sobre Ní­nive, que tendrá que beber hasta las heces el cáliz de la cólera divina. En una especie de flash-back el profeta vuelve al asedio de Ní­nive, a todos los preparativos estratégicos que se habí­an hecho para proteger aquel poderoso centro urbano, preparativos que fallaron totalmente (3,12-15a): «Entonces el fuego te consumirá, te exterminará la espada» (3,15a). En efecto, los enemigos son implacables y, aunque los ninivitas se multiplicasen como las langostas, se verí­an obligados a retirarse ante el nuevo sol que está amaneciendo. Durante algún tiempo habí­an sido realmente como enjambres de insectos que ofuscaban el cielo de todos los paí­ses, pero ahora han levantado el vuelo y se han quedado dispersos e inertes (3,15b-17). Un lamento fúnebre final (3,18-19) cierra el poema con un cuadro surrealista de gran tensión: «¿Dónde están tus pastores? Muertos están, oh rey de Asiria; tus héroes están adormecidos, tu pueblo disperso por los montes y no hay quien los reúna» (3,18).

III. JUICIO Y ESPERANZA. El fuerte elemento «patriótico» de la profecí­a de Nahún se relaciona realmente con la teologí­a de Isaí­as: las potencias históricas se engañan creyendo que son los árbitros de su destino y del de las naciones sometidas, pero en realidad el último árbitro es el Señor de la justicia. El pecado fundamental de Ní­nive y de todas las superpotencias es el de la hybris (cf Is 14 y Ez 28); es el hacerse como Dios (Gén 3), soberanos del cosmos, de la historia, del bien y del mal (3,1.4). Pero Dios no permanece indiferente, e irrumpe con su juicio, que tiene lugar en dos direcciones: el cosmos (1,3-6) y la historia. La descripción del pánico que origina la llegada del Señor recurre a una acumulación alucinante de verbos y de imágenes fulminantes, e impregna casi todos los 47 versí­culos de la profecí­a de Nahún.

Pero, como en Sofoní­as (2,15; 3,12), no falta el atisbo del gozo y de la esperanza: «Celebra tus fiestas, Judá, cumple tus promesas; porque el ser infernal no volverá a pasar por ti»(2,1). El Señor es bueno y delicado con todos los que confí­an en él (1,7-8); de ellos se aleja la angustia, se apartan las persecuciones; la patria queda restablecida, la alegrí­a permanece intacta para siempre. De este modo, la caí­da de Ní­nive se convierte en sí­mbolo de la victoria de Yhwh sobre el mal y de la esperanza en un futuro distinto.

BIBL.: ALONSO SCHí“KEI. L.-SICRE DíAZ J.L., Profetas II, Cristiandad, Madrid 1980, 1073-1089; BERNINI G., Osea, Michea, Naum, Abacuc, Ed. Paoline, Roma 19833; BIC3 M., Trois prophétes dans un temps de ténébres: Sophonie, Nahum, Habacuq, Cerf, Parí­s 1968; De VRIES S.J., The acrostic of Nahum in the Jerusalen liturgv, en «VT» 16 (1966) 476-481; GEORGE A., Nahum, en «DBS» 6 (1958) 291-301; JEREMIAS J., Kultprophetie und Gerichtsverkündingung in der spdten Kdnigszeit Israel, Neukirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1970; RINALDI G.-LUCIANI F., I profeti minori III, Marietti, Turí­n 1969, 47-49; SAVOCA G., Il profeti d’Israele voce del Dio vivente, Dehoniane, Bolonia 1985, 109-1 I l; Vuu.LEUMIER R.-KELLER C.A., Michée, Nahoum, Haoacuc. Sophonie, Delachaux et Niestlé, Parí­s 1971.

G. Ravasi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

Na 1-3
Sumario: 1. Las coordenadas históricas. II. La elegí­a satí­rica sobre Nbtive. III. Juicio y esperanza.
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1. LAS COORDENADAS HISTORICAS.
El tí­tulo redaccional tradicional (1,1) nos ofrece de este profeta solamente tres indicaciones esenciales: el nombre, Nahüm, †œconsolación†; su patria, la aldea desconocida de Elcós (Elkos), que Jerónimo situaba en Galilea, no sabemos por qué motivos; el tema de la profecí­a, Ní­nive. Este último dato es el más consistente, dado que está también confirmado en el interior del libro, el cual nos ofrece un cuadro violento de la destrucción de Ní­nive, la capital asirí­a, que cayó el año 612 a.C. bajo las tropas unidas de Ciajares, rey de los medos, y de NabopDIASar, fundador de la dinastí­a neobabilónica. Así­ pues, podemos colocar este pequeño pero extraordinario poema profético en un área cronológica afí­n a la de / Sofoní­as, bajo el reinado de Josí­as, con sus instancias reformadoras. En efecto, el párrafo 1,9-2,3 parece apoyar el gran giro polí­tico-religioso que inauguró aquel soberano en el 622 con el †œdescubrimiento† del †œlibro de laley†(2Re22; / Deuteronomio 1,3). Se abre entonces un nuevo horizonte para la †œviña de Israel† (si se lee ge-pen, †œviña†, en vez del TM ge†™ón, †œmagnificencia†, en 2,3): †œEl Señor restablece la viña de Jacob y la viña de Israel; los ladrones la habí­an despojado…†
No falta tampoco una alusión al pasado histórico: el año 661 a.C. el rey asirio Asurbanipal habí­a destruido Tebas, la gran capital egipcia No-Amón. En 3,8-1 1, en el contexto del juicio divino sobre Ní­nive, Nahún evoca aquella fecha memorable en que los niños egipcios †œfueron estrellados en las esquinas de todas las calles† (3,10). Tenemos, por consiguiente, un fondo histórico muy amplio, recorrido por inmensas tragedias nacionales, con un sentido muy vivo del juicio divino sobre la historia, pero también con algunos destellos de esperanza: †œMirad, ya viene por los montes el mensajero de la buena nueva, el que anuncia la paz†
(2,1; Is 52,7-10).
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II. LA ELEGIA SATIRICA SOBRE NINIVE.
El corazón poético y temático del librito de Nahún está constituido por una elegí­a excepcional, totalmente impregnada de sarcasmo, sobre esta poderosa ciudad asirí­a, pesadilla y maldición para los hebreos. La elegí­a ocupa prácticamente casi todo el texto profético, y está introducida por un himno (1,2-8), que algunos consideran posterior: este himno tiene las caracterí­sticas de un salmo alfabético (hasta la letra k); las letras que faltan se dispersaron quizá entre los oráculos sucesivos. En el centro destaca la figura del †œDios celoso y vengador†, que se arma de ira, se venga de sus adversarios y se enfurece contra sus enemigos (y. 2), que †œno deja pasar nada† (y. 3). Pero junto a su intervención colérica se asiste a su solicitud por los justos: †œun refugio en el dí­a de la angustia; él cuida de los que a él se acogen† (vv. 7-8).
El ataque a Ní­nive se despliega, a su vez, en una página brillante y poderosa al mismo tiempo. Tras una apertura incierta, redaccionalmente confusa debido a un continuo contrapunto entre los oráculos destinados a Judá y los reservados a Asirí­a, la elegí­a toma cuerpo en 2,3 y se desarrolla en un septenario de unidades literarias de gran nivel poético y de espléndida trama simbólica. Está, en primer lugar, el asalto y el asedio de la ciudad, recogidos casi como en una pelí­cula con escenas convulsas, gritos, terrores, devastaciones, estragos (2,3-1 1). Viene a continuación un primer lamento irónico sobre el león de Asur, tan cobardemente asustado, impotente y capaz de continuar con sus rapiñas (2,12-14). La tercera sección (3,1-7) pone en escena a Ní­nive con †œlos escándalos de la prostituta, de la bella, graciosa y hábil encantadora†, fuente de tentaciones idolátricas para todos los reinos de la tierra, pero que ahora yace en medio de la basura, desnuda y expuesta a la pública vergüenza, abandonada de todos sus amantes (los í­dolos y sus aliados).

En este punto el pensamiento se dirige a la capital de la superpotencia rival, Tebas de Egipto, que habí­a sido aplastada precisamente por Asirí­a (3,8-1 1): el destino de la enemiga recae ahora sobre Ní­nive, que tendrá que beber hasta las heces el cáliz de la cólera divina. En una especie de flash-back el profeta vuelve al asedio de Ní­nive, a todos los preparativos estratégicos que se habí­an hecho para proteger aquel poderoso centro urbano, preparativos que fallaron totalmente (3,12-15a): †œEntonces el fuego te consumirá, te exterminará la espada† (3,15a). En efecto, los enemigos son implacables y, aunque los ninivitas se multiplicasen como las langostas, se verí­an obligados a retirarse ante el nuevo sol que está amaneciendo. Durante algún tiempo habí­an sido realmente como enjambres de insectos que ofuscaban el cielo de todos los paí­ses, pero ahora han levantado el vuelo y se han quedado dispersos e inertes (3,1 5b-17). Un lamento fúnebre final (3,18-1 9) cierra el poema con un cuadro surrealista de gran tensión: †œ,Dónde están tus pastores? Muertos están, oh rey de Asirí­a; tus héroes están adormecidos, tu pueblo disperso por los montes y no hay quien los reúna† (3,18).
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III. JUICIO Y ESPERANZA.
El fuerte elemento †œpatriótico† de la profecí­a de Nahún se relaciona realmente con la teologí­a de Isaí­as:
las potencias históricas se engañan creyendo que son los arbitros de su destino y del de las naciones sometidas, pero en realidad el último arbitro es el Señor de la justicia. El pecado fundamental de Ní­nive y de todas las superpotenciases el de la hybris (Is 14 y Ez 28); es el hacerse como Dios (Gn 3), soberanos del cosmos, de la historia, del bien y del mal (3,1.4). Pero Dios no permanece indiferente, e irrumpe con su juicio, que tiene lugar en dos direcciones: el cosmos (1,3-6) y la historia. La descripción del pánico que origina la llegada del Señor recurre a una acumulación alucinante de verbos y de imágenes fulminantes, e impregna casi todos los 47 versí­culos de la profecí­a de Nahún.
Pero, como en Sofoní­as (2,15; 3,12), no falta el atisbo del gozo y de la esperanza: †œCelebra tus fiestas, Judá, cumple tus promesas; porque el ser infernal no volverá a pasar por ti† (2,1). El Señor es bueno y delicado con todos los que confí­an en él (1,7-8); de ellos se aleja la angustia, se apartan las persecuciones; la patria queda restablecida, la alegrí­a permanece intacta para siempre. De este modo, la caí­da de Ní­nive se convierte en sí­mbolo de la victoria de Yhwh sobre el mal y de la esperanza en un futuro distinto.
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BIBL.: Alonso Schokel L.-Sicre Dí­az J.L., Profetas II, Cristiandad, Madrid 1980, 1073-1089; Bernini G., Osca, Michea, Naum, Abacuc, Ed. Paoline, Roma 19833; ??? ?., Trois pro-phetes dans un lemps de ténébres: Sophonie, Nahum, Habacuq, Cerf, Parí­s 1968; De Vries S.J., The acrosí­ic of Nahum in the Jerusalen liturgy, en †œVT† 16 (1966) 476-48!; George ?., Nahum, en †œDBS† 6 (1958)291-301; Jeremí­as J., Kultprophelie und Gerichtsverkündingung in der spdten Konigszeit Israel, Neukirchener Verlag, NeukirchenVluyn 1970; Rinaldi G.-Luciani F., Iprofetiminori III, Marietti, Turí­n 1969, 47-49; Savoca G., Iprofeti d†™lsraele voce del Dio ví­vente, Dehoniane, Bolonia 1985, 109-111; Vuilleumier R.-Keller C.A., Michée, Nahoum, Habacuc, Sophonie, Delachaux et Niest-lé, Parí­s 1971. G. Ravasi

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica