PROTOLOGIA

Del griego protos (primero) y 1090s (saber), indica en el ámbito de la teologí­a contemporánea la doctrina que estudia las afirmaciones dogmáticas relativas a los orí­genes, al «principio». la creación del universo en general y del hombre en particular, su elevación al orden sobrenatural, la caí­da del pecado original. El término protologí­a se acuñó en analogí­a con el término escatologia, que estudia las realidades últimas, no ya como término, sino como consumación. Entre la protologí­a y la escatologí­a se da una í­ntima conexión, en cuanto que Dios llevará finalmente a su plenitud todo lo que estableció desde el principio. La protologí­a implica una etiologí­a como búsqueda de las causas, en cuanto que partiendo de las realidades últimas vuelve a la raí­z de las cosas, para señalar su significado último. En este sentido, la protologí­a no es solamente la disciplina que tiene como objeto material los orí­genes, sino la búsqueda de sentido a la luz del pasado. El presente y el futuro se pueden conocer mejor en virtud de los orí­genes y por otra parte el presente permite comprender en profundidad los hechos que acaecieron al principio. As í­ pues, la protologí­a implica una concepción particular del tiempo, para la que el pasado no es una realidad estática y muerta, sino una realidad dinámica y operante, continuamente actualizada en el presente y proyectada hacia el futuro, y el presente y el pasado se anticipan de alguna manera virtualmente en el pasado.

En la Biblia, en el Antiguo Testamento los primeros capí­tulos del Génesis, 1-3, pueden considerarse como una profecí­a retrospectiva, en cuanto que hacen comprensible la protohistoria hasta Gn 11 y el camino de salvación iniciado con Abrahán y que llega hasta su plenitud en Cristo. De la experiencia ejemplar del éxodo, Israel se remontó a la fe en Dios creador que sostiene y hace vivir el universo para comunicar su salvación a los hombres. La creación y la alianza son expresión del único Dios liberador. También el procedimiento de las genealogí­as se utiliza para describir y explicar los orí­genes y el sentido de la realidad.

En el Nuevo Testamento, la realidad de los orí­genes está continuamente presente y explica la venida de Cristo, así­ como es en Cristo donde encuentra el fundamento, el sentido y la meta todo lo creado. «En él, con é1 y por él» es la afirmación que se repite continuamente en el prólogo de Juan, en las cartas paulinas, en la Carta a los Hebreos. En los sinópticos, el mismo Jesús apela a la voluntad original del Creador contra la praxis del divorcio: » Fue Moisés el que, por vuestra dureza de corazón, os concedió repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así­» (Mt 19,8). Jesús indica que los tiempos nuevos inaugurados por él implican un retorno a los orí­genes. Para Pablo, la historia del hombre se desarrolla en una tensión entre el pasado, el presente y el futuro, entre Adán y Cristo. «Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha sido también la resurrección de los muertos; y como todos mueren en Adán, así­ todos serán vivificados en Cristo» (1 Cor 15,45-49). Cristo es el segundo y último Adán, el prototipo del hombre nuevo y la salvación y consumación de la creación (Tit 3,5)
El prólogo de la Carta a los Efesios (1,3-10) proyecta sobre toda la historia de la salvación el designio presente desde el principio de instaurar todas las cosas en Cristo. De esta manera, la protologí­a y la escatologí­a se responden mutuamente.

Los Padres de la Iglesia profundizaron en el tema de la creación «ex nihilo» y atendieron no sólo a la relación Adán-Cristo, sino también a la de EvaMarí­a, señalando sobre todo en la Madre del Salvador, la nueva Eva, el comienzo de una nueva creación (Justino, Ireneo, Efrén). San Epifanio interpreta la maternidad divina de Marí­a en relación con Eva, «madre de los vivientes», en cuanto que el género de los vivientes procede de Eva, pero es Marí­a la que concibió a Aquel que vive (Haer. 78,18).

Lo que es figura en Eva, se hace realidad plena en Marí­a.

El concilio Vaticano II pone de relieve a la creación como fruto del amor de Dios y sitúa en primer plano al hombre y su dignidad. En su reflexión antropológica, la Gaudium et spes adopta una perspectiva protológico-escatológica cuando afirma: «En efecto, Adán, el primer hombre, es figura del futuro» (Rom 5,14), es decir, de Cristo Señor que es el nuevo Adán: revelando precisamente el misterio del Padre y de su amor, revela también plenamente el hombre al hombre y le da a conocer su altí­sima vocación» (GS 22); concluye de este modo diciendo que todas las verdades expuestas sobre la dignidad del hombre encuentran en Cristo su fuente y alcanzan su vértice en él.

En la teologí­a contemporánea, K. Rahner ha dado un relieve particular a la protologí­a como tarea de la teologí­a para una comprensión más profunda del hombre, indicando que » una protologí­a definitiva es posible solamente con Cristo y solamente a partir de Cristo se la puede concebir en su ser formal propio».

En una perspectiva distinta, en el pensamiento de Juan Pablo II encontramos el tema del «principio» como clave hermenéutica para una comprensión más profunda del designio original de Dios, siempre presente en la historia del hombre y como su verdad más genuina. En esta perspectiva, el Pontí­fice desarrolló sus catequesis sobre la «teologí­a del cuerpo» (19801984), profundizando en el sentido de la corporeidad de la persona humana, de la masculinidad y femineidad, del matrimonio, de la virginidad, etc. Semejante planteamiento se encuentra igualmente en otros documentos suyos como la encí­clica Redemptoris mater (1987) y en la carta apostólica Mulieris dignitatem (1988), que a la luz del «principio» afronta el tema de la mujer, de la communio personarum y del desequilibrio provocado en ellos por el pecado.

E C. Rava

Bibl.: K. Rahner. Protologí­a, en SM, Y 627629; íd» Principio y fin, en SM, Y 553-561; íd., Reflexiones fundamentales sobre antropologí­a y protologí­a en el marco de la teologí­a, en MS, II/l, 454-468; J. L. Ruiz de la Peña, Teologí­a de la creación. Sal Terrae, Santander 1986; J, Auer, El mundo, creación de Dios, Herder Barcelona 1979; L, F. Ladaria, Antropologí­a teológica, Madrid-Roma 1980.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

En este artí­culo no hay que tratar de las «primerí­as» del mundo y del hombre en general o en particular, sino exponer una reflexión teórica sobre la naturaleza de las cuestiones teológicas que aquí­ deberí­an tratarse y sobre su enlace con la cristologí­a, la antropologí­a, la escatologí­a y la teologí­a en general. Este conjunto de problemas no tiene solo interés teórico y cientí­fico, sino que es igualmente objeto de la predicación del mensaje cristiano.

Entendemos por p. (concepto formado por analogí­a con la escatologí­a) las afirmaciones dogmáticas sobre la -> creación del mundo, sobre la creación y los orí­genes del hombre (-> evolución, -> hominización; tratado de Deo creante), sobre el llamamiento del hombre a la unión sobrenatural con Dios en el estado primitivo (orden -> sobrenatural, -> gracia; tratado de De Deo elevante), sobre el origen y la universalidad fáctica del pecado (-> pecado original, -> pecado y culpa). Estos distintos grupos temáticos forman una verdadera unidad tanto formal como materialmente.

Así­, en la p. se describe dogmáticamente la mitad de las peculiaridades esenciales permanentes y de los existenciales de la actual existencia humana, es decir aquello que, puesto por Dios o por el hombre en la historia primitiva misma de manera general, permanente e ineludible, antecede como espacio de posibilidad (como situación) a la libre decisión, siempre singular, del hombre en pro o contra Dios. La otra «mitad» de esta descripción dogmática de la situación general e ineludible del hombre dentro de la historia de la salvación es lo que se expone bajo los epí­grafes de -> encarnación, -> redención y -> soteriologí­a. Encarnación, redención, soteriologí­a y p. están unidas en el contexto general de una antropologí­a teológica, porque la esencia real y entera del hombre (con todos sus existenciales) sólo se desvela en su plenitud material, más allá de una preinteligencia no refleja, en la historia de salvación o de perdición del mismo. Los temas de la p. están también entrelazados más allá de esta solidaridad material, porque el principio y origen como destino permanente del hombre sólo es alcanzable en una etiologí­a retrospectiva partiendo de la situación del hombre dentro de la historia de la salvación encada caso concreto (lo mismo hay que decir de la escatologí­a), y por eso el proceso de la historia es el proceso de la p. en la progresiva experiencia de su posición de partida.

Como quiera que el hombre sólo en -> Jesucristo y en su Pneuma sabe reflejamente y como cosa revelada que es el sujeto de la absoluta comunicación de – Dios mismo en toda la historia de la humanidad, y esta experiencia se comunica definitivamente a la humanidad en Jesucristo; con él se hace también posible una afirmación insuperable sobre la p., y ésta, por tanto, en Jesucristo se hace objeto de reflexión en su propia esencia formal. Por eso se comprende, p. ej., que una doctrina sobre el estado primitivo con la elevación sobrenatural del hombre y la doctrina sobre el pecado original, sólo son posibles en el NT y solamente en éste se han dado de hecho. La doctrina general sobre la creación es un ingrediente de la p., en cuanto ésta no es, a la postre, un relato sobre lo que aconteciera antes una vez y sin relación al hombre, sino una doctrina sobre el carácter actual y auténticamente originario de criatura del mundo como contorno del hombre, y es cabalmente doctrina sobre un mundo que sólo por el espí­ritu llega él mismo a su plena esencia.

La elaboración de la unidad interna y gnoseológica de la p., en el aspecto mentado, es un desiderátum del trabajo teológico. Ello tiene también consecuencias para el tratamiento de sus partes materiales y para la integridad de sus temas. Apenas se pregunta cuáles sean las propiedades de la existencia humana, las propiedades universales y permanentes, teológicamente aprehensibles y existencialmente relevantes, resulta un conjunto de temas que sólo parcialmente son abordados en los tratados de la teologí­a escolástica correspondientes a la p. Deberí­an tratarse, p. ej., en tal p. (material): la historicidad del hombre y su significación para entenderse a sí­ mismo y entender su salvación, la unidad de la humanidad y de su historia (cf. también -> monogenismo), la sexualidad del hombre (que no es sólo tema de la teologí­a moral), etc.

La p. formal (trascendental-teológica), que ha de anteponerse a sí­ misma una p. material (como doctrina sobre la creación y el estado primitivo) como condición de su posibilidad, es igualmente un desiderátum (cf. -> teologí­a trascendental). El horizonte general de intelección, partiendo del cual se plantean las cuestiones particulares de la p. material, debe pensarse según su naturaleza y su propia historia. En tal p. formal destacarí­a también más fuertemente la correspondencia entre p. y escatologí­a, así­ como su auténtica diversidad, que no es simplemente evidente por sí­ misma (-> principio y fin). Debe hacerse ver fundamentalmente el contraste permanente, justificado, dialéctico, pero no contradictorio, con una profana «p. desde abajo» (que no es ni puede ser una p. propiamente dicha; cf. -> evolución, -> hominización). En este punto hay que mostrar que la p. trazada desde la escatologí­a cristiana, que está dada ya en Jesucristo, es una doctrina sobre un principio que se sustrae a nuestra aprehensión intelectual, el cual, por ello, de suyo no puede ser alcanzado por la doctrina profana sobre la génesis del mundo y del hombre, aunque tampoco está en contradicción con ella. La inclusión de la doctrina sobre la creación en la antropologí­a dogmática no niega, sino que posibilita más bien, una recta inteligencia de una cosmologí­a evolutiva y una inteligencia (siquiera sea sólo parcial) del hombre dentro de tal evolución, que tiene naturalmente por término al hombre mismo.

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Karl Rahner

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica