Biblia

TESALONICENSES (II CARTA A LOS)

TESALONICENSES (II CARTA A LOS)

SUMARIO: I. Autenticidad, ocasión y fecha. II. Estructura y contenido. III. Teologí­a: 1. La relación entre historia y parusí­a; 2. La parusí­a como manifestación; 3. La pedagogí­a de Dios se realiza en la historia; 4. El hermano que no escucha.

I. AUTENTICIDAD, OCASIí“N Y FECHA. Se han suscitado serias dudas sobre la autenticidad paulina. Hay varias expresiones de 1Tes que parecen correcciones de peso: las consideraciones sobre los signos que deben preceder a la parusí­a (cf 2Ts 2:1-12) y que tienden a considerarla lejana, parecen contradecir la indeterminación del plazo de la parusí­a que encontramos en ITes (cf 5,1ss). El estilo seco, las preocupaciones de diverso género que hacen el discurso tenso, difieren demasiado del tono cordial y distendido de lTes.

Sumando estos indicios, se ha llegado a dos conclusiones: difí­cilmente ha sido escrita 2Tes por el mismo autor y en la misma situación de lTes; se trata, por tanto -aquí­ la variedad de opiniones es notable- o de una carta dirigida primero a Filipos y luego llevada a Tesalónica (E. Schweizer), o de una redacción posterior paralela a la de lTes, que por tanto no serí­a tampoco originaria (W. Schmithals); o bien -y es la opinión que hoy prevalece- 2Tes esuna reelaboración de ITes, con la adición de elementos apocalí­pticos, realizada cuando la espera de la parusí­a no se dejaba ya sentir y se planteaba el problema del después. La fecha de composición se desplazarí­a en este último caso hacia finales del siglo 1. Los argumentos indicados y que hacen discutible la autenticidad son varios, pero no determinantes; queda un espacio abierto para otras hipótesis, entre ellas que la carta, aceptada en el canon desde el principio sin reservas, fuera escrita por Pablo, pero en una situación eclesial completamente diversa de la de ITes, y por tanto en una fecha notablemente posterior. Dado que el autor se identifica insistentemente con Pablo (cf 3,7), al referirnos a él lo llamaremos Pablo para facilitar las cosas.

II. ESTRUCTURA Y CONTENIDO. Después de la dirección (1,1-2), que nos presenta como remitentes de la carta a los mismos de lTes, es decir, Pablo, Silvano y Timoteo, viene una acción de gracias (1,3-12) particularmente larga y articulada. La situación positiva de la iglesia a pesar de las dificultades (cf 1,3-4) se pone en relación con el juicio de Dios, que se producirá con la «manifestación» final de Cristo, la cual por una parte destruirá el mal de «los que no conocen a Dios y no obedecen al evangelio de Jesús, nuestro Señor» (2Ts 1:8), y por otra premiará a los que, como los tesalonicenses, hayan perseverado en la fe.

Después de la acción de gracias, la carta se desarrolla en dos partes claramente distintas y aislables. En la primera (2Ts 2:1-17), Pablo afronta el problema del plazo de la parusí­a; pero lo hace refiriéndose a una situación de turbación que se ha producido en la comunidad y que, en virtud de diversos indicios: cartas atribuidas al mismo Pablo, dudosas manifestaciones carismáticas, empujan a una espera espasmódica. Se trata de una situación de engaño: en vez de fantasear sobre la parusí­a, la comunidad debe pensar en la historia que se está desarrollando con un choque, tí­picamente apocalí­ptico, entre bien y mal; la parusí­a representará la conclusión positiva (cf 2,1-12). Esta perspectiva alentadora debe tranquilizar a la comunidad, que, ya en su situación actual, constituye «una primicia de salvación por la acción santificadora del Espí­ritu y la fe en la verdad» (2Ts 2:13b). Por eso deberá perseverar con valor y fuerza, ayudada por Dios, el cual, concluye Pablo, puede consolar «vuestros corazones y confirmarlos en toda clase de obras buenas y buenas palabras» (2,17).

La segunda parte (3,1-16) es más agitada. Pablo comienza con una petición de oraciones para su predicación y para que Dios le defienda «de los hombres malos y perversos, porque no todos son de fiar» (3,2). Pasa luego a hablar de la comunidad; después de reiterar su confianza en la obediencia de la comunidad y de haber expresado el deseo de que «el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia de Cristo» (2Ts 3:5), su discurso cambia de tono y se exalta. En la comunidad hay una situación sumamente confusa y perturbada, que se expresa, entre otras cosas, como molesta ociosidad. Pablo intenta resolverla prácticamente: su comportamiento, siempre comprometido en-el presente de su historia y laborioso, muestra cómo se debe esperar la parusí­a (cf 2Ts 3:6-13).

¿Cómo comportarse con los que con sus palabras y su actitud son la causa y el origen de esta turbación? Una vez superado el momento crí­tico, se tratará de salvar a toda costa también a las personas que lo han provocado (cf 3,15).

La conclusión de la carta (3,17-18)insiste en la autenticidad, que se podrá reconocer incluso por la caligrafí­a de Pablo: «El saludo es de mi puño y letra: Pablo. Esta es la señal que distingue todas mis cartas. Esta es mi letra» (3,17).

III. TEOLOGíA. La teologí­a de la carta presenta ante todo un tema de fondo, constituido por la relación entre historia y parusí­a. En torno a este núcleo giran otros elementos de menor dimensión, pero significativos: una nueva concepción de la parusí­a, la acción pedagógica de Dios como se realiza a través de la historia, una apertura nueva al hermano que peca.

1. LA RELACIí“N ENTRE HISTORIA Y PARUSíA. La situación de perturbación de la comunidad, provocada por una espera a corto plazo de la parusí­a, depende de una escasa atención prestada al desarrollo de la historia. Propiamente hablando, cuanto se ha dicho en esta segunda carta a los Tesalonicenses no contradice la indeterminación de la parusí­a afirmada claramente en la primera. Ni tampoco puede decirse que Pablo, para conducir a la Iglesia de Tesalónica a una situación de normalidad, recurra al expediente demasiado fácil de aplazar lo más lejos posible en el tiempo la fecha. El plazo sigue indeterminado, como en toda la tradición cristiana primitiva contemporánea o también posterior (cf Apo 3:13; 2Pe 3:10); pero se intenta una interpretación de la historia en clave / apocalí­ptica: la «apostasí­a», «el hombre de perdición» que se coloca en oposición a Dios (cf 2Ts 2:3-4), las fuerzas de signo negativo bajo el influjo de lo demoní­aco (cf 2Ts 2:9-12) actúan en el campo de la historia y se oponen a Cristo y a los suyos.

La presencia continuada de estas fuerzas negativas no debe sorprender. Aunque se colocan en oposicióna Dios, Dios no las destruye al instante. Pues tiene un proyecto también en lo que respecta al mal, y es justamente ese proyecto -según una interpretación probable de un párrafo sumamente discutido- el que sirve de freno, impidiendo el aniquilamiento instantáneo del mal que todos desearí­amos: «El plan de Dios respecto a la iniquidad actúa ya; sólo que (Dios mismo) lo retiene hasta que el mal sea quitado de en medio» (2Ts 2:7). Y esto ocurrirá precisamente con la parusí­a, cuando ésta llegue.

De ahí­ se sigue una consecuencia de la máxima importancia. Las fuerzas hostiles a Dios son una caracterí­stica longitudinal del desarrollo de la historia, hasta el momento de la parusí­a, y no se las puede relegar a un acontecimiento cualquiera transversal. Los cristianos que no se dan cuenta de esto eluden un cometido preciso: sumergirse plenamente en su presente, colaborando con Cristo al desarrollo hacia adelante de la historia (cf 2Pe 3:12). La parusí­a se realizará dentro de este desarrollo.

Los cristianos que se den cuenta de esto consolidarán su esperanza (cf 2,16) y se sentirán comprometidos en una esperanza robusta y realista (cf 2,15). Lejos de evadirse ociosamente y molestando a los demás de la situación concreta de la historia en que viven, sabrán aceptar la ley del compromiso en el trabajo (cf 2Ts 3:10).

2. LA PARUSíA COMO MANIFESTACIí“N. Esta atención al desarrollo de la historia lleva a una presentación más dura del acontecimiento de la parusí­a. Mientras que en 1Tes la parusí­a se habí­a presentado en términos crudamente apocalí­pticos, como una bajada de Cristo del cielo, con sonido de trompeta y la intervención de un arcángel (cf l Tes 4,16), aquí­ se habla insistentemente de «manifestación» (cf 1,7), de una «aparición de su venida» (2Ts 2:8), contrapuesta a la que en el decurso de la historia es la presencia llamativa del mal bajo la presión demoní­aca (cf 2Ts 2:9).

Esta manifestación será un juicio ejecutivo contra el mal (cf 2Ts 1:8-9), y comprenderá, junto con la manifestación de Cristo, también una manifestación de los suyos (cf 2Ts 1:10).

3. LA PEDAGOGíA DE DIOS SE REALIZA EN LA HISTORIA. Inmerso en el desarrollo de la historia, el cristiano tiene necesidad de una estructura sólida. Dios mismo se preocupa de dársela: «El Señor es de fiar; él os fortalecerá y os defenderá del maligno» (2Ts 3:3; cf también 2,17). En contacto directo con los problemas y las provocaciones que comprenden los hechos de la historia, el cristiano no deberá cansarse nunca de hacer el bien (cf 2Ts 3:13), y entonces Dios lo colocará y lo tendrá en contacto asimilativo aún más profundo consigo mismo y con Cristo (cf 2Ts 3:5).

4. EL HERMANO QUE NO ESCUCHA. El contacto aceptado y vivido con los acontecimientos de la historia supone en el cristiano un nuevo tipo de sensibilidad también respecto a los demás. Habrá que convivir con el mal sin dejarse vencer por él y esforzándose en superarlo con el bien. Este principio general encuentra aplicación también en el ámbito de la comunidad cristiana. La enseñanza de Pablo exige que se lo tome en serio; hay que acogerla con una actitud de obediencia. Si alguno rehúsa hacerlo, echa sobre sí­ la seria responsabilidad de apartarse de la comunidad. La comunidad no podrá menos de tomar nota de ello, pero habrá de hacerlo siempre en una perspectiva constructiva: «Si alguno no hace caso de lo que decimos en esta carta, señaladle y cortad todo trato con él, para que así­ se sienta avergonzado. No obstante, no le miréis como a enemigo, sino corregidlo como a hermano» (2Tes, 3,14-15).

BIBL.: / Tesalonicenses (I carta), Bibl. (cf para las referencias repetidas, ib); AA.VV., Epí­stola II a los Tesalonicenses, BAC, 663-675; COTHENET E., La 2éme Epitre aux Thessaloniciens et l’apocalypse synoptique, en «RSR» 42 (1954) 5-39; FORESTELL J.T., 2.a carta a los Tesalonicenses, en Com. San Jerónimo, 591-596; GIBLIN Ch.H., The Threat to Faith. An Exegetical and Theological Reexamination of 2 Thessalonians, Roma 1967; LAURENTINI J., 2.a carta a los Tesalonicenses, en T. BALLARINI (ed.), 748-756; TRILLING W., Der zweite Brief an die Thessalonicher, Neukirchen 1980.

U. Vanni

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

2Ts 1-3
Sumario: 1. Autenticidad, ocasión y fecha. II. Estructura y contenido. III. Teologí­a: 1. La relación entre historia y parusí­a; 2. La parusí­a como manifestación; 3. La pedagogí­a de Dios se realiza en la historia; 4. El hermano que no escucha.
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1. AUTENTICIDAD, OCASION Y FECHA.
Se han suscitado serias dudas sobre la autenticidad paulina. Hay varias expresiones de lTh que parecen correcciones de peso: las consideraciones sobre los signos que deben preceder a la parusí­a (2Ts 2,l-12)y que tienden a considerarla lejana, parecen contradecir la indeterminación del plazo de la parusí­a que encontramos en lTh (cf 5,lss). El estilo seco, las preocupaciones de diverso género que hacen el discurso tenso, difieren demasiado del tono cordial y distendido de lTh.
Sumando estos indicios, se ha llegado a dos conclusiones: difí­cilmente ha sido escrita 2Th por el mismo autor y en la misma situación de lTh; se trata, por tanto -aquí­ la variedad de opiniones es notable- o de una carta dirigida primero a Fili-pos y luego llevada a Tesalónica (E. Schweizer), o de una redacción posterior paralela a la de lTh, que por tanto no serí­a tampoco originaria (vv. Schmithals); o bien -y es la opinión que hoy prevalece- 2Th es una reelaboración de lTh, con la adición de elementos apocalí­pticos, realizada cuando la espera de la parusí­a no se dejaba ya sentir y se planteaba el problema del después. La fecha de composición se desplazarí­a en este último caso hacia finales del siglo i. Los argumentos indicados y que hacen discutible la autenticidad son varios, pero no determinantes; queda un espacio abierto para otras hipótesis, entre ellas que la carta, aceptada en el canon desde el principio sin reservas, fuera escrita por Pablo, pero en una situación eclesial completamente diversa de la de lTh, y por tanto en una fecha notablemente posterior. Dado que el autor se identifica insistentemente con Pablo (cf 3,7), al referirnos a él lo llamaremos Pablo para facilitar las cosas.
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II. ESTRUCTURA Y CONTENIDO.
Después de la dirección (1,1-2), que nos presenta como remitentes de la carta a los mismos de lTh, es decir, Pablo, Silvano y Timoteo, viene una acción de gracias (1,3-12) particularmente larga y articulada. La situación positiva de la iglesia a pesar de las dificultades (cf 1,3-4) se pone en relación con el juicio de Dios, que se producirá con la †œmanifestación† final de Cristo, la cual por una parte destruirá el mal de †œlos que no conocen a Dios y no obedecen al evangelio de Jesús, nuestro Señor† (2Ts 1,8), y por otra premiará a los que, como los tesalonicenses, hayan perseverado en la fe.
Después de la acción de gracias, la carta se desarrolla en dos partes claramente distintas y aislables. En la primera (2,1 -17), Pablo afronta el problema del plazo de la parusí­a; pero lo hace refiriéndose a una situación de turbación que se ha producido en la comunidad y que, en virtud de diversos indicios: cartas atribuidas al mismo Pablo, dudosas manifestaciones carismáticas, empujan a una espera espasmódica. Se trata de una situación de engaño: en vez de fantasear sobre la parusí­a, la comunidad debe pensar en la historia que se está desarrollando con un choque, tí­picamente apocalí­ptico, entre bien y mal; la parusí­a representará la conclusión positiva (cf 2,1-12). Esta perspectiva alentadora debe tranquilizar a la comunidad, que, ya en su situación actual, constituye †œuna primicia de salvación por la acción santificadora del Espí­ritu y la fe en la verdad† (2Ts 2,13). Por eso deberá perseverar con valor y fuerza, ayudada por Dios, el cual, concluye Pablo, puede consolar †œvuestros corazones y confirmarlos en toda clase de obras buenas y buenas palabras† (2,17).
La segunda parte (3,1-16) es más agitada. Pablo comienza con una petición de oraciones para su predicación y para que Dios le defienda †œde los hombres malos y perversos, porque no todos son de fiar† (3,2). Pasa luego a hablar de la comunidad; después de reiterar su confianza en la obediencia de la comunidad y de haber expresado el deseo de que †œel Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia de Cristo† (2Ts 3,5), su discurso cambia de tono y se exalta. En la comunidad hay una situación sumamente confusa y perturbada, que se expresa, entre otras cosas, como molesta ociosidad. Pablo intenta resolverla prácticamente: su comportamiento, siempre comprometido en el presente de su historia y laborioso, muestra cómo se debe esperar la parusí­a (2Ts 3,6-13).
¿Cómo comportarse con los que con sus palabras y su actitud son la causa y el origen de esta turbación? Una vez superado el momento crí­tico, se tratará de salvar a toda costa también a las personas que lo han provocado (cf 3,15).
La conclusión de la carta (3,17-1 8) insiste en la autenticidad, que se podrá reconocer incluso por la caligrafí­a de Pablo: †œEl saludo es de mi puño y letra: Pablo. Esta es la señal que distingue todas mis cartas. Esta es mi letra† (3,17).

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III. TEOLOGIA.
La teologí­a de la carta presenta ante todo un tema de fondo, constituido por la relación entre historia y parusí­a. En torno a este núcleo giran otros elementos de menor dimensión, pero significativos: una nueva concepción de la parusí­a, la acción pedagógica de Dios como se realiza a través de la historia, una apertura nueva al hermano que peca.
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1. La relación entre historia y parusí­a.
La situación de perturbación de la comunidad, provocada por una espera a corto plazo de la parusí­a, depende de una escasa atención prestada al desarrollo de la historia. Propiamente hablando, cuanto se ha dicho en esta segunda carta a los Te-salonicenses no contradice la indeterminación de la parusí­a afirmada claramente en la primera. Ni tampoco puede decirse que Pablo, para conducir a la Iglesia de Tesalónica a una situación de normalidad, recurra al expediente demasiado fácil de aplazar lo más lejos posible en el tiempo la fecha. El plazo sigue indeterminado, como en toda la tradición cristiana primitiva contemporánea o también posterior (Ap 3,13; 2P 3,10); pero se intenta una interpretación de la historia en clave / apocalí­ptica: la †œapostasí­a†™, †œel hombre de perdición† que se coloca en oposición a Dios (2Ts 2,3-4), las fuerzas de signo negativo bajo el influjo de lo demoní­aco (2Ts 2,9-12) actúan en el campo de la historia y se oponen a Cristo y a los suyos.
La presencia continuada de estas fuerzas negativas no debe sorprender. Aunque se colocan en oposición a Dios, Dios no las destruye al instante. Pues tiene un proyecto también en lo que respecta al mal, y es justamente ese proyecto -según una interpretación probable de un párrafo sumamente discutido- el que sirve de freno, impidiendo el aniquilamiento instantáneo del mal que todos desearí­amos: †œEl plan de Dios respecto a la iniquidad actúa ya; sólo que (Dios mismo) lo retiene hasta que el mal sea quitado de en medio† (2Ts 2,7). Y esto ocurrirá precisamente con la parusí­a, cuando ésta llegue.
De ahí­ se sigue una consecuencia de la máxima importancia. Las fuerzas hostiles a Dios son una caracterí­stica longitudinal del desarrollo de la historia, hasta el momento de la parusí­a, y no se las puede relegar a un acontecimiento cualquiera transversal. Los cristianos que no se dan cuenta de esto eluden un cometido preciso: sumergirse plenamente en su presente, colaborando con Cristo al desarrollo hacia adelante de la historia (2P 3,12). La parusí­a se realizará dentro de este desarrollo.
Los cristianos que se den cuenta de esto consolidarán su esperanza (cf 2,16) y se sentirán comprometidos en una esperanza robusta y rea-lista(cf 2,15). Lejos de evadirse ociosamente y molestando a los demás de la situación concreta de la historia en que viven, sabrán aceptar la ley del compromiso en el trabajo (cf 2Tes3,1O).
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2. La parusí­a como manifestación.
Esta atención al desarrollo de la historia lleva a una presentación más dura del acontecimiento de la parusí­a. Mientras que en lTh la parusí­a se habí­a presentado en términos crudamente apocalí­pticos, como una bajada de Cristo del cielo, con sonido de trompeta y la intervención de un arcángel (lTs 4,16), aquí­ se habla insistentemente de †œmanifestación† (cf 1,7), de una †œaparición de su venida† (2Ts 2,8), contrapuesta a la que en el decurso de la historia es la presencia llamativa del mal bajo la presión demoní­aca (2Ts 2,9).
Esta manifestación será un juicio ejecutivo contra el mal (2Ts 1,8-9), y comprenderá, junto con la manifestación de Cristo, también una manifestación de los suyos (2Ts 1,10).
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3. La pedagogí­a de Dios se realiza en la historia.
Inmerso en el desarrollo de la historia, el cristiano tiene necesidad de una estructura sólida. Dios mismo se preocupa de dársela: †œEl Señor es de fiar; él os fortalecerá y os defenderá del maligno† (2Ts 3,3 cf también 2Ts 2,17). En contacto directo con los problemas y las provocaciones que comprenden los hechosdela historia, el cristiano nodeberácansarsenuncade hacerel bien (2Ts 3,13), yentoncesDios lo colocará y lo tendrá en contacto asimilativo aún más profundo consigo mismo y con Cristo (2Ts 3,5).

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4. El hermano que no escucha.
El contacto aceptado y vivido con los acontecimientos de la historia supone en el cristiano un nuevo tipo de sensibilidad también respecto a los demás. Habrá que convivir con el mal sin dejarse vencer por él y esforzándose en superarlo con el bien. Este principio general encuentra aplicación también en el ámbito de la comunidad cristiana. La enseñanza de Pablo exige que se lo tome en serio; hay que acogerla con una actitud de obediencia. Si alguno rehusa hacerlo, echa sobre sí­ la seria responsabilidad de apartarse de la comunidad. La comunidad no podrá menos de tomar nota de ello, pero habrá de hacerlo siempre en una perspectiva constructiva: †œSi alguno no hace caso de lo que decimos en esta carta, señaladle y cortad todo trato con él, para que así­ se sienta avergonzado. No obstante, no le miréis como a enemigo, sino corregidlo como a hermano† (2Ts 3, 14-15).
BIBL.: / Tesalonicenses (1 carta), Bibi. (cf para las referencias repetidas, ib); AA. VV., Epí­stola II a los Tesalonicenses, BAC, 663-675; Cothenet E., La 2éme Epitre aux Thessaloni-ciens etl†™apocalypse synoptique, en †œRSR† 42 (1954) 5-39; Forestell J.T., 2.†™ carta a los Tesalonicenses, en Com. San Jerónimo 591-596; Giblin Ch.H., The Threat lo Faith. An Exege-tical and TheologicalRe-examination of 2 Thessalonians, Roma 1967; Laurentini J., 2.a carta a los Tesalonicenses, en T. Ballarini (ed.), 748-756; TrW., Derzwelle Briefan die Thes-salonicher, Neukirchen 1980.
U. Vanni

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica