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FIDEISMO Y TRADICIONALISMO

FIDEISMO Y TRADICIONALISMO

Los revuelos causados en Francia por la Aufklürung y el criticismo kantiano pusieron en primer plano durante todo el siglo xlx el problema del equilibrio entre / razón y fe. El magisterio tuvo que intervenir entonces en varias ocasiones para rectificar algunas posiciones ambiguas.

Los tradicionalistas y los fideí­stas reducen excesivamente la capacidad de la razón en materia religiosa, mientras que los racionalistas y los semirracionalistas exaltan desmedidamente el poder de la razón. El fideí­smo y el tradicionalismo deben comprenderse en este contexto: o bien se fí­a uno totalmente de la razón o bien de la revelación.

1. EL FIDEISMO Y EL TRADICIONALISMO EN EL SIGLO XIX ENTRE LOS CATí“LICOS. Si la fe es libre, es decir, no se deriva de una serie de argumentos contundentes, es, sin embargo, un obsequium rationabile, es decir, una opción sensata. No tenemos evidencia de que Cristo sea Dios; pero sus declaraciones, su vida, sus obras, su mensaje, su resurrección constituyen motivos de /credibilidad de la revelación que es él mismo en persona. La teologí­a católica se mantiene alejada de dos concepciones incompletas de la fe: una fe-asentimiento a una doctrina, pero despersonalizada, y una fe-homenaje confiado, prácticamente sin contenido. La adhesión de fe compromete el conocimiento y el amor.

En la historia de la teologí­a católica, el fideismo evoca un movimiento de pensamiento que se desarrolló en Francia, a comienzos del siglo xix, en reacción contra el racionalismo del siglo XYIII. Sus principales representantes son Gerbert, Bautain (1796-1867), A. Gratry (18051872), discí­pulo de Bautain, Bonnetty, a los que podernos añadir Bonald y Lamennais, calificados más bien como «tradicionalistas». Todos se empeñan en humillar aquella razón que los enciclopedistas habí­an exaltado, subrayando sus debilidades, sus errores, sus contradicciones, sus incertidumbres. Los motivos mismos de credibilidad no les parecen capaces de fundamentar una opción sólida. Pero ¿qué importa esto, si la fe se sostiene por sí­ misma, si es su propio fundamento? Para Bautain, la fe no es posible más que para los que tienen en sí­ mismos un sentido de lo divino que es obra de la gracia. Sólo la gracia permite reconocer la verdad de la revelación por una experiencia interior, -y de ningún modo por los signos exteriores o motivos de credibilidad de la revelación. Bautain se retractó y reconoció el valor de los motivos o de los signos que tienen la finalidad de manifestar la revelación como «creí­ble».

El magisterio denunció en varias ocasiones las desviaciones dé los fideí­stas, especialmente con Gregorio XVI (DS 2751-2756), Pí­o IX en la encí­clica l Qui pluribus, de 1846 (DS 2775-2780), y sobre todo el Vaticano I (DS 3008-3009), León XIII en la encí­clica Aeterni Patris, de 1879 (DS 3135-3138), y Pí­o XII en la encí­clica Humani generis, de 1950 (DS 3875). Estos documentos subrayan el valor de las /pruebas de la existencia de Dios (/Dios, II), de los motivos de credibilidad, sin negar por ello los socorros interiores del Espí­ritu. El fideí­smo reprueba justamente el ! racionalismo, el ! agnosticismo, el liberalismo; pero cae a su vez en el exceso contrario al fundamentar la fe en la fe misma. Si el magisterio puso en guardia contra la depreciación exagerada de la razón por los fideí­stas y los tradicionalistas, su preocupación primordial fue la de oponerse a las pretensiones de los racionalistas y recordar el papel preponderante de la gracia en la economí­a de la salvación.

2. FIDEISMO EN EL CONTEXTO PROTESTANTE. En el vocabulario protestante, el fideí­smo tiene un sentido muy diferente: designa la salvación por la fe sola. Así­ Lutero rechaza la filosofí­a como exaltación de la razón y de la naturaleza. Concibe la fe como un puro abandono confiado en Dios que salva y justifica. Por la fe el hombre se pone en manos de Dios, independientemente de la adhesión a un conjunto doctrinal. Así­, al lado del conocimiento de los dogmas (l Dogma) revelados, que admiten, pero que llaman «fe histórica», los protestantes predican una segunda especie de fe: una confianza total en las promesas divinas en general y sobre todo la convicción absoluta de ser justificado por los méritos de Cristo. Esta fe-confianza serí­a la única fe cristiana auténtica: por ella, independientemente de las buenas obras, es como el hombre se salva. En esta concepción de la fe, el testimonio interior del Espí­ritu Santo ocupa evidentemente todo el lugar. l K. Barth endurece hasta el extremo esta concepción de la fe de los primeros protestantes. El hombre está hecho de orgullo y de pecado; no puede hacer otra cosa que acoger la obra de Dios en él.

3. FIDEíSMO INCONSCIENTE Y PRíCTICO EN EL CATOLICISMO CONTEMPORíNEO. Designamos así­ la actitud de varios católicos que no conceden ninguna importancia o una importancia insuficiente a los problemas de credibilidad de la revelación. Paradójicamente, esta actitud pertenece a la época posconciliar. El Vaticano II, así­ como las Normae quaedam que debí­an inspirar la reforma de los estudios eclesiásticos, omitió la mención de la teologí­a fundamental; entonces varios seminarios y facultades cedieron a la tentación de sacrificar una disciplina de la que el mismo magisterio parecí­a prescindir. En ciertos lugares, la teologí­a fundamental fue simplemente suprimida. En otros sitios quedó desmembrada y reducida al estado de fragmentos insertados más o menos atinadamente en las otras disciplinas: la historicidad de los evangelios en exégesis; la revelación, la tradición y la inspiración en la introducción a. la teologí­a.

El tema de los signos de l credibilidad quedó simplemente escamoteado o tratado parcialmente con ocasión de la exégesis (p.ej., el tema de los milagros de Jesús, que fueron negados más bien que estudiados). Finalmente, en otras partes, dentro del movimiento de la 1 Dei Verbum, se redujo la teologí­a fundamental al estudio de la revelación y de su transmisión, privándola así­ de la mitad de su territorio, particularmente en el terreno de la credibilidad. En una palabra, atomizando la teologí­a fundamental, legando sus problemas a otras disciplinas como restos de una herencia hipotecada, se privó a la teologí­a fundamental de su tarea especí­fica (confirmar a los hermanos en la fe) y condujo al naufragio de millares de fieles, desamparados ante ciertas cuestiones desconcertantes y demasiado difí­ciles para ser abordadas sin el apoyo de los especialistas.

Pero la realidad es más fuerte que las teorí­as. La teologí­a fundamental estudia problemas demasiado graves, demasiado auténticos, para que se los pueda ignorar: los orí­genes históricos del cristianismo, la realidad y la identidad de Jesús, la realidad histórica de su mensaje y de sus obras, concretamente de sus milagros y de su resurrección, la voluntad y la naturaleza de su proyecto eclesial basado en Pedro y los apóstoles. Es posible refugiarse por algún tiempo en un fideí­smo larvado; pero los problemas siguen en pie y están siempre a las puertas de la ciudad, es decir, de la Iglesia. Puede uno negarse a verlos, pero no los podrá abolir. El tono, ciertamente, tiene que cambiar, sobre todo en el clima ecuménico actual; pero la función asumida por la teologí­a fundamental sigue en pie. Además, las cuestiones que trata constituyen un conjunto que tiene su propia unidad y que hace de la teologí­a fundamental un sector distinto de la teologí­a.

BIBL.: AUBERT R., El acto de fe, Barcelona 1965; BDUILLARD H., Karl Barth, 3 vols., Parí­s 1957 (sobre todo vol. 2); HARENT S., Fidéisme, en DTC 6,1: 174-236; LATOURELLE R., ¿División o renovación de la teologí­a fundamental?, en «ConciHum» 46 (1969) 359-369; ID, Ausencia y presencia de la teologí­a fundamental en el Vaticano 11, en LATOURELLE R. (ed.), Vaticano 11. Balance y perspectivas, Salamanca 1989, 10471068; ROTUREAU G. y CONGAR Y., Fidéisme, en Catholicisme 4, 1260-1261.

R. Latourelle

LATOURELLE – FISICHELLA, Diccionario de Teologí­a Fundamental, Paulinas, Madrid, 1992

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Fundamental