Biblia

TEXTO DE LA BIBLIA ¡ ESCRITURA III

TEXTO DE LA BIBLIA ¡ ESCRITURA III

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TIEMPO
Sumario-, 1. Observaciones preliminares: 1. El vocabulario; 2. La perspectiva del presente artí­culo. II. Areas de referencia de la terminologí­a bí­blica acerca de la categorí­a tiempo: 1. El espacio temporal del hombre y del cosmos, medido y definido por los ritmos de la naturaleza creada:
a) Las dimensiones de tiempo más consistentes,
b) El dí­a, c) La hora; 2. El tiempo de las vicisi-titudes humanas; 3. El tiempo como momento denso y ocasión propicia de ser alcanzados por Dios que salva: a) En el AT, b) En el NT; 4. La dimensión temporal de la vida humana involucrada por el tiempo de Dios: a) En el AT, b) En el NT. III. La experiencia yla expresión de fe del pueblo de Dios acerca del tiempo: 1. Algunas observaciones preliminares; 2. Historia de la salvación e historia del mundo: a) Dos experiencias fundamentales y dos expresiones correspondientes de fe, b) El sentido nuevo de la historia según el NT, c) El fin del tiempo; 3. La existencia del hombre: a) La fuente de la vida, b) La muerte,
c) Mas allá de la muerte; 4. El cristiano en el tiempo; 5. El tiempo es de Dios. IV. Algunas grandes categorí­as teológicas bí­blicas: 1. El sábado, a) El sábado para el Israel preexí­lico,
b) Concepción sacerdotal posexí­lica del sábado,
c) El sentido nuevo del sábado en el cristianismo; 2. Cristo, señor del nuevo tiempo: a) La plenitud del tiempo en Cristo, b) Nueva comprensión de la historia humana y cósmica a partir del acontecimiento Cristo. V. Algunas conclusiones: 1. Exigencias de la fidelidad a la revelación bí­blica del tiempo; 2. Posibilidad de una doble tentación; 3. El mensaje bí­blico acerca del tiempo.
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1. OBSERVACIONES PRELIMINARES.
El área semántica bí­blica destinada a expresar la concepción de tiempo es muy varia y compleja. Para el mundo hebreo y cristiano se trata, en realidad, de una experiencia espiritual y de una teologí­a unidas con la misma antropologí­a y con aquel diálogo de revelación que a menudo ha tematizado la dimensión humana.
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1. El vocabulario.
La investigación filológica se presenta rica en pistas de profundización; tanto más que los libros bí­blicos pertenecen a diferentes perí­odos de la historia y de los influjos culturales de Israel. Piénsese en los contactos entre el mundo israelita y el cananeo; o bien en las relaciones posibles y efectivas de dependencia de los escritos hebreos de la literatura y del pensamiento meso-potámicos, egipcios, helení­sticos y de otras áreas culturales.
No obstante, hay que apresurarse a afirmar que la concepción hebrea del tiempo, incluso con las inevitables dependencias y enriquecimientos respecto a las culturas circunstantes, tiene su historia autónoma y original de sentido y de mensaje teológico.
Documentan útilmente este proceso semántico de la categorí­a bí­blica de tiempo los artí­culos dedicados a esta voz y a las de su área en los diccionarios tanto del AT como del NT (1 BibI.). A través de ellos es posible estar informado también de las posibles conexiones con las culturas extrabí­blicas y de las ulteriores variantes de interpretación de nuestro tema, presentes en las traducciones oficiales del AT en arameo (Targum) y en griego (Setenta), durante el tiempo constitutivo de la revelación.
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2. La perspectiva del presente artí­culo.
La elección de campo que se propone a través de esta contribución no está en el ámbito estrictamente filológico, aunque este último constituye un punto de partida y de referencia indispensable. Se piensa más bien en captar el pensamiento y el mensaje de los escritos bí­blicos acerca del tiempo tal como Israel y la primitiva comunidad cristiana lo vivieron y expresaron. Además parece muy útil para la penetración de la teologí­a bí­blica acerca del tiempo distinguir y escuchar separadamente a algunos autores en el contexto cultural y teologal que les fue propio. Se evitan así­ sistematizaciones arbitrarias de un mensaje tan rico, que ha tenido, en tiempos y hombres diferentes, experiencias e interpretaciones completamente propias y originales.
No es cometido (directo) de la presente contribución ir más allá de la penetración y de la orientación hacia el tema bí­blico y cristiano del tiempo. Pero no le es ajeno hacer entrever que los textos escriturarios en los que tiene su origen y fundamento la teologí­a bí­blica propuesta siguen siendo en el pueblo de Dios fuente y llamada a una experiencia y una expresión que permanecen originales y siempre nuevas, a condición de que sustituya la escucha a la investigación; o mejor cuando, a través de las adquisiciones de la investigación y de la formulación teológica, se encuentran mejores disponibilidades a escuchar ulteriormente al Dios que habla aún de su tiempo en conexión con el del hombre.
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II. AREAS DE REFERENCIA DE LA TERMINOLOGIA BIBLICA ACERCA DE LA CATEGORIA TIEMPO.
La lista de los vocablos hebreos (para el AT) y griegos (para los Setenta y para el NT) que expresan aspectos varios de la categorí­a bí­blica del tiempo es muy larga; y es notable la variedad de significados que presentan semejantes vocablos en los diferentes escritos en que se emplean. Se trata, en efecto, de un ámbito semántico muy cercano a la vida de fe del pueblo de Dios, y por ello sujeto a los acentos siempre nuevos que aporta la experiencia religiosa. De ahí­ la dificultad -como se ha observado- de fijar a un vocablo un sentido único o prevaleciente. De ahí­ también la notable variedad de propuestas de los diccionarios bí­blicos y la consiguiente incertidumbre o diversidad en las traducciones de la Biblia cuando se trata de interpretar textos relativos al tema tiempo e historia de Dios y de los hombres. Existen, sin embargo, áreas en las cuales las diferentes familias o grupos de vocablos expresan una preferencia de significado, dando así­ origen a capí­tulos distintos de la experiencia hebro-cristiana y de la revelación divina en torno a la dimensión tiempo.
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1. El espacio temporal del hombre y del cosmos, medido y definido por los ritmos de la natuRALEZA creada.
Se trata de aquellas unidades diferentes del tiempo astronómico, que desde siempre se han usado en todos los pueblos, aunque con diferentes criterios de cálculo. En el interés cultural y religioso hebreo y cristiano, tal como está registrado en la Biblia, no todos estos espacios de tiempo astronómico tienen la misma importancia. Lo que aquí­ interesa evidenciar es que todos están unidos a la experiencia de fe.
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a) Las dimensiones de tiempo mas consistentes. Además de unidad de la existencia del hombre y del universo, representan también †œtiempos de Dios† y de la relación del hombre con él. Nos referimos expresamente a: 1) El año: es el espacio en el cual Israel (pero también el cristianismo) vive y evoca en un crescendo continuo los encuentros con Dios que salva y se manifiesta. Año tras año el pueblo de Dios celebra en una novedad continua y progresiva -no con el carácter †œcí­clico† de la naturaleza y de la mitologí­a- las sorpresas de la historia de la salvación hacia un tiempo final que resumirá su camino a través de la historia. De ahí­ la importancia del calendario religioso anual y jubilar, con sus paradas ante el Señor, lo cual aparece desde las más remotas teologí­as hebreas del tiempo (cf Ex34,23s;Dt 15,1-11; 16,1- 17; Lv 23,4-44). 2) El mes y la semana: unidades temporales menos importantes, en proporción a las otras, en la cultura y en la teologí­a hebreas. Ver, sin embargo, la fiesta de la luna nueva (cf Núm 28,11- 15); las semanas de festividad para pascua (Lv 23,6-8), tiendas (Lv 23,34-36), etc. Más adelante volveremos sobre el tema del sábado (1 IV, 1).
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b) El dí­a. Es ésta una medida de tiempo que aparece mucho en el AT (se encuentran más de 2.300 usos del vocablo). La referencia es al espacio astronómico de veinticuatro horas que comprende el perí­odo de luz (desde el alba al ocaso) y el de las tinieblas (de la noche a la mañana). El comienzo de la jornada para el mundo hebreo (al menos después del destierro babilónico) es por la noche; véase de hecho el comienzo mismo de las festividades y del sábado: uso que fue luego admitido también en la liturgia cristiana. Partiendo idealmente de la interpretación sacerdotal de cada uno de los dí­as de la semana de la creación Gn 1), la Biblia dispone que también Israel dé comienzo la tarde precedente a sus tiempos para Dios Ex 12,18; Lv 23,32). Una alusión al fin del reposo sabático después de la puesta del sol puede verse en el principio de las curaciones de Jesús en Cafarnaún, en la evocación de su †œjornada† en aquella ciudad Mc 1,32-35). Pero en su abundantí­simo uso del término dí­a, la Biblia dedica un notable número de textos a la transcripción simbólica y teológica de esta dimensión del tiempo, refiriéndose sobre todo a las intervenciones decisivas de Dios dentro de los dí­as de los hombres. Así­ se han de examinar las fórmulas (cuya historia de significados serí­a muy densa): †œal fin de los dí­as† (Is 2,2; Jr23,2); †œvendrán dí­as† Am 4,2; Am 8,11; Am 9,13; Jr 31,27; Jr 31,31; Jr 31,38); †œEl dí­a de Yhwh† (cf Am 5,1 8ss; Is 2,12-17; 1s13,6-13; So 1,14-18).
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c) La hora. Es la distribución más pequeña del tiempo astronómico hebreo: unidad de tiempo inferior a la del dí­a y más determinada que él, al menos en el uso común. Ver, por ejemplo, la fórmula †œmañana (dentro de un dí­a) a esta misma hora† (Ex 9,18; Jos 11,6; IR 19,2), que generalmente expresa la omnipotencia divina cuando se compromete con los hombres de manera puntual y extraordinaria. Hora puede significar en ciertos casos casi también el espacio preciso de sesenta minutos; así­ en algunos textos evangélicos, como Mt 20,1-16 (parábola de los obreros de la viña empleados a todas las horas), Mc 14,37 (†œSimón, ¿no has podido velar una hora?†), Jn 11,9 (†œ,No son doce las horas del dí­a?†), etc. Un uso metafórico bien conocido del término †œhora† se encuentra en los evangelios (especialmente en Juan) a propósito de la pasión de Jesús: su hora! La dispuesta por el Padre, aquella en la que triunfan provisionalmente las tinieblas, aquella que Jesús ha esperado de acuerdo con la voluntad de su Padre Lc22,53;Jn 7,30;Jn 8,20 12,27s; Jn 13,1;Jn 17,1).
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2. EL TIEMPO DE LAS VICISITUDES humanas.
El término griego -que no tiene en la lengua hebrea un vocablo único correspondiente- que hay que recordar aquí­ es el dejrónos. Está ya presente en los LXX (un centenar de veces) y luego en el NT (otras 54 veces). La variedad de las aplicaciones es notable, pero algunas constantes antropológicas y teológicas ayudan a fijar un área de significados al término y un capí­tulo de la concepción del tiempo en el mundo bí­blico. Podemos sintetizar la temática prevaleciente expresada por jrónos en los puntos siguientes: a) Hay un tiempo del hombre y de su existencia histórica. Las fórmulas (fundadas por el uso en los LXX de nuestro término griego) son del tipo de: †œtiempos [dí­as en hebreo] de No醝 (Is 54,9); †œtiempos de Abrahán† (Gn 26,1; Gn 26,15). b) En el NT encontramos: †œTodo el tiempo que el Señor estuvo con nosotros† Hch 1,21); †œla mujer… todo el tiempo que vive su marido† (1Co 7,39); †œdurante todo el tiempo en que el heredero es menor† (Ga 4,1); †œtiempo de vuestro paso por la tierra† (1 P IP 1,17); †œtiempo para arrepentirse† (Ap 2,21). c) Pero en el tiempo de los hombres está inscrito el de Cristo! Su aparición ha llevado a la †œplenitud del tiempo† (de los hombres: Ga 4,4). Su presencia ha sido para los discí­pulos la del esposo mesiánico (cf Mc 2,l8ss). El acontecimiento y el tiempo (histórico) de Cristo han distinguido en los tiempos de los hombres el pasado en la ignorancia y el pecado del que queda, después de él, para la salvación de la historia humana (Hch 17,30; IP 1,20; IP 4,1-3). Y él volverá en el †œtiempo de la restauración de todas las cosas† (Hch 3,21).
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3. El tiempo como momento denso y ocasión propicia de ser alcanzados por dios que salva.
Junto a usos genéricos en cuanto al significado, dos vocablos -uno hebreo fet) y el otro griego (kairós)ofrecen como predominante un área de referencias expresivas: dentro del tiempo lineal de los hombres se encuadra (por iniciativa divina) un tiempo de Dios y de su acción salví­fica. El tema exigirí­a un prolongado y diligente examen textual de los empleos según los diferentes escritos y las teologí­as del AT y del NT. En todo caso, los dos términos indicados no aparecen nunca, en ningún autor bí­blico, con un sentido tan fijo que no tenga como paralelos otros usos y aplicaciones. Sólo se puede hablar de una tendencia marcada y significativa (que es preciso verificar cada vez en cada uno de los textos y contextos).
a) En el A T. El término †˜el aparece 296 veces; le corresponde como adverbio su derivado †˜alta (ahora), unas 260 veces. El significado prevaleciente es el de tiempo puntual, determinado, justo. Junto a los usos proféticos, que acercan nuestro término al de †œdí­a del Señor† (Jr3,17;Jr4,11;Jr8,1; Dn 12,1), hay que recordar aquí­ la dimensión sapiencial y teológica unida a menudo al vocablo †˜et cuando se hace que exprese el †œtiempo justo†, el del encuentro con Dios. Ver los textos célebres de Is 28,23-29; Jer 8,7; Ez 16,8, y, entre todos, la gran reflexión de Qo 3.
b) En el NT. El término kairós se encuentra unas 85 veces en los escritos neotestamentarios. Pero no son poco importantes las expresiones adverbiales correspondientes: arti (ahora), 36 veces;
euthy†™s, euthéós (enseguida), 87 veces, y sobre todo nyn (ahora), unas 150 veces.
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Junto a usos del término kairós que indican genéricamente un tiempo más o menos largo, y considerado por parte de los hombres sobretodo (Mc 10,30; Lc 21,24; Rm 8,18; Ef 2,12), están bien presentes textos que aluden (a través de nuestro térm?1 o) al área teológica del tiempo de Dios dentro del tiempo humano; 1) Con el advenimiento de Cristo tiene lugar un tiempo particular de acción salví­fica divina. A ella hay que convertirse, reconociendo ese kairós de llamamiento y ajustando la vida a las intervenciones y a los ritmos del tiempo de Dios: Lc 19,44 (Israel no reconoció el momento providencial de la †œvisitade Dios†); Mc 1,14s (el tiempo de Dios está en su pleno cumplimiento); Lc 12,54ss (es preciso †œjuzgar… lo que es justo†, intentando comprender este tiempo providencial); Rom 13,8ss; 2Co 6,ls; Gal 6,10; Ep 5,16; Col 4,5.2) Respecto a los tiempos pasados de búsqueda y espera, este tiempo de salvación es presente, ahora (nyn):
Rom 3,21; 16,25ss; Ep 3,8ss; Col 1,26; 1P 1,lOss. 3) El tiempo providencial presente se abre a la perspectiva del futuro; pero no sin una tensión y una ruptura con las experiencias humanas que lo caracterizan: Lc 6, 20-26; 12,49-53; Jn 16,21-24; ico 13,12; 2Th 2,6ss; 1P 1,3-9.
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4. La dimensión temporal de la vida humana involucrada por el tiempo de Dios.
Otra familia de vocablos hebreos (†˜ólam) y griegos (aién), con sus derivados y sinónimos, lleva a considerar una nueva área cultural y teológica de la Biblia acerca de la categorí­a de tiempo. Un examen detallado de los dos vocablos fundamentales, a través de los usos que se hacen de ellos en perí­odos y autores bí­blicos sucesivos (y en la traducción, tan importante para la búsqueda del sentido del AT, de los LXX), pondrí­a en claro una amplia gama de significados literarios, y consiguientemente temáticos, asignados a nuestros dos términos. Justamente partiendo de tales investigaciones es posible fijar un predominio de sentido, atribuido por los que utilizan en el AT y en el NT †˜ólam y aién: estos términos no dicen tanto †œeternidad† (en el sentido abstracto y separado del tiempo de los hombres) cuando más bien una dimensión temporal, unida con la existencia humana, pero que la trasciende, yendo más allá que ella hacia el pasado o hacia el futuro; y esto por una implicación más o menos directa con el tiempo de Dios. Precisemos algunos elementos.
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a) En el AT. El vocablo †˜ólam aparece en total unas 460 veces en los escritos del AT, mientras que el correspondiente aión en los LXX está presente 450 veces (y 160 su adjetivo derivado aiénios). La referencia literaria y cultural que parece ser más antigua es la de espacio de la vida humana o de las †œgeneraciones† humanas (IS 1,22; IS 27,12; Sal 18,51). Precisando ulteriormente-. 1) †˜OIam se usa a menudo con las preposiciones que indican un tiempo hacia el pasado, o bien hacia el futuro, como si se dijese: desde tiempo lejano (= desde lo eterno, más allá de las generaciones humanas), hacia un tiempo lejano (= a lo eterno, después de las actuales generaciones humanas). Muy cargadas de sentido son las doxologí­as a Dios, expresadas en el momento indicado arriba: desde siempre (más allá de estos tiempos) y para siempre (después de estos tiempos). Ver ICrón 16,36; Dan 2,20; Ps 41,14; 90,2; 102,25-29; 106,48.
2) En fórmulas que expresan el intento religioso humano de decir el tiempo de Dios a partir de la experiencia humana, encontramos en el AT el intensivo le †˜ólam wa†™ed (literalmente, más allá de los tiempos yde los momentos de los hombres): Ex 15,18; Miq4,5; Ps 9,6; 10,16; 45,18; 145,1.2.21. 3)No hay que olvidar luego aquí­ la densí­sima fórmula de fe -fundada en el anuncio de Ex 34,5-8 y en una larga experiencia teologal-expresada por le†™ólam hasdó (literalmente, más allá de los tiempos humanos está su misericordia): ICrón 16,34.41; 2Ch 7,1-6; Ps 100,5; 106,1; 107,1; 118,1-4.29; y entre todos el Ps 136! En este horizonte teológicamente denso resalta la confrontación entre tiempo breve del hombre y tiempo de Dios. Respecto a la celeridad percibida por todos -y aveces de modo dramático (Sal 88)- de la existencia humana (Sal 90), resaltan los †œtiempos largos† de Dios. Pero el creyente los ve como signo y ocasión de encuentro con la paciencia misericordiosa del Dios que espera para salvar al hombre (Sal 86; Sal 103;
Si 18,7-18).
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b) En el NT. Del AT le llega a la Iglesia apostólica una teologí­a del tiempo (de acento †œhebreo† más que filosófico-griego o de influjo persa): más allá de las generaciones humanas hay una prolongación del tiempo, pero no de significado genérico y abstracto; se trata de la continuidad indefinida de la relación concreta y recí­proca entre el Dios vivo y el hombre que es fiel a él.
Junto a esta concepción fundamental, el término aión (más de 100 veces en el NT y otras 70 para su derivado aiónios) parece sacar de la apocalí­ptica del judaismo tardí­o otra dimensión espacio-temporal (eón-cosmos): Mc4,19; 1 Co 2,6; Heb 1,2; 11,3: el eón-siglo-mundo actual o futuro.
Con mucha frecuencia también aparece aión, lo mismo que en el AT, en uso preposicional: desde tiempos lejanos (Lc 1,70; Hch 3,21; Hch 15,8), hacia tiempos lejanos (esta última expresión se halla presente unas 30 veces en el NT: Mt 21,19; Mc 3,29; Lc 1,55; Jn 13,8; Hb 1,8). Pero más interesante es el uso nominal que se hace de aiSn en el NT. Precisando algunos capí­tulos: 1) Algunos escritos del NT (sobre todo Pablo y los sinópticos; nunca Juan) distinguen entre el †œeón† presente y el futuro, a manera de dos perí­odos históricos o dos mundos sucesivos probablemente bajo el influjo de la apocalí­ptica del judaismo (Mc 4,19; Mt 12,32; Mt 13,36-43; ico 1,20; ico 2,6; ico 3,19). En ese sentido el primer evangelista habla del †œfin del eón mundo† (Mt 24,3; Mt 28,20). Ningún dualismo teológico corresponde a la distinción de los dos †œeones† (tiempos-mundos): Satanás asedia el tiempo presente, pero Dios lo ha redimido en Cristo; y la nueva creación ya ha comenzado (Ga 1,4; Ga 4,4). 2) Por tanto, la †œvida eterna† es la del †œeón† futuro (Rm 2,7; Rm 6,22-23; Ga 6,8; Mt 25,36; Mc 10,17; Mc 10,30). Pero Juan precisa:
esta vida eterna (definitiva después del †œeón† presente) es ya actual, y la muerte no la detendrá más: Jn 3,15s; 5,24; 17,3 (cf ll,25s).
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III. LA EXPERIENCIA Y LA EXPRESION DE FE DEL PUEBLO DE DIOS ACERCA DEL TIEMPO.
El pueblo judí­o-cristiano, que ve en la Biblia la historia de sus experiencias de fundación (además del testimonio oficial de la palabra de su Dios), tiene a sus espaldas un largo proceso de profundizaciones y de expresiones de la dimensión temporal.
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1. Algunas observaciones preliminares.
Más que un tratado sistemático, filosófico o teológico, el libro sagrado del pueblo de Dios es una fuente de indicaciones y propuestas múltiples que tienden a hacer captar y vivir la categorí­a de tiempo. Depende mucho, para el que desee recibir el mensaje, del nivel de investigación y de escucha del texto en el que nos detenemos y con el que nos contentamos: ya a nivel filológico-semántico se encuentran numerosas orientaciones acerca del sentido cultural y religioso del tiempo.
Luego, en tal investigación, podrí­a resultar no poco interesante el examen gramatical y sintáctico del uso de los tiempos verbales para expresar el pasado, el presente y el futuro. Partiendo de la posibilidad de las dos lenguas usadas -el hebreo y el griego-, los autores sagrados recurren a veces a delicadas precisiones literarias y teológicas para expresar mejor el sentido misterioso de la relación entre tiempo de los hombres y tiempo de Dios. Sumamente interesante serí­a, por ejemplo, el examen de ciertos escritos del NT (en particular los de Juan).
Un nivel ulterior de la investigación y de la escucha del mensaje bí­blico acerca del tiempo se podrí­a conseguir a través del examen de las varias teologí­as sobre este tema, según los autores o las escuelas de los escritos bí­blicos.

Con un fin meramente orientador, para este ámbito de la investigación se pueden ver dos capí­tulos del Pentateuco (la tórah de los hebreos) acerca de nuestro argumento: a) El inicio del tiempo de los hombres es presentado por los autores de las primeras páginas de la Biblia unido al tiempo de Dios: †œEn el dí­a en que Yhwh hizo la tierra y el cielo…† (Gn 2,4 = J); †œAl principio creó Dios el cielo y la tierra…† (Gn 1,1 =P). Así­, del dí­a de Dios (J) o de su semana (P) tiene origen y forma el tiempo de los hombres. Y ambos teólogos indicarán a menudo escrupulosamente las coincidencias de tiempos entre el obrar divino y el humano (cf Gen 8,2Oss = J; 17,1-22 = P; etc.). b) Pasado ypresente en el †œhoy†delDI: en el poderoso balance hecho por la escuela deuteronomista, una nota central se refiere también a la concepción del tiempo: las prescripciones y las orientaciones dadas a los padres en el Sinaí­ se proponen aún hoy a Israel Dt 5,1-5; Dt 7,11). La actualización no es ficticia, al menos por dos motivos: porque Dios habla a su pueblo en un eterno presente; porque el nosotros del pueblo de Dios lo liga en continuidad de generaciones a su pasado (y a su futuro). Este último dato cultural y teológico es muy singular y significativo: las vicisitudes de Israel en la historia -lo mismo para bien que para mal- siguen un ritmo creciente de continuidad, que se convierte a la vez en su riqueza y en su responsabilidad. El †œhacer memoria† es experimentar la pertenencia a la historia (que además es †œhistoria de la salvación† de Dios), hecho espiritual más importante que no la pertenencia al espacio territorial. Ver los varios †œnosotros éramos…† de las confesiones de fe deuteronomí­sticas (Dt 6,2 1-24; Dt 26,5-10 y las fórmulas del memorial en el rito la pascua hebrea).
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2. Historia de la salvación e historia del mundo.
La experiencia religiosa vivida por el pueblo de Dios y testimoniada en los escritos del AT y del NT se expresa en una concepción del todo propia -respecto a la de las culturas contemporáneas de Israel- relativamente a la historia.
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a) Dos experiencias fundamentales y dos expresiones correspondientes de fe. Hay una profunda conexión para Israel entre la interpretación de su historia y la mirada de fe en Yhwh: 1) El acontecimiento de la salida de Egipto es en Israel el recuerdo de una cita con Dios en el tiempo: †œYhwh nos libró con mano poderosa y brazo extendido…† (Dt 6,22s; 26,8; Ex 15,1). La sucesiva alianza sinaí­tica no fue más que la segunda parte de pna única experiencia histórica (Ex 19,3-6). Las formulaciones teológicas del acontecimiento se multiplicarán en el tiempo sucesivo; pero ello no se debió solamente a lucubraciones literarias sobre el acontecimiento pascual, sino a su conexión con nuevas experiencias de liberación y alianza. Estas últimas requerí­an ser expresadas y empujaban a una doble claridad de fe que habí­a que formular: el rostro divino es el de Yhwh que libra y salva (porque es esposo, padre y †œredentor debido al lazo de parentesco†, o sea go †˜el); la historia de Israel es una cadena de liberaciones (salvaciones) y alianzas con Yhwh. Ver sobre todo esto también la teologí­a de la historia en la tradición deuteronomista. 2) Otra experiencia histórico-religio-sa caracteriza la fe y su expresión en el pueblo de Dios: la fundada en Yhwh que guí­a a su pueblo, entra en guerra y combate contra el que oprime a Israel (las †œguerras de Yhwh†, Dt 20); da a este último la tierra de Canaán porque él solo es Señor de toda la tierra (Ex 19,5 Dt iO,14s), y, finalmente, pide a su pueblo, al que ha elegido como suyo y exclusivo, que le sirva y reconozca como único Señor y rey (Dt 7,1-10; Dt 10,12-22). Es difí­cil fijar el acontecimiento originario del que partió tal experiencia y profesión de fe. La tradición deuteronomista atribuye esta teologí­a al tiempo de la conquista, o sea de los †œjueces† (Jc 5; Jc 6-8; IS 8).
La historia es, pues, para el antiguo pueblo de Dios teatro de las liberaciones y alianzas por parte de Yhwh y ámbito en el cual se manifiesta como, señor y rey del universo.
La expresión teológica de esta doble experiencia histórica de la fe tiene en Israel al menos dos sedes distintas y complementarias: el culto (santuarios, fiestas, fórmulas de credo) y los profetas. Justamente en los escritos de estos últimos se expresa el sentido de los acontecimientos históricos y se intentan siempre nuevas y adecuadas †œteologí­as† de ellos, en la lí­nea de la liberación-alianza (cf Os, Jer) o en la lí­nea del señorí­o-realeza divina (cf Am, Is, Miq). Son también los profetas los que dan al sentido de historia de salvación dimensiones universales con sus †œoráculos sobre los pueblos† (así­ Am 1-2; Is 13-23; Jr 46-51; Ez 25-33 Jonás; etc. ).
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b) El sentido nuevo de la historia según el NT. Los himnos y las primeras profesiones de fe cristianas declaran a Jesús centro y sentido último de la historia humana (lTm 3,16 Rom l,3s; Jn 1,1-18). El tiempo de Dios alcanza su sentido pleno y salví­fico con la venida de Jesús de Na-zaret; su presencia en la historia resume pasado y futuro y se convierte en revelación del rostro misterioso de Dios (Hb 13,8 Ap 1,17s). De esa novedad y de ese carácter central de Cristo señor de la historia dice el NT: 1) Este era ya el plan divino que los profetas vislumbraban en sus oráculos y que Dios iba preparando: así­ lo manifiesta el mismo resucitado a los discí­pulos (cf Lc 24,25ss.44-47) y luego las teologí­as apostólicas (cf 1P l,lOss; Rm 1,2; Rm 11,25; Ef 3,8-12). 2) La de Cristo es la hora decisiva para pertenecer a la historia de la salvación: Lucas subraya ese anuncio con sus †œhoy†™ del encuentro con Cristo (Lc 2,11; Lc 19,4 1-44); pero el tema aparece puntual y solemne en casi todos los escritores inspirados del NT (2Co 6,2; Rm 3,21; Hb 3,7; Jn 4,23) [1 Liberación! Libertad; / Redención].
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c) El fin del tiempo. El dominio de Dios (y el de Cristo) en la historia va hacia un tiempo final, en el cual el orden de la †œprimací­a† divina será pleno y definitivo. Es el gran capí­tulo de la †œescatologí­a† bí­blica. La serie de las liberaciones (salvaciones) parciales avanza hacia la que será la que resuma las precedentes. Así­ también las formas temporales y limitadas de la realeza divina sobre los hombres y sobre el cosmos tienden hacia una presencia divina total, †œcuando Dios lo sea todo en todos† (1Co 15,28);
1) Ya desde el AT la profecí­a sobre la historia habí­a sido impulsada hacia dimensiones apocalí­pticas acerca del †œdí­a del Señor† (Am 5,18; Is 2,6-22) y hacia una solución final de la historia presente (Ez 38-39).
2) Con la venida y el mensaje de Jesús se hace más precisa la distinción entre el tiempo presente, que es ya de salvación iniciada y de †œreino de Dios† en acto (cf Mc 1,14s), y el fin del mismo (Mt 13,7; ico 15,24).
3) Ese †œdí­a del Señor† final de la historia humana no será otro que el†dí­a de Jesucristo† (Flp 1,6; Flp 1,10 ), cuando él vuelva glorioso, después de haber padecido mucho y haber sido rechazado por los hombres Lc 17,20-33). Por eso hay que vivir esperándolo, bien dispuestos y vigilantes (cf Mt 24,32-25,30; lTm 6,13-16).
3215
3. La existencia del hombre.
Si los profetas consideran preferentemente la historia de Israel y de la humanidad, la atención principal de los escritos sapienciales se centra en el hombre delante de Dios.
3216
a) La fuente de la / vida. En la fe del pueblo de Dios, tal como se registra en la Biblia, el origen de la vida es Dios: él solo es el viviente y el que vivifica el universo y al hombre. Son numerosas las expresiones en las cuales se declara que Yhwh es un Dios vivo en polémica con el culto a los í­dolos. Ver sobre todo los escritos posexí­licos: Is 40,12-31; Dan 6 y 14. Pero también en textos precedentes aparece esta forma de profesión de fe (IR 18,24; IR 18,39 Jer4,ls;Jr22,24;Ez5,11;Ez 14,16;Ez 14,18;Ez 14,20). Portanto, es Yhwh el que da la vida al hombre; más aún, el que ha tejido y construido el cuerpo con sus varios miembros, infundiéndoles aliento vital: Jb 10,3.8-12; Ps 139,12-16; 119,73. Y para el israelita, como lo anuncia repetidamente el Deuteronomio, la fuente de la vida está en la tórah: el que ponga en práctica los preceptos del Señor vivirá mucho tiempo y será feliz y bendecido por Dios: Dt 4,40; 6,lss; ll,8s; 30,15-20.
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b) La muerte. Una larga serie de textos y temas bí­blicos se refiere al fin de la existencia humana en la tierra. Se trata ante todo del carácter dramático de una existencia que termina, mientras que la vida es vista efectivamente como un bien y un valor. Está luego el anticipo doloroso de la muerte, que es la enfermedad, con el progresivo debilitamiento de la vida y de las relaciones con los otros seres vivientes. Y esta última experiencia es tanto más amarga cuando a la disminución de las presencias junto al enfermo o al anciano acompañan juicios sobre lo irrecuperable de la vida o, peor aún, de conexión entre enfermedad y pecado cometido. Otro elemento -nada secundario para el hombre de la Biblia- es la consideración de que la muerte forma parte de una historia con Dios, del cual se ha recibido también la vida. ¿Qué sentido tienen, pues, la enfermedad y la muerte?
Las páginas bí­blicas más significativas y que más impulsan a buscar sentido al misterio de la vida que se extingue hay que buscarlas en los escritos sapienciales y en los salmos. / Jb tiene como tema el porqué del dolor y de la enfermedad (y, por tanto, de la existencia humana); y el diálogo del protagonista (no hebreo) con los amigos, que refieren las soluciones teológicas que circulan en Israel, subraya que sólo Dios, autor de la vida, puede explicar también su sentido y destino. Pero pueden verse también otras páginas sapienciales (Qo 9,1-10; Si 10,10; Si 14,17; Si 41,1-4) y de los Salmos (SaI 22; SaI 39; SaI 88; SaI 90).
3218
c) Mas allá de la muerte. También la búsqueda de sentido y de mensaje que se desprende de la Biblia es muy larga. En general, puede decirse que la mirada a ultratumba se fue iluminando para Israel a medida que su descubrimiento de Dios se hací­a más penetrante. Las expresiones más antiguas de tal exploración sobre el más allá parecen depender parcialmente de otras culturas del tiempo: después de la muerte está prevista una existencia menor, de tristeza y monotoní­a, que hará que se llore la primera parte de la vida Is 14,9-21;Ez31,14-18;Ez32,17-32 Jb 3,13-19, Sal 88,1 lss).
Pero hay que renunciar a fijar de una manera precisa descubrimientos progresivos del más allá bí­blico. En textos también muy antiguos (o al menos contemporáneos de los arriba recordados) se habla de una existencia futura con Dios, no mejor definida, reservada al hombre que le es fiel, pues Dios lo †œasume† (laqah) consigo. Al menos cuatro veces se registra o anuncia esta conclusión de la vida terrena: Gen 5,24 (de Henoc); 2R 2,3.5 (de Elias); Ps 49,16; 73,24 (del que es fiel en la prueba). Hacia el final del AT se multiplican las referencias a una vida con Dios después de la terrena. El lenguaje usado para expresarla no es muy preciso aún, pero junto al sí­ del credo en esta segunda parte de la existencia, Israel recurre también a un lenguaje teológico (al que no parece extraño el influjo del helenismo). Ver 1s26,19; Os 2,2; Sg 3; 2M 7; Dan 12,2; etc.
Será Jesús el que lleve a su pleno sentido el misterio del más allá humano con sus enseñanzas Mc 12,18-27) y con su muerte y resurrección (1Co 15 2Co 4,13-5,10; Flp 1,23; Flp 3,7-11) [/Vida III; /Retribución; /Resurrección; /Apocalí­ptica IV, 3].
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4. El cristiano en el tiempo.
A la luz de la más plena palabra de Dios acerca del tiempo, que el cristiano reconoce en el acontecimiento de Jesús y en la escucha de su mensaje, la existencia actual está en este mundo (eón), pero no pertenece a él. Es más, después de conocer y experimentar la sabidurí­a del evangelio -que es, en definitiva, la de la cruz de Cristo- hay que evitar la ilusión de hacerse una sabidurí­a de este mundo (1 Co 3,l8ss). De ahí­ una cierta distancia del eón presente, sugerida reiteradamente por los escritos apostólicos:
hay que resistir a la tentación de atenerse al modelo de vida y a la mentalidad del tiempo actual (Rm 12,2 ). Y el motivo de esa enseñanza con reserva dentro de este último viene del hecho de que nuestro salvador Jesucristo ha revelado el tiempo futuro y ha indicado el camino para alcanzarlo, e incluso para vivir ya desde ahora sus exigencias (Tt 2,11-14).
Tres precisiones ulteriores de la predicación apostólica hay que subrayar para comprender el proyecto de la existencia cristiana: a) El haber llegado al conocimiento del futuro y haber experimentado los valores y el equilibrio más profundo no debe hacer que el discí­pulo de Jesús esté ausente de la historia humana, a la cual también pertenece. Hay †œobras buenas† que hacer mientras se vive en este tiempo (Tt 2,14). Hay que †œaprovechar† el kairós presente, es decir, las †œvisitas† de Dios y sus sorpresas de salvación, que hacen de la historia de los hombres una preparación del tiempo final (Col 4,5; Ef 5, 16). En este †œtiempo breve† (mejor, †œabreviado† o †œcontraí­do†: ico 7,29) de la existencia creatural, el creyente es invitado a la disciplina del desprendimiento y de lo provisional (1Co 7,29-31). Pero se trata también de un tiempo providencial y †œfavorable†, en el que Dios otorga la salvación(cf2Cor6,1-2). b) Además, si la vida presente le hace sentir al cristiano toda su precariedad -que repercute también en las fragilidades fí­sicas y morales (†œla vida según la carne†, o sea según criterios humanos y caducos)-, ya la acción del Espí­ritu Santo sobre el hombre †œjustificado† crea momentos y vibraciones de un orden más armónico y definitivo, que anticipa ya desde ahora la condición futura y engendra la esperanza y, juntamente con ella, una cierta reconciliación con la existencia presente. Todo esto falta, en cambio, en los que aún no creen, los cuales por lo mismo piden sentido y confianza a los que poseen las †œprimicias del Espí­ritu† (Rm 8,18-30). c) Es, pues, éste un tiempo de esperanza, de equilibrio entre †œvida según la carne† y †œvida según el espí­ritu† (para cuyo discernimiento ofrece el apóstol criterios precisos de valoración: Ga 5,16-26; Rm 8,5-17); pero es también un tiempo de vigilancia y de fidelidad tenaz (hypomoné), de espera y de sobriedad y sabidurí­a, de asiduidad en la oración (cf Rom 5,3ss; 12,12; IP 1,13-16; IP 4,7). Del último kairós divino -el final de la historia de los hombres, que inaugurará el tiempo-eów definitivo- el cristiano sabe sólo que el Padre guarda el proyecto (Lc 19,44; Hch 1 7 1 Tm 6,15). Por tanto, ni vivir este tiempo con desinterés y sin compromiso respecto a su conclusión (2P 3,1-13), ni dejarse llevar por una fiebre apocalí­ptica que aparte de los deberes del tiempo presente (2Ts 2,1-12).
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5. El tiempo es de Dios.
La profesión de fe del pueblo de la Biblia es precisa y constante: el tiempo es de Dios; don suyo son la existencia humana presente y la futura. Todo el complejo vocabulario del AT y del NT, que -según se ha aludido- transcribe las diferentes dimensiones y experiencias del tiempo (presente y futuro; astronómico y antropológico; en el sentido de duración y en el de acontecimiento puntual, etc.), tiene en la Biblia su fuente en Dios: de él viene el mensaje; en él se percibe su valor; él es el que lo sustrae a la monotoní­a cí­clica y lo rehace continuamente de nuevo con sus interferencias sorprendentes. En esta profesión de fe arraiga el sentido profundo de la esperanza cristiana. Pero también está aquí­ la fuente de la auténtica profecí­a respecto a la falsa y también respecto a sus deformaciones (magia y adivinación: Dt 19,9-20; Lv 19,31): el profeta de Yhwh participa del consejo de Dios, donde se proyecta la historia de los hombres Jr23,18).
Veamos algunas páginas significativas de la profesión de fe del pueblo de Dios acerca del dominio divino sobre el tiempo:
a) Dí­a y noche, estaciones del año y cualquier otra forma del tiempo astronómico le vienen como don divino al hombre, un don gratuito y absoluto: Gen 1,3-5.14-19 (al principio); 8,21s (después del diluvio); Ps
104,19-23.
b) El don de la vida y de los medios de subsistencia en el tiempo son †œbendiciones† consiguientes a la observancia de la alianza y de sus cláusulas: Dt 11,13s; 28,1-14; Lev 26,3-13; Ps l,lss.
c) Muy denso de ternas sobre el dominio divino de la vida y del tiempo es el Ps 90: †œPor todas las edades, tú has sido, Señor…, mil años ante ti son como el ayer que ya pasó..
d) Como las otras criaturas, también el tiempo está en las manos de Dios: †œSu mirada se extiende desde los orí­genes hasta el fin de los tiempos, y no hay sorpresa alguna para él†: Si 39,20 (Sb 7,16-20). Más aún, el mismo Yhwh dispone los acontecimientos y su verificación en el tiempo debido: 1s22,11; 42,21-24.
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IV. ALGUNAS GRANDES CATEGORIAS TEOLOGICAS BIBLICAS.
No se anda lejos de la verdad afirmando que cada libro de la Biblia -o al menos cada grupo de escritos, cuando se trata de una única escuela que lo ha producido- propone una interpretación o matiz particular acerca de la concepción del tiempo. Una investigación teológica sobre este tema nos llevarí­a lejos si la extendiésemos a sectores de los escritos bí­blicos, como los Salmos, los escritos sapienciales, el epistolario paulino, etc.
Entre las unidades temáticas mayores relativas a la categorí­a tiempo hay que recordar ciertamente: la escatologí­a en la literatura / apocalí­ptica; la / vida y la / muerte del hombre [1 Mal/ Dolor]; el sábado a la luz de la experiencia hebrea, y luego en la cristiana; la concepción del tiempo a partir del acontecimiento de Cristo. Sobre estos dos últimos temas proponemos algunas lí­neas de profundización.
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1. El sábado. El precepto del sábado se cuenta entre los más documentados y constantes en el AT. Se lo encuentra en todas las redacciones de la tórah, desde las más remotas en el tiempo (Ex 23,12; Ex 34,21) a las dos redacciones actuales del / decálogo -que, sin embargo, presuponen una fórmula apodí­ctica negativa más anügua(Ex 20,8-11; Dt 5, 12-15)-, hasta las ediciones sucesivas de la escuela sacerdotal Lv 19,3; Lv 23,3; Lv 26,2; Ex 31,12-17 35,lss).
Se han formulado varias hipótesis acerca del origen cultural y religioso del sábado hebreo, sin poder concluir dependencias directas de experiencias y costumbres no hebreas bien precisas (cde la antigua Mesopota-mia?, ¿de los cananeos?). En cambio, parece evidente el sentido fundamental de este dí­a- semanal hebreo, diferente de los otros: †œEl sábado (es) para Yhwh, tu Dios †œ(Ex 20,10; Dt 5,14). Mas ¿por qué †œacordarse† del sábado para Dios? ¿Y cómo vivir y concebir este dí­a para el Señor? En la experiencia del sábado del mundo bí­blico se pueden ver tres grandes momentos.
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a) El sábado para el Israel pre-exí­lico. Por el examen de los textos bí­blicos y del contexto histórico en el que fueron expresados, el séptimo dí­a de la semana hebrea debí­a tener como caracterí­stica la abstención del trabajo. ¿Cuál es su significado profundo? Ac aquí­ algunas orientaciones para percibir su dimensión teológica.
1) El dominio de Dios sobre el tiempo. El Señor le pide al hombre el †œdiezmo† del tiempo que le ha dado como don, de acuerdo con los otros †œdiezmos† sobre cosas y personas (cf el primogénito, la tribu de Levj), que manifiestan la †œprimací­a† del que al exigirlo afirma su propiedad originaria. Antes incluso que un tiempo para el culto y la oración a Dios, el sábado es un †œtiempo de Dios†, que el hombre le restituye; es una profesión de fe concreta y vivencial. Eco y prolongación de esa visión teológica del sábado son también las normas acerca del año sabático y del jubileo; porque también †œla tierra es de Dios†, por eso puede él ponerla a disposición de quien quiera (de los pobres, sobre todo, y de los desheredados), haciendo así­ que el israelita que la posee tenga la experiencia práctica de †œresidente y huésped† en ella Lv 25; Dt 15,1-11). También en la lí­nea de una profesión de fe en Yhwh, que obra en el tiempo y que †œdescansa† el séptimo dí­a, está la motivación parenética sobre el reposo sabático que se lee en Ex 28,8- 11 (que recuerda el texto del Génesis sobre la semana de la creación: Gen 2,2s; Ex 31,17): el israelita es invitado así­ a imitar a Dios cuando actúa en el tiempo.
2) Motivaciones sociales del reposo sabático. Desde las formulaciones más antiguas del precepto sobre el sábado, aparece constantemente en el AT la otra parénesis sobre el descanso sabático: un dí­a de descanso para todos, incluso para el esclavo y el forastero. Así­ en Ex 23,12 y Dt 5,12-15. El recuerdo de la liberación de la esclavitud de Egipto ha de profesarlo Israel concretamente (y no sólo en los ritos de pascua): devolviendo la libertad a los esclavos con ocasión del jubileo y del año sabático (Dt 15,12-15; Lv 25,47-55); haciendo partí­cipes de las fiestas familiares y religiosas también a los forasteros y esclavos Dt 12,12; Dt 12,18); librando, en fin, del peso del trabajo a los esclavos en dí­a de sábado. Así­ el sábado es para todos una liberación del trabajo, un pequeño †œéxodo semanal† (cf N. Negretti, II settimo gior-no, 146), recuerdo del primer éxodo de la servidumbre egipcia y anuncio del sábado final.
3) Hay que subrayar, finalmente, que en el sábado hebreo preexí­lico, junto a la abstención del trabajo, se prevén sacrificios en el templo (Is 1,13; Os 2,13). Sin embargo, no son profanación del descanso sabático ni el gesto de David en Nob (IS 21,2-7) ni la revuelta contra Atalí­a por parte del sacerdote Yehoyadá para coronar rey al joven Joás (2R 11,5-16).
3224
b) Concepción sacerdotal pos-exí­lica del sábado. A diferencia de la parénesis y de la teologí­a preexí­lica sobre el sábado, la posterior al destierro -de timbre sacerdotal- está dominada por una legislación rigurosa. El séptimo dí­a está †œconsagrado† a Dios, y su profanación es causa de desgracias (Ez 20,13; Ez 20,20; Ez 20,21); no se debe dejar sin castigo al que trabaje en sábado (Ex 31,15 Núm Ex 15,32-36). Por tanto, la †œsantificación† del dí­a del Señor prevé: 1) La supresión rigurosa de todo trabajo, aunque sea para proveerse de alimento (Ex 16,22-30), encender fuego (Ex 35,3), llevar pesos(Jr 17,19-27), comerciar y viajar (cf Is 58,13s; Ne 10,32; Ne 13,15-22), etc. 2) La afirmación del primado de Dios transforma el descanso sabático en una rigurosa legislación cultual (Ez 46,1-10 Núm28,9s). 3) No faltan en la tradición ? indicaciones pa-renéticas más profundas: el sábado es signo de la alianza entre Yhwh e Israel; se ha creado para vivir una pertenencia más auténtica y exclusiva al Señor. Pero se esperarí­a un desarrollo mayor en la lí­nea de la experiencia de la fe de semejantes principios. Jesús acusará a sus contemporáneos de infidelidad y de falta de sintoní­a con lo que habí­a sido al principio el dí­a del Señor y a la vez el dí­a del hombre y de sus experiencias de fiesta y de liberación [1 Trabajo].
3225
c) El sentido nuevo del sábado en el cristianismo. Cuando Jesús comienza la predicación del reino de Dios, la observancia del sábado estaba recargada de normas que alejaban de la palabra divina originaria acerca del séptimo dí­a. Los evangelios registran varias intervenciones innovadoras de Jesús con el intento de hacer que el pueblo de Israel adquiera una visión teologal y humana de este signo de la religiosidad bí­blica.
Dos episodios son comunes a los tres sinópticos: el de las espigas arrancadas en sábado (Mc 2,23-28), para cuyo gesto Jesús aduce la legitimación del antiguo acto de David en Nob (IS 21,2-7), pero esa acción estaba también permitida por la legislación deuterocanónica (Dt 23,26); el otro episodio es la curación realizada por Jesús mismo en dí­a de sábado (Mc 3,1-5), respecto a la cual Jesús afirma que forma parte de las intervenciones de liberación y salvación que Dios (y él, Jesús) puede siempre llevar a cabo. Por lo demás, el mismo israelita realiza acciones del sábado, y menos urgentes que ésta.
Los dos episodios, que Lucas tiene de más sobre Mateo y Marcos (Lc 13,10-17; Lc 14,1-6), subrayan ulteriormente el tema precedente: Jesús reivindica para sí­ (y para Dios) el derecho de †œlibrar† de las servidumbres fí­sicas y espirituales al hombre, y ello justamente en el †œdí­a del Señor†™. Por lo demás, Lucas está atento a notar que el anuncio del reino de Dios (y del mensaje de liberación y salvación que contiene) es hecho por Jesús expresamente en sábado: en Nazaret (Lc 4,15-30) y en otras partes (Lc 6,6; Lc 13,10).
Más claramente aún subraya Juan el significado de liberación y salvación que ha adquirido el sábado con Jesús (Jn 5,1-9; Jn 9,1-41). Justamente a través de este evangelista adquiere una claridad de mensaje nuevo y misterioso el dicho de Jesús acerca de †œel Hijo del hombre, Señor del sábado† (Mc 2,28): en sábado †œobra el Padre y también yo obro. Ver además Jn 7,19-24 (aparte de la densí­sima página de
Jn 5,19-47).
3226
2. Cristo, Señor del tiempo.
En continuidad con el tema precedente, la fe apostólica ha desarrollado notablemente la teologí­a acerca del tiempo de la ¡Iglesia y del dominio de ¡ Jesucristo sobre él. Se remite a las voces respectivas de este Diccionario, capí­tulos muy importantes: la concepción lucana del tiempo y del carácter central de Cristo en él [1 Lucas III]; la †œhora† de Jesús en la perspectiva teológica del cuarto evangelio [1 Juan, Evangelio de]; la revelación del orden final de la historia, confiada al Cordero y Señor de la Iglesia, según el mensaje del ¡ Apocalipsis [III]. En todo caso, el tema es amplio y central en los escritos del NT. Recordemos solamente algunos elementos esenciales.
3227
a) La plenitud del tiempo en Cristo. Las afirmaciones del NT formuladas con pléróma y pléróo son muy numerosas. Expresan cumplimiento respecto a espera y promesa, plenitud respecto a parcialidad y provisoriedad, carácter definitivo respecto a incompletez y aplazamiento. Ver, entre otros textos, los de Mc 1,15; Gal 4,4; Ep 1,10; Col 1,19.
En la profesión de fe del NT la referencia a Cristo es decisiva para comprender el nuevo equilibrio de la historia y el desplazamiento de acento de la esperanza cristiana respecto a la judí­a. Precisando: 1) La concepción lineal de la historia ha sido ya afirmada por la fe hebrea, nacida con el éxodo y la alianza sinaí­tica. Ya el AT distinguí­a el tiempo-eón presente del tiempo-eón final; y la espera y esperanza estaba orientada hacia aquel giro decisivo (escatológico) entre los dos tiempos. Como nota O. Cullmann en Cristo y el tiempo (pp. 107-112), Jesús desplaza el equilibrio de la historia: el kairós definitivo ha llegado ya a su plenitud (Mc 1,15) con el anuncio del reino de Dios y con la muerte y resurrección de Cristo (Ef 3,5 Rom 16,25s). Por eso ya durante el †œtiempo presente† (que va hacia su consumación) se ha iniciado el tiempo futuro. 2) Consiguientemente, entre el acontecimiento de Cristo y el fin de este †œeón† el cristiano es invitado a vivir con el ánimo del que ya pertenece al tiempo definitivo, aunque siga ligado a la historia humana y cósmica que camina hacia su consumación. En los escritos del NT se designa de dos maneras esta doble pertenencia: tiempo de la Iglesia y de sumisión en el mundo (ver los mandatos misioneros del resucitado a sus discí­pulos: Mt 28,l8ss) y reino de Cristo (1Co 15,23-28; Col 1,13) ordenado a someterlo todo a la iniciativa real de Dios Padre al final de este tiempo de Iglesia.
3228
b) Nueva comprensión de la historia humana y cósmica a partir del acontecimiento Cristo. La fe y la reflexión teológica de la Iglesia apostólica descubren en el hecho de la encarnación y de la pasión y resurrección del Hijo de Dios la clave para interpretar toda la historia. †œUna vez por todas† (hápax), Cristo ha salvado al mundo, realizando su liberación y salvación y contemplando el pleno cumplimiento de tal acontecimiento al final del eón presente con su segunda venida gloriosa (Rm 6,10; Hb 9,12; Hb 9,28; Hb 10,10; IP 3,18). De ese modo la mirada de fe de la historia lleva a una doble afirmación:
1) el tiempo que precede al hecho redentor se ha de comprender a partir de su acontecimiento culminante: todo ha sido creado por medio de Cristo y con vistas a él (Jn 1,1-5; ico 8,6 Col 1,lSss; Hb 1,2;Hb 1,10-14);
2) el tiempo sucesivo a la muerte y resurrección de Cristo sigue buscando en su pascua contenidos hacia los cuales encaminarse y esperar (Rm 8,11; ico 15 y ver lafun-damentación cristocéntrica del mensaje del Apocalipsis). Por tanto, es decisivo para la fe cristiana vivir esta doble dimensión de su historicidad, a fin de reconciliarse con el tiempo presente (sin fugas †œgnósticas†); y, sin embargo, evitando identificarse con él, porque, envuelta ya por el tiempo final, debe saber también distanciarse de los †œprí­ncipes y de las potencias† de este eón, destinado a desaparecer (cf ico 2,8; Ef 6,10-17) [1 Cosmos].
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V. ALGUNAS CONCLUSIONES.
El examen del tema bí­blico del tiempo en sus múltiples expresiones de vocabulario y de teologí­a pone de manifiesto hasta qué punto pertenece a la experiencia más profunda de la tradición de fe judí­a y cristiana. Pero los mismos textos bí­blicos advierten sobre las dificultades de permanecer fieles a un nivel ortodoxo del mensaje divino sobre el tiempo: las fugas hacia una concepción cí­clica y no lineal del tiempo de Dios y de los hombres, la tendencia a condicionar las †œinserciones†™ del tiempo de Dios dentro del de los hombres son siempre una asechanza a la auténtica experiencia del pueblo de Dios sobre el modo de usar del tiempo y pertenecer a la historia.
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1. Exigencias de la fidelidad a la revelación bí­blica del tiemPO.
Recordando la obra de los grandes guí­as espirituales del antiguo Israel y la de Jesús y los apóstoles, parece que es siempre de gran actualidad una doble exigencia: a) Anunciar el kairós de Dios y de su iniciativa real (Mc 1,14-15) dentro del tiempo de los hombres. Es preciso renovar continuamente la atención y la aceptación de estas intervenciones sorprendentes de Dios, que, después del acontecimiento de Cristo, tienden a implicar y a recuperar la historia presente dentro de y hacia la historia final, b) Dejar sitio a la profecí­a, es decir, a la indicación de las conexiones efectivas y concretas entre la crónica de los hombres y las novedades y sorpresas del tiempo de Dios y de su †œprovidencia†™. Obviamente, la auténtica profecí­a requiere en el que hace de voz suya haber participado previamente en el †œconsejo de Dios† y no conectar las dos lí­neas históricas arbitrariamente (Jr 23,16-23).
3231
2. Posibilidad de una doble tentación.
Las experiencias en el tiempo de la Iglesia de los comienzos revelan como posibles dos antiguas tentaciones respecto a la fe bí­blica sobre la dimensión del tiempo: a) Los escritos juanistas y la carta a los Hebreos ponen en guardia contra una primera asechanza. Como lo subraya bien O. Cullmann en la obra citada (cf pp. 78-79), se trata de la tendencia †œgnóstica† a modificar la profesión de fe cristiana acerca de la salvación como hecho histórico. En efecto, en el gnosticismo (al menos el que se organizó y expresó más tarde) tenemos una aceptación de la concepción griega del tiempo: cí­clico, no lineal, tendente a alejarse de la †œhistoria de la salvación†™. Consiguientemente, en la teologí­a gnóstica se encuentran: el rechazo del AT (que presenta la salvación a través de una serie de acontecimientos históricos); la exclusión (de cuño docetista) en el acontecimiento Cristo de cualquier valor salví­fico en cuanto acontecimiento en el tiempo; la sustitución de la sucesión temporal entre eón presente y eón futuro por la más griega entre †œaquí­ abajo† y †œallá arriba†™. Fácilmente se puede percibir en los escritos bí­blicos indicados antes la denuncia y la reprobación de semejantes desviaciones de la recta profesión de fe cristiana (cf Heb 3,7-4,13; 10,19-12,13; 13,8-15; 1Jn 4,1-6; 2Jn 7-11). b) En el epistolario paulino encontramos denunciada, en cambio, la otra tentación respecto a la experiencia cristiana del tiempo: la distinción entre tiempos sagrados y tiempos profanos. Maestros de sincretismo religioso (una †œfilosofí­a† toda suya, como la denuncia Pablo: cf Col 2,6ss) piden a los recién convertidos al cristianismo que guarden una rí­gida observancia de los dí­as festivos (además de abstenerse de ciertos alimentos) en nombre de una obediencia a los †œelementos constitutivos† (stoicheia) del mundo (Col 2,16; Ga 4,10). De la cima de libertad en Cristo experimentada en la conversión se vuelve a nuevas y antiguas esclavitudes. En particular, a una observancia meticulosa de †œfiestas, novilunios y sábados†™, cuya pérdida de significado originario habí­a denunciado ya Jesús por parte del mundo judí­o de su tiempo: el hombre para el sábado una vez más, y no el sábado para el hombre (Mc 2,27).
3232
3. El mensaje bí­blico acerca del tiempo.
A partir de estas dos asechanzas contra la auténtica experiencia hebreo-cristiana del tiempo se pueden entrever las notas tí­picas del anuncio bí­blico que las provocan:
a) El encuentro entre Dios y el hombre ocurre en el tiempo del hombre: dentro de él habla, obra y
manifiesta su †œprovidencia†™, o sea el modo como ha ordenado y dispuesto la relación entre su tiempo y
el humano.
b) Historia humana e historia de la salvación no se oponen ni la una marcha separada de la otra, pero tampoco hay que considerarlas identificadas o superpuestas entre sí­; corresponde a la fe y a la profecí­a captar su reciprocidad dentro de la distinción y sus llamadas hacia un encuentro final, c) Respecto al anuncio ya ofrecido por el AT, Cristo ha revelado con mayor claridad y con nuevos acentos la tendencia última del tiempo de los hombres; la recuperabilidad de la historia presente dentro de la divina de salvación (escatologí­a); la vocación de todo hombre a ver transformada su existencia en el tiempo dentro de la †œvida eterna† gracias a la resurrección de Cristo (antropologí­a cristiana) [/Hombre; /Corporeidad].
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BIBL.: Por lo que concierne al vocabulario (/supra, 1, 11, remitimos al lector a los conocidos instrumentos de trabajo: DTAT, voces †˜ahar = después (E. Jenni), j>ám = dí­a (E. Jen-ni), †˜6/am – eternidad (E. Jenni), †˜et
– tiempo (E. Jenni); GLNT, voces aión – tiempo largo (H. Sasse),, heméra = dí­a (G. von Rad, G. Delling), Kairós = momento determinado y decisivo (G. Delling), ny†™n – ahora (G. Stáhlin), sémeron = hoy (E. Fuchs), chrónos = tiempo y hora = hora; para los términos del NT, puede verse también DTNT (Sigúeme, Salamanca): aión (J. Guhrt, IV, 262-267), heméra (III, 295), kairós (H. Hanhn, IV, 267-272), ny†™n (ib), sémeron (ib), chrónos (IV, 272-276); Asensio F., Trayectoria teológica de la vida en el Antiguo Testamento y su proyección en el Nuevo, CSIC, Madrid 1968; Cullmann O., Cristo y el tiempo, Estela, Barcelona 1968; Darlap ?., Tiempo, en Conceptos fundamentales de Teologí­a II, Cristiandad, Madrid 1979*, 779-785; Lohse E., Sg-baton, en GLAT Xl(1977) 1021-1106; Negretti, 1/ Settimo giorno, PIB, Roma
1975; Neher?., L†™essenzadelprofetismo, Marietti, Turí­n 1984; Schelkle K. ?., Teologí­a del Nuevo Testamento 1, Creación-Tiempo, Herder, Barcelona 1975, 95-115; Schlier, La fine del tempo, Paideia, Brescia 1974; Schnackenburg R., La existencia cristiana según el NT, Verbo Divino, Estella 19732; Segre ?., 1/ Sabato nella storia e nella tradizione ebraica, en AA.W., L†™uomo nella Bibbia (a cargo de AB.].), Paideia, Brescia 1975, 79-145; Wolff H.W., Antropologí­a delAntiguo Testamento, Sigúeme, Salamanca 1975.
A. Mar angón

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica