Biblia

PABLO, CARTAS DE

PABLO, CARTAS DE

Entre los 27 «libros» del NT, 21 son cartas. Este hecho se explica por las costumbres literarias de la antigüedad, en particular también del mundo del NT, en que cartas y colecciones de cartas eran un medio al que se recurrí­a frecuentemente para difundir ideas filosóficas, éticas, polí­ticas y artí­sticas. Así­ se nos han transmitido colecciones de cartas de Platón, Aristóteles, Cicerón, Epicuro, Séneca, Horacio y Ovidio. A la colección de cartas paulinas siguieron en la Iglesia cartas de Ignacio, Cipriano y Agustí­n.

Desde el momento en que se escribieron cartas, se crearon formas convencionales. La carta antigua pone primeramente el nombre del remitente, luego nombra y saluda al destinatario. La carta concluye con deseos y saludos. De todo ello hay numerosos ejemplos en la literatura y en los papiros. Pablo utilizó la forma corriente, pero la modificó a menudo de manera considerable. Sin embargo, las c. de P. no son tratados sistemáticos (como algunas cartas de las colecciones mentadas), sino auténticas cartas inspiradas por el ministerio y la necesidad del apóstol, que no podí­a estar en todas partes y hallarse siempre presente en sus Iglesias, como hubiera deseado (2 Cor 1, 15; Gál 4, 20; 1 Tes 2, 12s 18). En su lugar manda un colaborador (2 Cor 2, 13; 7, 6; 8, 6; 1 Tes 3, 1) o por lo menos una carta (Gál 6, 11). Las cartas proceden de situaciones singulares de las comunidades y contienen un mensaje de cara a tales situaciones. Estos presupuestos eran conocidos para los destinatarios originales, mas para nosotros a menudo son oscuros o desconocidos. De ahí­ que en la interpretación queden no pocas cosas inciertas.

No poseemos todas las cartas; quizá sólo ha llegado a nosotros una pequeña parte de las cartas escritas por Pablo. Las conservadas proceden aproximadamente de losaños 50-60. Sólo se han conservado cartas a las comunidades; únicamente la de Filemón es una carta personal. Las dos cartas canónicas a los corintios permiten reconocer que Pablo les escribió por lo menos cuatro cartas. También se ha perdido una carta a los cristianos de Laodicea, mencionada en Col 4, 16. En la medida de lo posible, las c. de P. fueron reunidas algunos decenios después de su muerte, tomándolas de los archivos de las Iglesias. Los editores seguramente tuvieron la intención de no dejar perder nada de lo hallado. Así­, p. ej., unieron partes y fragmentos. Posiblemente algunas cartas actuales (como 2 Cor, Flp y otras) recibieron de los editores su unidad actual.

En el NT hay 14 cartas bajo el nombre de Pablo; 13 llevan su nombre como remitente (sobre Heb, cf. después). La antigüedad nos ha transmitido numerosos escritos bajo nombres ficticios. Escribir bajo otro nombre era una posibilidad literaria, que apenas se diferencia de nuestros pseudónimos. Las escuelas filosóficas, p. ej., poní­an sus escritos bajo el nombre del fundador o de un maestro, para dar así­ a entender que debí­an su ciencia a este antecesor. Además del canon, se ha trasmitido una tercera carta de Pablo a los corintios, una carta a los laodicenses e incluso una correspondencia entera entre Pablo y Séneca. Estas cartas ciertamente no proceden de Pablo. La exégesis ha tenido que preguntarse si todas las cartas paulinas del canon se remontan inmediatamente al apóstol. Hoy pasan por indiscutiblemente auténticas Rom, 1-2 Cor, Gál, Flp, 1 Tes y Flm. Más o menos discutidas son 2 Tes, Ef, Col y las pastorales, todas las cuales se tienen en parte por pospaulinas. Estas preguntas no pertenecen a la fe, sino que son cuestiones de historia literaria. No debe concederse excesiva importancia al problema de la «autenticidad» de las cartas. Todos los escritos del NT son testimonios auténticos de la fe y vida de la Iglesia. Las c. de P. se encuentran en todos los códices antiguos, lo mismo que en nuestro NT, ordenadas según su extensión; pero están yuxtapuestas las que tienen un mismo encabezamiento En lo que sigue, las trataremos según el orden probable de su composición.

1. Cartas a los Tesalonicenses
Pablo fundó la Iglesia de Tesalónica en su segundo viaje misional, hacia el año 49. Timoteo y Silvano fueron sus compañeros. Las dos cartas a los tesalonicenses fueron escritas por Pablo el año 50 6 51 en Corinto, una vez que Timoteo le trajo buenas noticias de Tesalónica (1 Tes 3, 6). Por eso Pablo manifiesta su alegrí­a y agradecimiento. Como toda la Iglesia neotestamentaria, también los cristianos de Tesalónica aguardaban con viva esperanza el pronto retorno de Cristo. Pero algunos cristianos han muerto. ¿Hay que deplorar su suerte porque no serán testigos de la consumación? Mediante las imágenes de su tiempo Pablo traza un cuadro del dí­a noví­simo con los acontecimientos de la resurrección de Ios muertos, de la venida de Cristo y del juicio universal. Finalmente consuela a sus destinatarios: «Estaremos siempre con el Señor» (1 Tes 4, 17). El que ha sido aprehendido por Cristo y ha aprehendido por su parte a Cristo, nunca es abandonado por su amor. El es poderoso y fiel para llevar a la vida aun a través de la muerte. La certeza de la responsabilidad ante de Dios debe operar una serena seriedad moral (1 Tes 5, 6-11). En la segunda carta (3, 6-12) Pablo exhorta de nuevo, ante la expectación escatológica, a la reflexión, al trabajo y a la paciencia. Antes del segundo advenimiento del Señor vendrá el anticristo, que actúa ya secretamente, pero es retenido por otro poder (2 Tes 2, 3-12). No está claro qué quiere decir Pablo con eso. Como en Tesalónica, la Iglesia, en su camino a lo largo de los tiempos, va siempre acompañada por el entusiasmo exaltado (así­ en muchas sectas actuales). Lo cual es signo de seriedad en la fe y el amor. Por eso, muchas veces no es fácil para la Iglesia separarse de tales fenómenos. Pero ésta debe vivir en la esperanza, sin caer en la exaltación iluminista.

Partes extensas de las dos cartas pertenecen a la literatura apocalí­ptica, que tuvo gran importancia en el judaí­smo tardí­o. En el Nuevo Testamento, además de ciertas perí­copas de las cartas paulinas, son también de género apocalí­ptico partes de los Evangelios (Mt 24-25) y el Apocalipsis de Juan.

La relación entre 1 y 2 Tes, que a veces se aproximan y a veces son distintas, no está clara. Algunos consideran 2 Tes como un duplicado pospaulino, pero una gran parte de la exégesis mantiene su origen paulino.

2. Carta a los Gálatas
Sin duda la carta no está dirigida a las iglesias de la provincia de Galacia, al sur del Asia Menor, sino a las poblaciones gálatas del norte. Pablo las evangelizó en su segundo y tercer viaje misional (Act 16, 6; 18, 23). La carta sin duda fue escrita el año 54 o 55, durante la larga estancia del apóstol en Efeso (Act 19, 21). Como a todas las Iglesias, a los glatas Pablo también los habí­a predicado el evangelio de la gracia y, por ende, el de la libertad de la ley. Sin embargo, «falsos hermanos» (2, 4), que procedí­an de Israel, exigí­an ahora que se circuncidaran todos los cristianos, aun los procedentes del paganismo, y que observaran, si querí­an salvarse, toda la antigua ley judaica (5, 2ss; 6, 12). A ello contesta Pablo conmovido y excitado, entre arrebatos de ira y de amor. Mediante las obras de la ley no puede lograrse nada que no se tenga ya por la fe en Cristo. El que, para lograr otra justicia mejor, se aleja en parte de Cristo, lo pierde enteramente (3, 5; 5, 2). La ley solo tení­a sentido para educar y conducir hacia Cristo (3, 15-29). Los gálatas no han de cambiar su libertad y filiación por la esclavitud bajo la ley (4, 8-11). Evidentemente, siempre permanece válida la ley del amor (5, 6). En su exposición Pablo se vale aquí­, como en otras ocasiones, de pruebas rabí­nicas. Pero da una respuesta por encima de los tiempos a la cuestión que se le impone perennemente a la Iglesia sobre qué sea lo esencial y válido: vinculación a la tradición o novedad creadora de la fe, ley o espí­ritu, rigor legal o libertad, obras o gracia, prestación y recompensa o regalo y gracia; a la postre, hombre o Dios. Pablo no dio esta respuesta por audacia humana. Su doctrina sobre la justicia significa en esencia lo mismo que la predicación de Jesús sobre el reino de Dios que se regala al niño.

La carta es de gran importancia histórica como documento de la libertad de la Iglesia. Sin esta libertad, el cristianismo se habrí­a quedado en una secta judí­a, y no habrí­a llegado a ser la Iglesia universal. La carta no es un mero documento de una decisión de antaño, sino que rechaza para siempre la legalidad vací­a en la Iglesia.

3. Cartas a los Corintios
En la gran ciudad griega de Corinto habí­a permanecido Pablo año y medio (seguramente del otoño del 50 hasta la primavera del 52) durante su segundo viaje misional, y allí­ fundó una prestigiosa comunidad cuya vida se desarrollaba prósperamente (Act 18, 1-18). En el tercer viaje misional Pablo estuvo durante tres años en Efeso (54-57) y a través del mar Egeo permaneció unido con Corinto (Act 19, 1-20, 1). Mensajeros y cartas iban y vení­an. Pablo escribió por lo menos cuatro cartas a los corintios, de las cuales se han conservado das, que son documentos de la historia de la evangelización cristiana en el mundo griego. Al pasar de una espiritualidad a otra y a nuevas condiciones de vida, se planteaban varias cuestiones y fue menester tomar muchas decisiones.

a) La primera carta a los corintios (conservada) la escribió Pablo en Efeso (1 Cor 16, 8). En primer lugar, el apóstol tení­a que lograr la concordia en la comunidad. Así­ como los griegos cultivaban su filosofí­a en escuelas, del mismo modo en Corinto se formaron grupos y partidos. Algunos pedí­an sabidurí­a más profunda y se separaban de los simples fieles (1, 10-4, 21). Pablo recuerda cómo hay solamente una sabidurí­a, que es la locura divina de la cruz (1, 18-2, 16). Toda la Iglesia, empero, pertenece al Cristo uno como Señor suyo, y Cristo pertenece al Dios uno (3, 1-22). Lo que Pablo escribe aquí­ es uno de Ios textos sobre la unidad de la Iglesia (como Jn 17, Ef, Jds, 2 Pe) que en la actualidad constituye para nosotros una exhortación particularmente urgente.

La ciudad de Corinto tení­a mala fama por su voluptuosidad y sus vicios. También en la comunidad cristiana hay que reprender y corregir abusos morales (5, 1-13; 6, 12-20). Es menester regular cuestiones de la vida civil. Los cristianos llevan sus pleitos ante los tribunales gentiles (6, 1-11). En gran parte de la carta (7, 1-15, 58) Pablo responde a consultas de los corintios. En la cultura excesivamente rica y ya casi excesivamente madura de la antigüedad, como sucede a veces en circunstancias semejantes surgí­an varias corrientes ascéticas que exigí­an la abstención del mundo. Algunos dudaban de si el matrimonio y la sexualidad no serí­an cosa mala y si no estarí­a mandada la continencia sexual. Pablo defiende en principio el derecho del matrimonio contra la falsa ascética. En el matrimonio, el cónyuge infiel es santificado por el cónyuge fiel, por lo cual los hijos son también santos (7, 14). Sí­guese que el matrimonio es un acto santo permanente, una especie de sacramento permanente. Pablo previene contra todo experimento ascético o contra toda clase de coacción (7, 9), si bien el celibato por vocación es en la Iglesia el signo de su expectación escatológica (7, 29-31). Otra cuestión era si el cristiano puede comprar y comer carne del mercado, cuando procede tal vez de un sacrificio religioso ritual (para la religiosidad antigua la vida está consagrada a Dios y el hombre no puede matar un animal si no es sacrificándolo a Dios). Pablo responde con gran libertad que la tierra y cuanto la llena es del Señor y, consiguientemente, pertenece también al cristiano. Este se halla bajo la omnipotencia del verdadero Dios y bajo la protección del único Señor, Cristo, y no teme, por tanto, a supuestos poderes demoniacos (8, 1-11, 1).

La ordenación del culto exigí­a instrucciones más serias del apóstol. La cena del Señor estaba puesta en peligro por la soberbia de algunos que hací­an de ella un opí­paro convite. Pablo recuerda el serio sentido de la cena. El pan fraccionado significa el cuerpo del Señor quebrantado en la muerte, y el vino del cáliz significa su sangre derramada. La comida anuncia la muerte del Señor (11, 17-34). Los sacramentos no son un aseguramiento mágico de la gracia divina. Deben realizarse en la vida (10, 1-13). Más que el entusiasmo pneumático valen el servicio a la comunidad (12, 12-31), la realización del amor (13) y la palabra y el discurso de edificación (14). Finalmente, Pablo trata también de la resurrección. La filosofí­a griega enseñaba ciertamente la inmortalidad del alma. Pero el cuerpo era para ella la prisión del espí­ritu. Por eso difí­cilmente podí­a entender la doctrina de la resurrección de la carne. Pablo expone la resurrección de Cristo como fundamento de la fe y la vida cristianas (15, 1-58). Quizá el apóstol ataca también a la gnosis, que negaba la resurrección corporal y enseñaba la resurrección en el espí­ritu ya durante esta vida (2 Tim 2, 18).

b) Entre 1 Cor y 2 Cor se interponen graves polémicas de Pablo con la Iglesia de Corinto, que por lo menos en parte habí­a acogido a falsos apóstoles y estaba bajo su influjo. Según parece, también ellos defendí­an la vigencia de la ley antigua, y además enseñaban doctrinas gnósticas. Ast, pues, los adversarios quizá eran gnósticos judaizantes, que atacaban personalmente a Pablo y trataban de separar de él a la Iglesia. En la segunda carta a los Corintios Pablo tiene que defender su vocación de apóstol y su ministerio. De esta defensa resulta una teologí­a universal y penetrante del ministerio en general. Pablo expone la gloria del ministerio neotestamentario en parangón con el ministerio de la antigua alianza (3, 1-4, 6). Luego describe el ministerio del NT particularmente como servicio a la palabra. Esta opera lo que anuncia. En la palabra de la Iglesia obre Dios mismo (5, 19ss). Los adversarios obligan a Pablo a hablar de sí­ mismo y de su propia actuación. Ad habla de su flaqueza y hasta de su continuo morir (4, 7-6, 10), como también de las más altas revelaciones que le han sido concedidas (12, 1-6). En ninguna carta habla Pablo de sf mismo tanto como en 2 Cor. Ast, esta carta es también un documento autobiográfico sumamente importante.

Junto con otras cartas, 2 Cor es un testimonio de cómo Pablo combate por una Iglesia. El no quiere ligar la comunidad a su propia persona, sino ganarla para Cristo (11, 2ss). Sin embargo, el caminante incansable y sin hogar, tení­a como única posesión las comunidades que él habí­a creado con la predicación del evangelio y a las que serví­a con abnegación suprema. Una perturbación o una pérdida de la confianza de su comunidad tení­a que ser para él un graví­simo dolor personal.

4. Carta a los romanos
En el invierno del 57-58 Pablo escribió desde Corinto (Rom 15, 25ss; 1 Cor 16, 6) a los cristianos de Roma para anunciarles su próxima llegada. Los caminos más diversos hablan conducido a los cristianos a la gran ciudad y capital del imperio, de suerte que habí­a ya en Roma una importante comunidad. Pablo no querí­a evangelizar allí­ por sí­ mismo. Pero si le habí­a sido confiada la evangelización del mundo gentil, tení­a que buscar finalmente también el centro de aquel mundo (Act 19, 21; 23, 11). Luego Pablo querí­a continuar viaje desde Roma a España (Rom 15, 24). Por su carta quiere introducirse en la Iglesia romana. Por eso expone programáticamente las partes capitales de su doctrina y predicación. El gran tema de la primera parte, preferentemente doctrinal (1, 18-11, 36), es la justicia de Dios y del hombre. La segunda parte (12, 1-15, 33) contiene exhortaciones para la comunidad en general, lo mismo que para la vida individual. Aquella primera parte trata de manera penetrante y universal el tema de la justificación, esbozado ya en la carta a los Gálatas. Rom es, consiguientemente, la poderosa discusión entre una religión de la justicia por las obras (que Pablo ve encarnada en el judaí­smo), y el evangelio de la justicia por la gracia. El apóstol encuentra ya expresado este tema en Hab 2, 4: «El justo por fe vivirá», según la cita contenida en Rom 1, 17. Quizá Pablo diera a las palabras de Hab una profundidad que todaví­a no tiene en el profeta; sin embargo, con su interpretación entendió rectamente los declives y el sentido del AT, en cuanto éste, en su evolución a lo largo de los siglos, va remitiendo con claridad progresiva de la obra del hombre a la gracia de Dios. Cuando Pablo demuestra la inutilidad del gentilismo, no menos que la del judaí­smo, no se trata de cosas pasadas. Toda religión sufre siempre la tentación del paganismo, es decir, de la religión natural, en cuanto el hombre intenta siempre hallar a Dios por su propia virtud y ser justo ante él por su propia fuerza. Y también sufre siempre la tentación del judaí­smo, en cuanto por el cumplimiento de la ley intenta obligar a Dios como deudor. Pablo dice que ambos intentos son vanos, pues el hombre como pecador no puede socorrerse a sí­ mismo, de modo que para él no hay más justicia salvación que la dada por Dios.

5. Cartas de la cautividad
Las cartas a los Filipenses, a Filemón, a los Colosenses y a los Efesios fueron escritas por Pablo, según datos de las mismas, desde la cárcel; pero no mencionan el lugar de la cautividad. Este puede ser, aunque no necesariamente, el mismo para todas ellas. El libro de los Hechos (23, 23-26, 32; 28, 16-31) habla de cautividades largas del apóstol en Cesares y Roma; Pablo mismo menciona otras, cuyas circunstancias no nos son conocidas (Rom 16, 7; 2 Cor 11, 23). Parte de los exegetas sostienen que Flp fue escrita en Efeso (¿se alude en 1 Cor 15, 32 a una cautividad allí­?), y que las otras dos cartas de la cautividad fueron compuestas en Roma. Según eso, Flp data de los años 54-55; y las otras de los años 62-63. Todas estas cartas proceden de la cárcel, debiendo notarse que una cautividad era entonces más dura que toda privación actual de libertad. Pero todas ellas son testimonio de la libertad (Flp 4, 10-13) e incluso alegrí­a del apóstol (particularmente Flp 1, 4 18; 2, 17ss; 3, 1; 4, 4).

Flp es una carta de amistad y unión entre Pablo y aquella comunidad que él ama especialmente. El apóstol agradece la ayuda que le ha sido enviada a la cárcel. En 2, 6-11 recoge un himno a Cristo de la comunidad, que trata de su ser eterno y divino, de la enajenación del Señor crucificado y de su exaltación a la gloria. Apelando a él, Pablo exhorta a la comunidad al servicio y obediencia en la concordia. Con violentas palabras el apóstol previene también aquí­ (3, 1-4) contra los herejes gnósticos judaizantes. Todo ello carece de valor. Sólo importa ganar a Cristo (3, 18). No es lí­cito ceder en nada de la verdad del evangelio y de la pureza de la doctrina.

Según Col, habí­an aparecido en Colosas maestros discrepantes, que pertenecí­an sin duda a la gnosis judí­a. Miraban a Cristo como uno de los muchos seres intermedios entre Dios y el mundo. En su polémica con ellos Pablo desarrolla ulteriormente su cristologí­a. Cristo está por encima de todos los poderes. En él habita la plenitud de la divinidad. Es mediador de la creación yahora cabeza de la Iglesia (Col 1, 13-23). Pablo adopta temas de la gnosis. Lo cual significa que el misionero encuentra allí­ no solo herejí­as, sino también cuestiones auténticas, anhelos rectos y un deseo válido de sabidurí­a; a todo ello puede prometer su plenitud en Cristo.

La carta a los Ef fue tal vez una circular a las Iglesias del Asia Menor. Habla de las insondables alturas y profundidades de la redención (Ef 3, 18). Cristo es principio y cabeza de una nueva humanidad (5, 23). En la Iglesia, cuerpo de Cristo (1, 10), se restablece la unidad de la humanidad (4, 3-16). El que está en la Iglesia, está en Cristo.

En la breve carta a Filemón, Pablo intercede por Onésimo, esclavo fugitivo, discí­pulo ahora del apóstol. El fugitivo puede esperar grave castigo según la ley. Pablo reconoce el orden legal existente, pero lo supera a la vez, pues llama al esclavo «hermano querido en lo humano y en el Señor» (16). La carta es como un manifiesto en favor de la abolición de la esclavitud, aunque no por la violencia, sino por la caridad cristiana.

En Col la teologí­a – sobre todo la cristologí­a – está más desarrollada que en las cartas paulinas más antiguas. Sin embargo, esto fue debido a la polémica con la doctrina especial colosense. Así­, la epí­stola debe entenderse sin duda como carta paulina tardí­a. Col y Ef coincide en el tema y, en gran parte, también en el vocabulario, siendo de notar que Ef amplí­a y hasta profundiza a Col. Quizás un discí­pulo de Pablo compuso Ef como autor independiente.

6. Cartas pastorales
Las dos cartas a Timoteo, obispo de Efeso, y la carta a Tito, obispo de Creta, se llaman cartas pastorales, porque ofrecen consejos y exhortaciones para el desempeño del oficio pastoral. En lenguaje y estilo, se distinguen de las otras cartas paulinas. Los oficios – entre los que se mencionan obispos, presbiteros, diáconos y también viudas – están muy desarrollados y tienen una importancia mucho mayor que en las cartas más antiguas. También la doctrina aparece de cuando en cuando con otro acento y dogmáticamente fijada. Por eso gran parte de los exegetas juzgan que estas cartas difí­cilmente están en la misma relación inmediata con Pablo que sus cartas más antiguas. A veces se intenta la explicación de que un discí­pulo y secretario de Pablo, por mandato del apóstol, dio forma autónomamente a estas cartas. Pero la evolución que aparece claramente en ellas apoya más bien la hipótesis de que un escritor posterior se valió aquí­ de la pseudoepigrafí­a para dar a la Iglesia instrucciones y exhortaciones según el espí­ritu de Pablo y fundándose en las cartas auténticas. El autor está familiarizado con las cartas de Pablo y las aprovecha con inteligencia, aunque a veces tiende a la simplificación. Las cartas de Pablo son ya posesión de la Iglesia, y de ellas se sacan ideas y normas para nuevas circunstancias.

En las cartas pastorales la imagen de Pablo es presentada a una generación posterior. Pablo es el amigo que ayuda a sus amigos, el padre de sus discí­pulos, el fundador y organizador de las Iglesias, el gran hombre y gran santo, a quien no doblega nunca el dolor. Ora en la cárcel y allí­ medita la sagrada Escritura (2 Tim 4, 13). Finalmente es el testigo de Cristo ante el juez (2 Tim 1, l6ss; 2, 9; 4, 16ss). Todos los cristianos deben estar preparados para pruebas y persecuciones semejantes (2 Tim 3, 12). ¿Han de entenderse estas indicaciones en el sentido de que la Iglesia aguarda próximas tribulaciones y persecuciones y de que Pablo debe estar ante los ojos de los cristianos, y particularmente de los presidentes de las Iglesias, como testigo fiel? En tal caso habrí­a que datar las cartas pastorales al comienzo de las persecuciones de la Iglesia y, consiguientemente, en las últimas décadas del siglo x.

7. Carta a los Hebreos
En los libros litúrgicos y en otros libros oficiales de la Iglesia está también bajo el nombre de Pablo la carta a los Hebreos. La carta misma no menciona a ningún autor. Esto escrita en un griego muy cuidado y rí­tmico. Numerosas palabras de la carta (140) son extrañas a las cartas paulinas. El AT es interpretado a base de alegorí­as artificiosas. En Heb Cristo es presentado como el sumo sacerdote que intercede en el santuario celeste por los hombres. Son indiscutibles las diferencias con las c. de Pablo.

Heb sin duda se puso bajo el nombre de Pablo porque en 13, 23, al nombrar a Timoteo alude a sectores paulinos. Cierto que, desde el siglo III, la carta pasaba por paulina en la Iglesia griega. Sin embargo, los padres mismos advirtieron las diferencias y expresaron dudas sobre la paternidad paulina inmediata (así­ Clemente de Alejandrí­a, Orí­genes, Tertuliano y Agustí­n). La exégesis actual la considera en general como obra de un autor desconocido. La carta pertenece al judeocristianismo de cultura griega. El ingenioso doctor de la Iglesia, desconocido para nosotros, aceptó autónomamente el evangelio, se lo asimiló y lo enseñó de manera convincente.

La carta permite reconocer la riqueza de ciencia y palabra que le fue concedida a la Iglesia junto al testimonio apostólico originario. Heb es una homilí­a revestida de forma epistolar y debe estimarse cabalmente como temprano ejemplo de un sermón cristiano. La carta expone de manera penetrante el AT. Si bien su método a menudo se distingue del usado por nosotros en la actualidad, sin embargo es sumamente valiosa para el actual lector de la Biblia por el amor que muestra a la Escritura. Heb es además valiosa para la Iglesia e importante para su dogmática por la extensa y profunda doctrina acerca del sacrificio y sacerdocio de Cristo. Frente a los signos de cansancio, exhorta con toda seriedad a la perseverancia y fidelidad (6, 12; 12, 12ss). Ante las persecuciones que esperan a la Iglesia, en las cuales ésta deberá acreditarse (10, 32-35), la carta es como una antorcha, «porque nuestro Dios es fuego abrasador» (12, 29). Esas circunstancias suponen ya una larga historia de la Iglesia. Por esto se cree que Heb fue escrita por los años 90.

Pablo estaba convencido, al enseñar y dirigir a las comunidades, de que «por la misericordia del Señor merecí­a confianza» (1 Cor 7, 25), de hablar inspirado «por el Espí­ritu de Dios» (1 Cor 7, 40) y de exponer los mandamientos del Señor (1 Cor 14, 37). Con esta convicción escribió también sus cartas, que según su propia intención debí­an ayudar a las comunidades y a los hombres en su respectiva situación singular. No pensaba al escribirlas en crear una obra literaria permanente. El Espí­ritu que llena a la Iglesia reconoció en los escritos de Pablo el mismo Espí­ritu (1 Cor 14, 37). Esa Iglesia admitió las cartas del apóstol en la sagrada Escritura. Así­ éstas son una fuente siempre fresca, nunca agotada, para la fe y la teologí­a. Ciertamente, ya un escrito tardí­o del NT dice que las cartas de Pablo son malentendidas y tergiversadas, y la Iglesia desde su comienzo tuvo que cargar con los problemas y dificultades de su interpretación (2 Pe 3, 16). Así­ ha continuado la situación hasta el dí­a de hoy. Las c. de P. nunca son una lectura, enseñanza y exhortación fácil y cómoda. Mas por eso mismo la Iglesia debe leer y oí­r constantemente estas cartas, para ser comprobada y juzgada por su palabra, pero también consolada y curada por ella.

BIBLIOGRAFíA: Cf. las introducciones al NT: W. Michael ir; A. Wikenhauser; A. Robert – A. Feuiller P. Feine – J. Behm – W. G. Kümmel; W. Marxsen; K. H. Schelkle con referencias bibliográficas. – O. Roller, Das Formular der paulinischen Briefe: BWA(N)T 4/6 (1933); G. Ricciotti, San Pablo apóstol (Ma 1950); A. Brunot, Die Briefe des Apostels Paulus (Aschaffenburg 1955); E. Fasther, Paulos: Sokrates und Christus (L 1959) 245-308; Studia Paulina Congressus Internationalis Catholici 1961, 2 vols. (R 1963); M. Dibellus – W. G. Kümmel, Paulos (B 31964); X. H. Rengstorf (dir.), Das Paulusbild in der neueren deutschen Forschung (Darmstadt 1964); B. Rigaux, St. Paul et ses lettres (Deseláe P 1963) A. Q. Morton, The Authorship of Pauline Corpus: Essays G. H. C. Macgregor (0 1965) 209-235; H. Schlier, Der Brief an die Epheser (D 51965); Ph. Setdensticker, Paulos, der verfolgte Apostel Jesu Christi (Stuttgarter Bibel-Studien 8) (St 1965); J. Gnilka, Carta a los Filipenses (Herder Ba 1971); F. Mussner – Stdger, Carta a los Colosenses, carta a Filemón (Herder Ba 1970); E. Walter, Primera carta a los Corintios (Herder Ba 1971); K. H. Schelkle, Segunda carta a los Corintios (Herder Ba 1969); G. Schneider, Carta a los Gálatas (Herder Ba 1967); N. Zerwick, Carta a los Efesios (Herder Ba 1967); H. Schürmann, Primera carta a los Tesalouicenses (Herder Ba 1967); H. A. Egenolf, Segunda carta a los Tosalonieenses (Herder Ba 1970); J. Reuss, Primera carta a Timoteo (Herder Ba 1967); 1. Reuss, Segunda carta a Timoteo (Herder Ba 1970); J. Reuss, Carta a Tito (Herder Ba 1968); J. Schierle, Carta a los Hebreos (Herder Ba 1970); J. M. Bover, Las epí­stolas de Pablo, 2 vols. (Ba 21950); J. M. González Ruiz, San Pablo. Cartas de la cautividad (Ma 1956).

Karl Hermann Schelkle

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica