PEREGRINAJE

Los que residen en países extranjeros pueden volver a su patria; los que viven en la carne, con visión escorzada de las cosas celestiales, pueden entrar en el reino eterno por el portal de la muerte. Por una metáfora aceptada el término de la vida mortal se llama peregrinaje, lo cual significa simplemente período de residencia. La terminología bíblica es mas bien flexible.

La frase heb. común ˒ereṣ meḡûrı̂m significa literalmente “tierra de residencias” (este ultimo término es un plural gramatical más que numérico, y tendría que ser singular en nuestra modalidad idiomática). En los pasajes típicos de Gn. 17.8; 28.4; 36.7; 37.1; Ex. 6.4, la LXX generalmente usa el verbo paroikeō o algún cognado; °vrv2 tiene “la tierra en que moras”, “la tierra en que fueron extranjeros, o alguna variante similar; °vm tiene, correctamente, “la tierra de tus peregrinaciones”, aunque hubiera sido preferible usar el singular. Cf. Ez. 20.38; tamb. Sal. 55.15; Job 18.19, donde un cognado heb. significa “moradas” o “habitaciones”, en los que nuevamente es preferible el singular. Acertadamente °vrv2 dos veces traduce la palabra como “peregrinación” en Gn. 47.9, que se justifica porque aquí el significado es el lapso y la experiencia totales de la vida. La LXX destaca este aspecto empleando zōē, ‘vida’. Hay un paralelo muy semejante en Sal. 119.54, donde “la casa en donde fui extranjero [de mis peregrinaciones, °vm ]” significa simplemente “mi cuerpo mortal en el curso de toda su existencia terrenal”.

Hay dos términos técnicos para un extranjero residente—generalmente morador gentil en Palestina—, gēr, de la misma raíz heb. que meḡûrı̂m, y tôšāḇ. La primera palabra generalmente lleva implícita la idea de una asociación más larga, y la segunda de una asociación más corta, de modo que la diferencia es principalmente de intensidad. La asociación de las dos palabras realza marcadamente la transitoriedad. Sigue luego la segunda en forma de culminación. La LXX traduce el primer vocablo por paroikos, el segundo en los momentos más felices por parepidēmos. Las cuatro palabras aparecen en forma literal en Gn. 22.4, TM y LXX. Los usos metafóricos, que recalcan la brevedad de la vida, son Sal. 39.12; 1 Cr. 29.15. La LXX arruina el sentido en el segundo pasaje sustituyendo katoikountes por parepidēmoi, por cuanto el cambio de vocablo sugeriría residencia permanente, mientras que en todo momento se quiere significar lo contrario. En ambos contextos “peregrino(s)” sería una buena traducción.

La forma parafraseada “cansador peregrinaje” produce una impresión similar, aunque hablando estrictamente se trata de una traducción incorrecta. Jacob en su voto (Gn. 28.20) usa en realidad la palabra dereḵ, ‘camino’ o ‘vía’. Metafóricamente esto significa modo de vida, humano o animal, e incluso el comportamiento de objetos inanimados pero impulsados. (Pr. 30.19 ilustra acertadamente estos tres usos pictóricos.) La referencia de Jacob es personal, práctica, específica y contemporánea. El “cansador peregrinaje”, generalizado en su referencia, no es traducción estricta, sino buena licencia poética, que refleja el espíritu de la oración original.

paroikos y parepidēmos o sus cognados se usan en el NT independientemente (1 P. 1.1, 17) y en citas veterotestamentarias (He. 11.13; 1 P. 2.11). Para la época neotestamentaria probablemente se pueda decir que el paroikos no sólo residía más tiempo en un lugar que el parepidēmos, sino también que estaba más plenamente incorporado a la vida cívica y las obligaciones fiscales de su comunidad adoptiva. Los eklektoi parepidēmoi de 1 P. 1.1 son más “expatriados … elegidos”. Su posición política es una metáfora vigorosa del hecho de que son peregrinos de Dios, personas que en ese momento se encontraban en el tiempo y en la carne, mas elegidos para la vida eterna en Cristo Jesús, y por lo tanto fundamentalmente distintas de las personas mundanas. La paroikia de 1 P. 1.17 revierte por variación estilística al énfasis del gēr, pero sigue significando esencialmente “peregrinaje”. La frase *“extranjeros y peregrinos” de He. 11.13 en °vrv2 (“extranjeros y transeúntes”, °vm; “extraños y forasteros”, °bj) traduce hermosamente el griego. Hay un eco verbal de Sal. 39.12 y 1 Cr. 29.15, con, tal vez, un vistazo a Gn. 47.9. La frase es más reveladora en vista de la “epistemología idealista” del escritor: el templo y todas las cosas terrenales no son sino figuras y sombras de las cosas celestiales; el mundo verdadero es el que no se ve. Cf. 1 P. 2.11.

El concepto del peregrinaje como viaje de volición u obligación religiosa hacia un lugar sagrado, tal como la visita de Abraham al monto Moríah, se conoce desde la remota antigüedad, aun cuando la Biblia no tiene ningún término técnico para designarlo. Cualquier lugar venerado podía atraer peregrinos, como lo demuestran hasta los relatos más antiguos del AT. Los viajes para asistir a las tres fiestas obligatorias en Jerusalén, donde el templo disfrutaba de un privilegio exclusivo, ya estaban perfectamente establecidos en épocas neotestamentarias (cf. esp. Lc. 2.41ss). Cada una de ellas era una “fiesta de peregrinaje” (heb. ḥaḡ; cf. el ár. ḫajj). Antes de la partición árabe-israelí de Jerusalén en 1948, y desde la “guerra de los seis días” en 1967, los judíos oran regularmente en el muro occidental (anteriormente “muro de los lamentos”), que es todo lo que queda del templo herodiano.

Bibliografía. S. J. Croatto, “Peregrinaciones”, °EBDM, t(t). V, cols. 1023–1026; H. Bietenhard, “Extranjero”, °DTNT, t(t). II, pp. 157–167; R. de Vaux, Historia antigua de Israel, 1976, t(t). I, pp. 226–235; id., Instituciones del Antiguo Testamento, 1985, pp. 23–45.

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R.A.S.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico