MONTE, MONTANA

En la Biblia significan, a veces, lugares sagrados, y simbolizan la eternidad, fuerza, estabilidad, y reino mesiánico, Gen 42:26, Isa 2:2, Isa 2:14.

Sinaí­: Donde Dios dio la Ley a Moisés, Exo 19:1.

Monte de Horeb: Donde Moisés vio a Dios, como llama encendida, Exo 3:1, se le llama, Monte de Dios.

Monte Nebo, donde murió Moisés, Deut.34: l.Monte de los Olivos: Serraní­a de un kilómetro, separado de Jerusalén por el valle Josafat y el rí­o Cedrón. En él está Getsemaní­, Betania y Betfagé, 2Sa 15:30, Zac 14:4, Mat 21:1, Mat 24:32Cr 26:30, Mc.ll:l,2Cr 13:3, 2Cr 14:26, Luc 19:29, Luc 19:37, Luc 22:39 Jua 8:1, Hec 1:12.

Monte de las Bienaventuranzas, Mat 5:1.

Monte de la Cuaresma, Mat 4:8-10, está cerca de Jericó: (Tell es-Sutan).

Monte Tabor, de la Transfiguración, Mt. 17, Jue 4:6, Jue 4:12, Jue 4:14.

Monte Sión, llamado también «Monte Santo», es el montí­culo de Jerusalén, Sal 24:3.

(Ge.22, 2Cr 3:1).

Monte Moria, o de Sión, en Jerusalén, donde Abraham ofreció a Isaac, y después fue construido el Templo, y ahora esta la Mezquita de Omar.

Monte Calvario, donde Jesús fue crucificado, a las afueras de Jerusalén, llamado «Calavera» o «Gólgota», Mat 27:33Mar 15:22, Luc 23:33, Jua 19:17.

Ararat: Gen 8:4.

Basan: Sal 68:15.

Betel.

1 S; Sal 13:2.

Carmelo: Jos 15:55, 1Re 18:19, 1Re 18:44.

Efrain, Jos 17:15 Jue 2:9.

Garizí­n: Deit.11:29, Jue 9:7, Jua 4:20.

Galaad: Can 4:1.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Los términos topográficos giḇ˓â y hār en heb., y bounos y oros en gr., se traducen más correctamente por medio de los términos españoles “colina” o “cerro” y “montaña” o “monte”, respectivamente. La voz giḇ˓â, ‘cerro’, es específica, y se refiere a un lugar elevado, una pendiente o una cuesta. Su significado básico, “cuenca” o “jorobado”, describe con precisión los cerros redondeados que forman el espinazo de la Palestina central, formados en los duros y plegados arcos de caliza cenomaniana. Su forma erosionada es distinta de los profundos cortes en las blandas calizas senonianas que bordean las tierras altas de Judea, gráficamente descritas como “resbaladeros” (Dt. 32.35; Pr. 3.23; Jer. 23.12; 31.9). A menudo las Escrituras personifican lugares específicos de las colinas y montañas con títulos descriptivos. Tales son: cabeza (Gn. 8.5; Ex. 19.20; Dt. 34.1; 1 R. 18.42), oídos (Jos. 19.34), hombros (Jos. 15.8; 18.16), costado (1 S. 23.26; 2 S. 13.34), lomos (Jos. 19.12), costilla (2 S. 16.13), espalda—posiblemente derivación de Siquem, detrás de la cual estaba el mte. Gerizim—y muslo (Jue. 19.1, 18; 2 R. 19.23; Is. 37.24).

El término hār, que comúnmente se trad. “montaña”, “monte”, es más general y se utiliza indiscriminadamente para un solo monte, una cadena montañosa, o una porción de terreno montañoso. En español, cerro o colina y montaña o monte son términos relativos relacionados con diferencias de altura, pero en las vss. bíblicas a veces se consideran prácticamente intercambiables los términos giḇ˓â y hār del heb. veterotestamentario. Algo semejante ocurre en el NT. Por ejemplo, en Lc. 9.37 °nbe dice que Jesús desciende del “monte” de la transfiguración, cuando según el vv. 28 lo que había ascendido el día anterior era una “montaña”. En muchos de los casos en que °vrv2 trad. “monte” hubiera sido preferible traducir “montaña”. Por ejemplo Gn. 7.19; Ex. 24.4; Nm. 14.44–45; Dt. 1.41, 43; 8.7; 11.11; Jos. 15.9; 18.13–14; Jue. 2.9; 16.3; 1 S. 25.20; 26.13; 2 S. 13.34; 16.13; 21.9; 1 R. 11.7; 16.24; 20.23; 22.17; 2 R. 1.9; 4.27; Sal. 18.7; 68.15–16; 80.10; 95.4; 97.5; 98.8; 104.10, 13, 18, 32; 121.1; Lc. 9.28, 37. Por otra parte el término heb. hār es más bien “región montañosa”, “serranía” (Jos. 13.6; 21.11, °vm; para la segunda cita véase °vp, “región montañosa”; cf. el gr. oreinē, Lc. 1.39, 65) cuando se aplica a una región como Efraín y Judá. También se utiliza para la tierra de los amorreos (Dt. 1.7 [ °vp, °vm ], 19–20 [ °vm ]), de Neftalí (Jos. 20.7, °vm), de los amonitas (Dt. 2.37, °vm) y Galaad (Dt. 3.12, °vm )

Por consiguiente, no siempre es posible identificar lugares específicos, como en los casos de la elevada montaña de la tentación (Lc. 4.5), el monte de las bienaventuranzas (Mt. 5.1), y el monte de la transfiguración (Mt. 17.1; Mr. 9.2; Lc. 9.28). No podemos identificar el *Sinaí si, como algunos han sugerido, se trataba de un volcán que estuvo en actividad (Ex. 19.16; Sal. 104.32; 144.5). El lugar tradicional en la península de Sinaí (Yébel Musa) en ese caso sería geológicamente imposible, ya que las antiguas rocas del distrito no muestran señales de actividad volcánica reciente. En el lado oriental del golfo de Ácaba existen dos conos volcánicos pleistocénicos, quizás activos en tiempos históricos, pero algunas autoridades no pueden comprender de qué manera puede esto concordar con la ruta que según las descripciones siguió el *éxodo.

El monte del testimonio que se menciona en Is. 14.13 aparece en las jactanciosas palabras del rey de Babilonia, lo cual puede tratarse de una alusión a una probable leyenda bab. relacionada con la morada de los dioses (cf. Job 37.22; Ez. 28.13s).

Armagedón, forma hebraizada de Har-magedón (Ap. 16.16, véase °vm mg), podría referirse al distrito montañoso de *Meguido, e. d. al mte. Gerizim, que domina la llanura de Meguido, lugar en el que se cumplen otras escenas apocalípticas (cf. Zac. 12.11).

Las montañas tienen gran significación en la geografía y la historia de *Palestina. En consecuencia, las Escrituras frecuentemente las mencionan. Proporcionan panoramas: “sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos” (Dt. 3.27; cf. Lv. 4.5). Su influencia sobre una mayor precipitación pluvial las convierte en símbolos de fertilidad (Dt. 33.15; Jer. 50.19; Mi. 7.14), en lugares de pastoreo (Sal. 50.10) y en zonas de caza (1 S. 26.20). Se las asocia con santuarios paganos (1 R. 18.17–46; Is. 14.13; 65.7; Ez. 6.13). Por su inaccesibilidad constituyen lugares de refugio (Jue. 6.2; 1 S. 14.21–22; Sal. 68.15, 22; Mt. 24.16).

Las montañas son símbolo de continuidad eterna (Dt. 33.15; Hab. 3.6) y estabilidad (Is. 54.10). Se las considera como las primeras cosas que se crearon (Job 15.7; Pr. 8.25), de origen antiguo (Sal. 90.2), y objetos de la potencia del Creador (Sal. 65.6), y de su majestad (Sal. 68.16). Forman el escenario de teofanías, y tiemblan ante la presencia de Yahvéh (Jue. 5.5; Sal. 97.5; Is. 64.1; Mi. 1.4), y se estremecen ante sus juicios (Sal. 18.7; Mi. 6.1s). Se les pide que cubran a los culpables ante su rostro (Os. 10.8; Lc. 23.30). Cuando Dios las toca producen humo (Sal. 104.32; 144.5). También se regocijan ante el advenimiento de la redención de Israel (Sal. 98.8; Is. 44.23; 49.13; 55.12), saltan ante la alabanza al Señor (Sal. 114.4, 6) y se les pide que sean testigos de sus relaciones con su pueblo (Mi. 6.2).

Las montañas también son símbolos de las sendas difíciles de la vida (Jer. 13.16), de obstáculos (Mt. 21.21), y de otras dificultades (Zac. 4.7), cuya remoción es posible para los dotados de una fe poderosa (Mt. 17.20).

Bibliografía. O. García de la Fuente, “Monte de Dios”, °EBDM, t(t). V, cols. 308–310; F. Stolz, “Sión”, °DTMAT, t(t). II, cols. 684–694; R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985, pp. 370–373, 428–430.

J.M.H.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico