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ATRIBUTOS DIVINOS

ATRIBUTOS DIVINOS

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Cualidades humanas que consideramos que se hallan en grado supremo en Dios. Unos dependen de su esencia (entitativos) y otros de sus operaciones (operativos).

(Ver Dios 3)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

En el lenguaje de la conversación ordinaria, los atributos divinos son simplemente características o cualidades de Dios. Así como el agua es húmeda y el fuego caliente, así también Dios es eterno, inmutable, omnipotente, justo, santo, etc. Es posible que estas características divinas sean muy numerosas; pero usualmente sólo se discuten los términos más abarcadores.

Por debajo de esta simplicidad se esconden algunos de los más intrincados problemas y algunas de las más inútiles discusiones que jamás se hayan elaborado por la teología. Tomando su punto de partida de la confusa teoría de Aristóteles sobre categorías, los teólogos han analizado a Dios como un substrato incognoscible, llamando su substancia o esencia, en cuya superficie estaban los atributos conocibles, algo así como una capa de pintura visible en la superficie de una mesa que jamás podrá verse o tocarse. Lutero y Calvino lograron avanzar mucho al enterrar esta basura escolástica, aunque ha sido desenterrada más de una vez desde entonces.

Aseidad es un barbarismo latino que se usa para señalar la absoluta independencia de Dios. Él depende a se, esto es, de sí mismo. Él es autoexistente. Bajo el supuesto de que toda realidad debe tener una causa, algunas veces se ha dicho de que Dios es la causa de sí mismo. En este caso él tendría que ser también el efecto de sí mismo; pero los términos causa y efecto tendrían, entonces, que ser llevados más allá de todo sentido ordinario, si es que sólo se tiene en mente una sola realidad única. Sería mucho más inteligible decir que Dios es el Ser necesario—una frase que se usa en el argumento ontológico para la existencia de Dios. En algún politeísmo imaginario podrían darse varios seres autoexistentes, y ninguna creación ex nihilo; pero dentro del contexto bíblico la doctrina de la aseidad de Dios y la doctrina de la creación son inseparables. Por cierto, la creación ex nihilo presupone la autoexistencia de Dios.

La eternidad de Dios parece estar envuelta en su aseidad. En realidad, las dos parecen ser la misma cosa. Si Dios no existe debido a alguna causa externa, pero es autoexistente, no pudo haberse creado; porque es inconcebible que un puro-nada pudiera generar de repente un Dios autoexistente. Además, si el tiempo es una función de la mente creada, como lo dijo San Agustín, o una función de los cuerpos móviles, como enseñaba Aristóteles, y desde luego es un aspecto del universo, podemos decir que Dios trasciende las relaciones temporales.

Infinidad. Este atributo es difícilmente algo diferente de la inmutabilidad. Infinito significa ilimitado. Lo que es independiente y autoexistente debe ser ilimitado. Algunas veces se ha tomado el término infinito como si significara indefinido o imperfecto, de la cual se ha llegado a la conclusión de que un Dios infinito no puede tener las limitaciones y el carácter definido de la personalidad. Pero no es esta forma antigua de hablar la que se desea usar. Dios no es la vaga idea del «ilimitado» de Anaximandro; él es totalmente definido. Etimología al contrario, sus atributos definidos son in-finitos. Nada limita su poder, sabiduría, justicia, etc.

Inmutabilidad es el atributo que sigue después de la aseidad y eternidad. Se niega que Dios tenga tiempo y cambio «… serán cambiados, pero tú eres el mismo» (Heb. 1:12 BJ). Si la autoexistencia o independencia estuviese sujeta a cambios, entonces sería una existencia dependiente; la eternidad se volvería tiempo; y, por tanto, Dios llegaría a ser no-Dios. Cf. Nm. 23:19; Sal. 33:11; Mal. 3:6; Stg. 1:17.

Omnipotencia. Esto significa que Dios puede hacer todas las cosas. Véase el artículo sobre Dios. Algunas veces se han levantado objeciones sofistas contra la divina omnipotencia por medio de levantar seudoproblemas. ¿Puede Dios crear una piedra tan pesada que no pueda levantarla? ¿Puede Dios hacer un cuadrado de tres lados? Estas preguntas implican una contradicción manifiesta, y, por tanto, no tienen sentido, y no presentan ningún problema verdadero. Junto con la omnipotencia debiera colocarse la soberanía. Dios es el Ser Supremo.

Omnipresencia. La relación que Dios tiene con el espacio se define como ubicuidad e inmensidad. Expresado con más sencillez, Dios está en todo lugar. Cf. Sal. 139:7. En lugar de decir que Dios está en todas partes en el mundo, sería mejor decir que todas las partes del mundo están en Dios; porque «en él vivimos y nos movemos, y tenemos nuestro ser» (Hch. 17:28). La dificultad está en que Dios no es un ser con extensión espacial; Dios es Espíritu; y la preposición en no puede ser usada en un sentido espacial. Existen significados que no son espaciales: note el segundo en de la oración anterior. Por tanto, la omnipresencia significa que Dios sabe y controla todas las cosas. Difícilmente difiere de su omnipotencia.

Omnisciencia significa que Dios conoce todas las cosas. ¿Por qué debe ser así? El hizo todas las cosas y decidió cuál sería su historia. El hace «todas las cosas según el designio de su voluntad» (Ef. 1:11).

Los teólogos han discutido si estos atributos son realmente distintos en Dios, o sólo a nosotros nos parecen diferentes. Se han defendido ambas posiciones. Algunos teólogos han tratado de no tomar partido en el asunto diciendo que los atributos no son realmente diferentes, ni tampoco aparentemente distintos para nosotros, sino que son virtualmente diferentes. Es difícil poder atribuirle algún sentido a esta expresión tan vaga. La corta explicación que dimos arriba parecería sugerir que los atributos no son sólo los mismos en Dios sino que, con un poco de pensar, nos parecerán así también a nosotros.

Como distintos de los atributos mencionados, que han sido torpemente llamados atributos naturales, se encuentra un segundo grupo llamado atributos morales: Sabiduría, Justicia, Santidad, Bondad, etc. Ninguno de los dos grupos tiene un principio lógico de derivación, y, por tanto, no tienen un número fijo. No es muy fácil definir los atributos morales, pero se describen mejor por medio de los pasajes bíblicos que hablan de ellos. En cuanto a la sabiduría uno podría citar: «Porque Dios de todo saber es Jehová» (1 S. 2:3), y «su entendimiento es infinito» (Sal. 147:5). En cuanto a la justicia, «todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto» (Dt. 32:4); y «con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús» (Ro. 3:26). A veces la santidad se presenta como sinónima de justicia y rectitud; también se le ha dado un significado etimológico de separado, y de ahí se ha inferido que la santidad no es un «atributo», sino el efecto de los atributos: sus atributos separan a Dios de todo lo demás.

A primera vista parece que estos atributos morales se pueden distinguir más unos de los otros que lo que se puede lograr entre los atributos naturales, y como si también se pudieran distinguir aun más de los atributos naturales. Con todo, la justicia a menudo se interpreta como una forma particular de sabiduría, y ésta se funde con la omnisciencia. En forma similar, la rectitud es una expresión de la soberanía divina manteniendo su divina legislación, lo cual es un ejercicio de su poder y conocimiento. De manera que la unidad de los atributos es una tesis que no puede descartarse del todo.

Véase también Dios, Conocimiento

Gordon H. Clark

BJ Biblia de Jerusalén

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (66). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología