BEGUINAS

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Mujeres piadosas que viví­an en comunidad sin votos. Aparecieron en el siglo XIII, sobre todo en Francia, España y Bélgica. Se mantuvieron siglos como grupos de piedad y vida de caridad. Prácticamente desaparecieron desde la Revolución francesa.

Existe también la forma masculina de «Beguinos», con las mismas caracterí­sticas, aunque menos frecuentes en número y extensión

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

El movimiento de las beguinas (beguinismo) y, junto a él, el otro menos numeroso .de los begardos (begardismo), apareció a finales del s. XII debido a la oposición de los cistercienses o de los premonstratenses a los monasterios llamados dobles, donde viví­an por separado monjes y monjas. De esta manera en torno al 1170, muchas mujeres, sobre todo ví­rgenes y . viudas nobles o burguesas, comenzaron, o solas o en pequeños grupos, a establecerse en torno a las iglesias y hospitales recluidas en casitas dentro de un recinto. Posteriormente, estos grupos se fueron ampliando hasta llegar a formar grandes comunidades llamadas beguinatos (por el 1220). El lugar de origen de este fenómeno religioso es el ducado de Brabante en Bélgica. Desde aquí­ el movimiento se difundió rápidamente por Holanda, Alemania, Francia, Italia, España, Polonia y Austria, convirtiéndose en un fenóméno europeo. Según algunos cálculos, en la región brabantina y renana el 6°Z0 de la población femenina estarí­a constituido por beguinas. En cierto momento, en Colonia, ciudad con menos de 20.000 habitantes, llegó a haber 1,700 beguinas.

El nombre de beguina se deriva probablemente del hábito de color gris (beige) de lana burda, parecido al de los «humillados» de Italia. Pero no es excluye que, en labios de la parte «clerical » opuesta a este movimiento, esta palabra fuera un peyorativo en relación con los albigenses herejes de Francia, La vida de las beguinas era semi-religiosa. Viví­an en el mundo como mujeres religiosas (mulieres religiosaeJ, sin votos y sin regla, pero obligándose a la castidad y a las buenas obras. Se establecí­an a veces junto a las leproserí­as y los hospitales para servir a los enfermos. Ganaban el pan de cada dí­a trabajando con sus manos o pidiendo limosna. Así­ pues, formaban parte del gran movimiento evangélico-penitencial-pauperista difundido por toda Europa entre laicos y religiosos con diversos nombres: pobres, penitentes, conversos o -si pertenecí­an a movimientos- valdenses, humillados, cátaros. Estaban dirigidos con frecuencia por las órdenes mendicantes: en Italia por los franciscanos, en el norte por los dominicos y los agustinos. A. Mens, gran conoced(;r del movimiento de las beguinas, ha descubierto fuertes relaciones entre el movimiento beguinal primitivo y el franciscano, algo posterior. En electo, la espiritualidad evangélico-apost61ica común a ambos revela aspectos comunes, como por ejemplo el amor cortés apasionado, incluso mí­stico (Minne-Mystik), el culto trinitario que tiene como centro al Cristo crucificado y eucarí­stico, la vida de pobreza y – penitencia, el servicio a los leprosos, el trabajo manual, sin olvidar la delicada atención a la naturaleza.

De este movimiento de las beguinas ha sido sobre todo el dinamismo espiritual e incluso «mí­stico» el que ha dado frutos más duraderos. Entre éstos está, por ejemplo, su aportación tan femenina a la mí­stica como experiencia í­ntima de la vida trinitaria, cristocéntrica y humana. Entre las beguinas más ilustres vale la pena recordar a Marí­a d’Oignies, a Lutgarda de Tongeren, a Juliana de Lieja y a Beatriz de Nazaret.

La beguina mí­stica más famosa es sin duda Hadewych de Amberes (por el 1200- 1240), autora de varias obras en poesí­a y en prosa, entre ellas vañas cartas dirigidas a amigas de toda Europa.

Inspirándose en el amor cortés, en el que es una verdadera maestra, sigue la escuela de Guillermo de san Teodorico e inspiró profundamente a Ruy – sbroek.

En Alemania aparece como cumbre de la mí­stica del amor Matilde de Magdeburgo (t por el 1290), con su escrito La luz que fluye de la divinidad, y que fue condenada por la Inquisición y muerta en la hoguera (Parí­s, 1300).

La importancia particular de este movimiento femenino mí­stico, beguinal y no beguinal, se muestra de forma bastante convincente en el hecho de que los grandes maestros mí­sticos nórdicos como Eckhart, Susón, Taulero, Ruysbroek y otros ensefiaron, predicaron y escribieron sus libros de alta mí­stica especialmente para las beguinas y para las monjas, pnleba concreta de cómo el mundo femenino se estaba promoviendo irresistiblemente en la Iglesia y en la sociedad de los ss. XII-XIV.

El movimiento de las beguinas, al no tener una estructura organizada, se disemin6 en parte entre las terceras órdenes y en parte entre los movimientos heréticos.

O. Van Asseldonk

Bibl.: A. Mens, Oorsprong et betekenis van de nederlandse begijnen en begarden beweging. Antwerpen 1947; Beguinas, en ERC, 1, 1380-1381.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico