ADIVINACION

v. Encantamiento, Hechicería
Num 22:7 fueron .. con las dádivas de a en su
Num 23:23 no hay agüero, ni a contra Israel
Deu 18:10 ni quien practique a, ni agorero, ni
1Sa 15:23 como pecado de a es la rebelión
1Sa 28:7 una mujer que tenga espíritu de a
Eze 13:6 vieron vanidad y a mentirosa. Dicen
Eze 21:21 se ha detenido en .. para usar de a
Act 16:16 una muchacha que tenía espíritu de a


Adivinación (heb. generalmente qesem [del verbo qâsam, “practicar la adivinación”]; ár. qasam, “cortar [partir]”; gr. púthon, “pitón” [en Act 16:16, pnéuma púthí‡na, “espí­ritu de adivinación”, es, literalmente, “espí­ritu de pitón”; en la mitologí­a griega, Pitón era la serpiente que cuidaba del Oráculo de Delfos y que fue muerta por el dios Apolo]). Término general que describe falsos sistemas para pretender conocer el pensamiento divino y obtener ayuda sobrenatural (ya sea información sobre el futuro o conducción para los problemas presentes). Antiguas formas de adivinación (egipcia, caldea, griega, romana) son las siguientes (véase una enciclopedia para las definiciones): alectriomancia, aleuromancia, anemoscopia, antropomancia, arritmomancia, aruspicismo, astragalomancia, astrologí­a, axinomancia, brecomancia, cibomancia, cledomancia, cledonismancia, cleromancia, coscinomancia, cresmologí­a, cristalomancia, critomancia, dactiliomancia, enomancia, extispicio, geomancia, hidromancia, iatromancia, ictiomancia, lecanomancia, libanomancia, litobolia, metoposcopia, morfoscopia, necromancia, nefelomancia, nigromancia, omoplatoscopia, onicomancia, oniromancia, ooscopia, ornitomancia, ornitoscopia, pálmica, piromancia, ptarmoscopia, quiromancia, rapsodomancia, teratoscopia, tiromancia, etc. En Deu 18:10, 11 se da a entender que están estrictamente prohibidos todos los tipos de adivinación. En Eze 21:21 se mencionan 3 formas de adivinación: 1. Mediante flechas, saetas o palos (rabdomancia). 2. Por consulta a terafines.* 3. Por observación del hí­gado (hepatoscopí­a) o de otras entrañas de un animal sacrificado. Probablemente la expresión “encina de los adivinos” (Jdg 9:37; heb. ‘êlôn meônenîm) se usó originalmente para designar algún antiguo árbol especí­fico, en cierto modo relacionado con la necromancia o la adivinación. En el NT la forma “adivinación” se encuentra en Act 16:16 como traducción del gr. mantéuomai, “adivinar [practicar la adivinación]”. Este término aparece en forma recurrente en la LXX para describir la obra de un profeta mentiroso (Deu 18:10; 1Sa 28:8; Eze 13:6), y en este sentido se debe entender Act 16:16 Es significativa la cuidadosa omisión de mantéuomai y el uso frecuente de prof’téuo, “profetizar”, para describir la obra de los representantes de Dios. Adivino. Alguien que pretende tener el don especial de determinar acertadamente el destino y predecir el futuro de personas y naciones; el que practica la adivinación (1Sa 6:2; Isa 44:25; etc.), es decir, quien puede realizar sus cómputos, predicciones y pronósticos recurriendo a diversas artes ocultas. En el AT “adivino” deriva de los verbos: 1. Aram. gezar, “decidir” o “determinar” el destino (Dan 2:27; 4:7; 5:7, 11); y de ahí­ “astrólogos” (ls. 2:6; Mic 5:12). 2. Heb. ânan, “hacer aparecer [surgir] espí­ritus”, “practicar la adivinación” (Deu 18:10, 14). 3. Heb. qâsam, “practicar la adivinación” (Jos 13:22). El Dt. condena especí­ficamente 7 clases de adivinos, aparte del propiamente dicho: agoreros, arí­olos, 22 encantadores, hechiceros, lustradores, pitones/pitonisas, sortí­legos.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

el hombre a través de la historia, en su afán por dominar el mundo y saber el futuro, ha acudido a todo tipo de señales y prácticas mágicas, supersticiosas y hechiceras: el sortilegio, los encantamientos, la oniromancia, la nigromancia, la adivinación por medio del agua, el fuego, el vuelo y el canto de las aves, la observación de los astros, de las entrañas de los animales sacrificados, etc., la evocación de los muertos y la pretendida comunicación con los espí­ritus, etc. Los judí­os estaban en contacto con pueblos supersticiosos Ex 7, 9; Is 47, 12-15, por lo que estas prácticas estaban prohibidas y severamente castigadas Lv 19, 31 y 20, 6; Dt 18, 9-14. Se prohiben las mezclas de carácter mágico Dt 22, 5-11.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

El intento por obtener conocimientos secretos, especialmente del futuro, ya sea por inspiración (Act 16:16) o por la lectura y la interpretación de ciertas señales llamadas augurios. Los que practican la adivinación dan por sentado que los dioses o espí­ritus poseen conocimientos secretos que pueden impartir. El pasaje clásico sobre el tema (Deu 18:10-11) y otros (p. ej., Lev 19:26; Eze 8:17; Hos 4:12) la condena severamente en todas sus manifestaciones.

Habí­a varias formas de adivinación: la lectura de augurios, los sueños, el uso de las suertes, la hidromancia (pronosticar por el aspecto del agua), la astrologí­a, la rabdomancia (el uso de la varilla mágica, Hos 4:12; Eze 8:17), la hepatoscopí­a (adivinación por el examen del hí­gado de los animales), la nigromancia o evocación de los muertos y el sacrificio de niños por fuego.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Creencias populares. Uso de técnicas o de medios sobrenaturales como la ® MAGIA, el ® ESOTERISMO y el ® OCULTISMO, para encontrar información acerca del futuro, caracterí­sticas personales poco conocidas, objetos perdidos, etc.
Algunos estudiosos enfatizan el carácter ocultista de algunas formas de adivinación. Estas no se limitan a alguna sociedad o religión, sino que han existido en numerosos ambientes y épocas, pero sobre todo en las culturas y las religiones de tiempos primitivos o antiguos. Por ejemplo, el oráculo de Delfos y los oráculos tibetanos.
En grupos de la llamada ® NUEVA ERA, la adivinación tiene un papel relevante. Es difí­cil establecer la diferencia entre ciertas formas o sistemas interpretativos como la ® ASTROLOGíA o el ® TAROT con sus simbolismos. Debe hacerse una diferenciación entre adivinaciones automáticas, como los augures y la astrologí­a, y las adivinaciones exploratorias, unidas algunas de ellas a la práctica religiosa. En estas últimas se acepta que los dioses determinan el futuro. Algunos se refieren al uso de poderes sí­quicos en formas de adivinación.
En la antigüedad los sumerios y los babilonios se destacaron en esa práctica; adivinadores etruscos se dejaron sentir en la antigua Roma y en nuestro tiempo debe señalarse la influencia de formas de adivinación en algunos sistemas religiosos del ífrica subsahariana.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

Adivinación es la predicción de cosas futuras u ocultas, sin apelar a Dios. Se pretende desvelar lo que sólo Dios puede conocer.

Dios nos ha revelado algunas cosas sobre el futuro: Ej.: Habrá un juicio y después el cielo o el infierno, etc. Dios también nos da medios naturales, como la inteligencia, el estudio, la ciencia y recursos para que nos preparemos responsablemente para el futuro. Pero al mismo tiempo sabemos que no podemos controlar el nuestro porvenir pues está en manos de Dios. Debemos confiar en El, como Padre infinitamente bueno. Confiamos en Dios y colaboramos con su Gracia para hacer la parte que nos toca.

Sin embargo, el hombre, llevado por la soberbia, quiere tenerlo todo bajo su control sin tener que poner su confianza en Dios. Es por eso que busca conocimiento ilí­cito por caminos que están fuera de la revelación Divina y fuera de los medios naturales que son lí­citos. Va así­ en búsqueda de la adivinación.

Explí­cita o implí­citamente la adivinación recurre al demonio y quien la practica queda, en algún grado, vinculado con el maligno. Hay también quienes hacen directamente un pacto con él.

Medios utilizados para la adivinación:

La evocación de muertos, uso de oráculos, consulta de horóscopos, de la astrologí­a, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a †œmédium,† cartas de tarot, la ouija (juego de la copa), el †œlibro rojo† y otras prácticas.

¿Quiénes utilizan la adivinación? — No solamente en la santerí­a, la brujerí­a, el espiritismo, y otros grupos. A medida que se pierde la fe se populariza la adivinación aun entre personas que no pertenecen a ninguno de estos grupos. Muchos recurren a la adivinación en momento de crisis para buscar una solución a un grave problema. Otros se creen que solo es una broma, una curiosidad o lo hacen por la presión de un grupo. Debemos recordar que en la adivinación está en juego nuestra fidelidad a Dios, con lo que no se debe jugar.

Se debe distinguir entre adivinación y profecí­a. En la profecí­a los hombres no toman la iniciativa, sino que es Dios quien les llama y les da un mensaje que deben comunicar. La Iglesia nos enseña que Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto.

La adivinación en la historia. Los adivinos eran muy importantes en tiempos del Antiguo Testamento: En Egipto (los magos del faraón); en Grecia (los sacerdotes de Apolo); en Roma, dependí­an de los auspicios. Por ejemplo: un relámpago que cayere de izquierda a derecha (favorable); de derecha a izquierda (desfavorable); los auspicios obtenidos de los pollos sagrados, etc..

El Pueblo de Israel, en muchas ocasiones, se tomó a la práctica de la adivinación y a la consulta de brujos, yendo así­ en contra de los mandamientos de Dios. (Ez 13:18-19; 2 Cron 33:6; Jer 27:9…). El rey Saúl fue a consultar a la pitonisa (hechicera, adivinadora) de Endor, queriendo saber que hacer en cuanto a la guerra (1 Samuel 28:7). En 1Samuel 15:23, la adivinación es un espí­ritu de rebelión.

En el Nuevo Testamento vemos que los apóstoles confrontan a los adivinos. San Pablo mandó que un espí­ritu maligno abandonase a una joven esclava que hací­a la fortuna de sus dueños. Por ello, Pablo y Bernabé fueron apresados, encarcelados y azotados. En la ciudad de Filipo, San Pablo encontró obstáculos por razón de una joven esclava poseí­da por un espí­ritu de Pitón al que ordenó salir. †œCansado Pablo, se volvió y dijo al espí­ritu: †œEn nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella.† Y en el mismo instante salió (Hechos 16:18).

La adivinación lleva al espí­ritu maligno, el enemigo de Dios. En la actualidad, los hombres siguen ofendiendo a Dios por medio de estas prácticas. Algunos llegan hasta vender su alma con tal de recibir del demonio lo que buscan. No es extraño que el demonio de poder temporal a sus clientes a cambio de su alma.

Prohibición de la Iglesia

La adivinación es un pecado grave contra el Primer Mandamiento. Las Constituciones apostólicas prohiben expresamente la adivinación. Los Concilios de Vannes (461), de Agde (506) y de Orleáns (511) excomulgaron a los adivinos. Además eran declarados infames, incapacitados para ser testigos en la justicia y privados de toda dignidad eclesiástica.

Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone †œdesvelan† el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrologí­a, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a †œmediums† encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.

Todas las prácticas de magia o de hechicerí­a mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo — aunque sea para procurar la salud, — son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legí­tima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.

Preguntas y respuestas.

P: ¿Como se explica que echadores de cartas y videntes perciben como se va a desarrollar tal o cual asunto (aunque no te conozcan de nada). Conozco personas con este don, que han acer-tado plenamente con ciertos detalles de mi vida y no parecen mala gente ni †œbrujos† ni nada raro y nunca han intentado †œengancharme† económicamente. ¿Es verdad que algunas personas tienen el don de la videncia?

R: Muchas cosas del futuro se pueden deducir con con el uso de la razón. Un meteorólogo nos puede informar del cómo estará el tiempo mañana. Puede equivocarse pero tiene bases para dar una buena predicción. Ahora bien, el demonio es un ángel caí­do no perdió su inteligencia sino que la utiliza para el mal. Su inteligencia es muy superior a la nuestra.. El demonio no sabe el futuro, pero lo vaticina según sus conocimientos con gran inteligencia. El demonio además conoce nuestras actitudes y nuestros asuntos. No es de extrañar que pueda entonces hacerse buenas ideas del futuro. Las Sagradas Escrituras, como vimos en el artí­culo arriba, nos enseñan sobre esta actividad demoní­aca que opera tras la adivinación.

El demonio es como la mafia. Enreda y atrapa a su presa con promesas y después se las cobra. El demonio, como todo mentiroso, puede decir alguna verdad para atraparnos cuando le interesa. Pero necio es quien confí­a en el. Quedará atrapado en sus patrañas.

No podemos hacernos un estereotipo del adivino. No tiene que lucir †œmala gente,† ni tener interés económico. Hay otros intereses que pueden estar en juego, como el jactarse de sus poderes ante sus amigos.

Fuente: Diccionario Apologético

Es de Satán, Hec 16:16, Deu 10:18, Lev 19:26. Ver “Espiritismo”.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

†¢Magia. Mago.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, LEYE DIAB DOCT

ver, MAGO Condenada con pena de muerte en la Ley (Lv. 20:27, etc.). Las numerosas referencias en las Escrituras a las varias formas del ocultismo, como ahora se le denomina, y las fuertes denuncias en contra de que los israelitas tuvieran participación alguna en tal cosa, muestran que se trataba de una peligrosa realidad, por mucho que fuera el engaño que en ocasiones pudiera haberse incluido en ello. Leemos por primera vez acerca de la adivinación cuando Faraón convoca a todos los magos, “chartummim”, de Egipto, y a los sabios, para que interpreten su sueño (Gn. 41:8). Habiendo fracasado todos sus intentos, fue llamado el varón de Dios que estaba en la cárcel para que interpretara el sueño, y ello resultó la ocasión de llevar a cabo los propósitos de Dios con respecto a José. Es indudable que la anterior clase de hombres eran eminentes por su acervo de conocimientos, como lo eran los que se hallaban en la corte de Babilonia, sobre los que Daniel fue hecho jefe (Dn. 4:7, 9). Entre los magos de Egipto los habí­a algunos, al menos, que podí­an ejercitar poderes más allá de los obtenidos por el conocimiento humano. Cuando Moisés estaba tratando de convencer a Faraón del poder de Dios mediante señales, los magos de Egipto pudieron convertir sus varas en serpientes, y simular las dos primeras plagas con sus encantamientos (Ex. 7:22; 8:7). Estas fueron la transformación del agua en sangre, y la plaga de las ranas. Esto se hallaba más allá del poder meramente humano, y es evidente que los magos no obraban por el poder de Dios; tiene que haber sido entonces por el poder de Satanás. Se desconoce la naturaleza de los encantamientos utilizados; la palabra es “lat”, y significa “artes secretas, mágicas”. Satanás puede sugerir qué encantamientos emplear, si el hombre está dispuesto, y puede ejercitar sus poderes hasta allí­ donde Dios se lo permite. Después de estas dos plagas, el poder fue refrenado, y los magos tuvieron que admitir, cuando se formaron los piojos, “Dedo de Dios es éste”. En Dt. 18:10-11 se da una lista de cosas que tienen que ver con la adivinación que fueron denunciadas por el Señor: (a) Adivinación, “qesen”, “predicción”. Un notable pasaje en Ez. 21:21-22 da unos ejemplos de cómo adivinaban los paganos. El rey de Babilonia habí­a llegado a una encrucijada; deseando saber si debí­a tomar el camino a Rabá o a Jerusalén, recurrió a la adivinación. Primeramente, “sacudió sus flechas”. Es indudable que se inscribieron dos o más flechas con los nombres de las ciudades, agitándolas en el carcaj; la flecha tomada con la mano derecha decidirí­a cuál era el camino a tomar. Jerusalén cayó a la mano derecha. Es posible que el rey tuviera todaví­a dudas, por lo que se desconoce cómo se usaban éstas en adivinación; cp. Zac. 10:2. El rey buscó aún otra guí­a: “miró el hí­gado”. Habí­a ciertas normas por las que se decí­a que las entrañas de un sacrificio eran propicias para algo, o no. Que el rey utilizara tres maneras diferentes de adivinación demuestra que no tení­a una gran confianza en ellas; es posible que hubiera sido engañado por ellas anteriormente. ¡Qué diferencia de una respuesta que Dios concediera a Israel! Se mencionan otros medios de adivinación, como “adivinación por la copa” (Gn. 44:5, 15). Esto era practicado por los egipcios y persas, y se describe así­: se echaban pequeños trozos de metal y piedrecitas, marcados con signos, a la copa, y se obtení­an respuestas de ellas al caer. En ocasiones se llenaba la copa con agua, y al caer la luz del sol sobre el agua, se veí­an o imaginaban imágenes sobre la superficie. Otra referencia es: “Mi pueblo a su í­dolo de madera pregunta, y el leño le responde” (Os. 4:12). Los árabes usaban dos varas, sobre una de las cuales se escribí­a “Dios lo quiere”, y sobre la otra “Dios lo prohí­be”. Se agitaban juntas, y la primera en caer, o en ser sacada, era aceptada como la respuesta; o se lanzaba una vara, y la respuesta quedaba dada por la dirección en la que caí­a. Se verá aquí­ que se invocaba a un “í­dolo de madera”, y que lo que “el leño”, o la vara, dijera, quedaba controlado por él. Así­ que en toda adivinación se usaban encantamientos, y se invocaba a los dioses para que dieran las respuestas más favorables. Sabemos que detrás de todo ello se hallaban demonios que controlaban los resultados dados, para llevar a cabo los propósitos de Satanás. En Hechos hallamos a una joven poseí­da por espí­ritu de adivinación, o de Pitón. Este era un oráculo profético en Delfos, considerado como el centro focal de la adivinación pagana. Un espí­ritu maligno relacionado con aquel oráculo poseí­a a esta joven. Es notable el testimonio del espí­ritu maligno hacia los siervos del Dios Altí­simo; puede haberse visto forzado a hablar así­ al verse ante el poder de Dios (como los demonios reconocí­an atemorizados a Cristo); sin embargo, el apóstol no podí­a tolerar recomendaciones procedentes de tal fuente: el espí­ritu fue echado por un poder superior. Aquí­ acabó su adivinación, y su dueño perdió la fuente de sus inicuos beneficios (Hch. 16:16-19). (b) Agorero o, como otros lo traducen, “observador de los tiempos”: puede haber incluido ambas cosas. El término es anan, que también se traduce como encantador, hechicero. El observador de los tiempos determinaba los dí­as propicios y no propicios, y nada debí­a hacerse sin consultar a los dioses. Tenemos un ejemplo de ello en Ester, cuando Amán echó suertes para hallar el dí­a en que llevar a cabo sus planes contra los judí­os (Est. 3:7). Es indudable que al echar la suerte invocaron a sus dioses para asegurar el éxito. Otros practicaban los augurios con el similar propósito de determinar la voluntad de su dios. La respuesta a sus preguntas podí­a venir de los truenos, relámpagos, de la forma de las nubes, o del vuelo o aparición de ciertas aves. (c) Sortilegio, nachash, “un murmurador”. Esto parece referirse a los cánticos o a los encantamientos murmurados como un preliminar para obtener la respuesta de los espí­ritus que deseaban consultar. Esta es una de las formas a las que recurrió Manasés (2 R. 21:6). (d) Hechicero. El término utilizado es “kashaph”, y se refiere a la práctica de las artes mágicas, con el intento de dañar a hombres o animales, o de pervertir la mente; hechizar. Puede que no tuvieran poder para dañar a otros a no ser que aquella persona, por curiosidad o amistad, oyera voluntariamente los encantamientos utilizados. Manasés también practicó esta iniquidad (2 Cr. 33:6). Ní­nive es comparada a una ramera bien favorecida, maestra en hechizos (Nah. 3:4). (e) Encantador. Viene de chabar, “unir juntamente, fascinar”. Se asocia con otro término, lachash, “hablar de una manera suave y gentil”, y se aplica después al encantamiento de las serpientes (Sal. 58:5). Similarmente el hombre es engañado y baja la guardia de su aversión a relacionarse con los espí­ritus malignos, hasta llegar a verse bajo su influencia. En Is. 19:3, otro término, ittí­m, se traduce “evocador” con un sentido similar, como aquel que da un suave sonido en los encantamientos de los hechiceros. (f) Adivino (o con espí­ritu de adivinación). El término hebreo es ob, que significa “una botella de cuero”, y se supone que implica que las personas aludidas estaban hinchadas con un espí­ritu. Aparece dieciséis veces, traducido en este sentido en todos ellos menos en Job 32:19. Como ejemplo del sentido de esta palabra está la mujer de Endor, consultada por Saúl. De ella se afirma que tení­a “espí­ritu de adivinación”. Saúl le pidió a la mujer: “Te ruego… me hagas subir a quien yo te dijere. ” Tan pronto como su vida quedó garantizada por un juramento, le preguntó a quién iba a llamar. Es evidente que era su profesión llamar a los espí­ritus de los muertos, pero en esta ocasión reconoció la obra de un poder superior, pues al ver a Samuel quedó aterrorizada. Aquella mujer pensaba que su demonio familiar se personificarí­a como de costumbre; de ahí­ su terror cuando Dios permitió que el verdadero espí­ritu de Samuel apareciera, en este caso particular. Samuel le dijo a Saúl que al dí­a siguiente él y sus hijos estarí­an con él. No se sabe si en el término anterior siempre está implicado el poder de llamar espí­ritus de muertos. Una cosa notable, en relación con los que tienen espí­ritu familiar, es que aparentemente se oye una voz “desde la tierra” (Is. 29:4). (g) Mago de yiddeoni, “un sabio”. Lo único que se dice de ellos en las Escrituras es que “susurran hablando” (Is. 8:19). Es indudable que ello formaba parte de sus encantamientos, usados para aturdir a aquellos que iban a pedirles consejo, y quizás necesarios para hacer entrar en acción el espí­ritu que deseaban consultar. Puede que el consejo fuera bueno en ocasiones a fin de llevar más eficazmente a los engañados bajo la influencia de los malos espí­ritus. (Para Mt. 2:16, ver MAGO.) (h) Consultador de muertos. De “darash methim”, “consultar a los muertos”. Esto aparece solamente en Dt. 18:11, aunque se implica lo mismo en Is. 8:19. ¿Debieran ir los vivos a los muertos? ¿No debieran ir en pos de su Dios? Y en Sal. 106:28 leemos de algunos que “comieron los sacrificios de los muertos”, lo que puede haber constituido un acto preliminar para consultarles. Lo anterior es la lista dada en Dt. 18:10, 11; hay otros que se mencionan en otros pasajes. (i) Astrólogos “los contempladores de los cielos” (Is. 47:13) con fines astrológicos. En Daniel, la palabra traducida “astrólogo” en todo el libro, ashshaph, es distinta, y no implica ninguna relación con los cielos, sino que se trata de “hechiceros” o “encantadores”, como leemos con referencia a Babilonia en Is. 47:9, 12, donde se habla de una multitud de hechizos y de encantamientos. Juntamente con los astrólogos babilónicos del v. 13 se mencionan los que observan las estrellas, que pueden haberse dedicado a pronosticar acontecimientos en base a las posiciones alteradas de los planetas en relación con las estrellas. A esto se añaden los que cada mes [te] pronostican, que probablemente dedujeran sus pronósticos de la luna. También relacionado con Babilonia tenemos el término adivino, gezar, “dividir, determinar el hado o el destino” mediante cualquier forma pretendida de predecir acontecimientos. En el NT, además del caso ya mencionado de la joven poseí­da por un espí­ritu pitónico, leemos de otros, como el de Simón, que usó de encantamientos, y fascinó por largo tiempo a la gente de Samaria (Hch. 8:9-11); Elimas, el mago, un judí­o que en Chipre procuraba oponerse a la obra de Dios (Hch. 13:6, 8). Estos usaban artes mágicas, “magia” (Hch. 19:19), atrayendo tras de sí­ a las gentes. En Apocalipsis se usa otra palabra traducida hechicerí­as, farmacia, referida a drogas, “aturdir con drogas”, y por extensión a cualquier sistema de hechicerí­a mediante encantamientos (Ap. 9:21; 18:23; cp. 21:8; 22:15). La hechicerí­a queda clasificada entre los pecados más graves, y se aplica también a la iglesia profesante en la Babilonia mí­stica. Aparece en la lista de los frutos de la carne (Gá. 5:20). Lo anterior ha sido tan sólo un breve repaso del sutil poder de Satanás en el mundo invisible, mediante el que engaña a la humanidad, por lo menos allí­ donde el hombre es su bien dispuesta ví­ctima. Está claro que la adivinación y las artes ocultas no debieran ser confundidas con una mera prestidigitación. Por mucho que haya trucos y engaños asociados con ella, detrás se halla el poder real de Satanás. Algunos hechiceros convertidos en tiempos modernos en diversas partes del mundo han dado testimonio de que habí­an estado controlados por un poder superior al suyo propio; pero que éste cesó totalmente al creer y confesar a Cristo. Es importante ver que este poder es de Satanás, debido al gran aumento, en la actualidad, de los cultos satanistas y de las sectas ocultistas, y a la gran inclinación de la sociedad hacia la astrologí­a, espiritismo, cosas a las cuales incluso los cristianos pueden verse arrastrados, y lo han sido, atraí­dos por la curiosidad. “Nadie os prive de vuestro premio…, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal” (Col. 2:18).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[229]

Acción y efecto de averiguar lo que hay en las personas de oculta, lo que sucede en otros lugares o lo que va acontecer en el porvenir.

En moral se habla de adivinación cuando se explora el sentido moral de los sortilegios o agüeros, es decir de los procedimientos misteriosos que se emplean para esas predicciones o averiguaciones.

Evidentemente que cuando se usa la intuición inteligente, la existencia de fuerzas o energí­as naturales especiales (tramitación de pensamiento, radiestesia, intuición) o el cálculo lógico de probabilidades para predecir un acontecimiento, la adivinación es sólo un acto inteligente y en nada afecta a la moral.

Pero cuando se emplean engaños a terceros, cuando se provocan creencias supersticiosas en espí­ritus y hasta se fomentan reclamos diabólicos, cuando se abusa de la ingenuidad de personas débiles, la adivinación es inmoral en la medida en que perjudica a otros o a sí­ mismos. Entonces se convierte en violación ética y debe ser rechazada.

El catequista debe estar atento a esas desviaciones, pues van siendo frecuentes en determinados ambientes, incluso juveniles, por influencia de las sectas y grupos satánicos y también como compensación en muchos ambientes ante la falta de fe verdadera.

(Ver Superstición)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. espiritismo, magia)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

Es el arte de adivinar y predecir el futuro con diversas técnicas (signos externos o premoniciones interiores o comunicaciones directas por parte de la divinidad), institucionalizada en muchas culturas y religiones, sobre todo antiguas. Prohibida tradicionalmente en la religión judeocristiana, entra en la problemática teológico-moral relativa a la magia y a la superstición.

En terminos morales el aspecto más reprobable de la adivinación puede reconocerse, por un lado, en la negación a “fiarse de Dios” y por otro, en el desconocimiento de la importancia del compromiso humano en la edificación de la propia historia. tanto personal como colectiva. Hay que considerar además el daño que la difusión de estas prácticas y de esta mentalidad produce en la opinión pública y en las personas menos desarrolladas en sentido intelectual y espiritual.

Puede señalarse un elemento de explicación y de posible “atenuación” moral subjetiva de este fenómeno en la angustia y en la inseguridad que oprimen al hombre en las diversas épocas y que hoy parecen haberse agudizado, fundiéndose además con las diversas formas de revival de lo sagrado y del misterio que pueden encontrarse en nuestros dí­as, bajo unas formas a veces interesantes, pero a menudo estériles o aberrantes.

L. Sebastiani

Bibl.: G. van der Leeuw, La religión, FCE, México-Bueno5 Aire5 1948, 21955 y 37155; B. Haring, La ley de Cristo, II, Herder Barcelona 1965, 224-245.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

La adivinación abarca los diferentes modos de conseguir conocimiento secreto, en especial el relativo a acontecimientos futuros, con la ayuda de poderes espiritistas ocultos. (Véase ESPIRITISMO.) Si se desea examinar los diferentes aspectos de la adivinación, véanse ASTRí“LOGOS; MAGIA Y HECHICERíA; PRONOSTICADOR DE SUCESOS; SORTíLEGO.
Los que practican la adivinación creen que dioses sobrehumanos revelan el futuro a aquellos que están preparados para leer e interpretar ciertas señales y presagios, que, según dicen, se comunican de diferentes maneras: mediante fenómenos celestiales (posición y movimiento de estrellas y planetas, eclipses, meteoros), fuerzas fí­sicas terrestres (viento, tormentas, fuego), la conducta de ciertos animales (aullido de perros, vuelo de pájaros, movimiento de serpientes), los dibujos de las hojas de té en una copa, las formas del aceite en el agua, la trayectoria que describen las flechas al caer, la apariencia de partes del cuerpo de animales sacrificados (hí­gado, pulmones, entrañas), las rayas de la palma de la mano, sorteo y los †œespí­ritus† de los muertos.
A algunos campos de la adivinación se les ha dado nombres especí­ficos. Por ejemplo, el augurio, popular entre los romanos, es un estudio de los presagios, portentos o fenómenos casuales; la quiromancia predice el futuro por medio de las rayas de la palma de la mano; la hepatomancia inspecciona el hí­gado; la aruspicina examina las entrañas; la belomancia, las flechas; la rabdomancia se vale de la vara de adivinación; la oniromancia es adivinación por medio de los sueños, y la necromancia es la supuesta comunicación con los muertos. La adivinación también se practica mediante la bola de cristal y los oráculos.

Origen. La adivinación se originó en Babilonia, la tierra de los caldeos, desde donde se esparcieron estas prácticas ocultas por toda la Tierra como consecuencia de la migración de la humanidad. (Gé 11:8, 9.) Se dice que una cuarta parte de la porción de la biblioteca de Asurbanipal que se desenterró, contiene tablillas de agüeros que pretenden interpretar todas las peculiaridades observadas en los cielos y sobre la tierra, así­ como todos los acontecimientos incidentales y accidentales de la vida cotidiana. El rey Nabucodonosor tomó la decisión de atacar Jerusalén después de recurrir a la adivinación, concerniente a lo cual está escrito: †œHa sacudido las flechas. Ha inquirido por medio de los terafim; ha mirado en el hí­gado. En su mano derecha resultó estar la adivinación para Jerusalén†. (Eze 21:21, 22.)
La práctica de mirar en el hí­gado en busca de agüeros se basaba en la creencia de que toda la vitalidad, la emoción y el afecto estaban centrados en este órgano, en el que se encuentra una sexta parte de la sangre humana. Las variaciones observadas en sus lóbulos, conductos, apéndices, venas, bordes y marcas se interpretaban como señales o agüeros de los dioses. (Véase ASTRí“LOGOS.) Se han encontrado muchas representaciones de hí­gados hechas de barro, siendo las más antiguas las de Babilonia, que contienen agüeros y textos en escritura cuneiforme usados por los adivinadores. (GRABADO, vol. 2, pág. 324.) Los antiguos sacerdotes asirios se llamaban baru, que significa †œinspector† o †œel que ve†, debido a la prominencia que tení­a el examen del hí­gado en su religión sortí­lega.

Condenada por la Biblia. Todas las diversas formas de adivinación, sin importar el nombre que se les dé, están en claro contraste y abierta oposición a la Santa Biblia. Por medio de Moisés, Jehová advirtió a Israel de manera firme en repetidas ocasiones que no adoptara las prácticas de adivinación de las otras naciones, al decirles: †œNo deberí­a hallarse en ti nadie que haga pasar por el fuego a su hijo o a su hija, nadie que emplee adivinación, practicante de magia ni nadie que busque agüeros ni hechicero, ni uno que ate a otros con maleficio ni nadie que consulte a un médium espiritista o a un pronosticador profesional de sucesos ni nadie que pregunte a los muertos. Porque todo el que hace estas cosas es algo detestable a Jehová, y a causa de estas cosas detestables Jehová tu Dios va a expulsarlas de delante de ti†. (Dt 18:9-12; Le 19:26, 31.) Aunque se realizaran las señales proféticas y los portentos de los practicantes de adivinación, estos no estaban exentos de condenación. (Dt 13:1-5; Jer 23:32; Zac 10:2.) La extrema hostilidad de la Biblia hacia los adivinadores queda patente por su decreto de que a todos ellos se les debí­a dar muerte sin falta. (Ex 22:18; Le 20:27.)
No obstante, a pesar de estos repetidos mandatos, hubo apóstatas que se burlaron de Jehová, no solo personas comunes, como la mujer de En-dor, sino también reyes poderosos, como Saúl y Manasés, y también la reina Jezabel. (1Sa 28:7, 8; 2Re 9:22; 21:1-6; 2Cr 33:1-6.) Aunque el buen rey Josí­as eliminó a los practicantes de adivinación en su tiempo, esta medida no fue suficiente para salvar a Judá de ser destruido, como ya lo habí­a sido su reino hermano, Israel. (2Re 17:12-18; 23:24-27.) Sin embargo, por su bondad amorosa, Jehová primero les envió profetas para advertirles en contra de sus prácticas detestables, del mismo modo que advirtieron a la madre de toda adivinación, Babilonia. (Isa 3:1-3; 8:19, 20; 44:24, 25; 47:9-15; Jer 14:14; 27:9; 29:8; Eze 13:6-9, 23; Miq 3:6-12; Zac 10:2.)
La adivinación también estaba muy extendida en los dí­as de los apóstoles de Jesús. En la isla de Chipre, se hirió de ceguera a un hechicero llamado Bar-Jesús por oponerse a la predicación del apóstol Pablo; y en Macedonia, Pablo echó a un demonio de adivinación de una muchacha que estaba entorpeciendo su labor, para consternación de sus amos, que habí­an obtenido mucha ganancia con sus predicciones. (Hch 13:6-11; 16:16-19.) Sin embargo, otros, como Simón de Samaria, dejaron voluntariamente la práctica de las artes mágicas, y en Efeso fueron tantos los que quemaron sus libros de adivinación que su valor total ascendió a 50.000 piezas de plata (si eran denarios, 37.200 dólares [E.U.A.]). (Hch 8:9-13; 19:19.)
El deseo natural del hombre de conocer el futuro queda satisfecho cuando adora y sirve a su Gran Creador, pues, a través de su conducto de comunicación, Dios amorosamente revela con antelación al hombre aquello que le es bueno saber. (Am 3:7.) Sin embargo, cuando los hombres rechazan a Jehová y se alejan del Único que conoce el fin desde el principio, caen con facilidad ví­ctimas de la influencia demoniaca espiritista. Un ejemplo notable es Saúl: en un principio acudí­a a Jehová por conocimiento de los acontecimientos futuros, pero después de perder la comunicación con Dios debido a su infidelidad, se volvió a los demonios en sustitución de la guí­a divina. (1Sa 28:6, 7; 1Cr 10:13, 14.)
Por lo tanto, existe una clara diferencia entre la verdad que Dios revela y la información que se obtiene por medio de la adivinación. Los que recurren a esta práctica a menudo sufren convulsiones provocadas por fuerzas demoniacas invisibles, y a veces entran en trance bajo la influencia de música misteriosa y ciertas drogas. Los siervos verdaderos de Jehová hablan movidos por espí­ritu santo y por lo tanto no experimentan ninguna de tales distorsiones fí­sicas o mentales. (Hch 6:15; 2Pe 1:21.) Los profetas de Dios, movidos por un sentido del deber, hablaron con franqueza y sin compensación económica; los adivinadores paganos ejercieron su oficio con afán de lucro.
No hay lugar en la Biblia donde se hable en sentido positivo de ningún tipo de adivinación. En los mismos textos que la condenan, se suelen relacionar sus prácticas espiritistas con el adulterio y la fornicación. (2Re 9:22; Na 3:4; Mal 3:5; Gál 5:19, 20; Rev 9:21; 21:8; 22:15.) A los ojos de Dios, la adivinación es comparable al pecado de la rebelión. (1Sa 15:23.) Por lo tanto, no hay base bí­blica para decir que la comunicación de Dios con sus siervos sea una forma †œbuena† de adivinación.

Jehová frustra a los adivinadores. El poder ilimitado de Jehová comparado con el poder notablemente restringido de los adivinadores practicantes de magia queda reflejado en el caso de Moisés y Aarón ante Faraón. Cuando la vara de Aarón se convirtió en una serpiente, los magos egipcios dieron la impresión de duplicar la proeza, pero ¡qué derrota sufrieron estos hechiceros cuando la vara de Aarón se tragó las suyas! Los sacerdotes egipcios también dieron la impresión de convertir el agua en sangre y hacer subir ranas sobre la tierra; sin embargo, cuando Jehová hizo que el polvo se convirtiese en jejenes, los hechiceros, con sus artes secretas, tuvieron que admitir que habí­a sido por †œel dedo de Dios†. (Ex 7:8-12, 19-22; 8:5-11, 16-19; 9:11.)
El inicuo Hamán hizo que alguien [probablemente un astrólogo] echase †œPur, es decir, la Suerte, […] de dí­a en dí­a y de mes en mes†, con el fin de determinar el tiempo más favorable para hacer que se exterminase al pueblo de Jehová. (Est 3:7-9.) Un comentario de la Biblia dice lo siguiente con respecto a este texto: †œAl recurrir a este método de averiguar el dí­a más auspicioso para poner en ejecución su proyecto atroz, obraba Amán como han hecho siempre los reyes y nobles de Persia, de no acometer ninguna empresa sin consultar a los astrólogos y satisfacerse en cuanto a la hora afortunada†. (Comentario exegético y explicativo de la Biblia, de Jamieson, Fausset y Brown, C.B.P., 1981, vol. 1, pág. 382.) Basado en esta adivinación, Hamán puso en marcha inmediatamente su proyecto inicuo. Sin embargo, el poder de Jehová para librar a su pueblo quedó demostrado una vez más, y a Hamán, que habí­a confiado en la adivinación, se le colgó en el mismo madero que habí­a preparado para Mardoqueo. (Est 9:24, 25.)
Otro ejemplo del poder superior de Jehová sobre las fuerzas ocultas lo suministra la ocasión en la que los moabitas fueron †œcon los pagos por adivinación en las manos† a fin de alquilar a Balaam, el adivinador mesopotámico, para que maldijese a Israel. (Nú 22:7.) Aunque Balaam procuró †œdar con agüeros de mala suerte†, Jehová hizo que solo pronunciase bendiciones. En una de sus expresiones proverbiales, Balaam, bajo el poder irresistible de Jehová, admitió: †œNo hay ningún hechizo de mala suerte contra Jacob, ni ninguna adivinación contra Israel†. (Nú 23, 24.)

†œEspí­ritu de Pitón.† En Filipo (Macedonia), Pablo se encontró con una sirvienta poseí­da por †œun demonio de adivinación†, literalmente: †œun espí­ritu de pitón† (gr. pnéu·ma pý·tho·na; Hch 16:16). †œPitón† era el nombre de la mí­tica serpiente que guardaba el templo y oráculo de Delfos (Grecia). La palabra pý·thon llegó a referirse a la persona capaz de predecir el futuro y también al espí­ritu que hablaba por medio de ella. Si bien es cierto que después llegó a significar †œventrí­locuo†, en este relato de Hechos se usa con referencia al demonio que hací­a posible que esa joven practicara el arte de la predicción.

Fuente: Diccionario de la Biblia

La adivinación es un fenómeno del paganismo y señala un conocimiento clandestino, especialmente del futuro. Existen dos tipos principales de adivinación: artificial e inspiracional. El artificial varía en augurios y consiste en interpretar ciertos signos llamados señales, tales como el examen del hígado de los animales, la consulta a los terafines y observación de la caída de una flecha (Ez. 21:21). La adivinación por inspiración, en cambio, usa a la médium bajo la influencia inmediata o el control de espíritus malignos o demonios, los que le dan la capacidad de declarar oráculos y pretender un conocimiento sobrehumano.

Los padres de la iglesia estaban en lo correcto al describir la adivinación de los paganos como inspirada demoníacamente y una imitación satánica de la profecía. Así como el Espíritu Santo inspira a los profetas verdaderos de Dios, los demonios inspiran a los falsos profetas de las religiones idólatras. Por esta razón se denuncia la adivinación en la Biblia como incompatible con el conocimiento del único Dios verdadero (Dt. 18:10–14). Balaam (Nm. 22:24) es el caso de un adivino que alcanza el status de un profeta verdadero de Dios pero que vuelve atrás a un paganismo corrupto.

La niña inspirada por el demonio (Hch. 16:16) tenía poderes de adivinación como los antiguos adivinos de Delfos y otros sacerdotes del paganismo. Tal como en la necromancia antigua, en el espiritismo moderno la médium, bajo la influencia demoníaca, consulta no los espíritus de los muertos que han partido, sino los espíritus malignos que tiene un conocimiento que va más allá de lo físico. Tal práctica es condenada terminantemente en la Biblia en el caso de Saúl y la adivina de Endor (1 S. 28).

Véase también el Espiritismo.

BIBLIOGRAFÍA

T.K. Oesterreich, Possession Demoniacal and Other Among Primitive Races in Antiquity, the Middle Ages, and Modern Times; M. F. Unger, Biblical Demonology, pp. 119–164; S. Schneweiss, Angels and Demons According to Lactantius.

Merril F. Unger

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (11). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

La palabra heb. usual que se traduce “adivinación” y “adivino” es la raíz qsm. La raíz nḥš se usa en Gn. 44.5, 15, y en otras partes se traduce “sortílego”, “agüero”, “mirar en (darse a) agüeros”, “ser agorero”. A veces la raíz ˒nn aparece unida a los vocablos anteriores, y se traduce “observar los tiempos”, “ser adivino”, “(oír a) agoreros”.

La adivinación es en general la tentativa de percibir acontecimientos distantes en el tiempo o el espacio y que, por consiguiente, no son perceptibles por medios normales. Una definición similar podría aplicarse a la función del vidente en la profecía, como fue ejercida, p. ej., en 1 S. 9.6–10. De ahí que el término podía ser utilizado ocasionalmente en sentido bueno, como que podríamos hablar de un profeta en posesión del don de clarividencia sin por este motivo aprobar todas las formas de clarividencia. Así, Balaam es adivino, además de ser inspirado por Dios (Nm. 22.7; 24.1). La adivinación que se condena en Ez. 13.6–7 es la que se especifica como “mentirosa”. En Mi. 3.6–7, 11 la adivinación es una función de los profetas, aunque aquí también han prostituido su don; cf. Zac. 10.2. En Pr. 16.10 qesem (“oráculo” o “decisiones inspiradas”, rsv) se aplica a la guía divina otorgada por medio del rey.

Aparte de estos usos generales, la adivinación es condenada, con excepción de dos pasajes que se consideran más adelante. Al pueblo de Dios se le prohíbe la utilización de la adivinación y los encantamientos en la forma que lo hacía el mundo pagano (Lv. 19.26; Dt. 18.9–14), y 2 R. 17.17; 21.6 registran su desobediencia. Se mencionan adivinos paganos en 1 S. 6.2; Is. 44.25; Ez. 21.22.

La adivinación puede adoptar muchas formas. Se pueden hacer dos grandes divisiones, a saber, una interna y una mecánica: la primera constituye ya sea la inspiración en estado de arrobamiento de tipo chamanista, o directamente la clarividencia; la segunda utiliza medios técnicos, tales como arena, vísceras de un sacrificio o, en tiempos modernos, hojas de té. Estas divisiones no son excluyentes, ya que los objetos pueden desencadenar la facultad clarividente, como sucede con el uso de la bola de cristal. Es posible que Balaam haya dado paso a sus poderes de esta manera (Nm. 24.1).

Las siguientes formas se mencionan en la Biblia:

a. La rabdomancia. Ez. 21.21. Se arrojaban al aire palos o flechas, y se deducían los presagios según la posición al caer. Os. 4.12 también podría referirse a este procedimiento.

b. La hepatoscopía. Ez. 21.21. Se suponía que el examen del hígado u otras vísceras de un sacrificio echaba luz sobre algún problema. Probablemente se clasificaban las formas y las marcas, las que eran interpretadas por el sacerdote.

c. Los *terafines. Práctica asociada con la adivinación en 1 S. 15.23; Ez. 21.21 (en °vrv2 “idolatría” en ambos casos); Zac. 10.2. Si los terafines eran imágenes de antepasados fallecidos, la adivinación era probablemente una especie de espiritismo.

d. La necromancia, o sea la consulta a los fallecidos. Esto se asocia con la adivinación en Dt. 18.11; 1 S. 28.8; 2 R. 21.6, y está condenada en la ley (Lv. 19.31; 20.6), los profetas (Is. 8.19–20), y los libros históricos (1 Cr. 10.13). Se hablaba del médium como del poseído por un ˒ôḇ, que se traduce “espíritu familiar”, o, en términos modernos, “control”. Un término asociado, traducido “mago” o “sabio”, es yid˓ônı̂, probablemente de la raíz yāḏa˓, ‘saber’, presumiblemente con referencia al conocimiento sobrenatural que afirma tener el espíritu y en sentido secundario su dueño.

e. La astrología. Mediante la astrología se obtienen conclusiones teniendo en cuenta la posición del sol, la luna, y los planetas en relación al zodíaco y el uno con el otro. Aunque no se la condena, en Is. 47.13 y Jer. 10.2 se da poca importancia a la astrología. Los sabios (* Magos) que visitaron al niño Jesús (Mt. 2.9) probablemente se formaron en la tradición bab. que mezclaba la astronomía con la astrología.

f. La hidromancia, o adivinación por medio del agua. En este caso aparecen formas y figuras en el agua contenida en un tazón, como sucede también en la bola de cristal. El brillo del agua induce una especie de arrobamiento leve, y las visiones son subjetivas. La única referencia a esto es la Biblia aparece en Gn. 44.5, 15, donde podría ser que José haya utilizado su copa de plata con este propósito. Pero no es posible decir hasta dónde se puede dar crédito a una afirmación registrada en una sección donde José y su mayordomo están engañando deliberadamente a sus hermanos.

g. Las suertes. En el AT se echaban suertes para conocer la voluntad de Dios respecto a la asignación de territorio (Jos. 18–19, etc.), la elección del macho cabrío a ser sacrificado en el día de la expiación (Lv. 16), el descubrimiento de la persona culpable (Jos. 7.14; Jon. 1.7), la asignación de los deberes en el templo (1 Cr. 24.5), la determinación de un día afortunado por Amán (Est. 3.7). En el NT los vestidos de Cristo fueron repartidos por medio de suertes (Mt. 27.35). En la Biblia la última ocasión en que se echaron suertes para conocer la voluntad de Dios fue en la elección de Matías (Hch. 1.15–26), y en este caso puede haber algún significado en el hecho de que sucedió antes de Pentecostés. (Véase tamb. * Urim y tumin).

h. Los *sueños. A menudo se toman en cuenta como medio de adivinación, pero en la Biblia no hay ningún caso en que una persona haya pedido deliberadamente ser guiada o recibir conocimiento sobrenatural a través de sueños, excepto, quizás, los profetas falsos en Jer. 23.25–27. El sueño espontáneo, es a menudo un medio para conocer la voluntad divina.

En Hch. 16.16 una muchacha tiene espíritu de adivinación. La palabra gr. en este caso es pythōn. El famoso oráculo de Delfos se encontraba en el distrito de Pitón y, evidentemente, se usaba el término en forma general para describir a cualquier persona poseída de inspiración sobrenatural, como el caso de la sacerdotisa en Delfos. (* Magia y brujería )

Bibliografía.C. Brown, J. S. Wright, NIDNTT 2, pp. 552–562.

J.S.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Contenido

  • 1 Definición
  • 2 Métodos
  • 3 Historia
  • 4 Aspecto Teológico
  • 5 La adivinación en la Biblia

Definición

Se entiende por adivinación la búsqueda del conocimiento de cosas futuras o escondidas por medios inadecuados. Al ser los medios insuficientes, por lo tanto, deben completarse con algún poder que se ha representado a través de la historia como proveniente de dioses o malos espíritus. Por lo tanto la palabra adivinación tiene un significado siniestro. Según la profecía es el conocimiento legítimo del futuro, la adivinación, su homólogo supersticioso, es el ilegal. Según el objetivo de la magia es hacer, el de la adivinación es conocer. La adivinación es casi tan antigua como la raza humana. Se encuentra en todas las épocas y países, entre los egipcios, caldeos, hindúes, romanos y griegos; las tribus del norte de Asia tenían sus chamanes, los habitantes de África sus mgangas, las naciones celtas sus druidas, los aborígenes de América sus curanderos—todos adivinos y magos reconocidos. La adivinación floreció en todas partes y en ningún lugar, incluso hoy día, ha sido completamente dejada de lado.

Las palabras de Cicerón fueron, y al parecer siempre serán, es cierto, que no hay nación, civilizada o bárbara, que no crea que hay indicios del futuro y personas que los puedan interpretar. Cicerón dividía la adivinación en natural y artificial. La natural (no enseñada, que no requiere habilidad) incluía los sueños y los oráculos en el que el adivinador era un sujeto pasivo de la inspiración, y la predicción venía de un supuesto poder que estaba allí y dentro de él. La artificial (enseñada, estudiada) incluía todo vaticinio proveniente de signos encontrados en la naturaleza o producidos por el hombre. Aquí el adivinador estaba activo, y la adivinación venía al parecer de su propia habilidad y observación. Esta división es casi la misma que la dada por Santo Tomás con respecto a la invocación de los demonios, la adivinación con invocación expresa de los espíritus, aceptación de sueños, portentos o prodigios, y la nigromancia; y la adivinación con la invocación tácita a través de signos y de los movimientos observados en los objetos en la naturaleza, tales como estrellas, pájaros, figuras, etc., o por medio de signos y acuerdos producidos por el hombre, tales como plomo fundido vertido en el agua, echar suertes, etc. Sueños aquí significa los expresamente preparados y orados con la esperanza de relacionarse con los dioses o los muertos. Los portentos o prodigios son inusuales y vistas maravillosas que vienen del mundo inferior. Aquí estamos considerando la adivinación artificial.

Métodos

La variedad de métodos adivinatorios es muy grande. Apenas un objeto o movimiento en el cielo, en la tierra, en el aire o el agua dejó de ser transformado en un mensaje de futuro. Añádase a éstas las invenciones del hombre, y hay una visión de la inmensa maraña de supersticiones en las que los pueblos paganos buscaron a tientas su camino. Sin embargo, pueden agruparse en tres clases, como se ve en la división de Santo Tomás. Cicerón, Clemente de Alejandría en su “Stromata” y otros de los Padres dieron una lista detallada.

(a) Bajo la primera clase, la invocación expresa, caen la oniromancia o adivinación por los sueños; la nigromancia, por las llamadas apariciones de los muertos o el espiritismo, las apariciones de diversos tipos, que pueden ser externas o en la imaginación, como Cayetano observa; el pitonismo o por personas poseídas, como la pitonisa de Delfos; la hidromancia, por signos en el agua; la aeromancia, por signos en el aire; la geomancia, por signos en substancias terrestres (geomancia tiene también otro significado); arúspices, por signos en las entrañas de las víctimas, etc.

(b) La segunda clase, la invocación tácita y signos encontrados ya hechos en la naturaleza, abarca la astrología judiciaria o genetliaca, que pretende predecir el futuro a través de las estrellas; augurios, a través de las notas de las aves, y más tarde cubría la predicción a través de su modo de actuar, de alimentarse, de volar y también por los relinchos de los caballos y los estornudos de los hombres, etc.—para nosotros abarca toda clase de predicción mediante signos; por presagios, cuando palabras al azar se convierten en signos; la quiromancia, lectura de las líneas de la mano; y muchos modos similares.

(c) La tercera clase, la invocación tácita y signos preparados por el hombre, incluye la geomancia a partir de puntos o líneas en papel o guijarros arrojados al azar; dibujo de pajas; tirada de dados; el corte de las cartas; dejar caer una vara o medirla con los dedos diciendo: “lo haré o no lo haré”; abrir un libro al azar, llamado Sortes Virgiliance, los romanos usaron mucho la Eneida de esta manera, etc. Este último trasladado a la Biblia sigue siendo común en Alemania y en otros lugares. El hipnotismo es también usado para propósitos de adivinación.

Historia

Intentar rastrear el origen de la adivinación es una pérdida de tiempo, puesto que, al igual que la religión, es universal y autóctona en una forma u otra. Algunas naciones la cultivaron en grados más altos que otras, y su influencia hizo que algunos modos de adivinación se propagaran. Mediante su práctica ganaron una gran reputación por su poder oculto. Tienen preeminencia en la historia los caldeos como videntes y astrólogos, pero los antiguos egipcios y los chinos también fueron grandes adeptos a la elaboración de ritos misteriosos. Todavía es una cuestión abierta cuál de ellos tuvo prioridad, aunque la mayor parte en el desarrollo de la adivinación, sobre todo en relación con los fenómenos celestes, se atribuye a los caldeos, un término vago que abarca aquí tanto a babilonios como a asirios. En Grecia hubo adivinos desde los primeros tiempos históricos, algunos de cuyos métodos vinieron de Asia y de los etruscos, un pueblo famoso por el arte. Aunque los romanos tuvieron su modalidad propia, sus relaciones con Grecia introdujeron nuevas formas, y principalmente a través de estas dos naciones se difundieron en el sur y oeste de Europa.

Antes del cristianismo la adivinación se practicaba en todas partes de acuerdo a ritos nativos y extranjeros. En los primeros días el sacerdote y el adivino eran uno, y su poder era muy grande. En Egipto, el faraón era generalmente un sacerdote; de hecho, tuvo que ser iniciado en los secretos de la clase sacerdotal, y en Babilonia y Asiria casi todos los movimientos del monarca y sus cortesanos estaban regulados por las previsiones de los adivinos y los astrólogos oficiales. Las inscripciones cuneiformes y los papiros están llenos de fórmulas mágicas. Son testigos dos tratados, uno sobre fenómenos terrestres y el otro sobre fenómenos celestiales, compilados por Sargón varios siglos antes de nuestra era. En Grecia, donde se prestó más atención a las señales etéreas, los adivinos eran tenidos en gran estima y asistían a las asambleas públicas. Los romanos, que confiaban más en la adivinación por medio de sacrificios, tenían colegios oficiales de augures y arúspices que por una palabra adversa podían posponer el negocio más importante. No se comenzaba la guerra, ni se enviaba fuera ninguna colonia sin consultar a los dioses, y en momentos críticos la ocurrencia más insignificante, un estornudo o tos, estaba dotada de significado.

Junto a toda esta adivinación oficial, existía la práctica de ritos secretos por toda clase de hechiceros, magos, sabios y brujas. Adivinos caldeos y sibilas ambulantes se dispersaban por todas partes diciendo la buenaventura con ánimo de lucro. Entre los regulares e irregulares había un sentimiento muy amargo, y dado que estos últimos invocaban a menudo a dioses o demonios considerados como hostiles a los dioses del país, se les consideraba como ilícitos y peligrosos, y a menudo se les castigaba y se les prohibía el ejercicio de su arte. De tiempo en tiempo en varios países disminuyeron el número y la influencia de los adivinos regulares debido a su orgullo y opresión, y sin duda a veces a su vez pueden haber mitigado hábilmente la tiranía de los gobernantes. Al aumentar el conocimiento, disminuyeron el miedo y respeto que las personas ilustradas les tenían a sus misteriosos poderes, al punto que su autoridad sufrió mucho y se convirtieron en objetos de desprecio y sátira. La “De Divinatione” de Cicerón no es tanto una descripción de sus diversas formas como una refutación de las mismas; Horacio y Juvenal lanzaron más de una flecha aguda contra adivinos y sus engañados; y es bien conocido el dicho de Cato, que se sorprendía de cómo dos augures podían encontrarse sin reírse uno del otro. Los gobernantes, sin embargo, los conservaron y los honraban públicamente, a lo mejor para mantener al pueblo en sujeción, y fuera de las tierras históricas, los hacedores de magia todavía campaban por su respeto.

Dondequiera que llegó el cristianismo la adivinación perdió la mayor parte de su poder de antaño, y una forma, la natural, cesó casi por completo. La nueva religión prohibía todas sus formas, y después de algunos siglos desapareció como sistema oficial aunque continuó teniendo muchos adeptos. Los Padres de la Iglesia fueron sus oponentes vigorosos. Los principios del gnosticismo les dio algo de fuerza, y el [[neoplatonismo] les ganó muchos seguidores. Dentro de la Iglesia misma resultó tan fuerte y atractiva para sus nuevos conversos que los sínodos la prohibieron y los concilios legislaron contra ella. El Concilio de Ancira (c. XXIV.) (314) decretó cinco años de penitencia a los consultores de adivinos, y el de Laodicea (c. XXXVI), (c. 360) prohibió a los clérigos convertirse en magos o hacer amuletos, y los que los usaran serían expulsados de la Iglesia. Un canon (XXXVI), de Orleans (511) excomulgó a los que practicaban la adivinación, augurios, o las suertes falsamente llamadas Sortes Sanctorum (Bibliorum), que decidían la conducta futura de uno por el primer pasaje encontrado al abrir una Biblia. Este método fue, evidentemente, un gran favorito, pues un sínodo de Vannes (c. XVI), (461) lo prohibió a los clérigos bajo pena de excomunión, y el de Agde (c. XLII) (506) lo condenó por ir contra la piedad y la fe. Los Papas Sixto IV y Sixto V y el Quinto Concilio de Letrán asimismo condenaron la adivinación.

Los gobiernos a veces han actuado con gran severidad. Constancio decretó la pena de muerte para los adivinos. Las autoridades debieron haber temido que algunos supuestos profetas tratasen de hacer cumplir por la fuerza sus predicciones sobre la muerte de los soberanos. Cuando las razas del Norte, que se abatieron sobre el antiguo Imperio Romano, entraron a la Iglesia, era de esperarse que sobreviviesen algunas de sus supersticiones menores. Durante todos los primeros años de la Edad Media las llamadas artes adivinatorias lograron vivir en secreto, pero después de las Cruzadas continuaron de forma más abierta. En la época del Renacimiento y de nuevo antes de la Revolución Francesa, hubo un marcado crecimiento en los métodos nocivos. La última parte del siglo XIX fue testigo de un renacimiento extraño, especialmente en los Estados Unidos e Inglaterra, de todo tipo de superstición, yendo a la cabeza la nigromancia o espiritismo. Hoy en día el número de personas que creen en los signos y tratan de conocer el futuro es mucho mayor de lo que aparece en la superficie. Abundan en las comunidades donde el cristianismo dogmático es débil.

La causa natural del ascenso de la adivinación no es difícil de descubrir. El hombre tiene una curiosidad natural por conocer el futuro, y junto a esto está el deseo de ganancia o ventaja personal; por lo tanto, en todas las épocas algunos han intentado levantar el velo, al menos parcialmente. Estos intentos han producido a veces resultados que no se pueden explicar sobre motivos meramente naturales, pues son muy desproporcionados o extraños a los medios empleados. No pueden ser considerados como la obra directa de Dios, ni como el efecto de una causa puramente material; por lo tanto deben atribuirse a los espíritus creados, y puesto que son inconsistentes con lo que sabemos de Dios, los espíritus que los causan deben ser malos. Para formular la pregunta directamente: ¿puede el hombre conocer los eventos futuros?

Dejemos que Santo Tomás conteste en substancia: las cosas futuras puede ser conocidas en sus causas o en sí mismas.

  • Algunas de las causas siempre y necesariamente producen sus efectos, y estos efectos pueden ser predichos con certeza, como los astrónomos anuncian los eclipses.
  • Otras causas producen sus efectos no siempre y necesariamente, pero en general lo hacen, y estos pueden preverse como conjeturas bien fundadas o inferencias sensatas, como el diagnóstico de un médico o una predicción de lluvia de un observador meteorológico.
  • Finalmente hay una tercera clase de causas cuyos efectos dependen de lo que llamamos azar o del libre albedrío del hombre, y éstas no pueden ser predichas a partir de sus causas. Sólo podemos verlas en sí mismas cuando están realmente presentes a nuestros ojos. Sólo Dios, ante quien todas las cosas están presentes en su eternidad, puede verlas antes de que ocurran. De ahí que leemos en Isaías (41,23), “Indicadnos las señales del porvenir, y sabremos que sois dioses.”

Los espíritus pueden conocer mejor que los hombres los efectos que vienen de la segunda clase de causas, porque su conocimiento es más amplio, más profundo y más universal, y conocen muchos poderes ocultos de la naturaleza. En consecuencia, pueden predecir más eventos y más precisamente, como un médico que ve más claramente las causas puede diagnosticar mejor sobre la restauración de la salud. La diferencia, de hecho, entre la primera y segunda clase de causas se debe a las limitaciones de nuestro conocimiento. La multiplicidad y complejidad de causa nos impiden seguir sus efectos.

Los espíritus no pueden conocer con certeza las cosas futuras contingentes, los efectos de la tercera clase, a menos que Dios se las revele, aunque pueden sabiamente conjeturar sobre ellas debido a su conocimiento más amplio de la naturaleza humana, su larga experiencia y sus juicios basados en nuestros pensamientos según se los revelan nuestras palabras, semblante o actos. A menos que queramos negar el valor del testimonio humano, no cabe duda de que los adivinos predijeron correctamente algunas cosas contingentes y los magos produjeron en ocasiones efectos sobrehumanos. La supervivencia misma de la adivinación por tantos siglos sería de otro modo inexplicable y su papel en la historia, un problema insoluble. Decir, sobre fundamentos religiosos, que la adivinación y las artes afines eran completos engaños sería contradecir la Escritura. En ella leemos las leyes que prohíben la magia, tenemos hechos como las hazañas de Janes y Mambres ante el faraón, y tenemos una declaración de Dios que muestra que es posible que un falso profeta prediga una señal o prodigio y que suceda ( Deut. 13,1-12). Pero, excepto cuando Dios les dio conocimiento, su ignorancia del futuro dio lugar a la bien conocida ambigüedad de los oráculos.

Los intentos de dar a la adivinación artificial una base puramente natural no han tenido éxito. Crisipo (De Divinatione, II, 63) habló de un poder en el hombre para reconocer e interpretar signos, y Plutarco (De Oraculis) escribió sobre las cualificaciones especiales que debe tener un buen augur y la naturaleza de los signos, pero al final se reconocía una influencia preternatural. Algunos modos pueden haber sido naturales en su origen, especialmente cuando se trataba de causas necesarias, y más de una predicción se hacía sin intervención de lo oculto, pero éstas deben haber sido relativamente raras, pues el cliente, si no siempre el vidente, generalmente creía en la ayuda sobrenatural. Realmente se podría aceptar alguna analogía entre un águila y una victoria, un búho y la tristeza—aunque para los atenienses un presagio de bienvenida— y que perder un diente era perder un amigo; pero tratar de relacionar éstos con eventos futuros contingentes sería razonar malamente a partir de una analogía muy leve; así como apuñalar a una imagen sería perjudicar a la persona que representa, sería confundir una conexión ideal con una real. El instinto humano exigía una base más sólida y la encontró en la creencia en una intervención de algún agente sobrenatural. La razón exige lo mismo. Un signo corpóreo es o un efecto de la causa misma de la que es un signo, como el humo del fuego, o procede de la misma causa como el efecto que significa, como el descenso en el barómetro pronostica lluvia, es decir, el cambio en el instrumento y el cambio en el tiempo proceden de la misma causa. Las acciones futuras del hombre y los signos en la naturaleza no están en tal relación. El signo no es un efecto de su acción futura, ni tampoco el signo y su acto proceden de la misma causa. El otro tipo de signos de los seres vivos pueden ser pasados por alto por casi el mismo razonamiento. Se podía esperar una creencia en presagios y augurios de todas clases de aquellos que creían en el fatalismo, o el panteísmo, o que el hombre, los dioses y la naturaleza estaban todos en estrecha comunión, o que los animales y las plantas eran divinidades (véase animismo). En todas partes, como cuestión de hecho, la adivinación y el sacrificio estaban tan estrechamente conectadas que prácticamente no se podía trazar una línea estricta entre la adivinación con y sin la invocación expresa de los dioses o demonios. El cliente venía a ofrecer el sacrificio, y el sacerdote, el adivinador, trataba de responder a todas sus preguntas, mientras que los magos privados presumían de sus “espíritus familiares”.

Aspecto Teológico

Desde un punto de vista teológico la adivinación supone la existencia de demonios que tienen grandes poderes naturales y que, accionados por celos hacia el hombre y por odio hacia Dios, siempre tratan de disminuir su gloria y de atraer al hombre a la perdición, o al menos hacerle daño corporal, mental y espiritualmente. La adivinación no es, como hemos visto, predecir lo que viene de la necesidad o lo que suele ocurrir, o predecir lo que Dios revela o lo que puede ser descubierto por el esfuerzo humano, sino la usurpación del conocimiento del futuro, es decir, llegar a él por medios insuficientes o impropios. Este conocimiento es una prerrogativa de la divinidad y así se dice que el usurpador adivina. Este conocimiento no puede ser solicitado a los malos espíritus, salvo raras veces en los exorcismos. Sin embargo, cada adivinación viene de ellos, ya sea porque se les invoca expresamente o porque ellos mismos se mezclan en estas búsquedas del futuro para poder enredar a los hombres en sus trampas. Se invoca tácitamente al diablo cuando alguien trata de adquirir información a través de medios que él sabe que son inadecuados, y los medios son insuficientes cuando ni por su propia naturaleza ni por ninguna promesa divina son capaces de producir el efecto deseado. Puesto que el conocimiento del porvenir le pertenece sólo a Dios, pedirlo directa o indirectamente a los demonios es atribuirles una perfección divina, y pedir su ayuda es ofrecerles una especie de culto; esto es superstición y una rebelión contra la Divina Providencia, que sabiamente nos ha escondido muchas cosas.

En los tiempos paganos, el ofrecimiento de sacrificios adivinatorios era idolatría, e incluso ahora la adivinación es una especie de demonolatría o culto al diablo (d’Annibale.) Toda participación en esos intentos de alcanzar el conocimiento menoscaba la dignidad de un cristiano, se opone al amor y confianza en la Providencia, y milita contra la extensión del Reino de Dios. Cualquier método de adivinación con la invocación directa de los espíritus es gravemente pecaminoso, y peor aún si aparece esa intervención; la adivinación con invocación tácita es en sí misma un pecado grave, aunque en la práctica, la ignorancia, la sencillez, o la falta de creencia pueden hacerla venial. Si, sin embargo, a pesar de la incredulidad del cliente, el adivinador actúa en serio, el cliente no puede ser fácilmente excusado de la cooperación gravemente pecaminosa. Si en métodos aparentemente inofensivos surge la fuerte sospecha de una intervención maligna, sería pecaminoso continuar; si sólo surge una duda sobre el carácter natural o diabólico del efecto, se debe protestar contra la intervención de los espíritus; en caso de duda acerca de si proviene de Dios o de Satanás, excepto que se busque un acto milagroso (lo cual sería muy raro), debe interrumpirse bajo pena de pecado. Es inútil una protesta de no desear la interferencia diabólica en los modos de adivinación en el que se espera expresa o tácitamente, ya que las acciones hablan más que las palabras. Un investigador científico en duda sobre la suficiencia de los medios puede experimentar para ver si tal intervención sobrehumana es un hecho, pero debe expresar claramente su oposición a toda ayuda diabólica. La varita adivinadora, si se utiliza sólo para los metales de agua, quizás pueda explicarse naturalmente; si se utiliza para detectar a las personas culpables, o cosas perdidas o robadas como tal (que pueden ser metales), sin duda es un método tácito. Creer en la mayoría de las señales populares es simplemente la ignorancia o debilidad de la mente (ver superstición).

La adivinación en la Biblia

A los hebreos procedentes de Egipto—una tierra repleta de adivinos—, al habitar en un país rodeado de tribus supersticiosas, el espíritu de la época y su medio ambiente les intensificaría su deseo innato de precognición, pero Dios les prohibió repetidamente tener nada que ver con los encantadores, magos, adivinos, nigromantes, etc., todos los cuales eran abominación delante de él ( Deut. 18,10-11). El ideal fue en la época de Balaam, cuando “no hay presagio contra Jacob ni sortilegio contra Israel” ( Núm. 23,23), y para preservar esto, Dios declaró que destruirá al alma que se prostituyera tras un adivino ( Lev. 20,6), y el hombre o la mujer en el que hubiese un espíritu adivinador, sería lapidado hasta morir (Lev. 20,27). Sin embargo, Dios, como dice San Juan Crisóstomo, consentía a los hebreos como niños, y para preservarlos de la tentación excesiva, les permitió las suertes bajo ciertas condiciones ( Jos. 7,14; Núm. 26,5; Prov. 16,33). Les permitía contestar a los videntes hebreos cuando a Él le placía ( Orígenes, C. Cels., I, XXXVI, XXXVII), se podía consultar a los profetas sobre asuntos privados (1 Sam 9,6), y el sumo sacerdote podía responder en asuntos mayores con el Urim y Tummim. Cuando se consultaba a los videntes y profetas se les ofrecían regalos, pero los grandes profetas nunca aceptaron ninguna recompensa cuando actuaban como representantes de Dios (2 Rey. 5,20). Cuando los hebreos cayeron en la idolatría, floreció y revivió la adivinación, la cual siempre acompañaba a la idolatría, pero durante toda su historia, es evidente que secretamente y de nuevo más abiertamente se utilizaron las artes ilícitas, y como resultado fueron frecuentes las condenas (1 Sam. 15,23; 2 Rey. 17,17; Zac. 10,2; Is. 44,25, etc.). Hay que tener en cuenta que su historia fue muy larga, y cuando reflexionamos cuán completamente otras naciones se dedicaron a todo tipo de artes impías y observancias tontas, debemos admitir fácilmente que comparativamente los hebreos estuvieron notablemente libres de supersticiones. Cuando más tarde estos florecieron más fuerte y permanentemente fue durante la decadencia de la fe anterior y posterior a la época de Cristo (véase Josefo Ant. Jud., XX, V, I, VIII, 6; Bell. Jud., VI, V, 2). El Talmud muestra la tendencia declinante.

En la Escritura no siempre se distingue claramente los distintos métodos de adivinación y las clases de adivinos, pues las palabras hebreas se interpreten de manera diversa y a veces son meramente sinónimos. La siguiente lista se basa principalmente en el artículo de Lesetre en el “Dict. de la Bible” de Vigouroux:

  • La adivinación mediante la consulta a los terafim, (TRPHYM), o pequeños ídolos domésticos, de los que leemos por primera vez en la época de Abraham y Labán ( Gén. 31,19). No se sabe cómo se les consultaba, pero parece que fue a la manera caldea, pues Labán procedía de ese país. Se les encuentra en Jueces 17,5; 2 Ry. 23,24 y en otros lugares. A veces engañaban a sus preguntadores (Zac. 10,2).
  • Los Chartummim (CHRTMYM), un nombre traducido como “intérpretes” ( Vulgata conjectores) en la Biblia de Douay (Gén. 41,8), pero en otros lugares ( Dan. 2,2) como “adivinos” (Vulg., arioli) y otros nombres, especialmente “caldeos”.
  • El Chakamim (CHKMYM) son los sabios (Vulg., sapientes) de la Biblia (Gén. 41,8), un nombre dado a los expertos en adivinación en Egipto, Idumea ( Abd. 8), Persia (Ester 1,13) y Babilonia ( Jer. 50,35).
  • Qesem o Miqsam (QSM, MQSM) designaba la adivinación en general, y siempre se utiliza en la Escritura en el mal sentido, excepto en Prov. 16,10. Mediante él la bruja de Endor resucitó al muerto ( 1 Sam. 28,8). “Porque el rey de Babilonia se ha detenido en el cruce, en la cabecera de los dos caminos, para consultar a la suerte (qesem). Ha sacudido las flechas, ha interrogado a los ídolos (terafim), ha observado el hígado” ( Ez. 21,26). Las flechas tenían los signos o nombres de las ciudades, y el primer nombre sacado era el primero en ser atacado. Este fue el modo de Babilonia. Los árabes lo practicaron así: se preparaban tres flechas y se le escribía a la primera “El Señor lo quiere”; a la segunda, “El Señor no quiere”; y la tercera se dejaba en blanco. Si se sacaba la flecha en blanco, se sacaba otra hasta que se obtuviera una flecha inscrita. El último método mencionado en el texto citado es arúspices (N. de la T: Sacerdote que en la antigua Roma examinaba las entrañas de las víctimas para hacer presagios.) (Vulg. exta consuluit).
  • Nachash (NCHSH) es la adivinación (Vulg., augurium) en la Biblia (Núm. 23,23). El método preciso denotado es objeto de controversia. Las versiones lo hacen equivalente a la adivinación por el vuelo de los pájaros, pero este modo, tan común entre los griegos y los romanos, aparentemente no fue utilizado por los hebreos, excepto hacia el tiempo de Cristo. A partir de su derivación, como comúnmente se acepta, significaría la adivinación por las serpientes, ofiomancia, pero en cambio, en las Escrituras nunca se usa en ese sentido. Así se le llama a la adivinación de Balaam por medio de sacrificios de animales (Núm. 24,1) y también el de José (Gén.44,5.15), que sigue siendo una cuestión controvertida, a pesar de la solución triunfal de Calmet (Dict. Of the Bible, III, p. 30), salvo que se acepte la explicación razonable de Grocio (Hummelauer, Com. In Gen. p. 561).
  • Mekashsheph (MKSHPH) es el mago (Vulg., maleficus) en Éxodo 7,11, y el hechicero en Deut. 18,10, que no sólo busca los secretos del futuro, sino que obra prodigios. San Pablo menciona a dos de sus líderes, Jannés y Mambrés (2 Tim. 3,8), y sus modos son llamados hechicerías (Vulg., veneficia) en 2 Rey. 9,22 y (Vulg., maleficia) Miqueas 5,11.
  • La palabra ’obh (AUB) significa el espíritu llamado y la persona que lo llama, el nigromante. En Deut. 18,11 se expresa por “buscar la verdad de entre los muertos” (el caso más conocido es el de la bruja de Endor) y en otros lugares por pitón (Is. 8,19) ( B.J. nigromante), espíritus adivinadores (I Sam. 28,7). La Versión de los Setenta traduce las palabras por “ventrílocuo” porque cuando los nigromantes fallaban o deseaban engañar a la gente murmuraban como si los espíritus hablaran desde debajo de la tierra, que recuerda los “chillidos y farfulleos” de Shakespeare. (Cf. Is. 29,4.). ’obh significa una botella de agua o una bolsa de cuero para agua; el uso de la palabra aquí puede provenir de que el adivinador contenía el espíritu o era inflado por él.
  • El Yidde `onim (YD`NYM) eran adivinos que encontramos por lo general relacionados con nigromantes, y los dos términos quizás son prácticamente sinónimos (I Sam. 28,3; 2 Rey. 21,6, etc.).
  • La adivinación por Me`onen (M`UNN) incluyó al parecer muchos métodos: la adivinación por palabras al azar, como cuando el criado de Abraham buscaba una esposa para Isaac (Gén. 24,14; 1 Sam. 14,9; 1 Rey. 20,33); augurios (Is. 11,6); observadores de los sueños (Deut. 18,10), etc. También había formas por encantamiento de serpientes (Jer. 8,17), la astrología (Is. 47,13), y por consulta al efod (1 Sam. 23,9).

En el Nuevo Testamento no se menciona específicamente a los adivinos excepto en Hch. 16,16, respecto a la niña que tenía un espíritu pitón, pero es del todo probable que Simón el Mago (Hch. 8,9), Elimas (Hch. 13,6) y otros (2 Tim. 3,13), incluidos los poseedores de los libros mágicos quemados en Éfeso (Hch. 19,19), practicaban la adivinación y que está incluida en las maravillas por las cuales el Anticristo seducirá a muchos ( Apoc. 19,20). La nueva ley prohíbe toda adivinación, ya que, colocada en un plano más alto que bajo la antigua ley, se nos enseña a no preocuparnos por el mañana ( Mt. 6,34), sino a confiar en Él plenamente, quien tiene contados hasta los cabellos de nuestra cabeza (Mt. 10,30). En la adivinación, aparte del fraude del Padre de la Mentira, había mucho fraude humano y engaño sin fin; las predicciones fueron en general tan vagas e inútiles como la práctica moderna de decir la buenaventura, y el resultado general de entonces, al igual que ahora, favorecía el vicio y hería la virtud. (Véase astrología).

Fuente: Graham, Edward. “Divination.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909.
http://www.newadvent.org/cathen/05048b.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina

Fuente: Enciclopedia Católica