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ADOPCIONISMO

ADOPCIONISMO

Forma primitiva de cristologí­a. Debe distinguirse del ® ADOPCIANISMO pese a elementos comunes. El adopcionismo pudo ser la forma de entender la relación Cristo-Dios entre algunos judeocristianos que consideraban a Jesús como un hombre al que el Padre hizo «Señor» y «Dios», con lo que intentaban mantenerse dentro de la ortodoxia judí­a. Los ® EBIONITAS fueron uno de los primeros grupos adopcionistas.
Debe distinguirse entre estos adopcionistas y otras interpretaciones similares que algunos eruditos modernos atribuyen a los nestorianos y antioqueños, y a teólogos como Pablo de Samosata, Teodoro de Mopsuestia y Hermas; todo lo cual es discutible.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

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Herejí­a de los primeros tiempos cristianos que identificaba a Jesús como «hijo adoptivo», no «hijo natural», de Dios.

En el fondo era una reticencia a sumir que Jesús era el Verbo divino encarnado. Los adopcionistas le proclamaban simple hombre, en el cual se habí­a aposentado la divinidad. Era hombre adoptado como hijo, no hijo real de su misma naturaleza. Implicaba un rechazo de la unión hipostática o personal.

Fue rechazado por el Papa Adriano I (772-795) en su carta «Institutio universali», del 785, dirigida a los Obispos de España, por otra, «Si tamen licet», del 793, y luego por los Concilios de Francfort del 794, y de Friul del 796. (Denz. 299, 309, 311 y 314). (Ver Jesús; ver Encarnación; ver Divinidad)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

La herejí­a trinitaria monarquiana (o monarquianismo), que se difundió en los ss. II y III y que consistí­a en negar a las tres pérsonas divinas una existencia propia y distinta en aras de un monoteí­smo radical, tiene sus orí­genes en el judeocristianismo heterodoxo. Este error doctrinal tuvo una doble conformación: modalista (Dios se manifiesta de tres †œmodos† diversos) y adopcionista. Según el monarquianismo adopcionista o adopcionismo, Cristo serí­a -según las diversas orientaciones- un ángel o un simple hombre, adoptado por Dios y elevado al rango de Hijo de Dios en el bautismo, o bien – según otros – en la resurrección. La versión más antigua del adopcionismo parece ser la que se expresa en la Engelchristologie (ángel adoptado por Dios como Cristo, Hijo de Dios).

La otra forma de adopcionismo, que consiste en la adopción libre por parte de Dios de un simple hombre, encontró un promotor en Teodoto de Bizancio, llamado «el curtidor de cuero†, que a finales del s. II difundió esta doctrina en Roma. Según escribe Hipólito sobre el pensamiento de Teodoto: «Jesús es un hombre, nacido de una virgen por designio del Padre, que vivió como todos los hombres y fue sumamente temeroso de Dios; más tarde, en el bautismo, lo asumió Cristo bajando de lo alto en forma de paloma; por eso los poderes no habí­an actuado en él hasta que el Espí­ritu – que Teodoto llama Cristo – descendió y se manifestó en él. Algunos no quieren admitir que se hiciera Dios a través de la bajada del Espí­ritu, mientras que otros lo admiten después de la resurrección de entre los muertos† (Elenchus, VII, 35).

Teodoto fue excomulgado por el papa Ví­ctor (186-198). Pero el grupo que se le habí­a juntado siguió difundiendo el pensamiento adopcionista, sobre todo por obra de otro Teodoto llamado «el banquero†, Asclepiodoto y Artemón o Artemas. En tiempos de este último, a mediados del s. III, el adopcionismo empezó a arrogarse ciertos orí­genes «apostólicos†. que refutó fácilmente Hipólito (Contra Artemonem, seu parvus labyrinthuS, en Eusebio, Hist. ecl., 7, 27-30).

Aparecieron otras formas posteriores de adopcionismo en Pablo de Samosata (por el 260-270), en Fotino de Sirmio (mitad del s. 1V) y en Marcelo, obispo de Ancira (t por el 375), cuyo monarquianismo adopcionista se adaptó a las exigencias de la controversia arriana.

L. Padovese

Bibl.: J N. D. Kelly Earlv Christian Doctrines, Londres 1958, 115-1’19.158-160; M. Simonetti, Adopcionistas, en DPAC, 1, 31; A. Orbe, Introducción a la teologí­a de loS 55. II y III, Sí­gueme, Salamanca 1988.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

El adopcionismo fue uno de los errores cristológicos que se levantaron en la última parte del segundo siglo. Según este punto de vista, Cristo fue originalmente un hombre que, por un decreto especial de Dios, nació de una virgen y que, habiendo sido probado del todo, recibió poderes sobrenaturales que el Espíritu Santo le comunicó en su bautismo. A causa de su carácter sin mácula y sus hechos notables, le fue dado como recompensa el ser levantado de los muertos y adoptado a la esfera de la deidad. De esta forma, él fue un hombre que llegó a ser Dios.

Esta doctrina fue un tosco intento para explicar las dos naturalezas de Cristo a aquellos que del paganismo ingresaban a la iglesia cristiana. Esta doctrina trataba de hacer espacio tanto para la carrera humana de Cristo como para los poderes milagrosos y los atributos divinos que el NT le atribuía. La tendencia de esta posición estaba dirigida hacia el nestorianismo, el cual también enseñaba una separación anormal entre la naturaleza divina y humana en Cristo.

El más sobresaliente defensor del adopcionismo en la antigua iglesia fue Teodoto de Bizancio, aunque parece que la doctrina estaba centrada en Roma. Teodoto fue excomulgado por el Papa Víctor (190–198 d.C.), y el adopcionismo fue condenado como una herejía. Más tarde revivió en España casi al finalizar el siglo octavo, y esa vez se propuso la intención de hacer más aceptable la doctrina de Cristo a los mahometanos, quienes hacían un fuerte énfasis en la unidad de Dios. Pero fue condenado de nuevo en Roma en el 800 d.C., después de lo cual desapareció gradualmente.

BIBLIOGRAFÍA

A.E.J. Rawlinson, The New Testament Doctrine of Christ, pp. 265–269; CDE.

Loraine Boettner

CDE Century Dictionary and Encyclopaedia

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (13). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

En un sentido amplio, el Adopcionismo es una teoría cristológica según la cual Cristo, como hombre, es el hijo adoptivo de Dios y el significado preciso de la palabra varía con los sucesivos estadios y defensores de la teoría. Sintéticamente, hay (1) el Adopcionismo de Elipando y Félix del siglo octavo, (2) el Neo-adopcionismo de Aberlardo en el siglo trece y (3) el adopcionismo de algunos teólogos del siglo catorce en adelante

(1) Adopcionismo de Elipando y Félix en el siglo octavo.

Este es el adopcionismo original y afirma una doble cualidad de hijo en Cristo: una por generación y naturaleza y la otra por adopción y gracia. Cristo como Dios, es desde luego el Hijo de Dios por generación y naturaleza, pero Cristo como hombre es Hijo de Dios sólo por adopción y gracia. De ahí que «Cristo el hombre» es el hijo adoptivo y no natural de Dios. Esta es la teoría defendida a finales del siglo octavo por Elipando, arzobispo de Toledo, que entonces estaba bajo dominio mahometano y por Félix, obispo de Urgel, entonces bajo dominio franco.

El origen de este Hispanicus error, como se le llamó, es oscuro. El nestorianismo había sido decididamente una herejía oriental y sorprende ver un brote en la parte más alejada de la Iglesia occidental y tanto tiempo después de que la herejía paterna había sido ya enterrada en su país natal, aunque conviene notar que el adopcionismo comenzó en la parte de España donde el islamismo dominaba y donde la colonia nestoriana había encontrado refugio durante años La influencia combinada de Nestorianismo e Islamismo había sin duda adormecido el sentido católico de Elipando. Entonces aparece un tal Migetius, predicando una laxa doctrina que defendía, entre otros errores, que la segunda persona de la Santísima Trinidad no existía antes de la Encarnación. Para mejor combatir este error, Elipando trazó una línea tajante entre Jesús como Dios y Jesús como hombre, siendo el primero el natural y el segundo meramente hijo adoptivo de Dios. Este rebrote de Nestorianismo levantó una tormenta de protestas entre los católicos, dirigidos por Beato, abad de Liébana y por Eterio, obispo de Osma. Para mantener su posición, Elipando logró atraerse a Félix de Urgel, conocido por su sapiencia y versatilidad de mente que entró sin pensárselo dos veces en la controversia, demostrando ser un fuerte aliado de Elipando y hasta el líder del nuevo movimiento que se llamó «Haeresis Feliciana». Mientras Elipando ponía su indomable voluntad al servicio del Adopcionismo, Félix ponía su ciencia y su fe púnica. Citaba innumerables textos de la escritura. Encontraba en la literatura patrística y la liturgia mozárabe expresiones tales como adoptio, homo adoptivus, ouios thetos, aplicados supuestamente a la Encarnación de Jesucristo.

No rechazaba la ayuda de dialécticos subrayando con sutileza que el epíteto “Hijo Natural de Dios” no se podía predicar del hombre Jesús, que fue concebido por generación temporal, que era inferior al Padre, que no estaba especialmente relacionado no especialmente con el padre sino con la Trinidad y las relaciones hubieran permanecido inalteradas si el Padre o el Espíritu Santo se hubieran encarnado en vez de el Hijo. La obstinación de Elipando y la adaptabilidad de Félix fueron apenas la causa parcial del éxito temporal del Adopcionismo. Si ese fruto del Nestorianismo tuvo influencia en España durante casi dos décadas y hasta comenzó a extenderse por el sur de Francia, se debe al Islam que anuló completamente el control de Roma sobre la mayor parte de España y a que Carlomagno adoptó una postura excesivamente conciliadora, a pesar de su total lealtad a la fe romana, pero que no podía enajenar políticamente provincias compradas a tan alto precio.

De los dos heresiarcas, Elipando murió en el error y Félix, tras muchas retractaciones poco sinceras fue colocado bajo la vigilancia de Leidrad de Lyon y acabó dando señales de una conversión genuina. Su muerte hubiera pasado como la de un arrepentido si Agobar, el sucesor de Leidrad no hubiera encontrado entre sus papeles una retractación definitiva de todos sus anteriores retractaciones. El Adopcionismo no sobrevivió mucho tiempo a sus autores. Lo que Carlomagno no pudo por la diplomacia ni por los sínodos (Narbona 788; Ratisbona 792; Frankfort, 794; Aix-la-Chapelle, 799) lo consiguió gracias a los servicios de misioneros como S. Benito de Aniano que informó hacia el 800 de la conversión de 20.000 clérigos y laicos; y gracias a sabios como Alcuino, cuyos tratados «Adv. Elipandum Toletanum» y «Contra Felicem Urgellensem» darán para siempre crédito al conocimiento cristiano.

La condena oficial del Adopcionismo se encuentra (1) en las dos cartas del papa Adriano , una a los obispos de España, 785, y la otra a Carlomagno, 794; (2) en los decretos del concilio de Frankfort (794) reunido por Carlomagno, ciertamente, pero “con la completa aprobación apostólica” y presidido por el legado de Roma, por lo que es un synodus universalis, según las expresiones de los cronistas contemporáneos.

En esos documentos se afirma claramente la filiación divina natural de Jesús también como hombre y su filiación adoptiva, al menos en lo que excluye la natural, es rechazada como herética. Algunos escritores, principalmente protestantes, han tratado de borrar del Adopcionismo toda mancha de la herejía nestoriana, pero no parece que hayan entendido el significado de la definición de la Iglesia, puesto que la cualidad de hijo es un atributo de la persona y no de la naturaleza, concebir dos hijos es concebir dos personas en Cristo, el mismo error del Nestorianismo. Alcuino expresa la mente de la Iglesia exactamente al decir:”De la misma manera que la impiedad nestoriana dividió a Cristo en dos personas por razón de las dos naturalezas, así vuestra ignorante temeridad Lo dividió en dos hijos, uno natural y otro adoptivo” (Contra Felicem, I, P. L. CI, Col. 136).

Con respecto a los argumentos aducidos por Félix en apoyo de su teoría, debe notarse, brevemente que (1) textos de la Escritura como Juan, xiv, 28, fueron ya explicados en tiempos de la controversia arriana y otros como Rom., viii, 29 se refieren a nuestra adopción no a la de Jesús. En ninguna parte de la Biblia se dice de Cristo “hijo adoptado de Dios”; más aún, la Escritura atribuye el hombre Cristo todos los predicados que pertenecen al Hijo Eterno (cf. Juan 1:18; 3:16; Rom. 8:32). (2) La expresión adoptare, adoptio, usada por algunos Padres tiene como objeto la humanidad sagrada, no la `persona de Cristo; la naturaleza humana, no Cristo, se dice que ha sido adoptada o asumida por el Verbo. Las expresiones concretas del Misal Mozárabe, Homo adoptatus, o la de algunos Padres Griegos ouios thetos, o no se aplica a Cristo o es un ejemplo del uso no infrecuente en los primeros años de lo concreto por lo abstracto. (3) los argumentos dialécticos de Félix dejan de tener significado en el momento que se entiende claramente que, como dice Sto. Tomás, “la filiación propiamente pertenece a la persona”. Cristo, Hijo de Dios, por su generación eterna, permanece Hijo de Dios, aún después de que el Verbo ha asumido y ha unido sustancialmente a Si mismo la sagrada Humanidad; la Encarnación no quita de Filiación de la misma manera que no lo hace de la personalidad eterna del Verbo (ver NESTORIANISMO)

2) Neo-Adopcionismo de Abelardo en el siglo doce

La herejía española dejó poco rastro en la Edad Media. Es dudoso que los errores cristológicos de Abelardo puedan remontarse ella. Parecen más la consecuencia lógica de una construcción equivocada sobre la unión hipostática. Abelardo comenzó a cuestionar la verdad de tales expresiones como “Cristo es Dios”, “Cristo es hombre”. Detrás de lo que parecería ser una mera logomaquia hay realmente, en la mente de Abelardo, un error fundamental. El entendía la unión hipostática como la fusión de dos naturalezas, la divina y la humana. Y para que esa fusión no se convirtiera en confusión hizo de la sagrada Humanidad el hábito externo e instrumento del Verbo y así negó la realidad sustancial del “hombre Cristo” –«Christus ut homo non est aliquid sed dici potest alicuius modi.» Es evidente que en semejante teoría el hombre Cristo no podía ser llamado el verdadero Hijo de Dios. ¿Era un hijo adoptivo de Dios? Personalmente rechazaba toda relación con los Adopcionistas, de la misma manera que ellos rechazaban la idea misma de su afiliación a la herejía nestoriana. Pero una vez que la teoría de Abelardo se extendió más allá de Francia, a Italia, Alemania y hasta Oriente, los discípulos eran menos cautelosos que su maestro. Luitolph defendía en Roma que la siguiente proposición: “Cristo, como hombre, es el hijo natural de hombre e hijo adoptivo de Dios”; y Folmar, en Alemania, llevó su errónea postura hasta las consecuencias más extremas negando a Cristo como hombre el derecho de adoración. El Neo-adopcionismo de Abelardo fue condenado, al menos en sus principios más fundamentales, por Alejandro III en un documento de 1177: “Prohibimos bajo pena de anatema que nadie en el futuro se atreva a afirmar que Cristo como hombre no es una realidad sustancial (non esse aliquid) porque como es verdaderamente Dios, así es verdaderamente hombre”. La refutación de esta nueva forma de Puesto que el Adopcionismo descansa completamente en la interpretación de la unión hipostática, se encontrará en el tratamiento de esa palabra ( Ver UNION HIPOSTATICA)

(3) Adopcionismo cualificado de teólogos posteriores

Las formulas “hijo natural de Dios”, hijo adoptado de Dios” fueron de Nuevo sometidas un detenido examen por teólogos como Duns Scotus (1300); Durando de S. Porciano (1320); Vázquez (1604); Francisco Suárez (1617). Tofos ellos admitían la doctrina de Frankfort y confesaban que Jesús como hombre era el hijo natural y no meramente adoptivo de Dios. Pero además de esa filiación natural que se apoya en la unión hipostática, pensaron que había espacio para una segunda filiación, apoyada en la gracia, la gracia de la unión (gratia unionis). No estaban de acuerdo, sin embargo en calificar esa segunda filiación. Algunos la llaman adoptiva, por su analogía con nuestra adopción sobrenatural. Otros, temiendo que las implicaciones de la palabra adopción hicieran a Jesús algo extraño y distinto a Dios preferían llamarla natural. Ninguna de estas teorías va contraen dogma definido y sin embargo puesto que la filiación es un atributo de la persona hay peligro de multiplicar las personas multiplicando las filiaciones de Cristo.

Una segunda filiación natural no es inteligible. Una segunda filiación adoptiva no evita suficientemente la connotación de adopción como se definió en el Concilio de Frankfort. “llamamos adoptivo a aquel que es extraño al adoptador”. El error común de estas nuevas teorías, error ya cometido por los antiguos Adopcionistas y por Abelardo está en la suposición de que la gracia de la unión en Cristo, no siendo menos fructífera que la gracia habitual en el hombre, debería tener un efecto similar, i.e., filiación. No es menos fructífero y sin embargo no puede tener el mismo efecto en El que en nosotros, porque a El se le dijo: “Tu eres mi Hijo, hoy te he engendrado” (Hebreos 1:5); y a nosotros: “Estabais lejos” (Efesios 2:13).

J.F. Sollier.

Transcrito por Bob Knippenberg.

Traducido por Pedro Royo

The Catholic Encyclopedia, Volume I. Published 1907. New York: Robert Appleton Company. Nihil Obstat, March 1, 1907. Remy Lafort, S.T.D., Censor. Imprimatur. +John Cardinal Farley, Archbishop of New York
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Fuente: Enciclopedia Católica