latín adventus, llegada. Tiempo de preparación para la Navidad, establecido por la Iglesia católica en su liturgia, para la llegada Jesucristo. También se refiere a la parusía o segunda venida de Jesucristo.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
Tiempo de cuatro semanas, antes de Navidad, para prepararse para la venida de Cristo a Belén y a nuestros corazones.
(Tiempo litúrgico).
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
http://biblia.com/diccionario/
Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
[243][484]
Tiempo litúrgico de preparación a la Navidad o venida de Jesús. Recoge los sentimientos de la Iglesia, cuando piensa en la esperanza del Redentor y cuando recuerda los largos siglos que precedieron a su venida a la tierra.
Surgió históricamente hacia el siglo IV en las iglesias de La Galia y de España, cuando la celebración de la Navidad se situó en la fiesta romana del solisticio de invierno, el 24-25 de Diciembre. En los primeros momentos se hacía referencia a la preparación de la venida o manifestación del Señor, es decir a la Epifanía, que se celebraba el 6 de Enero. En Oriente siguió la costumbre del 6 ó 7 de Enero. En Roma se desplazó al 25 de Diciembre y por influencia romana se extendió por Occidente.
Hacia el 360, S. Hilario de Poitiers hablaba ya de la «necesidad de prepararse a la venida del Señor con una semana de oración y penitencia y por lo tanto que el 17 de Diciembre comenzaba esa preparación.»
El Concilio de Zaragoza, del año 380, en su canon 4, decretó que fueran 21 días la duración de esa preparación para la llegada de Jesús o «adventus Domini». En Roma ya aparece en documentos del siglo VI la práctica del adviento.
En el siglo VII en toda La Galia, España y en Italia, se conocía el «adviento de 40 días», a semejanza de la cuaresma preparatoria de la Pascua.
Su espíritu está centrado en la esperanza profética que anunciaba y esperaba la llegada del Salvador. La liturgia se desenvuelve en plegarias, en reflexiones y el recuerdo de las profecías mesiánicas. Es tiempo de esperanza y de alegría contenida, de fe y de gozo. Es tiempo de profetas y de anuncios. Se presta magníficamente para una sólida catequesis sobre las profecías. Por eso la catequesis del Adviento tiene especial importancia en la ascesis y en la tradición de la Iglesia.
En las lecturas litúrgicas desfilan los profetas más mesiánicos: Isaías, Jeremías, Oseas, Miqueas… Se entonan las antífonas e himnos que anuncian salvación. Y se recuerdan también las grandes figuras neotestamentarias, las cuales se presentan expectantes ante la inminente figura de Jesús: María, Juan el Bautista, Simeón, Ana la profetisa.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
El tiempo litúrgico del adviento
«Adviento» (venida) es el tiempo litúrgico anterior a Navidad, para preparar la venida del Señor. Es el tiempo con que se inicia el año litúrgico. La «memoria» litúrgica indica que el misterio de Cristo acontece en el plano de la gracia. En realidad, en el mundo es siempre «adviento», en cuanto que Jesús resucitado viene todos los días para preparar su venida definitiva o escatológica al final de los tiempos (cfr. Apoc 1,8; 3,11.20). Adviento forma una unidad con la Navidad y la Epifanía del Señor.
Durante el tiempo litúrgico de adviento, se recuerdan y viven las tres venidas de Cristo su primera venida por la Encarnación y nacimiento, su venida actual y la venida definitiva al final de la historia (cfr. Apoc 22,17). La actitud personal y comunitaria respecto a esta triple venida es la que corresponde a la «esperanza» cristiana confianza, deseo, preparación. Es, pues, una espera gozosa y, en cierto modo, «penitencial» (preparando los caminos del Señor).
Textos litúrgicos del adviento
Los textos litúrgicos recuerdan la necesidad de «preparar los caminos», purificándose y cambiando las actitudes, para «revestirse de Cristo» (Gal 3,27; Rom 13,14). Es «tiempo de despertarse del sueño, porque nuestra salvación está cerca» (Rom 13,11). Esos textos contienen, pues, una rica catequesis del adviento las promesas mesiánicas (paz, justicia, relación fraterna, un mundo nuevo); Israel como tipo de la peregrinación hacia el Mesías; la «aparición de la bondad de Dios y su amor a los hombres» en Cristo su Hijo (Tit 3,4; cfr. 2,11); la actitud cristiana de espera atenta, vigilancia, fideli¬dad al Espíritu Santo, atención a los signos de los tiempos, tensión entre la presencia y el «todavía no»; puesta en práctica de los medios necesarios (oración, lectura de la Palabra, limpieza del alma, sacrificio, limosna).
Figuras bíblicas del adviento
Las figuras del adviento personifican sus contenidos Isaías (la espera en las promesas), Gabriel (el anuncio), Juan Bautista (la preparación inmediata), María (que lleva a Jesús en su seno). Toda la Iglesia, esperando la venida del Señor, se hace, como María, Virgen y Madre que escucha, ora y ama. Jesús de Nazaret colma las esperanzas mesiánicas. La fidelidad de Dios a la humanidad hace posible la respuesta del hombre. El «sí» de Dios hace posible el «sí» de la Iglesia (Alianza). María es ahora el Tipo de la espera eclesial «Los fieles que viven con la liturgia el espíritu del Adviento, al considerar el inefable amor con que la Virgen Madre esperó al Hijo, se sentirán animados a tomarla como modelo y a prepa-rarse vigilantes en la oración y jubilosos en la alabanza, para salir al encuentro del Salvador que viene» (Marialis cultus, 4).
Dimensión misionera del adviento
Viviendo el tiempo de adviento, la comunidad se siente invitada y urgida a la misión de anunciar a Cristo Salvador. Viviendo esta misión, la Iglesia recupera y transmite el gozo del anuncio de la Buena Nueva «Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor (Lc 2,10-11; cfr. TMA 38).
La Iglesia, recorriendo el camino del adviento, se hace signo de esperanza, como «sacramento universal de salvación» (AG 1 LG 48). En el inicio del tercer milenio del cristianismo, «estamos, en cierto modo, en el tiempo de un nuevo adviento, que es tiempo de espera» (RH 1, 22; EN 82; RMi 92).
Referencias Año litúrgico, Epifanía, escatología, esperanza, gozo, Jubileo, liturgia, memoria cristiana, Navidad, salvación, tercer milenio.
Lectura de documentos LG 48; SC 102-103; GS 22, 39, 45; CEC 524.
Bibliografía K. BARTH, Adviento (Madrid, Ed. Estudio, 1970); A. BERGAMINI, Adviento, en Nuevo Diccionario de Liturgia (Madrid, Paulinas, 1987) 50-53; TH. MAERTENS, J. FRISQUE, Nueva guía de la asamblea cristiana (Madrid 1969) 1; A. NOCENT, Celebrar a Jesucristo (Santander, Sal Terrae, 1979), 1 (Introducción y adviento); V. RYAN, Adviento-Epifanía (Madrid, Paulinas, 1986); P. TENA, Pastoral de Adviento, Navidad y Epifanía (Barcelona, Estela, 1964).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
SUMARIO: I. Historia y significado del adviento – II. Estructura litúrgica del adviento en el misal de Pablo VI – III. Teología del adviento – IV. Espiritualidad del adviento – V. Pastoral del adviento.
I. Historia y significado del adviento [ ->Año litúrgico, II]
Son dudosos los verdaderos orígenes del adviento y escasos los conocimientos sobre el mismo. Habrá que distinguir entre elementos relativos a prácticas ascéticas y otros de carácter propiamente litúrgico; entre un adviento como preparación para la navidad y otro que celebra la venida gloriosa de Cristo (adviento escatológico). El adviento es un tiempo litúrgico típico de Occidente; Oriente cuenta sólo con una corta preparación de algunos días para la navidad.
Los datos sobre el adviento se remontan al s. IV, caracterizándose este tiempo tanto por su sentido escatológico como por ser preparación a la navidad; como consecuencia, se ha discutido no poco sobre el significado originario del adviento: unos han optado por la tesis del adviento orientado a la navidad y otros por la tesis del adviento escatológico. La reforma litúrgica del Vat. II intencionadamente ha querido salvar uno y otro carácter: el de preparación para la navidad y el de espera de la segunda venida de Cristo (cf Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario [texto en la edición oficial del Misal Romano Castellano] n. 39).
II. Estructura litúrgica del adviento en el Misal de Pablo VI
El adviento consta de cuatro domingos (en la liturgia ->ambrosiana, en cambio, de seis). Aun manteniendo su unidad, como lo prueban los textos litúrgicos y sobre todo la casi diaria lectura del profeta Isaías, este tiempo está prácticamente integrado por dos períodos: 1) desde el primer domingo de adviento hasta el 16 de diciembre se resalta más el aspecto escatológico, orientando el espíritu hacia la espera de la gloriosa venida de Cristo; 2) del 17 al 24 de diciembre, tanto en la misa como en la ->liturgia de las horas, todos los textos se orientan más directamente a preparar la navidad. Los dos prefacios de adviento expresan acertadamente las características de una y otra fase. En este tiempo litúrgico destacan de modo característico tres figuras bíblicas: el profeta Isaías, Juan Bautista y ->María.
Una antiquísima y universal tradición ha asignado al adviento la lectura del profeta Isaías, ya que en él, más que en los restantes profetas, resuena el eco de la gran esperanza que confortara al pueblo elegido durante los difíciles y trascendentales siglos de su historia. Durante el adviento se proclaman las páginas más significativas del libro de Isaías, que constituyen un anuncio de esperanza perenne para los hombres de todos los tiempos.
Juan Bautista es el último de los profetas, resumiendo en su persona y en su palabra toda la historia anterior en el momento en que ésta alcanza su cumplimiento. Encarna perfectamente el espíritu del adviento. El es el signo de la intervención de Dios en su pueblo; como precursor del Mesías tiene la misión de preparar los caminos del Señor (cf ls 40,3), de anunciar a Israel el «conocimiento de la salvación» (cf Luc 1:77-78) y, sobre todo, de señalar a Cristo ya presente en medio de su pueblo (cf Jua 1:29-34).
El adviento, finalmente, es eltiempo litúrgico en el que (a diferencia de los restantes, en los que por desgracia está ausente) se pone felizmente de relieve la relación y cooperación de María en el misterio de la redención. Ello brota como desde dentro de la celebración misma y no por superposición ni por añadidura devocional. Con todo, no sería acertado llamar al adviento el mejor mes mariano, ya que este tiempo litúrgico es por esencia celebración del misterio de la venida del Señor, misterio al que está especialmente vinculada la cooperación de María.
La solemnidad de la Inmaculada Concepción, celebrada al comienzo del adviento (8 diciembre), no es un paréntesis o una ruptura de la unidad de este tiempo litúrgico, sino parte del misterio. María inmaculada es el prototipo de la humanidad redimida, el fruto más espléndido de la venida redentora de Cristo. Ella, como canta el prefacio de la solemnidad, quiso Dios que «fuese… comienzo e imagen de la iglesia, esposa de Cristo llena de juventud y de limpia hermosura».
III. Teología del adviento
El adviento encierra un rico contenido teológico; considera, efectivamente, todo el misterio desde la entrada del Señor en la historia hasta su final. Los diferentes aspectos del misterio se remiten unos a otros y se fusionan en una admirable unidad.
El adviento evoca ante todo la dimensión histórico-sacramental de la salvación [->Historia de la salvación]. El Dios del adviento es el Dios de la historia, el Dios que vino en plenitud para salvar al hombre en Jesús de Nazaret, en quien se revela el rostro del Padre (cf Jua 14:9). La dimensión histórica de la revelación recuerda la concretez de la plena salvación del hombre, de todo el hombre, de todos los hombres y, por tanto, la relación intrínseca entre ->evangelización y ->promoción humana.
El adviento es el tiempo litúrgico en el que se evidencia con fuerza la dimensión escatológica [ ->Escatología] del misterio cristiano. Dios nos ha destinado a la salvación (cf 1Ts 5:9), si bien se trata de una herencia que se revelará sólo al final de los tiempos (cf 1Pe 1:5). La historia es el lugar donde se actúan las promesas de Dios y está orientada hacia el día del Señor (cf 1Co 1:8; 1Co 5:5). Cristo vino en nuestra carne, se manifestó y reveló resucitado después de la muerte a los apóstoles y a los testigos escogidos por Dios (cf Heb 10:40-42) y aparecerá gloriosamente al final de los tiempos (Heb 1:11). Durante su peregrinación terrena, la iglesia vive incesantemente la tensión del ya sí de la salvación plenamente cumplida en Cristo y el todavía no de su actuación en nosotros y de su total manifestación con el retorno glorioso del Señor como juez y como salvador.
El adviento, finalmente, revelándonos las verdaderas, profundas y misteriosas dimensiones de la venida de Dios, nos recuerda al mismo tiempo el compromiso misionero de la iglesia y de todo cristiano por el advenimiento del reino de Dios. La misión de la iglesia de anunciar el evangelio a todas las gentes se funda esencialmente en el misterio de la venida de Cristo, enviado por el Padre, y en la venida del Espíritu Santo, enviado del Padre y del (o por el) Hijo.
IV. Espiritualidad del adviento
Con la liturgia del adviento, la comunidad cristiana está llamada avivir determinadas actitudes esenciales a la expresión evangélica de la vida: la vigilante y gozosa espera, la esperanza, la conversión.
La actitud de espera caracteriza a la iglesia y al cristiano, ya que el Dios de la revelación es el Dios de la promesa, que en Cristo ha mostrado su absoluta fidelidad al hombre (cf 2Co 1:20). Durante el adviento la iglesia no se pone al lado de los hebreos que esperaban al Mesías prometido, sino que vive la espera de Israel en niveles de realidad y de definitiva manifestación de esta realidad, que es Cristo. Ahora vemos «como en un espejo», pero llegará el día en que «veremos cara a cara» (1Co 13:12). La iglesia vive esta espera en actitud vigilante y gozosa. Por eso clama: «Maranatha: Ven, Señor Jesús» (Apo 22:17.20).
El adviento celebra, pues, al «Dios de la esperanza» (Rom 15:13) y vive la gozosa esperanza (cf Rom 8:24-25). El cántico que desde el primer domingo caracteriza al adviento es el del salmo 24: «A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío: no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos; pues los que esperan en ti no quedan defraudados».
Entrando en la historia, Dios interpela al hombre. La venida de Dios en Cristo exige conversión continua; la novedad del evangelio es una luz que reclama un pronto y decidido despertar del sueño (cf Rom 13:11-14). El tiempo de adviento, sobre todo a través de la predicación del Bautista, es una llamada a la conversión en orden a preparar los caminos del Señor y acoger al Señor que viene. El adviento, enseña a vivir esa actitud de los pobres de Yavé, de los mansos, los humildes, los disponibles, a quienes Jesús proclamó bienaventurados (cf Mat 5:3-12).
V. Pastoral del adviento
Sabiendo que, en nuestra sociedad industrial y consumista, este período coincide con el lanzamiento comercial de la campaña navideña, la pastoral del adviento debe por ello comprometerse a transmitir los valores y actitudes que mejor expresan la visión escatológica y trascendente de la vida. El adviento, con su mensaje de espera y esperanza en la venida del Señor, debe mover a las comunidades cristianas y a los fieles a afirmarse como signo alternativo de una sociedad en la que las áreas de la desesperación parecen más extensas que las del hambre y del subdesarrollo. La auténtica toma de conciencia de la dimensión escatológico-trascendente de la vida cristiana no debe mermar, sino incrementar, el compromiso de redimir la historia y de preparar, mediante el servicio a los hombres sobre la tierra, algo así como la materia para el reino de los cielos. En efecto, Cristo con el poder de su Espíritu actúa en el corazón de los hombres no sólo para despertar el anhelo del mundo futuro, sino también para inspirar, purificar y robustecer el compromiso, a fin de hacer más humana la vida terrena (cf GS 38). Si la pastoral se deja guiar e iluminar por estas profundas y estimulantes perspectivas teológicas, encontrará en la liturgia del tiempo de adviento un medio y una oportunidad para crear cristianos y comunidades que sepan ser alma del mundo.
[ ->Año litúrgico; ->Tiempo y liturgia].
A. Bergamini
BIBLIOGRAFIA: AA.VV., Tiempo de Adviento, en Asambleas del Señor 2, Marova, Madrid 1965; AA.VV., Adviento, Dossiers del CPL 2, Barcelona 1978; Barth K., Adviento, Ed. Estudio, Madrid 1970; Farnes P., Las lecturas bíblicas en Adviento, en «Oración de las Horas» 12 (1983) 325-331; Ferro Calvo M., La celebración de la venida del Señor en el oficio hispánico, Instituto S. de Pastoral, Madrid 1972; González R., El Adviento en Galicia, en «Phase» 113 (1979) 377-385; Maertens Th., Pastoral litúrgica de Adviento y Cuaresma, Marova, Madrid 1965; Nocent A., Contemplar su gloria: ‘Adviento, Navidad. Epifanía, Estela, Barcelona 1963; Celebrar a Jesucristo, 1. Introducción. Adviento, Sal Terrae, Santander 1979; Raquez O., Preparación para la fiesta de Navidad en la Liturgia Bizantina, en Asambleas del Señor 8, Marova, Madrid 1965, 7-20; Roche A., Adviento, Navidad, Epifanía. Esperanza y vigilancia, en «Phase» 48 (1968) 543-554; Ruiz de la Peña J.L., Tiempo de Adviento, tiempo de esperanza, en «Phase» 136 (1983), 291-298; Tena P., Pastoral de Adviento, Navidad y Epifanía, Estela, Barcelona 1964; El leccionario ferial de Adviento, en «Phase» 113 (1979), 387-395. ‘
D. Sartore – A, M. Triacca (eds.), Nuevo Diccionario de Liturgia, San Pablo, Madrid 1987
Fuente: Nuevo Diccionario de Liturgia
(Latin ad-venio, venir, llegar)
Conforme al uso actual, el Adviento es un tiempo litúrgico que comienza en el [domingo]] más cercano a la fiesta de San Andrés Apóstol (30 de noviembre) y abarca cuatro domingos. El primer domingo puede ser tan temprano como el 27 de noviembre, y entonces el Adviento tiene veintiocho días, o retrasarse hasta el 3 de diciembre, teniendo solo veintiún días.
El año eclesiástico comienza con el Adviento en las Iglesias Occidentales. Durante este tiempo se exhorta a los fieles
- a prepararse dignamente para celebrar el aniversario de la venida del Señor al mundo como el Dios de amor encarnado,
- de manera que sus almas sean moradas adecuadas al Redentor que viene en la Sagrada Comunión y a través de la gracia, y
- de este modo prepararlos para su venida final como juez, en la muerte y en el fin del mundo.
Contenido
- 1 Simbolismo
- 2 Duración y Ritual
- 3 Origen Histórico
- 4 Enlaces internos
Simbolismo
La Iglesia prepara la liturgia en este tiempo para lograr este fin. En la oración oficial, el Breviario, ella llama a sus ministros; en el invitatorio de maitines a adorar «al Señor, el Rey que vendrá”, “al Señor ya cercano»; «a Aquél cuya gloria contemplaréis mañana”. Como lecturas del primer nocturno ella ordena capítulos del profeta Isaías, que hablan en términos hirientes de la ingratitud de la casa de Israel, los hijos escogidos que han abandonado y olvidado a su Padre; que anuncian al Varón de Dolores herido por los pecados de su pueblo; que describen fielmente la pasión y muerte del Redentor que viene y su gloria final; que anuncia la congregación de los gentiles en torno al Monte Santo. En el segundo Nocturno las lecturas de tres domingos están tomadas de la octava homilía del Papa San León I Magno (440-461) sobre el ayuno y la limosna como preparación para la venida del Señor, y en uno de los domingos (el segundo) del comentario de San Jerónimo sobre Isaías 11,1, en cuyo texto él interpreta a la Santa María Virgen como «el retoño de la raíz de Jesé».
En los himnos de la temporada encontramos alabanzas a la venida de Cristo como Redentor, el Creador del universo, combinadas con súplicas al juez del mundo que viene para protegernos del enemigo. Ideas similares se expresan en las antífonas para el Magníficat en los últimos siete días antes de la víspera de la Navidad. En ellas la Iglesia pide a la Sabiduría Divina que nos muestre el camino de la prudencia; a la Llave de David que nos libre de la cautividad; al Sol Naciente que venga a iluminarnos, pues estamos en tinieblas y sombras de muerte, etc. La Iglesia muestra su intención en la elección de las Epístolas y Evangelios de las Misas. En las Epístolas exhorta al creyente para que, dada la cercanía del Redentor, deje las obras de las tinieblas y se vista con la armadura de la luz; que se conduzca honestamente, como en pleno día, con dignidad, y se revista de Nuestro Señor Jesucristo; ella muestra que las naciones son llamadas a alabar el nombre del Señor; ella los invita a regocijarse en la cercanía del Señor, de manera que la paz de Dios, que sobrepasa todo conocimiento, custodie sus corazones y pensamientos en Cristo Jesús; los exhorta a no juzgar, pues cuando el Señor venga manifestará los secretos escondidos en los corazones. En los Evangelios la Iglesia habla del Señor que viene en su gloria; de Aquél en quien, y a través de quien, se cumplen las profecías; del Guía Eterno en medio de los judíos; de la voz en el desierto, «Preparad el camino del Señor». La Iglesia en su Liturgia nos devuelve en espíritu al tiempo anterior a la Encarnación del Hijo de Dios, como si realmente se fuera a realizar. El Cardenal Wiseman ha dicho:
“No estamos exhortados fríamente a sacar provecho del bendito acontecimiento, sino a suspirar diariamente como nuestros antiguos Padres, «Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo: ábrase la tierra y florezca el Redentor.” Las Colectas en tres de los cuatro domingos de este tiempo empiezan con las palabras, «Señor, muestra tu poder y ven»—como si temiésemos que nuestras iniquidades pudiesen evitar su nacimiento”.
Duración y Ritual
Todos los días del Adviento debe celebrarse el Oficio y Misa del domingo o feria correspondiente, o al menos se debe hacer una conmemoración de los mismos, independientemente de la clase de fiesta celebrada. En el Oficio Divino se omite el Te Deum, el jubiloso himno de alabanza y acción de gracias; en la Misa no se recita el Gloria. Sin embargo, se mantiene el Aleluya. Durante este tiempo no se puede solemnizar el Sacramento del matrimonio (bendición y Misa Nupcial), incluyendo en la prohibición la fiesta de la Epifanía. El sacerdote y los ministros consagrados usan vestiduras color violeta. El diácono y subdiácono en la Misa, en lugar de las dalmáticas usadas normalmente, llevan casullas plegadas. El subdiácono se la quita durante la lectura de la Epístola, y el diácono se la cambia por otra, o por una estola más ancha, puesta sobre el hombro izquierdo entre el canto del Evangelio y la Comunión. Se hace una excepción en el tercer domingo (Domingo de Gaudete), en el que las vestiduras pueden ser de color rosado, o de un violeta intenso; en este domingo los ministros consagrados pueden vestir dalmáticas, que también pueden ser usadas en la vigilia de la Navidad, aunque fuera el cuarto domingo de Adviento. El Papa Inocencio III (1198-1216) estableció que durante el Adviento se usara el color negro, pero el violeta ya estaba en uso para esta temporada a fines del siglo XIII. Binterim dice que había también una ley que ordenaba cubrir las imágenes durante el Adviento. Las flores y las reliquias de los santos no debían colocarse sobre los altares durante el Oficio y las Misas de este tiempo, excepto en el tercer domingo; y la misma prohibición y excepción existía respecto al uso del órgano. La idea popular de que las cuatro semanas de Adviento simbolizan los cuatro mil años de tinieblas en las que el mundo estaba envuelto antes de la venida de Cristo no encuentra confirmación en la Liturgia.
Origen Histórico
No se puede determinar con ningún grado de certeza cuándo se introdujo en la Iglesia por primera vez la celebración del Adviento. La preparación para la fiesta de la Navidad no se celebraba antes que existiera la fiesta misma, y no encontramos evidencia de esto antes del final del siglo IV cuando, según Duchesne (Culto Cristiano, Londres, 1904, 260), se celebraba en toda la Iglesia, por algunos el 25 de diciembre, por otros el 6 de enero. Leemos sobre tal preparación en las Actas de un sínodo efectuado en Zaragoza en el 380, cuyo cuarto canon prescribe que desde el 17 de diciembre hasta la fiesta de la Epifanía no está permitido a nadie ausentarse de la iglesia. Tenemos dos homilías de San Máximo, obispo de Turín (415-466), tituladas «In Adventu Domini», pero él no hace referencia a ningún tiempo especial. El título puede ser la adición de un copista. Existen algunas homilías, probablemente de San Cesáreo, obispo de Arlés (502-542), en las que encontramos mención de una preparación antes de la Navidad; todavía, a juzgar por el contexto, no parece que exista ninguna ley general sobre el asunto. Un sínodo efectuado en Mâcon, en Galia (581), en su canon noveno ordena que desde el 11 de noviembre hasta la Navidad el Sacrificio sea ofrecido de acuerdo al rito de Cuaresma los lunes, miércoles y viernes de la semana. El Sacramentario Gelasiano anota cinco domingos para el Adviento; el Papa San Gregorio VII (1073-1085) redujo estos cinco a cuatro. La colección de homilías del Papa San Gregorio I (Magno) (590-604) empieza con un sermón para el segundo domingo de Adviento. En el 650 en España se celebraba el Adviento con cinco domingos.
Varios sínodos hicieron leyes sobre la observancia del ayunos durante este tiempo, algunos comenzaban el 11 de noviembre, otros el 15 y otros tan temprano como el equinoccio de otoño. Otros sínodos prohibían la celebración del matrimonio. En la Iglesia Griega no encontramos documentos sobre la observancia del Adviento hasta el siglo VIII. San Teodoro el Estudita (m. 826), quien habló de las fiestas y ayunos celebrados comúnmente por los griegos, no menciona este tiempo. En el siglo VIII lo encontramos observado no como una celebración litúrgica, sino como un tiempo de ayuno y abstinencia (desde el 15 de noviembre hasta Navidad) que, de acuerdo a Goar, fue posteriormente reducido a siete días. Pero un concilio de los rutenianos (1720) ordenó el ayuno desde el 15 de noviembre, de acuerdo a la vieja regla. Esta es la regla al menos para algunos griegos. De manera similar, los ritos ambrosiano y mozárabe no tienen liturgia especial para el Adviento, sino sólo el ayuno.
Fuente: Mershman, Francis. «Advent.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907.
http://www.newadvent.org/cathen/01165a.htm
Traducido por Juan I. Cuadrado. lhm
Enlaces preparados y seleccionados por José Gálvez Krüger
Enlaces internos
[1] Tiempo de Adviento
[2] Exposición histórica del Tiempo de Adviento.
[3] Exposición Litúrgica del Adviento.
[4] Oraciones para el Tiempo de Adviento.
[5] Misterio de la Encarnación.
[6] Significado de las Antífonas de la O.
[7] La anunciación de Jesús .(Biblia de Osty)
[8] Navidad.
[9] Tiempo de Navidad.
[10] Figuras del Antiguo Testamento que anuncian al Mesías.
Villancicos de Navidad Barrocos.
[11] Dennos licencia Señores (charango y guitarra)
[12] Cachua al Nacimiento de Cristo (Del códice Martínez Compañón)
[13] Juan de Araujo – Los Coflades de la Estleya.
[14] Navidad Barroca (Coro de la Habana)
[15] Torito del portalito.
[16] A este sol peregrino
[17] Corderito ¿por qué te escondes?
[18] Convidando está la noche.
[19] Nacido en pajas.
[20] Siempre mi niño que os miro. (musica barroca de México)
Villancicos populares
[21] Ven pronto Selñor. Takillakta. (Perú)
[22] Regalo a Jesús (Perú). Takillakta.
[23] Allá baja Jesucristo con sus rayos de cristal. Familia Rodríguez. (Perú).
[24] Rueda, Rueda. Roxana Valdivieso (Perú).
[25] Juan Diego Flórez (Perú) y los niños cantores de Viena.
[26] Huayno de Navidad (Perú).
[27] Villancico peruano.
[28] Villancicos. Coro del Colegio Manuel Pardo.
Fuente: Enciclopedia Católica