ANTISEMITISMO

Movimiento antijudí­o. Actitud hostil contra el pueblo judí­o. Algunos remontan esta situación a los escritos de un sacerdote egipcio, Manetón, en el siglo III a.C., y a los del gramático alejandrino Apión del siglo I a.C., a quien respondió posteriormente el eminente historiador judeorromano Flavio Josefo en su obra Contra Apión. Otros entienden que el antisemitismo apareció primeramente en el siglo IV a.C.
Durante la Edad Media se atribuyó a los judí­os el asesinato de niños y la propagación de la peste. Los constantes recordatorios de la muerte de Cristo, de la que se acusaba a los judí­os, exacerbaron las pasiones de muchos cristianos.
La Inquisición hizo ví­ctimas a infinidad de judí­os. El antisemitismo moderno tomó forma en el siglo diecinueve y se convirtió en una doctrina, relacionada generalmente con la superioridad racial de los arios. El confinamiento a campos de concentración y el asesinato de una enorme cantidad de judí­os durante la Segunda Guerra Mundial es tal vez el episodio más dramático de antisemitismo en la historia. Debe ejercerse cierto cuidado en el uso de esta palabra con referencia a la resistencia árabe a la ocupación judí­a de Palestina, pues esta se parece a la de cualquier pueblo en condiciones similares.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

(v. racismo)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

I. Concepto
Antisemitismo es un término general propagado en Alemania a partir del año 1879 por Wilhelm Marr, que pasó después a otros idiomas y que se emplea para expresar la repulsa y la lucha contra los judí­os. Esta repulsa y esta lucha se basan en motivos muy diversos. El término es inexacto, pues no se trata de la lucha contra todos los pueblos semí­ticos, entre los cuales están también los árabes, sino de la hostilidad contra los judí­os, por motivos religiosos, o étnicos, o raciales. En las maneras de proceder antisemí­ticas se trata: 1 °, de una opinión pública hostil y de unos excesos tumultuarios contra los judí­os; 2 °, de una inferioridad legal; 3 °, de una expulsión, y 4 °, de una aniquilación fí­sica de los judí­os. Muchas veces se unen entre sí­ varias formas de a.

II. Historia
1. La antigüedad precristiana
En sentido amplio y como posición hostil frente al judaí­smo, el a. existe desde los principios del pueblo judí­o, ya que todo pueblo que tenga un carácter personal muy marcado y, por esto, resulte incómodo para otros pueblos, y toda comunidad que afirme representar unos valores distintivos, se hacen objeto de enemistades; ahora bien, el judaí­smo aparece ya desde un principio con la pretensión de ser el pueblo elegido por Dios y con una ley religiosa propia. En sentido auténtico y estricto el a. empieza con la dispersión judí­a (diáspora, galut). Como primer representante tí­pico del odio a los judí­os mientras estaban en la diáspora se señala al persa Amán, quien acusa a los judí­os de ser «un pueblo disperso y separado, cuyas leyes son distintas de las de todo el mundo, y que no obedece las leyes del rey» (Est 3, 8). El primer ejemplo de una persecución religiosa contra los judí­os de la diáspora es la destrucción del templo de la colonia militar judí­a en la isla Elefantina, que se encuentra en medio del Nilo en Egipto, el año 410 a.C. A una guerra de religión se llegó cuando Antí­oco Epifanes (175-164 a.C.) quiso forzar a los judí­os al culto idolátrico. La sublevación de los Macabeos salvó al judaí­smo, el cual se desarrolló según una ley religiosa propia. El gobernador Abilio Flaco, en el año 38 de nuestra era, tramó un pogrom contra la numerosa colonia judí­a de Alejandrí­a, cuando los judí­os se negaron a colocar estatuas del emperador en las sinagogas.

En la antigüedad el a. tení­a su fundamento en: a) rivalidades nacionales, por cuanto los griegos consideraban las colonias helenas como suelo griego, y tení­an a los judí­os por advenedizos; b) contradicciones religiosas, en cuanto que el judaí­smo tenia un carácter exclusivista. A pesar de la incompatibilidad de principio que la religión judí­a, dado su carácter exclusivista, tenia con la multitud de religiones paganas, el estado romano la reconoció, a diferencia del cristianismo, como religio licita, porque era una religión popular. Pero el judaí­smo, con la caí­da de Jerusalén en el año 70 d.C., perdió no sólo su apoyo estatal, sino también su centro religioso. Al convertir el tributo del templo en el f iscus iudaicus para Júpiter Capitolino, se introdujo el primer tributo que debí­an pagar los judí­os. Los emperadores romanos, especialmente Adriano, intentaron impedir mediante disposiciones legales el proselitismo judí­o (prohibición de la circuncisión, prohibición de que los esclavos pasaran al judaí­smo).

2. Antigüedad cristiana
En los escritos neotestamentarios se refleja ya la oposición religiosa dentro del judaí­smo entre los que confiesan a Cristo y las otras direcciones. Hasta la guerra judí­a (6770 d.C.) los cristianos se consideran a sí­ mismos como «el verdadero Israel», pero, sin embargo, acentúan la continuidad con el judaí­smo.

Después de la destrucción del templo y una vez excluida de la sinagoga la comunidad cristiana, la Iglesia primitiva empieza a considerarse como el «nuevo Israel»; la continuidad entre judaí­smo y cristianismo se rompe. A1 distanciarse progresivamente de Cristo, crece también la distancia entre la primitiva comunidad cristiana y el judaí­smo, tanto que en Juan los judí­os aparecen ya como los representantes del cosmos enemigo de Dios. Es cierto que por un lado el apóstol Pablo, con su promesa de la salvación de todo Israel (Rom 11, 25-32), ha contribuido a la tolerancia de que gozaron los judí­os en la antigüedad cristiana y en la época medieval, pero, por otro lado, su terminologí­a acerca de la ley y su teologí­a, que desvirtúa el judaí­smo, han servido repetidamente de arsenal para las polémicas antijudí­as. Las manifestaciones antijudí­as de los escritos neotestamentarios – que más bien hay que enteder como una riña entre hermanos- fueron interpretadas en sentido propiamente antijudí­o, tanto más cuando en el s. ii el cristianismo judí­o fue quedando atrás numéricamente y, frente a los cristianos procedentes del paganismo, perdió su importancia. Con la época constantiniana el cristianismo adquiere el papel de religión del estado. Debido a esto, al aplicar contra los judí­os antiguas prescripciones legales, incluso en una forma más acentuada – Constantino, Teodosio t, Justiniano-, los judí­os son postergados al papel de ciudadanos de segunda categorí­a ante la ley; todo intento de expansión de la religión judí­a es objeto de castigo. La polémica antijudí­a de algunos padres favoreció este proceso.

3. La edad media hasta la ilustración
La edad media se caracteriza por los repetidos intentos de llegar a una armoní­a entre la Iglesia y el estado. En esta imagen del mundo no encajan ni paganos ni herejes ni judí­os. Los herejes eran considerados como apóstatas culpables -Tomás de Aquino los compara con el falsificador de monedas- y en consecuencia fueron perseguidos con dureza, principalmente por la -> inquisición. Los paganos estaban fuera del mundo cristiano y, por ello, no cayeron bajo el poder de la inquisición. En relación con los judí­os la Iglesia acentuó su comunidad con ellos, comunidad que se basa en la sagrada Escritura. Como los judí­os nunca fueron cristianos, no estuvieron tampoco sujetos a las leyes contra los herejes. Sin embargo, según la opinión del inquisidor dominico Bernardo Gui (fi 1331), caí­an también bajo la jurisdicción de la inquisición si se trataba de apóstatas de la fe cristiana o de judí­os que habí­an intentado convertir cristianos al judaí­smo. El inquisidor dominico Nicolás Eymerich (t 1399) quiere incluso someterlos al tribunal de la inquisición si niegan verdades de fe contenidas en el AT. Gracias a la promesa paulina de salvación de todo Israel, los judí­os fueron tolerados en la edad media, si bien tuvieron que soportar una serie de medidas restrictivas. A medida que la legislación eclesiástica iba ganando influencia en la civil, durante la baja edad media, fue empeorando la situación de los judí­os: a) inferioridad legal (servidumbre de cámara, exclusión de cargos); b) inferioridad económica (exclusión de los gremios, leyes contra la usura); c) degradación social: debí­an llevar una contraseña especial (conc. Lat. iv), aislamiento en «ghettos» desde el concilio de Basilea.

A las limitaciones legales se añadieron los excesos por parte de la población cristiana, atizada primeramente por el fanatismo religioso que estalló con motivo de las cruzadas (primer gran pogrom en el año 1096), y después por las leyendas antijudí­as de la profanación de la eucaristí­a y del asesinato ritual, leyendas que desde el s. xiii empiezan a multiplicarse, y por el rumor del envenenamiento de las fuentes cuando estalló la peste negra en 1348; contribuyeron también a estos excesos los sermones en contra de los judí­os. Es cierto que los papas se opusieron repetidamente a tales acusaciones de asesinato, así­ Inocencio IV (1247), más tarde Gregorio x, Martí­n v y Pablo III, pero no pudieron evitar el que se extendiera esta acusación. La conversión forzosa de los judí­os que en España fue promovida por los reyes, suscitó la desconfianza de los viejos cristianos frente a los conversos, llamados despectivamente «marranos». Hacia finales del s. xv la aversión contra los marranos fue tan grande que las órdenes religiosas empezaron a promulgar disposiciones prohibiendo la admisión de nuevos cristianos. Tampoco las iglesias reformadas variaron en nada esta situación de inferioridad legal de los judí­os.

4. Desde la ilustración hasta la actualidad
Los seguidores de la ilustración calificaron de indigna la situación jurí­dica de los judí­os. Por esto, pusieron todo su interés en integrar a los judí­os al medio ambiente. Desde la revolución francesa van desapareciendo los «ghettos», pero la restauración, en parte, los vuelve a levantar de nuevo. El último «ghetto» europeo fue el romano, el cual subsistió hasta el año 1870, fecha en que desaparecieron los estados pontificios. Los seguidores de la ilustración no estaban interesados en el mantenimiento de las particularidades judí­as, pues éstas parecí­an obstaculizar el objetivo de la integración. La equiparación jurí­dica de los judí­os con los no judí­os se realizó sólo a duras penas, y esto tanto más por el hecho de que el movimiento contrario a la ilustración, el romanticismo, propagaba el estado «cristiano», y, por consiguiente, no estaba dispuesto a aceptar a los judí­os en los puestos de funcionarios. Por ello, los judí­os tuvieron que ocuparse principalmente en el sector de las profesiones libres. Para los adversarios de los judí­os esto fue el pretexto para polemizar contra la intrusión de los judí­os en estas profesiones.

La disolución del mundo cerrado de los «ghettos» conduce a una crisis dentro del judaí­smo. Hasta entonces, para los judí­os religión y nación habí­an sido dos cosas idénticas. Pero en el s. xix el judaí­smo es tomado generalmente sólo como confesión, mientras en lo relativo a la nacionalidad los judí­os intentan integrarse completamente a su respectivo ambiente. A1 ser rechazado este intento, algunos judí­os se entregan más radicalmente a sus concepciones. Pero en esa época la religión ya no es una cosa obvia. Esta crí­tica por principio a la fe tradicional hace a los judí­os sospechosos también por su ideologí­a y suscita el prejuicio de que ellos ejercen un influjo destructor en la vida espiritual. Ese prejuicio se extendió entre los cristianos de todas las confesiones. A pesar de que el cristianismo va perdiendo su influencia en el pensamiento, sin embargo el odio contra los judí­os no sólo no cesa, sino que adquiere nueva fuerza. El odio invoca: a) motivos nacionalistas, sobre todo allí­ donde los judí­os forman una minorí­a tan fuerte que pueden vivir una vida nacional propia, como en la Europa oriental; b) motivos raciales, que se fundan en investigaciones y afirmaciones pseudocientí­ficas, principalmente en el escrito del francés Arturo de Gobineau (j’ 1882), filósofo de la historia y teorético de las razas, que lleva el tí­tulo: Essai sur l’inégalité des races humaines. Su opinión acerca de la superioridad de la raza aria tuvo gran repercusión sobre todo en Alemania, donde fue conectada con el darwinismo social. La consecuencia de todo esto la sacó el nacionalsocialismo, con su aniquilación sistemática de seis millones de judí­os. Fue la primera vez que el estado promovió la aniquilación de los judí­os.

III. Su condena por la Iglesia
Ya en el año 1894 el cardenal secretario de estado, Rampolla, advirtió a los polí­ticos socialcristianos de Viena que no aceptaran el a. en su programa, ni siquiera en la forma más suave de a. Roma condenó expresamente el a. el 25 de marzo de 1928 (cf. AAS 20 (1928], 104). Más importante que todas las actitudes episcopales y papales es la declaración del Vaticano il acerca de las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, en la cual se condena expresamente el a. E1 Consejo Mundial de las Iglesias, reunido el año 1961 en Nueva Dehli, condenó igualmente el a. como incompatible con el mensaje de Cristo.

Willehad Paul Eckert

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica