APOSTOLADO LAICAL DIOCESANO

La palabra “apóstol” (“Apóstoles) está en la base de la palabra “apostolado”, de origen reciente, al menos en el sentido que aquí­ nos interesa; a saber, la participación en el oficio apostólico de la Iglesia1. La realidad, si no la palabra, existí­a desde el principio: las acciones que denominamos apostólicas, o parte del apostolado, aparecen frecuentemente en el Nuevo Testamento y en la tradición patrí­stica2. En la tradición medieval, la palabra “apostolado” tendí­a a usarse en relación con el oficio de los apóstoles originarios. Parte del contenido que hoy asignamos a la palabra “apostolado” se colocaba entonces bajo la denominación de “vida activa”3.

Hasta el siglo XIX la palabra “apostolado” no se usó referida a los “laicos. En el siglo XX se difundió la idea de la Acción Católica4. El nombre procedí­a del grupo italiano Azione Cattolica; “Pí­o X fue el primer papa en usarlo. Pero fue Pí­o XI quien habló del valor de la labor de los laicos: “Unidos a sus pastores y obispos, participan en las labores del apostolado, tanto individual como social”5. Tendí­a este a restringir la Acción Católica a los trabajos y actividades apostólicos de los laicos, organizados y llevados a cabo por mandato especial de los obispos. Este sentido estricto de la Acción Católica será más frecuente en la Europa latina. En la década de 1950, sin embargo, su significación se desplaza de este sentido estricto a toda acción de los laicos católicos inspirada en la fe6. Al mismo tiempo se desarrolla una espiritualidad del apostolado de los laicos y de la Acción Católica7.

Pí­o XII observó esta confusión en el lenguaje y trató de aplicar la denominación de “Acción Católica” a todo grupo organizado de apostolado seglar reconocido como tal8. Lo que caracterizaba a la Acción Católica era su relación con la jerarquí­a: la dependencia directa de ella y la participación en su misión (Pí­o XI); la colaboración o cooperación (Pí­o XII). En cada paí­s adquirió perfiles diferentes. En algunos paí­ses no hubo Acción Católica en sentido estricto.

Muchas de las intervenciones de los obispos en los dos primeros perí­odos de sesiones del Vaticano II estaban condicionadas por la idea de la Acción Católica9. En el tercer perí­odo se produce un cambio y empieza a verse el apostolado de los laicos como una tarea encomendada por Cristo a través del bautismo y la confirmación. Tiene su origen en los dones especí­ficos que estos han recibido. Pueden además ser llamados “a una colaboración más inmediata con el apostolado de la jerarquí­a” (LG 34).

El Decreto sobre el apostolado de los laicos considera el apostolado de los seglares como una participación en la misión de la Iglesia que les es propia y, al mismo tiempo, es indispensable para esta (AA 1); habla de su participación en los oficios sacerdotal, profético y real de Cristo (AA 2; cf LG 34-36); el decreto señala además la llamada a la santidad en su propio estado de vida (AA 4)10
El Vaticano II incluye un amplio espectro de actividades dentro del apostolado: “La obra redentora de Cristo, aunque de suyo se refiere a la salvación de los hombres, se propone también la restauración de todo el orden temporal. Por ello, la misión de la Iglesia no es sólo ofrecer a los hombres el mensaje y la gracia de Cristo sino también el impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espí­ritu evangélico. Los seglares, por tanto, al realizar esta misión de la Iglesia, ejercen su propio apostolado tanto en la Iglesia como en el mundo, lo mismo en el orden espiritual que en el temporal” (AA 5). El concilio desarrolla estas ideas y muestra cómo hay diferentes campos de apostolado, en los que cada uno ha de comprometerse según su vocación y sus dotes (AA 6-14); las formas del apostolado son también múltiples (AA 15-19). Una forma de apostolado que sigue siendo válida en muchos paí­ses es la Acción Católica, de la cual AA 20 explicita las cuatro notas: (1) asociación, (2) dirigida por laicos, (3) con la misma misión que la Iglesia, (4) que tiene “un mandato” o misión peculiar de la jerarquí­a (Nomine Ecclesiae). En un capí­tulo dedicado al “orden que hay que observar” (AA 23-27) se trata de la relación entre la jerarquí­a y los laicos comprometidos en el apostolado. Un último capí­tulo trata de la formación para el apostolado, formación que deberí­a iniciarse en la infancia y que no sólo incluye la adquisición de determinadas actitudes y habilidades, sino también la teologí­a y la espiritualidad (AA 28-32). Con este decreto la Iglesia escapaba por fin de la estrechez inherente a la noción de la Acción Católica, para adquirir una visión del apostolado más amplia, como tarea que incumbe a todos y cada uno de los laicos.

El concilio exhorta también a los religiosos a renovar su apostolado (PC 8); en el perí­odo posconciliar muchos religiosos han preferido la palabra “misión”. El Código de Derecho canónico afirma que los religiosos contribuyen a la misión salví­fica de la Iglesia (CIC 574 § 2). Dice que “el apostolado de todos los religiosos consiste primeramente en el testimonio de su vida consagrada, que han de fomentar con la oración y con la penitencia” (CIC 673). Reconoce que “en los institutos que se dedican a obras de apostolado la actividad apostólica forma parte de su propia naturaleza” ; la acción apostólica tiene que brotar de una unión í­ntima con Dios y ha de ejercerse en nombre y por mandato de la Iglesia, y en comunión con ella (CIC 675; cf 678683). La ley reconoce asimismo el derecho y el deber de todos los fieles de comprometerse en la misión de la Iglesia (CIC 216; cf 211); este derecho y este deber son especí­ficos en el caso de los laicos (CIC 225)11
Según el Vaticano II, el apostolado es “toda la actividad del cuerpo mí­stico dirigida a (…) propagar el reino de Cristo en toda la tierra (…) y hacer así­ a todos los hombres partí­cipes de la redención salvadora” (AA 2). En las últimas décadas las palabras >”evangelización” y >”misión” se han difundido mucho como sinónimos de “apostolado”. En cualquier caso, se pueden hacer distinciones dentro del ámbito del apostolado: en sentido estricto, la actividad misionera consiste en el esfuerzo de evangelización e implantación de la Iglesia en zonas en las que Cristo todaví­a no es conocido; la actividad pastoral entre los miembros de la Iglesia va encaminada a la profundización de la fe y su expansión a todo el ámbito de la vida cristiana; la actividad ecuménica, por su parte, mira a la consecución de la unidad cristiana.

El documento possinodal de 1988 Vocación y misión de los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo (Christifideles laici) desarrolla y aclara las concepciones del Vaticano II. Subraya fuertemente la misión del laicado: “También los fieles laicos son llamados personalmente por el Señor, de quien reciben una misión en favor de la Iglesia y del mundo” (ChL 2; cf 3). Reitera el énfasis del concilio en su participación en los oficios sacerdotal, profético y real de Cristo, considerándola como otorgada por el bautismo y posteriormente desarrollada por la confirmación (ChL 14). La exhortación insiste en el carácter secular del compromiso de los laicos (ChL 15.36), aunque en honda >comunión con toda la Iglesia (ChL 1819.25.28.30-32). Distingue los ministerios enraizados en órdenes sagradas de los que tienen su origen en el bautismo y la confirmación (ChL 21-23) y recalca el papel de los >carismas (ChL 24). En lí­nea con la AA, desarrolla la variedad de las vocaciones y formas de apostolado de los laicos en la Iglesia y en el mundo (ChL 45-57); y trata por último de la maduración y la formación (ChL 57-63) 12.

[Dentro de todo este contexto la ChL sólo cita de forma explí­cita como asociación la “Acción Católica” (n 31). Esta particular referencia surge de la peculiar atención que los papas le han dispensado ya que la Acción Católica para Pablo VI y posteriormente para Juan Pablo II es “una singular forma de ministerialidad laical, especí­ficamente dirigida a la colaboración con los Pastores”13. El Episcopado Español en su Documento de aplicación de la Christifideles laici a España titulado Cristianos laicos, Iglesia en el mundo de 1991, describe el parágrafo sobre “la Acción Católica: una singular forma de ministerialidad eclesial” así­: “la ChL sólo cita de forma explí­cita la Acción Católica (n° 31; Sí­nodo 1987: prop. 13). Esta particular referencia concreta no debe extrañar ya que la Acción Católica, de acuerdo con la doctrina de las cuatro notas (cf AA 20), no es una asociación más, sino que en sus diversas realizaciones -aunque pueda ser sin estas siglas concretas- tiene la vocación de manifestar la forma habitual apostólica de “los laicos de la diócesis”, como organismo que articula a los laicos de forma estable y asociada en el dinamismo de la pastoral diocesana” (n 95). Se trata por tanto de subrayar una agrupación que tiene con carácter único el ser una forma habitual evangelizadora -evidentemente no única y exclusiva pero la más habitual- de “los laicos de la diócesis”, similar a otras estructuras diocesanas, especialmente la parroquia, que también es la “forma habitual” -tampoco única y exclusiva, pero la más habitual- de la vertebración pastoral de una diócesis.

Esta renovada visión “eclesiológica” de la Acción Católica parte, por un lado, de una relectura de las cuatro notas de AA 20: (1) como eclesialidad, (2) como protagonismo de los laicos, (3) como agrupación organizada y (4) en comunión orgánica con el ministerio pastoral. Y, por otro lado, parte del redescubrir el valor y la misión “eclesial diocesana” como su razón de ser. Ambos elementos ponen de relieve que en la Iglesia no existen ciertamente privilegios, pero que sin embargo es necesario estimular y asegurar todas las formas de servicio que hacen que la Iglesia sea verdaderamente ella misma, especialmente es importante la presencia de quien, como laico o laica, se hace cargo de realizar las opciones pastorales que el obispo lleva a cabo en su diócesis14.]
En medio de todos estos desarrollos, sigue habiendo en algunas áreas un lugar para la Acción Católica en un sentido más propio15. El apostolado de los laicos tiene dos centros de gravedad: por un lado, participan en la misión general de la Iglesia como miembros de ella y, por otro, tienen un papel especial en la difusión del Evangelio en el mundo16. Pero hay que evitar el peligro de considerar lo sagrado ligado al clero, relegando a los laicos a lo secular. Al laicado le corresponde un apostolado genuino en la Iglesia. Es tarea de la teologí­a pastoral reconocer este apostolado y tratar de no clericalizarlo. Cuanto más firmemente enraizado esté en los sacramentos de iniciación, menos peligro habrá de caer en esta aberración; la clericalización surge cuando se considera que el laicado colabora en las tareas del clero en lugar de realizar una misión especí­fica. Las diferentes Iglesias locales, las diferentes culturas y tiempos determinarán el modo en que obispos, sacerdotes, laicos y religiosos habrán de comprometerse en la única misión de la Iglesia a través de las actividades del apostolado.

NOTAS:
1 A. A. TOzzi, Apostolado, en L. PACOMiO (ed.), Diccionario teológico enciclopédico, Verbo Divino, Estella 1995, 75; B. SESBOÜE, ¡No tengáis miedo! Los ministerios en la Iglesia hoy, Sal Terrae, Santander 1998, 117-131 (Ministerio bautismal de los laicos), 133-172 (La participación de los laicos en el ministerio pastoral); D. DE PABLO MAROTO, Los ministerios laicales en la Iglesia de hoy, en S. DE FLORES-T. GOFFI-A. GUERRA (dirs.), Nuevo diccionario de espiritualidad, San Pablo, Madrid 20005, 1092-1095; A. BONNET, El “christifidelis” recuperado protagonista humano en la Iglesia, en R. LATOURELLE (dir.), Vaticano II. Balance y perspectivas, Sí­ gueme, Salamanca 1989, 357-372; G. MAGNANi, La llamada teologí­a del laicado ¿tiene un estatuto teológico?, en R. LATOURELLE (dir.), o.c., 373-409; F. X. ARNOLD, Teologí­a e historia de la acción pastoral, Barcelona 1969; AA.VV., El ministerio y los ministerios según el Nuevo Testamento, Madrid 1975; P DíAZ PEí‘ALVER-P. SíNCHEZ CASADO, Dimensión misionera del laicado, en AA.VV., Promoción misionera de las Iglesias locales, XXVIII Seminario de Misionologí­a, Burgos 1975, 75-89; E. GUERRY, El laicado obrero, su misión apostólica, Nova Terra, Barcelona 1964; D. BOROBIO, Ministerios laicales. Manual del cristiano comprometido, Atenas, Madrid 1984; Los laicos y la evangelización, Bilbao 1986.
2 Y. CONGAR, Jalones para una teologí­a del laicado, Estela, Barcelona 1961 (en francés Parí­s 1954); también: El apostolado de los laicos, Studium, Madrid 1973.
3 ST 2-2ae, gq.i79-182; q.188, a.2.
4 Y CONGAR, Jalones para una teologí­a del laicado, o.c., 443-488.
5 Ubi arcano Dei: AAS 14 (1925) 695.
6 E. VILANOVA, La evolución del laicado en el siglo XX, Fundación Santa Marí­a, Madrid 1997.
7 R. BERZOSA, Teologí­a y espiritualidad laical, CCS, Madrid 1995; J. A. ESTRADA Dí­AZ, La espiritualidad de los laicos en una eclesiologí­a de comunión, San Pablo, Madrid 19922; A. BARRUFFO, Espiritualidad y misión del lai co, en S. DE FIORES-T. GOFFI-A. GUERRA (dirs.), o.c., 1078-1090; L. EVELY, Espiritualidad de los laicos, Ariel, Barcelona 1969.
8 Six ans ce sont: AAS 49 (1957) 929-930.
9 I. SANNA, Il dibattito conciliare sull’Azione Cattolica, Lateranum 53 (1987) 398-433.
10 Cf el mejor y más detallado comentario a la AA de J. PERARNAU, Decreto sobre el apostolado de los laicos, Barcelona 1968.
11 Obligaciones y derechos, oficios y derechos de los laicos, en G. GHIRLANDA, El derecho de la Iglesia, misterio de comunión, San Pablo, Madrid 20002, 134-142.
12 Cf PONTIFICIUM CONSILIUM PRO LAICIS, Christifideles Laici: elementos de reflexión, Los Laicos hoy, nn 32133 (198911990) (comentarios de J. Farnleiter, D. Tettamanzi, A. Scola, P. J. Cordes, A. Vanhoye, J. Castellano, E. Viganó, S. Pié-Ninot, J. Ochagaví­a, A. Aguado, L. Grygiel y A. Birou); P. COUGHLAN, La vid y los sarmientos. Comentario a la Exhortación Apostólica sobre los laicos de Juan Pablo II, Madrid 1990.
13 Cf Giovanni Paolo II a 1’A.C.L, Roma 1986; Libro del Sí­nodo della Diocesi di Roma, Roma 1993, 89; COMISIóN EPISCOPAL DE APOSTOLADO SEGLAR, El Apostolado seglar en España. Orientaciones fundamentales, BAC, Madrid 1974.
14 Cf S. PIE-NINOT, Introducción a la Eclesiologí­a, Verbo Divino, Estella 1995, 84s.; ID, Introducción y C. CASANOVA, Asociaciones, grupos, comunidades y movimientos de apostolado seglar en la vida y la misión de la Iglesia, en AA. V V., Id también vosotros a mi viña. Comentarios y texto de la Conferencia Episcopal Española sobre “Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo”, Valencia 1992, 5-25, 185-194.
15 F. TAGLIAFERRI, L’azione cattolica, associazione di laici al servizio della missione della Chiesa, en AA.VV., I laici nella Chiesa e nel mondo, Roma 1987, 87-101.
16 G. THILS, Les fidéles laics: leur secularité, leur ecclésialité, NRT 109 (1987) 182-207; cf K. RAHNER, Sobre el apostolado seglar, Escritos de Teologí­a II, Taurus, Madrid 1963, 337-374; B. COOKE, El compromiso de los laicos y sus dificultades, Con cilium 200 (1985) 83-94 (todo el número 200 dedicado a El magisterio de los creyentes).

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología