ARBOL

v. Fruto, Raíz, Rama
Gen 1:11 produzca la tierra hierba .. á de fruto
Gen 2:9 á de vida .. el á de la ciencia del bien
Gen 3:6 y vio la mujer que el á era bueno para
Gen 21:33 plantó Abraham un á .. en Beerseba
Exo 15:25 le mostró un á .. lo echó en las aguas
Deu 20:19 no destruirás sus á metiendo hacha en
Jdg 9:8 fueron una vez los á a elegir rey sobre
1Ki 14:23 altos .. y debajo de todo á frondoso
Job 14:7 si el á fuere cortado, aún queda de él
Psa 1:3; Jer 17:8 será como á plantado junto a
Psa 104:16 se llenan de savia los á de Jehová
Pro 3:18 es á de vida a los que de ella echan mano
Pro 11:30 el fruto del justo es á de vida; y el que
Ecc 11:3 en el lugar que el á cayere allí quedará
Isa 61:3 y serán llamados á de justicia, plantío
Eze 17:24 yo Jehová abatí el á sublime, levanté
Eze 47:7 la ribera del río había muchísimos á
Dan 4:10 me parecía ver .. un á, cuya altura era
Mat 3:10; Luk 3:9 el hacha .. a la raíz de los á
Mat 7:17; Luk 6:43 todo buen á da buenos frutos
Mat 12:33; Luk 6:44 por el fruto se conoce el á
Mat 13:32; Luk 13:19 y se hace á, de tal manera
Mar 8:24 dijo: Veo los hombres como á, pero los
Jud 1:12 á otoñales, sin fruto, dos veces muertos
Rev 2:7 le daré a comer del á de la vida, el cual
Rev 7:3 no hagáis daño .. ni a los á. hasta que
Rev 22:2 en medio de la calle .. estaba el á de la
Rev 22:14 para tener derecho al á de la vida, y


írbol (heb. êts; gr. déndron, xúlon). En el AT los árboles son utilizados como instrumentos de Dios para premiar o castigar (Lev 26:34; Deu 28:15). También suelen simbolizar al hombre justo, a quien pone su confianza en el hombre o en Dios y al pueblo fiel (Psa 1:3; Jer 17:5-8; Hos 14:5-8). Otras veces son personificados (Isa 55:12; Psa 96:12; Eze 17:24). Al pie de ciertos árboles se enterraron amados, ocurrieron reuniones y audiencias de discusiones y acuerdos, se alistaron ejércitos, etc. (Gen 35:8; Jdg 4:5; 1Sa 14:2; 22:6; 31:13). En el NT la simbologí­a en más abundante, lo cual se ve muy a menudo en las parábolas de Jesús; sólo accidentalmente tiene una significación concreta (Luk 19:4; Mat 12:8; Joh 1:48-50; Mat 13:22; Luk 6:43; Mat 24:32; Mat 3:10; 13:16; 24:32; Jud_12; Rev 7:13). Véanse Bosque; Flora; Palestina VII.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

en las culturas antiguas, el a. hace parte de las mitologí­as, de las leyendas, su imagen se emplea en sentido metafórico, como sí­mbolo, en comparaciones literarias, algunos pueblos lo consideran sagrado. En la biblia el árbol, en sus distintas especies, es mencionado profusamente. En la narración de la creación del hombre, se dice que Yahvéh plantó un jardí­n en Edén e hizo brotar en él toda clase árboles para comer Gn 2, 810, y en medio de él el †œá. de la vida†, sí­mbolo de la inmortalidad.

También el †œá. de la ciencia del bien y del mal†, es decir, que Dios le da al hombre la libertad y el discernimiento para actuar, pero la tentación de hacerse como Dios, representada en la serpiente, hace que el hombre cometa el pecado de orgullo, simbolizado en el acto de comer del fruto prohibido, lo cual implica la expulsión del Edén y el rompimiento de la armoní­a del hombre con la naturaleza y con Dios.

En el Deuteronomio se dice, 20, 19, que cuando haya necesidad de combatir contra una ciudad, no se deben talar los árboles frutales, pues son necesarios para el sustento del hombre, los demás, que no dan fruto, se pueden emplear para la guerra.

En los tiempos bí­blicos encontramos algunos procedimientos usados a fin de conseguir una mejor producción de los árboles, los cuales son empleados como imágenes literarias; se cortan los árboles viejos para que de sus raí­ces retoñen vástagos nuevos Jb 14, 7-8; anunciando la era mesiánica, Isaí­as dice que brotará un vástago del tronco de Jesé 11, 1.

Al pie de un árbol se enterraba a los difuntos como sucedió con Débora, nodriza de Rebeca, la mujer de Isaac, cuando murió y fue sepultada junto a una encina, cerca de Betel, la cual fue llamada por esto †œEncina del Llanto† Gn 35, 8. Bajo un á. se congrega al pueblo para hacer justicia, como lo hací­a la profetisa Débora bajo una palmera Jc 4, 5; también Saúl, al pie de un tamarisco, en Guibeá, juzga a los seguidores de David 1 S 22, 6. Cuando el pueblo de Israel juró servir a Yahvéh, Josué plantó una piedra al pie de la encina del santuario de Yahvéh en Siquem, como testigo del juramento, Jos 24, 26; junto al terebinto, se dice en Jc 9, 6.

De manera de comparación se usa el término á, el que fí­a en Yahvéh, es como á. sembrado a la orilla de una corriente de agua Jr 17, 7 ; los infieles a Yahvéh serán arrojados al fuego como el leño de la vid Ez 15 2, ss; los falsos profetas se conocen, como los árboles, por el fruto que dan Mt 7, 17-19; los falsos doctores, dice Judas 12, son como árboles de otoño, sin fruto; quien no permanece en Cristo, será arrojado al fuego, como el sarmiento seco Jn 15, 6.

Uno de los sueños que tuvo el rey Nabucodonosor y que interpretó Daniel, tení­a como motivo un á. Dn 4, 7 ss.

Los pueblos paganos acostumbraban erigir altares y plantar árboles a sus dioses en los lugares altos, idolatrí­a en la que cayó muchas veces el pueblo de Dios al entrar en contacto con aquéllos Is 57, 5, Jr 17,2; Ez 6, 13; 20, 28; Os 4, 13.

Sobre la nueva Jerusalén se dice en Ap 22, 2, que en las márgenes del rí­o habrá árboles de la vida.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., †™ets, madera de árbol; gr. dendron, árbol, xylon, madera, árbol). Hay más de 300 referencias a árbol y madera en la Biblia. Se han identificado más de 25 clases diferentes de árboles creciendo en la Tierra Santa. A los árboles identificados con lugares sagrados se les permití­a florecer.

Los árboles eran venerados por pueblos paganos que creí­an que los dioses los habitaban. A menudo se ofrecí­an sacrificios bajo los árboles (Deu 12:2; 1Ki 14:23). Estaba prohibido plantar un árbol cerca de un altar sagrado (Deu 16:21). Los árboles identificaban lugares (Gen 12:6; Deu 11:30). En la fiesta de los Tabernáculos se utilizaban ramas de árboles (Lev 23:40). Ver también PLANTAS.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

El paisaje actual de Israel no corresponde con lo que era en tiempos antiguos. Habí­a en aquel entonces muchos á. La diversidad de clima (subtropical, desiertos, montañas, pantanos) permití­a muchas especies de á., tales como acacia, almendro, manzano, cedro, ciprés, palma, pino, etcétera. Josué permitió desmontes con fines agrí­colas (Jos 17:15), y la Biblia habla de la abundancia de bosques. La batalla contra el rebelde Absalón tuvo lugar junto al bosque de Efraí­n y al ser vencidos los seguidores de éste, muchos murieron al huir por él, a causa de la densidad de su espesura (2Sa 18:8).

El cuidado que Dios querí­a que se tuviera con los á. aparece en la misión que impuso a Adán de cuidar de los que habí­a en el jardí­n de Edén (Gen 2:9, Gen 2:15). Además, vemos su prohibición de cortar los bosques aun de ciudades enemigas asediadas, como era la costumbre de los paganos (Deu 20:20). En esos casos a los israelitas sólo se les permití­a cortar á. que no fueran frutales, si eran necesarios para construir baluartes para el asalto.
prohibió la costumbre de plantar á. frondosos para el culto de †¢Asera (Deu 16:21). El Señor Jesús dijo que todo á. que no da buenos frutos es cortado (Mat 7:17-19). El juicio de Dios se compara al corte de un á. inútil (Luc 3:9). Los israelitas reconocí­an la vida que hay en un á., diciendo que se saciaban de savia (Sal 104:16), aplauden (Isa 55:12), se alegran (Sal 96:12), tienen envidia (Eze 31:9), etcétera. Un á. frondoso era muchas veces utilizado como lugar de reunión (Jue 4:5) o de culto pagano (Deu 12:2; Isa 57:5). Se escogí­a a veces un á. para enterrar cerca de él a un pariente (Gen 35:8).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, FLOR TIPO ARBO Las Sagradas Escrituras nos describen una flora correspondiente a las regiones subtropicales. En Palestina se alternan la aridez con la fertilidad. Las regiones más fértiles de las tierras bí­blicas eran la llanura de Sarón a lo largo de la costa (Is. 35:2), los bosques de pinos y cedros del Lí­bano y del Hermón y los valles próximos a Jericó (Ex. 9:25), el llano de Esdraelón en Galilea y ciertas regiones al otro lado del Jordán. Los árboles conocidos por los autores bí­blicos eran de los tipos leñosos, arbustos y árboles de maderas resinosas. Los árboles son utilizados, además de sus usos naturales, para enseñar diversas verdades. Así­, simbolizan al hombre justo (Sal. 1:3), que “es como el árbol plantado junto a la corriente del agua”; dará buen fruto a su debido tiempo. Quien confí­a en el Señor es como el árbol que tendrá follaje abundante y que no temerá el calor porque sus raí­ces estarán hundidas en el agua que conservará su verdor (Jer. 17:8). Quien pone su confianza en otro hombre viene a ser como tamarindo en la estepa, que habita en los lugares áridos y secos y nunca prospera (Jer. 17:6). La misma analogí­a se aplica también a los pueblos (Os. 14:6-8). A veces los árboles son personificados en figuras poéticas que alaban y celebran las obras de Dios; así­, en Isaí­as aplauden (Is. 55:12); en los Salmos se alegran y son saciados por la generosidad del Creador (Sal. 96:12; 104:16); comprenden las obras del Señor en Ezequiel (Ez. 17:24). (a) AT: Algunos árboles del Antiguo Testamento tienen un significado especial en la historia del pueblo de Dios, ya que cerca de ellos tuvo lugar algún acontecimiento de especial significación; así­:la encina de More en Hebrón, donde el Señor se apareció dos veces a Abraham (Gn. 12:6-7; 18:1); el encinar de Mamre que está en Hebrón, donde Abraham edificó un altar (Gn. 13:8); el terebinto de Bet-el; la encina de Jabes, donde los habitantes de las cercaní­as enterraron a Saúl y a sus hijos; la encina de Ofra, donde el Señor se apareció a Gedeón; el valle de Ela, donde David mató a Goliat; el tamarisco de Beerseba, donde Abraham, después de establecer alianza con Abimelec, levantó un altar al Señor; el tamarisco de Gabaa, donde Saúl recibió la noticia de que habí­an descubierto a David; la palmera de Débora, donde ésta solí­a sentarse y donde los israelitas subí­an juntos para los juicios; el granado de Migrón, donde estaba sentado Saúl cuando Jonatán intentó cruzar las filas enemigas de los filisteos (Gn. 12:6-7; 18:1; Gn. 13:8; 1 R. 13:14; 1 Cr. 10:12; Jue. 6:11; 1 S. 17:2; Gn. 21:23-33; y 1 S. 22:6; Jue. 4:5; 1 S. 14:2). Estos pasajes y muchos otros nos indican hasta qué punto los árboles gozan de un carácter privilegiado, si bien accidental, en los hechos del pueblo de Dios. Los profetas y las leyes ordenan destruir todo árbol que pueda ser, aun indirectamente, objeto de veneración o de culto que solamente se debí­a rendir al Señor (Dt. 12:2-3; 16:21; Jer. 2:20). (b) NT: En el Nuevo Testamento el árbol se menciona en el sentido general de vegetación, o como en el caso de las parábolas de Jesús: cuando compara el reino de Dios a un árbol frondoso en el cual todos los hombres tienen abrigo; o cuando lo compara al grano de mostaza (Mt. 13:22; Lc. 13:19); o cuando enseña a discernir a los hombres buenos de los malos por sus frutos (Mt. 7:17-19); los nuevos brotes de la higuera presagian el verano (Mt. 24:32; Lc. 21:29). El árbol sirve también para simbolizar la reprobación final del pueblo que no recibió a Cristo, en los gestos y palabras del Bautista, cuando ya el hacha está puesta a la raí­z para cortarlo y arrojarlo al fuego (Mt. 3:10; Lc. 3:9). Finalmente, los árboles estériles indican la maldición que impide dar buenos frutos (Mt. 34:32; Lc. 21:29). Con relación a los distintos árboles véanse los respectivos artí­culos. exc, íRBOL (A.T.)

tip, FLOR Algunos árboles del Antiguo Testamento tienen un significado especial en la historia del pueblo de Dios, ya que cerca de ellos tuvo lugar algún acontecimiento de especial significación; así­: la encina de More en Hebrón, donde el Señor se apareció dos veces a Abraham (Gn. 12:6-7; 12:18-1); el encinar de Mamre que está en Hebrón, donde Abraham edificó un altar (Gn. 13:8); el terebinto de Bet-el; la encina de Jabes, donde los habitantes de las cercaní­as enterraron a Saúl y a sus hijos; la encina de Ofra, donde el Señor se apareció a Gedeón; el valle de Ela, (significa el valle del Roble o, valle de la Encina), donde David mató a Goliat; el tamarisco de Beerseba, donde Abraham, después de establecer alianza con Abimelec, levantó un altar al Señor; el tamarisco de Gabaa, donde Saúl recibió la noticia de que habí­an descubierto a David; la palmera de Débora, donde ésta solí­a sentarse y donde los israelitas subí­an juntos para los juicios; el granado de Migrón, donde estaba sentado Saúl cuando Jonatán intentó cruzar las filas enemigas de los filisteos (Gn. 12:6-7; 18:1; Un. 13:8; 1 R. 13:14; 1 Cr. 10:12; Jue. 6:11; 1 S.17:2; Gn. 21:23-33; y 1 S.22:6; Jue. 4:5; 1 S.14:2). Estos pasajes y muchos otros nos indican hasta qué punto los árboles gozan de un carácter privilegiado, si bien accidental, en los hechos del pueblo de Dios. Los profetas y las leyes ordenan destruir todo árbol que pueda ser, aun indirectamente, objeto de veneración o de culto que solamente se debí­a rendir al Señor (Dt. 12:2-3; 16:21; Jer. 2:20).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Lo árboles frutales, generosa donación de la madre tierra, estaban protegidos por la ley y nunca debí­an ser talados en el asedio a las ciudades (Dt 20,10). La obligación del árbol es dar fruto; si así­ no lo hace, debe ser arrancado y quemado (Mt 3,10; Lc 3,9); debe dar fruto bueno, pues si el fruto es malo, el árbol debe ser también destruido (Mt 7,17; Lc 6,43-44). Por el fruto se conoce el árbol, por las obras se conoce al hombre (Mt 12,33).

El árbol cósmico es el sí­mbolo del universo (cf. Ez 17,22; 31,1-9; Dan 4, 7-9). Jesús lo utiliza como sí­mbolo del reino de Dios, en cuyas ramas anidan los pájaros, en cuya sombra se cobijan los pueblos (Mt 13,32; Lc 13,19).

El árbol de la vida es un sí­mbolo de la mitologí­a oriental; sus frutos comunican la inmortalidad, pero son inaccesibles al hombre. La Biblia, sin embargo, sitúa el árbol de la vida en medio del Paraí­so, al alcance del hombre, con lo que parece darse a entender que el hombre, en su origen, era inmortal. El primer pecado cortó definitivamente al hombre el acceso al árbol de la vida (Gén 3,22-24). Al final de los tiempos, el hombre podrá comer sus frutos en el paraí­so de Dios (Ap 2,7; 22,2. 14).

El árbol de la ciencia del bien y del mal, que también estaba en el Paraí­so (Gén 2,9), y del que el hombre no podí­a comer, bajo pena de muerte†ž(-2,,11; 3,3), es asimismo un sí­mbolo de difí­cil interpretación; quizá el sentido sea el de “saberlo todo”, “ser sagaz y entendido”.

Por fin, el árbol, el madero de la cruz, patí­bulo donde Jesús fue ejecutado, es el sí­mbolo de la maldición, del pecado del hombre, que El cargó sobre sus espaldas (cf. Act 5,30; 10,39; 13,29; Gál 3,13; 1 Pe 2,24). > cruz; crucifixión.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(heb. `ets; gr. dén·dron).
El variado clima de Palestina y sus paí­ses vecinos dio lugar a una gran diversidad de árboles y arbustos, desde los cedros del Lí­bano hasta las palmeras de dátiles de Jericó y las retamas del desierto. En la Biblia se mencionan unos treinta árboles diferentes, que en esta publicación se consideran bajo sus respectivos nombres.
El problema de identificar qué árbol en particular es el que indica la palabra hebrea o griega original con frecuencia resulta difí­cil de resolver, y en varios casos la identificación solo es tentativa. Está en función de la descripción que da el mismo registro bí­blico de las caracterí­sticas del árbol (a veces estas vienen indicadas por el significado de la palabra raí­z de la que se deriva el nombre). Luego se compara dicha descripción con los árboles que se sabe que crecen hoy dí­a en las tierras bí­blicas y, en especial, en las regiones indicadas en el texto bí­blico, siempre que estas se mencionen. También sirve de ayuda estudiar las palabras emparentadas (es decir, aquellas que proceden de la misma raí­z o tienen el mismo origen) de otros idiomas, como el árabe y el arameo. No obstante, en algunos casos el mejor proceder es simplemente transcribir el nombre del árbol, como sucede con el algum.
En su libro Plants of the Bible (1952, págs. 5, 6), Harold y Alma Moldenke mencionan que muchos árboles que ahora proliferan en Palestina tal vez no se conocieron en tiempos bí­blicos, ya que, como arguyen, †œhay cambios en la flora, en particular en lugares como Palestina y Egipto, donde el hombre —notorio por su capacidad de trastornar el delicado equilibrio de la naturaleza— ha intervenido de manera notable† durante miles de años. En relación con esto, añaden: †œMuchas plantas que en tiempos bí­blicos abundaban en Tierra Santa o en paí­ses de aquel entorno, ya no se encuentran en esas zonas o su multiplicación ha disminuido sensiblemente†. Se han exterminado algunas especies o ha descendido bastante su presencia debido a un cultivo excesivo de la tierra o a la devastación de los bosques ocasionada por las sucesivas invasiones de Asiria, Babilonia y otras potencias hasta Roma. (Jer 6:6; Lu 19:43.) La destrucción de árboles y zonas forestales ha dado lugar a la erosión de la capa fértil de la superficie, lo que ha convertido muchas zonas en tierras áridas y desoladas.
Ya en la época de Abrahán existí­a la costumbre de hacer constar en los contratos de compraventa de tierras el número de árboles que habí­a en la propiedad. (Gé 23:15-18.)

Bajo la Ley. Pasado el tiempo, Jehová introdujo a los israelitas en Canaán, una tierra con †œárboles para alimento en abundancia†. Les prometió que, si eran obedientes, les darí­a lluvias cuantiosas, y requirió que apartaran una décima parte del fruto de la tierra para el santuario y el sacerdocio. (Ne 9:25; Le 26:3, 4; 27:30.) Cuando los israelitas invadieron la tierra, no se les permitió destruir los árboles frutales al atacar las ciudades, aunque siglos más tarde Dios autorizó a los reyes de Judá e Israel a devastar los †˜árboles buenos†™ del reino de Moab. Al parecer esto se debió a que Moab estaba fuera de la Tierra Prometida. Además, era una guerra punitiva contra los moabitas, y dicha acción reducirí­a el riesgo de que con el tiempo se sublevaran o se vengaran. (Dt 20:19, 20; 2Re 3:19, 25; compárese con Jer 6:6.) Al plantar un árbol, no se podí­a comer el fruto que produjera durante los tres primeros años, y el del cuarto año tení­a que dedicarse al uso del santuario. (Le 19:23-25; compárese con Dt 26:2.) A partir de entonces, los primeros frutos maduros de cada año debí­an también dedicarse a †œla casa de Jehovᆝ. (Ne 10:35-37.)

Uso figurado. Dios utilizó dos árboles en el jardí­n de Edén con propósitos simbólicos: el †œárbol de la vida† y †œel árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo†. El que el hombre no se adhiriera al decreto divino concerniente a este último fue lo que le llevó a la caí­da. (Gé 2:9, 16, 17; 3:1-24.)
Muchos han expresado el punto de vista erróneo de que el significado del †œárbol del conocimiento de lo bueno y lo malo† y la restricción de comer de su fruto tení­a que ver con el acto sexual entre la primera pareja humana, pero esta idea está en contradicción con el mandato explí­cito que Dios les dio de †˜ser fructí­feros y hacerse muchos y llenar la tierra†™. (Gé 1:28.) Antes bien, debido a que representaba el †œconocimiento de lo bueno y lo malo† y Dios habí­a indicado que estaba †œfuera de los lí­mites† de la pareja humana, ese árbol llegó a ser un sí­mbolo del derecho de Dios de determinar o fijar para el hombre las normas en cuanto a lo que es †œbueno† (lo que Dios aprueba) y lo que es †œmalo† (lo que Dios condena). Por lo tanto, constituyó una prueba del respeto del hombre a la posición de su Creador y de su disposición a permanecer dentro de los lí­mites de libertad decretados por Dios, lí­mites que no le restringí­an indebidamente, sino que, por el contrario, le permití­an el mayor disfrute de la vida. De modo que la violación de esos lí­mites y la entrada en el terreno de lo prohibido al comer del †œárbol del conocimiento de lo bueno y lo malo†, equivalí­a a una invasión del dominio de Dios o una insurrección contra su autoridad. (Véase SOBERANíA.)
También se usaron los árboles para representar a personas, gobernantes y reinos, como en el caso de la profecí­a que compara la caí­da de Faraón y †œsu muchedumbre† con la acción de talar un cedro majestuoso (Eze 31), así­ como en el de la profecí­a de Daniel concerniente al árbol poderoso que representaba el dominio en †œel reino de la humanidad†. (Da 4:10-26.) Al hombre justo se le asemeja a un árbol plantado junto a corrientes de agua (Sl 1:3), cuyo follaje es frondoso y que sigue produciendo fruto incluso en tiempo de sequí­a. (Jer 17:8.)
La promesa de que los dí­as del pueblo restaurado de Dios serí­an como los de un árbol (Isa 65:22) cobra más sentido al saber que algunos árboles de Palestina viven siglos e incluso más de mil años. En la visión de Ezequiel habí­a una corriente que fluí­a desde el templo flanqueada por árboles frutales cuyas hojas eran curativas, y en el libro de Revelación se presenta una visión similar. (Eze 47:7, 12; Rev 22:2, 14.) La expresión †œárbol de vida† se usa con respecto a la sabidurí­a verdadera, al fruto del justo, a la realización de algo deseado, a la calma de la lengua y también se asocia con la corona de la vida. (Pr 3:18; 11:30; 13:12; 15:4; Rev 2:7, 10.) Además, la Biblia relaciona los árboles con las condiciones fructí­feras, pací­ficas y gozosas que resultan de la gobernación real de Jehová y de la restauración de su pueblo. (1Cr 16:33; Sl 96:12; 148:9; Isa 55:12; Eze 34:27; 36:30.)
Asimismo, Jesús habló de árboles en alguna de sus ilustraciones para subrayar la necesidad de ser fructí­feros en verdadera justicia, igual que habí­a hecho Juan el Bautista. (Mt 3:10; 7:15-20.) Puesto que en aquel tiempo en Palestina los árboles frutales estaban gravados con un impuesto, un árbol infructí­fero (tan inservible como si estuviese muerto) se convertí­a en una carga indeseable para el propietario, y, por lo tanto, era cortado y destruido. (Lu 13:6-9.) En Judas 12 se compara a las personas inmorales que se infiltraron en la congregación cristiana con árboles infructí­feros en otoño que han muerto dos veces. El que se diga que han †œmuerto dos veces† tal vez sea una manera enfática de expresar que están completamente muertos, aunque también podrí­a significar que están muertos desde dos puntos de vista: 1) son estériles o infructí­feros y 2) están muertos literalmente, sin ningún tipo de vitalidad.
La palabra hebrea para árbol se usa también con respecto al madero o poste donde se colgaba a los ejecutados. (Gé 40:19; Dt 21:22, 23; Jos 8:29; Est 2:23.) El apóstol Pablo usó la palabra griega xý·lon (madero) cuando aplicó Deuteronomio 21:23. (Gál 3:13; véanse MADERO DE TORMENTO; árboles por su nombre propio.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

El árbol es a los ojos del hombre el signo tangible de la fuerza vital que ha esparcido el Creador en la naturaleza (cf. Gén 1,11s). A cada primavera anuncia su renacimiento (Mt 24, 32). Cortado, vuelve a brotar (Job 14,7ss). En el desierto árido indica los lugares donde el *agua permite la vida (Ex 15,27; Is 41,19). Alimenta al hombre con sus frutos (cf. Dan 4,9). Esto es suficiente para que se pueda comparar con un árbol verdegueante, ya al hombre justo al que Dios bendice (Sal 1,3; Jer 17,7s), ya al pueblo, al que colma de favores (Os 14,6s). Es cierto que hay árboles buenos y malos, que se reconocen por sus *frutos; los malos sólo merecen ser cortados y arrojados al fuego; igualmente los hombres en el momento del *juicio de Dios (Mt 7,16-20 p; cf. 3,10 p; Lc 23,31). A partir de este significado general, el simbolismo del árbol se desarrolla en la Biblia en tres direcciones.

1. El árbol de la vida. El Génesis, utilizando un simbolo corriente en la mitologí­a mesopotámica, coloca en el *Paraí­so primitivo un árbol de la *vida, cuyo fruto comunica la inmortalidad (Gén 2,9; 3,22). En conexión con este primer sí­mbolo, la falsa sabidurí­a que usurpa el hombre atribuyéndose el “conocimiento del bien y del mal” se representa también como un árbol de fruto prohibido (Gén 2,16s). El hombre, seducido por la apariencia engañosa de este árbol, comió de su fruto (Gén 3,2-6). A consecuencia de esto tiene ahora cortado el camino del árbol de la vida (Gén 3,22ss). Pero todo el desarrollo de la historia sagrada va a mostrar cómo Dios le restituye su acceso. En la escatologí­a profética se describe la *tierra santa en los últimos tiempos como un paraí­so nuevamente hallado, cuyos árboles maravillosos proporcionarán a los hombres alimento y remedio (Ez 47, 12). Ahora ya la *sabidurí­a es para el hombre que la capta un árbol de la vida que da la felicidad (Prov 3, 18; 11,30; cf. Eclo 24,12-22). Y finalmente, en el NT promete Cristo a los que le permanezcan fieles, comer del árbol de la vida que está en el paraí­so de Dios (Ap 2,7).

2. El árbol del reino de Dios. Las mitologí­as orientales conocí­an también el sí­mbolo del árbol cósmico, representación figurada del universo. Este sí­mbolo no es utilizado por la Biblia. Pero ésta compara fácilmente a los imperios humanos, que tienen bajo su *sombra a tantos pueblos, con un árbol extraordinario: se eleva hasta el cielo y desciende hasta los infiernos, cobija a todas las aves y a todos los animales (Ez 31,1-9; Dan 4,7ss). Grandeza ficticia, puesto que está fundada en la *soberbia. El juicio de Dios derribará este árbol (Ez 31,10-18; Dan 4,10-14). Pero el *reino de Dios, nacido de una humilde semilla, se convertirá, en cambio, en un gran árbol, en el que vendrán a anidar todas las aves (Mt 13,31s p).

3. El árbol de la cruz. El árbol puede llegar a ser signo de maldición cuando se utiliza como patí­bulo para los condenados a muerte (Gén 40,19; Jos 8,29; 10,26; Est 2,23; 5,14): el ahorcado, que de él pende, mancilla la tierra santa, pues es una maldición de Dios (Dt 21,22s). Ahora bien. Jesús quiso tomar sobre si esta maldición (Gál 3,13). Llevó nuestras culpas en su cuerpo en el leño de la *cruz (IPe 2,24), y en él clavó la sentencia de muerte que se habí­a dictado contra nosotros (Col 2,14) Por el hecho mismo, el árbol de la cruz vino a ser el “leño que salva” (cf. Sab 14,7): está abierto el camino que conduce al paraí­so hallado y nosotros comeremos del árbol de la vida (Ap 22,2.14). El mismo antiguo signo de maldición se ha convertido en este árbol de la vida: Crux fidelis, í­nter omnes Arbor una nobilis: nulla silva talem profert, fronde, flore, germine (liturgia del vienes santo). -> Cruz – Fruto.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas