BANQUETE FINAL

(-> comida, idolocitos). Diversos textos de la Biblia vinculan el mesianismo con la comida, especialmente con el pan y el vino. Ese es un tema que ha definido después a los cristianos.

(1) Judaismo. Banquete escatológico. “¡Qué espléndido será, qué hermoso! El trigo hará florecer a los jóvenes, el mosto a las doncellas” (Zac 9,17). En esa lí­nea avanza el llamado “Apocalipsis de Isaí­as” (del siglo III-II a.C.): “El Señor de los Ejércitos (Yahvé Sebaot) prepara en este monte (= Sión), para todos los pueblos, un banquete de manjares suculentos, banquete de buenos vinos: manjares pingües, vinos depurados; y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos… Aniquilará a la Muerte para siempre” (Is 25,6-7). El banquete final se sitúa sobre el monte Sión, que Is 2,1-5 presentaba como foco de reconciliación universal (¡de las espadas forjarán arados!), entendido ahora como banquete y victoria sobre la muerte. En esa lí­nea, el libro de Parábolas de Henoc (1 Hen 37-71), escrito al parecer en tiempos de Jesús, habla de un banquete del Hijo* del Hombre, entendido como salvador escatológico: “Los justos y elegidos serán salvos ese dí­a, no verán ya a los perversos… Dios habitará con ellos; morarán y comerán con este Hijo del Hombre, se acostarán y se levantarán por los siglos” (1 Hen 62,7-14). La salvación significa morar y comer con el Hijo del Hombre. Los últimos libros de la apocalí­ptica judí­a (ApBar, 4 Esdras), escritos a finales del I d.C., siguen destacando el tema de la abundancia final, en forma de comida: “La tierra producirá sus frutos: mil por uno. Cada viña tendrá mil sarmientos, cada sarmiento mil racimos, cada racimo mil uvas y cada uva dará una medida de vino. Y se alegrarán los hambrientos y serán espectadores de prodigios: los vientos que provienen de mi faz (de Dios) esparcirán cada mañana perfumes aromáticos y traerán cada tarde nubes cargadas de rocí­o. Entonces lloverá de nuevo el maná, que yo habí­a reservado, y lo comerán en aquellos años, pues habrá llegado al fin de los tiempos” (ApBar 29,5-8). Estos son los tiempos buenos de la nueva tierra, definida básicamente por el vino mesiánico de abundancia y el manápan de la gracia.

(2) Movimiento de Jesús. El sí­mbolo y práctica del banquete, abierto a todas las naciones, en clave de reconciliación y plenitud humana, resulta importante en el mensaje y vida de Jesús, como aparece en los textos de las multiplicaciones *(Mc6,30-44y8,l-10 par; Jn 6,1-5), que la tradición cristiana ha presentado con rasgos pascuales y eclesiales, destacando la presencia orante (pascual) de Jesús allí­ donde sus fieles comparten en su nombre, ya en la iglesia, los panes y los peces. Pero es claro que en el fondo de ese sí­mbolo late un fuerte recuerdo histórico, vinculado a las comidas* de Jesús, que se sentaba con pecadores y excluidos, invitándoles al Reino. La Iglesia sabe que el Banquete de Reino ha de ser universal, abierto a la muchedumbre, superando los sacrificios del templo de Jerusalén, y los convites rituales (puros) de los pequeños grupos de separados, como los fariseos (haburot) y esenios de Qumrán. La comensalidad abierta define el carácter humano y expansivo del movimiento de los seguidores de Jesús, que no necesitan un templo donde sacrificar corderos para comerlos, entre los puros, ni casas especiales de doctrina (escribas), ni lugares de manutención separada (alimentos puros, para hombres en estado de pureza), sino que ofrecen y comparten la comida normal (pan y pescado), a campo abierto, con mujeres y niños, como si se hubiera cumplido ya la promesa de Is 26,6-8.

(3) Peregrinación final. Santuario del pan. En esa lí­nea se sitúa el tema de la peregrinación final, que no lleva a un santuario peculiar, de Jerusalén o de La Meca, sino a una comida abierta para todos los humanos: “En verdad os digo, vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob, en el reino de los cielos. Pero los hijos del Reino serán expulsados a las tinieblas exteriores…” (Mt 8,11-12). Ese tema recoge un motivo de la tradición escatológica de Israel (cf. Is 2,1-4; 18,7; 40,5; 60,122; Miq 4,1-2; Zac 8,20-21), según la cual vendrán los hijos dispersos, desde los cuatro puntos cardinales, para sentarse a la mesa del banquete… Este es un tema común, pero el movimiento de Jesús lo ha reelaborado dándole unos rasgos particulares, que definen su novedad mesiánica. (a) La reunión y comida final no se realiza en el monte de Jerusalén, pues no tiene un carácter cúltico o sacrificial, ni es celebración de triunfo del pueblo en cuanto tal, pues se añade que muchos hijos del Reino (= israelitas) se excluirán a sí­ mismos, (b) Más que con Jerusalén y su templo, esta reunión y comida, abierta al Reino, está vinculada a las promesas patriarcales. Aquí­, igual que en otro pasaje central sobre la resurrección (cf. Mc 12,26 par), Jesús apela a los patriarcas, como garantes y testigos de la salvación universal de Dios, (c) En Is 26,6 el banquete final de Sión lo prepara el Señor de los Ejércitos, Dios vencedor, vinculado a la violencia escatológica. Por el contrario, en Mt 8,5-13, va unido a la fe de un soldado o centurión que sufre, no por la derrota en el campo de batalla, sino por la enfermedad de su hijo o querido (pais: Mt 8,6). Por su parte, el Apocalipsis distingue entre un banquete diabólico (literalmente de Dios, es decir, muy grande), de tipo pervertido, vinculado a las aves carroñeras que comen la carne muerta de la historia (Ap 19,17), y un banquete de Bodas del Cordero, relacionado con su triunfo sobre la muerte (19,9). La promesa de felicidad se interpreta en Ap 3,20 (cenaré con él y él conmigo) como banquete. Pero en la culminación del libro (Ap 21,1-22,5) ese tema queda sólo insinuado en el árbol de la vida, del que comerán los invitados, sin escena expresa de banquete.

Cf. J. Jeremí­as, La promesa de Jesils a los paganos, Fax, Madrid 1974; X. Pikaza, Fiesta del pan, fiesta del vino, Verbo Divino, Estella 2000.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra