BEATO

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Es el nombre que se da a una persona que se dedica a la piedad, por similitud al que ha sido reconocido como siervo de Dios modélico por la autoridad de la Iglesia.

(Ver Canonización 2.1.) Se llama también así­ al libro antiguo (del siglo X al XIII), sobre todo de los grupos mozárabes de España. Inspiraba piedad por las miniaturas piadosas (hoy artí­sticas) que ostentaba y que procedí­an de verdaderos genios de la «pintura pequeña», basada en detalles, gestos, sí­mbolos, expresados polí­cromamente con esmero y genial creatividad.

La primera conocida de las escuelas de miniaturistas fue originada por el pintor Magius, el cual se inspiró en los iconos bizantinos para su tarea artí­stica. Trabajó hacia el 926 en el Monasterio de S. Miguel de la Escalada. Fue experto en armoní­a, color y figura. Sus discí­pulos continuaron sus obras de arte. Se conservan unos 20 modelos de esta costumbre artí­stica y piadosa, delicia hoy de los museos.

Algunos de estos «beatos» son significativos en el arte pictórico, como el Beato de Liébana (del 786), con sus «comentarios sobre le Apocalipsis», o el Beato de Tábara (hacia el 930). Es interesante confrontar que el sentido de esas miniaturas, más que ornamental, era profundamente catequí­stico.

Pretendí­an sus autores instruir y excitar la piedad por medio del dibujo religioso y de figuras modélicas o de escenas relacionados con la Virgen Marí­a, con los santos o con los textos evangélicos recogidos en las páginas en donde las miniaturas iban impresas en los Beatos.

Hoy se puede reconstruir una catequesis magní­fica con estas obras pictóricas nacidas al amparo de las devociones medievales.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> Apocalipsis, arte). Monje de la Liébana, actual Cantabria, en el antiguo reino de Asturias (España). Vivió en el siglo VIII y escribió un comentario al Apocalipsis, que se leyó durante siglos en las celebraciones dominicales de la liturgia hispana, marcando de un modo poderoso el cristianismo militante y apocalí­ptico de la Edad Media. Por otra parte, su comentario se ha hecho famoso por los numerosos y bellí­simos manuscritos (se conservan unos treinta y cuatro) en que ha sido copiado entre el XI y XIII. Sus dibujos (miniaturas e ilustraciones) de tipo mozárabe (prerrománico), que reflejan los sí­mbolos fundamentales del Apocalipsis, constituyen uno de los testimonios artí­sticos más importantes de la historia de Occidente. Ellos son un ejemplo de la fuerza de evocación artí­stica de la Biblia. En el fondo de la gran belleza de los dibujos late una protesta aún mayor contra los poderes destructores de lo humano.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra