BIENAVENTURANZA Y BIENAVENTURANZAS
Sumario: 1. Las bienaventuranzas en general: Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica
1. La Biblia hebrea; 2. La Biblia griega (los LXX); 3. El judaismo posbíblico; 4. El NT.
II. Las bienave nturanzas del sermón de la montaña: 1. La versión de Mateo: a) Visión de conjunto, b) Los destinatarios, c) La promesa; 2. La versión de Lucas; 3. Las bienaventuranzas en la predicación de Jesús:
a) Sentido cristológico, b) Sentido teológico.
Se da el nombre de †œbienaventuranza† ante todo, en general (1), a ciertas †œsentencias exclamativas, construidas en proposiciones nominales y que comienzan con la palabra bienaventurado †œ(George); en el lenguaje cristiano, este término se aplica más concretamente (II) a la serie de nueve sentencias de este tipo que forman el exordio solemne del sermón de la montaña (Mt 5,3-12) y constituyen una especie de síntesis del mensaje evangélico como programa de vida cristiana. Caracterizadas por su forma literaria, estas sentencias se presentan al mismo tiempo como formas concretas de una manera especial de concebir la felicidad del hombre.
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1. LAS BIENAVENTURANZAS EN GENERAL.
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1. La Biblia hebrea.
La Biblia hebrea contiene 42 bienaventuranzas, 45 si se cuentan por dos las bienaventuranzas dobles IR 10,8; 2Cr 9,7; Sal 144,15), 48 si se incluyen las formas inversas de Pr 14,21; 16,20; 29,18. Las partes de Sirácida que se conservan en hebreo permiten añadir otras ocho. Podrían contarse, además, algunas formulaciones diferentes, pero emparentadas con las otras: Gen 30,13; Pr 3,18; 31,28; Jb 29,11; Cant 6,9; Ps 41,3; 72,17; Mal 3,12.
Se advierte enseguida la distribución tan desigual de estos textos. La bienaventuranza no ocupa ningún lugar en los textos legislativos y es rara en los libros narrativos (Gn 30,13 lRelO,8 =2Crón9,7;ladeDt33,29 se encuentra en un poema) y en los proféticos (Is 30,18; Is 32,20; Is 56,2; Dn 12,12; Ml 3,12). En compensación, está abundantemente presente en el Salterio (28 veces), en los Proverbios (13 veces) y en los demás escritos sapienciales.
El origen de la palabra hebrea †˜as-rey, traducida por †œbienaventurado†™, crea algunas dificultades. Se trata aparentemente de un sustantivo masculino plural en estado constructo (seguido por un complemento determinativo). Esta dificultad es aún mayor si se tiene en cuenta que las lenguas semíticas antiguas no conocen esta forma de expresión, y su traducción aramea, tübey (tübayen siríaco), suscita problemas análogos. Se tiene más bien la impresión de encontrarse ante una especie de interjección que tendría equivalentes en egipcio: un sufijo wy le da valor exclamativo con diversos adjetivos. Se plantea entonces la cuestión de saber si la formulación de las bienaventuranzas bíblicas no indicará una influencia de Egipto.
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Ha sido objeto de discurso la relación que hay que establecer entre bienaventuranza y bendición. Más
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concretamente, se trata de saber si la bienaventuranza no será una especie de derivado de la fórmula que declara que alguien es, o se desea que sea, †œbendecido† (barúk).Se trata en realidad de dos fórmulas que no es posible confundir: †œLa bendición es una palabra creadora, que obra lo mismo que denota o significa. La bienaventuranza, por su parte, es una fórmula de felicitación, y supone por tanto la constatación de una felicidad ya realizada o, al menos, en vías de realización† (Lipinski). Está claro que las fórmulas de bendición ocupan en la Biblia un lugar mucho más amplio que las bienaventuranzas; pertenecen a otro registro.
Otra cuestión discutida es la de saber si, dentro del grupo de las bienaventuranzas bíblicas, hay que conceder cierta prioridad o anterioridad a la categoría de las bienave nturanzas sapienciales, que traducen las experiencias de la vida corriente sin una dimensión propiamente espiritual, o a la categoría de bienaventuranzas †œpiadosas†™ que proclaman la felicidad del hombre que pone su confianza en Dios, que se preocupa de agradarle, que goza de su benevolencia y de su protección. De todas formas hay que reconocer que la nota religiosa va unida a las bienaventuranzas desde el momento en que aparecen en la Biblia y que esta nota es allí ampliamente dominante. Desde este punto de vista, una vez más, la bienaventuranza bíblica parece situarse en la prolongación de una antigua tradición egipcia.
Comienza a abrirse una nueva perspectiva, ligada a uno de los rasgos más característicos de la religión yah-vista. Esta religión es la de un Dios que hace una promesa que va más allá de la vida terrena de los individuos y que garantiza la intervención con que en el futuro llegará a cambiar el curso de la historia. El suscita además en el corazón de sus fieles una esperanza que encontrará naturalmente su expresión en las bienaventuranzas †œescatológicas†™ Tal es el caso del oráculo relativamente reciente de Is 30,18: †œEl Señor espérala hora de otorgaros su gracia: por eso se levanta para apiadarse de vosotros, porque el Señores un Dios de justicia; bienaventurados los que en él esperan†. O también en Dan 12,12:
†œBienaventurado el que sepa esperar y llegue a mil trescientos treinta y cinco días†. Este tipo de bienaventuranzas tendrá una especial importancia en el judaismo posbíblico y en el NT.
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2. La Biblia griega (los lxx).
Los LXX traducen normalmente †˜as-rey por makários: 42 veces, más las ocho veces de las partes de Sirácida que se conservan en hebreo; con los libros propios de esta Biblia (sin contar 4Mac) se llega a un total de 60 bienaventuranzas o †œmacarismos†. Hay que añadir a ellas las tres construcciones invertidas de Pr 14,21; 16,20 y 29,18, en donde el traductor utiliza makáristos; hay que tener en cuenta además las 17 veces en que se usa el verbo maka rizo en el sentido de †œproclamar dichoso†.
Si la forma literaria de las bienaventuranzas no aparece sino muy tardíamente en la Biblia, es, por el contrario, muy antigua y frecuente en la literatura griega, en donde se encuentra corrientemente ya en Hornero. Para proclamar la felicidad de los que llamaban ellos †œbienaventurados†, los griegos poseían varios adjetivos, cada uno de ellos con su propio matiz. En la época helenista, makários es prácticamente el único usado, no sin cierta ampliación de su campo semántico: puede entonces designar la felicidad desde muy distintos puntos de vista. Todo lo más lo sustituye a veces el adjetivo verbal makáristos, cuando se busca un término más noble. Los LXX se acomodaron al uso de la época. Se puede subrayar que los latinos, que disponen de un vocabulario más diferenciado, usan de forma prácticamente equivalente los términos beatus, fe-lix, fortunatus.
En conjunto, el panorama general de los macarismos de la Biblia griega sigue siendo, naturalmente, el de la Biblia hebrea: claro predominio de las sentencias propiamente religiosas, sin excluir la presencia de sentencias derivadas de una sabiduría totalmente profana. El cambio más significativo se observa en el aumento del número de bienaventuranzas escato-lógicas que traducen la esperanzajudía. Por eso Is 31 ,9b adquiere un significado totalmente nuevo: †œEsto me ha dicho el Señor: †˜iDichoso el que tiene una descendencia en Sión ygentede sú casa en Jerusalén!† (32,1); esta bienaventuranza sirve de introducción al oráculo siguiente: †œAc aquí que un rey reinará con justicia…† (32,1). Recordemos también a Jb 13,15-16: †œBienaventurados los que te aman (Jerusalén)y los que se alegran detu paz. Bienaventurados también todos los hombres que lloren tus calamidades, porque se alegrarán en ti, contemplando tu gloria para siempre† (recensión 5). Esta parece ser igualmente la perspectiva de Sg 2,16;
3,13-14.
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3. El judaismo posbíblico.
En él se nos ofrece una gran cantidad de bienaventuranzas. Bastarán unos pocos ejemplos. La línea de las bienaventuranzas piadosas de la Biblia tiene su prolongación inmediata en un texto de la cueva 4 de
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Qumrán que, como el evangelio, enumera una serie de bienaventuranzas. El comienzo del texto se ha perdido desgraciadamente: †œ…de un corazón puro, y no hay calumnia en su lengua. Bienaventurados los que escogen sus mandamientos y no escogen los senderos de iniquidad. Bienaventurados los que encuentran su gozo en él y no sienten placer en los caminos de iniquidad. Bienaventurados los que lo buscan con manos puras y no lo buscan con corazón mentiroso. Bienaventurado el hombre que ha adquirido la sabiduría y camina en la ley del Altísimo, establece su corazón en sus caminos, no se desanima por sus castigos y acepta sus golpes con buen corazón†™.
Se asiste sobre todo a un gran florecimiento de macarismos escatoló-gicos. Por ejemplo, éste que data de hacia el 140 a.C.: †œDichoso el que, hombre o mujer, viva en aquel tiempo!† (Oráculos sibilinos III, 371). 0 bien éstos, en los Salmos de Salomón (por el 60 a.C): †œiDichosos los que vivan aquellos días, para contemplar la felicidad que concederá Dios a Israel reuniendo a las tribus!†™ (17,44), †œDichosos los que vivan aquellos días, para contemplar los beneficios que el Señor concederá a la generación futura, bajo el cetro corrector del Cristo Señor, en el temor de su Dios† (18,6). A comienzos de nuestra era, la Asunción de Moisés recuerda la intervención de Dios que toma la defensa de su pueblo, y exclama: †œEntonces serás dichoso, Israel! Montarás sobre la espalda y las alas del águila† (10,8). Y en la sección de las †œparábolas†™ del Libro de Henoc etiópico: †œDichosos vosotros, justos y elegidos, porque vuestra herencia es gloriosa† (58,2).
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4. El NT.
En el NT se utiliza 50 veces el adjetivo makarios. En seis casos no se trata de bienaventuranzas
Hch 20,35; Hch 26,2; ICo 7,40; lTm 1,11; lTm 6,15; Tt 2,13). Los otros 44 casos pertenecen al género
†œbienaventuranzas† de una forma más o menos pura. Se subdividen de la manera siguiente: Mt 13; Lc 15;
Jn 2; Rom 3; Jc 2; 1 Pe 2; Ap 7. Con ellos hay que relacionar dos usos de ma-ka rízó, †œproclamar dichoso†
Lc 1,48; St 5,11) y tres de makáris-rrios, †œmacarismo†™ o †œbienaventuranza†™(Rm 4,6; Rm 4,9; Jud 4,15).
Pablo, que toma prestados de los Salmos dos de sus macarismos, permanece en la lista de las bienaventuranzas piadosas(Rm 4,6; Rm 4,7; Rm 4,8; Rm 4,9; Rm 14,22). Puede reconocerseel eco de la tradición sapiencial en Jn 13,17 y eñ Jc 1,25; 5,11. Predomina allí evidentemente la perspectiva escatológica, Esta sigue siendo de ordinario una escatología futura: Mt 5,3-12; 24,46; Lc 6,20-22; 12,37-43; 14,14- 15; 23,29; Jc 1,12; 1P 3,14; 4,14; Ap 1S3; 14,13; 16,15; 19,9; 20,6; 22,7-14. Pero con la persona y la misión de Jesús la escatología ha entrado en la historia, de forma que la felicidad del mundo futuro se hace ya realidad presente para los creyentes. Así pues, son bienaventurados los ojos de los discípulos, que tienen el privilegio de verlo que están viendo (Lc 10,23; Mt 13,16); es bienaventurado Pedro, que ha recibido del Padre la revelación del Hijo (Mt 16,17); son bienaventurados aquellos para los que Jesús no es ocasión de escándalo (Mt 11,6; Lc 7,23); son bienaventurados los que creen sin haber visto (Jn 20,29). Pero sobre todo es bienaventurada la madre del Salvador, porque ha creído (Lc 1,45; Lc 1,48); éste es también el presupuesto que da todo su significado a la doble bienaventuranza de Lc 11, 27-28.
Vemos entonces cómo las bienaventuranzas se convierten en el vehículo del mensaje cristológico. Lo que está expresamente dicho en un pequeño número de las mismas podría encontrarse también, de modo implícito, en otras bienaventuranzas escatológicas. Tal es el caso, a nuestro juicio, de las
bienaventuranzas del sermón de la montaña.
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II. LAS BIENAVENTURANZAS DEL SERMON DE LA MONTANA.
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1. La versión de Mateo.
Mt 5,3-20 enumera una serie de nueve bienaventuranzas, †œlas bienaventuranzas† por excelencia, el programa del buen cristiano.
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a) Visión de conjunto.
La serie se compone ante todo de ocho sentencias cortas, construidas todas ellas según el mismo modelo: la proclamación de ibienaventurado!†™,la categoría de personas a las que se aplica, el motivo de su felicidad. Como conclusión, una última bienaventuranza completa las anteriores con el desarrollo que
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se le da; y también por el hecho de que no habla ya en general, sino que interpela directamente a los discípulos de Jesús, dirigiéndose a ellos en segunda persona. Hay que notar además que, como la octava bienaventuranza, esta última concierne a unas personas que han de sufrir persecuciones. Así pues, no se trata de una categoría de †œbienaventurados† totalmente nueva, sino más bien de una indicación complementaria sobre los destinatarios de la octava bienaventuranza.
La unidad literaria de las ocho bienaventuranzas breves la da la presencia de una inclusión, ya que la octava bienaventuranza repite la promesa de la primera: †œporque de ellos es el reino de Dios. Otro detalle estilístico demuestra que estas bienaventuranzas se subdividen en dos grupos de cuatro: en efecto, la cuarta y la octava evidencian el mismo término característico, designando a †œlos que tienen hambre y sed de justicia† y a los que †œson perseguidos por su justicia†.
El doble uso de la palabra †œjusticia† es significativo porque caracteriza al mismo tiempo la función de la serie de las bienaventuranzas en relación con el gran discurso al que introducen y la orientación general del pensamiento que las inspira. Tomado en conjunto, el sermón de la montaña, primero de los cinco discursos de Jesús intercalados en el evangelio de Mateo, se presenta como una enseñanza sobre la †œjusticia† que Jesús exige de sus discípulos y que es la condición para entrar en el reino de los cielos; recordada en 5,6 y 10, la palabra †˜justicia† se repetirá en 5,20 y 6,1.33. Encontramos un equivalente suyo en la declaración de 7,21; †œEntrará en el reino de Dios el que hace la voluntad de mi Padre celestial†™. Se define la justicia precisamente como cumplimiento de la voluntad divina. Las bienaventuranzas constituyen una primera descripción concreta de las exigencias de Dios respecto al hombre.
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b) Los destinatarios.
El acento se pone en las disposiciones interiores que conforman al hombre con la voluntad de Dios: de las ocho bienaventuranzas, hay seis que conciernen directamente a estas disposiciones. Las dos bienaventuranzas activas, la de los misericordiosos y la de los que trabajan por la paz, designan prácticas que manifiestan igualmente las disposiciones del corazón: las que deben inspirar al cristiano en sus relaciones con el prójimo. Las otras seis bienaventuranzas cualifican más bien la actitud del creyente ante Dios.
– Tal es el caso, evidentemente, de las dos bienaventuranzas que hablan de la ¡justicia, entendiendo por ella la conformidad con la voluntad divina; una conformidad a la que aspira el creyente con toda su alma, una aspiración ardiente bien expresada por la imagen del hambre y de la sed corporales (y. 6) y una conformidad de la que no puede apartarlo ninguna persecución por parte de los hombres (y. 10).
– Y es también el caso de las dos bienaventuranzas de los †œpobres de espíritu† y de los afables o mansos,
que traducen la misma palabra hebrea †˜anawim, poniendo de relieve de dos maneras distintas sus
resonancias religiosas. Se trata de esa †œpobreza†™ espiritual, que se tenía igualmente en alta consideración
entre los monjes judíos de Qumrán, integrada por humildad y serena paciencia, sumisión total y confiada,
y que sólo es posible a través de un perfecto desprendimiento de sí.
– Es también el caso de los †œlimpios de corazón†™: los que no se contentan con la pureza ritual y exterior que requería el judaismo para poder participar en las ceremonias del culto, sino que se entregan a una rectitud interior total, a una rectitud absoluta que excluye toda doblez y todo repliegue sobre sí mismo.
– La interpretación de la bienventuranza de los afligidos tiene que tener en cuenta, evidentemente, este contexto. Por tanto, no se trata aquí (como en Lucas) de personas que lloran por causa de motivos exteriores, independientes de su voluntad, sino
J. Dupont