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BIOETICA

BIOETICA

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Ciencia o reflexión que se detiene en los problemas morales que plantean muchas cuestiones relacionadas con la vida humana o eventualmente con los procesos alteradores de otras formas de vida terrena.

La importancia de la bioética se incrementando con los recientes planteamientos sobre experimentos humanos (clonación, reproducción artificial, eutanasia, manipulaciones genéticas, control neurológico de la personalidad o del comportamiento, etc. Estas cuestiones plantean muchas incógnitas éticas, que suscitan el interés, sobre todo, de los jóvenes y de los intelectuales.

La defensa de la dignidad humana reclama muchas veces respuestas éticas a las opciones cientí­ficas y en cuando afecta a la dignidad del hombre como criatura y como ser portador de valores eternos, reclama una correcta y suficiente orientación educativa.

Conviene dejar claros ante ellos ciertos principios indiscutibles, como que el derecho a la investigación cientí­fica termina allí­ donde comienza el derecho de un ser humano al respeto a su identidad y a su dignidad.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. moral)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

Es la disciplina que estudia las manipulaciones de la vida humana a la luz de los principios morales. Los problemas de que se ocupa son: la posibilidad de intervención en la vida fí­sica ~ psí­quica del hombre; las relaciones dél sanitario con el paciente; los lí­mites de la dignidad intangible de la persona y los deberes que la tutelan cada vez que se realiza una intervención sobre ella: el derecho de objeción del médico contra leyes injustas (el aborto, la eutanasia, etc.).

Los recientes descubrimientos cientí­ficos han inducido al Magisterio a una intervención doctrinal (Donum vitae, 1987) donde se ponen de manifiesto los papeles respectivos y las funciones de las ciencias biomédicas y de la moral. La mencionada Instrucción afirma que el hombre no es sólo un conjunto de tejidos, de órganos y de funciones. Su naturaleza es al mismo tiempo corporal y espiritual: por eso no puede estar sometido a una ley puramente biológica. La lev moral tutela espacios muy amplios, que compren den la dignidad y los derechos del hombre. En otras palabras, «la ciencia y la técnica requieren, por su mismo significado intrí­nseco, el respeto incondicionado de los criterios fundamentales de la moralidad: es decir, tienen que estar al servicio de la persona humana, de sus derechos inalienables y de un-bien verdadero e integral» (Donum vitae, Int. 2).

Las relaciones entre la biologí­a y la moral están equilibradas en la medida en que tienen en cuenta las instancias humanas. sin olvidar el horizonte trascendente, que tiene para el cristiano su fundamento en la revelación bí­blica y de donde brota el compromiso moral.

Este horizonte trascendente está constituido por el amor radical de Dios al hombre, amor que se ha revelado en la humanidad de Jesucristo. Este acontecimiento, anterior a toda actividad humana, ha hecho d e la humanidad el 1ugar de aparición de todo el contenido del mandamiento que Dios impone al hombre : este mandamiento es el hombre mismo considerado en su autonomí­a completa e intrí­nseca (Molinaro).

De aquí­ se deduce que el cristiano está llamado a una disponibilidad total para con el hombre y para con el mundo. En particular, el cristiano tiene que comprometerse, junto con todos los hombres de buena voluntad, a salvaguardar la dignidad humana.

En este contexto se comprende bien la diferencia que existe entre la bioética y las ciencias afines: la medicina legal y la deontologí­a médica. La medicina legal es una rama de la medicina que se ocupa de hechos y de problemas propios de la ciencia médica interesantes para el derecho, cuva finalidad es, prohibiendo promover el bien comun, sólo aquellos comportamientos que son perjudiciales al bien común e inspirándose en el principio del mal menor. Por tanto, la bioética supera el ámbito de la medicina legal en el sentido de que no puede limitar sus valoraciones simplemente apelando a la ley civil. Esto vale análogamente para la deontologí­a médica, que tiene un campo todaví­a más restringido.

B. Marra

Bibl.: J Gafo, Diez palabras clave en bioética, Verbo Divino. Estella 21994: E, López Azpitarte, Etica y vida, San Pablo, Madrid 1990; X. Thévenot, La bioética, Mensajero, Bilbao 1990.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

TEOLOGíA MORAL
SUMARIO:
I. Planteamientos generales:
1. Novedad terminológica y conceptual;
2. Factores en la génesis de la bioética:
a) Los avances cientí­fico-técnicos,
b) Los cambios operados en el concepto de la salud y en la práctica médica,
c) Desconfesionalización y desdeontologización de la ética;
3. El paradigma de racionalidad en la bioética:
a) Paradigmas teleológicos,
b) Paradigmas deontológicos,
c) Hacia un paradigma pragmático con funcionalidad pública
4. Los criterios referenciales de la bioéhca:
a) Vigencias éticas,
b) Orientaciones estimativas;
5. La bioética teológica.
II. Balance de los estudios de bioética:
1. Inicios de la vida humana:
a) Técnicas de reproducción asistida,
b) Anticoncepción,
c) Aborto
d) Calidad de la vida humana;
2. Hacia el final de la vida humana:
a) Muerte cerebral,
b) La muerte digna,
c) Medios de prolongar la vida,
d) La eutanasia,
e) Los ancianos;
3. Genética;
4. Tratamiento e investigación:
a) Infección del VIH,
b) Trasplantes,
c) Experimentación,
d) «Derechos» de los animales.
III. Signos de vitalidad de la bioética:
1. Centros de bioética;
2. Revistas especializadas;
3. Bibliografí­a.

I. Planteamientos generales
1. NOVEDAD TERMINOLí“GICA Y CONCEPTUAL. El término bioética es de acuñación reciente. Nacido en ambiente anglosajón, ha encontrado favorable acogida en las restantes áreas lingüí­sticas. Por tratarse de una novedad terminológica y conceptual, es preciso iniciar la reflexión con un conjunto de aproximaciones al mismo tiempo delimitativas y clarificadoras.

La composición, de raí­z griega, alude a dos magnitudes de notable significación: bios (vida) y ethos (ética). Propósito general de la bioética es lograr la adecuada «composición» entre esas dos realidades de la vida y de la ética; una composición que no sea mera yuxtaposición, sino auténtica interacción.

La relación activa y estimulante entre vida (bios) y ética (ethos) puede ser entendida con mayor o menor amplitud y con menor o mayor precisión. Para Potter (1971), uno de los primeros en utilizar el término bioética como tí­tulo de un libro y con el sentido programático de una nueva rama del saber, la bioética consiste fundamentalmente en servirse de las ciencias biológicas para mejorar la calidad de vida. En esta consideración se advierte de inmediato tanto la amplitud de significado como la consiguiente imprecisión del contenido 1.

Hay quienes, situados en el extremo opuesto, limitan la relación entre vida y valores éticos al área de la actividad médica. Según esta consideración, la bioética vendrí­a a ser un nuevo término para expresar el viejo concepto de la ética médica. Como advierte Kieffer, «para muchas mentalidades, ésta es la aceptación predominante» 2
No se puede quitar importancia a las dos orientaciones aludidas. Por una parte, los hechos biológicos tienen una ineludible repercusión en los valores éticos; los avances cientí­ficotécnicos de la biologí­a han de ser orientados para promocionar la calidad de vida, individual y social, personal y ambiental. Por otra parte, donde la vida humana se encuentra decisivamente problematizada es en las situaciones sometidas a la práctica médica., De ahí­ que la bioética tenga que asumir los problemas y los objetivos tanto de la «ética de la naturaleza» (ambiental) como de la «ética de la biomedicina».

Sin embargo, la noción exacta de la bioética se extiende más allá de la moral médica y posee una precisión mayor que la expresada por la ética ambiental. En el momento actual, la norteamericana Encyclopedia of Bioethics marca el significado vigente de bioética, la cual «puede ser definida como el estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud en cuanto que dicha conducta es examinada a la luz de los valores y de los principios morales» 3.

De acuerdo con esta consideración, la bioética es formalmente una rama o subdisciplina del saber ético, del que recibe el estatuto epistemológico básico y con el que mantiene una relación de dependencia justificadora y orientadora. Los contenidos materiales le son proporcionados a la bioética por la realidad del «cuidado de la salud» y por los datos de las «ciencias de la vida», como la biologí­a, la medicina, la antropologí­a, la sociologí­a. El análisis de los temas, aunque tiene una omnipresente referencia a la ética, debe ser llevado a cabo mediante una metodologí­a interdisciplinar: ciencia, derecho, polí­tica, son magnitudes imprescindibles para configurar la bioétlca.

2. FACTORES EN LA GENESIS DE LA BIOETICA_ La bioética se ha constituido como nueva rama del saber ético. En cuanto tal, proporciona un ámbito teórico especial para abordar problemas éticos antiguos p nuevos relacionados con la vida humana. Además, se concreta en una disciplina que es impartida en diversas carreras universitarias o que es objeto de cátedras y departamentos creados expresamente con esa finalidad.

En la génesis de la bioética han influido, y siguen influyendo, un conjunto de factores que han dejado, y siguen dejando, su peculiar impronta en la configuración de esta nueva área de la interdisciplinaridad cientí­fica. Destacamos a continuación tres de dichos factores.

a) Los avances cientí­fico-técnicos. El factor decisivo en la rápida configuración de la bioética consiste en los también rápidos avances de las ciencias biológicas y médicas. Estos progresos originan serios interrogantes cuando son aplicados al ser humano en la práctica médica. Piénsese, por ejemplo, en las siguientes posibilidades:
– La ingenierí­a genética aplicada a la biologí­a humana, con la orientación no sólo de solucionar enfermedades genéticas, sino también, aunque sea todaví­a de modo hipotético, de manipular la especie humana.

– Las técnicas de reproducción humana: la inseminación artificial (homóloga y heteróloga); con el concomitante almacenamiento, clasificación y distribución de semen humano; la fecundación artificial, con la implantación de embriones en el útero propio o alquilado y con la congelación y manipulación de embriones nuevos.

– Las nuevas fronteras en el trasplante de órganos (corazón, cerebro) y en las intervenciones sobre los estados intersexuales y sobre la transexualidad.

– Los progresos técnicos en la práctica de la reanimación (problema de la eutanasia y adistanasia), en la diagnosis prenatal (aborto eugenésico); en la esterilización .y en la contracepción.

Nos encontramos ante una auténtica «revolución biológica». La nueva situación lanza un decisivo reto a la humanidad. Dicho reto puede ser expresado con la pregunta: ¿Todo lo que «se puede» (técnicamente) hacer «se debe» (éticamente) hacer? Se trata de la eterna pregunta sobre la relación entre «técnica» y «ética», entre «ciencia» y «conciencia».

b) Los cambios operados en el concepto de la salud y en la práctica médica. Hace algunos años Laí­n Entralgo concretaba en cuatro rasgos la situación actual de la medicina. «La medicina de hoy es actual por la obra conjunta -y, a veces, conflictivade cuatro rasgos o notas principales:
1. Su extrema tecnificación instrumental y una peculiar actitud del médico ante ella.

2. La creciente colectivización de la asistencia médica en todos los paí­ses del globo.

3. La personalización del enfermo en cuanto tal y, como consecuencia, la resuelta penetración de la noción de persona en el cuerpo de la patologí­a cientí­fica.

4. La prevención de la enfermedad, la promoción de la salud y el problema de si es técnicamente posible una mejora de la naturaleza humana» 4.

En la práctica médica actual están emergiendo sensibilidades y valores que han de tener traducción en las consideraciones éticas y en los ordenamientos jurí­dicos: la autonomí­a del enfermo, el respeto a su libertad, los derechos del paciente (derecho a rechazar el tratamiento, compensación por la deficiente asistencia médica, derecho del enfermo sobre las historias clí­nicas). Ante la creciente deshumanización de la medicina surge el anhelo visceral y la búsqueda razonada de una práctica médica al servicio del hombre.

Por otra parte, la dimensión social de la medicina origina nuevas posibilidades y nuevas ambigüedades. La ética se siente interpelada por varios frentes: la fijación de las necesidades y de las prioridades sanitarias, que no puede ser confiada exclusivamente a médicos y polí­ticos, sino que requiere la participación de toda la comunidad social; el discernimiento entre los diversos sistemas de salud, cuyos criterios inspirativos y cuyas opciones operativas han de ser sometidos a la interpelación moral; la denuncia del espí­ritu consumista en el área de la salud, que se traduce en la creación de necesidades artificiales y en el uso indiscriminado de medicaciones innecesarias y hasta nocivas.

El concepto de salud ha adquirido una extensión notable. Implica no sólo la idea de bienestar, sino también la realidad de la calidad de vida, así­ como la realización integral de la persona humana. La promoción de la salud impone tareas nuevas: alimentación, higiene, planificación familiar, medio ambiente. Las interferencias de unas áreas con otras exigen el análisis valorativo y la concomitante reflexión ética.

c) Desconfesionalización y desdeontologización de la ética. Durante mucho tiempo los problemas morales de la biomedicina han estado orientados y regulados básicamente por dos instancias: la moral religiosa y los códigos deontológicos. No es justo ni exacto dejar de reconocer a estas dos instancias un papel decisivo en la historia de la ética de la biomedicina. Tampoco es signo de madurez . cientí­fica proscribir como espúreas toda referencia religiosa o toda codificación deontológica en relación con la ética actual de la vida humana. Son perspectivas dignas de ser tenidas en cuenta.

No obstante las apreciaciones precedentes, la bioética se ha configurado a partir de la desconfesionalización de la ética y liberándose del predominio de la codificación deontológica. Esto significa, desde el punto de vista positivo, que la bioética:
– ha de apoyarse en la racionalidad humana, secular y compartida por todas las personas;
– ha de situarse en el terreno filosófico, buscando un paradigma de «racionalidad ética» que se sitúe más allá del ordenamiento jurí­dico y deontológico y más acá de las convicciones religiosas.

3. EL PARADIGMA DE RACIONALIDAD EN BIOETICA. La debilidad y la fuerza de la bioética dependen en gran medida de la teorí­a ética general en que se sitúan los planteamientos y las orientaciones. La bioética funciona dentro de un paradigma de racionalidad ética, el cual le proporciona el marco de referencia para los discernimientos y para las propuestas operativas.

Existen tantos paradigmas de racionalidad ética cuantas son las teorí­as filosóficas sobre la moralidad. En la bioética son aplicadas varias de dichas teorí­as con mayor o menor éxito.

a) Paradigmas teleológicos. En el mundo anglosajón prevalecen dos paradigmas: el consecuencialista o utilitarista y el de la ética evolucionista. Según el paradigma consecuencialista, la moralidad se mide por los resultados de la acción es decir, por la utilidad -individual y social- que resulta de una determinada acción.

El paradigma de la ética evolucionista, una de cuyas explicaciones más cualificadas del campo de la bioética es la obra de Kieffer, hace coincidir la moralidad con aquellas condiciones que «minimicen el sufrimiento humano y maximicen aquellos valores humanos que eleven la supervivencia de la comunidad humana, la calidad de vida para toda la sociedad y el nivel de potencial humano para cada individuo» 5.

b) Paradigmas deontológicos. Junto a los dos paradigmas mencionados de carácter teleológico existen otros de corte más deontológico. Son aquellos sistemas que apoyan la racionalidad ética sobre un «orden» previo a la acción e independiente de las consecuencias de ésta. La teorí­a clásica de la «ley natural» y el formalismo moral kantiano son ejemplos cualificados del sistema moral deontológico.

c) Hacia un paradigma pragmático con funcionalidad pública. Sin pretender dirimir la discusión académica sobre el uso de uno u otro de los paradigmas éticos, creemos que la bioética necesita superar este planteamiento y optar por un marco referencial más concreto. De acuerdo con la situación secular y pluralista de la sociedad democrática, la bioética ha de ser planteada dentro de una racionalidad ética demarcada por los parámetros de la democratización, del diálogo pluralista y de la convergencia integradora.

Las exigencias de esa racionalidad son cumplidas por el paradigma de la / ética civil.

4. LOS CRITERIOS REFERENCIALES DE LA BIOETICA. El paradigma de la ética racional y civil puede ser concretado en un conjunto de vigencias éticas y de orientaciones estimativas que tienen funcionalidad directa en el campo de la biomedicina. Unas y otras constituyen los criterios referenciales de la bioética.

a) Vigencias éticas. Se puede constatar una serie de valores que son generalmente admitidos como orientaciones básicas para el juicio ético en el campo de la bioética. Así­, por ejemplo, el principio de buscar siempre «el bien del sujeto» o, en formulación negativa, «no causar daño al sujeto»; el axioma «primum non nocere» es una expresión fundamental del ethos de la medicina desde el código hipocrático hasta nuestros dí­as. En el mismo nivel de este criterio hay que situar otros, como el principio de la libertad de todo sujeto racional y el derecho de todos a una justa distribución de los beneficios y de las cargas en el ámbito del bienestar vital.

b) Orientaciones estimativas. Las intervenciones humanas en el terreno de la biomedicina están sometidas a orientaciones éticas especí­ficas. A continuación enumeramos las más decisivas:
– En primer lugar, las formulaciones éticas de la biomedicina han de liberarse de los residuos tabuí­sticos de una moral excesivamente «temerosa» ante las intervenciones del hombre en este ámbito de su realidad. La mitificación y la falsa sacralización de un «orden natural» ha conducido a la ética de la vida humana a los callejones sin salida de una normatividad moral «fisicista» y «naturalista». La bioética tiene que hacer un gran esfuerzo por liberarse de tales planteamientos.

– De una moral «naturalista» es necesario pasar a una moral en la que el criterio fundamental sea la persona. Ahora bien, es necesario entender la comprensión normativa de persona dentro de una visión integral. «La moral médica del futuro está buscando un concepto de totalidad que abarque todo: la dignidad y el bienestar del hombre en cuanto persona en su relación esencial a Dios, al hombre y al mundo que le rodea»6. Este personalismo moral no ha de entenderse en clave «individualista» y «privatí­stica»; se trata de un personalismo entendido y valorado desde la alteridad.

– Liberada de los residuos tabuí­sticos de un «orden natural» sacralizado y proyectada sobre el principio básico de la persona como realidad normativa, conviene entender la ética de la biomedicina como la instancia normativa del proceso de humanización ascendente. La influencia del hombre y de la sociedad sobre la condición corporal humana tiene la clave de interpretación y de normatividad preferente en el futuro: en la idea de hombre que deseamos realizar. La bioética se plantea dentro de las claves de la «esperanza» y de la «auténtica planificación humana».

– No todo progreso técnico ha de inscribirse sin más dentro del proceso de humanización. De aquí­ que la bioética ha de tener en cuenta los criterios del discernimiento para expresar la instancia ética de los avances cientí­fico-técnicos en el campo de la biologí­a. Los juicios morales han de buscar el camino difí­cil e incierto entre la Scylla de una aceptación ingenua de todo lo nuevo y la Charybdis de una reserva reaccionaria ante los progresos cientí­fico-técnicos. Reconocemos que es difí­cil encontrar la ruta segura. No es fácil resolver certeramente la ambigüedad latente en todo avance humano. La moral de la biomedicina se encuentra emplazada entre la «manipulación» y la «humanización». ¿Cuáles son los criterios para discernir entre la una y la otra? Esa es una de las tareas de la bioética. Los moralistas se confrontan en este aspecto de la aceptación más o menos ingenua o más o menos sospechosa de los avances cientí­fico-técnicos en el campo de la biologí­a.

– Se ha hablado en los últimos años de la necesidad de formular la moral en términos «provisionales», al estilo de la moral aceptada por Descartes durante la «duda metódica». Este carácter de provisionalidad y de búsqueda tiene su aplicación en el terreno de la bioética. Como dice Sporken: «Las intuiciones éticas que se nos han transmitido aparecen hoy dí­a, debido a la mutación de nuestra idea del hombre y del mundo, sometidas a una profunda revisión crí­tica. Esto ha de decirse aún con más énfasis en lo que respecta a la ética médica, dado que la investigación médica y la asistencia facultativa se encuentran en un desarrollo progresivo extraordinariamente rápido. De ahí­ que resulte empresa atrevida ésta de publicar un libro sobre ética médica en medio de semejante evolución. Todaví­a no pueden darse respuestas definitivas a los problemas que se plantean tanto las ciencias médicas y sus anejas como la misma sociedad humana de nuestra hora» 7.

Con esta actitud de provisionafdad y de permanente búsqueda, la bioética es una rama del saber humano que se está abriendo camino con notable empuje y con no menor éxito. La bioética es una disciplina del futuro, pero con garantí­as de éxito ya en el presente.

5. LA BIOETICA TEOLí“GICA. Los problemas éticos de la biomedicina pueden ser considerados desde los parámetros de la racionalidad humana. Es lo que hace la disciplina de bioética descrita en los apartados precedentes. Pero también pueden ser planteados desde los presupuestos de la ética teológica.

De hecho, en la historia de la teologí­a moral se han tratado los temas de la vida humana con la iluminación que aporta el dato de la fe cristiana. Por otra parte, el magisterio eclesiástico ha abordado con frecuencia los temas éticos relacionados con la biomedicina.

Todo esto indica que se puede y se debe hablar de la bioética teológica. Esta asume la racionalidad de la disciplina de la bioética y la redimensiona desde los presupuestos metodológicos del discurso teológico-moral. En este diccionario el análisis que se hace de los problemas morales de la biomedicina se sitúa dentro del horizonte de la bioética teológica.

II. Balance de los estudios de bioética
Se cumplen ahora los veintiún años desde que en 1971 Van Rensselaer Potter dejó acuñado el vocablo «bioética» en su obra Bioethics: Bridge lo the Future. Aunque la aparición del término evidentemente no coincide con una reflexión articulada y sistemática sobre las cuestiones éticas relacionadas con la biologí­a y la salud/enfermedad, sin embargo podemos tomar esa fecha como término de referencia para comparar aquel momento con la situación actual.

Tratar de hacer un balance en pocas páginas de la evolución más significativa a lo largo de las últimas décadas ofrece notables dificultades. La variedad de temas abordados, el paso desigual de muchos de ellos incluso en áreas de fuerte homogeneidad cultural como son los llamados paí­ses desarrollados, la abundante literatura en esta materia, los planteamientos plurales son solamente algunos indicadores de las dificultades para diseñar un cuadro que, siendo selectivo y fragmentario por necesidad, ofrezca al mismo tiempo una visión aceptable de la realidad.

A pesar de esas dificultades nos atrevemos a ofrecer una panorámica de los principales temas abordados por la bioética en los últimos años. Advertimos que muchos de estos temas son tratados de forma monográfica en las correspondientes voces del presente diccionario.

1. INICIOS DE LA VIDA HUMANA. Uno de los sectores con mayor acumulación de cuestiones éticas es el relativo a la aparición y primeras fases de la vida humana. En estas dos décadas las actitudes sociales han sufrido cambios importantes en estos temas y los poderes del hombre se han ampliado notablemente: técnicas de reproducción asistida, métodos abortivos más precoces, agresiones a neonatos defectivos, medicina fetal, extensión progresiva del diagnóstico prenatal .para detectar posibles defectos congénitos en embriones y fetos, experimentación con ellos identificación de portadores de defectos transmisibles, etc. Las intervenciones posibles son de signo diferente: impedir la aparición de una nueva vida, cortar su camino, intentar ayudar a la reproducción donde ésta naturalmente no se logra, velar por la calidad de la vida humana, instrumentalizarla al servicio de intereses ajenos (ciencia, progreso, beneficios terapéuticos para terceros).

Vale la pena destacar en este apartado algunos de los campos más desarrollados.

a) Técnicas de reproducción asistida. De todos estos temas, el privilegiado desde los últimos años de la década de los setenta ha sido el de las técnicas de reproducción asistida.

Los progresos cientí­ficos y la necesidad de crear un adecuado marco legal se ha visto acompañado por una abundante reflexión moral en la que entran en juego numerosos puntos: la naturaleza o persona como indicador moral, ambigüedad ética de la técnica, necesidad de someter la libertad (en este caso, el deseo del hijo) a criterios de racionalidad, ámbitos de una procreación humana digna, donaciones y unidad de las realidades humanas de maternidad, paternidad y filiación, estatuto moral del embrión, implicaciones para valores sociales como matrimonio y familia, aplicaciones reales o imaginadas distintas de la reproducción (investigación, experimentación). Desde una consideración global de las posibles incidencias de estas técnicas, son muchos los que no expresan reservas tan radicales hacia dichas técnicas como para cerrarles la puerta por principio, aunque en algunos casos sí­ aumentan las dificultades morales. La postura oficial de la Iglesia es contraria a todas ellas, pero matizando su valoración según los casos.

b) Anticoncepción. En estos veinte años no asistimos a novedades cientí­ficas y técnicas relevantes sobre los métodos de control de la natalidad. Las diferencias acerca de la valoración moral entre la doctrina oficial de la Iglesia y muchos moralistas y matrimonios cristianos se han consolidado. Con el paso del tiempo, la literatura sobre el tema ha ido decreciendo hasta niveles muy reducidos, reactivándose sólo en torno a algunos episodios: sí­nodo de los obispos de 1980, algunas intervenciones de Juan Pablo II, vigésimo aniversario de Humanae vitae. Lo más digno de reseñar desde la reflexión moral son los intentos por dar nuevas justificaciones convincentes a la doctrina oficial desde la antropologí­a y la teologí­a. Estos loables intentos no parecen haber colmado el «vací­o de razones» que se atribuye a la enseñanza oficial. Por lo cual, muchos consideran que no se ve una solución digna a este debate intraeclesial sino a través de un diálogo abierto a todos. Fuera de la Iglesia católica la cuestión de la moralidad de los métodos ha quedado reducida a una elección responsable, realizada desde los diversos aspectos que se han de tener presentes, sin privilegiar la condición natural/ artificial de un método.

c) Aborto. Estos veinte años han sido en los paí­ses del mundo desarrollado la época de liberalización legislativa del aborto. Una vez conseguida esta meta, los debates sociales han perdido mucha entidad y la literatura sobre el tema ha descendido sensiblemente.

Desde el punto de vista moral, al margen de los planteamientos religiosos cristianos, existe una fuerte permisividad. Dentro de la Iglesia católica, las posturas no presentan la uniformidad del pasado. Algunos moralistas no parecen excluir totalmente la legitimidad del aborto, en algunos casos, como una trágica opción, de por sí­ no deseable. La disidencia en esta cuestión tuvo un episodio publicitario en la «Declaración católica sobre pluralismo y aborto», firmada por 99 católicos y publicada a página entera en el New York Times el 7 de octubre de 1984, seguida de otra «Declaración de solidaridad» con los «represaliados», publicada en el mismo periódico en toda una página el 2 de marzo de 1986.

d) Calidad de la vida humana. En nuestra sociedad va cobrando cada vez más fuerza el interés por reducir los defectos genéticos; en el desarrollo de esta sensibilidad corresponde un peso importante a los progresos técnicos, gracias a los cuales es cada vez más factible un diagnóstico prenatal. Pero la tendencia no se detiene en el embrión o el feto defectuoso, eliminados por el aborto en múltiples casos, sino que se la quiere aplicar a los neonatos defectivos que, privados en algunos casos de cuidados aplicados ordinariamente a niños normales, ven así­ pronto cortada su historia personal. La preocupación por una herencia sana es muy legí­tima; lo problemático puede estar en los medios empleados y en la difusión más o menos consciente de una mentalidad cada vez más opuesta a aceptar una vida que no corresponde fí­sica o mentalmente a ciertos cánones de perfección. Este rasgo preocupante de nuestra cultura se ha potenciado mucho a lo largo de las dos últimas décadas.

2. HACIA EL FINAL DE LA VIDA HUMANA. La etapa final de la vida del ser humano era, en otros tiempos, poco complicada desde el punto de vista moral. En nuestra sociedad, debido al desarrollo técnico, a los progresos de la medicina y a algunas caracterí­sticas de nuestra cultura, la fase última de la vida es objeto de abundante reflexión moral y en torno a ella se presentan algunas de las más delicadas decisiones en la práctica médica.

Cinco me parecen los puntos más destacables en los últimos veinte años sobre la fase final de la vida desde el interés moral: la «identificación» de la muerte clí­nica con la muerte cerebral, la preocupación por la muerte digna ciertas expresiones del rechazo de medios «extraordinarios» para prolongar la vida, la disminución de resistencias en cuanto a la eutanasia y la nueva situación planteada por el aumento demográfico de ancianos.

a) Muerte cerebral. El progreso cientí­fico y técnico ha motivado una reflexión sobre la validez de los indicadores tradicionales de la muerte clí­nica: parada de las funciones respiratoria y circulatoria. Un impulso decisivo a la identificación de la muerte clí­nica con el cese irreversible de la actividad cerebral se debe a un informe de la escuela médica de Harvard en 1968. En las dos últimas décadas, esta tendencia no sólo ha encontrado una básica aceptación entre los profesionales, sino que cuenta en no pocos casos con un refrendo legal. Aun no tratándose de un concepto ético, tiene derivaciones para diversos problemas, por ejemplo, los trasplantes. Muy recientemente se ha añadido un foco nuevo de debate: algunos proponen, en relación con la muerte cerebral, que se adopten criterios menos exigentes para los sujetos anencefálicos (fetos o ya nacidos) con el fin de poder disponer más fácilmente de pequeños órganos para trasplantes.

b) La muerte digna. Tanto en la mentalidad social como en el pensamiento eclesial ha encontrado carta de naturaleza la sensibilidad por una muerte humana digna, especialmente desarrollada en las últimas décadas. Cuando en nuestra cultura habí­a ya entrado la preocupación por una «vida digna», ha surgido, en un momento ulterior, el interés por una «muerte digna» del ser humano. Este vocablo y este concepto no hallan resistencias en nuestro entorno cultural: se trata de una nueva creación ética, favorecida en su aparición por diversos factores. Tratando de precisar los contenidos de lo que significa una muerte digna, existe un sentir bastante compartido sobre algunos puntos. El acercamiento digno a la muerte implica alivio del dolor y de otras molestias y sufrimientos, ayuda psicológica, asistencia religiosa para el que lo desee, información al interesado -ya desde el principio- sobre su situación real, no prolongación de la vida con medios carentes de sentido. Un morir digno ha de ir acompañado de la solidaridad y no marcado por el abandono, la soledad; el carácter social de la persona ha de ser respetado también en la fase final. Un aspecto que se está destacando mucho como componente de una muerte digna es el respeto a la libertad personal; y en este punto es donde aparecen las mayores divergencias sobre qué tipo de libertad en el morir es razonable y moral.

c) Medios de prolongar la vida. Un número importante de decisiones difí­ciles tiene hoy por objeto el carácter razonable de prolongar o no algunas vidas en situaciones particularmente deterioradas. Esta problemática se plantea en los últimos años a propósito de las vidas vegetativas y sobre ciertos medios en particular: reanimación, respiración asistida, alimentación/ hidratación artificiales, etc. En esta materia corresponde una palabra a los profesionales sanitarios, pero éstos se encuentran con otros interlocutores: familia, jueces, comités éticos y, sobre todo, el propio paciente.

Dentro de la creciente tendencia a respetar la autonomí­a del enfermo, se incluyen también sus deseos de rechazar la prolongación de la vida con medios carentes ya de sentido. Ahora bien, cuando la persona está en condiciones de expresar su voluntad, no es necesario recurrir a otras fuentes para conocer su intención. Pero, frecuentemente, nos encontramos con personas no conscientes, en las que el respeto a la autonomí­a no parece poder invocarse. Precisamente para estos casos, las llamadas «directrices anticipadas» permiten conocer de alguna manera los deseos de las personas no conscientes, de modo que el respeto a su autonomí­a pueda tener vigencia aun entonces. Hay dos clases de «directrices anticipadas», con escasa difusión entre nosotros: el «testamento vital» y la designación de un representante. Por el «testamento vital», la persona da indicaciones sobre las lí­neas a seguir cuando no esté en condiciones de expresar su voluntad. El episcopado español ha difundido un modelo de testamento vital para cristianos. Es un texto muy hermoso. En Estados Unidos existe otra directriz anticipada: la designación de un representante para que éste, en nombre de quien otorga la autorización, decida lo que crea más conveniente en caso de incapacidad de este último. Ambas directrices anticipadas pueden tener un carácter privado o contar con refrendo legal.

d) La eutanasia. Hace veinte años no se prestaba atención al tema, fuera de ciertos cí­rculos minoritarios; ahora, una vez lograda la «batalla» del aborto, el próximo objetivo de algunas personas, grupos y movimientos sociales bastante combativos consiste en la despenalización o legalización de la eutanasia, objetivo que va ganando adeptos en la sociedad. Esta actualidad contribuye a que se escriba abundantemente sobre todos los aspectos del problema.

Las opiniones contrarias a estos intentos prevalecen por el momento, pero va cobrando fuerza una corriente de signo opuesto. Dentro de ella sobresale la opinión de la «Comisión» encargada del estudio de esta cuestión por el gobierno de los Paí­ses Bajos, que en su informe final recomienda claramente la legalización de la eutanasia, con reservas y garantí­as para evitar abusos. Dentro de una mentalidad sin referencias religiosas y que, además, se muestra particularmente sensible a todo signo de libertad, atraí­da por ideales de bienestar, con dificultades para percibir un sentido del sufrimiento y del dolor, con menor capacidad de aguante frente a situaciones dolorosas y lamentables, es comprensible que la eutanasia pueda llegar a ser considerada una solución lógica y humana. Incluso algunos moralistas católicos no ven con claridad que la condición cristiana excluya absolutamente la libertad para decidir sobre la propia muerte.

Sin embargo, el acento de algunos en la libertad sensibilizada a favor de la eutanasia parece un enfoque parcial del problema y deficitario en el sentido de la solidaridad. Si se pusiera el debido interés por reclamar y prestar los mejores cuidados a enfermos en situaciones difí­ciles, ¿no perderí­a gran parte de su sentido la lucha por la eutanasia? ¿No puede ser ésta una opción por la solución fácil frente a la más compleja y exigente, es decir, la presencia cálida familiar y social traducida en la adecuada atención?
Por otro lado, serí­a bueno clarificar lo más posible el concepto de eutanasia, descargándolo de contenidos humanos, médica y moralmente heterogéneos, lo cual genera una gran confusión en torno a este vocablo.

e) Los ancianos. El número creciente de personas mayores plantea problemas económicos, sanitarios y sociales, y obliga a la bioética a repensar las exigencias éticas que despierta la nueva situación. El deber ético fundamental es la atención a estas personas según sus necesidades, en la medida de lo posible. Dejo a un lado la respuesta que se debe exigir razonablemente a familias y a diversos organismos sociales. Desde el punto de vista de la medicina, este crecimiento numérico de ancianos suscita con mayor urgencia la pregunta sobre si el modelo actual de medicina es el más idóneo para responder a las necesidades de este grupo, o bien si no será necesario tratar de crear otro, empezando ya desde los estudios universitarios. Y respecto a los profesionales a los que se confí­a el cuidado de los ancianos: sin rebajar los niveles de su competencia, ¿no se deberí­a pensar más en la importancia de los rasgos de personalidad y actitudes para este particular tipo de asistencia?
3. GENETICA. Uno de los temas más nuevos en estas dos décadas es el de la ingenierí­a genética, es decir, de las técnicas que permiten intervenir en la información genética a nivel de estructuras y mecanismos moleculares que actúan en la transmisión de la herencia genética. Entre ellas, la más importante es la recombinación del ADN (ácido desoxirribonucleico).

En este campo las aplicaciones son ya una realidad aunque incipiente, si nos fijamos en las expectativas puestas en sectores como farmacologí­a, agricultura, ecologí­a, especies animales. Esta evolución, incluso aplicada sólo al mundo subhumano, no deja de presentar sus implicaciones éticas, en particular por la unidad e interdependencia de toda la realidad.

Si las aplicaciones se piensan dentro de la especie humana, la complejidad técnica, las repercusiones sociales morales y legales aumentan. Atendiendo a los fines, distinguimos entre ingenierí­a genética «terapéutica» (orientada a la corrección de alguna enfermedad) y «perfectiva» (dirigida a suscitar en un sujeto normal una cualidad fí­sica o mental que se considera deseable). Mirando a los «sujetos» en que se realiza la ingenierí­a genética, diferenciamos la «germinal (llevada a cabo en el ovocito, esperma u óvulo fecundado) y la «somática» (practicada en otras células del cuerpo humano). Combinando ambos criterios, se originan cuatro tipos de ingenierí­a genética: terapéutica germinal, terapéutica somática, perfectiva germinal y perfectiva somática.

Las posibilidades técnicas en el campo humano están en sus comienzos, pero se desarrollarán en un futuro previsiblemente no lejano. Ciñéndonos a la problemática ética y sin entrar en apreciaciones detalladas, podemos decir que la ingenierí­a terapéutica ofrece menos dificultades que la perfectiva; y también que la somática suscita, en principio, menos interrogantes que la germinal.

4. TRATAMIENTO E INVESTIGAclóN. En el terreno del tratamiento, como antes se indicó, quizá la innovación más importante, éticamente hablando, sea el protagonismo creciente del enfermo. Un tema sobresale con fuerza: el del SIDA o, mejor, el de la infección por VIH (virus de irimunodeficiencia humana); de menor interés, éticamente hablando, es el de los trasplantes).

a) Infección del VIH. Destaca la ola de reflexión moral suscitada en medios médicos en torno a esta infección. Seguramente ninguna otra enfermedad presenta tal cúmulo de problemas éticos, en los que se entremezclan aspectos sociales y médicos. En esta infección están en juego intereses importantes de la sociedad (protección de la salud pública) y derechos fundamentales del individuo (a moverse libremente, a la educación, al trabajo, a la no discriminación, etc.) y del enfermo (derecho al tratamiento, a la información, a la intimidad, etc.). Según se acentúen los derechos del infectado y sospechoso de infección o de los sanos, llegamos a diversas opciones éticas.

Con ocasión del SIDA ha vuelto a resurgir la vieja cuestión de la obligatoriedad de atender a los infecciosos, pacificada gracias a las técnicas antisépticas y a los antibióticos. Organismos profesionales y responsables de polí­tica sanitaria han reafirmado la obligatoriedad en contra de las manifestaciones de algunos profesionales. En el fondo está latente la concepción de la profesión médica. También se escribe mucho sobre diversas medidas coactivas para proteger la salud pública y de terceros, en particular de los profesionales sanitarios: obligatoriedad del test en determinadas situaciones, notificación obligada de los casos, cuarentena, aislamiento. En general, va prevaleciendo la sensatez en contra de medidas que pueden conllevar graves violaciones de los derechos de las personas sin gran impacto beneficioso en la salud pública y de terceros.
b) Trasplantes. En este punto hemos caí­do en una cierta «rutina» ética. Existen, con todo, algunos casos particularmente problemáticos: trasplante de corazón de animal a ser humano, la cuestión del corazón artificial. Una actitud ética que se debe favorecer es la solidaridad que facilite la multiplicación de trasplantes. A pesar de ello, se prevé que continuará la escasez de órganos, lo cual suscita un nuevo problema: el de los criterios para una justa distribución de este bien escaso.

c) Experimentación. En este campo están definidas las condiciones para una actuación humana respetuosa de la dignidad y derechos de los sujetos sometidos a experimentación. Sin embargo, actualmente se está insinuando la posibilidad ética de suavizar el rigor en algunas exigencias morales: información al sujeto, consentimiento informado. Es una cuestión delicada que necesita de estudios ulteriores para armonizar el respeto a la persona y el interés social de la experimentación.

Van emergiendo campos nuevos, a los que se asoma la ética: cuidados a domicilio, rehabilitación, medicina en lis cárceles, etc.

d) «Derechos» de los animales. En conexión con la experimentación, algunos grupos muy activos han introducido el problema de las actuaciones con los animales. El más estudiado es la experimentación con ellos; pero el interés no se ha limitado a este punto, pues se extiende a otros ámbitos: deporte, diversión, enseñanza, crí­a en reclusión con fines comerciales, reclusión de animales domésticos, patentes de organismos vivos modificados en laboratorio y no existentes en la naturaleza con esas caracterí­sticas. Entre los aspectos principales a la hora de definir las diversas posturas están las consideraciones sobre el status de los animales, una posible jerarquización entre ellos y el sufrimiento.

III. Signos de vitalidad de la bioética
Las manifestaciones de la bioética son múltiples y de diversa í­ndole. La bioética aparece en congresos, en cursos de ética para formación médica, en las discusiones sobre legislación sanitaria, en la investigación médica, en comisiones éticas para asesorar a las autoridades polí­ticas (en USA, en el Reino Unido, en Australia, en Francia, etc.).

A continuación anotamos tres aspectos de esa vitalidad de la bioética:
1. CENTROS DE BIOETICA. En 1971 es creado en la Universidad de Georgetown el Instituto para el Estudio de la Reproducción Humana y la Bioética (Washington), con la ayuda de la fundación J.P. Kennedy. Junto al anterior hay que situar en un puesto de gran relieve el Hastings Center (Nueva York), que además de organizar múltiples sesiones de estudios ofrece diversas publicaciones, entre las que descata la revista bimestral «The Hastings Center Report». El Centro de Bioética de Montreal fue creado por el Instituto de Investigaciones Clí­nicas en 1976. Publica una colección de «Cahiers de bioéthique» (cf D.J. RoY, La biomédecine aujourd hui et I homme demain. Points de départ et directions de la bioéthique, en «Le Groupe de Recherche en Ethique Médicale de 1’Université Laval: Laval Phil. Théol.» 40 (1984) 243-246. En San Cugat del Vallés (Barcelona) funciona el Departamento de Bioética, dirigido por F. Abel. Dentro de las actividades del Instituto Superior de Ciencias Morales (Madrid) funciona el Departamento de Psiquiatrí­a y Moral, dirigido por A. Ruiz-Mateos. En la Universidad católica de Lovaina (Bélgica) se ha creado en 1983 un Departamento de Bioética, que dirige el profesor J.F. Malherbe. Conviene señalar la importancia que está adquiriendo la asignatura de «Etica médica» o la cátedra de «Bioética» en bastantes facultades de medicina. Por ejemplo, en Düsseldorf (Alemania), Sacro Cuore de Roma (Italia), Maastrich (Holanda), Instituto Católico de Lille (Francia). Existe también el master en bioética en la Universidad Complutense de Madrid y en el Instituto Superior de Ciencias Morales (Madrid).

2. REVISTAS ESPECIALIZADAS. Anime e Corpi, de inspiración católica, bimestral, aborda temas de acción pastoral en el campo sociosanitario (Italia); Artz und Christ, revista trimestral de los médicos católicos de Alemania, Austria y Suiza; Bioethics, trimestral, editada en Oxford desde 1987; Cahiers de Bioéthique, publicación anual de la Universidad Lava¡ (Canadá); cada número quiere ser monográfico; Cahiers Laennec, revista trimestral que dejó de existir en 1972 publicada en Parí­s; Catholic Medical Quarterly, revista trimestral de los médicos católicos de Gran Bretaña (de muy escaso interés); Clinical Ethics Report (desde 1987); Ethics and Medicine. A Christian Perspective on Issues on Bioethics (tres números al año; Edimburgo, desde 1985); Ethics in Science and Medicine, trimestral, se publicó con este tí­tulo entre 1973 y 1980. Anteriormente llevó el tí­tulo de Science, Medicine and Man. Desde 1981 esta excelente revista dejó de publicarse separadamente para convertirse en la Part F: «Medical and Social Ethics», de la revista Social Science and Medicine; Hastings Center Report, revista bimestral de gran calidad, publicada en USA por el Institute of Society, Ethics and the Life Sciences. Los años 1973-1974 el mismo centro publicó paralelamente Hastings Center Studies; Journal of Clinical Ethics (desde 1990); Journal of Medical Ethics, trimestral, excelente revista publicada por la Society for the Study of Medical Ethics, Londres; Journal of Medicine and Philosophy, trimestral, Universidad de Chicago (cada número suele ser monográfico); Journal of Religion and Health, trimestral (los temas son tratados desde perspectivas religiosas diversas); Labor Hospitalaria, publicada por los Hermanos de San Juan de Dios, Barcelona; Laennec, bimestral, de carácter más modesto y divulgador que Cahiers Laennec; Linacre Quarterly, revista oficial de la Federación Nacional de Asociaciones de Médicos Católicos (USA); trimestral, no de gran interés; Man and Medicine, trimestral, dedicada a los valores y a la ética del cuidado de la salud, de buena calidad, USA; Médecine de 1’Homme, bimestral, revista del centro católico de médicos franceses; Medecina e Morale, trimestral, de neta inspiración católica, publicada por la Universidad católica del Sagrado Corazón (Italia); Res Medicae, revista mensual publicada en Roma; todos los números suelen tener una sección de medicina moral; Saint-Luc Médical-SaintLucas Tijdchrift, revista de la asociación católica de Bélgica.

3. BIBLIOGRAFIA. O Repertorio bibliográfico: WALTERS L. (ed.), Bibliography of Bioethics, bastantes volúmenes, Nueva York 1975 en adelante. 0 Enciclopedia: REICH W.T., Encyclopedia of Bioethics, 4 vols., Nueva York 1978. 0 Diccionario: DUNCAN A.S. (ed.), Dictionary of Medical Ethics, Londres 1977. 0 Manuales de bioética: BEAUCHAMP T. L. y CHILDRESS J. F., Principies of Biomedical Ethics, Nueva York 1979, 19833; MAPPES T.A. y SEMBATY S., Biomedical Ethics, Nueva York 1981; BEAUCHAMP T. L. y WALTERS L. (eds.), Contemporary Issues in Bioethics, Wadworth 1982; ENGELHARDT H.T., The Foundation of Bioethics, Nueva York 1986; BEAUCHAMP G.H. y MCCULLDUGH L.B., Etica médica, Labor, Barcelona 1987; GRACIA D., Fundamentos de bioética, Eudema, Madrid 1989; DIMEO A. y MANCINA C. (eds.), Bioética, Roma 1989. D Sí­ntesis de bioética teológica: DURAND G., La bioéthique, Parí­s 1989; ELIzARt F.J., Bioética, Paulinas, Madrid 1991; Lí“PEZ AZPITARTE E., Etica y vida, Paulinas, Madrid 1990; THEVENoT X., La bioética, Mensajero, Bilbao 1990; VIDAL M., Moral de la persona y bioética teológica, PS, Madrid 1991 (Moral de actitudes II, 1.11 parte).

[/Corporeidad; /Esterilización; /Eutanasia; /Ingenierí­a genética y embrionaria; /Interrupción del embarazo; /Investigación y experimentación biológica; /Medicina; /Procreación artificial; /Salud, enfermedad, muerte; /Trasplantes humanos].

Notas: 1. V. R. POTrEa, Bioethics: bridge to the future, Engewood Cliffs 1971-2 G H. KIEFFER, Bioética, Madrid 1483, 2. 3 W.T. RetcH, Introduction: Encyclopedia oj Bioethics I, Nueva York 1978, XIX; cf D. CALLARAN, Bioethics as a discipline, en «The Hastings Center Studies» 1 (1973) 1, 61r73′ K.D. CLOUSER, Bioethics en Encyclopedia of Bioethics I, Nueva York 1978, IS-127; E. SGRECCIA, La bioetica. Fondamenti e contenuti, en «Medicina e Morale» 24 (1984) 285-305 – 4 P. LAIN, La medicina actual, Madrid 1971, 31 – 5 KIEFFER, o. c., 46 – 6 B. Hí„ERING, Moral y medicina, Madrid 1972 66 – 7 P. SPORKEN, Medicina y ética en discusión, Estella 1974, 17.

F.J. Elizari y M. Vidal

Compagnoni, F. – Piana, G.- Privitera S., Nuevo diccionario de teologí­a moral, Paulinas, Madrid,1992

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Moral

Defensa de la vida
Etica médica
por Etsuo Tirado Hamasaki
Hablar de Ética, Bioética, o Deontología, es hablar de cosas semejantes pero no idénticas. La Deontología, término actualmente de moda, se limita a hablar de los «deberes» y puede por tanto reducirse a un legalismo que dista mucho de la Ética. La Bioética, se refiere a los temas propios de las ciencias biológicas, en especial cuando se trata de las actividades de investigación. Pero la Ética general, como ciencia filosófica que trata sobre la moralidad de los actos humanos, comprende también, por supuesto, los problemas que se presentan en la práctica médica.
«Dame la ventaja de tus convicciones,
si es que tienes alguna,
pero no me vengas con tus dudas,
que ya tengo bastante con las mías.»
Goethe
Vivimos en una época de continuos cambios, un sorprendente crecimiento, explosivo y sostenido, de los recursos tecnológicos, y tanto los que tienen una aplicación directa a la práctica médica, como los que no, presionan para producir profundos cambios sociales. Lo único constante en las últimas décadas, es el cambio. Y se antoja que, en un mundo cambiante, dominado por el utilitarismo y el afán de lucro, la Ética es algo obsoleto, pasado de moda, fuera de lugar. Sin embargo, en épocas como la que nos ha tocado vivir, la Ética es más necesaria y actual que nunca. Más aún si nos referimos a la constante reflexión filosófica en el campo de la Ética, más que a limitarse a transmitir códigos legales. Como antecedentes, tenemos el origen del Juramento Hipocrático que a muchos nos tocó hacer, si bien en muchas escuelas mexicanas y norteamericanas ha caído en desuso esa tradición. El texto hipocrático, de la Escuela de Cos, surgió en una época tumultuosa, llena de charlatanes y de mercenarios que utilizaban sus conocimientos de farmacología y de otro tipo, para fines muy distintos a los que debe tener la profesión, aquellos que la justifican. Surge la necesidad del juramento, precisamente porque la conducta y el espíritu que prescribe, no eran las que prevalecían en ese medio. La otra reflexión que conviene hacer aquí, es de principios de siglo: Saint-Exupery, el autor de «El principito», la obra por la que es más conocido, escribió también, entre otros, «Tierra de Hombres» donde narra sus experiencias como uno de los primeros pilotos de aviación. Le tocó una época en que no sólo el avión era una novedad, sino también en la que hubo muchos avances tecnológicos en ese campo. Y nos dice, se hacen aviones que vuelen más alto y más rápido. Pero se olvida para qué los hacen volar. Y esto se aplica a la tecnología en la medicina o en cualquier otro campo. Pero volvamos a la definición de Ética. Según la Real Academia Española, la Ética es «parte de la Filosofía que trata de la moral y las obligaciones del hombre». Y Moral, (que viene del Latín «moralis») según el Diccionario de la Real Academia, es «perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o la malicia». Según algunos textos de filosofía, la Ética es una ciencia filosófica (en el antiguo sentido de ciencia «conjunto ordenado de saberes», y filosófica en cuanto conocer las cosas por sus causas). Y es importante que se trate de una ciencia, que tengas sus reglas, sus fundamentos y sus leyes, porque todo grupo humano tiene una moral, y cuando uno observa que la moral cambia con el tiempo (de ahí que la expresión de uno de los clásicos «¡O tempora, o mores!» que significa «¡qué tiempos, qué costumbres!» siga siendo vigente) y que hay tantos códigos morales tan distintos y frecuentemente contradictorios, la conclusión lógica es que no pueden ser todos válidos a la vez. Tiene que haber alguna forma científica de acercarse a la verdad. Así pues, la Ética es una ciencia que estudia la moralidad de los actos humanos, es decir, su bondad o maldad. Y los actos humanos son aquellos en los que interviene la consciencia humana, aquellos que tienen intencionalidad. Sin intención, como ocurre en los actos meramente fisiológicos, no tiene sentido hablar si es o no moralmente bueno. La intención es necesaria, pero no suficiente. Para que un acto sea objetivamente bueno, tiene que apegarse a unos principios que sirven de paradigmas. Naturalmente se deben considerar las circunstancias que rodean a cada acto en particular, lo que ha dado lugar a la casuística. Originalmente creada para ayudar a los confesores, tiene una particular importancia en la reflexión ética referida a la práctica médica.Y si bien las circunstancias cambian, por los cambios que ocurren en la sociedad, la historia, la tecnología, etc… los principios permanecen. Los más importantes los podemos encontrar ya en el Juramento Hipocrático.
Algunos de ellos son los siguientes:
Principios:
• De Beneficencia
• De la No maleficencia
• Del respeto a la vida
• De la equidad
• Del respeto a la privacidad. El principio de Beneficencia consiste en buscar siempre en todos nuestros actos el beneficio del paciente. Hay que alejar cualquier otra intención, como el lucro, el poder o influencia política, el placer o cualquier otra ventaja que uno pudiera obtener. El principio de la no maleficencia está expresado en el aforisma «Primum no nocere» (primero -o «ante todo»- no hagas daño) La vida humana es sagrada desde la concepción hasta la muerte. Merece respeto por el sólo hecho de ser humana, y de ahí nace la obligación de cuidarla y de no atentar contra ella. Pero no el conservar la vida biológica a cualquier costo. Tenemos la obligación de mantener la vida con medios ordinarios, pero no hay obligación de usar medios extraordinarios. Los temas del aborto y la eutanasia son siempre polémicos y candentes. Pero no son nuevos. La prueba es que el Juramento Hipocrático los menciona. Siempre, pero sobre todo en este siglo, se ejerce un auténtico chantaje moral sobre los médicos para que se presten a realizar acciones inmorales. Lo más grave es que legislaciones de países «avanzados» (ricos y poderosos, con mucha tecnología, pero nada más) hay autorizado el aborto y la eutanasia, con resultados muy conocidos pero poco difundidos, que se resumen en el «efecto resbaladero»: cada vez se cae más abajo. Así empezó la Alemania Nazi, e incluso antes, así empezó la Rusia soviética (la hoy ex-URSS) Los problemas sociales que se usan como pretexto para que aceptemos como «mal necesario» el aborto o la eutanasia, son responsabilidad de toda la sociedad, no sólo de los médicos. Por otra parte, asesinar nunca es la respuesta. Y lo que es peor, cuando los médicos aceptan participar como verdugos, como ejecutores, se desvirtúa la medicina: el médico está para aliviar el dolor y consolar. Cuando se acepta provocar un aborto o una «eutanasia», aunque la primera vez se haga con la mejor intención, se cae en una «instrumentalización» de la medicina, en otras palabras, en la prostitución. Principio del doble efecto: Está muy claro que es ilícito provocar intencionalmente la muerte de un ser humano. El aborto intencional, y la eutanasia, han sido condenados desde el juramento Hipocrático y la investigación ética moderna sigue rechazándolos como soluciones falsas. Una novela histórica de Stefan Zweig, basada en un hecho real, que se titula «Impaciencia del Corazón» ilustra estas situaciones en las que, con pretexto de la compasión, se actúa de una manera precipitada, dando una salida falsa al problema porque más que buscar aliviar el dolor del que sufre, se busca evitar la incomodidad propia que provoca el dolor ajeno. En cambio, no hay culpa cuando hay un segundo efecto (incluyendo la muerte) no deseado ni buscado, de un acto médico necesario e indispensable, como una cirugía requerida para salvar la vida de la madre (diferente al legrado o cualquier acción directa que provoque el aborto), o la sedación o la analgesia en un paciente terminal. La Relación Médico-Paciente: La relación médico-paciente es esencial para nuestra profesión, ya que no se trata únicamente de tener conocimientos técnicos y dar una opinión experta, sino de crear y conservar un clima de confianza, para que el paciente pueda revelar todo su padecer y a su vez reciba ayuda del médico, que también es una persona. Se crea conflicto -un falso conflicto- cuando se pretende escoger entre los conocimientos médicos y la capacidad para la compasión. Este conflicto no es absoluto: LA PRIMERA OBLIGACION DEL MEDICO ES SABER. Un médico que no sabe, o que no está actualizado, no puede cumplir con su deber por más compasión que parezca tener. Hay otras profesiones y por supuesto muchos voluntariados donde se requieran menos conocimientos y la compasión sea casi suficiente. En el ejercicio de la medicina la compasión nunca será suficiente. Pero los conocimientos y la capacidad de hacer que nos dá la tecnología no nos debe hacer olvidar la condición humana del paciente y del propio médico. Principio de autoridad vs. Principio de autonomía: El conocimiento da autoridad, el médico debe buscar siempre el beneficio del paciente, y requiere que el paciente siga las indicaciones. Pero ¿qué tanto sabemos de las necesidades, de los objetivos, de los legítimos anhelos del paciente? La autonomía no significa que el paciente haga lo que le de la gana, ni que simplemente indique al médico lo que quiere que haga por él, aún a costa de pasar por encima de otros principios, sino que el médico debe procurar entender lo que realmente es mejor para el paciente, y el paciente debe asumir su parte de responsabilidad en la toma de decisiones. Un ejemplo en el que este conflicto se ve con frecuencia, es en el paciente terminal. El médico puede aferrarse, con un «encarnizamiento terapéutico», a que el paciente siga con vida, mientras que para el paciente lo importante puede ser estar libre de dolor, o bien puede ser que el paciente quiera estar consciente y lúcido hasta el final, aún a costa de tener dolor. Sin llegar al extremo de asistir al suicidio, que sería una autonomía mal entendida, el médico debe procurar entender lo que el paciente busca y lo que está dispuesto a sacrificar.El secreto profesional como base para la confianza. Este es un principio antiquísimo y esencial para que se dé esa confianza sagrada e indispensable, para que el paciente pueda exponer su cuerpo y su alma y pueda sanar o al menos recibir consuelo. El respeto a la privacía incluye el no burlarse en forma alguna, y no revelar innecesariamente cosas vistas u oídas, aun cuando no hubiera una petición expresa de guardar silencio.Sin embargo, esto tiene un límite, el médico y el paciente no están solos en una isla desierta, y a veces entran en conflicto los derechos individuales y los derechos de los demás, considerados como «la sociedad». Esto se da en situaciones de epidemia, por ejemplo. Actualmente lo vivimos con la epidemia de SIDA, o de la tuberculosis, en que por razones de salud pública debemos revelar a las autoridades los nombres y diagnósticos. Asimismo, hay situaciones legales en que debemos defender al inocente, es el caso de la denuncia del niño maltratado (y deberíamos añadir, del anciano maltratado), la notificación a la autoridad en caso de un fugitivo que solicita atención médica, y otras semejantes.Distribución de recursos: Otro tema, muy actual, en esta época de instituciones públicas y organizaciones de administración de la salud, es la toma de decisiones para distribuir recursos. Los recursos nunca son ilimitados. Ni siquiera en los países más ricos. Tenemos que hacer Triage no sólo en urgencias, sino a cada momento. ¿cómo asignar prioridades?¿cuál es la base? No hay una solución fácil, pero también entra en las obligaciones del médico el aprovechamiento de los recursos de manera de lograr el máximo beneficio, no importa quien pague. Porque siempre alguien paga, y siempre alguien no alcanza un recurso. El primer recurso limitado que tenemos, es el tiempo. Y todo esto es tema de reflexión ética.La Instrumentalización de la medicina: Los pecados capitales de la medicina entran fácilmente en este apartado. La participación de médicos en tortura, genocidio y control de población deshonra y envilece a la profesión. Existen muchos ejemplos, los más difundidos por los medios han sido los de la Alemania Nazi, desgraciadamente eso ocurrió desde mucho antes de que Hitler tomara el poder, y sigue ocurriendo mucho después de que había muerto. Desde el uso de prisioneros para experimentación, hasta el uso de conocimientos médicos (incluyendo los psiquiátricos) para reprimir disidentes, hay un largo historial de ignominia. Estos abusos se dieron profusamente en la URSS y otros países comunistas a partir de 1917, ocurrió y sigue ocurriendo hoy día en China y Cuba. Y por supuesto, ocurren en los países capitalistas, tal vez de una manera más sutil pero no menos censurable. Hay otros problemas menos evidentes pero que no dejan de ser graves, además de la experimentación y la represión. Los recursos médicos y la atención médica son utilizados, por gobiernos o grupos de poder de cualquier signo, como arma política o de control. Igualmente, no sólo en la Alemania Nazi, sino ahora en nuestros días diversos grupos, entre los que destacan los fabianos, ponen la tecnología y los servicios médicos al servicio de la Eugenesia. En todos los ejemplos que hemos puesto de instrumentalización de la medicina, hay algo en común: Se atenta contra el principio de buscar siempre el beneficio del paciente, de darle prioridad absoluta al beneficio del paciente.¿Y quien paga los servicios? La atención médica siempre es cara, nunca es gratis aún cuando el paciente no desembolse en ese momento, o aún cuando el médico no cobre. Siempre alguien paga, así sea el mismo médico. Y en esto, la remuneración de los médicos y el pago de los servicios, surge una serie de problemas éticos: -El viejo problema de la «dicotomía»: que vemos hoy día, por increíble que parezca. El problema es que, cuando al enviar a un paciente con determinado «proveedor de servicios», como se dice ahora (otro médico, una farmacia, un gabinete o laboratorio) surge un «conflicto de interés», el afán de lucro nos hace olvidarnos fácilmente del auténtico mejor interés del paciente.
-El tercer pagador o «tercero en discordia»: en especial con las compañías aseguradoras o las administradoras de la salud, pero también con algún familiar que sea el que paga, hay el riesgo de hacer más caso a los intereses del que paga, que por lo general quiere pagar lo menos posible, que a los intereses del paciente. Nuevamente, tenemos que recordar el primer principio, el de la beneficencia, como deber esencial del médico. Buscar ante todo el mejor interés del paciente. Los Honorarios: Es justo que recibamos una remuneración por nuestros servicios. La equidad de los honorarios no es fácil de determinar. Y en este punto también se da con frecuencia el chantaje al médico. La medicina como apostolado o como profesión (y por lo tanto, medio de vida) es un falso dilema. Quien haya resuelto sus necesidades básicas, quien no tenga que preocuparse de qué vivir, puede dar su tiempo, sus conocimientos y todo lo demás, sin preocuparse por cobrar. El paga. Si quiere. Pero también es legítimo vivir de la medicina. La beneficencia pública es una obligación de la sociedad como un todo, no del gremio médico en lo particular. En todo caso, el médico debe tener un ingreso adecuado a la comunidad a que sirve. Una sociedad que paga a sus médicos como obreros o como esclavos, no merece tener médicos. Y finalmente llegamos a un punto frecuentemente descuidado. El médico tiene obligaciones, deberes, imperativos morales. Pero la ética también comprende deberes del paciente, su familia y la sociedad, para con el médico. Son los derechos del médico, a los que se refiere brevemente la parte final del Juramento. Los derechos del médico:
Por lo menos
1. A ser tratado con respeto
2. A condiciones de trabajo adecuadas para dar una atención de calidad
3. A ser respaldado por auxiliares de diagnóstico y medicamentos de calidad
4. A la capacitación y la actualización
5. Al descanso
6. A un nivel de vida decoroso. Por supuesto, que este trabajo no agota, ni mucho menos, los temas en que se hace necesaria la reflexión ética, y menos aún puede abarcar las soluciones ni los métodos que se han propuesto para resolver estos problemas. Actualmente existen, y cada vez se reconocen como una urgente necesidad, diplomados sobre Ética Médica. La Ética no es un pasatiempo para médicos jubilados, o para intelectuales ociosos, no es un lujo, es una necesidad que tiene todo médico que ejerce. Y aún diría más, es una necesidad de la sociedad como un todo. Porque «si no sabes a donde vas, terminarás en cualquier parte». Y si queremos conservar la dignidad humana, la única que da sentido a nuestro trabajo, debemos recordar estas líneas, con que termina Saint-Exupery su libro «Tierra de Hombres»:
Sólo el Espíritu,
si sopla sobre la arcilla,
puede crear al Hombre

«Etsuo Tirado HamasakiFuente: http://www.arbil.org/

José Gálvez Krüger 06-04-2009.

Fuente: Enciclopedia Católica