BROWN, RAYMOND EDWARD

(1928-1998)
DicEc
 
Exegeta católico norteamericano considerado como el decano de los investigadores sobre el Nuevo Testamento de la última mitad del siglo XX por haber sido presidente de las tres mayores asociaciones bí­blicas de Estados Unidos (Catholical Biblical Association, Society of Biblical Litterature e International Society for New Testament) y miembro durante dos mandatos de la Pontificia Comisión Bí­blica. Durante largos años fue profesor del Union Theological Seminary de Nueva York. Ha sido reconocido como primera autoridad sobre eclesiologí­a neotestamentaria iniciada especialmente en su magno comentario al Evangelio de Juan de 1966, donde resume así­ su visión eclesiológica al subrayar que aunque “la eclesiologí­a no sea objeto de una insistencia mayor en el evangelio, resulta perfectamente inteligible si es que el evangelista daba por cosa hecha la existencia de la Iglesia, su vida y sus instituciones, y si su intención era relacionar esta vida directamente con Jesús. Que tal era el caso y que el evangelista no era opuesto a una organización de la Iglesia nos viene sugerido por las restantes obras joánicas. En la Primera Carta de Juan nos encontramos con una comunidad ortodoxa y justa de la que son excluidos los herejes; en el Apocalipsis hallamos un fuerte sentido de la continuidad entre la Iglesia cristiana organizada sobre el cimiento de los doce apóstoles y el Israel del Antiguo Testamento surgido de las doce tribus”1.

Este desarrollo de la eclesiologí­a se desplegó en su colaboración con los luteranos, en Pedro en el Nuevo Testamento de 1976, en su posterior La comunidad del discí­pulo amado de 1979, en su especí­fico comentario a las Cartas de Juan de 1981, en la monografí­a dedicada a la Iglesia de Roma junto con J. P. Meier, Antioch and Rome de 1983, en Las Iglesias que los apóstoles nos dejaron de 1983 y en la sí­ntesis Early Church in the New Testament en la nueva edición del The New Jerome Biblical Commentary de 1990. Con su más reciente An Introduction to the New Testament de 1997, se completa minuciosamente la mirada global a cada escrito en la que se anotan siempre los aspectos eclesiológicos pertinentes2.

Brown sintetiza la eclesiologí­a neotestamentaria a partir de tres momentos: el “perí­odo apostólico” de los años 30 al 60, el “subapostólico” de los años 60 al 100, y el “posapostólico” del 100 al 150. Todo está obviamente precedido por el ministerio público de Jesús, del cual subraya dos puntos: en primer lugar recuerda la voluntad de Jesús no tanto de fundar una religión separada sino más bien de renovar Israel; en segundo lugar critica la concepción de ver los inicios de la Iglesia en el llamado “movimiento de Jesús” (Jesus movement), ya que la predicación de Jesús no estaba centrada en él mismo sino en el reino de Dios y su comportamiento debí­a ser más parecido a una “secta” como los fariseos, saduceos, esenios y celotes, tal como recuerda Hechos. La clave de la evolución está en la gran transición que representa a partir del año 65 la desaparición de las tres grandes figuras, Santiago, Pedro y Pablo, el dominio creciente de los gentiles sobre los judí­os, con la consiguiente imagen de la aparición de una nueva religión, la necesidad que tení­an las comunidades de consolidarse y protegerse, la radicalización entre los seguidores de Santiago y de Pablo y la emergencia de Pedro como figura-puente entre ambos.

Para R. E. Brown los diferentes énfasis de la eclesiologí­a neotestamentaria tardí­a se pueden sintetizar en cuatro puntos: en primer lugar, se constata una estructura eclesial regularizada, que se consolida a partir de las cartas pastorales con ministerios cada vez más precisados; en segundo lugar se percibe que la imagen de la Iglesia se idealiza progresivamente, puesto que de una referencia primariamente local se pasa a una visión más universal en Colosenses y Efesios; en tercer lugar se presenta la Iglesia guiada por el Espí­ritu de forma relevante en Hechos; y, finalmente, se presenta un discipulado movido por Cristo, de acuerdo con las imágenes del constructor, fundamento, piedra angular, o en Juan como la vid de los sarmientos, como el dador de signos: luz, agua y pan, que es el pastor, que enví­a un protector, que pide amor radical a Pedro para pastorear3.

He aquí­ su conclusión emblemática sobre la eclesiologí­a muy atenta a la cuestión ecuménica: “en este libro no he tratado sobre diferentes modelos de Iglesia en el Nuevo Testamento, porque ninguno de los autores bí­blicos intentó ofrecer una imagen completa de lo que deberí­a ser la Iglesia. Hay que decir, más bien, que los escritos enviados a las diversas comunidades neotestamentarias tení­an acentos bastante diversos. Estas acentuaciones pueden ser distintas y estar, lógicamente, en tensión mutua, pero no son contradictorias. Nadie puede demostrar que alguna de las iglesias estudiadas hubiera roto la koinónia o comunión con las otras. Pedro es una figura-puente en el Nuevo Testamento, y el concepto de pueblo de Dios en la Primera Carta de Pedro supone una comprensión comunitaria del cristianismo”4.

NOTAS: 1 El Evangelio según Juan, Cristiandad, Madrid 1979, 128; cf La comunidad del discí­pulo amado: estudio de la eclesiologí­a joánica, Sí­gueme, Salamanca 1996; Evangelio y epí­stolas de san Juan, Sal Terrae, Santander 1979. — 2 Cf Nueva York 1997, 869.872.876, páginas del í­ndice con las múltiples referencias a ” Church”, Koinonia y “Presbyter/bishop/priest”.3 The New Jerome Biblical Commentary, Nueva Jersey 1990, nueva edición con artí­culos nuevos, entre los cuales está precisamente este de Brown, 1338-1346 (§ 80: 1-33). — 4 Las Iglesias que los apóstoles nos dejaron, Desclée de Brouwer, Bilbao 1998′ (con nueva traducción), 197-199; cf R. CHIARAllO (dir), Lexicon. Dizionario dei Teologi, Casale Monferrato 1998, 233s.

SPN

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología