CONSAGRACION

v. Dedicación
Lev 8:22 hizo que trajeran .. el carnero de las c
Num 6:7 c de su Dios tiene sobre su cabeza


Consagración (heb. qiddash; gr. haguiasmós). I. Consagración. Acto ritual, o ceremonia, por el que se aparta a una persona o un lugar para la adoración y el servicio a Dios. Aarón y sus hijos fueron consagrados para su cargo (Exo 28:41); los levitas se consagraron a Dios en tiempos del rey Ezequí­as (2Ch 29:31). A veces también se consagraron para un uso santo objetos inanimados y también animales (Exo 19:23, BJ; Lv, 8:22; 27:32; Jos 6:19). “Hecho perfecto” (Heb 7:28) significa literalmente “consagrado”; y en 10:20, “nos abrió” significa “inauguró” o “consagró”. A veces se usa la palabra “santificado” en vez de “consagrado” (Exo 19:23). II. Consagrar (heb. generalmente qâdash, “ser santo”, “hacer santo”, “consagrar”, “dedicar”, “santificar”; gr. haguiázo, “santificar”, “reverenciar”). En sentido bí­blico, santificar o hacer santo; apartar para un uso santo. Es la dedicación de alguna cosa o persona para un propósito sagrado, con la implicación de que el objeto o la persona así­ dedicada está separada del uso común. De esta manera el séptimo dí­a fue santificado, consagrado o apartado, para el Señor al final de la semana de la creación (Gen 2:3; Exo 20:11), dedicándolo para un propósito santo. Los sacerdotes estaban consagrados, apartados para sus responsabilidades divinas (Exo 29:1), así­ como el tabernáculo y todo el mobiliario del santuario estaban separados para usos santos (40:9). Los primogénitos eran puestos aparte y dedicados al Señor (Num 3:13).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

es la traducción de varios términos hebreos. 1. Llenar la mano, Ex 29, 33; forma del A. T. para referirse a la c. del sacerdote, por esto en la diadema de los sacerdotes se grababa la inscripción †œConsagrado a Yahvéh†, Ex 28, 36. 2. De nazîr, dedicado, de ahí­ la institución del nazireato. El nazireo estaba consagrado a Yahvéh y debí­a guardar ciertas reglas, Nm 6, 1-21. 3. Separado, santificado, como el sábado, dí­a del Señor, en el cual no se hací­a ninguna labor, Dt 5, 13. 4. Escogido, Yahvéh llama a los israelitas †œpueblo consagrado†, escogido por él, Dt 6, 6; 7, 6; 14, 2 y 21; 26, 19; 28, 19.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Un acto por el cual una persona o cosa es dedicada al servicio y adoración de Dios. La RVA traduce varias palabras heb. de diferentes significados con el término consagrar o sus derivados: haram (Mic 4:13); nazar, nezer (Num 6:7-8, Num 6:12); qadhesh (de aquello que es común o inmundo: Exo 28:3; Exo 30:30; 2Ch 26:18; 2Ch 29:33). Otro término en heb., mille yadh, lit., †œllenar la mano†, un modismo peculiar que normalmente se usaba para la investidura de un sacerdote en su oficio o de las ofrendas puestas en sus manos (Exo 29:9, Exo 29:29; Lev 8:33).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Separar para Dios, dedicar a Dios).

– De los creyentes.

1Pe 2:9, Rev 1:6.

– Nuestro cuerpo: Rom 12:1, 1Co 6:20.

– Nuestro espí­ritu.

1Co 6:20, 1 Pedr. 4.

– Nuestros miembros: Rom 6:12-13.

– Nuestros bienes: Mar 10:21.

– Nuestra familia: Luc 14:26-33.

– Sin reserva: Luc 14:33, Mat 6:24.

¡Es el primer mandamiento! Amar a Dios y entregarse a El con todo mi corazón, toda mi alma, toda mi mente y todas mis fuerzas, Mar 12:30.

Consagrar los templos, las naciones, los hogares, el trabajo, la diversión, la familia, los hijos, ¡todo para el Senor! Rom 11:36, Rom 12:1, 1Co 10:31, Exo 13:2, Exo 19:6, Heb. 7-8,Exo 10:20.

Hacer como la Virgen Marí­a, “la humilde esclava del Senor.” Todo para Jesús, con Jesús, por Jesús y en Jesús, porque mi vecino es Cristo que me necesita: (Luc 1:38, Luc 1:48, Mat 25:31-46).

La Consagración al Sagrado Corazón de Jesús, y a la Virgen Marí­a, como “esclavos de la esclava del Senor,” fueron promovidos por Santa Margarita Marí­a de Alacoque y San Luis Marí­a de Montfort, y aprobados y recomendados por la Iglesia, con la autoridad de Mat 16:19 y 18:18. ¡Conságrese, sea usted seglar o religioso!

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Varias palabras en el Antiguo Testamento se traducen como †œconsagrar†. La mayorí­a de ellas encierran ideas relacionadas con †œdedicar†, o †œsantificar†, haciendo énfasis en †œseparar para algo o para alguien†. A veces, también se incluye el concepto de †œllenar las manos†, en el sentido de colocar en las manos de una persona los sí­mbolos de su oficio. Habí­a una c. obligatoria, una voluntaria y otra ritual. La obligatoria se referí­a a todos los primogénitos de Israel. Así­, decí­a el Señor: †œConságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así­ de los hombres como de los animales, mí­o es† (Exo 13:2).

Ese primer hijo, como en el caso de †¢Samuel, era dedicado a Jehová. Pero el Señor permití­a que el primogénito fuera †œredimido†, es decir, comprado a Dios de vuelta mediante un sacrificio o el pago de una suma en efectivo hecha en el santuario. Lo que se enfatizaba era que lo primero, lo mejor, siempre tení­a que ser para el Señor. Otra c. obligatoria era el dí­a de reposo, que se dedicaba especialmente a buscar la comunión con Dios, pues era †œconsagrado a Jehovᆝ (Exo 16:23). También los diezmos. †œY el diezmo de la tierra, así­ de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehovᆝ (Lev 27:30).
c. voluntaria es lo que se conoce con el nombre de †œnazareato†, que era un voto que alguien decidí­a hacer para el Señor diciéndole que se dedicarí­a por completo a él durante un perí­odo especí­fico de tiempo (Num 6:1-5). También se podí­a consagrar voluntariamente un objeto, como una casa (Lev 27:14-15). Muchos israelitas consagraban utensilios o dinero para el servicio de Dios. Una parte de todo botí­n de guerra era de igual modo consagrado. La c. ritual era la que se hací­a con los sacerdotes, especialmente el sumo sacerdote, que llevaba una placa sobre la frente que decí­a †œSantidad a Jehovᆝ (†œConsagrado a Jehovᆝ). El profeta Zacarí­as anuncia el dí­a cuando †œestará grabado sobre las campanillas de los caballos: Santidad a Jehovᆝ (Zac 14:20-21).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, LEYE

vet, Acto por el que una persona o un objeto son separados para el servicio y el culto del Señor. Todos los primogénitos de los hombres y de los animales eran así­ consagrados a Dios (Ex. 13:2). La raza entera de Abraham debí­a venir a ser un “reino de sacerdotes, y gente santa” (Ex. 19:5-6; 1 P. 2:9); debido a la caí­da de Israel en la idolatrí­a tras el becerro de oro, solamente la tribu de Leví­ y la casa de Aarón heredaron el sacerdocio (Ex. 32:29, etc.). Así­ fue como en un sentido inmediato los levitas fueron sacados de entre el resto de Israel para el servicio del santuario (Nm. 3:12). Esta consagración podí­a también afectar igualmente, a las personas (1 S. 1:11; 7:1), los diezmos y las primicias (Lv. 19:24; 27:30, 32), al botí­n tomado en batalla (Jos. 6:19), a las ofrendas dadas voluntariamente al Señor (1 Cr. 29:2-5; 2 Cr. 31:6).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Acción o estado de compromiso espiritual, moral y personal con Dios. Es algo que está presente en todas las religiones y que aparece también multitud de veces en la Biblia, sobre todo en el Antiguo Testamento.

Lo consagrado quedaba dedicado a Dios: los sacrificios, el templo, los sacerdotes, las ofrendas, los primogénitos, etc. Y se establecí­a una diferencia entre lo “entregado a Dios” y lo que sigue siendo profano, mundano, normal en el uso y de “menos valor”. Si se profana lo consagrado se comete sacrilegio y se ofende a Dios, dueño de todo, pero especialmente de aquello que le ha sido “consagrado”.

La idea de consagración fue revisada en el Nuevo Testamento. Los evangelistas recogieron el mensaje de Jesús sobre las nuevas formas de consagración: “ni en este monte ni en Jerusalén se adorará ya a Dios, sino en todo lugar en espí­ritu y en verdad” (Jn. 4. 22-23) “El hijo del hombre es dueño también del sábado” (Mt. 12.8; Mc. 2.28; Lc. 6.5) y sobre todo las condenas de Jesús contra la falsa y superficial religiosidad de los fariseos (Mt. 23. 1-33)

Así­ lo entendió desde el principio la Iglesia y por eso su “entrega a Dios” estuvo más en las personas que en las cosas y enseñó siempre que lo importante no es el rito sino el don del corazón.

El término de consagración es polifacético en el vocabulario cristiano: consagración eucarí­stica, consagración apostólica, consagración de templos o altares, consagración sacerdotal o bautismal, consagración mariana o al Sdo. Corazón de Jesús. El común denominador de esas expresones es la dedicación a Dios, el reconocimiento de su presencia y de su supremací­a.

Es conveniente educar al cristiano en el valor que sigue teniendo la consagración de las cosas, de las personas, de los tiempos, pues es la puerta de entrada en el misterio divino. Y la consagración es la dedicación a Dios.

No es el rito o el gesto lo que importa, sino la intención de entrega, de ofrenda y de dedicación. Hay que huir del ritualismo y de la superstición, pero hay que superar la tentación laicista y secularista de reducir todo gesto religioso a una mera tradición ya superada por los hombres modernos.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Significado cristiano

La palabra “consagración” tiene relación con lo “sagrado”, en cuanto que una persona o una cosa se “entrega” o dedica a lo que pertenece a Dios o a sus planes de salvación sobre el mundo contemplación, culto, perfección, misión, servicio. Por la Antigua y Nueva Alianza, el Pueblo de Dios queda consagrado a él como propiedad suya esponsal. Jesús mismo es el “consagrado” o “ungido” por el Espí­ritu Santo (Cristo, Mesí­as), porque pertenece a la misión salví­fica encomendada por el Padre (cfr. Lc 4,18; Jn 10,36).

Aunque el mundo ya es de por sí­ “sagrado” (por ser de Dios e ir hacia él), y el hombre ha sido creado “a imagen de Dios” (Gen 1,27), esos signos fuertes de consagración ayudan a hacer realidad plena lo que ya está en los planes de Dios desde la creación y desde la elevación del hombre al orden de la gracia. A la luz de la Encarnación, todo creyente está llamado a “recapitular todas las cosas en Cristo” (Ef 1,10).

En todo el lenguaje cristiano (y teológico en general) nos valemos de “analogí­as”, puesto que todas las palabras son signos convencionales. La realidad de la consagración es una acción divina, puesto que es un don de Dios e iniciativa suya. Al mismo tiempo, Dios quiere la colaboración libre de la persona. Se puede decir, pues, que Dios consagra (con su iniciativa y don de gracia) y que la persona se consagra a Dios. Esta base teológica está en armoní­a con la Alianza (el “sí­” de Dios y el “sí­” del hombre) y corresponde a la afirmación patrí­stica “Dios salva al hombre por medio del hombre”.

Diversidad de “consagraciones”

Se habla de “consagración” eucarí­stica, en cuanto que el pan y el vino pasan a ser, por “transubstanciación”, cuerpo y sangre de Cristo. Por el bautismo y confirmación, todo cristiano participa de la misma consagración de Cristo. Por el sacramento del Orden, el sacerdote ministro participa de modo especial (como signo personal y sacramental) en esa misma consagración. Se llama “vida consagrada” al compromiso especial o “profesión” de los consejos evangélicos. También se consagran a Dios templos y objetos. Pero, sobre todo, la Iglesia es una comunidad de “consagrados”, en su ser, en su obrar y en su vivencia.

En la práctica de piedad popular y de devociones privadas, se habla de consagración al Corazón de Jesús o consagración a Marí­a. Esta consagración está en armoní­a con la puesta en práctica de las exigencias de las otras consagraciones (bautismo y confirmación, Orden, votos, gracias especiales, etc.).

Dimensión misionera de la consagración mariana

La consagración mariana, personal o comunitaria, indica una entrega a los planes salví­ficos de Dios en Cristo, como ella y con ella. Hay, pues, una “entrega” y una “confianza” en su función materna. Es una donación a Cristo por medio de “la Señora”, para recibir el Espí­ritu Santo. Se señala a San Ildefonso de Toledo (siglo VII) como el primer Padre de Occidente que habla sobre la consagración a Marí­a. San Juan Damasceno (siglo VIII) es el primero en el Oriente. “San Luí­s Marí­a Grignion de Montfort proponí­a a los cristianos la consagración a Cristo por manos de Marí­a, como medio eficaz para vivir fielmente el compromiso del bautismo” (RMa 48).

Al “entregarse” y “confiarse” a Marí­a, se toma conciencia de la actitud mariana del “fiat”, “Magnificat” y “stabat”, transformándola en una actitud relacional de fidelidad a sus palabras “Haced lo que él os diga” (Jn 2,5). Consagrarse y confiarse a Marí­a significa, pues, comprometerse como ella (y con su presencia y ayuda materna) a ser fieles a la Palabra de Dios y a la acción santificadora y evangelizadora del Espí­ritu Santo.

Referencias Alianza, bautismo, consejos evangélicos, Corazón de Cristo, Corazón de Marí­a, devoción mariana, Eucaristí­a, Mesí­as, Orden, Presentación de Marí­a, sacerdocio (común, ministerial), sagrado, vida consagrada, votos.

Lectura de documentos RMa 48. Ver en referencias.

Bibliografí­a AA.VV., La consagración a Marí­a, teologí­a, historia, espiritualidad Estudios Marianos 51 (1986); AA.VV., Vivere l’affidamento a Maria (Roma, Logos, 1984); AA.VV., Totus tuus, Attualití  e signifcato della consacrazione a Maria (Roma 1978; S.Mª ALONSO, F. CONTRERAS, Consagración. Fundamento bí­blico. Reflexión teológica, en Diccionario Teológico de la Vida Consagrada (Madrid, Pub. Claretianas, 1989) 354-396; A. BURTON CALKINS, Totus tuus, John Paul II’s Program of Marian Consecration and Entrustment (New Bedford, Academy of the Inmaculate, 1992); S. DE FIORES, Consagración, en Nuevo Diccionario de Mariologí­a (Madrid, Paulinas, 1988) 471-496; C. DOLZA, Il senso della consacrazione (Torino, ELLE DI CI, 1971); G. GREEN, Les antécédents, doctrinaux et historiques de la consécration du monde au coeur Immaculé de Marie, en Maria. Etudes sur la Sainte Vierge (Paris 1949-1971) I, 827-873; J.G. RANQUET, Consagración bautismal y consagración religiosa (Bilbao, Mensajero, 1968); J.R. URQUIA, Contenuto teologico della consacrazione a Maria (Vercelli, S.M., 1990).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

El término “consagración” se deriva de “consagrar”, que significa “hacer sagrado”. “Sagrado” es lo que pertenece a un orden de cosas separado, reservado, inviolable. El mundo de Dios es el ámbito de lo “sagrado” por excelencia: se lo aplicamos a él en sentido prioritario, mientras que de las otras cosas lo decimos solamente en la medida en que tiene alguna relación o conexión con él: o porque significan, o porque facilitan, o porque realizan su presencia. La palabra “consagración” designa el acto que une a la divinidad mediante un ví­nculo tan estrecho que hace que esa cosa o esa persona se encuentre separada de su mundo y de todo lo que poseí­a, y apartada de él a fin de quedar reserváda para Dios.

Puesto que todo lo que existe es obra de Dios, participación y revelación suya, resulta que todo es en cierto sentido sagrado. Esto vale de manera muy especial para el hombre, que es “imagen de Dios”. Pero cuando hablamos de consagración, nos queremos referir a una intervención ulterior de Dios, más allá de su intervención creadora. Esto quiere decir que la consagración admite varios grados, que podrí­amos presentar como cí­rculos concéntricos.

Con la encarnación del verbo toma cuerpo definitivamente el designio eterno de Dios, que es el de “recapitular todas las cosas en Cristo” (cf Ef 1, 3- 10). En el Antiguo Testamento Dios constituyó y reservó para sí­ a un pueblo, a través de sus intervenciones prodigiosas y continuadas; pero ahora se hace personalmente presente en su Hijo, “adquiriéndose” (cf. Ef 1,14) un pueblo, no con la fuerza de su poder, sino pagando personalmente. Nace así­ el nuevo pueblo de Dios que, desde este momento, es el pueblo de Cristo.

Todo esto se expresa sacramental mente y se realiza inicialmente a través del sacramento del bautismo, que inserta al creyente en Cristo como miembro de su cuerpo y (junto con la confirmación que lo completa en el orden dinámico) pone en el que ha sido llamado el sello de la pertenencia total y definitiva a su Cabeza, a través de la impresión de un carácter indeleble (cf LG 10-12; 34-36) y de la consiguiente participación de su misma consagración. Lo que define a la Iglesia y . a cada uno de sus miembros es precisamente esta introducción especí­fica y definitiva en el mundo de Dios y su relativa pertenencia a él en Jesucristo.

El hecho de que toda la Iglesia sea una “comunidad de í­ndole sagrada” no impide que un miembro determinado, por especial disposición de Dios, pueda ser llamado a encarnar de manera especí­fica un aspecto particular de la sacralidad eclesial. El Señor elige a algunos para que lo sigan más de cerca y participen de su vida y de su misión de un modo particular: “Llamó a los que quiso y se acercaron a él; designó entonces a doce, a los que llamó apóstoles, para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar” (Mc 3,13-14; cf. Le 6,12-15). Esto indica no sólo el fundamento, sino la necesidad de algunas consagraciones ” particulares “.

Tras la llamada “especial” a participar en el “ministerio” o en la “forma de vida” de Cristo, viene la consagración correspondiente.

Estas consagraciones se realizan en el sujeto: una mediante la sagrada ordenación, otra a través de la profesión de los consejos evangélicos. La primera está ordenada principalmente a habilitar a la persona para cumplir un ministerio determinado, como participación privilegiada en la obra de Cristo mediador: la segunda está ordenada a hacer a la persona capaz de “seguir a Cristo más de cerca”, es decir, a ponerla en una “forma de vida” que reproduzca de la mejor manera posible el mismo proyecto existencial del Señor. En el primer caso se subraya la dimensión objetiva del sacerdocio de Cristo; en el segundo, la subjetiva. Estas dos consagraciones tocan al ser y al obrar de la persona: pero mientras que la primera está ordenada esencialmente a un modo “nuevo” de obrar, es decir, al sagrado ministerio, la segunda se ordena a un “nuevo” modo de ser, es decir, a una configuración especial con Cristo casto, pobre y J obediente.

A. Pigna

Bibl.: J Castellano, Consagración, en DES, 1, 458-460: J G. Ranquet, Consagración bautismal y consagración religiosa, Mensajero. Bilbao 1968.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico