CONTINUO

v. Perpetuo, Siempre
Dan 12:11 que sea quitado el c sacrificio hasta
Rom 9:2 tengo gran .. y c dolor en mi corazón


Continuo (heb. tamîd, “continuamente”, “regularmente”). Tamîd aparece 103 veces en el AT como adjetivo (Exo 29:42) y como adverbio (27:20). Generalmente, cuando se lo usa como adjetivo se lo vierte “continuo”, “perpetuo”; y cuando se lo emplea como adverbio, “continuamente”, “de continuo”, “siempre”. La expresión hebrea que con más frecuencia se traduce como “diariamente” es yôm beyôm, literalmente “dí­a por dí­a”. Tamîd se usa en relación con el tabernáculo unas 50 veces: con el holocausto matutino y vespertino diarios (Exo 29:38,42), con el candelabro (27:20), con los panes de la proposición (25:30), con el incienso (30:8), con el fuego sobre el altar (Lev 6:13), con el fuego y la nube que reposaban sobre el tabernáculo (Num 9:16), con el servicio musical (1Ch 16:6,37), etc. En todos los casos, tamîd denota aspectos de los servicios del tabernáculo o del templo que se realizaban “de continuo”, “continuamente”, “perpetuamente”, a diferencia de los ritos especiales que se efectuaban sólo en momentos determinados -como en la Pascua o en el Dí­a de la Expiación- o para los individuos. Así­, las 7 lámparas del candelabro nunca se extinguí­an al mismo tiempo; nunca se permití­a que el fuego sobre el altar de los holocaustos se apagara; el pan de la Presencia siempre estaba sobre su mesa; un cordero se ofrecí­a cada mañana y cada tarde; y el incienso ardí­a sobre su altar simultáneamente. En hebreo tardí­o, tamîd es la expresión técnica regular para la ofrenda diaria completa, que se presentaba de mañana y de tarde; en la Mishná hay un tratado entero dedicado a este tema y que lleva por tí­tulo Tamîd. El servicio “continuo” simbolizaba la benévola y continua provisión que Dios hace para el hombre, y apuntaba hacia el ministerio de Cristo, quien vive “siempre para interceder por ellos” (Heb 7:25). En Daniel el término “continuo” aparece 5 veces como la traducción de tamîd (8:11-13; 11:31; 12:11) y está asociado con el santuario. 247 En 8:11-14 el poder simbolizado por el cuerno pequeño asuela el santuario e interrumpe sus servicios rituales, pero después de un perí­odo de 2.300 “dí­as” el santuario serí­a “purificado” o “reivindicado” (BJ; o “reintegrado en su derecho”, nota en BJ). En 11:31 se da la información adicional de que “la abominación desoladora” reemplaza el “continuo” [“sacrificio” no está en hebreo, aunque el adjetivo va con artí­culo; es un adjetivo sustantivado]. Como el “continuo” designa el sistema divinamente ordenado de adoración, el poder que lo quita está en oposición a Dios, y la “abominación desoladora” representa un sistema de culto falsificado. Los judí­os del tiempo de Cristo aplicaban esta profecí­a de Daniel a la desolación del templo hecha por Antí­oco Epí­fanes: la interrupción de sus ritos sagrados y su sustitución por ritos paganos (168-165 a.C.). Josefo, escribiendo c 75-93 d.C., aplica esta profecí­a a este suceso. El autor de 1 Mac. (c 100 a.C.) parece también haber entendido esta profecí­a de ese modo (1 Mac. 1:19-64; 4:36-60; 6:7; (cf 2 Mac. 6:1,2). Cristo aplicó la expresión, “abominación desoladora” a los romanos que en el 70 d.C. destruyeron el templo y terminaron con sus ritos (Mat 24:15; cf Luk 21:20,24). Más tarde, éstos levantaron un santuario a Júpiter Capitolino en el sitio del templo de Herodes, en Jerusalén. Muchos intérpretes protestantes han aplicado el principio dí­a por año a los 2.300 dí­as, con lo que este perí­odo concluye cerca del fin de la era cristiana. Bib.: FJ-AJ x.11.7; xii.5.3, 4; 7.6, 7; FJ-GJ i.1.1, 2; CBA 4:868, 869. Conversión. El sustantivo “conversión” se usa una sola vez (Act 15:3), y es traducción del gr. epistrofe, literalmente “volverse a”. La forma verbal, “convertir”, aparece algunas veces en forma activa (Psa 19:7), y otras en sentido pasivo (Psa 51:13, heb. shuf, Mat 13:15). El significado literal de la palabra es “darse vuelta”, “girar hacia atrás”, “volverse a”. La conversión significa que el alma se vuelve del pecado a Dios. El apartarse del pecado es el paso del arrepentimiento, y el volverse a Dios es el acto de fe mediante el cual la salvación se hace posible (Eph 2:8, 9).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico