CRISTIANOS ANONIMOS

DicEc
 
El optimismo radical del Vaticano II con respecto a la salvación de los >no cristianos constituye una de las posiciones más significativas del concilio en su conjunto según K. Rahner y muchos otros. Se pueden indicar varios textos que insisten en señalar, no sólo que los no cristianos pueden salvarse (AG 3.7; GS 22), sino también que las religiones no cristianas pueden ser mediadoras de salvación (GS 41.92; AG 3.9.11.15; LG 17; NA 2). El problema que se plantea es cómo puede entenderse el plan divino, especialmente a la luz de la mediación única de Cristo (1Tim 2,4) y de la necesidad de la Iglesia. El concilio afirma que esta salvación se realiza de un modo «conocido por Dios» (GS 22); el conocimiento pleno del plan divino en este punto no está a nuestro alcance, pero es menester tratar de armonizar este nuevo desarrollo con otros dogmas de la fe.

La idea de los «cristianos anónimos» la encontramos en el intento de K. Rahner de defender la unicidad y necesidad de Cristo admitiendo al mismo tiempo, con el Vaticano II, la posibilidad real de salvación para todas las personas. Basa su teorí­a en su posición teológica fundamental acerca de la autocomunicación de Dios a los hombres en su situación existencial. Cuando las personas, basándose en la gracia, responden en libertad, esta autorrevelación hace brotar la fe y el amor sobrenaturales, a través de los cuales pueden alcanzar la salvación. Como Cristo es el único mediador, esta autocomunicación divina es trinitaria y, por tanto, realmente cristiana. Como las personas no reconocen el carácter de la gracia recibida, puede decirse que es «anónima». Una religión no cristiana puede ser el medio usado por Dios para comunicarse con una persona; hay por tanto verdadera mediación en esa religión, no por el esfuerzo humano, sino por el uso que hace de ella el Espí­ritu Santo.

La teorí­a de Rahner sobre los cristianos anónimos se desarrolla hasta abarcar también a los que no tienen contacto real con ninguna religión. Estos pueden tener una fe anónima que brote del amor y que, de este modo, los conduzca a la salvación.

Aunque la mayorí­a de los teólogos católicos posteriores al Vaticano II aceptan que los no cristianos pueden salvarse, y que Dios usa su religión para salvarlos, Rahner ha sido criticado por algunos aspectos de su teorí­a. Algunos temen que provoque el debilitamiento del impulso misionero: si la gente puede salvarse en su religión, ¿para qué proponerles el cristianismo? Pero F. A. Sullivan ha mostrado que las objeciones no son insuperables.

Con H. de Lubac y otros, se puede preferir evitar el término «cristiano anónimo», postura que el mismo Rahner admite. El núcleo de la teorí­a de Rahner, sea lo que fuere de los detalles, parece incontestable; a saber: que las personas se salvan a través de una fe implí­cita basada en una respuesta amorosa y «graciosa» a la autocomunicación de Dios en la profundidad de su corazón, generalmente por la mediación de la experiencia religiosa. La teorí­a probablemente requiere una fundamentación trinitaria más rigurosa y global, y podrí­a argüirse en favor del término «espirituales anónimos». El Espí­ritu Santo ha estado actuando desde el comienzo de la creación, dispensando la gracia en previsión de los méritos de Cristo, de lo cual el caso más notable es el de la inmaculada concepción de Marí­a.

[Algunos autores han buscado otras expresiones para este concepto, así­ la expresión «catecumenado anónimo», y más recientemente, y quizá con más tiento, se ha sugerido la simple fórmula de «fe anónima». Sobre su uso K. H. Weger comenta que «el problema del cristianismo anónimo es solo y exclusivamente un problema intracristiano. La teologí­a del cristianismo anónimo es una respuesta a la pregunta que el cristiano, y sólo él, puede y debe plantearse acerca de la posibilidad de salvación de los demás y no ha sido nunca concebido por Rahner como instrumento apologético. Pero como creyente cristiano, debo preguntarme si soy uno de esos pocos «elegidos» por Dios… o si aquello en lo que creo y espero es también accesible a otros».]

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología

Es ésta una experiencia de Rahner para designar a aquellos que viven en la gracia de Cristo, aun cuando (sin culpa por su parte) no saben de Cristo como salvador, no están bautizados y no pertenecen a la comunidad cristiana (ver LG 16; GS 22).

La antropologí­a teológica de Rahner subraya el ilimitado horizonte del espí­ritu humano con su dinámica apertura hacia Dios, cuya voluntad salví­fica universal (1Tim 2,3-4) significa que a todos los hombres y mujeres se les ofrece la gracia para ser salvados. Es necesario clarificar aquí­ varias cosas.

Primero, toda gracia viene a través de Cristo (He 4,12; 2Cor 5,15; Jn 5,11-12) y necesariamente orienta a los seres humanos hacia Cristo y su Iglesia visible. Segundo, aunque la gracia sea universal, es / sobre natural y gratuita. Es libre y amorosamente ofrecida a todos los seres humanos, con vistas a esa visión final de Dios que trasciende sus fuerzas y facultades «naturales». Tercero, en el orden presente, la gracia no es una oferta meramente «externa», sino que, desde el principio, es una autocomunicación divina que realmente configura nuestra común condición humana. Aquí­ Rahner habla del existencial sobrenatural otorgado junto con nuestra naturaleza.

La universalidad de la gracia supone una autodonación libre de Dios (el existencial sobrenatural) que afecta intrí­nsecamente a la estructura interna de la existencia humana (existencial sobrenatural) y nos llama a todos R. Fisichella nosotros a nuestra meta definitiva.

Obviamente, no todo ser humano ha estado o está en condición de responder a la presencia y la llamada de Dios a través de una fe explí­cita en Cristo y su Iglesia. Existen millones de personas cuya oportunidad de conocer y de relacionarse con Dios ha ocurrido a través del /budismo, el confucianismo, el / hinduismo, el / islam, religiones tradicionales y otros sistemas de creencia. Siempre y dondequiera que esos seres humanos se abren a sí­ mismos confiadamente a Dios, Rahner les reconoce como cristianos anónimos, es decir, como aquellos que, al menos implí­citamente, aceptan su vocación sobrenatural e, incluso sin saber esto, son capacitados por la gracia de Cristo para abrirse a sí­ mismos al misterio de Dios. Su fe relaciona a estos cristianos anónimos con Cristo e implí­citamente les orienta hacia su Iglesia visible.

En el /diálogo interreligioso, el discurso de Rahner sobre los «cristianos anónimos» no siempre ha sido bien aceptado. No parece ocuparse suficientemente de las creencias, prácticas y experiencias especí­ficas de las religiones no cristianas. Esto ha movido a algunos seguidores de otros credos a hablar de los cristianos como «hindúes anónimos» o «musulmanes anónimos».

No obstante, Rahner ofrece una aproximación válida a una cuestión que ha preocupado a pensadores cristianos desde la época de padres tan antiguos como Ireneo, Justino y Clemente de Alejandrí­a. Dada la voluntad divina de salvar a todos a través de Cristo, ¿cómo podemos entender e interpretar la situación de aquellos no cristianos que, al menos implí­citamente, creen en Dios y aceptan su vocación sobrenatural? Algunos crí­ticos afirman que con ello Rahner elimina la motivación de la labor misionera. La verdad, sin embargo, es que su tesis de los «cristianos anónimos» indica cómo el evangelio habla y llama a la expresión plena de una realidad escondida de gracia que está presente, al menos imperfectamente, en cada vida humana (ver AG 19; LG 17).

BIBL.: RAHNER K., Los cristianos anónimos, en Escritos de teologí­a VI, Taurus, Madrid 1969, 535-544; WEGER K.-H., Karl Rahner. Introducción a su pensamiento teológico, Herder, Barcelona 1981.

G. O’Collins

LATOURELLE – FISICHELLA, Diccionario de Teologí­a Fundamental, Paulinas, Madrid, 1992

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Fundamental