CRISTO

v. Cristo Jesús, Jesucristo, Jesús, Mesías, Salvador, Señor, Señor Jesucristo, Señor Jesús, Ungido, Verbo
Mat 2:4 les preguntó dónde había de nacer el C
Mat 16:16; Mar 8:29; Luk 9:20 tú eres el C, el Hijo
Mat 16:20 que a nadie dijesen que él era Jesús el C
Mat 22:42 ¿qué pensáis del C? ¿De quién es hijo?
Mat 23:8 uno es vuestro Maestro, el C, y todos
Mat 24:5; Mar 13:6; Luk 21:8 nombre, diciendo: Yo soy el C
Mat 24:23; Mar 13:21 mirad, aquí está el C, o mirad
Mat 24:24 porque se levantarán falsos C, y falsos
Mat 26:63; Mar 14:61; Luk 22:67; Joh 10:24 si eres tú el C
Mat 27:17 a Barrabás, o a Jesús, llamado el C?
Mar 9:41 un vaso de agua en .. porque sois de C
Mar 12:35; Luk 20:41 que el C es hijo de David?
Mar 15:32 el C, Rey de Israel, descienda ahora de
Luk 2:11 nacido .. un Salvador, que es C el Señor
Luk 23:2 diciendo que él mismo es el C, un rey
Luk 23:39 si tú eres el C, sálvate a ti mismo y a
Luk 24:46 así fue necesario que el C padeciese, y
Joh 1:20 no negó, sino confesó: Yo no soy el C
Joh 3:28 de que dije: Yo no soy el C, sino que soy
Joh 4:29 venid, ved a un .. ¿No será éste el C?
Joh 4:42 éste es el Salvador del mundo, el C
Joh 6:69 conocemos que tú eres el C, el Hijo de
Joh 7:26 ¿habrán reconocido .. que éste es el C?
Joh 11:27 he creído que tú eres el C, el Hijo de Dios
Joh 20:31 para que creáis que Jesús es el C, el Hijo
Act 2:30 de su descendencia .. levantaría al C
Act 2:36 a este .. Dios le ha hecho Señor y C
Act 3:18 cumplido .. que su C había de padecer
Act 4:26 se juntaron en uno .. y contra su C
Act 9:20 seguida predicaba a C en las sinagogas
Act 17:3 Jesús, a quien yo os anuncio .. es el C
Act 18:5, 28 a los judíos que Jesús era el C
Act 26:23 el C había de padecer, y ser el primero
Rom 5:6 C, cuando aún éramos débiles, a su tiempo
Rom 5:8 en que siendo aún pecadores, C murió por
Rom 8:9 si alguno no tiene el Espíritu de C, no es
Rom 8:10 si C está en vosotros, el cuerpo en verdad
Rom 8:34 C es el que murió; más aún, el que
Rom 8:35 ¿quién nos separará del amor de C?
Rom 9:3 separado de C, por amor a mis hermanos
Rom 10:4 el fin de la ley es C, para justicia a todo
Rom 12:5 así nosotros .. somos un cuerpo en C
Rom 15:3 porque ni aun C se agradó a sí mismo
Rom 15:7 también C nos recibió, para gloria de
1Co 1:23 predicamos a C crucificado, para los
1Co 1:24 mas para los llamados .. C poder de Dios
1Co 2:16 mas nosotros tenemos la mente de C
1Co 3:23 vuestro, y vosotros de C, y C de Dios
1Co 5:7 porque nuestra pascua, que es C, ya fue
1Co 6:15 vuestros cuerpos son miembros de C?
1Co 8:12 pecando contra los .. contra C pecáis
1Co 11:3 C es la cabeza .. y Dios la cabeza de C
1Co 15:17 si C no resucitó, vuestra fe es vana; aún
2Co 1:5 abundan en nosotros las aflicciones de C
2Co 3:14 el mismo velo .. el cual por C es quitado
2Co 5:14 el amor de C nos constriñe, pensando
2Co 5:16 si a C conocimos según la carne, ya no
2Co 5:17 si alguno está en C, nueva criatura es
2Co 5:18 nos reconcilió consigo mismo por C, y
2Co 5:19 Dios estaba en C reconciliando consigo
2Co_2 Co: 6:15


Cristo (gr. Jristós, “ungido”; equivalente al heb. Mâshîaj, “Mesí­as”, “ungido”). Tí­tulo oficial de Jesús de Nazaret que lo designa como “el Mesí­as” o el prometido del AT. En los tiempos del AT el sumo sacerdote (Exo 30:30), el rey (2Sa 5:3), y a veces los profetas (1Ki 19:16) eran “ungidos” cuando se los dedicaba al servicio santo. En las profecí­as mesiánicas el término vino a aplicarse especí­ficamente a el Mesí­as, que, como profeta (Deu 18:15), sacerdote (Zec 6:11-14) y rey (ls. 9:6, 7), era 263 quien habí­a sido designado como Redentor del mundo. Al usarlo en tiempos del NT se omitió el artí­culo definido, y “Cristo” llegó a ser virtualmente un nombre propio, tal como lo usamos hoy. El uso combinado de los nombres Jesús y Cristo constituye una confesión de fe de que Jesús de Nazaret, el hijo de Marí­a, el Hijo del hombre, es realmente el Cristo, el Mesí­as, el Hijo de Dios, y por ello una profesión de fe en la unión de las naturalezas divina y humana en una Persona. En Jer 23:5, 33:15, Zec 3:8 y 6:12 se usa un tí­tulo para Cristo: “rama” (heb. tsemaj, “un brote [renuevo]”, “un retoño [vástago]”); el Mesí­as está representado como un renuevo de David. Véase Jesucristo. Crónicas, Libros de las. Dos libros del AT que registran hechos de los reinados de David y sus sucesores. En las Biblias hebreas los 2 libros aparecen como una sola obra, con un tí­tulo único: Dibrê hayyâmîm (“Acontecimientos de los dí­as”), un diario real de los sucesos que ocurrieron bajo los diferentes reyes (2Ki 14:18, 28; 1Ch 27:24; Neh 12:23; etc.). En la LXX el tí­tulo es Paraleipómení‡n (“Omisiones”), e indica que el libro suministra y en parte duplica informaciones que quedaron fuera de Samuel y Reyes. El nombre español “Crónicas” proviene del lat. Chronicon, el término que usó Jerónimo como apropiado para transliterar el tí­tulo hebreo a su propia traducción al latí­n, la Vulgata. En el canon hebreo del AT los libros de Crónicas constituyen el último libro. Su posición actual en las versiones modernas, después de Reyes, y su división en 2 libros se originó en la LXX, práctica que luego siguió la Vulgata. I. Autor y Ambientación. Un examen del texto hebreo de Crónicas, Esdras y Nehemí­as muestra que los 3 libros están estrechamente relacionados en lenguaje, estilo y punto de vista general. Por eso es razonable concluir que los 3 fueron obra de un mismo autor o compilador, o que fueron escritos en una misma época por varios hombres que colaboraron mutuamente. La tradición judí­a temprana atribuye las Crónicas a Esdras (la erudición actual generalmente le asigna, además, Esdras y Nehemí­as). La evidencia interna sugiere como autor a un sacerdote del perí­odo persa, y Esdras cumple ambos requisitos (Ezr 7:1-5). Que los versí­culos iniciales de Esdras repitan los versí­culos finales de Crónicas, casi al pie de la letra, también indica una í­ntima relación entre ambos libros. El uso que hace el autor de Crónicas del sistema monetario persa (1Ch 29:7) indica que los escribió en el perí­odo persa. Como la genealogí­a de la lí­nea real de Judá es llevada varias generaciones más allá de Zorobabel, quien regresó a Judea por el 536 a.C., es posible que la fecha de escritura bien haya sido un siglo o más después del tiempo de Zorobabel (3:19-24). Estas y otras evidencias son base suficiente para asignar a Crónicas esta fecha: c 400 a.C. La frecuente referencia del autor a otros trabajos (1Ch 27:24; 29:29; 2Ch 9:29; 12:15; 13:22; 20:34; 24:27; 26:22; 32:32; 33:19), sugiere que tení­a acceso a una excelente colección de fuentes y que las usó profusamente bajo la dirección de la Inspiración divina. II. Tema. Esencialmente, Crónicas es un registro del reino unido bajo David y Salomón, y de sus sucesores sobre el trono de Judá hasta el cautiverio babilónico; es decir, un perí­odo mayor de 4 siglos. Considerablemente más de la mitad del contenido de las Crónicas es paralela a la información que se halla en otros libros del AT, especialmente Samuel y Reyes. Sin embargo, en estilo y énfasis es claramente una obra independiente, escrita desde un punto de vista propio y destinada a servir a un determinado propósito particular. Con las lecciones espirituales del cautiverio ví­vidamente fijadas en la memoria, el autor presenta la historia de Israel como nación antes de aquel trágico evento, y el porqué del cautiverio inevitable. Enfatiza los aspectos morales y espirituales de los eventos que registra, y vez tras vez procura señalar que la obediencia a la voluntad revelada de Dios trae paz y prosperidad, mientras que la desobediencia resulta en sufrimiento y calamidades. Destaca el hecho de que el Señor recompensa a los justos y castiga a los impí­os (1Ch 10:13; 11:9; 21:7; 2 Cr. 13:18; etc.). Asegura a Israel que no tiene nada que temer del futuro excepto que olvide las lecciones que su historia pasada le enseñó. III. Bosquejo. Crónicas se puede dividir lógicamente en 4 partes: 1. Introducción (1Ch_1-10). 2. Reinado de David (cps 11-29). 3. Reinado de Salomón (2Ch_1-9). 4. Reino de Judá hasta el cautiverio (cps 10-36). En la introducción el historiador repasa, en pocos trazos, la historia del mundo desde la creación hasta que David asciende al trono. Este breve esbozo es mayormente genealógico, con énfasis en la tribu real de Judá y la tribu sacerdotal de Leví­. Estas tablas genealógicas incluyen, aquí­ y allá, breves bocetos biográficos y datos históricos (1Ch 4:9, 10, 38-43; 5:9, 10, 16-26; 6:31, 32, 48, 49, 54-81; etc.). Con miras a ser completas, las genealogí­a se continúan durante el tiempo del reino unido y del reino dividido, la cautividad y la restauración hasta el tiempo en que se estaba escribiendo la obra. 264 Nada se dice del reinado de Saúl, excepto un breve informe de su muerte en batalla, y esto sólo como para explicar por qué Dios lo rechazó y preparar el escenario para el ascenso de David al trono. IV. Contenido. Diecinueve de los 65 capí­tulos de las Crónicas -casi un tercio- están dedicados al glorioso reinado de David. David y Salomón, cuyos reinados crearon la era de oro de la historia de Israel, ocupan 28 capí­tulos, o casi la mitad del espacio. A su vez, la 2ª sección, que cubre el reinado de David, se puede dividir en 3 partes. La 1ª resume los eventos notables del perí­odo (1Ch_11-21). También incluye las circunstancias de su coronación como rey de todo Israel, la captura de Jerusalén y el traspaso de la capital de Hebrón a Jerusalén, la enumeración de sus valientes y ejércitos, su traslado del arca a Jerusalén, la construcción de su palacio, sus guerras y el censo del pueblo. La 2ª parte trata en detalle los preparativos de David para la construcción del templo, con la organización que hizo del servicio de los sacerdotes y de los levitas, y sus instrucciones a Salomón acerca del templo (22:1-29:21). La 3ª parte se ocupa, brevemente, de las transferencia de la autoridad de David a Salomón, y de la muerte de David (23:1; 29:22-30). La 3ª sección, sobre Salomón (2Ch_1-9), se dedica principalmente a la construcción y dedicación del templo, con breves menciones de las otras obras públicas y empresas de Salomón, su devoción a la sabidurí­a y el esplendor de su reinado. La 4ª sección cubre el perí­odo del reino dividido (cps 10-36), con especial énfasis en el reino de Judá. La historia de este perí­odo se ocupa de los reinados sucesivos de todos los reyes de Judá, desde Roboam hasta Sedecí­as. Se considera ampliamente la revuelta de las 10 tribus, y de allí­ en adelante se registran los esfuerzos para volver a la nación a Dios que hicieron los reyes reformadores Asa, Josafat, Joás, Ezequí­as y Josí­as. La sección concluye con la 3ª deportación a Babilonia y un breve epí­logo acerca del edicto de Ciro para el regreso (véase CBA 3:119-132). Cronista. Véase Canciller.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Ver Jesucristo.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(“Ungido” Cristo en griego, es lo mismo que Mesí­as en hebreo). El Salvador Jesús profetizado 300 veces en la Biblia, y tan esperado por el pueblo judí­o.

Es Dios: (Jua 1:1). Por El fueron creadas todas las cosas, y sin El nada se hizo de cuanto ha sido creado: (Jua 1:1-3). No sólo en El fueron creadas todas las cosas, terrenas y celestiales, sino que en El subsisten todas las cosas.

Es Dios, uno con el Padre y el Espí­ritu Santo: (Jua 10:40), formando el glorioso Misterio de la Santí­sima Trinidad: Tres personas distintas y un solo Dios verdadero: (Mat 3:1617, Mat 12:31-32, Jua 14:10, Jua 14:23, Jua 16:7).

1- Proclamado Dios por.

– El Padre: Mat 3:17, Mat 17:5.

– El Espí­ritu Santo: Jua 16:7-15.

– El mismo: Jua 8:58, Jua 17:5.

– Los ángeles: Heb 1:6.

– Los demonios: Mar 5:2-6.

– Los santos en la gloria: Rev 7:9-10.

– Los Magos: Mat 2:11 : (¡Sólo se “adora” a Dios!).

– Los Apóstoles: Jua 1:1-3, Col 1:16-17, Mat 16:16, Jua 20:28, Jua 1:49.

– Sus adeptos: Luc 19:38, Jua 12:13.

– Por todos: Fil. 2:Flp 10:11.

– “Cristo es Dios”: Jn:20-28, Tit 2:13.

2- Es hombre verdadero: Jua 1:14, Heb 2:9-18, Luc 3:38, Gal 4:4, 1Ti 2:5 : En el evangelio de Marcos se llama a sí­ mismo más de 20 veces “el Hijo del Hombre”.

Cristo tiene cuatro caracterí­sticas que no las han tenido ningún fundador de otras religiones: (Buda, Confucio, Mahoma, Laotse.).

– Su vida fue profetizada, más de 300 veces, hasta mil años antes de nacer.

– Hizo milagros, para proclamarse Dios, Mc. 2.

– Se proclamó a sí­ mismo Dios: Jua 8:58, Jua 17:5.

– Resucitó después de muerto, ¡por su propio poder! Jua 2:19-21, Jua 10:18, Mt. 28, Mc. 16, Lc. 24, Jn. 20, 1 Cor. 15.

Una quinta caracterí­stica, es que nació de una virgen, y fue concebido, no de un hombre, sino del mismo Dios, del Espí­ritu Santo: (Luc 1:27-35, Mat 1:23). Ninguno de los fundadores de otras grandes religiones ha tenido estas caracterí­sticas.

Nombres de Cristo: La Biblia le da a Cristo al menos 160 nombres y tí­tulos, que yo haya contado. He aquí­ algunos. Todos declaran alguna caracterí­stica de su misión o carácter.

– Cristo: “Ungido”, el Mesí­as esperado por siglos por los judí­os. Mat 16:16.

– Jesús: “Salvador”, Lucas es el único Evangelio que lo llama Salvador, cinco veces en los dos primeros capí­tulos.

1:31, 47,59; 2:11,30.

– Jesús de Nazaret, Luc 24:19.

– Jesucristo, nuestro Senor, Rom 6:23.

– Nuestro Salvador, Tit 3:6.

– Emmanue: “Dios con nosotros”, Mat 1:23, Isa 7:14.

– Redentor, Isa 41:14.

– Hijo de Dios, Ro. 1:4 – Hijo del Hombre, Hec 7:56 y Marcos unas 20 veces. Dan 7:13.

– Hijo de David, como que cumplió el pacto daví­dico, Mat 21:9, Luc 18:38.

– Senor: Sólo a Dios en la Biblia se le llama “Senor”, denotando su soberaní­a sobre el creyente, la Iglesia, y sobre todas las cosas, Luc 1:43, Hec 2:36, Hec 10:36, Rom 10:9, Flp 2:8-11, 1Co 8:6.

– Verbo: La “Palabra” que nos revela a Dios, el creador de todas las cosas, Jua 1:1-14, 1Jn 1:1.

– Siervo o esclavo: Profetizado por Isa 52:13-53, que con su muerte salvarí­a a muchos, Mar 10:45, Flp 2:7.

– Cordero de Dios de Jua 1:29, Jua 1:36. Es el “Cordero Eucarí­stico” de Rev 5:6. En el Apocalipsis se le da este tí­tulo 28 veces.

– Rey de Reyes y Senor de Senores, Rev 19:16, Rev 17:14, 1Ti 6:15.

– Rey Eterno, 1Ti 1:17.

– Único Inmortal, 1Ti 6:16.

– Testigo veraz, primogénito de los muertos, prí­ncipe de los reyes de la tierra, alfa y omega, Rev 1:5, Rev 22:13.

– Resplandor de la gloria del Padre, imagen misma de la sustancia del padre, Heb 1:3.

– Gran Sumo Sacerdote, Heb 4:14. En Hebreos se le llama 16 veces Sumo Sacerdote, Sumo Pontí­fice.

– El Hijo de Marí­a, Mar 6:3.

– Segundo Adán, que viene a des-hacer el pecado del primer Adán, Rom. 5, 1Co 15:45-47.

– Carpintero, Mar 6:3. El Hijo del Carpintero, Mat 13:55.

– El Buen Pastor, Jn. 10.

– Nino Jesús, Luc 2:27.

– El camino, la verdad y la vida, Jua 14:6.

– La puerta, Jua 10:1-2.

– El Pan de Vida, Jua 6:35.

– La Resurrección y la Vida, Jua 11:25.

– La Vid verdadera, Jua 15:1.

– La Luz del Mundo, Jua 8:12.

En los Libros de la Biblia.

– En Génesis, es el Divino Creador.

– En Exodo, es nuestro Cordero Pascual, nuestro Salvador.

– En Leví­tico, nuestro sacrificio por el pecado.

– En Números, el que fue “levantado” por nosotros, Lev 21:8, Jua 3:14-15.

– En Deuteronomio, nuestra obediencia y nuestro verdadero profeta.

– En Josué, el Capitán de nuestra salvación.

– En Jueces, nuestro juez libertador.

– En Ruth, nuestro pariente redentor.

– En Samuel, es el ungido.

– En Reyes y Crónicas, nuesto Rey.

– En Esdras y Nehemí­as, nuestro restaurador.

– En Tobí­as, nuestro guardián sanador.

– En Judith, nuestro liberador.

– En Ester, nuestro abogado.

– En Macabeos, nuestro guerrero.

– En Job, mi redentor.

– En Salmos, nuestro “todo” en todos.

– En Proverbios, nuestra sabidurí­a.

– En Eclesiastés, el fin del viviente.

– En el Cantar, nuestro enamorado.

– En Sabidurí­a, nuestra sabidurí­a.

– En Eclesiastés, nuestra norma de vida.

– En Isaí­as, el Mesí­as nacido de una Virgen: (Jua 7:14).

– En Jeremí­as, el renuevo justo.

– En Ezequiel, nuestro atalaya: (Jua 3:16).

– En Daniel, el hijo del hombre: (Jua 7:13).

– En Baruc, nuestro Juez: (Jua 2:1-8).

– En Oseas, el sanador del apóstata.

– En Joel, derramando el espí­ritu.

– En Amós, el agricultor celestial.

– En Abdí­as, nuestro salvador.

– En Jonás, nuestra resurrección-vida.

– En Miqueas, el Nino de Belén: (Jua 5:2).

– En Nahum, nuestra fortaleza.

– En Habacuc, la fe del justo: (Jua 2:4).

– En Sofoní­as, el Senor celoso.

– En Ageo, el Deseado de todas las naciones: (Jua 2:7).

– En Zacarias, El Renuevo en un asno: (Jua 9:9).

– En Malaquí­as, el Hijo de Justicia.

– En Mateo, el Mesí­as, Rey del reino de los Cielos, de su Iglesia.

– En Marcos, El Siervo Redentor.

– En Lucas, el Salvador, hijo de Marí­a.

– En Juan, Dios, Hijo de Dios.

– En Hechos, el Senor vivo en nosotros.

– En Romanos, nuestra justificación.

– En 1 Corintios, nuestro Senor.

– En 2 Corintios, nuestra Consolación en el dolor: (Jua 1:3 a 13:11).

– En Gálatas, el Hijo de la mujer, nuestra Libertad.

(4:4).

– En Efesios, el todo en todos.

– En Filipenses, nuestro gozo.

– En Colosenses, Cabeza de la Iglesia.

– En 1 Tes., el que ha de venir.

– En 2 Tes., el que ha de volver.

– En 1 Tim., nuestro Maestro y Mediador.

– En 2 Tim, nuestro ejemplo.

– En Tito, el gran Dios y Salvador.(2:13).

– En Filemón, nuestro Senor.

– En Hebreos, el Sumo Sacerdote, Intercesor.

– En Santiago, Nuestro modelo de obras.

– En 1 Pedro, la piedra angular de nuestra preciosa fe y esperanza.

– En 2 Pedro, el Castigo abrasador.

– En 1 Juan, el Amor, nuestra Vida.

– En 2 Juan, nuestra Verdad.

– En 3 Juan, nuestro Camino.

– En Judas, nuestro guardador.

– En Apocalipsis, Jesucristo es el Rey de reyes, triunfante, en su Iglesia,: Con su Iglesia, por su Iglesia y para su Iglesia. nuestro Esposo en la Jerusalén Celestial.

Si desea conocer más de Jesús, ¡lea las Escrituras!, porque toda la Biblia habla de El.

(Jua 5:39, Luc 24:25, Luc 24:31, Hec 8:32-35).

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

†¢Mesí­as.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, TITU

vet, EL CRISTO (gr. “ho christos”). Un tí­tulo oficial del Señor Jesús, que vino a usarse como nombre. En Jn. 1:41, 4:25 este tí­tulo es relacionado con el de Mesí­as del AT. Los judí­os y samaritanos estaban esperando al Mesí­as, “llamado el Cristo”. Hallamos el tí­tulo “Mesí­as” en Dn. 9:25, 26 en la profecí­a de las Setenta Semanas. El término hebreo es “mashiach” y significa “ungido”. Este término es empleado para el Señor Jesús en Sal. 2:2, donde se habla de los reyes y prí­ncipes consultando contra Jehová y contra Su “Ungido”. Este mismo término se usa para el sumo sacerdote y el rey como ungidos de Dios; pero el Señor Jesús es enfáticamente “el Ungido”, siendo éste el significado del término “el Cristo”. “El Cristo” es la forma en que debiera aparecer este tí­tulo en muchos lugares del NT donde Reina-Valera tiene simplemente “Cristo”. En los Evangelios es casi siempre “el Cristo”, y con frecuencia en las epí­stolas, excepto en aquellos lugares en los que se diga Jesucristo o Cristo Jesús, que tiene más claramente el carácter de nombre. Se refiere al Señor como Hombre, como ungido con el Espí­ritu Santo. En Daniel leemos que el Mesí­as Prí­ncipe serí­a cortado, y no tendrí­a nada (Dn. 9:26, margen). La antigua versión de Reina traduce “será muerto, y nada tendrá” y en el margen da la paráfrasis “será echado de la posesión”. Esto se cumplió cuando, en lugar de ser aceptado como Mesí­as por los judí­os, fue rechazado, cortado, y no recibió ninguno de los honores mesiánicos que le pertenecí­an, aunque, con Su muerte, echó los cimientos de Su futura gloria en la tierra, obrando la redención eterna para los salvos. Leemos en 1 Co. 12:12 que así­ como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, “así­ es el Cristo”. La Cabeza y los miembros en el poder y la unción del Espí­ritu forman un solo cuerpo. Habiendo sido rechazado como Mesí­as en la tierra, El ha sido hecho, ya resucitado de los muertos, Señor y Cristo (Hch. 2:36), y así­ se cumplen los consejos de Dios con respecto a El y al hombre en El. Se revela que los santos habí­an sido escogidos en Cristo desde antes de la fundación del mundo. Todas las cosas en el cielo y en la tierra tienen que ser encabezadas en el Cristo (Ef. 1:10). Como el Cristo es la Cabeza del cuerpo la Iglesia (Ef. 4:15). Este es un tema de vasta extensión, que apenas si puede ser bosquejado en un artí­culo. Bibliografí­a: Bellet, J. G.: “La Gloire Morale du Seigneur Jésus Christ” (Editions du Dépot de Biblies et Traites Chrétiens, Vevey, 1957); Bellet, J. G.: “El Hijo de Dios” (Ed. Buenas Nuevas, Los íngeles, s/f); Carballosa, E. L.: “La Deidad de Cristo” (Portavoz Evangélico, Barcelona, 1982); Flores, J.: “El Hijo Eterno” (Clí­e, Terrassa, 1983); Lacueva, F.: “La persona y la obra de Jesucristo” (Clí­e, Terrassa, 1979); Martí­nez, J. M.: “Cristo, el Incomparable” (Clí­e, Terrassa, 1970); Sanz, C.: “Jesucristo” (Depósito de Literatura Cristiana, Valence, 1979); Peters, G. N. H.: “The Theocratic Kingdom” (Kregel, Grand Rapids, 1884/1978); Wallis, A.: “¿Quién es Jesús de Nazaret?” (CLC, Madrid, 1968).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[940]

En griego significa “ungido”, consagrado. El nombre siempre alude al Hijo de Dios hecho hombre y llamado Señor Jesús o Salvador.

(Ver Jesús)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. cristologí­a, Encarnación, Jesucristo, redención)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

Del griego Christos, traducción del hebreo maschiach (arameo meschiach), que significa Ungido, , Mesí­as, Es un tí­tulo con el que los cristianos designaron desde el principio (cf. 1 Cor 15,31 Rom 1,31 Hch 9,22; etc.) la dignidad, la función mesiánicas de Jesús de Nazaret después de su resurrección. No cabe duda de que los pasajes del Nuevo Testamento en que aparece este tí­tulo se sitúan en la lí­nea de la tradición judí­a veterotestamentaria e intertestamentaria (entre otros, Qumrán), en la que se esperaban tres figuras mesiánicas: el Mesí­as Re”l ~ (cf. 2 Sm 7 12-14; los Salmos reales, especialmente 2; 89; 1 101 Zc 9,9-10; 11,4-17. etc.): el Mesí­as Sacerdote (cí­rculos sacerdotales posteriores al destierro) el Mesí­as Profeta (cf. Dt 18,17-18). La corriente del mesianismo real era sin duda la de mayor aceptación (para la del Mesí­as Sacardote, cf. Heb; para la del Mesí­as Profeta, Hch 3,22-24. 7 37. cf. Jn 6,40).

Casi todos los autores opinan en la actualidad que Jesús no se designó ni se presentó como Mesí­as/Cristo y que rechazó incluso los intentos de otros de atribuirle este tí­tulo, para evitar entre otras cosas que su misión fuese instrumentalizada polí­ticamente. De los evangelios se deduce que de la prohibición que hizo Jesús a sus discí­pulos de llamarlo mesí­as (cf. Mc 8,2733) se pasó con el correr de los años a la confesión pospascual del mismo como Mesí­as (cf. Mt 16,13-20). Este paso se hizo posible gracias a la fe en su resurrección, que fue vista por los discí­pulos como iniciativa en la que Dios elevó al Crucificado a una posición de señorí­o mesiánico, como aparece claramente en Hch 2,36: ((Dios ha constituido Señor y Mesí­as a este Jesús, a quien vosotros crucificasteis”.

El itinerario que siguió la comunidad apostólica en la atribución a Jesús del tí­tulo Cristo y de la misión mesiánica recorrió las – siguientes etapas: primero los creyentes proclamaron al Cristo como Resucitado: posteriormente vieron en el Crucificado exaltado al Mesí­as doliente, ofrecido en sacrificio de expiación por la humanidad (cf 1 Cor 15,3); más tarde descubrieron en el Jesús terreno a la persona que con su anuncio y su praxis habí­a pronunciado muchas palabras y habí­a realizado hechos mesiánicos'(cf. Mt 11,5-6 Lc 7 22): finalmente, vieron en su entrada en el mundo, como descendiente de la estirpe de David. el cumplimiento de la promesa mesiánica daví­dica (cf. Mt 2,4-6; Lc 2,32-33).

En el paso de la misión cristiana desde el judaí­smo de Palestina y helenista a la sociedad pagana helenista, la palabra Cristo dejó muy pronto de ser usada como tí­tulo para ser conocido un segundo término del nombre propio “Jesucristo” (cf., entre otros, Rom 1,1.4.81 Mc 1,1: etc,), Sin embargo, a lo largo de los siglos no cae, en el olvido como otros tí­tulos cristológicos (y. gr. ((Hijo de David”, “Hijco del hombre”, etc.); más aún, en algunos momentos llegó a resumir todos los contenidos del misterio de Jesús: efectivamente, el término “cristologí­a” abarca toda la reflexión sobre el misterio de Jesús. Además, a los seguidores de Jesús se les designa como cristianos.

Hay otra razón que da especial relieve a este tí­tulo cristológico, especialmente en el nuevo diálogo entre el cristianismo y el judaí­smo; es el tí­tulo que logra expresar mejor y mantener viva la conciencia de la unidad del proyecto salví­fico del Antiguo y del Nuevo Testamento, para indicar que en Jesús se cumplieron las promesas vererotestamentarias, para asegurarle a la cristologí­a la dimensión histórica, social y mundana de la salvación, que constituye el elemento fundamental y más caracterí­stico de la esperanza de Israel, que se ha ido sedimentando en las diversas formas de mesianismo que fueron surgiendo en su seno.
G. Lammarronne

Bibl.: J, Klaussner, The Messiallic Idea in 1srael From its Begill”il~g to the Conlpletioll of the Mischnah, Nueva York 1965: H. Cazelles, El Mesí­as cle la Bihlia, Herder Barcelona 1981 : G, Vermes, Jesús el judí­o, Barcelona 1984: P Grelot, L.a sl’eranza ehraica 1lel tempo di GesU, Roma 1981 (fr., 1978): B, Dupuis, El mesianismo, en IPT 11, 89-134; R. Fisichella, Mesianismo, en DTF, 884-908: M, Cimosa, Mesianismo, en NDTB, 1 1701187.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

Este tí­tulo, que procede del griego Kjri·stós, es equivalente al hebreo Ma·schí­Â·aj, †œMesí­as; Ungido†. (Compárese con Mt 2:4, nota.) La voz †œCristo† no es un apelativo que sirva para distinguir al Señor Jesús de otros que tengan el mismo nombre; más bien, es un tí­tulo oficial. (Véanse JESUCRISTO; MESíAS.)
La venida del Cristo, aquel a quien Jehová tení­a que ungir con su espí­ritu para que fuera el Rey mesiánico, se habí­a predicho siglos antes del nacimiento de Jesús. (Da 9:25, 26.) Sin embargo, cuando Jesús nació, todaví­a no era el Ungido o Cristo. Al predecir su nacimiento, el ángel le dijo a José: †œTienes que ponerle por nombre Jesús† (Mt 1:21), pero a los pastores que estaban cerca de Belén, les anunció, refiriéndose al papel futuro de Jesús: †œLes ha nacido hoy un Salvador, que es Cristo el Señor†, es decir, †œque ha de ser Cristo el Señor†. (Lu 2:11, nota.)
El nombre personal de Jesús seguido del tí­tulo Cristo dirige la atención a la persona de Jesús y a su calidad de Ungido de Jehová. Jesús llegó a ser Cristo cuando tení­a alrededor de treinta años, fue bautizado en agua y ungido con el espí­ritu de Jehová, que se hizo visible en la forma de una paloma que descendió sobre él. (Mt 3:13-17.) Esto es lo que Pedro enseñó en el Pentecostés, cuando dijo: †œDios lo hizo Señor y también Cristo, a este Jesús†, puede que recordando la expresión que habí­a oí­do de labios de Jesús, el primero que utilizó el nombre †œJesucristo†. (Hch 2:36-38; Jn 17:3.) Este nombre se usa también en las palabras de apertura y conclusión de las Escrituras Griegas Cristianas. (Mt 1:1; Rev 22:21.)
Por otro lado, cuando el tí­tulo se coloca delante del nombre y se dice †œCristo Jesús†, en lugar de †œJesucristo†, se destaca el cargo que ocupa Jesús, más bien que aquel que lo desempeña, como cuando se dice †˜el rey David†™ o †˜el gobernador Zorobabel†™. Recuerda la posición oficial singular de Jesús como el Ungido de Jehová, una posición de honor que no comparte con sus seguidores ungidos. Solo el amado Hijo de Jehová recibe el tí­tulo de †œCristo Jesús†. Pablo usó esta expresión en su primera carta inspirada. (1Te 2:14.) Lucas también la usó una vez, en Hechos 24:24 (NM, BJ), al referirse al testimonio que daba Pablo.
En ocasiones se llama la atención al cargo desempeñado por Jesús usando el artí­culo †œel† con el tí­tulo (†œel Cristo†). (Mt 16:16; Mr 14:61.) Sin embargo, la estructura gramatical de la frase puede ser un factor determinante para la inclusión o exclusión del artí­culo, pues W. E. Vine dice: †œTambién, hablando en general, cuando el tí­tulo es el sujeto de la oración, tiene el artí­culo; cuando forma parte del predicado, el artí­culo no aparece†. (Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, 1984, vol. 1, pág. 347.)
En las Escrituras, el nombre de Jesús nunca va precedido ni seguido de más de un tí­tulo; cuando un tí­tulo precede al nombre personal, cualquier otro se añade únicamente después del nombre. Nunca encontramos una combinación como el Señor Cristo Jesús o el Rey Cristo Jesús, pero sí­ encontramos el Señor Jesucristo. En el texto griego, la frase †œnuestro Salvador, Cristo Jesús†, de 2 Timoteo 1:10, lleva intercalada la expresión †œde nosotros† entre Salvador y Cristo para identificar de quién es el Salvador, en armoní­a con la expresión †œCristo Jesús nuestro Salvador [literalmente, †˜Cristo Jesús el Salvador de nosotros†™]†. (Tit 1:4.) En el texto de 1 Timoteo 2:5 se hace mención de †œun hombre, Cristo Jesús†, como el mediador, pero la expresión †œun hombre† no es un tí­tulo. Con ella solo se explica que Cristo Jesús habí­a sido hombre en la Tierra.
Pablo hace un uso singular del tí­tulo †œCristo† cuando escribe con referencia a Moisés, no a Jesús: †œEstimaba [Moisés] el vituperio del Cristo [Kjri·stóu, †œdel Ungido†] como riqueza más grande que los tesoros de Egipto; porque miraba atentamente hacia el pago del galardón†. (Heb 11:26.) Moisés nunca fue ungido con aceite literal como los sumos sacerdotes y reyes de Israel. (Ex 30:22-30; Le 8:12; 1Sa 10:1; 16:13.) Pero tampoco lo fueron Jesús ni sus seguidores, y, no obstante, las Escrituras hablan de su ungimiento. (Hch 10:38; 2Co 1:21.) En estos últimos casos, si bien no se usó aceite de la unción literal, Dios los comisionó o nombró ungiéndolos con espí­ritu santo. Moisés también recibió un nombramiento especial. Por consiguiente, Pablo tení­a razón para decir que Moisés era el ungido de Jehová o Cristo, el receptor de una comisión que se le dio en la zarza ardiente, un nombramiento que estimó como riqueza mayor que todos los tesoros de Egipto. (Ex 3:2–4:17.)
El término †œCristo† también se usa cuando se habla de la congregación cristiana y su relación con el Señor Jesucristo. †œPues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y miembros individualmente†, en sentido espiritual. (1Co 12:27.) Aquellos †œbautizados en Cristo Jesús [fueron] bautizados en su muerte†, con esperanza de ser †œcoherederos con Cristo† del reino celestial. (Ro 6:3-5; 8:17.) Ellos son partí­cipes de los †œsufrimientos del Cristo†, siendo †˜vituperados por el nombre de Cristo†™. (1Pe 4:13, 14; 5:1.) Varias veces se hace referencia a esta relación con las palabras †œen unión con Cristo† o †œen Cristo†, y también se usa la expresión inversa, †œCristo en unión con ustedes†, en distintos contextos. (Ro 8:1, 2; 16:10; 1Co 15:18; 1Te 4:16; Col 1:27.) A los cristianos débiles que deberí­an ser fuertes se les llama †œpequeñuelos en Cristo†. (1Co 3:1.) Con el transcurso del tiempo, todas las cosas que están en el cielo y las que están en la Tierra serán reunidas de nuevo †œen el Cristo†. (Ef 1:10.)

Falsos Cristos. En sus profecí­as sobre la conclusión del sistema de cosas, Cristo advirtió a sus seguidores: †œCuidado que nadie los extraví­e; porque muchos vendrán sobre la base de mi nombre, diciendo: †˜Yo soy el Cristo†™, y extraviarán a muchos†. †œPorque se levantarán falsos Cristos [gr. pseu·dó·kjri·stoi] y falsos profetas y darán grandes señales y prodigios para extraviar, si fuera posible, hasta a los escogidos.† (Mt 24:4, 5, 24; Mr 13:21, 22.) Tales personas inicuas que reclaman falsamente el tí­tulo y el cargo del Señor Jesucristo forman parte del an·tí­Â·kjri·stos (griego para †œanticristo†) que el apóstol Juan menciona cinco veces. (1Jn 2:18, 22; 4:3; 2Jn 7; véase ANTICRISTO.)

Otros usos del término †œCristo†. La Versión de los Setenta de las Escrituras Hebreas emplea la misma palabra griega kjri·stós más de cuarenta veces, con frecuencia como tí­tulo de sacerdotes, reyes y profetas ungidos. El sumo sacerdote Aarón era †œel ungido†, comisionado y †œnombrado a favor de los hombres sobre las cosas que tienen que ver con Dios†. (Le 4:3, 5, 16; 8:12; Heb 5:1.) Cuando expresó juicio contra la casa de Elí­, Jehová prometió levantar un sacerdote fiel que habrí­a de andar delante del ungido de Dios (kjri·stós) para siempre. (1Sa 2:35.)
Los reyes compartí­an este mismo tí­tulo de honor debido a su relación con Jehová en sus funciones reales. Por ello Samuel se refirió a Saúl como kjri·stós en 1 Samuel 12:3, según la Versión de los Setenta. David exclamó: †œÂ¡Es inconcebible, por mi parte, desde el punto de vista de Jehová, alargar la mano contra [Saúl] el ungido [LXX, kjri·stón] de Jehová!† (1Sa 26:11.) David tampoco permitió que su sobrino Abisai le hiciera daño a Saúl. (1Sa 26:8, 9.) Por otra parte, mandó dar muerte al amalequita por decir que habí­a matado a Saúl, †œal ungido [LXX, kjri·stón] de Jehovᆝ. (2Sa 1:13-16.) A David también se le otorgó este tí­tulo y la comisión de ser rey, y más tarde se refirió a sí­ mismo como el †œungido† [LXX, kjri·stói] de Jehová. (1Sa 16:12, 13; 2Sa 22:51.) Al rey Sedequí­as, que se sentaba sobre el trono como heredero de David, también se le llamó †œel ungido [kjri·stós] de Jehovᆝ. (Lam 4:20.)
Otros que recibieron el tí­tulo de ungidos de Jehová fueron los profetas, como se desprende del paralelismo utilizado en el Salmo 105:15. Jehová le dio el siguiente mandato a su profeta Elí­as: †œA Eliseo […] debes ungir por profeta en lugar de ti†, aunque no se registran los detalles del ungimiento. (1Re 19:16.)
A veces la Versión de los Setenta usa kjri·stós de manera profética. Hay diez referencias a kjri·stós en el libro de Salmos, siendo particularmente digna de mención la del Salmo 2:1, 2: Las naciones han estado en tumulto y los reyes de la Tierra se han reunido en masa †œcontra Jehová y contra su ungido†. Los apóstoles citaron de esta profecí­a y aplicaron el tí­tulo al †˜santo siervo Jesús, a quien Jehová habí­a ungido†™. (Hch 4:24-27.) Un ejemplo singular es la aplicación de dicho término al rey persa Ciro. Antes de su nacimiento, la profecí­a de Isaí­as (45:1-3) habí­a declarado: †œEsto es lo que ha dicho Jehová a su ungido [LXX, kjri·stói], a Ciro, a quien he asido de la diestra†. A Ciro nunca se le ungió literalmente con aceite santo como a los reyes de Israel, sino que, como sucede en otras ocasiones en la Biblia, se le concede el tí­tulo †œungido† debido a que Dios lo comisionó y nombró. (Véase UNGIDO, UNGIR.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

cristos (cristov”, 5547), ungido. Traduce, en la LXX, la palabra Mesí­as, término que se aplica a los sacerdotes que eran ungidos con el aceite sagrado, especialmente al sumo sacerdote (p.ej., Lev 4:3,5,16). Los profetas reciben el nombre de joi cristoi Teou, “los ungidos de Dios” (Psa 105:15). El rey de Israel era en ocasiones mencionado como cristos tou Kuriou, “el ungido del Señor” (1Sa 2:10,35; 2Sa 1:14; Psa 2:2; 18.50; Hab 3:13); el término es utilizado incluso de Ciro (Isa 45:1). El tí­tulo jo Cristos, “el Cristo”, no se usa de Cristo en la versión LXX de los libros inspirados del AT. En el NT la palabra se usa frecuentemente con el artí­culo, del Señor Jesús, como un apelativo más que como un tí­tulo (p.ej., Mat 2:4; Act 2:31); sin el artí­culo (Luk 2:11; 23.2; Joh 1:41). En tres ocasiones el mismo Señor aceptó expresamente este tí­tulo (Mat 16:17; Mc 14.61, 62; Joh 4:26). Se añade como apelativo al nombre propio “Jesús” (p.ej., Joh 17:3, única vez en que el Señor se denomina así­ a sí­ mismo; Act 9:34; 1Co 3:11; 1 Joh 5:6). Es decididamente nombre propio en muchos pasajes, tanto si aparece con el artí­culo (p.ej., Mat 1:17; 11.2; Rom 7:4; 9.5; 15.19; 1Co 1:6), como si aparece sin él (Mc 9.41; Rom 6:4; 8.9,17; 1Co 1:12; Gl 2.16). El solo tí­tulo Cristos se usa en ocasiones sin el artí­culo para significar a aquel que por su Santo Espí­ritu y poder mora en los creyentes, moldeando el carácter de ellos en conformidad a su semejanza (Rom 8:10; Gl 2.20; 4.19; Eph 3:17). En cuanto al uso o a la ausencia del artí­culo, el tí­tulo con el artí­culo especifica al Señor Jesús como “el Cristo”; el tí­tulo sin el artí­culo destaca su carácter y su relación con los creyentes. También, hablando en general, cuando el tí­tulo es el sujeto de la oración, tiene el artí­culo; cuando forma parte del predicado, el artí­culo no aparece. Véase también JESÚS.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

(Christos)

Christos es la traducción griega del hebreo mas-hiah, “ungido, que ha recibido la unción”. Se encuentra 379 veces en las cartas de Pablo, de ellas 266 veces en 1 Tes, Gal, 1 y 2 Cor, Rom, Flp, Flm. Pablo no utiliza jamás la transcripción griega Mesí­as. Cuando utiliza el tí­tulo de Cristo, no se trata de un simple calificativo, sino de la designación usual de Jesús. El nombre de función se convierte en un nombre propio. La influencia de la liturgia en este paso del sentido de Mesí­as al de nombre propio ha hecho que casi siempre se vincule este tí­tulo al nombre de Jesús y hasta al de Señor. Así­, la fórmula Jesucristo, nuestro Señor (Rom 1,4) u otras parecidas, relacionan la vida terrena y mortal de Jesús con la vida glorificada del Cristo que reina.

En los escritos de Pablo, el tí­tulo “Cristo” se emplea de cuatro maneras: primero dos formas simples, luego dos fórmulas binarias compuestas de Cristo y de Jesús.

1. “Cristo”. Por analogí­a con Señor, utilizado sin artí­culo en los Setenta para sustituir al nombre impronunciable de Dios, el empleo sin artí­culo “Cristo” (1 Cor 8,11) le confiere una fuerza muy particular: es Mesí­as para siempre. Prosigue su misión plenamente realizada. Así­, por medio de los Corintios, carta viva de Cristo, Cristo interviene entre los demás para el descubrimiento del evangelio (2 Cor 3,3).

2. “El Cristo” (1 Cor 10,4; 11,3; 12,12) se utiliza en los textos que marcan la unión de los fieles con Cristo. Todos los miembros del cuerpo, por muchos que sean, no forman más que un cuerpo; así­ también el Cristo (1 Cor 12,12). Esta referencia a Cristo abarca toda la extensión de la teologí­a y de la cris-tologí­a paulina. Este empleo es el más familiar a los oí­dos de los católicos, aunque esté poco extendido.

3. “Cristo Jesús” se dirige más bien a los ambientes de sensibilidad judí­a. Cristo, el enviado de Dios, viene a manifestarse en Jesús. Esta fórmula aparece 48 veces en la expresión “en Cristo Jesús” (1 Tes 2,14; pero igualmente en Rom 3,24; 6,11). Cuando Pablo, judí­o convertido, se presenta a los destinatarios de sus cartas, es esclavo de “Cristo Jesús” (2 Cor 1,1). Asocia a esta forma de presentación a Timoteo de origen judí­o (Flp 1,1), pero no la usarí­a para Tito, de origen pagano.

4. “Jesucristo”, se dirige más bien a los ambientes de sensibilidad griega (Rom 1,6-7); la fórmula parte del hombre-Jesús, más fácil de identificar por un griego, reconocido como Cristo por su resurrección de entre los muertos (1 Cor 15,3). En la fórmula “(Nuestro) Señor Jesucristo”, Jesús precede siempre a Cristo.

Para expresar la vida en comunión con Cristo, Pablo utiliza diversas expresiones relaciónales: “en Cristo Jesús” (48 veces: cf. 1 Tes 2,14; 5,18), “en Jesucristo” (1 vez: Gal 3,14), “en Cristo” (30 veces: cf. 1 Tes 4,16). La vinculación viva con Cristo se expresa más raras veces por “ser para Cristo” (Gal 5,24; 2 Cor 10,7), “ser para el Señor” (Rom 14,8), “estar con Cristo”, expresión ligada a la muerte. Véase el recuadro sobre las preposiciones, p. 64).

M. C.

AA. VV., Vocabulario de las epí­stolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

Véase Mesías Y Cristología.

Fuente: Diccionario de Teología