DILUVIO

Gen 6:17 yo traigo un d de agua sobre la tierra
Gen 7:10 al séptimo día las aguas del d vinieron
Gen 9:15 no habrá más d de aguas para destruir
Psa 29:10 Jehová preside en el d, y se siente
Mat 24:38 en los días antes del d estaban comiendo
Mat 24:39; Luk 17:27 que vino el d y se los llevó
2Pe 2:5 trayendo el d sobre el .. de los impíos


Diluvio (heb. mabbûl; gr. kataklusmós). El del tiempo de Noé, enviado como castigo sobre los malvados habitantes de la tierra (Gen_6-9). I. Informe bí­blico. Muy temprano en la historia bí­blica, el casamiento entre los que hasta entonces habí­an sido leales a Dios con los impí­os llevó a la familia humana a un nivel de corrupción moral y anarquí­a tal que todo pensamiento del corazón “era de continuo solamente el mal”. Los hombres eran tan incorregiblemente malos que, aunque “le dolió en su corazón”, Dios llegó a la conclusión de que ellos, junto con todos los demás seres vivientes, debí­an ser destruidos. Sólo Noé y su familia inmediata serí­an salvados de entre toda la raza humana. Esto ocurrirí­a por cuanto Noé era “varón justo”; porque él “halló gracia ante los ojos de Jehová” (Gen 6:8-10). Dios instruyó a Noé para que construyera un arca en la cual preservar su vida y la de su familia, y también la vida de grupos representativos de las criaturas vivientes (Gen 6:13-21). Le advirtió que habí­a un plazo de 120 años hasta el diluvio (v 3). Durante ese tiempo Noé construyó el arca y anunció a los antediluvianos el cataclismo que les amenazaba (Gen 6:22; 1Pe 3:20; 2Pe 2:5). Siete dí­as antes del diluvio, Noé, su esposa, sus 3 hijos con sus esposas, y los seres vivientes que habí­an de salvarse, entraron en el arca y fueron encerrados en ella por Dios (Gen 7:1-9, 13-16); siete dí­as después comenzó el diluvio (v 10). La combinación de lluvias torrenciales, que duró 40 dí­as, e inmensos volúmenes de agua que brotaron de la tierra pronto la inundaron completamente, hasta cubrir “todos los montes altos que habí­a debajo de todos los cielos”. El arca flotó segura sobre el agua (vs 11, 12, 17- 20). Como resultado de esta inundación, el hombre y todos los seres vivientes fueron destruidos (vs 21-23). Véase Arca II, 1. Aunque el relato del Génesis menciona claramente un perí­odo definido de 40 dí­as y 40 noches durante los cuales cayó la lluvia, parecerí­a que las precipitaciones continuaron, y que las aguas siguieron brotando de la tierra, aunque sin duda con intensidad menor o tal 326 vez en forma intermitente, durante 150 dí­as (véase Gen 7:11, 12, 24; 8:2). Al fin de los 150 dí­as Dios envió un viento que sopló sobre la tierra (8:1). Aparentemente, al mismo tiempo la lluvia disminuyó, el agua ya no brotó más, su nivel comenzó a bajar y el arca descansó “sobre los montes de Ararat”* (vs 3, 4). Finalmente, unos 2 1/2 meses después que el arca se detuvo, y unos 7 1/2 meses después del comienzo del diluvio, empezaron a verse las cumbres de los montes (cÆ’ 7:11; 8:4, 5). Cuarenta dí­as más tarde, Noé, ansioso por saber cuánto de la tierra se habí­a secado, abrió una “ventana” del arca y soltó un cuervo. Esta ave evidentemente voló alrededor del arca hasta que la tierra a su alrededor estuvo seca (8:6, 7). Noé también soltó una paloma, la que volvió al arca, porque no pudo encontrar dónde descansar (vs 8, 9). Una semana más tarde, soltó la paloma otra vez, la que volvió por la tarde con una hoja de olivo, indicación de que la tierra se estaba secando (vs 10, 11). Cuando envió la misma ave una semana más tarde, el suelo estaba suficientemente seco como para que no volviera (v 12). Después de otro perí­odo de espera, Noé quitó una porción de la cubierta del arca y observó que “la faz de la tierra estaba seca”. Parece que la posición de la “ventana” era tal que no se podí­a ver el suelo. Sin embargo, sólo 8 semanas después la tierra estuvo lo suficientemente seca como para que la gente y los animales salieran del arca (vs 13-19); es decir, 1 año y 10 dí­as después de comenzado el diluvio (cÆ’ Gen 7:11; 8:14-18). Otros escritores, tanto en el AT como en el NT, testifican acerca del diluvio. Mediante el profeta Isaí­as, Dios recordó a su pueblo de su promesa de no destruir la tierra con un diluvio (ls. 54:9). Jesús claramente dio su testimonio acerca del diluvio al mencionar las condiciones de los antediluvianos, la entrada de Noé al arca, el ascenso de las aguas y la destrucción de todos los impí­os (Mat 24:37-39; Luk 17:26, 27). Pedro también afirma la historicidad del diluvio (1Pe 3:20; 2Pe 2:5), como también lo hace el autor de Hebreos (11:7). DURACIí“N DEL DILUVIO II. Relatos del diluvio entre las naciones antiguas. Se han encontrado entre muchos pueblos de todos los continentes, y aun en las islas del Pací­fico, relatos acerca de la destrucción del mundo por una gran inundación, de la cual sólo unas pocas personas se salvaron (fig 166). Andree enumera 88 relatos del diluvio encontrados en todas partes del mundo, y Nelson informa de 41. Nelson señala que la mayorí­a tiene ciertos rasgos comunes: la destrucción ocurrió por agua, se proveyó un arca y la simiente humana se salvó. Muchos relatos enfatizan la universalidad del diluvio, pero otros detalles varí­an: la causa del diluvio, cómo se salvaron los animales, el lugar donde se 327 detuvo el arca y el enví­o de las aves exploradoras. Aunque es posible que algunos de estos relatos se originaran por causa de catástrofes locales, su distribución mundial no puede ser accidental, y se la debe aceptar como una evidencia en favor de la historicidad de la narración bí­blica del diluvio. 166. Distribución mundial de los relatos del diluvio; cada punto negro representa una versión local. BASE MAP COPYRIGHT BY DENOYER-GEPPERT COMPANY, CHICAGO De todas las historias extrabí­blicas existentes, la más antigua que nos ha llegado en forma escrita es la de los súmeros y babilonios. Ninguno tiene aspectos paralelos tan similares al del registro bí­blico como ésta, de la cual se han descubierto varias copias. Su forma más completa está en la 11ª tableta de la Epopeya Babilónica de Gilgamesh. Este rey de Erec, en su búsqueda de vida inmortal, recorrió el mundo inferior buscando dicha vida, y allí­ se encontró con Utnapishtim (llamado Ziusudra en la versión súmera), el héroe del diluvio, de quien supo la historia de la gran catástrofe: los dioses se habí­an enojado con el mundo y decidieron destruirlo por un diluvio, pero Utnapishtim, rey de Shuruppak, recibió del dios Ea la advertencia del acontecimiento futuro, y le dijo que abandonara todas sus posesiones, construyera un barco y así­ salvara su vida. Le aconsejó también que satisficiera la curiosidad de sus conciudadanos, que se sorprenderí­an por su actividad naviera, diciéndoles que los dioses estaban enojados con él y que lo habí­an desterrado a una tierra distante. Después de haber completado el barco en armoní­a con las instrucciones y medidas que le fueron dadas, él y su familia, y además un piloto, alimentos y muchos animales, entraron al barco. Luego comenzó la tempestad, que a lo largo de los dí­as destruyó la tierra y todo lo que habí­a sobre ella, transformando todo en barro. La tormenta fue tan terrible que aun los dioses se asustaron y se escondieron como perros en el cielo de Anu. Después de varios dí­as, la tempestad amainó un poco y el barco encalló en el monte Nizir, una de las cumbres de los montes Zagros, al este de Mesopotamia. Luego de esperar varios dí­as, Utnapishtim envió a intervalos algunas aves: primero una paloma, luego una golondrina y por último un cuervo. Las primeras 2 aves regresaron, porque no encontraron lugar para asentar sus patas fuera del barco. Sin embargo, el último no regresó, indicando de ese modo que la tierra se habí­a secado lo bastante como para que pudieran salir del arca. Como el Noé bí­blico, ofreció un sacrificio al pisar tierra, que los dioses aceptaron, apiñándose alrededor del sacrificio como moscas. Desde el descubrimiento de la primera tableta de este relato cuneiforme del diluvio 328 (1872), al que se añadieron otros de tanto en tanto, los eruditos han pretendido que la historia bí­blica se inspiró en el relato babilónico o el súmero. Por supuesto, es imposible que éstos hayan sido tomados del relato bí­blico escrito, porque las tabletas cuneiformes son anteriores al Génesis, Sin embargo, la teorí­a de que el autor del Génesis tomó la idea de los babilonios no es necesariamente correcta. Sin duda, ambos relatos parten de una fuente común. Los súmeros, tal vez descendientes tempranos de Noé, vivieron en la región donde se establecieron los primeros habitantes posdiluvianos poco después de la catástrofe (Gen 11:2), y, por tanto, retuvieron un recuerdo más ví­vido del diluvio que la gente que se alejó de la región y no escribió sobre el particular tan temprano como lo hicieron los súmeros. Estas consideraciones explican por qué hay muchos detalles paralelos en ambos relatos. Como eran idólatras y politeí­stas, corrompieron el relato quitándole las caracterí­sticas éticas del relato bí­blico, y hasta presentan a los dioses que decretaron el diluvio como personajes miserables. Bib.: R. Andree, Die Flutsagen ethnographish betrachtet [Los relatos del diluvio considerados etnográficamente] (1891); B. C. Nelson, The Deluge Story in Stone [La historia del diluvio en la piedra] (1949). Una traducción completa del relato babilónico del diluvio se puede ver en ANET 93-95, y una traducción del relato súmero en ANET 42-44. 167. Tabletas cuneiforme que contiene el relato babilónico del diluvio. III. La arqueologí­a y el diluvio. En varios lugares de la antigua Mesopotamia, especialmente en Ur, Erec, Kis, Lagash, Shuruppak y Ní­nive, se han descubierto gruesos estratos de sedimentos que muestran que en diversas ocasiones en el pasado distante hubo grandes inundaciones, probablemente causadas por crecidas catastróficas de los rí­os Eufrates y Tigris. El contexto arqueológico indica que las diversas destrucciones fueron de carácter local. Algunos arqueólogos, creyendo que los relatos babilónico y bí­blico del diluvio en realidad sólo se refieren a un desastre local, toman los niveles con sedimentos de Ur y otros lugares de la Mesopotamia como evidencias del gran diluvio descrito en los antiguos registros de Babilonia y de la Biblia. Como resulta obvio, y generalmente aceptado, que estos niveles indican desastres locales, los estudiosos de la Biblia que creen en la universalidad del diluvio no deberí­an usar la evidencia arqueológica como prueba en favor de la historicidad del diluvio. Bib.: Sir Charles Leonard Woolley, Excavations at Ur [Excavaciones en Ur] (Londres, 1955), pp 19-36. IV. Los fósiles y el diluvio. Los evolucionistas llaman la atención al hecho de que en estratos sedimentarios inferiores se encuentren fósiles de organismos más sencillos que los organismos complejos de más arriba. Los hombres de ciencia han incorporado este elemento a su teorí­a, y la aceptan como si fuera un hecho. Por ello, siguiendo la idea uniformista popularizada por Sir Charles Lyell en las primeras décadas del s XIX, suponen que enormes edades de deposición gradual, junto con el surgimiento y la muerte de clases crecientemente complejas de vida, proporcionan una explicación de la secuencia de los fósiles. Esto, por supuesto, niega tanto el informe del Génesis acerca de la creación* como también el registro inspirado del diluvio. En realidad, la evidencia de los fósiles puede ser explicada adecuadamente desde el punto de vista del creacionismo. El diluvio fue un acontecimiento que duró varios meses. Las aguas, que subieron gradualmente, produjeron el sepultamiento de muchos organismos vivientes en un modelo secuencial a medida que se destruí­an progresivamente los “paisajes” más altos. Los organismos sencillos que viví­an en los niveles inferiores del mundo prediluvial naturalmente fueron enterrados primero, mientras que los organismos más complejos que viví­an en niveles más altos fueron sepultados con posterioridad. Así­, los animales y las plantas que 329 viví­an en el fondo de los mares prediluviales estarí­an enterrados a gran profundidad, en la parte inferior del registro fósil. Los trilobites y los braquiópodos eran animales muy comunes del fondo de los mares prediluviales, y hoy los encontramos en los estratos más profundos. Almejas, caracoles, estrellas de mar, crinoides y muchos otros animales marinos también se encuentran en los profundos sedimentos que representan los mares prediluviales. Los animales y las plantas terrestres en general se encuentran más altos en los estratos de sedimentos, ya que viví­an en tierras secas antes del diluvio, y a menudo a mayor altitud. Además, los animales tienen mayor movilidad y por lo tanto es lógico que sean las últimas formas de vida en ahogarse, ser arrastrados y sepultados en el barro. Así­, hoy a menudo encontramos los animales terrestres en capas que contienen fósiles que están más cerca de la superficie. Una distribución producida por la gravedad, en combinación con la capacidad trasportadora del agua corriente, producirí­a las asociaciones discretas de fósiles que encontramos en algunos estratos sedimentarios. 168. Esqueleto de animal extinto, el Stegosaurus stenops, uno de los antiguos dinosaurios que alguna vez vagabundeaban en lo que ahora es el noroeste de los Estados Unidos. Hay numerosos tipos fósiles que no tienen repsresentantes vivientes actuales, y parecerí­a que la distribución ecológica anterior al diluvio no era idéntica a la actual, y que una extrapolación estricta de la distribución actual al pasado no es posible. Se espera que un acontecimiento como el diluvio trastorne la ecologí­a mundial. La variedad de esquemas de distribución que se encuentra en el registro fósil también se podrí­a deber en parte a la elevación y a la subsidencia (hundimiento) durante el diluvio de las áreas en estudio, produciendo esquemas de distribución de la secuencia de los fósiles que no representan la ecologí­a original. Hay unos pocos lugares donde el orden usual de los fósiles está invertido, pero los procesos geológicos llamados plegamientos o las fallas con corrimientos horizontales pueden explicar esta situación. Esos son casos en que los estratos sedimentarlos han sido plegados o empujados unos sobre otros de modo que ahora están encima de otra serie igual, o tumbados en forma que el orden está invertido con respecto al orden original.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

existen varias narraciones de Babilonia sobre diluvios, muy similares a la bí­blica, seguramente inspiradas en las inundaciones causadas por los dos grandes rí­os de esta región, el Tigris y el Eufrates.

Estas narraciones fueron llevadas a la exageración y terminaron por crear una tradición según la cual se produjo una catástrofe de dimensiones universales. De acuerdo con el texto sagrado, en vista de que la maldad se habí­a apoderado del corazón del hombre, a Yahvéh le pesó haberlo creado y decidió borrarlo de la tierra, para lo cual mandó el d. universal como castigo, Gn 6-8. Únicamente el patriarca Noé, que era justo y halló gracia a los ojos de Yahvéh, se salvó de aquella inundación, que duró cuarenta dí­as. Igualmente sobrevivieron, junto con el patriarca Noé, su mujer, sus hijos Sem, Cam y Jafet y sus esposas, y los animales que Yahvéh le habí­a mandado llevar en el arca, a fin de conservar las distintas especies, Gn 7 y 8. Dios, entonces, estableció una alianza con Noé, y el Señor dijo que ya no habrí­a más aguas diluviales para exterminar toda carne, cuya señal fue el arco iris, Gn 9. En este episodio, el autor sagrado nos da una lección sobre la justicia divina, la maldad del hombre y la salvación que espera al justo por su fe, como dice el apóstol Pablo en Hb 11, 7. En el N. T., la salvación de Noé de las aguas del diluvio es figura de la salvación del hombre por las aguas bautismales, según lo expresa el apóstol Pedro en su epí­stola, 1 P 3, 20-21.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

El dilivio, o la destrucción universal del hombre y las bestias, salvo Noé, su familia y los animales que estaban en el arca. El diluvio de Noé ha sido tema de discusión entre cientí­ficos y teólogos por muchos siglos. Es difí­cil dudar la realidad del diluvio, ya que hay muchas referencias a él tanto en el AT como en el NT (Génesis 6—8; 9:11, 28; 10:1, 32; Mat 24:38-39; Luk 17:27; 2Pe 2:5).

Un aspecto importante del diluvio es que Dios guardó a algunos hombres, porque Noé y su familia se salvaron de la destrucción entrando en un arca que él habí­a construido según las especificaciones de Dios y en la cual habí­a reunido animales y pájaros reservados para volver a llenar la tierra.

El diluvio ocurrió como juicio por los pecados del hombre (Gen 6:5-7; 2Pe 2:5-6). La Biblia se refiere al diluvio en conexión con el juicio en la segunda venida del Señor (Mat 24:39) y con la destrucción de Sodoma y Gomorra (Luk 17:27-29; 2Pe 2:5-6). Se compara el diluvio con la creación del mundo y es un milagro del mismo tipo (2Pe 3:5-6). Se le da la misma explicación milagrosa a la destrucción final del mundo que al diluvio de Noé (2Pe 3:7-10). Se explica la fuente del agua como todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas (Gen 7:11). Esto podrí­a significar que el agua surgió del océano o de las vertientes de agua dulce de la tierra o las dos cosas. Desde que comenzó la lluvia (Gen 7:11) hasta que Noé salió del arca (Gen 8:14) pasaron entre 371 y 376 dí­as.

Hay tradiciones relacionadas con un diluvio desastroso ocurrido en la antigüedad en muchas culturas, incluyendo tribus en todas partes del mundo.

Los hebreos, los asirios y los babilonios todos tení­an tradiciones de un gran diluvio. Estas narraciones decí­an que el propósito del diluvio era el castigo porque el mundo estaba lleno de violencia, pero el relato hebreo permaneció sencillo y creí­ble, mientras que los otros relatos se volvieron complicados y fantasiosos. Sólo el relato bí­blico mantuvo un punto de vista monoteí­sta.

Una de las grandes diferencias de opinión acerca del diluvio tiene que ver con su tamaño. Tradicionalmente, la mayorí­a de los intérpretes bí­blicos han considerado que la sumersión fue universal; es decir, cubrió el globo entero, incluyendo las montañas más elevadas. Señalan los términos universales hallados en el relato de Génesis (Gen 7:19, Gen 7:21). Si el diluvio hubiese sido local, Dios podrí­a haberle hecho pasar a Noé a otra zona que no iba a ser sumergida.

El hecho de que muchas civilizaciones tengan tradiciones acerca de un diluvio ha sido citado como evidencia de un diluvio universal. Se podrí­a usar la misma evidencia para discutir a favor de un diluvio local porque los relatos de los diluvios en otras partes del mundo son menos parecidos a la tradición hebrea que los de los asirios y los babilonios que viví­an en la misma zona que los hebreos.

En la actualidad muchos estudiosos conservadores defienden un diluvio local.

La clave del argumento parece centrarse en la relación de pacto entre Dios y el hombre. Trata con ciertos grupos, como los hijos de Israel. El razonamiento en cuanto a Noé es que Noé no fue un predicador de la justicia para pueblos de otras áreas sino que estaba relacionado con la cultura de la cual finalmente surgió Abraham. También se han presentado argumentos fí­sicos en contra de un diluvio universal.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Ver “Arca de Noe”.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Enorme cataclismo con el cual Dios mandó un juicio sobre la humanidad. El sobrenatural fenómeno se describe diciendo que †œfueron rotas todas las fuentes del grande abismo y las cataratas de los cielos fueron abiertas y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta dí­as y cuarenta noches†. †¢Noé, que habí­a sido instruido por Dios para ello, se salvó con su familia en un arca, en la cual habí­a introducido también de †œtodos los animales silvestres según sus especies, y todos los animales domesticados según sus especies, y todo reptil que se arrastra sobre la tierra según su especie, y toda ave según su especie, y todo pájaro de toda especie†. éstos †œvinieron … con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que habí­a espí­ritu de vida† (Gen 6:13-22; Gen 7:1-15). †œSubieron las aguas y crecieron en gran manera…. y todos los montes altos que habí­a debajo de todos los cielos, fueron cubiertos† (Gen 7:18-19), y †œtodo lo que tení­a aliento de espí­ritu de vida en sus narices, todo lo que habí­a en la tierra murió…. Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta dí­as† (Gen 7:18-24).

Este evento tan terrible se describe en las Escrituras con un lenguaje que, aunque es claro en sí­ mismo y especifica que todo fue obra de Dios, ha levantado gran cantidad de preguntas en muchas mentes. éstas surgen del intento de examinar el asunto buscando ver su posibilidad por simples causas que llaman †œnaturales†, sin la intervención de la Deidad. Pero una cosa es pensar en un d. causado por Dios y otra tratar de verlo como un fenómeno simplemente †œnatural†. Los que intentan esto último, entonces, levantan supuestas dificultades para satisfacer su preconcebido juicio de que no pudo haber acontecido un d. tal como lo describe la Biblia.
las muchas objeciones que se proponen puede mencionarse la discusión de si se trataba de un d. universal o una simple inundación regional. El lenguaje bí­blico utiliza de manera repetida la palabra †œtodo†. Aunque esta palabra no siempre se usa en la Biblia con sentido literal, es tanto el énfasis de su uso en Gn. 6-9, que la mayorí­a de los cristianos lo entienden como equivalente a †œuniversal†. Según esa interpretación, limitar el fenómeno del d. a una sola región, digamos Mesopotamia, es algo que no puede hacerse sin violentar el sentido de la porción bí­blica que describe el d. Además, ¿cómo explicar que tantos pueblos de distintas partes del mundo hayan conservado en su memoria histórica la ocurrencia de un d. si el fenómeno fue sólo regional?
supuesta dificultad se señala en lo que respecta al arca de Noé, diciendo que era muy difí­cil traer al arca todas las especies de animales, que éstos tampoco cabrí­an en ella y que, además, no habí­a manera de alimentarlos durante el largo perí­odo de tiempo que estuvieran allí­, que algunos han calculado en más de un año. De nuevo nos encontramos con el problema de tratar de negar la intervención divina en el asunto. El relato bí­blico dice, incluso, que los animales †œentraron con Noé en el arca† (Gen 7:9) y repite que los animales †œvinieron con Noé al arca†, lo que supuestamente complicarí­a aun más la cuestión, porque la imaginación tiende a pensar que Noé no los buscó sino que ellos vinieron de su propia cuenta, lo cual serí­a todaví­a menos †œrazonable†.
arca de Noé era †œde trescientos codos de longitud … cincuenta codos su anchura y de treinta codos su altura† (Gen 6:15). Calculando el codo como equivalente a unos 43, 7 cm, eso significarí­a que el arca era de 133, 4 m de largo, 22, 2 m de ancho y 13, 3 m de alto. Los tres pisos que tení­a ofrecí­an una superficie total de 88.905 m2 Era como un barco de unas 13.060 toneladas. Estas dimensiones no parecen razonables si Noé estaba construyendo una nave para escapar de una inundación que sólo era regional.
de las cosas que producen confusión en los comentarios sobre el d. es la suposición de que el mundo antediluviano tení­a las mismas caracterí­sticas que el postdiluviano. Así­, cuando se habla de las lluvias del d. la imaginación se dirige hacia ese fenómeno tal como lo conocemos hoy. Pero habrí­a que preguntarse si en el mundo antediluviano existí­a el mismo régimen de lluvias que conocemos ahora, pues leemos que †œJehová Dios aún no habí­a hecho llover sobre la tierra … sino que subí­a de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra† (Gen 2:5-6). La tierra fue transformada por el d., pues en su estado antediluviano era bien distinta en su clima, su flora, su fauna, la conformación de la tierra seca, la relación de ésta con los mares, etcétera. El lenguaje bí­blico que habla de que †œfueron rotas todas las fuentes del grande abismo y las cataratas de los cielos fueron abiertas† denota un cataclismo en el cual las aguas vinieron desde abajo y desde arriba. No es difí­cil pensar que el vapor acumulado por largo tiempo, se condensara y derramara de repente sobre la tierra, y que ocurrieran desórdenes de las capas terrestres que provocan la inundación del mar.
si sujetamos nuestra capacidad de imaginación a lo que dice el texto, deberí­a bastarnos que fue Dios quien tomó la decisión de hacer el d. (Gen 6:13); fue Dios el que lo llevó a cabo (Gen 7:4); fue Dios quien diseñó el arca (Gen 6:14-16); fue Dios quien cerró la puerta del arca (Gen 7:16); fue Dios quien disminuyó las aguas (Gen 8:1). Ante estos hechos, los intentos de los no creyentes para poner supuestas dificultades a la realidad histórica del d., usando razonamientos que excluyen la participación de la Deidad son tan estériles como los esfuerzos de los creyentes que procuran ofrecer explicaciones que tratan de adaptarse a teorí­as que aunque están de moda no pierden por ello su carácter de hipotéticas.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CRIT ARQU

vet, Abrumadora inundación en los tiempos de Noé, en un acto judicial de Dios sobre un mundo antiguo que habí­a llegado al colmo de la iniquidad. Dice la Escritura que “la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y… todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal… Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia… toda carne habí­a corrompido su camino sobre la tierra” (Gn. 6:5, 11, 12). Es por ello que Dios ordenó el juicio por medio de las aguas destructoras, declarando: “los destruiré con la tierra” (Gn. 6:13). Todo este hecho se narra en los capí­tulos 6, 7 y 8 del libro de Génesis. El relato bí­blico nos presenta el Diluvio como una catástrofe de carácter universal, empleando la palabra hebrea “mabbul”, que la versión griega LXX traduce como “cataclysmos” (Gn. 6-8; Sal. 29:10); el NT usa el mismo término griego, denotando asimismo una destrucción universal (Mt. 29:38, 39; Lc. 17:27; 2 P. 2:5). Todo el lenguaje de Génesis 6-8 señala insistentemente al hecho de una destrucción de carácter universal. “Todos los montes altos que habí­a debajo de todos los cielos, fueron cubiertos” (Gn. 7:19). No se puede dar la vuelta a esta afirmación ni a las múltiples afirmaciones que se dan acerca del Diluvio en éste y en tantos otros pasajes sin hacer grave violencia al mismo texto, y sin caer en la práctica de introducir en el texto conceptos contrarios a lo que allí­ se enseña. (a) Naturaleza del Diluvio. El cataclismo del Diluvio fue un complejo de eventos en el que “fueron rotas todas las fuentes del gran abismo y las cataratas de los cielos fueron abiertas y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta dí­as y cuarenta noches” (Gn. 7:11, 12) “Toda carne” (término que incluye a todos los seres terrestres incluyendo al hombre Gn. 7:21-23) fue destruida. La tierra misma “el mundo de entonces” pereció (cp. 2 P. 3:5). La frase “fueron rotas las fuentes del gran abismo” tiene claras implicaciones de colapsamiento de secciones vitales de la corteza terrestre, con lo que aguas marinas y/o subterráneas se lanzaron sobre los continentes, en tanto que se precipitaron sobre la tierra, con una fuerza devastadora, las “aguas que estaban sobre la expansión” (cp. Gn. 1:7) existentes en el mundo en su orden antediluviano. En este gran complejo de eventos se indican lluvias universales de un régimen torrencial indescriptible, tremenda erosión, convulsiones volcánicas y tectónicas, violentos huracanes dando origen a olas de aguaje; la universal destrucción de las formas de vida dio necesariamente lugar, junto con la intensa erosión y denudación de la tierra antediluviana, a inmensos sepultamientos de grupos y nichos ecológicos, más o menos entremezclados, en formaciones estratificadas debido al poder clasificador del agua. Muchas de estas formaciones se endurecerí­an posteriormente por agentes cementantes que las aguas llevaran consigo en algunas localidades. Así­ quedó totalmente sepultado el mundo antiguo. (b) El arca y sus ocupantes. El gran tamaño del arca, en base a las dimensiones dadas en la Biblia (300 codos, o unos 137 metros de longitud), le daba una capacidad de transporte de más de 500 vagones de carga de ganado como los que se utilizan actualmente en los ferrocarriles. Con respecto a los animales que entraron en el arca, se debe tener en cuenta que los animales grandes son relativamente pocos. Se ha calculado que el tamaño medio de los animales era el de un gato. Dos de ellos precisarí­an bien poco espacio, menos de medio metro cuadrado. No todos los numerosos grupos y subgrupos que ahora conocemos tuvieron que entrar en el arca. Una buena cantidad de ellos se ha originado con posterioridad al Diluvio, diversificándose de un número menor de antecesores comunes por mecanismos de reducción genética y aislamiento geográfico. Se debe observar que ello no tiene nada que ver con el concepto evolución, que demanda una emergencia de nuevas estructuras, no una mera deriva de unos caracteres genéticos ya existentes que, cuando el fondo genético posee una gran riqueza, pueden dar lugar a una enorme variedad dentro del tipo básico (para una consideración de todos estos temas y otros, recomendamos el examen de la bibliografí­a al final de este artí­culo). Se ha planteado con frecuencia la cuestión de cómo se pudieron alimentar los animales del arca durante el año entero en que estuvieron dentro. Aparte de que la capacidad del arca daba lugar para el transporte de grandes cantidades de provisiones, se debe tener en cuenta el mecanismo de hibernación al que recurren muchos animales en situaciones lí­mite, y otros normalmente en invierno, y que Dios pudo bien haber acentuado. Con respecto a los carní­voros, éstos se alimentan de vegetación cuando les es preciso, como está sobradamente comprobado. (c) Arqueologí­a y el Diluvio. Subestimando la verdadera magnitud del Diluvio, ha habido los que han identificado el cataclismo universal con una capa de lodo que se halló en Ur, y que pertenece a una de las numerosas inundaciones de extensión regional que se han dado en aquel lugar. No es en una pequeña y poca extensa capa de lodo que debe contemplarse el gran cataclismo del Diluvio, sino en grandes masas sedimentarias repletas de fósiles de un mundo que pereció, y que cubren toda la tierra como vasto cementerio. Noé salió del arca a un mundo nuevo, en el que la orografí­a, estructura climatológica, y muchos otros factores, habí­an cambiado radicalmente (cp. Sal. 104:5-9 ss). Por otra parte, numerosas culturas y tribus alrededor de todo el mundo han conservado relatos de un diluvio universal. Los relatos babilónicos (sumerios y acádicos), evidencian su proveniencia de una tradición anterior, de la que descienden también numerosos relatos chinos, nipones, amerindios, y muchos otros esparcidos por todo el globo. La divergencia de estos relatos entre sí­ refuta la idea de que Moisés se hubiera basado en ninguno de ellos para escribir la narración, aunque sí­ es prueba de que en la memoria de las naciones descendientes de Noé, persistió el recuerdo del cataclismo. Cuando cesó el Diluvio el arca reposó en los montes de Ararat, en la región de Armenia (Gn. 8:4). Allí­ existen relatos populares acerca de la presencia de un gran naví­o sobre el monte, que está cubierto por nieves y hielos perpetuos. Ha habido exploradores, como el arcediano anglicano de Jerusalén, doctor Nouri, que visitó la región en 1882, que afirman haberla visto en los ventisqueros del sur del monte. Después de esta fecha se tienen relatos de personas de muy diversas procedencias, incluyendo aviadores, que afirman haberla visto. En la actualidad hay varios grupos que efectúan expediciones anualmente, entre ellos el “Institute for Creation Research” de San Diego, con equipos cualificados en los que se integran arqueólogos, geólogos y otros especialistas. (d) El Diluvio en su perspectiva teológica. El Diluvio es una exhibición de la soberaní­a de Dios en juicio (Sal. 29:10). El Diluvio del pasado se muestra como ejemplo de aquel dí­a futuro en el que tampoco nadie podrá escapar a la acción de Dios, cuando todos los que han rechazado el conocimiento salvador de Dios se verán enfrentados con Su justa ira en retribución (Mt. 24:37; Lc. 17:26; 2 P. 2:5-9). Fue un suceso sin paralelo alguno con toda la historia anterior del hombre, y hay la promesa expresa, que constituye una adicional demostración de que no fue un fenómeno local o regional, de que Dios no va a volver a traerlo sobre la tierra (Gn. 9:11). Como señal de esta promesa se establece, en las nuevas condiciones climáticas de la tierra, el arco iris (Gn. 9:12, 13), que es desde entonces señal de gracia, que aparece incluso en medio de los juicios de Apocalipsis (Ap. 4:3; 10:1). Es por fe que Noé preparó el arca (He. 11:7). Todo lo concerniente al Diluvio fue dispuesto por Dios; Noé simplemente tuvo que seguir las instrucciones recibidas. La misma fe cree que todo ello se cumplió tal como ha sido descrito; no hay dificultad en todo ello, excepto si se deja a Dios a un lado, lo cual no debiera hacerse bajo ningún concepto, por cuanto fue una especial intervención de Dios en la historia en juicio de una manera muy directa. Fue Dios quien advirtió a Noé; fue Dios quien le envió los animales (Gn. 7:15, 16); fue Dios quien cerró la puerta del arca (Gn. 7:16); fue Dios que hizo pasar un viento sobre la tierra (Gn. 8:11); en resumen, la Escritura afirma que Jehová presidió sobre el Diluvio (Sal. 29:10). Sin embargo, los rastros del Diluvio son tan elocuentes que el apóstol Pedro afirma que los que lo niegan lo hacen ignorándolo voluntariamente (2 P. 3:5). Las rocas sedimentarias, que dan elocuente testimonio de su contenido de grandes cantidades de restos animales y vegetales de un mundo pasado, han sido “reinterpretadas” en términos de grandes épocas de producción de depósitos con gran lentitud. El último siglo vio la manipulación y supresión de numerosos datos que son evidencia de cataclismo, dando lugar a la actual concepción de la “geologí­a histórica”. Sin embargo, se mantiene en excelentes obras la evidencia de la interpretación diluvial de los depósitos geológicos, impuesta por su propia naturaleza. (e) Objeciones. Se han presentado varias objeciones como demostración incontestable de que los depósitos geológicos tienen que haberse depositado a lo largo de grandes perí­odos de tiempo. Una de ellas es la existencia de formaciones de “anhidritas” o “evaporitas”, un tipo de acumulaciones de diversas sales que comúnmente se interpretan como los restos de la evaporación de mares antiguos. Sin embargo, la evidencia interna de estos depósitos, por su pureza y ausencia de fósiles u otros restos indicativos de origen marino, y por otros factores, demanda su explicación por precipitación de mezclas de salmueras de origen tectónico. En todos los casos en que se ofrecen objeciones de este tipo, no hay verdaderas razones para adoptar una interpretación de largas épocas de deposición, sino que un estrecho examen de la evidencia muestra que estas formaciones, tanto de “evaporitas” como de “arrecifes fósiles”, como depósitos de diatomeas, y muchas otras, han sido objeto de una interpretación precipitada en el pasado; la moderna investigación crí­tica revela condiciones cataclí­smicas en la formación de todos estos depósitos. Bibliografí­a: Balsiger, D. y Charles E. Sellier: “In Search of Noah’s Ark” (Sun Classic Books, Los íngeles 1976; hay edición castellana de Javier Vergara, Barcelona); Montgomery, J. W.: “The Quest for Noah’s Ark” (Dimension Books, Minneapolis, 1974); Morris, H. M.: “Geologí­a: ¿Actualismo o Diluvialismo?”, con una desveladora introducción histórica del profesor G. Grinnell: “Los orí­genes de la moderna teorí­a geológica” (Clí­e, Terrassa, 1980); “El Diluvio del Génesis” (con John C. Whitcomb. Clí­e, Terrassa, 1982); Navarra, F.: “Yo he tocado el arca de Noé” (Clí­e, Terrassa, 1978); Nelson, B. C.: “The Deluge Story in Stone” (Bethany, Minneapolis, 1931/1968); Rehwinkel, A.: “The Flood” (Concordia, Saint Louis, Missouri, 1951/1978); Schaeffer, F.: “Génesis en el tiempo y en el espacio” (Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona, 1974); Sedin: Simposios de varios autores, selección de S. Escuain: “Los Fósiles y el Diluvio”; “Anegado en Agua”, tomos I y II; “Cronometrí­a: Consideraciones Crí­ticas”; “Biologí­a y Orí­genes” (Sedin, Servicio Evangélico de Documentación e Información, Apdo. 2.002, Sabadell, España); Slusher, H. S. y R. Whitelaw: “Las dataciones radiométricas: Crí­tica” (Clí­e, Terrassa, 1980); Watson, D.C. C.: “Mitos y Milagros” (Clí­e, Terrassa, 1980); Whitcomb, J.C.: “El mundo que pereció” (Grand Rapids, Ed. Portavoz, 1981). Respecto a la envolvente de agua sobre la atmósfera antes del Diluvio, cfr. Dillow, J. C.: “The Waters Above” (Moody Press, Chicago, 1981).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Según la tradición bí­blica, el diluvio fue una enorme y catastrófica inundación de aguas que asoló a la tierra y de la que sólo quedaron ilesos Noé y su gente (Gén 6,5-9,19). Fue motivado por los pecados de la humanidad y de él se salvaron sólo los justos. Hoy cientí­ficamente no se mantiene la universalidad del diluvio, ni geográfica ni antropológicamente. Los evangelistas consideran que el diluvio tiene un sentido tipológico y prefigura el juicio, que de una manera inesperada sorprenderá a los hombres; en él caerán los indolentes y despreocupados, y se salvarán los justos (Mt 24,38; Lc 17,27). Las aguas del diluvio prefiguran también las del bautismo (2 Pe 2,5; 3,6).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(Gn 6,13-8,14) (-> ángeles, agua, Henoc, pecado). El tema de un diluvio que destruye la vida de la tierra ha sido desarrollado en muchas culturas, desde América (mitos náhuatl) hasta Mesopotamia, donde hallamos el mito de Gilgamesh, muy cercano al de la Biblia. Desde una perspectiva antropológica, el diluvio es un sí­mbolo de la posibilidad que el hombre tiene de destruirse a sí­ mismo a través de una vida de injusticia, vinculada a la ruptura del orden cósmico. El tema ha sido narra do en Gn 6-9, pero sólo se ha desarrollado de un modo temático en 1 Henoc* , donde no aparece como un acontecimiento del pasado, sino como un riesgo futuro: a no ser que se conviertan* y sean liberados por los ángeles* buenos, los hombres corren el riesgo de desencadenar un tipo de diluvio en el que acabarán destruyéndose todos. El mismo argumento vuelve en el libro de la Sabidurí­a*, pero en vez del diluvio encontramos allí­ el riesgo de las plagas de Egipto; en esa lí­nea se mueve el mensaje de Juan Bautista, que amenaza a los hombres con el fuego y huracán, en vez de hacerlo con el agua. Dentro del texto bí­blico pueden destacarse estos motivos. Pero el relato clave sigue siendo el de Gn 6-9, cuyos elementos básicos pueden resumirse como sigue.

(1) El diluvio expresa el riesgo de un retorno al caos: todo el orden cósmico ha sido efecto de una creación positiva de Dios, dirigida al surgimiento humano. Lógicamente, allí­ donde el hombre falla (reniega de su origen, rompe su ví­nculo con Dios), se corre el peligro de que vuelva el caos: se abre la bóveda o compuerta que separaba las aguas de la tierra y las del cielo (cf. Gn 1,7) y las aguas vuelven a inundarlo todo. El texto no conoce una ley natural que Dios habrí­a roto o negado de un modo caprichoso a través de un diluvio milagroso. Milagro de Dios es precisamente el orden de la vida, el surgimiento del hombre. Lo natural en el sentido de normal serí­a el diluvio, es decir, la nada (Gn 1,2). Por eso, lo sorprendente, lo que necesita explicación es que exista vida: que el mundo perdure, a pesar de los males de los hombres.

(2) El diluvio se puede leer desde dos perspectivas. En perspectiva antropológica, la destrucción del diluvio depende de la acción humana, de manera que puede interpretarse casi como un fenómeno psicológico, pues el pecado conduce a la muerte (Gn 3,17: si coméis del fruto malo moriréis). En perspectiva teológica, esa misma destrucción aparece como castigo de Dios. Los dos planos se implican, cada uno es verdadero en un nivel, y los dos se proyectan sobre el cosmos, entendido como un equilibrio siempre frágil. En un plano, la destrucción es consecuencia del pecado, de manera que el diluvio aparece como expresión de la mal dad de los hombres que estropean su vida. Pero en el fondo de esa misma destrucción ha descubierto la Biblia la mano de un Dios que puede abandonarnos, dejándonos en manos de nuestro poder de muerte, si no respondemos con amor y fidelidad al don de su vida. El diluvio o destrucción ecológica no es un acto positivo de Dios, sino más bien una ausencia de Dios, que “deja de crear”, es decir, de separar las aguas, como hizo y está haciendo desde el segundo y tercer dí­a de su creación (cf. Gn 1,6-10).

(3) El relato del diluvio pone de relieve la creatividad humana: el arca*. El diluvio resulta normal, lo novedoso y grande es que el mismo Dios haya enseñado al hombre a construir un arca (tebah), una especie de casa flotante o barco donde hombres y animales pueden hacer la travesí­a sin ahogarse. Ciertamente, los majshebot o deseos perversos de los hombres suscitan el diluvio (como ha dicho Gn 6,5). Pero el ser humano es capaz de expresar también deseos de existencia creadora: puede anticiparse al diluvio y construir el arca, superando con la ayuda de Dios el riesgo de la destrucción definitiva. En el arca encuentran sitio hombres y animales. Fueron compañeros en el riesgo. El hombre no puede vivir y realizarse aislado; necesita la compañí­a de animales. Eso significa que debe hallar un arca (espacio de existencia compartida) para hacer con ellos la travesí­a del diluvio. Una humanidad que sólo quisiera salvarse a sí­ misma se destruirí­a. Por eso, el arca puede tomarse como paradigma de solidaridad entre hombres y animales. El texto deja a un lado los problemas de los peces y las plantas. Conforme a su visión, los peces no tienen peligro. También los árboles y plantas se mantienen a pesar del agua: tienen una vida resistente… o no preocupan al autor del texto.

(4) Sí­mbolos fundamentales. En este contexto desarrolla nuestro autor algunas de las imágenes más significativas de la simbologí­a antropológica: el ramo de olivo que verdece después del riesgo, la paloma de la paz que vuelve al arca para anunciar que las aguas han bajado… y sobre todo la imagen misma del arca, entendida como casa de salvación para los hombres. Una larga tradición cristiana, iniciada en 1 Pe 3,20-21, mira el arca como imagen del bautismo que nos libra del riesgo de las aguas destructoras de la muerte. Buena es la imagen, pero debe ampliarse: el arca de salvación es la vida solidaria de los hombres y mujeres pacificados que ofrecen espacio de existencia a los mismos animales.

(5) El Dios del diluvio. Sigue siendo el Dios de la ley, en la lí­nea marcada por el árbol del bien y del mal y del juicio, que deberí­a haber destruido a la humanidad hace ya tiempo; pero en otro plano va expresándose como Dios de misericordia, que ofrece salvación y futuro de vida para Noé y su descendencia, como indica, al fin, su pacto al servicio de la vida, reflejado por el arco iris, y afirmado (mantenido) por encima de la perversión humana (cf. Gn 8,21 y todo 8,15-9,7). En este fondo emerge así­, por vez primera, de una forma temática y dura, la religión de los sacrificios*, que sirven para que los hombres aplaquen la ira de Dios, en un camino que lleva otra vez de la gracia (Dios perdona) a la violencia legal de la religión. El autor de estos relatos (Gn 6-9) confiesa que Dios ha perdonado y perdona, pero vive en un tiempo que parece amenazado por los miedos de la destrucción final (como sabemos por los libros de Henoc y gran parte de la apocalí­ptica); por eso necesita sacrificios.

(6) Aplicación antropológica y ecológica. La experiencia ecológica nos ayuda a entender el relato del diluvio: la energí­a y vida del mundo no es infinita y los recursos de la tierra son limitados, de manera que manipulándolos o pervirtiéndolos de un modo egoí­sta nos destruimos a nosotros mismos, arruinando así­ nuestra morada, la casa en que habitamos. Esto lo sabí­a ya, de un modo simbólico muy hondo, el autor de Gn 6. El diluvio constituye una parábola de nuestra vida. El pecado lleva a la muerte o, mejor dicho, lleva en sí­ mismo la muerte: la destrucción del ser humano y la perversión de la naturaleza que acaba alzándose en contra de la humanidad que lo comete. En esa perspectiva, a la luz de Gn 1-6, la ecologí­a no es sólo un problema social o económico, sino un tema religioso, de creación o destrucción del mundo.

Cf. X. Pikaza, El desafí­o ecológico, PPC, Madrid 2004; J. S. CROATTO, Exilio y sobrevivencia. Tradiciones contracidturales en el Pentateuco. Comentario de Gn 4-11, Lumen, Buenos Aires 1997.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Recibe este nombre la destrucción catastrófica de hombres y animales producida por una inundación total en los dí­as de Noé (2370 a. E.C.). Jehová envió este cataclismo, el mayor en toda la historia humana, debido a que los hombres inicuos habí­an llenado la Tierra de violencia. El justo Noé y su familia, ocho almas en total, junto con una selección de animales, sobrevivieron gracias a una enorme arca o caja. (Gé 6:9–9:19; 1Pe 3:20; véanse ARCA núm. 1; NOE.)

Alcance del Diluvio. El Diluvio no fue una inundación repentina o un aguacero de alcance local. De hecho, la palabra griega que usa la Biblia para referirse al Diluvio es ka·ta·kly·smós, cataclismo. (Lu 17:27, nota.) Las inundaciones locales no duran más que unos dí­as, mientras que esta duró más de un año, la mayor parte del cual se requirió para que se retirasen las aguas. Serí­a irrazonable creer que Noé pasó tal vez cincuenta o sesenta años construyendo un enorme naví­o de unos 40.000 m.3 de volumen para la supervivencia de su familia y algunos animales, por una simple inundación local. Si solo fue afectada una zona relativamente pequeña, ¿por qué era necesario introducir en el arca especí­menes de †œtoda criatura viviente de toda clase de carne† con el fin de †œconservar viva prole sobre la superficie de toda la tierra†? (Gé 6:19; 7:3.) Sin lugar a dudas se trató de un diluvio universal, como el que no habí­a ocurrido ninguno antes ni ha vuelto a ocurrir después. †œY a grado tan grande anegaron la tierra las aguas que todas las altas montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron cubiertas. Hasta quince codos por encima [c. 6,5 m.] las anegaron las aguas, y las montañas quedaron cubiertas.† (Gé 7:19, 20.) †œEl fin de toda carne ha llegado delante de mí­†, dijo Jehová, por consiguiente, †œborraré de sobre la superficie del suelo toda cosa existente que he hecho†. Y fue justo así­. †œTodo lo que tení­a activo en sus narices el aliento de la fuerza de vida, a saber, cuanto habí­a en el suelo seco, murió. […] Solo Noé y los que con él estaban en el arca siguieron sobreviviendo.† (Gé 6:13; 7:4, 22, 23.)

La crónica del Diluvio. El Diluvio no se produjo de repente, sin previa advertencia. Se emplearon años en la construcción del arca, un tiempo que Noé, el †œpredicador de justicia†, dedicó a advertir a aquella generación inicua. (2Pe 2:5.) Finalmente llegó el tiempo fijado para el Diluvio en †œel año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, en el dí­a diecisiete del mes†. Noé y su familia, los animales —†œmacho y hembra de toda clase de carne†— y un abastecimiento de ví­veres en cantidad suficiente para todos, ya estaban en el arca cuando †œJehová cerró tras él la puerta†. A continuación, †œlas compuertas de los cielos fueron abiertas† (Gé 7:11, 16) y †œpor cuarenta dí­as y cuarenta noches† cayó sobre la Tierra una fuerte lluvia torrencial, de modo que †œlas aguas continuaron anegando la tierra por ciento cincuenta dí­as†. (Gé 7:4, 12, 24.) Cinco meses después del inicio del Diluvio, el arca †˜descansó sobre las montañas de Ararat†™. (Gé 8:4.) Pasaron casi dos meses y medio antes de que †˜aparecieran las cimas de las montañas†™ (Gé 8:5), otros tres meses antes de que Noé quitara la cubierta del arca y comprobara que la superficie del suelo estaba prácticamente seca (Gé 8:13) y, por último, casi dos meses hasta que la puerta se abrió y los sobrevivientes pudieron volver a pisar sobre suelo seco. (Gé 8:14-18.)
Noé y su familia entraron en el arca en el año seiscientos de la vida de Noé, en el dí­a 17 del segundo mes (octubre-noviembre). (Gé 7:11.) Un año después (de 360 dí­as) nos llevarí­a al dí­a 17 del segundo mes de su año seiscientos uno. Diez dí­as después, el 27 del segundo mes, salieron a tierra firme. Habí­an pasado en el arca un total de 370 dí­as y parte del 371. (Gé 8:13, 14.) El registro que Noé llevó se basó en meses de 30 dí­as, pues dice que 150 dí­as equivalen a cinco meses (Gé 7:11, 24; 8:3, 4); doce meses equivaldrí­an entonces a 360 dí­as. De esta manera evitó las complicadas fracciones que se hubieran producido de haber usado estrictamente meses lunares, que duraban un poco más de 29 1/2 dí­as.

Las aguas del Diluvio. Se ha dicho que si toda la humedad de la atmósfera de repente se liberase en forma de lluvia y se esparciese sobre la superficie terrestre, no alcanzarí­a ni siquiera una profundidad de cinco centí­metros. Por lo tanto, ¿de dónde vino el inmenso Diluvio del dí­a de Noé? Según el libro de Génesis, Dios le dijo a Noé: †œEn cuanto a mí­, aquí­ voy a traer el diluvio [o: †œel océano celestial†; heb. mab·búl] de aguas sobre la tierra†. (Gé 6:17, nota.) El siguiente capí­tulo narra así­ lo que ocurrió: †œEn este dí­a fueron rotos todos los manantiales de la vasta profundidad acuosa, y las compuertas de los cielos fueron abiertas†. (Gé 7:11.) Fue tan intensa la precipitación de aguas, †œque todas las altas montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron cubiertas†. (Gé 7:19.)
¿Cómo se explica la existencia de este †œocéano celestial†? En el relato de Génesis sobre la creación se menciona que en el segundo †œdí­a† Jehová hizo que hubiese una expansión (llamada †œCielo†) en torno a la Tierra, que separara las aguas que estaban debajo, es decir, los océanos que habí­a sobre la superficie terrestre, de las que estaban sobre la expansión. (Gé 1:6-8.) Las aguas que quedaron suspendidas sobre la expansión debieron quedar retenidas allí­ desde el segundo †œdí­a† creativo hasta el Diluvio. A estas aguas debió referirse el apóstol Pedro cuando dijo que †œhubo cielos desde lo antiguo, y una tierra mantenida compactamente fuera de agua y en medio de agua por la palabra de Dios†. Dios empleó las aguas que estaban sobre y debajo de esos †œcielos† y †œpor aquellos medios el mundo de aquel tiempo sufrió destrucción cuando fue anegado en agua†. (2Pe 3:5, 6.) Se han dado varias explicaciones en cuanto a cómo se contuvieron las aguas sobre la expansión y lo que ocasionó su precipitación, pero son solo especulaciones. La Biblia dice sencillamente que Dios hizo la expansión y retuvo las aguas que quedaron sobre ella y que después trajo el Diluvio. Su ilimitado poder podí­a realizar algo así­ sin dificultad alguna.
Si, como dice Génesis, †œtodas las altas montañas† quedaron cubiertas, ¿dónde está toda esa agua hoy? Debe estar aquí­, sobre la superficie de la Tierra. Se cree que hubo un tiempo en el que los océanos eran más pequeños y el suelo continental más extenso de lo que es hoy dí­a, lo que parece estar demostrado por la existencia de ví­as fluviales de gran extensión en el lecho submarino. También ha de tenerse presente que, según han afirmado los cientí­ficos, en tiempos remotos las montañas eran mucho más bajas que en la actualidad y que hay montañas que han emergido del mar. Además, se ha dicho que hoy †œhay diez veces más volumen de agua en los océanos que de tierra sobre el nivel del mar. Si se echara toda esa tierra al mar de manera uniforme, el agua cubrirí­a el planeta hasta una altura de dos kilómetros.† (National Geographic, enero de 1945, pág. 105.) Por consiguiente, después que las aguas del Diluvio cayeron, pero antes de que aumentara la altura de las montañas y el lecho submarino bajara de nivel, aún antes de la formación de la capa de hielo polar, habí­a agua más que suficiente para cubrir †œtodas las altas montañas†, tal como dice la Biblia. (Gé 7:19.)

Efecto en la Tierra. El Diluvio ocasionó grandes cambios. Por ejemplo, la expectativa de vida del hombre se acortó rápidamente. Se ha llegado a pensar que las aguas que se hallaban sobre la expansión antes del Diluvio protegí­an de los efectos dañinos de la radiación, pero que con la desaparición de ese dosel de agua, aumentó la radiación cósmica perjudicial para la composición genética del hombre. Sin embargo, la Biblia no se pronuncia a este respecto. Y, dicho sea de paso, cualquier cambio en el nivel de radiación hubiese incidido de tal modo en el porcentaje de formación del carbono-14 radiactivo, que podrí­a invalidar todas las dataciones basadas en radiocarbono de objetos antediluvianos.
Al romperse de repente †œlos manantiales de la vasta profundidad acuosa† y abrirse †œlas compuertas de los cielos†, miles de millones de toneladas de agua inundaron la Tierra. (Gé 7:11.) Este suceso provocó enormes cambios en la superficie del planeta. La corteza terrestre es muy delgada (se estima que tiene entre 30 y 160 Km. de grosor) y se extiende sobre una masa blanda de miles de kilómetros de diámetro. Por lo tanto, es probable que bajo el peso del agua caí­da se produjeran grandes cambios en la corteza terrestre. Con el tiempo se formaron nuevas montañas, montañas ya existentes se elevaron a nuevas alturas, cuencas marí­timas poco profundas se ahondaron y cambió la configuración de las costas, de manera que en la actualidad alrededor de un 70% de la superficie del planeta está cubierto de agua. Este cambio en la corteza de la Tierra explica muchos fenómenos geológicos, como la elevación a nuevas alturas de los antiguos litorales. Algunos han calculado que solo las presiones de las aguas equivalí­an a 310 Kg. por cada centí­metro cuadrado, suficiente para fosilizar con rapidez la fauna y la flora. (Véase The Biblical Flood and the Ice Epoch, de D. Patten, 1966, pág. 62.)

¿Hay pruebas de que realmente hubo un diluvio universal?
Hay otro posible indicio de un cambio drástico: se han encontrado en diferentes partes de la Tierra restos de mamutes y rinocerontes. Algunos se hallaron en las rocas de Siberia y otros se conservaron en los hielos de Siberia y Alaska. (GRABADO, vol. 1, pág. 328.) A algunos se les halló con alimento sin digerir en el estómago o todaví­a sin masticar entre los dientes, lo que parece indicar que murieron de repente. El comercio de colmillos de marfil permite suponer que se han encontrado decenas de miles de mamutes de aquella época. También se han hallado restos fósiles de otros muchos animales —leones, tigres, osos y alces— en un estrato común, lo que indicarí­a que todas esas criaturas fueron destruidas al mismo tiempo. Se ha querido ver en esos hallazgos una prueba tangible y categórica del rápido cambio climatológico y de la repentina destrucción que ocasionó el diluvio universal. Sin embargo, hay quienes están a favor de explicar la muerte de dichos animales como una consecuencia de condiciones que no implican una catástrofe mundial. No obstante, la prueba de que hubo un Diluvio no depende de la existencia de restos fósiles ni de animales congelados.

Leyendas de un diluvio. Un cataclismo como el Diluvio, que eliminó de la existencia a todo el mundo de aquel tiempo, serí­a algo que jamás olvidarí­an los sobrevivientes. Hablarí­an de ello a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Sem, que después del Diluvio vivió quinientos años, pudo relatar el acontecimiento a muchas generaciones. Murió tan solo diez años antes del nacimiento de Jacob. Moisés conservó el relato verdadero en Génesis. Algún tiempo después del Diluvio, cuando la gente que desafiaba a Dios construyó la Torre de Babel, Jehová confundió su lenguaje y los dispersó †œsobre toda la superficie de la tierra†. (Gé 11:9.) Lo más lógico era que estas personas llevasen consigo historias del Diluvio y las pasasen de padres a hijos. El hecho de que no solo haya algunos, sino tal vez cientos de relatos diferentes sobre aquel gran Diluvio y que tales relatos se hallen entre las tradiciones de muchas razas primitivas por todo el mundo, es una fuerte prueba de que todas estas personas tuvieron un origen común y de que sus antepasados primitivos compartieron la experiencia de aquel Diluvio. (GRABADO, vol. 1, pág. 328.)
Estos relatos populares del Diluvio están en armoní­a con algunos rasgos importantes del registro bí­blico: 1) un lugar de refugio para unos pocos sobrevivientes, 2) una destrucción universal por agua para el resto de los seres vivos y 3) la conservación de personas humanas. Los egipcios, los griegos, los chinos, los druidas de Bretaña, los polinesios, los esquimales y groenlandeses, los africanos, los hindúes y los indios americanos, todos ellos tienen sus propias leyendas sobre el Diluvio. La obra The International Standard Bible Encyclopedia (edición de G. Bromiley, 1982, vol. 2, pág. 319) dice a este respecto: †œSe han hallado relatos de un Diluvio en casi todas las naciones y tribus del mundo. Aunque más comunes en el continente asiático y sus islas meridionales, así­ como también en América del Norte, estos relatos se han hallado en todos los continentes. La cantidad de relatos conocidos se cifra en unos doscientos setenta […]. En conjunto, se toman como prueba de que la humanidad sufrió una destrucción mundial en un gran diluvio, y que luego la raza humana se multiplicó a partir de una sola familia y desde un mismo lugar. Aunque puede que no todas las tradiciones se refieran a un mismo diluvio, parece que una gran parte de ellas coincide. Si bien se ha dicho que muchos de estos relatos se deben a la influencia de los misioneros, la afirmación no se sostiene, pues han sido los antropólogos quienes, sin un particular interés en la vindicación del testimonio bí­blico, han recogido la mayorí­a de estas narraciones, que tienen un alto componente de fantasí­a y paganismo, resultado obvio de la transmisión oral por largos perí­odos de tiempo en una sociedad pagana. Además, algunos de esos relatos antiguos los escribieron personas que estaban manifiestamente en contra de la tradición hebreo-cristiana†.
En épocas pasadas hubo pueblos primitivos (en Australia, Egipto, Fiji, islas de la Sociedad, Perú, México y otros lugares) que conservaron un posible vestigio de la tradición diluviana en la celebración de una †˜fiesta en honor a los antepasados†™ o †˜festividad de los muertos†™, celebrada en noviembre. Estas costumbres eran una especie de evocación de la destrucción ocasionada por el Diluvio. Según el libro Life and Work at the Great Pyramid, en México la fiesta se celebraba el 17 de noviembre debido a que †œla tradición decí­a que en esa fecha el mundo habí­a sido destruido con anterioridad, y ellos temí­an que al fin de un ciclo una catástrofe similar aniquilase a toda la raza humana† (del profesor C. Piazzi Smyth, Edimburgo, 1867, vol. 2, págs. 390, 391). Por otra parte, el libro The Worship of the Dead dice: †œEsta festividad [de los muertos] se […] celebraba en o en torno a la misma fecha en la que, según el relato de Moisés, tuvo lugar el Diluvio, es decir, el dí­a 17 del segundo mes, mes que corresponde más o menos con noviembre† (de J. Garnier, Londres, 1904, pág. 4). Merece mencionarse que la Biblia dice que el Diluvio dio comienzo †œel segundo mes, en el dí­a diecisiete del mes†. (Gé 7:11.) Ese †œsegundo mes† corresponde en nuestro calendario a la última parte de octubre y la primera de noviembre.

Confirmación de las Escrituras. El testimonio que registraron bajo inspiración otros escritores de la Biblia es una prueba de la historicidad del Diluvio aún más fuerte que las tradiciones paganas de pueblos primitivos. Tan solo hay otro lugar donde aparece la palabra hebrea mab·búl (diluvio) aparte del relato de Génesis: en la melodí­a de David que dice que Jehová está sentado †œsobre el diluvio†. (Sl 29:10.) Sin embargo, otros escritores hacen referencia al relato de Génesis y lo confirman, como por ejemplo Isaí­as. (Isa 54:9.) Además, el profeta Ezequiel respalda la historicidad de Noé. (Eze 14:14, 18, 20.) En sus cartas Pedro hace muchas referencias al relato del Diluvio. (1Pe 3:20; 2Pe 2:5; 3:5, 6.) Pablo, por su parte, testifica de la gran fe que mostró Noé al construir el arca para la supervivencia de su familia (Heb 11:7), y Lucas incluye a Noé en el linaje de los antepasados del Mesí­as. (Lu 3:36.)
Es aún más significativo lo que, según los registros de Lucas y Mateo, dijo el propio Jesús respecto a los dí­as del Diluvio. Sus palabras no solo respaldan la veracidad de aquel cataclismo, sino que muestran el significado pictórico y profético de aquellos acontecimientos del pasado. En respuesta a la pregunta de los discí­pulos: †œ¿Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?†, Jesús dijo entre otras cosas: †œPorque así­ como eran los dí­as de Noé, así­ será la presencia del Hijo del hombre. Porque como en aquellos dí­as antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres siendo dadas en matrimonio, hasta el dí­a en que Noé entró en el arca; y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así­ será la presencia del Hijo del hombre†. (Mt 24:3, 37-39; Lu 17:26, 27.) Por consiguiente, las Santas Escrituras, inspiradas por Dios, proporcionan numerosas pruebas que apoyan la autenticidad del relato del Diluvio. No depende de meras tradiciones de hombres, del folclor de pueblos primitivos o de hallazgos geológicos y arqueológicos.

Fuente: Diccionario de la Biblia

kataklusmos (kataklusmov”, 2627), diluvio (cf. el término castellano, cataclismo); similar a katakluzo, inundar (2Pe 3:6). Se usa del diluvio de la época de Noé (Mat 24:38,39; Luk 17:27; 2Pe 2:5).¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

1. El antiguo diluvio. El recuerdo de una inundación catastrófica, que se remonta a un pasado muy lejano, fue conservado y agrandado por leyendas sumero-babilónicas de fechas diversas. A la luz de la fe monoteí­sta, la tradición bí­blica hizo una selección de los materiales de esta herencia ‘popular y los cargó de enseñanza moral y religiosa. Lo que se atribuí­a al capricho de los dioses celosos, aparece ya como obra justa del Dios único ; la idea de desastre cede el puesto a la de depuración con miras a una salvación, representada por el arca liberadora; más allá de las fuerzas irresponsables resalta un *juicio divino que hiere al pecador y hace del justo la simiente de una humanidad nueva. La aventura de Noé cesa así­ de ser un episodio accidental; resume y simboliza toda la historia de Israel y la historia misma de la humanidad.

Sólo a Noé se llama justo (Gén 7,1), pero, como *Adán, representa a todos los suyos y los salva juntos con él (Gén 7,1.7.13). Con esta *elección gratuita se reserva Dios un pequeño *resto, los que salen indemnes, que serán el tronco de un pueblo nuevo. Si el corazón del hombre que ha sido salvado es todaví­a proclive al pecado, Dios, no obstante, se declara desde ahora paciente: su *misericordia se opone al castigo puramente vindicativo y abre la ví­a a la *conversión (Gén 8,15-22). El juicio por las *aguas aboca así­ a una *alianza que asegura la fidelidad de Dios a la humanidad entera al mismo tiempo que a la familia de Noé (Gén 9,1-17).

2. Figura del futuro. La teologí­a profética reconoció en el diluvio, como en la liberación por las aguas del mar Rojo en el momento del *éxodo, el tipo mismo de los juicios salví­ficos de Dios. La vuelta del exilio, del resto, que será la simiente de un pueblo nuevo, aparece no sólo como un nuevo éxodo, sino como la reiteración de la obra de Noé al salir del arca: “En un amor eterno me apiadé de ti, dice Yahveh, tu redentor. Será como al tiempo de Noé, en que juré que nunca más las aguas de Noé sumergerí­an a la tierra” (Is 54,7ss). Los sabios evocan la idea de un juicio saludable: “Noé fue hallado enteramente justo y en el tiempo de la cólera fue retoño. Por él se conservó un resto en la tierra cuando ocurrió el diluvio; alianzas eternas hizo Dios con él” (Eclo 44,17s; cf. Sab 10,4s; 14,6). Las imágenes mesiánicas del retoño y del resto hacen ya a Noé *figura de Jesucristo, que será un dí­a el principio de una nueva *creación. 3. El diluvio de los tiempos nuevos. Para anunciar el juicio escatológico evoca Jesús el diluvio (Mt 24,37ss). Por lo demás, este juicio se anticipa ya acá en la tierra. En efecto, Cristo, como un nuevo Noé, penetró en las grandes *aguas de la *muerte y salió de ellas vencedor con una multitud de gentes salidas indemnes. Los que se sumergen en el agua del *bautismo, salen de ella salvos y configurados con Cristo resucitado (lPe 3,18-21). Si, pues, el diluvio prefigura el bautismo, el arca liberadora puede aparecer a los ojos de los padres como la figura de la *Iglesia que flota sobre las aguas de un mundo pecador y que recoge a todos los que “quieren salvarse de esta generación perversa” (Act 2,40).

Sin embargo, todaví­a no ha ve-nido el juicio final que amenaza a los impí­os. Como en los dí­as del diluvio, esta dilación manifiesta la paciente misericordia de Dios; el juicio escatológico está suspendido en espera de que la comunidad mesiánica realice su plenitud (cf. 2Pe 2,5.9; 3,8s). El autor de la 2.a epí­stola de Pedro distingue, a. través de las imágenes apocalí­pticas de su tiempo, tres etapas en la historia de la salvación: el mundo antiguo que fue juzgado por el agua, el mundo presente que perecerá por el fuego y el mundo futuro con sus nuevos *cielos y su nueva *tierra (2Pe 3, 5ss.11ss). La antigua alianza con Noé se realizará así­ plenamente en un orden nuevo, en el que la obra creadora de Dios logre hacer vivir en armoní­a al hombre y al universo purificados.

-> Bautismo – Calamidad – Castigos – Agua – Iglesia – Resto – Salud.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

Inundación con agua provocada por Dios en la época de Noé para destruir toda la humanidad, salvo unos cuantos miembros elegidos, de sobre la tierra (Gn. 6–8). La palabra que se usa en el AT para describir el fenómeno es mabbûl, vocablo de derivación desconocida, y como la única otra ocasión en que se lo usa fuera del relato de Gn. 6–11 es en el Sal. 29.10, se debe interpretar que su significado es el de un diluvio cataclísmico tal como el que se describe en Génesis. En la LXX mabbûl se traduce kataclysmos, y esta es la palabra que se emplea en el NT (Mt. 24.38–39; Lc. 17.27; 2 P. 2.5) para describir el mismo acontecimiento.

a. La razón del Diluvio

Cuando Dios vio que el hombre vivía constantemente planeando y haciendo el mal (Gn. 6.5), con toda justicia resolvió destruirlo (6.1–7). Pero *Noé era hombre justo, de modo que él y su familia inmediata habían de escapar para iniciar un nuevo comienzo.

b. La preparación

Gn. 6.3 y 1 P. 3.20 indican que por la longanimidad de Dios habría 120 años de plazo antes de la llegada del diluvio. Durante ese período Dios mandó a Noé que construyera un *arca, y le dio instrucciones precisas para su construcción. También anunció que haría un pacto con Noé (6.18; véase g, inf.).

c. Los ocupantes del arca

Ocho personas, Noé, sus tres hijos, Sem, Cam, y Jafet, y sus cuatro mujeres, fueron preservadas en el arca (Gn. 6.18; 7.7, 13; 2 P. 2.5). También entraron al arca dos miembros, macho y hembra, de cada división (según su género, mı̂n, no necesariamente “especie”; * Creación, II.d) del reino animal, incluyendo aves (6.19–20; 7.8–9, 14–15), y además de estos hubo doce animales adicionales, seis machos y seis hembras, de cada especie limpia, presumiblemente para alimento y sacrificio (7.2–3; algunos comentaristas interpretan las cifras como siete, más bien que catorce en total de cada una). También se almacenó a bordo alimento vegetal para todos estos ocupantes del arca. No se hace mención alguna de seres marinos, pero pueden estar incluidos en la frase “de todo lo que vive, de toda carne” (6.19), y pueden haber sido acomodados fuera del arca.

d. El diluvio

Cuando Noé y sus acompañantes hubieron entrado en el arca Dios lo cerro tras ellos (7.16) y soltó las aguas. El diluvio ocurrió en forrna de lluvia (7.4, 12), y de tal fuerza que dice la Biblia que “las cataratas de los cielos fueron abiertas” (7.11), metáfora sumamente descriptiva por cierto. El nivel de las aguas también se elevó desde abajo, “fueron rotas todas las fuentes del grande abismo (tehôm)” (7.11), pero esto podría ser una declaración metafórica, como lo sugiere el uso de la palabra tehôm, que generalmente aparece en pasajes poéticos, de modo que no resulta provechoso buscar referencias a fenómenos geológicos aquí.

e. La cronología del diluvio

Noé entró en el arca el 17º día del 2º mes de su 600º año (7.11), y la tierra se secó el día 27 del 2º mes de su 601º año, de manera que, contando 30 días por mes, el diluvio duró 371 días. La lluvia cayó durante 40 días (7.12), y las aguas siguieron subiendo durante 110 días más (7.24) = 150; luego las aguas decrecieron durante 74 días (8.5) = 224; 40 días más tarde Noé despachó el cuervo (8.6–7) = 264; 7 días después despachó la paloma (8.8, con el significado de “otros siete días” en 8.10) = 271; la mandó nuevamente 7 días más tarde (8.10) = 278; y por tercera vez 7 días después (8.12) = 285; Noé retiró la cubierta del arca 29 días más tarde (8.13 con 7.11) = 314; y la tierra se secó finalmente 57 días después (8.14) = 371 días en total.

f. La amplitud del diluvio

Se declara claramente que todo (6.17), incluyendo el hombre (6.7; 7.21) y las bestias (6.7, 13, 17; 7.21–22), debía ser arrasado por el diluvio, pero se puede argumentar que estas categorías están limitadas por las referencias locales: sobre la tierra (˒eres; 6.17; 7.17, 23); debajo del cielo (šamayim; 6.17; 7.19); y sobre la faz de la tierra (˒aḏāmâ; 7.4, 23). ˒eres puede significar “tierra (de)” (con el sentido de “territorio”; p. ej. Gn. 10.10), šamayim puede significar “cielos”, o sea la parte visible del cielo dentro del horizonte (p. ej. 1 R. 18.45), y la amplitud de ˒aḏāmâ estaría determinada por las dos palabras anteriores; de modo que es posible que un diluvio de severidad sin precedentes pudiera satisfacer dichas condiciones sin llegar a cubrir toda la superficie del globo. El argumento de que un diluvio así haría innecesaria la preservación de animales podría resolverse mediante la sugestión de que si estaba comprendida toda la zona ambiental con su propia fauna individual, una medida como la mencionada sería efectivamente necesaria. La afirmación de que todas las altas montañas (har) bajo todos los cielos fueron cubiertas (7.19–20), y de que cerca del final del diluvio se comenzaron a ver nuevamente (8.5), se interpreta en este esquema como un fenómeno debido a la nubosidad y la niebla que deben haber acompañado al cataclismo. Esta interpretación favorece la idea de un diluvio limitado, pero el texto también permite interpretarlo como un diluvio universal, y el dogmatismo no resulta razonable en ninguno de los dos casos. La enseñanza teológica de la Biblia se ha interpretado tradicionalmente en el sentido de que todos los hombres excepto Noé y su familia fueron destruidos.

g. El final del diluvio

Dios se acordó de Noé, e hizo que las aguas decrecieran constantemente hasta que el arca vino a descansar en las montañas de Urartu (* Ararat). A fin de determinar si era conveniente desembarcar Noé despachó primeramente un cuervo, el que probablemente podía alimentarse de carroña, y posarse en el techo del arca (8.7), y luego una paloma, la que en el segundo intento volvió con una hoja de olivo, lo cual tal vez indicaba que las aguas habían decrecido lo suficiente como para que las estribaciones de las montañas, donde crece e olivo, se secaran, y que por lo tanto hubiera alimento suficiente para los animales (8.8–11). La tercera vez que la mandó la paloma ya no volvió (8.12), de modo que Noé consideró que había llegado el momento de salir del arca, y esto fue lo que Dios le mandó que hiciese. Entonces Noé ofreció sacrificios valiéndose de todos los animales y aves limpios (véase c, sup.), y Dios juró que no volvería a mandar un diluvio sobre la tierra 8.21–22; Is. 54.9), bendijo a Noé y sus hijos (9.1), y confirmó su decision mediante un pacto (9.11), cuyo símbolo fue el arco iris en las nubes (9.13–17)

h. Paralelos cuneiformes

Entre los documentos cuneiformes excavados en el Cercano Oriente se han encontrado relatos acerca de un diluvio. Una tablilla sumeria de Nippur en el S de Babilonia relata que el rey Ziusudra fue advertido del hecho de que los dioses habían decretado un diluvio para destruir la humanidad, y que se le dijo que construyese un gran barco en que pudiese escapar. Esta tablilla fue escrita ca. del 1600 a.C., pero el relato probablemente ya era conocido en la Mesopotamia muchos siglos antes. El hecho de que hubo una inundación devastadora constituye parte de la tradición histórica y literaria de Sumer. Copias incompletas de la Épica de Atrabhasis hechas ca. 1630 a.C. y que circularon ampliamente durante siglos posteriores, contenían un relato acadio (era conocido en *Ugarit). Este relato describe un diluvio enviado por los dioses para destruir al hombre luego de que intentos anteriores de controlarlo fracasaran. El piadoso Atrahasis fue advertido por el dios-creador Enki (o Ea) a fin de que construyese un barco y escapase con su familia, sus bienes, y sus animales. Después de siete días de diluvio el barco quedó varado. Atrahasis ofreció un sacrificio a los dioses que se reunieron como moscas alrededor del mismo. Los dioses se arrepintieron de lo que habían hecho, y reinstituyeron la sociedad humana imponiendo la condición de la culpa y el castigo individuales. La famosa Historia del diluvio de origen babilónico, que forma parte de la tablilla XI de la más extensa Épica de Gilgamés (* Babilonia), proviene principalmente de esta obra. Es una copia de la misma, que fuera excavada en Nínive unos 20 años antes, la que fue identificada en el MB en 1872 por George Smith. En esta versión el héroe, llamado Uta-napistim, y una vez Atrahasis, le describe a Gilgamés cómo adquirió inmortalidad después de sobrevivir al diluvio. Cuenta la misma historia que la Épica de Atrahasis, con algunos detalles que no han sido conservados en este último relato. Notable entre ellos es el hecho de que el barco descansó sobre el mte. Nisir (en el NO de Persia), y el envío, sucesivamente, de una paloma, una golondrina, y un cuervo, y el que los ocupantes del barco desembarcaron cuando el cuervo no volvió. Estos relatos cuneiformes evidencian semejanzas con Gn. 6–9, hecho que se explica posiblemente por ser referencias comunes a un acontecimiento histórico verídico. La gran cantidad de elementos toscos en las versiones cuneiformes sugieren que las mismas son menos fidedignas que la versión bíblica.

i. Fuentes

Muchos eruditos consideran que el relato del diluvio en Gn. 6–9 se compone de dos fuentes, J (Yahvista) y P (Sacerdotal), entretejidos por un redactor tardío, que realizó su tarea después del retorno del exilio. Según esta teoría, las tradiciones orales primitivas fueron reunidas y luego escritas en el “documento” denominado J en el curso de unos cuantos siglos, comenzando en la época de la monarquía antigua. La otra fuente (P) fue el resultado de varios siglos de tradiciones de los sacerdotes pertenecientes a la época de David, que fueron escritas entre, quizá, el año 500 a.C. y la época de Esdras, valiéndose, en el caso de secciones tales como la que trata del diluvio, de las tradiciones babilónicas tal como fueron aprendidas durante el exilio. Se consideran pruebas a favor de las dos fuentes, criterios tales como el uso de dos nombres para la divinidad, yhwh en J y ˒lōhı̂m en P, observaciones tales como la de que a Noé se le indica meter en el arca siete (o catorce) de cada uno de los animales limpios y dos de cada uno de los no limpios (Gn. 7.2–3 = J), y la de que se le indica, también, que debe embarcar una pareja de cada especie (Gn. 6.l9 = P; véase c, sup.).

Sin embargo, estos asuntos son susceptibles de otras explicaciones, y la unidad del relato del diluvio surge de las declaraciones coincidentes en cuanto a la causa del mismo (Gn. 6.5–7, J, 11–13, P), el propósito del mismo (Gn. 6.7, J, 13, 17, P; 7.4, J, 21, P, 22–23, J; 8.21, J), y la salvación de un remanente representativo (Gn. 6.8, J, 18–20, P; 7.1–3, 7–9, J, 13–16a, P, 16b, J; 8.16–19, P).

j. La arqueología y el diluvio

Las excavaciones en Ur, Kis, Warka, y Fara en el S de la Mesopotamia han puesto al descubierto indicios de la existencia de inundaciones serias. Los excavadores de los dos primeros sitios, Sir Leonard Woolley y S. H. Langdon, creían que dichos vestigios estaban relacionados con el diluvio bíblico. Esto no es probable, empero, puesto que los niveles de las inundaciones en los cuatro sitios no datan todos de la misma época, y en cada caso se explican más fácilmente como debidas a la inundación de ríos en medida inusual. Más todavía, la más antigua, la de Ur, no es probable que haya ocurrido mucho antes del 4000 a.C., fecha que aparece ya bastante avanzada la secuencia continua de culturas prehistóricas en el Cercano Oriente, y para la que no existen señales de interrupción en otras partes. Si se considera que un diluvio local serio en la llanura mesopotámica es todo lo que se quiere dar a entender en el relato bíblico, alguno de los depósitos diluviales que se encuentran en los sitios mencionados puede considerarse como prueba de la misma; pero si, como parece ser probable, lo que se registra en Génesis es un acontecimiento mucho más serio, las pruebas existentes en la Mesopotamia tienen que considerarse como inaplicables.

k. La geología y el diluvio

No se conocen pruebas geológicas indudables del diluvio bíblico. Muchos fenómenos se han mencionado, sin embargo, en el pasado, y particularmente en el ss. XIX, como pruebas de una inundación seria. La mayoría de los mismos se explican en la actualidad más fácilmente como vestigios de la acción glacial de la era glacial cuaternaria. No obstante, con la era glacial estaban asociados ciertos cambios, tales como variaciones del nivel del mar debidos al encierro y a la liberación de agua en los glaciares, y el hundimiento y surgimiento de masas de tierra en concordancia con el aumento y la reducción del peso del hielo sobre las mismas, que bien pueden haber producido efectos tales como los que describe el relato bíblico. La finalización efectiva de la última glaciación puede fecharse alrededor del año 10.000 a.C., de modo que podría ser que a Noé y sus contemporáneos corresponda asignarles una antigüedad de esta magnitud (* Genealogía).

No hay pruebas seguras, empero, y cualquier esquema destinado a ubicar los acontecimientos descriptos en Génesis en su marco histórico real no puede menos que ser provisional.

Bibliografía. °A. Parrot, El diluvio y el arca de Noé, 1962; A. Pacios, “Diluvio”, °EBDM, t(t). II, col. 927–938; J. B. Pritchard, La arqueología y el Antiguo Testamento, 1962, pp. 194–243; S. N. Kramer, La historia empieza en Sumer, 1974, pp. 218–224; W. F. Albright, De la edad de piedra al cristianismo, 1959, pp. 1445; C. F. Peiffer, “Gilgamesh, Epopeya de’, °DBA, pp. 317–320; G. von Rad, Teología del Antiguo Testamento, 1976, t(t). I, pp. 206–217; id., El libro de Génesis, 1977, pp. I50-156; S. Muñoz-Iglesias, Introducción a la lectura del Antiguo Testamento, 1965, pp. 93–122; W. Keller, Y la Biblia tenía razón, 1956, pp. 38–54; D. Kidner, Génesis, 1985, pp. 113–120.

General: A. Parrot, The Flood and Noah’s Ark, 1955; A. Heidel, The Gilgamesh Epic and Old Testament Parallels², 1949, cap(s). IV. Sección h: J. C. Whitcomb y H. M. Morris (eds.), The Genesis Flood, 1961; W. G. Lambert y A. R. Millard, Atraḫası̄s. The Babilonian Story of the Flood, 1969; ANET, pp. 72–99, 104–106; DOTT, pp. 17–26. Sección i: O. T. Allis, The Five Books of Moses, 1943, pp. 95–99; G. Ch. Aalders, A Short Introduction to the Pentateuch, 1949, pp. 45–47. Sección j: M. E. L. Mallowan, Iraq 26, 1964, pp. 62–82; R. L. Raikes, Iraq 28, 1966, pp. 52–63. Sección k: J. K. Charlesworth, The Quaternary Era, 2, 1957, pp. 614–619.

T.C.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Diluvio es el nombre de una catástrofe completamente descrita en Génesis 6,1 – 9,19, y a la que se alude en los siguientes pasajes de la Sagrada Escritura: Sab. 10,4; 14,6-7; Eclo. 16,8; 44,17-19; Isaías 54,9; Mt. 24,37-39; Lc. 17,26-27; Heb. 11,7; 1 Pedro 3,20-21; 2 Ped. 2,5. En el presente artículo consideraremos el tema bajo los siguientes títulos:

Contenido

  • 1 Relato Bíblico del Diluvio
  • 2 Historicidad
  • 3 Universalidad del Diluvio
  • 4 Asuntos Colaterales

Relato Bíblico del Diluvio

El Libro del Génesis da la siguiente breve reseña del Diluvio: Dios ve la maldad de los hombres, y determina destruirlos con excepción de Noé y su familia (6,1-8). Le revela su decreto a Noé y le indica cómo puede salvarse a sí mismo y la semilla de toda vida animal por medio de un arca que debe construir de acuerdo a ciertas dimensiones (6,9-22). Siete días antes del Diluvio, Dios manda al patriarca a entrar al arca (7,1-5). Noé completa su entrada al arca el mismo día que comienza el Diluvio; la lluvia cae durante cuarenta días y noches; todos los seres vivos fuera del arca son destruidos; las aguas prevalecen sobre la tierra ciento cincuenta días (7,6-24). Las aguas disminuyen, la tierra se seca; Noé comprueba su condición por medio de un cuervo y una paloma enviados fuera del arca (8,1-14). Noé obedece la orden divina de salir del arca, construye un altar, ofrece un sacrificio, hace un pacto con Dios y comienza a ser un labrador (9,1-27).

Tan simple como este relato parece ser, los críticos bíblicos sostienen que es un mosaico compuesto de dos historias del Diluvio, que difieren en la autoría y en su contenido. Le atribuyen una al escritor yahvista, usualmente designado por la letra J; y el otro, al escritor sacerdotal post-exílico, generalmente conocido como P. Según Kautzsch, las secciones 6,1-8; 7,1-5.7-10.12.16b-17.22-23; 8,2b-3a.6-12.13b.20-22; 9,18-27, pertenecen a J, mientras que le asignan a P 6,9-22; 7,6.11.13-16a.18-21; 7,24 – 8,2a; 8,3b-5.13a.14-19; 9,1-17. Esta división del texto se basa en los siguientes motivos:

  • 1. J utiliza el nombre divino Yahveh, mientras que P emplea Elohim;
  • 2. J y P narran la misma serie de eventos,
  • 3. J y P se diferencian en el idioma;
  • 4. J y P no están de acuerdo en sus declaraciones.

El carácter compuesto de la historia del Diluvio no entra en conflicto con la autoría de Moisés. El estudiante de la Biblia más conservador admitirá que Moisés no fue un testigo ocular del Diluvio. Prescindiendo de la revelación divina, debe haber obtenido su información sobre el evento ya sea de la tradición o de documentos escritos. Si la crítica bíblica ha tenido éxito en la restauración de las principales fuentes utilizadas por Moisés en su historia del Diluvio, ha hecho el servicio más insigne a la exégesis bíblica. Afortunadamente, estamos en posición de poder controlar el valor de las conclusiones críticas por medio del relato babilónico o acadio del Diluvio. Sin detenernos sobre su forma según aparece en los fragmentos de Beroso, que son de fecha relativamente reciente, encontramos que la versión que figura en una inscripción cuneiforme en tablillas conservadas en el Museo Británico, y descifradas por primera vez por George Smith en 1872, contiene una combinación de los elementos de P y J del relato del Diluvio. Los expertos dicen que esta versión se remonta al menos a cerca de 3,000 a.C. Es cierto, por lo tanto, que los llamados documentos P y J reconstruidos por los críticos se combinaron mucho antes de que el texto bíblico se pusiera por escrito. Este hecho es confirmado por una historia del Diluvio que figura en el fragmento recién descubierto por Scheil, que no puede ser de fecha muy posterior a 2,140 a.C. Los críticos ya no pueden negar la existencia de una tradición del Diluvio similar a la historia contenida en el Libro del Génesis, anterior a nuestro relato bíblico. A fin de defender su división del texto inspirado en los llamados documentos J y P, sostienen que la historia acadia se copió parcialmente en los documentos J y P, y que el “redactor” bíblico reunió estos dos relatos parciales en uno solo. Esta serie de suposiciones, sin embargo, es a lo mejor un torpe intento de explicar un hecho que está en el camino de su teoría. Pero estamos dispuestos a admitir la división crítica del relato del Diluvio, a pesar de su desacuerdo con los resultados de los descubrimientos más recientes, si los argumentos críticos son realmente convincentes.

(1) Se nos dice que J usa el nombre divino Yahveh, mientas que P utiliza Elohim. Pero se deben tener en mente las siguientes consideraciones: Primero, estamos apenas suficientemente seguros del uso de los nombres divinos en los textos inspirados primitivos para construir un argumento sólido sobre su ocurrencia en la forma actual del texto. En segundo lugar, en la forma actual del texto Elohim aparece dos veces en el documento yahvista, 6,2, y 7,9. En tercer lugar, seis pasajes en la sección 7,16 – 8,20 se asignan al escritor yahvista, aunque el nombre de Yahveh no aparece ni una sola vez. En cuarto lugar, la variación de los nombres divinos en la historia del Diluvio puede explicarse satisfactoriamente sin recurrir a la acción violenta de dividir el texto entre dos escritores distintos.

(2) Se alega que J y P informan los mismos hechos. Si examinamos los dos documentos según reconstruidos por los críticos, a la luz de este argumento, encontramos que son fragmentarios y que no contienen dos series de eventos. J pasa de la determinación de Dios de destruir el mundo (6,1-8) al mandato divino a Noé para que entre al arca sin decirle dónde encontrar o cómo conseguir un arca (7,1-5). Noé construye un altar y ofrece holocaustos sin salir del arca (8,20). P no nos informa de la verdadera naturaleza de la corrupción de toda carne (6,9-12); él sabe de la orden de Dios para salvar a los animales, pero no sabe nada de la orden de Dios sobre Noé y su familia (6,17-22; 7,13); incluso once meses después del inicio del Diluvio y dos meses después de la aparición de las cimas de las montañas, él no conoce de ningún intento por parte de Noé para determinar la condición de la tierra (8,13 ss.); finalmente, no da ningún motivo ético para la bendición divina otorgada a Noé (9,1 ss.). Los críticos están conscientes de estas lagunas en los dos documentos, y los explican con la suposición de que el “redactor”, que tenía ante sí las historias originales del Diluvio,, no insertó su texto completo en el relato bíblico. Pero si el “redactor” omitió ciertas partes de los documentos originales a fin de evitar repeticiones, ¿por qué no omitió las repeticiones descubiertas por los críticos? ¿O vamos a suponer que presenta algunas repeticiones, mientras que cuidadosamente evitó las demás? ¿No es más probable que él consideró las repeticiones alegadas por los críticos como meros recursos retóricos, como transiciones resumidas, por ejemplo, (6,9-12), o gradaciones (7,17-20; 7,21-23), o amplificaciones (7,7.13-16a)?

(3) Se dice que J y P difieren en el lenguaje; pero siendo la división crítica lo que es, sería extraño si los documentos no difirieran en lenguaje. Las secciones que contienen material cronológico, sistemático y científico son atribuidas a P, el resto se deja a J. ¿No es sorprendente que J no describe las medidas del arca, viendo que los críticos no le dan ningún arca que describir? ¿O es notable que P carece del estilo poético que se halla en la descripción del cuervo y la paloma en J, ya que no se le asigna ninguna sección, que admita tal tratamiento? El cuidado con que sólo se asigna a J y P respectivamente temas establecidos y expresiones determinadas está bien ilustrado por el hecho de que a pesar de su minuciosa disección de la historia del Diluvio, la crítica debe eliminar del documento J parte de 6,7; 7,3.7.17.22.23; 9,18.22.23.26, y 7,8.9 completo; y del documento P parte de 6,17, 7,6; 9,4, a fin de no permitir inconsistencias en sus fuentes.

(4) Por último, se dice que J y P no concuerdan respecto a los animales que se llevarían en el arca, en cuanto a la duración del Diluvio y en cuanto al comportamiento de Dios hacia el hombre después del diluvio. En 6,19, de hecho, P registra el mandato de Dios, “de toda carne meterías en el arca una pareja”; pero ¿es incompatible con esto, si 120 años después, cuando Noé está a punto de entrar al arca, J relata una especificación divina más exacta, “de todos los animales puros tomarás para ti siete parejas… y de todos los animales que no son puros, una pareja” (7,2-3)? No se puede decir que el cumplimiento muestra que al arca se llevaron sólo dos de cada especie, tanto 7,9 como 7,15-16 leen “sendas parejas de cada especie”, de modo que expresan las parejas aptas para la generación, más que cualquier número absoluto. La discrepancia en cuanto a la cronología entre J y P es más artificial que real; no hay incoherencia en la cronología del relato bíblico del Diluvio, por lo que la discrepancia entre los documentos, si alguna, es de fabricación crítica. Además, una simple lectura del documento J, tomado por separado, muestra que su cronología no es satisfactoria. Por último, si en 9,15 P sabe de una alianza divina que, de acuerdo a J, es el resultado de la auto-reflexión de Yahveh en consecuencia del sacrificio del patriarca (8,21-22), los dos documentos son más bien complementarios que contradictorios, J proporciona la motivación ética de la acción de Dios tal como es descrita por P.

Historicidad

Se ha argumentado que la historia bíblica del Diluvio y las leyendas del diluvio de otros pueblos, miradas desde un punto de vista meramente histórico, descansan sobre una base similar, siendo el relato bíblico una mera variante tardía de uno de ellos. Y al investigar su origen, encontramos que se han propuesto cuatro teorías:

  • 1. La historia del Diluvio es un mero producto de la fantasía. Esta teoría contradice la analogía de leyendas similares entre todos los pueblos.
  • 2. Otros consideran la historia del diluvio como un mito de la naturaleza, y que representa el fenómeno del invierno que en Babilonia, en particular, es el tiempo de la lluvia. De nuevo, otros escritores creen que este mito de la naturaleza se desarrolló a partir de un mito éter arcaico, según el cual se imaginaban al sol como un hombre que navegaban en un barco en el mar celestial. El hecho de que el mar se encontraba en la tierra, y no en el cielo, y los daños causados por la incesante lluvia invernal y la inundación de los grandes ríos, transfirió el mito del cielo a la tierra, cambiando el mito éter en un mito de la naturaleza. Pero también esta teoría deja de lado las historias de numerosos Diluvios existentes entre muchas naciones, que no se prestan a una explicación similar.
  • 3. Relacionada con la teoría anterior es la explicación que convierte la historia del diluvio en una fábula cosmogónica. Se ha visto que el héroe rescatado en el barco debe haber sido el dios-sol (ver el mito éter). Así, el diluvio se convierte esencialmente en una variante del mito babilónico de la creación. Es por esta razón que el texto mitológico publicado por Peiser llama al tiempo del Diluvio “el año de la gran serpiente”. Pues esta “gran serpiente” es el océano personificado que en los viejos mapas rodea a Babilonia, así como Leviatán es el océano que rodea al mundo personificado como una serpiente; es el mismo monstruo que es una figura central en la historia de la creación. No es necesario añadir que esta teoría, también, deja inexplicadas la mayor parte de las tradiciones del Diluvio existentes.
  • 4. Se ha inferido a partir de la improbabilidad de las teorías anteriores, que la historia del Diluvio debe ser una presentación poética o legendaria de algún acontecimiento natural. Por otra parte, se sostiene que la base inmediata de la leyenda es una perturbación local. Puede haber sido una gran inundación causada por un desbordamiento de los ríos Tigris y Éufrates, o la incursión de un maremoto como consecuencia de un terremoto al sur de la boca de los dos ríos. Pero por terrible que fuera la ruina provocada por tales inundaciones, esta teoría no explica la universalidad de la tradición del Diluvio, a menos que supongamos que la ruina afectó a todos los antepasados de todas las razas humanas.

Hasta aquí hemos considerado la historia bíblica del Diluvio desde un punto de vista meramente histórico. Pero el estudiante que cree en la inspiración de la Biblia y admite el valor de la tradición en su exégesis apenas puede quedar satisfecho con los resultados obtenidos hasta la fecha. Ni siquiera será suficiente aceptar que la antigua leyenda del Diluvio se convirtió en el vehículo de la verdad religiosa y espiritual por medio de un sentimiento religioso guiado por la divinidad y la intuición del escritor inspirado. El Diluvio es mencionado en varios pasajes de la Escritura como un hecho histórico; los Padres en sus escritos consideran el evento bajo la misma luz, y esta opinión del asunto es confirmada por numerosas variantes bajo las cuales la tradición del Diluvio vive en las más distantes naciones de la tierra.

(a) Los siguientes son algunos de los pasajes del Nuevo Testamento que implican que el Diluvio fue un evento histórico real: “Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días que precedieron al Diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el Diluvio y los arrastró a todos; así será también la venida del Hijo del Hombre.” (Mt. 24,37-39). En estas palabras Cristo se refiere al Diluvio con sus circunstancias como no menos real que lo que serán los últimos días de los que habla en el pasaje. Él implica la misma opinión sobre el Diluvio en Lucas 17,26-27. En la Epístola a los Hebreos (11,7), el escritor inspirado no es menos claro sobre la historicidad del Diluvio: “Por la fe, Noé, advertido por Dios de lo que aún no se veía, con religioso temor construyó un arca para salvar a su familia; por la fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia según la fe.” San Pedro (1 Pedro 3,20) también se refiere al arca y al Diluvio como datos históricos: “cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el arca, en la que unos pocos, es decir ocho personas fueron salvados, a través del agua”. Regresa a la misma enseñanza en 2 Pedro 2,5. Podemos apelar a Is. 54,9; Nahúm 1,8; Ezequiel 14,14; Eclo. 44,18 ss.; Sal. 29(28),10; 32(31),6; pero lo que se ha dicho muestra suficientemente que la Biblia impulsa la historicidad de la historia del Diluvio.

(b) En cuanto a la opinión de la tradición cristiana, es suficiente apelar aquí a las palabras del Padre Zorell, quien sostiene que ningún escritor católico ha explicado ni comprendido la historia bíblica sobre el Diluvio en ningún sentido que no sea el verdaderamente histórico (cf. Hagen, Lexicon Biblicum). Sería inútil el trabajo y excedería el ámbito del presente artículo enumerar la larga lista de Padres y teólogos escolásticos que se han referido al asunto. Las pocas voces discordantes aisladas pertenecientes a los últimos quince o veinte años simplemente se ahogaron en este coro unánime de la tradición cristiana.

(c) La historicidad del relato bíblico del Diluvio es confirmada por la tradición existente en todos los lugares y en todo momento en cuanto a la ocurrencia de una catástrofe similar. F. von Schwarz (Sintfluth und Volkerwanderungen, págs. 8-48) enumera sesenta y tres de tales historias, que son en su opinión independientes del relato bíblico. R. Andree R. (Die Flutsagen ethnographisch betrachtet) discute ochenta y ocho diferentes historias del Diluvio, y considera a sesenta y dos de ellas como independientes de las tradiciones caldea y hebrea. Por otra parte, estas historias se extienden a través de todas las razas de la tierra, salvo los africanos, a los cuales se exceptúan, no porque no posean ningunas tradiciones sobre el Diluvio, sino porque sus tradiciones aún no han sido suficientemente investigadas. Lenormant declara la historia del Diluvio como la tradición más universal en la historia del hombre primitivo, y Franz Delitzsch opinaba que también podríamos considerar como un mito la historia de Alejandro Magno, como para llamar la tradición del Diluvio una fábula. Sería, en efecto, un milagro mayor que el del Diluvio mismo, si las diversas y diferentes condiciones que rodean las varias naciones de la tierra hubiesen producido entre ellos una tradición prácticamente idéntica. Causas opuestas habrían producido el mismo efecto.

Universalidad del Diluvio

El relato bíblico le adscribe una especie de universalidad al Diluvio; pero puede haber sido geográficamente universal, o puede haber sido sólo antropológicamente universal. En otras palabras, el Diluvio puede haber cubierto toda la tierra, o puede haber destruido a toda la humanidad, cubriendo sólo cierta parte de la tierra. Hasta alrededor del siglo XVII, se creía generalmente que el Diluvio había sido geográficamente universal, y esta opinión es defendida, incluso en nuestros días, por algunos eruditos conservadores (cf. Kaulen en Kirchenlexikon). Sin embargo, doscientos años de estudios teológicos y científicos dedicados al asunto han arrojado mucha luz sobre él, de modo que ahora podemos defender las siguientes conclusiones:

(1) La universalidad geográfica del Diluvio puede ser abandonada seguramente:

Ni la Sagrada Escritura, ni la tradición eclesiástica universal, ni tampoco las consideraciones científicas, hacen aconsejable adherirse a la opinión de que el Diluvio cubrió toda la superficie de la tierra. Las palabras del texto original, traducidas como “tierra” en nuestra versión, significa “región” así como “tierra”; de hecho, “la región” parece haber sido su significado principal, el cual se ajusta admirablemente a los capítulos 4, 5 y 10 del Génesis; ¿por qué no adherirse a este significado también en Gén. 6 – 9, o la historia del Diluvio? ¿Por qué no leer, las aguas “llenaron todo sobre la faz de toda la región”, “fue destruida toda la carne que se movía sobre la región”, “murieron todas las cosas en que había un aliento de vida en la región”, “quedaron cubiertos todos los montes altos bajo el cielo (correspondiente a la región)”? El significado principal del texto inspirado propone una universalidad del Diluvio que cubre todo el país o región en que vivió Noé, pero no toda la tierra.

En cuanto a la contundencia de la prueba a partir de la tradición para la universalidad geográfica del Diluvio, se debe recordar que muy pocos de los Padres se refirieron a esta cuestión ex professo. Entre los que lo hacen hay algunos que restringen el Diluvio a ciertas partes de la superficie de la tierra, sin incurrir en la culpa de atentar contra la tradición, como por ejemplo:

  • Muchos exceptuaron el paraíso terrenal, independientemente de su ubicación, en la cima de una montaña o en otro lugar;
  • Y lo mismo debe decirse del lugar en el que debió haber vivido Matusalén durante el Diluvio de acuerdo a la variante de los Setenta;
  • San Agustín sabía de escritores que eximieron del Diluvio al monte Olimpo, aunque él mismo no está de acuerdo con ellos;
  • Pseudo-Justino rechaza con duda la opinión de los que restringen el Diluvio a las partes de la tierra realmente habitadas por los hombres;
  • Cayetano revivió la opinión que el Diluvio no cubrió el Olimpo y otras montañas altas, creyendo que el Génesis hablaba sólo de las montañas bajo el cielo aéreo;
  • Tostato ve una figura retórica en la expresión bíblica que implica la universalidad del Diluvio; en todo caso, exime el paraíso terrenal puesto que Henoc tenía que ser salvado.

Si los Padres hubiesen considerado la universalidad del Diluvio como parte del cuerpo de la tradición eclesiástica, o del depósito de la fe, la hubiesen defendido más vigorosamente. Es cierto que la Congregación del índice condenó el tratado de Vossius “De Septuaginta Interpretibus” en el que defendía, entre otras doctrinas, la opinión de que el Diluvio cubrió solamente la parte habitada de la tierra, pero teólogos de gran autoridad afirman que la obra fue condenada debido a su autor protestante, y no debido a su doctrina.

También hay ciertas consideraciones científicas que se oponen a la opinión de que el diluvio fue geográficamente universal. No es que la ciencia se oponga a cualquier dificultad insuperable para el poder de Dios, pero llama la atención a un número extraordinario de fenómenos muy extraordinarios, si no milagrosos, envueltos en la admisión de un diluvio geográficamente universal.

  • En primer lugar, no se han hallado huellas geológicas como las que deberían haber sido dejadas por un diluvio universal; pues la catástrofe relacionada con el comienzo de la era glacial, o el diluvio geológico, no debe estar conectado con la Biblia.
  • En segundo lugar, la cantidad de agua requerida por un diluvio universal, como se describe en la Biblia, no puede ser explicada por los datos suministrados en el relato bíblico. Si la superficie de la tierra, en números redondos, equivale a 510.000.000 kilómetros cuadrados, y si la elevación de las montañas más altas llega a unos 9000 metros, el agua requerida por el Diluvio bíblico, si fue universal, es de alrededor de 4,600,000,000 kilómetros cúbicos. Ahora bien, una lluvia de cuarenta días, diez veces más copiosas que las precipitaciones más violentas conocidas por nosotros, elevaría el nivel del mar a una altura de más de 800 metros; puesto que la altura que debe alcanzar es de unos 9000 metros, todavía hay una brecha a ser llenada por fuentes desconocidas ascendiente a una altura de más de 8000 metros, a fin de elevar el agua hasta el nivel de las montañas más altas.
  • En tercer lugar, si el diluvio bíblico fue geográficamente universal, el agua de mar y el agua dulce se mezclarían hasta tal punto que ni los animales marinos ni los animales de agua dulce podrían haber vivido en la mezcla sin un milagro.
  • En cuarto lugar, hay dificultades graves relacionadas con los animales en el arca, si el diluvio fue geográficamente universal: ¿Cómo fueron llevados a Noé desde las regiones remotas de la tierra en que vivían? ¿Cómo podrían ocho personas cuidar de tal variedad de bestias? ¿De dónde obtuvieron el alimento necesario para todos los animales? ¿Cómo pudieron los animales del Ártico vivir con los de la zona tórrida durante todo un año y bajo el mismo techo?

Ningún comentarista católico repudiaría una explicación meramente por miedo a tener que admitir un milagro; pero ningún católico tiene derecho a admitir milagros bíblicos que no estén bien autenticados, ya sea por la Escritura o por la tradición. Es más, hay huellas en la historia bíblica del Diluvio que favorecen un limitado alcance de la catástrofe: Noé pudo haber conocido la universalidad geográfica del diluvio sólo por revelación; aún cuando el relato bíblico parece haber sido escrito por un testigo presencial. Si el diluvio hubiese sido universal, el agua tendría que haber caído desde lo alto de las montañas de la India al nivel de las de Armenia, en las que descansó el arca, es decir, cerca de 11.500 pies, en el espacio de pocos días. El hecho de que la paloma encontró “las aguas … sobre toda la tierra”, y que Noé “vio que la faz de la tierra se secó”, deja la impresión de que el escritor inspirado utiliza la palabra “tierra” en el sentido restringido de “región”. También se ha llamado la atención a “la rama de un olivo, de hojas verdes” cargada por la paloma en su boca en su segundo regreso al arca.

(2) El Diluvio debió haber sido antropológicamente universal, es decir, debió haber destruido toda la raza humana:

Después de limitar el alcance del Diluvio a una parte de la tierra, nos preguntamos naturalmente si vivía algún hombre fuera de la región cubierta por sus aguas. Se ha sostenido que no todos los hombres pueden haber perecido en el Diluvio por las siguientes razones: tribus que sin duda surgieron de Noé fueron precedida en sus primeros asentamientos por otras tribus cuyos origen se desconoce: las tribus dravídicas precedieron a los arios en la India; los proto-medios precedieron a los medos, los acadios precedieron a los etíopes y a los semitas en Caldea; los canaenos fueron precedidos en Palestina por otras razas. Además, los más antiguos monumentos egipcios presentan la raza negra igual que la encontramos hoy día, de modo que, incluso en esa época remota, era totalmente diferente de la raza caucásica. Una vez más, se dice que las lenguas de las razas que surgieron de Noé están en un estado de desarrollo diferente de aquel que encontramos en las lenguas de los pueblos de origen desconocido. Por último, se dice que el relato bíblico del diluvio admite una restricción de su universalidad antropológica tan fácilmente como una limitación de su integridad geográfica; pues si “tierra” se sustituye en nuestra traducción por “región”, el Libro del Génesis, al hablar de las víctimas de las aguas, habla sólo de los hombres que habitan en un distrito determinado, y no de los hombres de toda la tierra. Consideraciones como éstas han inducido a varios escritores católicos a considerar como muy sostenible la opinión de que el diluvio no destruyó a todos los hombres fuera del arca.

Pero si se examina debidamente las razones esgrimidas para limitar el Diluvio a una parte determinada de la raza humana, se encuentra que son más engañosas que ciertas. Los argumentos científicos anteriores no son favorables a una destrucción parcial de la raza humana en absoluto, sino sólo en la medida en que la existencia ininterrumpida de las distintas razas en cuestión les da más tiempo para el desarrollo racial y los datos históricos que deben ser armonizados con el texto del Génesis. Quienes impulsan estos argumentos aceptan, por lo tanto, implícitamente, que la asignación de una longitud adecuada de tiempo explicará los hechos en los que se basan sus argumentos. Como no hay nada en la enseñanza de la Biblia que nos impida asignarle al Diluvio una fecha mucho más temprana que la que generalmente se le ha dado, las dificultades presentadas por la ciencia contra la universalidad antropológica del Diluvio pueden ser fácilmente eludidas. Tampoco se puede apelar a la distribución de las naciones como se describe en el capítulo 10 del Génesis, puesto que dicha sección no enumera todas las razas de la tierra, sino que se limita probablemente a la raza caucásica.

Por lo tanto, la ciencia puede exigir una fecha temprana para el diluvio, pero no necesita una limitación del Diluvio a ciertas partes de la raza humana. La cuestión de si todos los hombres perecieron en el Diluvio debe ser decidida por la enseñanza de la Biblia y de su intérprete autorizado. En cuanto a las enseñanzas de la Biblia, si se toma por sí mismo el pasaje que trata ex profeso sobre el Diluvio (Génesis 6 – 9), puede ser interpretado como una destrucción parcial del hombre; insiste en el hecho de que todos los habitantes de la “región”, no de la “tierra”, murieron en las aguas del diluvio, y no nos dice explícitamente si todos los hombres vivían en la “región”. También se pueden conceder que los pasajes que se refieren incidentalmente al Diluvio, Sab. 10,4; 14,6; Eclo 44,17 ss.; y Mt. 24,37 ss., pueden ser explicados, más o menos satisfactoriamente, por una destrucción parcial de la raza humana debido a la inundación del Diluvio; pero nadie puede negar que el significado prima facie de 1 Pedro 3,20 ss.; 2 Ped. 2,4-9, y 2 Ped. 3,5 ss., se refieren a la muerte de todos los hombres que no estaban en el arca. Las explicaciones de estos pasajes, ofrecido por los opositores de la universalidad antropológica del diluvio, son apenas suficientes para eliminar toda duda razonable. Pasamos, por tanto, a la autoridad, a fin de llegar a una solución definitiva de la cuestión. Aquí nos enfrentamos, en breve, con los siguientes hechos: Hasta los siglos XVI y XVII, la creencia en la universalidad antropológica del diluvio era general. Por otra parte, los Padres consideran el arca y el diluvio como los tipos del bautismo y de la Iglesia; cuya opinión no tenida como una privada, sino como un desarrollo de la doctrina contenida en 1 Pedro 3,20 ss. Por lo tanto, el carácter típico de ambos, el arca y el Diluvio, pertenece a la “materia de fe y de moral» en las que los Concilio de Trento y Vaticano I obligan a todos los católicos a seguir la interpretación de la Iglesia.

Asuntos Colaterales

Éstos pueden reducirse a la época del Diluvio, su lugar y sus causas naturales.

(1) Época del Diluvio:

El Génesis sitúa el Diluvio cuando Noé tenía seiscientos años; el texto masorético lo asigna al año 1656 después de la creación; el samaritano al 1307; los Setenta al 2242, Flavio Josefo, al 2256. Una vez más, el texto masorético lo coloca en 2,350 a.C. (Klaproth) o 2253 (Lüken), el samaritano, en 2903, los Setenta, en 3134. Según las tradiciones antiguas (Lüken), los asirios colocaban el Diluvio en 2,234 o 2,316 a.C., los griegos en 2,300, los egipcios en 2,600, los fenicios en el 2,700, los mexicanos en 2,900, los indios en 3,100, los chinos en 2,297, mientras que los armenios sitúan la construcción de la Torre de Babel en alrededor del 2200 a.C. Pero, como hemos visto, debemos estar preparados para asignar fechas anteriores a estos acontecimientos.

(2) Lugar del Diluvio:

La Biblia sólo enseña que el arca descansó en una montaña en Armenia. Por lo tanto, el Diluvio debió haber ocurrido en un lugar desde donde el arca pudiese ser llevada hacia esa montaña. La tradición babilónica sitúa el Diluvio en el valle inferior del Tigris y el Éufrates.

(3) Causas Naturales del Diluvio:

La Escritura asigna como las causas del Diluvio las fuertes lluvias durante cuarenta días, la ruptura de las fuentes del gran abismo, y la apertura de las compuertas de los cielos. Esto no excluye la opinión de que ciertas fuerzas naturales entraron en juego en la catástrofe. Se ha sugerido que el eje de la tierra se desplazó a causa de la colisión de la Tierra con un cometa, o que poderosas erupciones volcánicas levantaron nuevas montañas en el mar, o que un sismo causó un maremoto para cubrir ciertas partes de las tierras secas. Así, Suss habla de la frecuencia de los terremotos y tormentas en el Golfo de Persia, pero esto sería incluir el Diluvio dentro de límites demasiado estrechos, tanto de espacio como de tiempo. Von Schwartz ha propuesto otra conjetura, la cual supone que un mar interior de Mongolia, de tamaño casi igual al Mediterráneo, situado a una altura de unos 6,000 pies sobre el nivel del mar y a 5,000 pies sobre la circundante llanura Aralo Caspiana, en el momento de un terremoto se rompió en uno de sus muros, y envió sus 3.000.000 de kilómetros cúbicos de agua a la región norte de Persia, Armenia y el Cáucaso, cubriendo así toda la llanura, hasta que las aguas fueron drenadas por el camino del Mar Negro y el Mediterráneo en el Océano Atlántico.

Aquí tenemos la ruptura de los lazos de un gran abismo, tenemos una salida de agua que dura varios meses, y encontramos que el arca debió haber sido llevada hacia el oeste por la tendencia general de las aguas hasta que descansó sobre las montañas de Armenia. Pero sin mencionar la improbabilidad de la suposición presentada por varios científicos, no entendemos por qué las cimas de las montañas no fueron visibles incluso después del amarre del arca. Se han propuesto un sinnúmero de otras hipótesis para explicar por causas naturales los fenómenos implícitos en el relato bíblico del Diluvio, pero hasta ahora éstos no han satisfecho los diversos detalles que figuran en el libro del Génesis.

Bibliografía: Se puede hallar bibliografías completas en VON HUMMELAUER, Commentarius in Genesim (París, 1895); MANGENOT en Vig., Dict. de la Bible (Paris 1899) II; CORNELY, Introductio (2da ed. París, 1887), II, Pt. I, 161; HAGEN, Lexicum Biblicum (París, 1907), II; DE RÉGNON, Le déluge biblique et les races antédiluviennes; SCHÖPFER, Geschichte d. A. T. (3ra. ed. Brixen, 1902); WOODS, Dict. of the Bible (Nueva York, 1900), II; LÜKEN, Die Traditionen des Menschengeschlechts (Münster, 1869); ANDREE, Die Flutsagen ethnographisch betrachtet (Brunswick, 1891); VON SCHWARZ, Sintfluth und Völkerwanderungen (Stuttgart. 1894); PRESTWICH, On Certain Phenomena Belonging to the Close of the Last Geological Period (Nueva York, 1895); SÜSS, Das Antlitz der Erde (Prague, 1883); MILLER, Testimony of the Rocks, 1858; KAULEN in Kirchenlexikon; REUSCH, Bibel und Natur (4ta. ed., Bonn, 1876); The Tablet (Londres, 1884), flles.

Fuente: Maas, Anthony. “Deluge.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908.
http://www.newadvent.org/cathen/04702a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina

Fuente: Enciclopedia Católica