DISCERNIMIENTO DEL ESPIRITU
El discernimiento en la vida cristiana
La vida cristiana equivale a la sintonía y configuración con Cristo, participando de su misma vida divina. Esta realidad sobrenatural abarca también la integridad del ser humano, con sus luces y sombras. Es, pues, necesario cerciorarse si la vida cristiana integral corresponde de verdad a la acción de Dios «Cuanto son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de dios» ((Rom 8,14). Habrá que «distinguir entre el Espíritu de la verdad y el espíritu del error» (1Jn 4,6).
La fidelidad a los planes salvíficos de Dios y a las luces y mociones del Espíritu Santo enviado por él, presupone el «discernimiento de espíritus», según la expresión paulina (1Cor 12,10). El Apóstol se refiere a los «carismas», cuya clave es la caridad, para distinguirlos de la acción de otros «espíritus», como sería la naturaleza o psicología y el espíritu del mal. Por esto dirá también San Juan, refiriéndose a la posibilidad de falsos profetas «Examinad si los espíritus viene de Dios» (1Jn 4,1). El discernimiento es, pues, la búsqueda de la autenticidad cristiana, para acertar en «la voluntad de Dios» (Rom 12,2).
En la historia de la espiritualidad y de la evangelización se ha dado siempre gran importancia al discernimiento del Espíritu. Baste recordar las normas de San Ignacio de Loyola (en los Ejercicios) o de San Juan de la Cruz (en la dirección espiritual y en el camino de la contemplación). La lógica del Espíritu no siempre sigue las reglas normales del pensar y del actuar humano, aunque nunca se opone a la verdad y al bien.
A la luz de la Palabra de Dios
«Discernir» significa examinar, estimar, elegir, distinguir, escrutar. Es siempre una «crítica» hecha a la luz de la Palabra de Dios y de la historia salvífica. Para el cristiano, será especialmente a partir de la Encarnación y redención. Efectivamente, la Palabra de Dios, siempre viva, comunica nuevas luces para solventar las situaciones nuevas que se presentan en el caminar espiritual y apostólico.
El discernimiento de «espíritus» es un don del mismo Espíritu Santo; por esto hay que pedirlo y prepararse para recibirlo (cfr. RMi 27). No hay que confundir las luces y mociones del Espíritu Santo con las preferencias personalistas o particularistas (de grupo). El espíritu malo se muestra en la soberbia, la falta de caridad, el odio, la confusión, la desesperación, el ansia de poseer, dominar y disfrutar… El espíritu natural, aparte de los desórdenes y debilidades, se muestra en la valoración excesiva del éxito, la eficacia, el fruto inmediato, el sentirse realizado, la lógica humana… El Espíritu Santo no se puede conjugar con el espíritu malo; pero puede salvar y sanar el espíritu natural (datos psicológicos, sociológicos, etc.), orientándolo hacia el mejor servicio de amor y de verdadera eficacia evangélica.
Campos de discernimiento
Los campos de discernimiento suelen concretarse en el camino de contemplación y perfección, la propia vocación, los cambios de situaciones y de estado de vida, los fenómenos extraordinarios, las nuevas luces y mociones, las situaciones personales, comunitarias y sociales, los eventuales cambios estructurales, etc.
El discernimiento puede ser personal y comunitario, aunque también puede referirse a situaciones sociales y eclesiales. Siempre hay que acudir a los contenidos de la revelación, tal como se conservan en la tradición eclesial, porque el Espíritu Santo «explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio… El es quien hace discernir los signos de los tiempos – signos de Dios – que la evangelización descubre y valoriza en el interior de la historia» (EN 75).
Signos y medios para discernir la acción del buen Espíritu
No hay «reglas» exactas para discernir, puesto que «el Espíritu sopla donde quiere» (Jn 3,8) trascendiendo los cálculos de la lógica humana. Ordinariamente, los santos se han basado en las líneas evangélicas del camino pascual de Jesús el «desierto» de la oración y del sacrificio, el servicio humilde y caritativo a los «pobres», la actitud de «gozo» o de esperanza sobre toda humana esperanza (cfr. Lc 4,1-18; 10,21; Rom 4,18). La luz y la acción del Espíritu van, pues, por el camino de la oración, sacrificio, humildad, caridad, esperanza. La fuerza del Espíritu quiere mostrarse por medio de la debilidad humana (2Cor 12,9-10).
En la vida espiritual y apostólica (personal y comunitaria), los santos, que son las personas más experimentadas en las vías del Espíritu, han dado gran importancia a la serenidad, la «paz» o el «gozo» del corazón, que sólo Cristo puede comunicar como un don del Espíritu Santo (Jn 14,27; 15,11; 16,22.24; 17,13). Cuando se emprende un camino nuevo, esa nota de «paz» evangélica indica que existe la caridad transformarlo todo en una nueva posibilidad de donación a Dios y a los hermanos. Es la caridad, vivida en la comunión eclesial como reflejo de Dios Amor, la que juzga (o discierne) cualquier carisma (cfr. 1Cor 13; Rom 12,9-21). Sólo es posible discernir bien cuando se entra en la libertad interior de no condicionarse a preferencias humanas.
Se han señalado siempre unos medios de discernimiento oración (como signo de humildad y confianza en Dios), consulta (como signo de comunión con los hermanos), examen de las propias inclinaciones, experiencia de los santos, estudio de los criterios de la Iglesia.
En el grupo apostólico y en la acción evangelizadora
El discernimiento comunitario, a partir de una renovación personal, suele basarse en momentos de meditación de la Palabra de Dios, oración, reflexión, estudio, diálogo y escucha, propuestas, elaboración de documentos… Presupone siempre partir de criterios evangélicos y de búsqueda prioritaria del «Reino de Dios» (Mt 6,33), en un clima de fe y mutua confianza. Hay que tener en cuenta las gracias o carismas de personas y de grupos (especialmente el carisma fundacional), las nuevas luces y gracias recibidas, los defectos o limitaciones objetivas (reconocidas con autenticidad y sin culpar a los demás), propuestas o programación elaborada entre todos y garantizada por quienes tengan que decidir o confirmar (por votación, por autoridad, etc.).
El gozo y la paz, que son don del Espíritu Santo, comienzan a «sentirse» en el corazón y en la comunidad o grupo evangelizador, cuando se vislumbra, por la fe «oscura», que todavía es posible hacer lo mejor. Es la señal de la libertad interior, no condicionada a intereses personalistas ni de grupo darse sin privilegios, como Cristo en Belén, en Nazaret y en la Cruz. En un momento de prueba («Getsemaní») se puede entrever la «copa» de bodas «preparada por el Padre» (Jn 18,11; cfr. Lc 22,20); en una vida ordinaria y oculta de «Nazaret», se puede descubrir la actitud fundamental evangélica de las bienaventuranzas «La entrega sincera de sí mismo a los demás» (GS 24). El mensaje evangélico de las bienaventuranzas se anuncia principalmente por evangelizadores cuya vida sea un trasunto del gozo pascual de Cristo (Lc 10,21; 24,36).
Referencias Carismas, dirección espiritual, Ejercicios Espirituales, Espíritu Santo, fidelidad, fenómenos extraordinarios, signos de los tiempos, vocación.
Lectura de documentos LG 7-8,12; EN 75.
Bibliografía AA.VV., Discernimiento comunitario (Madrid, Pub. Claretianas, 1976); J. CARROU-FUTREU, El discernimiento espiritual (Santander, Sal Terrae, 1984); J.C. DHOTEL, Discernir en común (Santander, Sal Terrae, 1989); J. ESQUERDA BIFET, Agua viva, Discernimiento y fidelidad al Espíritu Santo (Barcelona, Balmes, 1985); A. GALILEA, Tentación y discernimiento (Madrid, Narcea, 1993); J. LAPLACE, Discernement pour temps de crise (Paris, Chalet, 1978); M. MARTINEZ, Discernimiento, en Diccionario Teológico de la Vida Consagrada (Madrid, Pub. Claretianas, 1989) 518-542; Y. RAGUIN, Maestro y discípulo. El acompañamiento espiritual (Madrid, Narcea, 1987); M. RUIZ JURADO, El discernimiento espiritual, Teología, Historia, Práctica ( BAC, Madrid, 1994); G. THERRIEN, Le discernement dans les écrits pauliniens (Paris, Gabalda, 1973).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización