EDIPO. COMPLEJO DE

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Edipo, según la mitologí­a griega, fue un rey tebano que, siguiendo el oráculo inevitable de Delfos, se enamoró sin saberlo ni quererlo de la madre y terminó matando sin saberlo ni quererlo al rival que era su padre.

En el psicoanálisis se habla del «complejo de Edipo» para explicar la supuesta preferencia afectiva subconsciente e involuntaria que existe en la madre por el hijo y en el hijo por la madre. Aparece en la etapa «fálica», entre los 3 y 5 años, y se perpetúa toda la vida. Lleva emparejada la rivalidad latente con el padre y la tendencia secreta a sustituir su puesto en el corazón de la madre.

El paralelo complejo de Electra, basado en otra leyenda mitológica similar, alude a la preferencia del padre por la hija y de la hija por el padre y desencadena la rivalidad madre-hija cemo consecuencia inconsciente.

Las explicaciones que de estos dos complejos formula Freud, y con él la escuela psicoanalí­tica, asocian el hecho a las formas diferenciadas de comportamiento en el niño y en la niña. Afectan al comportamiento, pero previamente altera la relación emotiva siempre de manera subconsciente e involuntaria, pero irremediable y natural.

Quedan muchas dudas acerca de que la explicación cientí­fica sea tan sencilla y estadí­sticamente resulte significativa y que el fenómeno de esa pretendida predominancia afectiva pueda considerarse universal. Tal vez haya que explicar los hechos con otras variables más complicadas, como la confluencia de factores múltiples y no sólo afectivos. Y desde luego por causas más externas, como son los usos sociales, las cualidades naturales de cada sexo, la tendencia espontánea a la complementación (no compensación) de ambos sexos, las necesidades de la convivencia y de la autoridad materna y patena.

En el terreno religioso se ha querido explicar con cierta ingenuidad ciertas preferencias devocionales por la existencia larvada del fenómeno edipiano. Por ejemplo, se ha intentado explicar con este planteamiento afectivo la devoción a la Virgen Marí­a predominante en varones o la devoción al Sdo. Corazón de Jesús más viva en la mujer, el apostolado social con niños en las educadoras y el gusto preferente por el «apostolado del confesionario» (consultorio más que absolutorio) en varones. Y algo parecido cabrí­a sospechar cuando se afirma la preferencia del educando por educadoras delicadas y amables o de las niñas de mediana edad por buenos mozos catequistas o profesores en la actividad escolar.

Pero, si ya la teorí­a edipiana es discutible en sí­ misma, mucho más lo es la pretensión de establecer esa resonancia piscoanalí­tica en relación con los hechos í­ntimos de la religiosidad. Se corre el riesgo de convertir, por exceso de celo cientí­fico, en óptica psicológica lo que sólo se entiende desde un planteamiento espiritual y moral.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa