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ELIAS Y ELISEO

ELIAS Y ELISEO

Sumario: 1. Fuentes para ¡a historia de Elias. . Formación del ciclo.1 11. Contexto histórico. IV. Perfil biográfico: 1. El profeta-asceta; 2. El defensor del yahvismo; 3. El peregrino del Ho-reb; 4. El protector de los débiles; 5. Los milagros; 6. El rapto al cielo. V. La teologí­a: 1. Elementos tradicionales; 2. Rasgos innovadores. VI. Elias en el resto de la Biblia. VII. El ciclo narrativo de Elí­seo. VIH. La personalidad del profeta: 1. El taumaturgo; 2. La actividad polí­tica; 3. El celo por el Señor.
Figura imponente del antiguo pro-fetismo, Elias representa un giro en la historia religiosa de Israel por haber salvado el culto al verdadero Dios en el territorio septentrional del paí­s.
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1. FUENTES PARA LA HISTORIA DE ELIAS.
Las noticias sobre el profeta Elias se encuentran en , y . El relato del fin del profeta pertenece ya al ciclo de Elí­seo. El material eliano se compone de episodios separados, de diversa amplitud, yuxtapuestos sin tener en cuenta el orden cronológico. Se distinguen seis relatos, autónomos en su origen: la sequí­a IR 17,1 18,ls.16s.44ss),el juicio de Dios en el monte Carmelo (1R 18,20A0), la teo-faní­a en el Horeb( IR 19,3; IR 19,8-13), la vocación de Elí­seo (1R 19,l9ss), el episodio de la viña de Nabot(IR 21,1-9; IR 21,11-20) y la petición de un oráculo por parte de Ocozí­as (2R 1,2-8; 2R 1,17). Se refieren además cuatro anécdotas milagrosas: la alimentación de Elias junto al rí­o Querit(IR 17,2-6), la multiplicación de la harina y del aceite en Sarepta(lRe 17,7-16), la resurrección del hijo de la viuda (IR 17,17-24) y el aliento recibido del ángel (IR 19,4-8). Finalmente, se leen dos episodios que guardan relación con el rey:
el encuentro con el soberano (IR 18,2-15) y el intento de arrestar al profeta (2R 1,9-16).
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II. FORMACION DEL CICLO.
La tradición oral sobre la vida del profeta, adornada por la fantasí­a popular, y la fijación por escrito de los episodios comenzaron inmediatamente después de la desaparición del profeta y llegaron a una primera conclusión ya a finales del siglo IX a.C. El escrito comprendí­a dos grupos de textos: el primero, conservado en 1 R 17-19, estaba formado por narraciones y anécdotas donde se presentaba a Elias como profeta, taumaturgo, activamente comprometido en la lucha contra los í­dolos y, en consecuencia, perseguido por la corte. Se advierte además una violenta hostilidad contra Ajab y la casa reinante. Este conjunto de material se resiente de la influencia del ciclo de Elí­seo, compuesto medio siglo más tarde con un arte literario menor. En el segundo grupo -presente en 1 R 20-21; 2R 1,2-8- se introduce a Elias con el tí­tulo de †œtesbita† y al rey Ajab, llamado †œrey de Samarí­a†, tratado con mayor indulgencia. Un tercer elemento de la tradición es el que constituyen dos anécdotas contenidas en 1 R 17,17-24 y 2R 1,9-16, donde aparece Elias como hombre de Dios y se pone especialmente de relieve el elemento milagroso. Estas dos anécdotas constituyen un ví­nculo entre las dos primeras colecciones de textos. Además, todo el ciclo eliano sufrió cierta elaboración por parte de los cí­rculos deuteronomistas cuando fue insertado en el libro de los Reyes. Pero, incluso en su forma actual, el ciclo de Elias se cuenta entre los testimonios más antiguos de la literatura bí­blica y entre las obras maestras de la prosa hebrea.
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III. CONTEXTO HISTORico.
Elias vivió en el siglo IX a.C, en el reino del norte, bajo los reyes Ajab (874-853) y Ocozí­as (853-852). El padre de Ajab, Omrí­, habí­a fundado una nueva capital en Samarí­a, habitada por la población cananea IR 16,32 2RelO,l9ss). La alianza con el rey de Tiro quedó sancionada por Ajab mediante el matrimonio contraí­do con la hija del rey, Jezabel. Esta alianza, hecha con fines polí­ticos, es decir, para resistir a las amenazas de Damasco, dio gran impulso a los cí­rculos cananeos del reino del norte. Gracias a Jezabel se implantó en Israel el culto a Baal de Tiro y el paí­s se vio invadido por una multitud de profetas y servidores del dios pagano. La religión del verdadero Dios estaba amenazada de sincretismo y extinción. En Samarí­a el rey hizo construir un templo en honor de Baal (IR 16,32). Hasta entonces la resistencia profética a la polí­tica de la corte habí­a sido esporádica; con Elias toma ahora una amplitud imprevista.
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IV. PERFIL BIOGRAFico.
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1. El profeta-asceta.
El nombre de Elias significa †œMi Dios es Yah-véh†. El profeta, del que no se menciona ni el padre ni la genealogí­a, es llamado †œel tesbita†, probablemente por ser natural de Tisbé, localidad identificada con la actual Khirbet el-lstib, en Galaad, a unos 25 kilómetros al norte del rí­o Yabbok. Parece ser que la población de la Trasjorda-nia habí­a permanecido más fiel al yahvismo que los habitantes de la Cisjordania. Elias pertenece al tipo de los profetas ambulantes, que no están en relación ni con un templo ni con las comunidades de profetas. Llevaba el manto de piel tí­pico de los beduinos del desierto, heredado de la antigüedad, ceñido por un cinturón de cuero (2R 1,8), desdeñando así­ la moda refinada procedente de Fenicia. Una caracterí­stica de su actividad es que aparecí­a y desaparecí­a de forma inesperada y repentina (iR 17,5s; 18,5-1 2; 2R 2,16s). Desarrolló su actividad profética reprochando y amenazando IR 17,1; IR 18,21; 2R 1,3), pero también haciendo promesas en nombre de Dios (IR 18,1). Realizó una acción simbólica (1R 19,l9ss)y practicó la intercesión pro-fétí­ca (1R 18,42ss). Elias no pronunció ningún juicio de destrucción ni exigió la conversión, sino más bien un cambio de dirección del hombre, en el que habí­a que dar la vuelta al corazón (IR 18,37).
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2. El defensor del yahvismo.
En la base del relato sobre la sequí­a que duró tres años está la explicación de Elias sobre una verdadera sequí­a (cf Flavio Josefo, Antiq. Jud.-VIII, 13,2), provocada por Yhwh. La lluvia era considerada como un don procedente de Baal, el dios cananeo de la vegetación, mientras que Elias afirmaba que Yhwh era el único Dios que concedí­a la fecundidad de los campos. La narración del juicio de Dios en el monte Carmelo, descrita con un arte dramático consumado, muestra cómo Elias logró obtener que la región del Carmelo, habitada por una población mixta, incorporada a Israel procedente del reino de Tiro, fuera considerada como territorio israelita y se adorase allí­ solamente a Yhwh, a pesar de la presencia de un santuario cananeo. La matanza de los profetas de Baal tiene que comprenderse como la afirmación del derecho de Yhwh sobre la tierra que pertenecí­a a su pueblo. Dada la protección del baalismo por parte de la autoridad oficial, Israel estaba a punto de perder su propia identidad religiosa. En este momento crí­tico Elias salvó la fe en el único Dios utilizando los medios violentos y bárbaros de su tiempo.
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3. El peregrino del Horeb.

Huyendo de la persecución de Jeza-bel, Elias no busca refugio en los santuarios, sino que recorre al revés el camino del pueblo liberado de Egipto, dirigiéndose al monte Horeb, en donde Dios se habí­a revelado a Moisés. La misteriosa teofaní­a, indicada como †œpaso del Señor† (IR 19,11), reviste un profundo significado. Yhwh no es como el dios fenicio de la tempestad, del fuego y del terremoto, sino que actúa de modo silencioso y casi imperceptible. Se manifiesta no de forma concreta ni mediante el poder indeterminado del espí­ritu, sino a través de las palabras susurrantes de los profetas y de la acción invisible producida por los acontecimientos externos. Elias se ve introducido en una nueva concepción de Dios, de su naturaleza, de su manifestación y de su manera de obrar. El Dios de Israel se desmarca claramente de la figura del dios semita naturalista.
El mensaje divino que recibe Elias se refiere al futuro de Israel: una triple unción marcará la intervención de Dios, que no sólo asegura la sucesión profética (vocación de Elí­seo), sino que instala a los nuevos monarcas de Israel (Jehú) y de Siria (Ja-zael). Sólo el primero de estos encargos fue cumplido por Elias (1R 19,l9ss).
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4. El protector de los débiles.
El profeta fue también un apasionado defensor de la justicia entre los hombres. Después del homicidio de Nabót, propietario de la viña, atribuido a la pagana Jezabel, Elias se opuso con todas sus fuerzas al propósito de Ajabde suprimir el antiguo derecho de propiedad israelita y de introducir un régimen monárquico absolutista con el correspondiente derecho de Estado. El profeta no logró convertir a la casa real a la pura fe del yahvismo. Lo demuestra la narración de Ocozí­as, que se dirige al dios de Ecrón para saber si curarí­a de su herida. El rey tení­a realmente confianza en ese dios, que llevaba por tí­tulo el de †œprí­ncipe de la tierra† (Ba†™al †˜eres), cambiado luego en †œprí­ncipe de las moscas†™YZfo†™a/ze-bul = Belcebú).
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5. Los/MILAGROS.
Es maravillosa la misión de Elias entre los paganos. Sarepta, la fenicia Sarafand, situada a unos 15 kilómetros al sur de Sidón, era una aldea perteneciente al territorio del padre de Jezabel. También este paí­s se vio afectado por la sequí­a. Pero Dios concedió la bendición del agua, con el aumento de la harina y del aceite a Elias, en Fenicia, en favor de una pobre viuda, con la que el profeta compartí­a su pan
IR 17,7-16).
El relato de la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta (IR 17,17-24) presenta ciertas analogí­as con la narración de la resurrección del hijo de la sunamita realizado por Elí­seo (2R 4,8). Existe una dependencia literaria entre los dos textos y es probable que este relato haya sido añadido al ciclo de Elias por los discí­pulos de Elí­seo.
La expedición de las tres tropas sucesivas con la misión de capturar al profeta (2R 1,9-16), de las que las dos primeras fueron devoradas por el fuego del cielo, guarda afinidad literaria con el ciclo de Elí­seo, y parece ser el resultado de una cierta ampliación midrásica debida a algún devoto del profeta.
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6. El rapto al cielo.
El traslado de Elias al cielo en un carro de fuego (2R 2,1-11) en presencia tan sólo de Elí­seo, sin dejar huellas de una tumba, a imitación de Henoc (Gn 5,24), es un relato misterioso, que por una parte sirve para glorificar a Elias en cuanto que entra en la esfera de lo divino y por otra demuestra cómo solamente Elí­seo entró en la plenitud del poder del hombre de Dios, de quien recibió el manto con el que golpeó las aguas del Jordán. La narración presenta un carácter artificial debido a las diversas repeticiones (triple orden de Elias a Elí­seo, triple intervención de los hijos de los profetas); el apostrofe dirigido por Elí­seo a Elias (†œiPadre mí­o, padre mí­o, carro y caballerí­a de Israel!†) es el mismo que se le dirige a Elí­seo en el lecho de muerte (2R 2,12; 2R 13,14). Según otra versión (IR 19,19), Elí­seo recibió el manto de Elias desde el dí­a de su vocación. El género literario de la narración parece ser el de los relatos que intentan describir ciertas realidades invisibles mediante imágenes concretas.
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V. LA TEOLOGíA.
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1. ELEMENTOS tradicionales.
En el reino del norte, en la época del sincretismo, Elias propugna con vigor los principios fundamentales de la antigua fe yahvista. Solamente Yhwh es el Dios de Israel, puesto que es el Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel (]Re 18,36), el Dios de los ejércitos (IR 18,15). Sólo él tiene que ser adorado en Galilea y en Samarí­a. El dirige la suerte del pueblo y de los individuos; es el tutor de los derechos del hombre, incluso contra el despotismo monárquico, puesto que también el rey está sometido a ese derecho divino. En el poder de Yhwh se encuentran la vida y la muerte de los hombres; de él depende la salvación. Elias es un eslabón en la larga cadena tradicional de israelitas que intentaron frenar la aceptación de las costumbres y de las ideas de los cananeos, motivo de la degeneración de la religión yahvista. En este sentido aparece como el representante del ideal nómada de la civilización hebrea, como una especie de reencarnación del antiguo y austero perí­odo exódico de la existencia del pueblo de Israel.
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2. Rasgos innovadores.
Pero el profeta supo adaptar la fe de los antepasados a las nuevas exigencias de la situación histórica que le tocó vivir. No son los Baales los que conceden la lluvia y la fecundidad; no son ellos la causa de la sequí­a, sino que es Yhwh el que preside los ritos de la naturaleza. Por primera vez Elias anuncia que Yhwh es el origen de aquellos bienes que los cananeos atribuí­an a las fuerzas divinizadas de la naturaleza. El sí­mbolo de Dios no son los fenómenos turbulentos de la atmósfera, sino la acción tranquila y silenciosa, apenas perceptible, de aquellos que son sus enviados: los profetas.
La tradición ha equiparado a Elias con Moisés. Efectivamente, Elias, lo mismo que el gran legislador de Israel, asentó la fe en Yhwh en el Estado de Israel sobre bases nuevas, afirmando la antigua tradición y ofreciendo una nueva concepción más profunda y más comprensiva de la naturaleza y de la acción divina. Con enorme vigor, Elias fue el primero en oponerse a los intereses polí­ticos de los monarcas cuando estaban en contradicción con los principios religiosos. Elias es el precursor y el pionero de los profetas de la época clásica.
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VI. ELIAS EN EL RESTO DE LA BIBLIA.
Después del destierro de Babilonia, Elias fue considerado como aquel que ha de volver a anunciar el juicio final, con la tarea de convertir a las familias de los hombres, para que la maldición no caiga sobre la tierra (Mal 3,23s). El Sirácí­-da tejió el elogio del profeta †œde fuego† (Si 48,1-11). El autor de 1 M 2,48 atribuye su rapto al cielo a su celo por la gloria del Señor.
En el NT se pone a Elias en relación con Juan Bautista. Efectivamente, éste se presenta como revestido del poder del tesbita (Lc 1,17), y los levitas llegan a preguntarle sí­ es él el profeta Elias (Jn l,20s). Jesús afirma que antes del dí­a del Señor hará su aparición Elias (Mc 9,llss), que tendrá que sufrir mucho; más aún, que ya habí­a venido y le habí­an matado, identificando manifiestamente al profeta con Juan Bautista Mt 11,14). El pueblo de Palestina pensaba también que Jesús era Elias, que habí­a regresado (Mt 16,14; Mc 6,15; Mc 8,28; Lc 9,8; Lc 9,19). En el episodio de la transfiguración, Elias se encuentra con Moisés al lado de Jesús (Mt 17,3ss; Mc 9,4s; Lc 9,30s) y hablan de su desenlace. La unión de los dos profetas del AT se explica por el hecho de que ambos son los anunciadores del tiempo mesí­ánico (Dt 18,15; MI 4,23), y el tiempo del mesí­as, que en la concepción judia correspondí­a al de Moisés, tení­a que ser preparado por Elias. Los que insultaban a Jesús en la cruz relacionaron con Elias el comienzo del Ps 22,2, puesto en labios de Jesús (Mt 27,47; Mt 27,49 Mc 15,35s). Como prueba de que Dios ha conservado siempre un resto en Israel, san Pablo en Rom 11,2-5 cita a1Re 1,10.18. El autor de la carta de Santiago aduce 1 R 17,1; 18,48, para mostrarla eficacia de la oración dirigida a Dios por el profeta Elias (Sant5,17s).
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VII. EL CICLO NARRATIVO DE ELISEO.
Las informaciones sobre el profeta Elí­seo están contenidas en 2R 2-13. Los capí­tulos 2-8 forman un bloque completo, pero interrumpido por peripecias polí­ticas, como la introducción al reinado de Jorán (2R 3,lss), cuya conclusión se encuentra en 2R 8,1-6. Despuésde este relato viene el de la participación de Elí­seo en la unción de Jazael (2R 8,7-15) y de Jehú (2R 9,155) y la narración de la muerte del profeta 2R 13,14-21). El ciclo de Elí­seo es menos homogéneo que el de Elias, presentando un carácter más artificial. Hay cierto número de relatos que provienen de la tradición popular; otros proceden de cronistas bien informados, y otros, además, de un hagiógrafo que querí­a conservar para la posteridad los recuerdos del profeta. Los trozos no siguen un orden cronológico, pertenecen a diversos géneros literarios y están estrechamente relacionados con el ciclo de Elias tanto por su forma como por su contenido. Pueden distinguirse varios tipos de narraciones. Un primer grupo comprende narraciones sobre la vida privada del profeta, ricas en episodios maravillosos que se transmití­an en los cí­rculos de †œlos hijos de los †œprofetas†™. Algunos prodigios se parecen a los de Elias, como la multiplicación del aceite en favor de la viuda 2R 4,1-7), la resurrección del hijo de la sunamita (2R 4,8-37). Otros prodigios tienen más bien el sabor de florecillas edificantes, como la desintoxicación de la olla envenenada (2R 4,38-4; 2R 1), la multiplicación de veinte panes para alimentar a cí­en personas (2R 4,42ss), la recuperación milagrosa del hacha (2R 6,1-7 ), la reanimación de un cadáver por el contacto con los huesos secos de Elí­seo (2R 13,21). La curación del sirio Naamán presenta las caracterí­sticas de las florecillas franciscanas por la ingenuidad con que se narra el hecho y por la profunda espiritualidad que anima al profeta (2R 5,1-27). Una segunda serie de episodios está relacionada con la intervención del profeta en las peripecias polí­ticas de su tiempo, como las guerras arameas, descritas con colores populares (2R 6,6-7,20), la usurpación de Jazael (2R 8,7-15) y la muerte misma del profeta (2R 13,14-25). Hay dos episodios que parecen derivarse de otras fuentes: la usurpación de Jehú (2R 9,11-21) y la historia de Atalí­a (2R 11-12), que provienen probablemente dé los archivos del templo.
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VIII. LA PERSONALIDAD DEL PROFETA.
El nombre de Elí­seo significa †œDios ha salvado†™. Natural de Abel-Mejolá, situado a unos 14 kilómetros al sudeste de Bet-Seán, Eliseó pertenecí­a a una familia acomodada. Llamado por Elias en su seguimiento, abandonó su casa y sus campos y siguió al maestro, siendo su discí­pulo predilecto, su ejecutor testamentario y su sucesor. Permaneció célibe durante toda su vida, como el profeta de Tisbé. A diferencia de Elias, recogió a su alrededor una comunidad de profetas, con los que llevó una vida común, sin estar ligado a ningún santuario. Desempeñó el cargo de superior, ya que se sirvió de †œlos hijos de los profetas† como quien puede disponer de los diversos miembros de la comunidad (2R 9,1-10). El hecho de que Elí­seo recibiera dos tercios del espí­ritu de Elias prueba que fue distinto de su maestro (2R 2,1-18). Efectivamente, no imitó su austeridad en el vestir ni su predilección por los lugares solitarios. Vivió algún tiempo en el monte Carmelo, como Elias; pero luego desarrolló su ministerio en el seno de la comunidad profética, acompañado siempre de su criado Guejazí­, visitando varios centros habitados, como Jericó, Betel, Gálgala, Samarí­a, hasta llegar a Moab, Edón y Damasco. Estuvo dotado de dones ca-rismáticos, como el de la presciencia (2R 5,26; 2R 6,12; 2R 6,32 7,1*; 2R 8,12), y conoció el éxtasis artificial (2R 3,15
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1. El taumaturgo.
Para los cí­rculos proféticos Elí­seo es el gran hombre de Dios y el extraordinario obrador de prodigios, realizados en favor de los miembros de las cofradí­as, de los pobres y de los desventurados del paí­s. Utilizó además el poder taumatúrgico para defender la dignidad profética y para hacerse respetar por algunos jovenzuelos que se burlaban de él: †œElí­seo, fue a Betel y, cuando iba por el camino, unos rapazuelos que habí­an salido de la ciudad empezaron a burlarse de él, diciéndole: †˜Sube, calvo! ¡Sube, calvo!† (2Re2,23ss).
En algunos episodios prodigiosos Elí­seo se presenta como celoso pastor, como en la ayuda a la pobre viuda, a la sunamita y al sirio Naa-mán. Los prodigios atribuidos al profeta atestiguan la inmensa irradiación que tuvo Elí­seo entre sus seguidores y el pueblo.
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2. La actividad polí­tica.
Más aún que Elias, Elí­seo se vio envuelto en los problemas polí­ticos de su tiempo, tanto en su patria como fuera de ella. Fue el inspirador de la caí­da de la dinastí­a de los Omridas y tuvo un papel decisivo en las relaciones con la dinastí­a de Damasco. En tiempos de la grave crisis de Siria (2R 6,8-7,16), Elí­seo se convirtió en el paladí­n nacional de la lucha contra los árameos. Dio sabios consejos al rey de Israel en guerra contra Siria (2R 6) y sostuvo su coraje durante un asedio (2R 5-6). Fue el alma de la resistencia patriótica cuando Israel tuvo que sufrir reveses militares, de forma que el rey Joás, al visitarle en su lecho de muerte, pudo llamarlo: †œiPadre mí­o, carro y caballerí­a de Israel!† (2R 13,14). Elí­seo hizo por la defensa de Israel mucho más que las armas de guerra. Sin salir de la esfera religiosa, el profeta pronunció un juicio severo sobre los problemas morales, sobre las alianzas polí­ticas y sobre las hostilidades militares cuando éstas suponí­an un peligro para la religión yahvista.
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3. El celo por el Señor.
El motivo de inspiración de toda la actividad de Elí­seo fue la profunda fe yahvista, arraigada en la tradición de la alianza y preocupada por su eficacia en las vicisitudes internas y externas del paí­s. Elí­seo no alcanzó la talla espiritual de Elias; pero, como figura carismática, estuvo animado de sentimientos de benevolencia y de bondad hacia los desventurados y los oprimidos. Se mostró cruel y sin compasión con la impiedad y el delito. Con su vivo sentimiento patriótico hizo tomar conciencia al pueblo de Israel de que la acción polí­tica pertenece desde el principio a la actividad de los profetas del AT y de que las dimensiones de la religión yahvista superaran los lí­mites de Israel, extendiéndose a todas las dinastí­as y a todos los pueblos.
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