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Invocación o plegaria en la acción eucarística por la que se reclama la presencia del Espíritu Santo en medio de la liturgia del sacrificio.
En las liturgias orientales se llama así al momento cumbre y transubstanciador de la Eucaristía, del mismo modo que en las occidentales se tiende a magnificar el momento de la “anamnesis” o recordación de las palabras consecratorias del mismo Jesús. (Ver Eucarístico. Sacrificio 1.3)
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
DicEc
La palabra griega epiklésis significaba originariamente invocación, y con el tiempo pasó a significar oración en general. En las últimas décadas hay una tendencia a restringir su uso a una invocación al Padre para que envíe el Espíritu Santo, o en casos raros directamente al Espíritu Santo. Su uso más frecuente es en la eucaristía, en la que consiste en una oración para que el Espíritu Santo transforme el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, o en una oración para que los que están congregados se unan en comunión y amor. Aunque la plegaria eucarística I no tiene epiclésis (exceptuando quizá la oración Quam oblationem, “Bendice y acepta…”), las nuevas plegarias eucarísticas posconciliares tienen todas dicha invocación. Hay oraciones de epiclé sis también en otros sacramentos: en la bendición del agua en el bautismo y durante los ritos de la confirmación y la ordenación. Muchos de los libros para servicios revisados de las Iglesias anglicanas y protestantes incluyen también oraciones de epiclésis. Cabe destacar estas palabras de Y. Congar, en relación tanto con la epiclésis como con la eclesiología: “Allí donde haya de haber una intervención del Espíritu Santo, es menester implorar su venida… De una forma u otra, es necesaria una epiclésis para la concelebración del Espíritu con la Iglesia, confiriendo así la aprobación divina a sus obras”.
Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiología, San Pablo, Madrid 1987
Fuente: Diccionario de Eclesiología
(v. Espíritu Santo, Eucaristía)
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
SUMARIO: I. Concepto.-II. E. eucarística: 1. Los más antiguos formularios eucarísticos; 2. Tradición antioquena, siro-occidental y sirooriental; 3. Tradición alejandrina; 4. Tradición occidental.-III. Textos patrísticos.- IV. E. al Logos.-V. La e. en otras acciones simbólicas eclesiales.-VI. Sobre el origen de la e.: sus fuentes bíblicas.-VII. Perspectivas ecuménicas.
I. Concepto
El término epíclesis significa invocación. El significado de la e. ha sido modernamente revalorado a nivel ecuménico. En la oración eucarística -sobre todo en las tradiciones orientales-tiene la e. un valor fundamental. Pero no sólo en la oración eucarística encontramos la e., sino también en otros momentos centrales simbólicos (sacramentos) de la vida de la Iglesia. Le e. eucarística ha tenido un desarrollo, sobre todo a partir de la clara afirmación de la divinidad del Espíritu Santo.
II. E. eucarística’
1. Los MíS ANTIGUOS FORMULARIOS EUCARISTICOS: la tradición apostólica de Hipólito y la anáfora sirooriental de Addai y Mari ofrecen una e. Es fundamental tener en cuenta la estructura literaria de toda la anáfora. El formulario de la tradición apostólica es una acción de gracias a Dios Padre por medio de Jesucristo. Por medio de oraciones de relativo (esquema de la bendición veterotestamentaria: salmos) vienen presentados los motivos de agradecimiento. Todos ellos son de carácter cristológico. La cena de despedida del Señor -palabras de la institución- es una oración más de relativo; por tanto las palabras de la institución no tienen aqui carácter consecratorio. Las palabras del Señor “cuando hacéis esto, hacedlo en memoria mía”, conducen a la formulación, que la Iglesia hace memoria de la muerte y resurrección del Señor (anámnesis). En una tercera oración se pide el envío del Espíritu Santo. El mismo esquema literario se encuentra en la anáfora de Addai y Mari.
Texto epiclético. Tradición apostólica: “Y te suplicamos que envíes tu Espíritu Santo sobre la oblación de la santa Iglesia, [para que] reuniéndo[los] en unidad des a cuantos participan de tus santos dones que sean llenos del Espíritu Santo para confirmación de su fe en la verdad”. Addai y Mari: “Y venga Señor tu Espíritu y descienda sobre esta oblación de tus siervos…, a fin de que sea para nosotros, Señor, para expiación de las deudas… “. En ambos textos se pide el descendimiento del Espíritu sobre la oblación de la Iglesia. Se trata formalmente de una epíclesis de comunión: por la participación de los dones se participa del Espíritu. No se explicita que la venida del Espíritu sea para transformar los dones, pero se sobreentiende. Posteriores e. explicitarán esto (epíclesis consecratorias).
2. TRADICIí“N ANTIOQUENA, SIROOCCIDENTAL Y SIRO-ORIENTAL. El esquema literario, en el que viene encuadrada la e., es el mismo que en los dos formularios más antiguos. Literariamente o se pide a Dios Padre que envíe el Espíritu del cielo sobre la oblación de la Iglesias o se pide directamente la venida del Espíritiu’. En algunas se pide el envío del Espíritu “sobre nosotros y sobre los dones ofrecidos”, concretándose a renglón seguido el envío como acción transformadora de los dones y como acción santificadora de los participantes’. En otras se pide la venida del Espíritu para que transforme los dones, de forma que los dones transformados sean para quienes los reciban para vida, resurrección y perdón de los pecados’. Siempre indican las e. que la celebración eucarística está orientada a la comunión. Aquí se indican los frutos de la comunión; siempre aparece como fruto el perdón de los pecados.
A veces viene formulada la e. en paralelismo literario con las palabras de la institución, lo que es signo de que la e. “era considerada como aplicación de la cena de Cristo”.
3. TRADICIí“N ALEJANDRINA. El esquema completo de la anáfora es: acción de gracias – sanctus – la epiclesis – palabras de la institución – anámnesis – 2.a epíclesis. El texto de la la epíclesis (anáfora de S. Marcos y copta de S. Cirilo) suena así: Santo… “Realmente están llenos el cielo y la tierra de tu santa gloria por la manifestación del Señor Dios y Salvador nuestro Jesucristo. Llena también, oh Dios, este sacrificio con la bendición que de ti procede por la venida de tu santísimo Espíritu. Porque el Señor Jesucristo en la noche en que se entregaba, tomó pan…”. La la epíclesis viene testificada por el eucologio de Serapión”, pero con la diferencia de que se habla tan sólo de la potencia divina, mientras que en el texto de la anáfora de S. Marcos se concretiza la potencia divina como el Espíritu Santo.
La existencia de la 2a epíclesis – texto recibido- viene atestiguada por el papiro de Manchester” así como por el eucologio de Serapión. En este eucologio se trata de una e. al Logos: “Descienda, oh Dios de la Verdad, tu santo Verbo sobre este pan, para que se convierta en el cuerpo del Verbo, y sobre este caliz, para que se convierta en la sangre de la verdad. Y haz que todos los que participen reciban el remedio de la vida…”. Contra la opinión, de que aquí se muestra el prototipo de una e. al Logos (Lietzmann, Betz)'” arguyenotros que el autor del eucologio muestra una clara tendencia arrianizante. En el texto recibido se encuentra una amplia teología sobre el Espíritu Santo, que es signo de una polémica contra los negadores de la divinidad del Espíritu.
4. TRADICIí“N OCCIDENTAL. a. El canon romano. Su estructura literaria: La oración eucarística comienza con una acción de gracias (vere dignum et justum est). A continuación el “sanctus” y tras él tres oraciones intercesoras: te igitur; hanc igitur oblationem; quam oblationem. En esta última se pide a Dios que bendiga la ofrenda de la Iglesia para que venga a ser para los participantes el cuerpo y la sangre de Cristo. Las palabras de la institución vienen conexionadas con esta oración intercesoria por medio de una oración de relativo. Después viene la anámnesis. Se concluye el canon con dos oraciones de carácter intercesorio: supra quae propitio y supplices te rogamus. En ellas se pide que la oblación de la Iglesia sea recibida en el altar divino y que los participantes de los dones sean llenos de la gracia celestial.
¿Tuvo el canon romano una e. explícita? ¿Tiene el texto al menos una e. implícita? Las opiniones son divergentes. Según J.A. Jungmann una invocación explícita al Espíritu “no tiene ningún apoyo en los documentos de dicha liturgia”. “La única oración que expresaba parecida idea fue el sencillo ruego pidiendo la bendición de los dones de forma ingenua y arcaica, que siempre tenía su puesto antes de la consagración’. M. Righetti cita textos patrísticos latinos de fines del s. IV y comienzos del V, textos que subrayan la acción del Espíritu en la consagración. Esto es, el texto del canon fue interpretado posteriormente en sentido pneumatológico. Righetti concede que una invocación explícita “no se deduce necesariamente. Podía ser una epíclesis tácita y sobreentendida, evocada por un simple benedicas como sucede todavía hoy’. C. Giraudo considera la oración quam oblationem como e. consecratoria, aunque no pneumatológica, en razón de la petición para que venga a ser para nosotros el cuerpo y la sangre de Cristo.
b. Otras liturgias occidentales. Isidoro de Sevilla (t 636) indica en su descripción del ordo missae de la Iglesia mozarábica que en la sexta oración se pide que la ofrenda ofrecida a Dios sea santificada por el Espíritu Santo. Varias e. de la liturgia mozarábica (y de la liturgia gálica) tienen esta tesitura, pero no todas. En otros casos se trata de una e. al Logos (mitte Verbum tuum de coelis…) o simplemente de una petición sin mención expresa del Espíritu.
III. Textos patrísticos
Testimonios de una e. pneumatológica se encuentran en las homilías mistagógicas de Cirilo de Jerusalén (o de su sucesor)21 y de Teodoro de Mopsuestia22, que comentan y transmiten el texto litúrgico de sus iglesias a finales del s. IV o comienzos del V. Lo mismo en las homilías de Narsai de Nisibe (+ 502) . Cirilo escribe: “Una vez santificados nosotros mismos por estos himnos espirituales, suplicamos a Dios amante de los hombres que envíe el Espíritu Santo sobre los dones ahí colocados para que haga del pan el cuerpo dé Cristo y del vino la sangre de Cristo, pues todo lo que toca el Espíritu viene a ser santificado y transformado”. Ambos autores indican la existencia de la e. también fuera de la celebración eucarística: con relación al agua bautismal (Teodoro), con relación al perfume o crisma (Cirilo).
Otros testimonios (según las diversas tradiciones). Antioquía – Constantinopla: J. Crisóstomo: “El sacerdote hace descender el Espíritu. El desciende sobre la víctima e inflama por su medio todas las almas”. Cesarea: Gregorio Niseno indica que el Espíritu actúa en el bautismo y en la eucaristía: “[El óleo y el vino] tienen poco valor antes de la bendición (eulogía). Después de la santificación actúan ambos de forma distinta”. Basilio de Cesarea habla de “las palabras de la epíclesis en vista a la consagración (lit. mostración) del pan de la eucaristía y del cáliz de la eulogía (bendición)”. Alejandría.†¢ el patriarca Teófilo (año 402) argumenta contra Orígenes del hecho de que el Espíritu actúa en las aguas bautismales y en los dones eucarísticos. Roma: Papa Gelasio indica que el Espíritu es invocado y viene para la consagración del misterio divino. Africa: en su discusión con los donatistas indica Optato de Milevi que Dios es invocado en el altar y que el Espíritu desciende.
El testimonio patrístico es claro. Se constata una conexión entre el desarrollo de la e. y la afirmación de la divinidad del E.S. Ambrosio de Milán (t 396) ofrece en síntesis la reflexión de toda la patrística, cuando justifica la divinidad del Espíritu, en razón de que el Espíritu es nombrado en el bautismo juntamente con el Padre y el Hijo y porque el Espíritu es invocado en la oblación eucaristica.
Textos anteriores. Pocos y no muy precisos son los textos de fecha anterior, que poseemos. Ireneo dice que tras “la invocación de Dios” el pan ya no es más pan ordinario, sino el cuerpo de Cristo’. Tertuliano indica que Dios es invocado sobre las aguas, con las que se bautiza: “Hecha la invocación, les sobreviene el Espíritu desde el cielo”. Orígenes habla de la invocación de las tres personas divinas sobre el pan: “los panes sobre los que se invoca el nombre de Dios [Padre] y de Cristo y del Espíritu”. De esta época es el texto de la tradición apostólica.
Un texto de los Excerpta ex Theodoto, transmitido por Clemente alejandrino, debe ser subrayado: “El pan y el óleo son santificados por la invocación del nombre de Dios: en cuanto a su aspecto exterior parecen de la misma naturaleza, pero en cuanto a su dinamis han sido transformados en dínamis pneumática”. Clemente parece aceptar esa opinión.
IV. E. al Logos
No se puede dudar de la existencia de una e. al Logos. Testimonios de una tal e. se encuentran en la liturgia mozárabe y en el eucologio de Serapión. F.J. Dólger, H. Lietzmann y J. Betz consideran, que la e. al Logos es la forma más antiqua. En la argumentación de estos autores juega un papel central la formulación de Serapión en la oración eucarística así como en la consagración del agua bautismal. En mi opinión varios de los otros textos patrísticos, que estos autores citan, pueden ser interpretados de otra forma. De todas formas no se debe olvidar que la teología de esa época no diferenciaba claramente la acción del Logos de la del Espíritu: Pneuma hagion era usado por los apologetas como expresión para el Logos; la encarnación así como la inspiración de los profetas era considerada como acción del Logos. En Justino se encuentra un texto sobre el que se ha discutido mucho: “No tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino que a la manera como Jesucristo nuestro Salvador, hecho carne por virtud del Verbo de Dios, tomó carne y sangre por nuestra salvación, así se nos ha enseñado que el alimento eucaristizado (di’euchés lógou toú par’autoú) es la carne y la sangre del mismo Jesús encarnado”. La expresión griega viene entendida por J. Betz de la forma siguiente: “por medio de una oración al Logos, esto es para su venida y acción”, el cual viene de Dios. Betz argumenta del paralelismo en el texto con el hecho encarnatorio. Otros interpretan: por medio de una palabra de oración, que viene del Logos, o sea de Jesucristo. Ambas interpretaciones son posibles; la de Betz no se impone apodícticamente.
De todas formas la e. al Logos fue relegada por la e. al E.S. a raíz de la controversia con los pneumatómacos. En la tradición occidental (canon romano) hay una epíclesis genérica -tan solo esto se puede probar textualmente- que fue interpretada posteriormente de forma pneumatológica a la luz del convencimiento general patrístico de que es el Espíritu el agente santificador. No se debe olvidar que toda la oración eucarística tiene carácter epiclético (J. Betz). Sería falso interpretar los textos que hablan genericamente de e. a la luz de textos posteriores explicitos sobre una concreta e. pneumatológica.
V. La e. en otras acciones simbólicas eclesiales
La e. no se reduce a la eucaristía sino que impregna toda la vida eclesial. Tertuliano testifica que la santificación del agua bautismal acaece por medio de la acción del E.S. También se encuentran testimonios semejantes en Origenes, Ambrosio, Gregorio Niseno, Cirilo de Jerusalén y en el eucologio de Serapión (cfr., supra III). La acción santificadora del crisma es presentada como acción del E.S. por Cirilo de Jerusalén. La tradición apostólica indica que el Espíritu es dado en la ordenación y ofrece una oración con carácter epiclético: “Dios Padre…, derrama ahora la virtud que viene de ti, la del Espíritu soberano, que diste a tu Hijo bien amado Jesucristo, que lo dio a los Apóstoles…”.
VI. Sobre el origen de la e.: sus fuentes bíblicas
El origen de la e. es oscuro; sin embargo el rito tomado genéricamente como invocación del nombre de Dios es de origen apostólico. En los LXX es epikaléo el vocablo más importante para el concepto invocar. La invocación en la oracion se dirige a Dios o al Dios de Israel o al Señor, pero sobre todo al nombre del Señor (epikalein to ónoma tois Kyríou). “Desde aquí [esto es desde el AT] es comprensible que la relación de epikaleisthai a Cristo en el NT aparezca como el momento característico de la fe en el Mesías… El que la oración se dirija a Jesus es el momento diferenciador de la fe en el Mesías’. En el NT el objeto de la invocación es Dios Padre en He 2.2.1; 1 Pe 1,17. En los otros casos el objeto es Jesucristo: He 9,14,21; 22,26; Rom 10,12-14; 1 Cor 1,2; 2. Tim 2.22.
Lo esencial de la e. está en la invocación del nombre de Dios “En los LXX “invocar el nombre de Dios sobre una persona o cosa significa que esta persona o cosa deviene propiedad de Dios. Si se atiende al hecho de que la anáfora es una bendición y por tanto una invocación del nombre de Dios, se ve que la e. permanece en este género.
Por qué pasos o bajo qué influjo litúrgico (sinagogal) se concretizó la e. es una pregunta que no ha sido aclarada en la investigación. Se hace referencia al Maranatha (1 Cor 15,22; Ap 22,20; Didaché 10,6) como primera forma epiclética. Ligier ha tratado de esclarecer la e. de forma complementaria por el maranatha y por la liturgia del templo y de la sinagoga.
VII. Perspectivas ecuménicas
El que las nueva anáforas de la Iglesia católica introdujeran una e. antes de las palabras de la institución fue alabado unanimemente a nivel ecuménico. Su lugar está de acuerdo con la tradición del canon romano (oración quam oblationem) y con la de la tradición alejandrina (la epicleses).
La e. pertenece a los principales elementos de la oración eucarística. No se debe olvidar que el carácter epiclético y concretas e. se hallan en casi todos los formularios nuevos de los sacramentos.
La e. pone de relieve que la Iglesia no es dueña de los sacramentos, sino que ella depende de Dios, sabiendo que su petición será escuchada en razón de la promesa de Jesucristo: “Aunque la eficacia de la epíclesis de la Iglesia depende de la libertad de Dios, ordena la Iglesia [miembros para el ministerio] en la confianza de que Dios, que es fiel a su promesa en Cristo, irrumpe sacramentalmente en las formas contingentes e históricas de relación entre los hombres”. Entre ortodoxos y latinos se ha discutido mucho sobre si el carácter consecratorio hay que atribuir a las palabras de la institución o a la e. El primer testimonio de la tesis ortodoxa es N. Cabasilas. (primera mitad del s. XIV). La razón de la polémica radica en la crítica latina, de que los griegos añadan oraciones que imploran el cambio tras las palabras de la institución. En Florencia defendió y repitió la tesis ortodoxa el metropolita M. Eugénico quien se opuso con todos los medios a la unión.
De hecho la escolástica subrayó el in persona Cristi del ministro en un ambiente en el que el sentimiento de la unidad de la oración eucarística había sido perdido. Se ha indicado con razón que en el tema de la e. late un problema eclesiológico, dado que las e. usan siempre el nosotros (“te pedimos”), que muestra la conexión orgánica entre el ministro y la comunidad”. Sin entrar en este punto en un análisis de textos concretos patrísticos baste indicar dos aspectos: 1) J. Crisóstomo testimonia claramente el valor de las palabras de la institución; 2) las palabras de la institución son enfatizadas en todas las liturgias orientales. De todas formas se subraya hoy comunmente que es al conjunto de la anáfora al que hay que darle valor consecratorio. Aquí no hay que perder de vista el esquema literario de la anáfora, al que hemos aludido supra II.
Las respuestas por parte de las Iglesias luteranas al documento de Lima sobre la Eucaristía ponen de relieve el problema ecuménico, que late aquí, dado que el subrayar el valor de la e. oscurece en opinión de esas iglesias la dependencia de la Iglesia para con Cristo. Las palabras de la institución ponen de relieve que Cristo es el que se nos da. Resumiendo su tesis: la e. no puede ser un momento tan constitutivo como indica el texto de Lima.
[ -> Bautismo; Comunidad; Comunión; Encarnación; Escolástica; Espíritu Santo; Eucaristía; Fe; Gracia; Hijo; Iglesia; Jesucristo; Liturgia; Logos; Oración; Padre; Salvación; Teología y economía.]
Miguel M.a Garijo Guembe
PIKAZA, Xabier – SILANES, Nereo, Diccionario Teológico. El Dios Cristiano, Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca 1992
Fuente: Diccionario Teológico El Dios Cristiano
Del griego epíklesis (verbo epikaléin = invocar sobre). Como no es posible ninguna liturgia sin la presencia de] Espíritu Santo, la epíclesis es una dimensión fundamental de toda celebración litúrgica. Y puesto que e] Espíritu Santo está presente y actúa en la vida de la Iglesia, su presencia y su acción se requiere para la vida de los miembros del Cuerpo de Cristo, especialmente donde esta vida se constituve, crece y se desarrolla, es decir, en la acción litúrgico-sacramental. En todo sacramento o acción litúrgica, en cuanto acontecimientos de culto de la nueva economía de salvación “en espíritu y en verdad”, siempre está presente el Espíritu Santo actuando en plenitud: siempre tiene lugar la introducción del Espíritu Santo por medio de su presencia invocada (epíclesis).
En la eucaristía se invoca al Espíritu para que queden consagrados los dones ofrecidos, el pan y el vino, es decir, para que se conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo. Y para que la víctima inmolada, que se recibe en la comunión, ayude a la salvación de los que participan de ella y actúe sobre la comunidad eclesial celebrante, se invoca por segunda vez al Espíritu. En la participación en los santos misterios la asamblea puede entonces afianzar cada vez más su propia unidad con Cristo y en la relación mutua, alcanzando el fruto más grande de gracia y santificación. De esta manera los dos efectos (objetivo sobre los dones y subjetivo en los participantes) se sitúan en estrecha dependencia con el Espíritu invocado.
Aunque en el canon romano no hay una mención explícita del Espíritu Santo, hay sin embargo plegarias análogas que insisten especialmente en la idea de ofrenda del sacrificio. Los orientales atribuyen a la epíclesis eucarística un valor propiamente consecratorio, mientras que los occidentales atribuyen sobre todo a las palabras de la institución de la eucaristía la virtud de transformar los elementos del pan y del vino en el cuerpo y la sangre del Señor. Hay que subrayar además la acción del Espíritu en- las otras epíclesis sacramentales y plegarias litúrgicas.
En todo sacramento o acción litúrgica está siempre presente el Espíritu actuando en su plenitud. La celebración es el lugar por excelencia en el que se invoca y se da al Espíritu Santo. En la bendición del agua bautismal se pide al Padre que infunda “por obra del Espíritu Santo la gracia de su único Hijo”. Y se le pide también que “descienda a esta agua la virtud del Espíritu Santo” En la confirmación se invoca al Padre para que infunda el “Espíritu Santo Paráclito: espíritu de sabiduría, de entendimiento, espíritu de consejo, de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad”. Y lo que se da entonces como don es “el sello del Espíritu Santo”. En el sacramento de la penitencia el ministro pide a Dios, “Padre de misericordia que… derramó el Espíritu Santo para remisión de los pecados”, que conceda al penitente el perdón y la paz, En la unción de los enfermos, cuando hay que bendecir el óleo, se pide a Dios, Padre de todo consuelo, que envíe desde el cielo al ” Espíritu Santo Paráclito”. Y durante la unción se dice:
“Por esta santa unción y su piadosísima misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo” Pero es sobre todo en los ritos de ordenación donde se pone de relieve la acción del Espíritu en las epíclesis consecratorias, Sobre el obispo: “Derrama ahora sobre este elegido la fuerza que viene de ti, Padre, tu Espíritu que lo gobierna y lo guía todo: tú lo diste a tu querido dijo Jesucristo y lo transmitiste a los santos apóstoles…”. Sobre el presbítero: ” Renueva en él la efusión de tu Espíritu de santidad”. Sobre el diácono: “Derrama en él al Espíritu Santo, que lo fortifique con los siete dones de tu gracia, para que cumpla fielmente la obra del ministerio”.
Por lo demás, no puede haber acción consecratoria sin la invocación del Espíritu Santo, asociada al gesto apostólico de la imposición de manos.
Se puede concluir entonces que toda auténtica acción litúrgica es epíclesis del Espíritu, epifanía del Espíritu, sacramento del Espíritu.
R. Gerardi
Bibl.: A. M. Triacca, Espíritu Santo, en NDL, 702-720; A. Chupungco, Epíclesis, en DPAC, 1, 716-718; M. M. Garijo Guembe, Epíclesis, en DTDC.407-414; íd., Epíclesis y Trinidad, en Eucaristía y Trinidad, Secretariado Trinitario, Salamanca 1990, 115-147.
L. Maldonado, La plegaria eucaristica, BAC:
Madrid 1968, 520-536.
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico