ESCRIBA

v. Doctor, Fariseo, Maestro
Ezr 7:6 era e diligente en la ley de Moisés, que
Mat 5:20 fuere mayor que la de los e y fariseos
Mat 7:29; Mar 1:22 les enseñaba .. no como los e
Mat 8:19 vino un e y le dijo: Maestro, te seguiré
Mat 13:52 todo e docto en el reino de los cielos
Mat 23:2 la cátedra de Moisés se sientan los e
Mat 23:13; Luk 11:44 ¡ay de vosotros, e y fariseos
Mar 2:16 e .. viéndole comer con los publicanos
Mar 9:14 vio una .. y e que disputaban con ellos
Mar 12:38; Luk 20:46 guardaos de los e, que gustan
Luk 6:7 le acechaban los e .. para ver si en el día
Luk 22:2 y los e buscaban cómo matarle; porque
1Co 1:20 ¿dónde está el sabio? ¿Dónde está el e


Escriba (heb. sôÆ’êr, “escriba”, “oficial superior”; aram. sâÆ’ar; gr. grammatéus, “escriba [escribano]”, “secretario”, “empleado de oficina”). 1. Oficial del gobierno que tení­a deberes de oficina o era un ministro de estado registrador (Jdg 5:14, BJ). Se mencionan por nombre varios oficiales de este oficio en el AT, y por el contexto es seguro que la mayorí­a de ellos, como Seraí­as (2Sa 8:17) y Sebna (secretario de Ezequí­as que dirigió las negociaciones con el enviado del rey Senaquerib; 2Ki 18:18, 19), ocuparon cargos de mucha influencia. 2. Hombre que copiaba la ley y otros libros de las Escrituras (Jer 8:8). Más especí­ficamente, un hombre que era hábil para enseñar e interpretar la Biblia. En el sentido moderno, tal persona se podrí­a llamar teólogo o erudito en religión. En el NT a veces se la llama nomikós (“intérprete de la ley”; Mat 22:35; Luk_387 10:25; etc.) o nomodidáskalos (“doctor de la ley”; Act 5:34; 1 Tit 1:7). La 1ª persona en Llevar el tí­tulo de “escriba” en este sentido fue Esdras, “escriba diligente en la ley de Moisés” (Ezr 7:6), que se habí­a consagrado al estudio y la enseñanza de la ley de Jehová (v 10). Después del tiempo de Esdras, los escribas asumieron posiciones de influencia entre los judí­os como maestros de la Palabra de Dios. Por el tiempo de los macabeos (s II a.C.) eran reconocidos como una profesión honrosa (1 Mac. 7:12). Algunos de los escribas más famosos de los judí­os -Hillel, Shammai y Gamaliel I- vivieron en tiempos del nacimiento de Cristo y poco después. Eran fariseos e intentaban adaptar la ley de Moisés a los tiempos en los que viví­an, pero no podí­an estar siempre de acuerdo, de modo que se desarrollaron diferentes escuelas. Las sutiles interpretaciones de los fariseos eran consideradas por muchos como de igual valor que la ley de Moisés, y Jesús denunció enérgicamente la hipocresí­a y las falsas interpretaciones que desviaban a la gente (Mat 15:1, 3; 23:15, 23, 25, 27, 29, 33). Algunos de los escribas de los dí­as de Cristo eran miembros influyentes del Sanedrí­n y compartieron la responsabilidad por la muerte de Jesús (Mat 26:57-59; cf 16:21; 27:41). Más tarde, algunos de esos hombres se volvieron contra los apóstoles y tuvieron que ver con la persecución (Act 4:5; 6:12). En una ocasión cierto escriba expresó su disposición de seguir a Jesús (Mat 8:19). 3. Secretario profesional que se sentaba en las calles y, al dictado, escribí­a cartas, documentos legales, etc., cobrando por su trabajo. Estos escribas todaví­a se encuentran en las calles en el Oriente. Jeremí­as empleó a Baruc, un escriba profesional (Jer 36:32) para escribir en un rollo sus profecí­as al dictado (vs 4, 27, 32), y probablemente para los documentos de la compra del campo en Anatot (32:12; fig 196). Véanse Escribir, Materiales para; Pluma; Tinta. 4. Prominente funcionario de la ciudad de Efeso (Act 19:35). El tí­tulo implica que supervisaba los archivos de la ciudad, y era responsable por la redacción y la promulgación de los decretos oficiales. La pericia y la sagacidad de que hizo gala este funcionario al ponerle corto a la contienda encendida contra Pablo, demuestran que era un hombre de considerable autoridad administrativa (vs 35-41). Se han encontrado monedas e inscripciones en diversos lugares de Asia Menor que mencionan a los grammatéus, con lo que se comprueba la importancia del cargo. Escribano. Véase Escriba. Escribir, Materiales para. En el mundo antiguo se usaron una gran cantidad de materiales para escribir. La gente de Mesopotamia inventó bien al principio de su historia las tablillas de arcilla. Los caracteres cuneiformes se imprimí­an en el material blando por medio de unas pequeñas barras de metal o de madera que se llamaban estilos, después de lo cual se dejaba que se secara naturalmente, o rápidamente por el calor de un horno (fig 199). Este tipo de escritura se difundió ampliamente por el mundo antiguo, y también lo usaron los prí­ncipes de Palestina en el s XIV a.C. en su correspondencia mutua y con sus señores egipcios. Pero no existe una evidencia clara de que los escritores de la Biblia usaran alguna vez tablillas de arcilla. También existí­an inscripciones grabadas en piedra con propósitos de preservación (Job 19:24); se han encontrado algunas hebreas de esta clase (fig 467). Véase Escritura I, 1 En Egipto se inventó el papiro como material para escribir. Las hojas se hací­an mediante angostas tiras de los tallos de un vegetal que precisamente se llama papiro.* Las tiras se colocaban en 2 capas: una en sentido longitudinal y otra transversalmente. Después se les aplicaba cola, se las prensaba y se las suavizaba a golpes de martillo. Las hojas se pegaban por los extremos para que constituyeran un largo rollo. Se escribí­a en ellas en columnas mediante plumas y tinta hecha con carbón vegetal. Los rollos de papiro comenzaron a usarse en Egipto a partir del 3er milenio a.C., y con el correr del tiempo se convirtieron en el material para escribir más común del mundo antiguo, no sólo en Egipto sino en toda la región del Mediterráneo (figs 34, 65,448). Otro material para escribir que alcanzó amplia difusión fue el cuero, muestras del cual se remontan al s XV a.C. En Pérgamo, Asia Menor, se desarrolló un tratamiento del mismo que dio como resultado la producción de un material para escribir conocido como pergamino, el mejor que se haya inventado. Puesto que el cuero y el pergamino eran más caros que el papiro, se los usaba sólo para documentos importantes y para libros. No sabemos si los autores del AT y del NT usaron papiro o rollos de cuero para escribir sus manuscritos originales. Los más antiguos del AT que existen, los Rollos del Mar Muerto,* están escritos en cuero, con muy pocas excepciones, probablemente por causa de su durabilidad (fig 267). Pero los más antiguos del NT son papiros: Ryland 457 (fig 293), Bodmer II, Chester Beatty, etc. Posiblemente la causa de esto haya sido la pobreza de la iglesia cristiana primitiva. Solo en el s IV d.C. aparesieron los 388 manuscritos en pergamino, cuando el Estado reconoció a la Iglesia, y ésta incremento sus posesiones materiales: el Codex Vaticanus, el Codex Sinaiticus, etc., son ejemplos de ello (figs 84-86). 195. Largos bancos y largas mesas de escribir encontradas en Khirbet Qumrân, sobre los cuales probablemente se escribieron los Rollos del Mar Muerto. Algunas notas y cortos mensajes se escribí­an por medio de un estilo sobre tablillas de madera recubiertas de cera; se las ha encontrado en Calah, Asiria, como asimismo en Pompeya, Italia (ls. 30:8; Luk 1:63). No eran adecuadas para escribir obras de gran volumen, como los libros de la Biblia. Lo mismo se puede decir de otros materiales para escribir que alcanzaron mucha popularidad: los óstracas o trozos de alfarerí­a. Puesto que eran muy fáciles de obtener y no costaban nada, se las usaba mucho para escribir cortos mensajes, notas, cartas, recibos y otros documentos que se usaban a diario. Esos trozos de alfarerí­a con mensajes escritos se conocen con el nombre griego de ostrakás (singular óstrakon). Puesto que son casi indestructibles, han perdurado hasta el dí­a de hoy en el suelo húmedo de Palestina, donde otros materiales han desaparecido hace ya mucho tiempo. Se encontraron más de 60 óstracas en las ruinas de los almacenes de los reyes de Israel, en Samaria. Son los registros de un recolectar de impuestos; mediante ellos anotaba las cantidades de vino y aceite que ingresaban en la casa real. En Laquis se encontraron 21 de esos óstracas, la mayor parte de los cuales eran cartas que escribió un oficial de la guarnición del ejército hebreo durante los últimos dí­as de la existencia de Judá como reino independiente (fig 309). Otros valiosos óstracas provenientes de los tiempos del AT se descubrieron en Jerusalén, Tell Qasîleh, Bet-semes, Qumr>n y en la isla egipcia de Elefantina. En varias de las halladas en Elefantina se encuentran las primeras menciones al sábado de una fuente ajena a la Biblia (fig 440). Los numerosos óstracas en griego, como asimismo los papiros escritos en ese mismo idioma descubiertos en Egipto, son elementos especialmente valiosos para comprender mejor el koiné (el griego vulgar) en que se escribió el NT. 196. Paletas de madera y plumas de caña para escribir pertenecientes a los antiguos escribas egipcios. Escritura. Las culturas pueden existir y florecer sin escritura, pero no hay civilización sin el arte de escribir. Todas las civilizaciones antiguas tení­an sistemas de escritura: Sumer, Babilonia, Asiria, Egipto, Fenicia, Canaán, Creta, 389 los hititas y otros. Este artí­culo analiza brevemente sólo las escrituras de la Mesopotamia y de Egipto, para proporcionar un marco de referencia para el desarrollo de las escrituras alfabéticas de los hebreos y griegos en las cuales se escribió la Biblia. I. La escritura y su desarrollo. 1. Escritura cuneiforme. Por cuanto los documentos escritos más antiguos que se han descubierto proceden de Sumer, se considera que los súmeros inventaron la primera escritura: la cuneiforme (del lat. cuneus, “cuña”; por causa de la impresión que dejaba el estilete). Sus caracteres, compuestos por grupos de lí­neas cortas y rectas, están impresas con un estilete en forma de cuña sobre tabletas de arcilla blanda. Las primeras tabletas, de Uruk, muestran que los primeros intentos de escritura fueron sencillos dibujos hechos/impresos en arcilla; en ellas se cuentan 891 dibujos o caracteres diferentes. Las tabletas de Fara, de un perí­odo algo posterior, muestran los signos con una forma un poco más estereotipado y reducidos a 800. Por el tiempo de Sargón de Acad eran 600, y en el 2º milenio a.C., cuando este sistema se desarrolló por completo, eran unos 350. Originalmente, cada carácter era un signo-palabra que representaba una idea (ovejas, grano, casa, etc.), pero gradualmente se usaron sí­mbolos para representar sí­labas (ma, am, tu, ut, etc.). Con el transcurso del tiempo, la mayorí­a de los caracteres recibió valores silábicos, aunque algunos signos-palabras siguieron en uso, especialmente para palabras más comunes como “hombre”, “rey”, “hijo”, “ciudad”, etc. Las lí­neas se escribí­an de arriba hacia abajo en las primeras inscripciones (fig 315); pero, más tarde, de izquierda a derecha (fig 199). 197. La Piedra Roseta, la inscripción que proporcionó la clave para descifrar las escrituras y la lengua de Egipto. Cuando los semitas conquistaron Mesopotamia, también adoptaron la escritura cuneiforme súmera. La forma de los caracteres individuales cambió ligeramente con el tiempo, y los que usaron los babilonios también diferí­a un poco de los que empleaban los asirios; pero todas las escrituras cuneiformes silábicas son básicamente iguales (figs 167, 199, 216, 372). La escritura cuneiforme súmera fue adoptada también por los vecinos elamitas en el este, luego por los heteos (hititas; fig 455) en Anatolia, y por los urartus en las montañas de Armenia. Durante el 2º milenio a.C. la escritura cuneiforme y el lenguaje babilónicos se usaban prácticamente en toda la correspondencia internacional del antiguo Cercano Oriente, aun por la corte egipcia, cuando tení­an que tratar con sus estados vasallos en Palestina y Siria (fig 18). En la escritura cuneiforme silábica, que expresa los sonidos vocales al mismo tiempo que los consonánticos, la pronunciación queda claramente indicada; pero ese no es el caso con las escrituras consonánticas (por ejemplo, la egipcia, la cananea y la hebrea premasorética) que se escribí­an sin las vocales. Por lo tanto, cualquier palabra o nombre egipcio o cananeo que se encuentre escrito en cuneiforme tiene las vocales expresadas y por ello sabemos cómo pronunciarlos. Por este motivo los registros cuneiformes son a menudo valiosos para el estudio de estas otras lenguas. La escritura cuneiforme alfabética se desarrolló en 2 paí­ses, muy separados. Estos no emplearon los caracteres súmeros o babilónicos, sino sí­mbolos independiente, aunque la idea de escribir sobre arcilla mediante un estilete fue tomada de los pueblos de la Mesopotamia. Una fue la escritura alfabética de Ugarit (Ras Shanira*) que consiste de 30 caracteres consonánticos. Esta escritura fue usada aparentemente durante un perí­odo breve (s XV y XIV a.C.) y se difundió muy poco más allá de Ugarit, aunque en Palestina se encontraron 2 textos breves en escritura ugarí­tica (fig 200). La 2ª escritura alfabética cuneiforme la desarrollaron los persas aqueménidas (s VI a.C.). Tení­a 36 caracteres (semi)alfabéticos y unos pocos signos-palabras y otros sí­mbolos. La escritura persa, la forma más sencilla de todas 390 las escrituras cuneiforme que se conocí­an a principios del s XIX, fue la 1a de éstas en ser descifrada. G. F. Grotefend hizo los primeros intentos con éxito en este sentido (1802). Henry C. Rawlinson tuvo éxito más tarde en descifrar las escrituras persa, babilónico y elamita gracias a las inscripciones trilingües de Persépolis y la Roca de Behistún (fig 415). 198. Inscripciones jeroglí­ficas provenientes de Abydos, que contienen una lista de reyes egipcios. Para otras inscripciones jeroglí­ficas véanse las figs 57, 268, 476. 2. Jeroglí­ficos egipcios. El término “jeroglí­fico” significa literalmente “caracteres sagrados grabados”, y es el nombre griego que se dio a la escritura pictórica que usaron los egipcios en sus monumentos (fig 198). Estos probablemente recibieron de los súmeros la idea de escribir mediante dibujos, aunque desarrollaron una escritura totalmente independiente. Las inscripciones jeroglí­ficos más antiguas proceden del comienzo de la historia egipcia, la 1a dinastí­a. En pocos siglos, cuando estuvo totalmente desarrollada, consistí­a de unos 750 caracteres que representaban palabras enteras (rey, casa, mujer, etc.), consonantes especí­ficas (b, p, m, etc.) o combinaciones de consonantes (mn, nt, pr, etc.), pero ninguna vocal. Casi cada palabra recibí­a uno o más “determinativos” para indicar al lector si la palabra era un sustantivo abstracto, una persona, un animal, un edificio, un nombre, etc. No habí­a una dirección fija en la escritura; los textos podí­an ir de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, o de arriba abajo. La dirección se la puede reconocer fácilmente, ya que las cabezas de los hombres o de los animales dibujados en los jeroglí­ficos siempre miran hacia el comienzo de la lí­nea. 199. Tableta cuneiforme que contiene una lista de los reyes asirios (SDAS lista de los reyes asirios). Además de los jeroglí­ficos, se desarrolló desde temprano una escritura cursiva, escrita sobre papiro con un tallito de junco, a manera de pincel, que los griegos llamaron “hierática”. Desde el s VII a.C. existe una escritura simplificada, la “demótica”, que se usó especialmente para documentos comunes (cartas, recibos y notas). Los textos egipcios más tardí­os escritos en escritura nativa datan del s III d.C. Después de ese tiempo el conocimiento de cómo se escribí­a se perdió completamente, 391 hasta que fue resucitado cuando Jean-Francois Champollion descifró (en 1822) la trilingüe Piedra Roseta (encontrada en 1799; fig 197). 200. Tableta de arcilla, inscripta con el alfabeto ugarí­tico completo, encontrado en Ras Shamra. 3. Escritura alfabética. Es bastante seguro que la escritura jeroglí­fico egipcia sea la base de la proto-semí­tica alfabética (también llamada proto-sinaí­tica), y que el desarrollo desde una escritura puramente ideográfico y silábica hasta la alfabética ocurrió durante la 1a mitad del 2º milenio a.C. Sin embargo, todaví­a se discuten la fecha exacta y la región donde se la inventó. El escenario de esta invención, que mareó una época, pudo haber sido Fenicia, el sur de Palestina o la Pení­nsula de Sinaí­. Hay evidencias de que se realizaron experimento con varias formas de escribir en diferentes lugares, y es posible que hubiera un esfuerzo coordinado una vez que se desarrollara una escritura útil en alguno de esos lugares. Sin prejuicio acerca de las otras áreas en lo que se refiere a prioridad, el desarrollo de la escritura alfabética se analiza aquí­ como aceptando que ocurrió en la Pení­nsula de Sinaí­ (fig 201). En 1905 Flinders Petrie exploró las minas de turquesa en Ser~bTt el-Kh>dim, donde los antiguos egipcios habí­an dejado un templo dedicado a Hator, como también numerosas inscripciones jeroglí­ficos desde la 3ª hasta la 20ª dinastí­a. Descubrió varias inscripciones en piedra escritas en jeroglí­ficos cuyos caracteres eran similares a los egipcios, aunque pobremente realizados, pero que no eran en lengua egipcia (fig 201). Como se usaron sólo 22 caracteres, Petrie reconoció la escritura como alfabética y también sugirió que habrí­a sido empleada por los semitas. El egiptólogo Alan Gardiner tuvo éxito en descifrar una palabra en estos textos en 1915 (publicado en 1916), cuando leyó correctamente el nombre Ba’alath e identificó unos 10 de los 22 signos en que estaban escritos los textos. Reconoció la escritura como una forma alfabética de escritura pictográfica en un lenguaje semí­tico. Nuevos descubrimientos aumentaron a 25 el número de inscripciones proto-sinaí­ticas que nos han llegado, a las que se pueden añadir otras 14 ó 15 en la misma escritura, encontradas en varios lugares de Palestina. Los eruditos que siguieron a Gardiner y que contribuyeron a nuestra comprensión de estos textos y su historia son A. Cowley, K. Sethe, H. Grimme, R. Butin y en forma destacada W. F. Albright. Los textos se pueden considerar ahora virtualmente descifrados, aun cuando hay lugar para dudas con respecto a algunas de las lecturas por la brevedad de la mayorí­a de las inscripciones. Esta es la razón por la que algunos eruditos todaví­a tienen dudas acerca de la pretensión de que estas inscripciones hayan sido descifradas con éxito. El gran progreso de esta escritura sobre todas las anteriores existentes fue la invención y aplicación del principio acrofónico, que consiste en tomar la figura de un objeto para representar sólo la consonante inicial del nombre de ese objeto, y no el objeto dibujado. Por ejemplo, en jeroglí­ficos egipcios una lí­nea ondulada representa el agua, y “agua” en los diversos idiomas semí­tico se expresa con palabras cuya consonante inicial es m: mayim (heb.), my y mym (ugar.), mu (ac.), etc. Por ello, la lí­nea ondulada, un carácter jeroglí­fico egipcio que representaba el agua, se usó para representar sólo una consonante aislada, la 1ª de la palabra que significa agua. La tabla de escrituras alfabéticas muestra los diversos sí­mbolos proto-sinaí­ticos en la columna (col) 1, una descripción de los sí­mbolos en la col 2, y su valor consonántico (cuando es reconocible) en la col 10. Esta tabla revela que el dibujo de la cabeza de un buey (heb. ‘>lef) llegó a ser el signo de la consonante semí­tica ‘, que ahora se escribe ! que el bosquejo de una casa sencilla (heb. bayith; en otra forma, bêth) llegó a ser el sí­mbolo b; y que la figura de una serpiente (heb. nâj>sh) proporcionó el sí­mbolo n. etc. Con el transcurso del tiempo estos signos jeroglí­ficos llegaron a ser más estereotipados y cursivos, y por el s IX a.C. tení­an la forma que muestra la col 3 en la tabla de escrituras alfabéticas, como aparecen en la larga inscripción del rey Mesa sobre la Piedra Moabita* (fig. 359). Esta escritura, conocida como fenicia o paleohebrea, se usó durante varios siglos en toda Palestina y Siria, como lo demuestran muchas inscripciones (figs 27, 202, 467) y textos en papiro. Por el tiempo de Jeremí­as habí­an alcanzado las formas indicadas en la col 4, que son los caracteres que aparecen en las Cartas de Laquis* (fig 309), escritas poco antes de la conquista de Judá y Jerusalén por el rey Nabucodonosor. Los samaritanos retuvieron esta escritura con ligeras variantes en todos los manuscritos de sus Biblias (las letras que la conforman se pueden ver en la col 5 de la tabla de escritura). La tradición griega afirma que Cadmus, un legendario prí­ncipe de Tiro, introdujo el alfabeto fenicio en Grecia. Que el alfabeto griego deriva del fenicio es obvio al comparar la col 6 (caracteres griegos copiados de inscripciones del s VIII a.C.) con la col 3 (caracteres fenicios del s IX a.C.). También el orden de las letras es el mismo en ambos sistemas. Los griegos mejoraron inmensamente la utilidad del 392 alfabeto al introducir letras para expresar las vocales (col 7). Dado que en su lengua indoeuropea no tení­an uso para ciertos signos, como la ‘>lef o la ‘ayin, que representan sonidos puramente semí­ticos, usaron estos caracteres para representar las vocales a y o respectivamente. También inventaron 5 signos adicionales que agregaron al final del alfabeto. Desde ese tiempo no se han hecho mejoras importantes en la escritura alfabética en más de 2.500 años (figs 84-86, 234, 249, 285, 293, 317, 470, 500). La escritura latina -usada en todas las lenguas de Europa occidental- es una adaptación de la griega, como lo es también el alfabeto cirí­lico que se usa en la Unión Soviética. Para las inscripciones latinas, véanse las figs 113, 128, 191, 253, 311. 201. Inscripción en piedra, del perí­odo proto-semí­tico, proveniente de la Pení­nsula del Sinaí­. Entre los arameos, que también adoptaron la escritura fenicia, los caracteres individuales experimentaron cambios de forma más drásticos que entre los griegos, y por el 500 a.C. los originales casi no se pueden reconocer. Por cuanto los judí­os fueron sus principales usuarios, y muchos de sus caracteres tienen la apariencia de cuadrados, esta forma de escribir se llama escritura hebrea cuadrada. Los papiros de Elefantina del s V a.C. (fig 448) y otros textos arameos sobre papiro, cuero (fig 245) y piedra (fig 526) de ese perí­odo, presentan ejemplos de esta escritura. La col 8 de la tabla de escritura muestra los caracteres hebreos como se ven en el rollo de Isaí­as del Mar Muerto (c 100 a.C.). La col 9, en hebreo moderno, muestra que la escritura hebrea apenas ha cambiado en los últimos 2.000 años (figs 165, 245, 267, 447). Un descubrimiento muy interesante, hecho en 1949, ilustra la gran antigüedad del alfabeto. En Ugarit se encontró una pequeña tableta que tení­a una lista de los 30 caracteres del alfabeto ugarí­tico en el orden en que los escribas de la ciudad los habí­an memorizado (fig 200). Para asombro de los eruditos interesados, la tableta reveló que el orden de todos los caracteres comunes en ugarí­tico y en hebreo, excepto uno, es el mismo. La excepción es la letra sh, que en la serie ugarí­tica ocupa un lugar diferente que en la lista hebrea. Cuatro de los caracteres ugarí­ticos (h, 5, z, g) se encuentran en diversos lugares de la lista (véanse las cols 11 y 12 de la tabla). También existen en la escritura proto-sinaí­tica, pero se perdieron con el tiempo y, por tanto, no aparecen en las escrituras fenicia y hebrea posteriores, aunque la g permanece en la pronunciación hebrea, como lo muestran algunos nombres antiguos de lugares; por ejemplo, la ciudad de Gaza se escribe con una ‘ayin inicial, pero se pronuncia gayin (así­, Gaza; no ‘Aza). Al final de la lista se añadieron 3 caracteres peculiares al ugarí­tico. Como la tableta en cuestión se originó en el s XIV a.C., revela que ya en fecha tan temprana la escritura alfabética habí­a llegado a ser muy ampliamente usada en toda Palestina, Fenicia y Siria, y que el orden de sus letras tení­a la misma disposición tanto en Ugarit (en el norte de Siria) como en Palestina. Un descubrimiento de naturaleza e importancia semejantes se hizo en 1976, cuando en una excavación en ‘I5bet Tsartâ (la antigua Eben-ezer) se encontró un trozo de tiesto con 5 lí­neas de texto en escritura alfabética de alrededor del 1200 a.C. tal como se usaba en Palestina. La forma de los caracteres individuales mostraba que habí­an alcanzado una etapa a mitad de camino entre los caracteres de las columnas 1 y 3 en la tabla. La 5a lí­nea, la inferior, tiene todo el alfabeto hebreo desde la primera letra, ‘âlef, hasta la última, tâw, pero le falta una, la mêm, quizá por causa de un olvido de parte del escritor. Las 4 lí­neas superiores están escritas por otro copista y no tienen sentido. Evidentemente, son el resultado de alguien que practicaba la escritura de las letras hebreas, por lo que el óstracon (pedazo de tiesto) es en realidad, el cuaderno de un alumno. Si duda, el maestro habí­a escrito el alfabeto en la tableta y luego se la dio al alumno para que practicara su escritura. Como las letras del alfabeto en este trozo de cerámica, escrito en el tiempo de los jueces, está en el mismo orden que las de la tableta de Ugarit (fig 200), este hallazgo confirma lo que ya se dijo acerca de la amplia difusión del conocimiento de la escritura alfabética en Palestina durante el 20 milenio a.C. En relación con esto, se podrí­a mencionar que las primeras 5 letras del alfabeto hebreo fueron grabadas en una escalera que se encontró en la antigua Laquis, 393 Evolución de la Escritura Alfabética 394 en el s IX o el s VIII a.C. de acuerdo con la evidencia paleográfica. 202. Sarcófago de Eshmunazar, rey de Sidón, con largas inscripciones fenicias. Bib.: W. F. Albright, BASOR 110 [1948]:6-22; 118 [1950]:12-14; 119 [1950]:23, 24; E. A. Speiser, BASOR 121 [1951]:17- 21; M. Kochavi y A. Demsky, Tel Aviv 4 (1977):1-27. En las notas de estos artí­culos se pueden encontrar referencias a la mayor parte de las publicaciones pertinentes acerca del desarrollo progresivo de la escritura alfabética. II. La escritura entre los hebreos y los escritores de la Biblia. Es evidente, por el breve panorama ofrecido, que habí­a diversos sistemas de escritura en uso mientras viví­an los patriarcas y cuando los autores bí­blicos escribieron sus libros. Si Abrahán y su familia podí­an leer y escribir -lo cual es posible- debieron haber conocido la escritura cuneiforme, porque ese era el sistema que se usaba en el paí­s del que procedí­an, y la que se usaba para los propósitos oficiales en Canaán, el paí­s al que emigraron. Si los patriarcas poseí­an las listas genealógicas de Gen_5 y 11 como documentos escritos, es muy probable que estuvieran en la forma de tabletas cuneiformes. Sin embargo, Moisés no usó tabletas de arcilla, sino rollos llamados “libros” (Exo 17:14; Num 5:23) que estaban hechos de papiro. Este era el material para escribir más barato de su época en Egipto, y ese paí­s dominaba culturalmente a los paí­ses vecinos, incluso el Sinaí­, donde Moisés pasó tantos años de su vida. Pero, ¿qué escritura usó Moisés? Se empleaban varios sistemas en su tiempo, y pudo haber estado familiarizado con algunos de ellos, puesto que habí­a sido educado en “toda la sabidurí­a de los egipcios” (Act 7:22). Por ello es razonable suponer que sabí­a cómo escribir tanto en jeroglí­ficos como en caracteres cuneiformes, los que usaban también los escribas egipcios para la correspondencia internacional. Además, cuando fue a Sinaí­, si no antes, debió haber conocido la sencilla escritura alfabética de los cananeos empleada en la pení­nsula. Por tanto, parece que la providencia de Dios hizo que se inventara este sistema, el más sencillo de todos, antes que Moisés recibiera la orden divina de escribir la historia y las leyes de su pueblo para la instrucción de las generaciones futuras (Exo 17:14; cf 24:4). Si hubiera usado el pesado sistema jeroglí­fico de los egipcios o el difí­cil cuneiforme de los babilonios, sus escritos, a menos que fueran traducidos, nunca habrí­an sido populares, y no habrí­an sido más que una producción literaria leí­da y comprendida sólo por unos pocos eruditos. Sin embargo, la escritura alfabética existí­a en tiempos de Moisés, en Canaán, y se empleaba en Sinaí­, la región donde éste pasó muchos años como pastor de los rebaños de su suegro madianita. Por consiguiente, es razonable suponer que Moisés usó esta escritura alfabética, la que por causa de su sencillez gradualmente fue la escritura universalmente utilizada en el antiguo mundo del Mediterráneo. Hay evidencias de que en el 2o milenio a.C. el alfabetismo era más común en Siria y Palestina que en Egipto y Babilonia, y que muchas personas dominaban el arte de escribir. Esta afirmación se puede apoyar en muchas evidencias. Por ejemplo, en el tiempo de Gedeón (c 1200 a.C.), un muchacho encontrado por casualidad fuera de una ciudad pudo escribir los nombres de 77 oficiales de su ciudad (Jdg 8:14). También los hallazgos arqueológicos revelan que muchas personas hací­an esfuerzos para practicar la escritura. Ejemplos: 1. El trozo de cerámica encontrado en Eben-ezer, ya mencionado, que contiene una lista de todas las letras del alfabeto en el orden en que todaví­a se usa para memorizar el alfabeto hebreo (escrita c 1200 a.C.). 2. El calendario de Gezer (s X a.C.), un rústico pedazo de piedra sobre el que alguien, probablemente un campesino, garabateó un registro de las actividades agrí­colas de los diversos meses del año (fig 27). 395 Que Moisés no era la única persona alfabetizada entre los hebreos se puede descubrir por la lectura de Num 5:23, que indica que los sacerdotes de su tiempo sabí­an leer y escribir, y Jos 24:26, que confirma que Josué también. Otros hombres y otras mujeres de la Biblia de los que se menciona que escribieron son: Samuel (1Sa 10:25), David (2Sa 11:14), la reina Jezabel (1Ki 21:8, 9), el rey Jehú (2Ki 10:1) y muchos otros, entre los que están algunos de los autores de los libros proféticos del AT. Entre los hebreos, durante su historia temprana, también se practicó el arte de grabar nombres sobre piedras preciosas y placas de metal (Exo 39:14, 30). Muchos otros pasajes del AT y del NT muestran que el arte de escribir era posesión común de muchas personas, y que la mayorí­a de los autores de libros bí­blicos estaban capacitados para escribir. Aun los que usaron escribas para registrar sus mensajes, lo hicieron no necesariamente por analfabetismo, sino por otras razones. Jeremí­as usó un escriba (Jer 36:4), pero pudo firmar un documento y escribir un mensaje (32:10; 51:60). En los tiempos del NT el arte de leer y de escribir estaba muy difundido. Existí­an escuelas elementales para muchachos en muchos lugares, aunque se poní­a mayor énfasis en leer que en escribir. Las excavaciones en Khirbet Qumrân han sacado a luz una larga mesa de mamposterí­a, y un largo banco (fig 195) y 3 tinteros (fig 510). Se cree que pertenecieron a un escritorio en el que se preparaban manuscritos. Los centenares de rollos encontrados cerca del Mar Muerto en las cuevas de Qumrân, la mayorí­a en condiciones fragmentarias, muestra que entre los miembros de la pequeña comunidad de Qumrân habí­a escribas industriosos. El resultado de su productividad y celo fue una biblioteca sorprendentemente grande que contení­a manuscritos bí­blicos y otros trabajos religiosos. La conservación de mucho de este rico material nos da una idea de la riqueza de la literatura judí­a que debió existir en tiempos de Cristo. En Palestina habrí­an existido muchos centros similares, especialmente en Jerusalén y otras ciudades grandes. El NT arroja mucha luz sobre las actividades literarias de algunos de sus autores, especialmente de Pablo. No se sabe si Jesús redactó alguno de sus mensajes, ni tenemos pruebas de que los haya dejado en manos de sus discí­pulos. Pero sí­ que sabí­a escribir, por haberlo hecho en el caso de la mujer adúltera, cuando escribió algo con el dedo en el suelo (Joh 8:6, 8). Pablo fue un prolí­fico escritor de cartas, pero generalmente empleaba escribas para redactarlas (Rom 16:22). Sin embargo, la carta dirigida a Filemón (FLam_19), y por lo menos una parte de la carta a los Gálatas (Gá. 6:11), la escribió él mismo. Es posible que la mala vista le hací­a difí­cil escribir, y que por ello empleaba letras desusadamente grandes (v 11). Las cartas escritas por sus secretarios las firmaba él personalmente (1Co 16:21; Col 4:18; 2Th 3:17), para darles el sello de autenticidad. No se sabe hasta qué punto los autores de los otros libros del NT emplearon amanuenses. Una declaración en 1Pe 5:12 señala que la 1ª Epí­stola de Pedro fue escrita por Silvano, quien actuó como escriba del autor. Las diferencias de estilo y vocabulario entre el Apocalipsis y el Evangelio de Juan han sido explicadas suponiendo que el apóstol usó escribas para su Evangelio, pero que en la colonia penal de Patmos escribió él mismo el Apocalipsis sin la ayuda de un amanuense (Rev 1:19; 2:1, 8; 10:4; etc.); tal vez 3 Jn. también fue escrita personalmente por su autor (v 13). Véase Pablo (1, 3).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

latí­n scribere, escribir. En la época postexí­lica, copistas, redactores e intérpretes de la Escritura y de la Ley, actividad ésta iniciada por Esdras y que prosiguió hasta época de Cristo, Ne 8, 1-4; 12, 26 y 36; Esd 7, 6 y 11. Entre los judí­os, en general, un escriba, en hebreo, sopher, era un secretario oficial o de Estado. Semaí­as era e. en tiempos del rey David, 1 Cro 24, 6; Safán era el secretario y e. de Josí­as, rey de Judá, 2 R 22, 3; Yeiel era el e. de Ozí­as, rey de Judá, 2 Cro 26, 11. Tras la destrucción del Templo, en el siglo I, por los romanos, los escribas preservaron el judaí­smo. Los escribas eran versados en las Escrituras, en la Ley, e intervení­an en cuestiones religiosas y jurí­dicas, por lo que se les llamaba rabbí­, †œdoctores de la ley†, †œlegistas†, y formaban parte del Sanedrí­n, con los sumos sacerdotes y los ancianos; y como pertenecí­an unos a los fariseos y otros a los saduceos, en su mayorí­a a los primeros, Hch 23, 9, se presentaron entre ellos permanentes discusiones en cuanto a la interpretación de la Ley y los textos sagrados, en muchos casos cayendo en legalismos extremos, que fueron denunciados por Jesucristo.

En la mayorí­a de los casos se les menciona en el N. T. como individuos de mala reputación y como enemigos de Jesús, que en algunas ocasiones le hací­an preguntas capciosas buscando hacerle caer en error y tener de que prenderse para condenarle, por lo que los juzgó y les decí­a a quienes los oí­an que se cuidaran de ellos, y los llamó †œÂ¡Generación malvada y adúltera!†, †œhipócritas†; en muchos casos Jesús manifestó que sufrirí­a por causa de ellos, Mt 12, 38-39; 15, 1-7; 16, 21; 20, 18; 21, 15-16; 23, 17; 26, 57; Mc 2, 16; 3, 22; 7, 1-5; 8, 31; 10, 33; 11, 18 y 27-28; 12, 3840; 14, 1/43/53; 15, 1; Lc 5, 30; 6, 7; 9, 22; 11, 53; 15, 2; 19, 47; 20, 1-2 y 19; 20, 45-47; 22, 1 y 66; 23, 10; Jn 8, 3-4; Hch 4, 5-7; 6, 12; y Jesús los maldijo, Mt 23, 13-32; se burlaron de Cristo cuando estaba en la cruz, Mt 27, 41-42; Mc 15, 31. Sin embargo, hay un caso en los Evangelios, contrario a lo dicho antes de los escribas, uno de ellos le preguntó a Jesús qué debí­a hacer para seguirlo, Mt 8, 19.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

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Estudioso de la Ley y de los profetas que analizaba y explicaba la Escritura en el pueblo de Israel. La figura del escriba, el que sabe escribir, probablemente procedí­a del entorno cultural de Asiria y Babilonia y los judí­os los adoptan en la Cautividad y los conservaron al regreso, según consta en Esdras.

Jesús los asoció a los fariseos en diversas condenas públicas (Mt. 23. 1.14) de las 53 veces en que se los cita en los cuatro Evangelios. Y es debido al descrédito popular en el que habí­an caí­do por su actitudes arrogantes y despectivas para con el pueblo.

Al desaparecer el Templo en la guerra judaica del año 66-70, los escribas judí­os tomaron el lugar de los sacerdotes en la conservación de las tradiciones y de la interpretación de las Escrituras que se hací­a en las sinagogas de la Diáspora.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Cuando cesaron en Israel los profetas, fueron los sabios los que oficialmente explicaban e interpretaban las Sagradas Escrituras. Los escribas eran hombres versados en la Ley, es decir, en la Biblia. Tras largos estudios recibí­an el tí­tulo de tales, y como doctores de la Ley, la interpretaban oficialmente (Mt 22, 35; Lc 5, 17). El pueblo los reconocí­a como maestros. Tení­an, en efecto, el tí­tulo de maestros o rabinos. Ellos mismos se convirtieron en auténticos lí­deres, conductores del pueblo. Como auténticos legistas, gozaban de autoridad en las decisiones jurí­dicas. Pertenecí­an generalmente a la secta de los fariseos. Jesús los ataca duramente por su falta de humildad y de caridad, por su conducta personal, llena de hipocresí­a, y por el agobiante formalismo y exagerada casuí­stica, que habí­an introducido en su teologí­a moral, como maestros de la religión judí­a (Mt 23, 1-33; Lc 11, 44-52; 20, 46-47). Frente a estos escribas, leguleyos pervertidos, Jesús presenta a sus propios discí­pulos, escribas auténticos, conocedores y expositores de la verdad justa (Mt 13, 52; 23, 34). -> ; enemigos.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

En la antigua Israel, tras la difusión del alfabeto, el monopolio de la escritura que ejercían los escribas se quebró, pero la profesión del escriba siguió siendo importante. Las palabras para “escriba” en heb. (sôfēr, de sāfar, ‘contar, decir’; Pi˓el, ‘relatar’), en cananeo (spr) y en ac. (šapāru, ‘enviar’, ‘escribir’) cubren los deberes principales de este oficio altamente calificado. Muchos escribas eran empleados por el público como secretarios para la transcripción de contratos legales (Jer. 32.12), para escribir cartas, o llevar cuentas o registros, generalmente al dictado (Jer. 36.26). Otros, conocidos como “escribas del rey” (2 Cr. 24.11), eran empleados en la administracion pública y estaban agregados a la casa real, donde el escriba principal actuaba como “secretario de estado” y ocupaba un rango superior al del cronista (mazkı̂r), que se encargaba de los registros oficiales (2 S. 8.16; 1 R. 4.3). Como oficial de alta jerarquía el escriba principal era uno de los consejeros reales (1 Cr. 27.32). Así, Sebna el escriba, que luego ascendió al cargo de “mayordomo” (e. d. primer ministro), fue enviado por Ezequías con el primer ministro y los ancianos a parlamentar con los asirios que estaban sitiando Jerusalén (2 R. 18.18; 19.2; Is. 36.3). Algunos escribas eran empleados especialmente para cumplir tareas militares, las que incluían la compilación de una lista de los que eran llamados a la guerra (Jue. 5.14), o del botín capturado; el oficial superior entre ellos era designado “principal escriba del ejército” (2 R. 25.19; Jer. 52.25). Si bien a otros escribas se les asignaba tareas en el templo, que comprendían la recaudación de las rentas (2 R. 12.10), la profesión de escriba era, hasta el exilio, independiente del sacerdocio, en el que se contaba con personal letrado propio. Los escribas con más antigüedad tenían sus cuartos propios en el palacio (Jer. 36.12–21) o el templo (Jer. 36.10).

Al escriba Safán se le entregó el rollo de la ley que se acababa de encontrar, a fin de que lo leyese delante del rey (2 R. 22.8), pero fue sólo en el período posexílico que los escribas asumieron el papel de copistas, preservadores, e intérpretes de la ley (Esd. 7.6). *Esdras fue sacerdote y escriba a la vez (7.11), y es posible que haya actuado como consejero de asuntos judíos ante la corte babilónica, del mismo modo en que lo hicieron los escribas especializados de Asiria y Babilonia. Ya para el ss. II a.C. la mayoría de los escribas eran sacerdotes (1 Mac. 7.12), y fueron los prototipos de los *escribas religiosos de la época del NT.

El escriba, como persona culta y de medios, podía vestir ropas finas con un porta plumas de escribir o tintero de cuerno que colgaba del cinto (Ez. 9.2). Sus elementos de trabajo incluían plumas de caña (Jer. 8.8); un pequeño cuchillo para raspaduras y para cortar papiro (Jer. 36.23), y, en algunos casos, estilos para escribir (* Escritura) en la escritura cuneiforme. La profesión era frecuentemente seguida por familias enteras (1 Cr. 2.55), y se menciona a varios hijos que sucedieron a sus padres en la profesión.

Bibliografía. J. A. G. Larraya, “Escriba”, °EBDM, t(t). III, cols. 111–117; R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985; L. del Olmo, Mitos y leyendas de Canaán, 1981.

A. S. Diamond, The Earliest Hebrew Scribes, 1960; B. M. Metzger, “When did Scribes begin to use Writing Desks?”, Akten der XI internationalen Byzantinisten-Kongress, 1960, pp. 356ss.

D.J.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico