ESTER

Ester (heb. ‘Estêr; quizá derivado de una palabra persa que significa “estrella” [de la fortuna]). Reina judí­a del rey Asuero, o Jerjes, y heroí­na del libro del mismo nombre (véase Asuero 2). El nombre original hebreo de Ester era Hadassâh, “mirto”. Probablemente adoptó el nombre Ester al entrar en la corte persa. Era hija de Abihail, aparentemente un benjamita, e hija adoptiva de su primo Mardoqueo,* miembro de la corte de Asuero (Est 2:5, 7, 15). Tanto Ester como Mardoqueo eran descendientes de los exiliados hebreos que habí­an sido transportados a Babilonia por Nabucodonosor más de 100 años antes, pero estaban entre los que habí­an elegido permanecer en la tierra de su exilio cuando Ciro les dio permiso para regresar a Judea. Ambos eran residentes en Susa,* la antigua capital de Elam (pero en su tiempo una de las varias capitales de Persia), ubicada a unos 320 km al este de Babilonia (Mapa XII, D-8). Ester era una joven notablemente hermosa, cuyo tacto y simpatí­a le ganaron el favor real y el tí­tulo de reina después que la anterior, Vasti, cayera en desgracia. Asuero le dio ese rango en su 7º año (c enero del 478 a.C.). Esto habrí­a ocurrido poco después de la desastrosa guerra contra Grecia, marcada por las batallas de Salamina y de Platea. Cuatro años más tarde, en abril del 474 a.C., el favorito real, Amán, echa suertes y consigue que el rey firme un decreto real autorizando la muerte de todos los judí­os dentro del Imperio Persa y la confiscación de sus propiedades (Est 3:7-15). Por medio de este decreto procura vengarse de Mardoqueo, que, cuando el favorito entraba y salí­a por la puerta del palacio, permanentemente rehusaba inclinarse ante él (vs 2-6). Naturalmente, entre los judí­os el decreto produce gran consternación, y Mardoqueo informa del problema a Ester (4:1-7) con la advertencia de que Dios ha dirigido las cosas para que ella pueda ser reina en esa hora de crisis y salvar a su pueblo (vs 8-17). En un supremo acto de valor sólo igualado por su infinito tacto, Ester interviene en favor de su nación, aparentemente revelando por primera vez que ella misma es judí­a (cps 6 y 7). Después de la ejecución de Amán, el rey eleva a Mardoqueo al anterior cargo del enemigo, y en el mes de junio firma un decreto preparado por Mardoqueo que neutraliza el anterior (cp 8). Como gozoso recuerdo de su milagrosa providencia, los judí­os decretan un perí­odo de fiesta conocido como Purim,* “suertes”, por la suerte que echó Amán (3:7; 9:17-32). Desde entonces, los judí­os la celebran en honor de Ester por su espí­ritu de valor y devoción, a quien Dios usó para la liberación de su pueblo (figs 212,337). 212. Tumba en Hamadán (la antigua Ecbatana) donde, según la tradición, está enterrada la reina Ester. Ester, Libro de. Informe histórico de la aguda crisis que soportó el pueblo judí­o en el 474/473 a.C. -cuando un decreto del rey persa Jerjes ordenó su exterminio-, y de la providencia divina para su solución. En la Biblia hebrea Ester es el último de un grupo de 5 libros que tienen el tí­tulo común de Megillôth (los otros 4 son Rut, Cantares, Eclesiastés y Lamentaciones). Por cuanto el texto hebreo de Ester comienza con la palabra “y”, algunos han sugerido que originalmente estaba unido a algún otro libro histórico, posiblemente Nehemí­as, el libro al que sigue en la LXX y en las traducciones españolas. Aunque en ninguna parte del libro aparece el nombre de Dios, los judí­os le asignaron un lugar en el canon sagrado. Ciertos escritores cristianos lo omitieron de sus listas canónicas, y Martí­n Lutero objetó el libro abiertamente. I.Autor. Se desconoce la identidad del autor de Ester. Sin embargo, todo apunta a alguien que vivió en Susa por ese tiempo: la exactitud histórica de la narración (es decir, la afirmación implí­cita de que el libro es un informe real de acontecimientos históricos), los numerosos detalles significativos que confirmó la arqueologí­a (sobre todo los del palacio real en Susa), ciertas palabras y formas caracterí­sticas del libro, el acceso a los textos oficiales y los archivos reales de los diversos decretos mencionados y citados (copias de decretos reales persas halladas en Egipto son semejantes en forma y estilo a los decretos citados en la narración), y la familiaridad con los terrenos del palacio y sus edificios (las descripciones ví­vidas y exactas de las maneras y costumbres persas corresponden a lo que sabemos de otras fuentes [Est 1:5,10, 14; 2:9, 410 21, 23; 3:7, 12, 13; 4:6, 11; 5:4; 8:8, 10, 15; 9:30; 10:1, 21; en suma, a un judí­o muy educado. Por todo esto, algunos han sugerido Esdras o Mardoqueo como los posibles autores. EVENTOS DEL LIBRO DE ESTER II.Ambientación. El contexto histórico del libro de Ester se debe buscar en los eventos estrechamente relacionados con la desastrosa campaña de Jerjes en Grecia, que señaló los últimos intentos serios de los persas por incorporar las ciudades-estados griegas al imperio. Aparentemente, la fiesta de 6 meses del cp 1 -a la que asistieron los oficiales de todas partes del imperio-fue el gran concilio de guerra en el cual se hicieron planes para invadir Grecia (por cuanto la campaña se inició poco después de completarse los preparativos necesarios). Ester fue hecha reina después que Jerjes regresara de Grecia, y la crisis producida por el decreto de Amán ocurrió 4 ó 5 años más tarde. Los datos cronológicos exactos, proporcionados por el autor para los principales hechos mencionados en el relato (1:3; 2:12, 16; 3:7, 12; 8:9, 12; 9:1, 17-19), permiten una estrecha correlación con los eventos conocidos por la historia secular. Si el escritor hubiera colocado la gran fiesta, la recepción de Ester como reina o la experiencia de Amán en momentos en que Jerjes estaba por unos meses en Grecia (a unos 2.400 km de distancia), la pretensión implí­cita del libro de ser histórico habrí­a quedado bajo sospechas definidas. Inversamente, esta estrecha correspondencia con los hechos de la historia confirma su autenticidad. Véase Asuero I. III.Estilo literario y Tema. El libro de Ester ocupa un elevado sitial como obra maestra de la literatura. Presenta, en secuencia rápida, situaciones altamente dramáticas, épicas. Ester no sólo es una mujer hermosa, sino también alguien que posee un juicio claro, un autocontrol notable, un tacto refinado, una lealtad firme y un espí­ritu de abnegación que se eleva a alturas heroicas. Amán es un villano odioso, hábil, inescrupuloso y egotista. La sorprendente serie de coincidencias providenciales que culmina en su desenmascaramiento y muerte y en la liberación de los judí­os, cuya extinción como raza habí­a planeado, se compara con el suspenso dramático de cualquier obra de ficción. Aunque no se menciona a Dios por nombre, su providencia soberana es el gran tema de principio a fin. El libro también destaca la naturaleza transitoria del poder y la prosperidad terrenales. Sin duda, por estas cosas el comentador judí­o medieval Maimónides exalta el libro de Ester por sobre todos los libros de los profetas y el resto de los hagiógrafos, poniéndolo al mismo nivel del Pentateuco. Si Dios puede librar a su pueblo de una crisis como la que afrontó en los dí­as de Ester, ciertamente ninguna situación terrenal puede ser demasiado difí­cil para él, y ninguna situación puede ser tan oscura como para que sus hijos queden sin esperanza. IV.Bosquejo y Contenido. La narración se divide lógicamente en 5 secciones, 1ª de las cuales explica cómo una joven judí­a llega a ser la reina del Imperio Persa (Est 1:1-2:20). Luego la narración presenta a Amán cuando es promovido al cargo de Primer Ministro y conspira para exterminar a los judí­os (2:21- 3:15) y Ester decide salir en favor de su pueblo (4:1-5:8), y llega a su culminación con la caí­da de Amán (5:9-7:10) y el triunfo de los judí­os sobre sus enemigos (8:1-10:3). El relato se inicia con la descripción de una fiesta de Estado -a la que asisten todos los prí­ncipes 411 y nobles de Persia- y continúa con la deposición de Vasti como reina y la posterior elección de Ester como sucesora al favor real. Luego, como medio para explicar el posterior papel de Mardoqueo en el relato, se narra el incidente por el que éste salva la vida de Jerjes (2:21-23). El nombramiento de Amán como Primer ministro lleva indirectamente al odio hacia Mardoqueo y a la conspiración mediante la cual procura vengarse por medio de un decreto real que sentencia a todos los judí­os a muerte (3:1-15). Estos se desesperan, pero Mardoqueo se da cuenta de que la posición de Ester como reina le da la posibilidad de acercarse al rey. La convence de que haga suya la causa de su pueblo, aun con gran riesgo personal (4:1-17). Con gran tacto, paso a paso, Ester se acerca al rey y se asegura, antes de presentar su acusación contra Amán, de que sigue gozando del favor real. Su manejo de la situación crí­tica y delicada es una demostración de habilidad y tacto consumados (5:1-7:6). Mientras transcurren las maniobras de Ester para reunir al rey y a Amán en circunstancias apropiadas para su propósito, Amán sufre una humillación extrema y queda muy desalentado por tener que pasear a Mardoqueo por la ciudad con esplendor real en el mismo momento en que habí­a decidido colgar a su enemigo mortal. Después de desenmascarar a Amán y de la smuerte de éste, los acontecimientos se deslizan rápidamente: Mardoqueo asciende al cargo de Primer Ministro y se promulga un decreto que neutraliza el anterior (8:1-9:16). El resto del cp 9 explica la base histórica de la fiesta de Purim que, desde entonces, los judí­os observan universalmente (9:17-32). El cp 10 constituye una conclusión que relata brevemente el honor que recibe Mardoqueo como Primer Ministro y muestra cómo usó su alto cargo no sólo para beneficio de Persia y de su rey sino también para mejorar el bienestar de su propio pueblo, los judí­os (véase CBA 3:457-462).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

posiblemente del babilonio Istar, o del persa staré, estrella. E., cuyo nombre hebreo es Hadassá, que significa mirto, judí­a hija de Abijayil, tí­o de Mardoqueo, quien, al quedar ella huérfana de padre y madre, la adoptó por hija, en la ciudad de Susa. E. fue escogida, por su belleza, para el harén del rey Asuero, a quien se identifica con el soberano aqueménida Jerjes I, rey de Persia, 486-465 a. C.,y se convirtió en la favorita del soberano, sin que éste supiera de su origen judí­o, y la hizo su esposa y reina, en lugar de la repudiada Vastí­. Habiendo sido elevado Amán, por el rey Asuero, al principal cargo de la corte, Mardoqueo, fiel a Dios y a la Ley, se resistió a doblar la rodilla y a postrarse ante él. Amán, entonces, intrigó y convenció a Asuero para que dictara un decreto mediante el cual se ordenaba a todos los dignatarios exterminar a los judí­os en todo el territorio del reino. Mardoqueo, tras rasgar sus vestiduras y vestir de sayal, hizo que Ester, poniendo en peligro su vida, entrara donde el rey Asuero, sin haber sido llamada por éste, a fin de conseguir la abolición de la ley contra los judí­os. E. puso al tanto al soberano sobre las maquinaciones del ambicioso Amán, y éste fue colgado en la horca que habí­a preparado para Mardoqueo. E. recibió los bienes de Amán, el enemigo de los judí­os, y, habiendo presentado a Mardoqueo ante el rey Asuero y habiéndole explicado lo que significaba para ella, el primo de E. fue nombrado en el cargo de Amán, e igualmente el soberano dictó un decreto rehabilitando al pueblo judí­o. Los judí­os hicieron una gran matanza entre sus enemigos. Tras estos acontecimientos, Mardoqueo y la reina Ester establecieron oficialmente entre los judí­os, la fiesta de los Purim, o de las suertes, que debí­a celebrarse, anualmente, el catorce y el quince del mes de Adar, para conmemorar la liberación judí­a de la persecución. Los estudios más recientes indican que el libro de Ester data aproximadamente del siglo II a. C. Por su carácter laico, Dios no es mencionado en el texto, causó mucha controversia para su inclusión en el canon hebreo. En la versión griega de Ester aparecen adicionados 107 versí­culos, que no están en el original hebreo, los cuales, posiblemente, fueron redactados en griego, en el siglo I a. C. Estas adiciones son consideradas apócrifas por los protestantes, lo que no acontece en la Iglesia católica, que las considera deuterocanónicas.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., †™ester, tal vez de Akkad. Ishtar [Venus]; gr., aster, estrella).

Huérfana judí­a en la ciudad de Susa que se convirtió en reina de Persia. Su nombre heb. era Hadasa (mirto). Su primo Mardoqueo, que era un oficial menor del palacio, la crió como hija propia. Jerjes (Asuero), el rey persa, habí­a divorciado a su esposa. Cuando buscó una nueva reina de entre las doncellas del reino, escogió a Ester. Cuando los judí­os estaban en peligro de ser destruidos, ella pudo salvarlos. Se lee el libro que lleva su nombre en su honor todos los años en la fiesta de Purim.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(estrella).

El “Libro de Ester” en la Biblia, cuenta que Ester era una joven judí­a, prima de Mardoqueo, que llegó a ser Reina del Rey Asuero. Salvó a Mardoqueo y a su raza de la destrucción.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Joven judí­a †œde hermosa figura y de buen parecer† (Est 2:7), cuya familia habí­a sido llevada a Persia cuando †¢Nabucodonosor exiló a los judí­os. E. nació en Persia, sus padres murieron y fue criada por su tí­o †¢Mardoqueo. Es la heroí­na del libro de la Biblia que lleva su nombre, donde se narra la forma en que fue llevada al palacio real, su selección como reina, y su valentí­a al defender a su pueblo de las maquinaciones de †¢Amán. El nombre de Hadasa fue cambiado a E., que puede haber sido tomado de una palabra persa que significa †œestrella†, aunque algunos piensan que se relaciona con el nombre de la diosa †¢Istar.

No se tienen noticias de E. en la literatura secular. Lo que sí­ se sabe es que los reyes persas tení­an muchas esposas, cosa que se comprueba en el relato de E. Los historiadores consignan que el rey †¢Asuero (Jerjes I), en su expedición contra Grecia, llevó consigo a una de sus reinas, de nombre Amestris. ésta de seguro era miembro de una de las siete principales familias de Persia, porque era obligatorio que el rey tomara esposa de una de ellas. Algunos suponen que Amestris es la misma conocida en la Biblia como †¢Vasti.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

(-> Judit, Purim). Libro bí­blico y mujer israelita, la única que lleva en la Biblia el nombre de reina. Ella aparece como favorita del rey pagano de Persia (del mundo entero) y como salvadora de su pueblo. Todo nos permite suponer que su figura pertenece al folclore e imaginación religioso-polí­tica de un pueblo que ha buscado apasionadamente la supervivencia en situaciones adversas.

(1) Introducción. Ester y Judit. El mismo nombre Ester/Esther alude a la diosa Reina de los cielos (Ishtar-Ashtartu*) que Jeremí­as habí­a condenado (Jr 44,17-25). Es posible que los judí­os de la diáspora de Babilonia hayan inventado su figura, en el siglo II a.C., convirtiéndola en reina del imperio, sien do israelita fiel y salvadora de los judí­os. Dentro del relato, la función de Ester resulta paralela (estructuralmente semejante) a la de Judit*, pero los mismos nombres evocan caminos diferentes. Judit era judí­a sin más (pues eso significa el nombre): mujer que está libre de todo riesgo de contaminación, luchadora que corta la cabeza del general enemigo y mantiene la pureza del pueblo israelita. Por el contrario, Ester es la judí­a de la diáspora que pacta con el imperio, llegando a casarse con el gran Asuero, aceptando el sistema para transformarlo, poniéndolo al servicio de la identidad de su pueblo. Judit, la luchadora, mataba al representante del rey perverso. Ester, la pactista, aconsejada por su tí­o Mardoqueo (de nuevo un nombre relacionado con Marduk*, Dios de Babilonia, en pareja con Ester/Isthar, la diosa), prefiere casarse con el rey, para ponerlo al servicio de la causa judí­a.

(2) Trama. Una historia de mujeres. Estrictamente hablando, ella no es reina judí­a (los judí­os no conocí­an tal figura), sino una simple creyente que acepta ser reina del imperio, para bien de su pueblo. La trama de su historia, vinculada a los Purim, a las “suertes” de Dios y a la liberación del pueblo, comienza con su coronación. El rey Asuero ha rechazado a Vasti, reina anterior, porque ella se ha negado a bailar (¿desnuda?) ante los dignatarios de su corte. Esos dignatarios buscan para el rey una nueva esposa (reina favorita), bella/deseable y obediente a sus mandatos, entre todas las mujeres del imperio, fijándose sólo en su belleza externa: “En el año séptimo del reinado de Asuero…, llevaron a Ester al palacio real, al rey Asuero, y el rey la amó sobre todas las mujeres y ella consiguió ante él más gracia y favor que todas las doncellas y él colocó la corona real sobre su cabeza y la proclamó reina en lugar de Vasti” (Est 2,17). Ester no actúa como madre gebira* (no es bendita por el fruto de su seno), ni como guerrera (no seduce y mata al enemigo como Yael* y Judit), sino como amante, que excita el deseo del rey al servicio de su pueblo. Han buscado para el monarca una reina que sea bella de cuerpo y obediente de espí­ritu, un ejemplo para todas las mujeres sometidas del imperio, a diferencia de Vasti, “mala” reina que se atreve a ser autó noma, rechazando la sumisión sexual que el rey le pide a los ojos de toda la corte. Pues bien, Ester empieza siendo una mujer sumisa, quizá en provecho propio (para elevarse como reina). Pero luego, encauzada por su “tí­o” Mardoqueo, el buen judí­o, ella va transformando la sumisión en audacia arriesgada, poniendo su encanto femenino al servicio de la salvación de su pueblo. El relato parece estar escrito con fuerte ironí­a, para mostrar la metamorfosis de Ester. Lo cierto es que ella logra transformar la voluntad del rey, haciendo que salve a los judí­os y mate, sin guerra exterior, por persecución interna y campaña de exterminio, a los enemigos del pueblo.

(3) Ester, seductora a favor de su pueblo. Estamos ante un nuevo tipo de guerra: no hace falta la audacia de Yael* que empuña la clavija, ni la astucia de Judit que degüella a Holofernes borracho. Ester interviene y decide esta guerra a través de una fuerte presión afectiva, logrando que el rey dicte, en estricta legalidad, una sentencia de muerte contra todos los antijudí­os del imperio (Est 7-8). Ester es seductora, mujer atrayente que es capaz de conseguirlo todo en la medida en que fascina al Gran Rey con sus encantos corporales y el despliegue graduado, astuto, de sus peticiones. No puede nada por sí­ misma, pero todo lo puede y lo consigue utilizando la atracción que el rey siente por ella. Van a exterminar a los judí­os, “enemigos de la raza humana”, porque siguen leyes propias, no las leyes de todos los pueblos. Está escrito el edicto que fija su matanza, pero Ester interviene ante el rey, ofreciéndole un banquete: “Y preguntó el rey a Ester…, en la bebida: ¿Qué es lo que pides, reina Ester, y se te dará? ¿Qué es lo que deseas, incluso la mitad del reino, y se te concederá? Y respondió la reina Ester y dijo: si he hallado gracia ante tus ojos, oh rey, y si le parece bien al rey, déseme mi vida, por mi petición, y la de mi pueblo por mi deseo” (7,2-3). Ester es reina (cf. 2,22; 4,4; 5,2.3.12; 7,5.7.8; 8,1.7; 9,12.29.31) y no tiene que matar como Yael o Judit. Ella se limita a influir como mujer en el marido, para que invierta la sentencia ya dictada y mande exterminar a los enemigos de los judí­os.

(4) Conclusión. La fiesta de Purim. De esa forma, como mujer atractiva (seduce al rey del mundo) y como creyente (busca el bien de los judí­os), Ester consigue por decreto la libertad nacional y el exterminio de los enemigos: “Redactaron un documento en nombre del rey Asuero, lo sellaron con su sello y despacharon las cartas por correos montados en caballos velocí­simos… En dicho documento el rey concedí­a a los judí­os de todas y cada una de las ciudades el derecho a reunirse y defenderse, a exterminar, matar y aniquilar a cualquier gente armada de cualquier raza o provincia que los atacara, incluso a sus mujeres y niños, más el derecho a saquear sus bienes en todas las provincias del rey Asuero… Y los judí­os pasaron a cuchillo a sus enemigos, matándolos y exterminándolos. Hicieron con ellos lo que quisieron” (Est 8,11-12; 9,5-6). Así­ lo celebran los judí­os en la fiesta de los Purim*.

(5) Una reina israelita. El libro de Ester representa, de manera paradójica y providencial, una de las culminaciones simbólicas de la historia bí­blica. No ha existido dentro de Israel lugar para la reina, ni en clave inmanente (de realeza femenina humana), ni en clave trascendente (de realeza femenina divina). El Dios rey de Israel hací­a imposible el surgimiento de una divinidad femenina dentro de su entorno. Pero eso no ha impedido que surja en la imaginación religiosa israelita una reina “mediadora”, una mujer que aparezca como intermediaria entre la furia del gran Rey (siempre inaccesible) y la vida amenazada de los pobres israelitas. Ester, reina mediadora, aparece como objeto de deseo del rey (que se pone en sus manos al amarla) y también como abogada y protectora de su pueblo. De esa forma se mantiene abierta en ambas direcciones, sin dividirse por ello: tiene acceso al rey, puede siempre influenciarle con su fuerza de atracción, con su belleza; al mismo tiempo, se mantiene vinculada al pueblo, a cuyo servicio actúa. De esa forma es garantí­a de victoria para los israelitas: mientras ella exista en la imaginación de los judí­os, la vida de éstos se encuentra asegurada: podrán cambiar el edicto del gran rey, alcanzarán la buena suerte en los Purim, matarán a los adversarios. A través de la fiesta popular de los Purim, la figura de Ester ha pervivido y pervive en la memoria israelita, como una de las he roí­nas e intercesoras del pueblo. Por eso se le sigue llamando la reina. En ese sentido, ella ha podido presentarse, para muchos católicos, como signo de la realeza cristiana de Marí­a.

Cf. C. A. Moore, Esther, Doubleday, Nueva York 1971; J. Vílchez, Rut y Ester, Verbo Divino, Estella 1998.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Una joven judí­a (llamada también Hedasá), de la diáspora persa, después de la ruptura del rey Asuero con la reina Vasti, asciende al puesto de reina en un momento especialmente peligroso para su pueblo. Precisamente desde ese puesto obtiene la salvación de su pueblo. Ester es la heroí­na de una de las cinco Megillot (rollos festivos) que se conservan en la Biblia hebrea. Ese rollo se lee durante las fiestas de Purim, una fiesta que recuerda precisamente la salvación experimentada por los judí­os en aquella ocasión. En su forma actual el texto se presenta como la leyenda de la fiesta de Purim, es decir la explicación del origen de la misma, aunque muchos exegetas dudan de que fuera ésa la intención original del escrito, dado que sólo se habla de la fiesta al final (que podrí­a ser un apéndice posterior). El relato está hecho con gran habilidad y, a pesar del nombre que le atribuye la tradición, los personajes principales son dos funcionarios de la corte de Persia: Mardoqueo (judí­o) y Amán (amalecita). El contraste entre los dos personajes, además de reproducir la antigua oposición entre judí­os y amalecitas (cf. Ex 17,14.16; Dt 25,17-19), representa la verdadera tensión que subyace al relato: éste serí­a el núcleo original del libro, al que se a6adió luego la tradición de la elevación Ester y de su intercesión en favor del pueblo. Se ha advertido la fuerte caracterización en sentido sapiencial del libro (Talmon) y especialmente su afinidad con la historia de José (ambientada también en una corte extranjera). A pesar de los numerosos intentos por determinar la base histórica (sobre todo para Mardoqueo, un nombre atestiguado en la época persa en algunos documentos que han llegado hasta nosotros), los resultados son muy escasos : se piensa generalmente que el relato original nació en la diáspora oriental, dado el conocimiento que el autor manifiesta de la situación de aquella región y – particularmente de la vida en la corte de Persia, aunque el colorido persa no es un indicio suficiente para determinar la fecha de la composición, que muchos comentaristas desplazan a una época posterior (entre el siglo III y el 1 a.C.), basándose en las afinidades- que guarda este libro con la novela helení­stica.

El texto presentó también algunas dificultades a los lectores antiguos, sobre todo por su carencia de contenido religioso; en efecto, el texto hebreo (TM) no menciona nunca expresamente a Dios. Esto explica en parte las divergencias entre el texto hebreo y la versión griega de los Setenta, que presenta seis a6adidos (marcados por las letras A-F) en los que, por el contrario, el nombre divino aparece más de cincuenta veces; con estos a6adidos el texto recibe un acento más marcadamente religioso. Nos ha llegado además una versión griega distinta de la de los Setenta, más breve, y con notables divergencias respecto al texto masorético y respecto a los Setenta; hasta épocas muy recientes se creí­a que representaba una recensión de Luciano, pero hoy se admite que representa una versión hecha de un texto hebreo distinto del que ha llegado hasta nosotros (Moore) y que refleja quizás una etapa más antigua de la redacción del mismo libro (Clines).

F Dalla Vecchia

Bibl.: G, Ravasi, Ester, en NDTB, 574-578; O, Loretz, Novela y narración corta en Israel, en I. Schreiner. Palabra y mensaje del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 1972, 387-407

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

“Y Mardoqueo habí­a criado a Ester, hija de su tí­a, porque era huérfana; y la joven era de hermosa figura y de buen parecer. Cuando su padre y su madre murieron, Mardoqueo la adoptó coma hija suya” (Ester 2:7).

Léase: Ester 2. Ester es la última mujer del Antiguo Testamento de la cual conocemos bastante para hacer un perfil de la misma. Encontramos en su carácter y conducta puntos dignos de elogio, pero también otros que lo son menos.

Digamos en primer lugar que, como dice el versí­culo, era muy hermosa. Tení­a que serlo, pues el rey Asuero habí­a ordenado que su imperio fuera reseguido y buscado para encontrar las mujeres más hermosas, y que éstas fueran traí­das a Susa. Entre tanta belleza Ester fue considerada superior. Asuero se sintió cautivado por ella y la eligió para sustituir a la reina arrinconada Vasti.

Como cualidades de carácter encontramos dos que son agradables. Primero es su afecto por Mardoqueo, su padre adoptivo y segundo su decisión y valor al oponerse a Amán. Hay muchas personas que cuando emergen de la oscuridad a posiciones de autoridad y favor no se acuerdan más, o fingen no acordarse de las personas con quienes se habí­an frecuentado antes, incluso de sus deudos y familiares. No podemos decir esto de Ester.

Su valor es indudable. Arriesgó su vida al aparecer ante Asuero sin ser llamada: “Si perezco que perezca”, resuena todaví­a como una demostración de su valor. Sus acciones fueron decisivas, realizadas con mucho tacto. Era una persona de carácter.

Entre los rasgos menos dignos de alabanza hay la impresión que produce su conducta de que vaciló bastante antes de decidir presentarse al rey (vease capí­tulo 4). Mardoqueo tuvo que usar lenguaje bastante enérgico para convencerla: “No te imagines que por estar en la casa del rey te vas a librar tú sola más que cualquier judí­o.” Y especialmente la conmovió otra parte del mensaje: “Quién sabe si para una ocasión como ésta has llegado a ser reina.”
Puede mencionarse también el hecho de que aceptara la proposición de Asuero de hacerla reina con evidente alegrí­a. Vasti no habí­a sido depuesta por una causa legí­tima, y aunque para discutir con Asuero sus acciones (serí­a ridí­culo pensar que podí­a haberle echado en cara este acto), no hay duda que el que una hija de Abraham se casara con un potentado pagano era una flagrante violación de las órdenes de Dios. En otras palabras, si su conciencia la hubiera acusado de un acto reprobable, podrí­a haber procurado no causar tan buena impresión en el rey.

También es reprobable el que se dejara llevar por el deseo de venganza, o sea, que una vez habí­a conseguido el decreto que permitió a los judí­os matar a quinientos hombres en Susa que se oponí­an a ellos; entre ellos a los diez hijos de Amán (aparte del mismo Amán) no considerara que ya habí­a bastante. Todaví­a le pidió al rey un dí­a más de venganza (trescientos hombres murieron en esta nueva matanza), y que se dejara colgando de la horca a los diez hijos de Amán. Esto es reprobable.

Los planes de Amán eran para la eliminación de todo el pueblo judí­o, Ester incluida, si fuera posible, pero Ester no mostró clemencia. Tenemos que llegar al Nuevo Testamento para hallar figuras dulces como Marí­a, la madre de Jesús, o Marí­a de Betania. Ester también contribuyó a su manera a la redención de su pueblo. Es necesario que sea erigida la cruz en el Gólgota para que cesen todas estas matanzas y la paz y el amor se enseñoreen de los corazones.

Preguntas Sugeridas Para Estudio Y Discusión:
1. ¿Cuáles son algunas de las buenas cualidades de Ester?
2. ¿Por qué la impresión que nos produce Ester no puede ser del todo favorable, a pesar de estas buenas cualidades?
3. ¿Hizo bien Ester al vengarse una vez habí­a conseguido su propósito?

Fuente: Mujeres de la Biblia

SUMARIO: I. El judaí­smo triunfante. II. Las coordenadas de la obra: 1. El fondo histórico; 2. El cuadro de la narración. III. Medio literario y mensaje.

I. EL JUDAíSMO TRIUNFANTE. “Soy tan enemigo de 2Mac y de Ester, que me gustarí­a que no existieran, pues son demasiado ju daizantes y contienen mucha malicia pagana”: este juicio tan duro de Lutero (Conversaciones de sobremesa, ed. Weimar I, 208) choca lógicamente con el entusiasmo sinagogal, que ha puesto a Est entre los cinco Megillót, o sea, entre los cinco libros bí­blicos más usados en la liturgia después de la tórah. Y con la tórah, Est es el único libro de la Biblia que tiene dos targum. La obra refleja altamente concentrado el orgullo nacionalista del judaí­smo del siglo II a.C. y está totalmente impregnada del espí­ritu de venganza y de combate de algunos salmos imprecatorios (Sal 58; 94; 109; 137): “Cada mañana reduciré al silencio a todos los bandidos del paí­s, extirparé de la ciudad del Señor a todos los criminales” (Sal 101:8). Así­ pues, este escrito es la reacción contra las amenazas de pogroms antijudí­os que se perfilaban en el horizonte de ciertos ambientes de la “diáspora”, pero sobre todo en Palestina, con la polí­tica helenista de los seléucidas.

Ester está ausente en Qumrán quizá porque en este libro no aparece nunca el tetragrama sagrado Yhwh. Se trata de una obra muy compleja a nivel textual, histórico, literario, teológico y litúrgico, aun cuando la sucesiva relectura cristiana la simplificó considerablemente, reduciéndola a una desvirtuada alegorí­a mariológica. Nos han llegado sustancialmente dos Est distintas. La obra griega es dos terceras partes más extensa que el texto hebreo, y nos la atestiguan al menos tres diversas recensiones, de las cuales nos parece preferible la contenida en los códices A, B, S, V y en el papiro 967 Chester Beatty. La Est hebrea está quizá más cerca del original; es más breve, y sus relaciones con el texto griego son todaví­a hoy objeto de discusión entre los autores.

II. LAS COORDENADAS DE LA OBRA. Como se ha dicho a propósito de Tob y de Jdt, este escrito judí­o resulta bastante artificial en cuanto al marco histórico y no poco variopinto a nivel literario. Intentemos precisar a continuación estas dos dimensiones, importantes para la lectura y la comprensión de la obra.

1. EL FONDO HISTí“RICO. El ambiente histórico del relato es ficticio y nos sitúa en la época del imperio persa, dominado por Jerjes (que murió el 465 a.C.). Se trata de un intento de tipificar a través de una retroproyección la época de los Macabeos, de los Tolomeos y de los seléucidas, en la que parece vivir el autor. En efecto, una apostilla de la versión griega indica que esta versión, hecha por un tal Lisí­maco, fue llevada a Egipto durante el reinado de Tolomeo (Tolomeo VIII, según algunos: 114-113 a.C.; Tolomeo XIV, según otros: 48-47 a.C.).

No obstante, advertimos también que el autor conoce bastante bien la topografí­a de Susa, la documentación sobre Jerjes y sobre las costumbres persas (siete eunucos, siete consejeros de Estado, el consejo de los sabios, los sellos, los edictos irrevocables, los correos, la ejecución capital por la horca, los vestidos y coronas usuales en la corte). La obra, entonces, podrí­a haber nacido en la diáspora judí­a oriental y podrí­a haberse difundido luego en la diáspora occidental.

2. EL CUADRO DE LA NARRACIí“N. A. Barucq juzgaba de este modo la calidad literaria de Est: “La acción se desarrolla con un notable sentido de la economí­a general. Las fases principales están hábilmente preparadas por composiciones de lugar o sabiamente retardadas mediante la intervención de episodios curiosos o agradables. La repetición, en estribillo, de un diálogo en términos invariables entre el rey y Ester (5,3.6-7; 7,2-3; 9,11-13) ola de ciertas fórmulas protocolarias (1,19; 3,9; 5,4; 7,3; 8,5; 9,13) tienen un efecto muy particular”. Efectivamente, la obra mantiene una buena tensión lógica y narrativa y su efectividad dramática revela una mano firme y genial.

La narración se abre con una grandiosa escena introductoria, dominada por un suntuoso banquete real (cc. 1-2). Entran en escena los dos personajes: Asuero-Jerjes está en el centro, y a su lado los dos sectores del bien (Ester y Mardoqueo, o sea, el judaí­smo) y del mal (Amán, de Agag, sí­mbolo de los enemigos tradiciones de Israel, los amalecitas). Es curioso advertir que los dos personajes hebreos llevan nombres paganos: Ester es el paralelo de la diosa Istar (más que del persa stareh = estrella) y Mardoqueo es nada menos que el nombre teóforo del dios Marduk. Quizá el autor, sabiendo que los desterrados hebreos de Babilonia habí­an recibido nombres locales de esclavitud, quiso hacer de este modo más creí­ble su relato ejemplar. Ya en esta escena aparece el modelo tradicional de “la inversión de la suerte” (Pro 26:27), que será fundamental en la estructura del libro: Vasti es repudiada, Ester es entronizada.

El corazón de la narración está representado en dos actos. El primero (Pro 3:1-5, 8) enuncia el edicto real de exterminio de los judí­os, que habrá de cumplirse en un dí­a y un mes definido por las “suertes”. Aparece así­ el término acádico pur, “suerte”, “dado”, importante para el objetivo de la narración y traducido por el mismo autor en 3,7 y 9,24 con el equivalente hebreo góral. El segundo acto (5,9-9,19) se desarrolla sobre la base del esquema de la “inversión”: la exaltación de Amán deberí­a suponer la horca para Mardoqueo; en realidad, la exaltación de Mardoqueo llevó a Amán a la horca; la matanza preparada para los judí­os se transforma en matanza de los impí­os, sus enemigos. La obra se cierra con una escena que constituye la inclusión con la escena del exordio (9,20-10,3). Es la etiologí­a de los Purim, la fiesta popular de carnaval en Israel.

Hemos seguido sustancialmente el trazado narrativo del texto hebreo. El relato griego, más enfático y redundante, más religioso y apologético, contiene otros datos: la anticipación en sueño de los acontecimientos a Mardoqueo, los edictos de Artajerjes (no Asuero), antisemita el primero, favorable al reconocimiento de los derechos civiles para los judí­os el segundo y, finalmente, dos amplias súplicas de Mardoqueo y de Ester, destinadas a interpretar teológicamente los sucesos (cf Jdt 9; Dan 9).

III. MEDIO LITERARIO Y MENSAJE. El mensaje de Est, cuya sustancia se indica ya en el motivo de la “inversión” de las suertes, tiene tantos matices como son los aspectos literarios o géneros que dirigen el relato. El volumen, incluso en una lectura superficial, revela elementos novelí­sticos y folclóricos (Tob). Pensamos, por ejemplo, en el tema del repudio de la favorita (Vasti) y del triunfo de la “cenicienta” huérfana (Ester), y en el fondo exótico y pintoresco, parecido al de la narración egipcia de José o a la “babilónica” de Daniel. Pensamos también en el dato del banquete fastuoso y barroco que va puntuando repetidamente el texto (1,3.5.9; 2,18; 3,15; 5,4-5.8.12; 6,14; 7,1-2.8; 8,17; 9,17-18.22). Estamos, por tanto, en presencia de una novela histórica, de una “diasporonovela”, como la ha definido A. Meinhold, es decir, de una narración histórica ejemplar, nacida en el ambiente de la diáspora judí­a oriental. El fresco novelado de una época como la persa se usa como parábola para describir y resolver el choque entre Israel y el helenismo.

Sin embargo, en el rollo de Ester, como en el paralelo de José el egipcio, se respira también una atmósfera sapiencial [/Sabidurí­a]. Dios está casi ausente de la escena exterior de la historia; en el centro se mueve el hombre con su habilidad y su astucia, y hasta el judí­o con sus recursos humanos, intelectuales y estéticos, en una especie de “sionismo” ante litteram. Se vislumbra, por consiguiente, una dimensión “secular” en la nueva sabidurí­a de Israel: esta sabidurí­a, a pesar de que no arrincona lo sagrado ni excluye lo sobrenatural, destaca el aspecto humano con sus capacidades personales, sus maniobras, sus éxitos, sus venganzas. S. Talmon ha definido justamente Est como “un relato sapiencial historificado”.

Pero la teologí­a clásica de Israel no está ausente del libro; más aún, se la afirma sólidamente a través del mencionado esquema de la “inversión” buenos-malos/ humillación-exaltación/salvación-muerte. Tob, Jdt, Sab 11-19, el relato de José, Dan, el estrato arcaico de Job (cc. 1-2 y 42), el cántico de Ana (lSam 2), muchas súplicas de los Salmos (Sal 6; 7; 13; 28…), muchos aforismos de los Prov (15,33; 16,18; 18,12…), las suertes de Débora y de Yael (Jue 5) y otros muchos pasajes veterotestamentarios se mueven en esta lí­nea. También hay que entender en esta lí­nea el castigo inmanente al pecado mismo o la represalia que se aplica al impí­o Amán, ví­ctima de su propia iniquidad. En el texto griego no falta una referencia general a la categorí­a profética del “dí­a de Yhwh”; de este modo, este episodio se inserta en la serie de las intervenciones salví­ficas y judiciales de Dios en la historia de la salvación. Este es, por tanto, un libro ético-teológico.

Pero también es fundamental para comprender el significado último de este libro la relación que tiene con la fiesta hebrea de los Purim. G. Gerleman, R. de Vaux y H. Cazelles han sospechado incluso que Est es un leccionario o un midras o una etiologí­a cúltica de esta festividad hebrea, de origen externo, pero interpretada bí­blicamente sobre todo a la luz del Exodo. De hecho, Gerleman ha intentado poner de relieve los paralelismos que se dan entre Est y Ex, interpretando nuestra obra casi como una actualización de la teologí­a del éxodo. He aquí­ una serie de estos paralelismos: contexto histórico egipcio (Ex)-contexto histórico persa (Est); persecución faraónica (Ex)-persecución imperial (Est); decreto de exterminio egipcio (Ex)-decreto de exterminio persa (Est); pascua el 14 Nisán (Ex)-decreto el 13 Nisán (Est); corte egipcia (Ex)-corte persa (Est); prí­ncipe Moisés (Ex)-prí­ncipe Mardoqueo (Est); Aarón portavoz ante el faraón (Ex)-Ester portavoz ante Asuero,(Est); liberación triunfal y fiesta (Ex y Est). Los Purim se convierten entonces en un ulterior memorial de la liberación que Dios ofrece continuamente a su pueblo (9,24-26). Por esto mismo, así­ como el éxodo a través del mar Rojo acaba en cánticos y danzas (Ex 15), también hay que celebrar los Purim como “dí­as en que los judí­os se deshicieron de sus enemigos y mes en que la tristeza se convirtió en alegrí­a y el luto en regocijo. Estos dos dí­as debí­an convertirse en dí­as de banquete y alegrí­a, haciéndose regalos unos a otros y dando donativos a los pobres” (9,22).

BIBL.: ANDERSON C.R., The Books of Ruth and Esther, B.H. Baker, Grand Rapids 1970; BARDTKE H., Das Buch Esther, Mohn, Gütersloh 1963; BARUCQ Q., Judith-Esther, Cerf, Parí­s 19592; BELLINI F., Ester, en lntroduzione alta Bibbia(ed. T. Tallarini) III, Dehoniane, Bolonia 1978, 111-134; CAVALLETTI S., Rut-Ester, Ed. Paoline, Roma 19833; DOMMERSHAUSEN W., Die Estherrolle, Stil und Ziel einer alttestamentlichen Schrift, Kath. Bibelwerk, Stuttgart 1968; GERLEMAN G., Esther, Neukirchener Verlag, Neukirchen 1973; GORDIA R., Studies in the Esther Narrative, en “JBL” 95 (1976) 43-58; LEBRAM J.C.H., Purimfest und Estherbuch, en “Vetus Testamentum” 22 (1972) 208-222; LORETZ O., Novela y narración corta en Israel, en SCHREINER, J., Palabra y mensaje del Antiguo Testamento, Barcelona 1972, 387-407; MEINHOLD A., Die Gattung der Josephsgeschichte und des Estherbuches: Diasporanovelle, en “ZAW” 87 (1975) 306-324; 88 (1976) 72-93; MOORE C.A., Esther, Doubleday & Co., Nueva York 1971; MOORE C.A., On the Origins of LXX Additions to the Book of Esther, en “JBL” 92 (1973) 382-393; RINGGREN H., Das Buch Esther, Vandenhoeck & R., Gotinga 19672; TALMON S., Wisdom in the Book of Esther, en “Vetus Testamentum” 13 (1963) 419-455; WORTHWEIN, Esther, Mohr, Tubinga 19692.

G. Ravasi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

Joven judí­a huérfana de la tribu de Benjamí­n cuyo nombre hebreo era Hadassá (que significa †œMirto†); descendí­a de aquellos a quienes se deportó de Jerusalén junto con el rey Joaquí­n (Jeconí­as) en 617 a. E.C. (Est 2:5-7.) Era hija de Abiháil, tí­o de Mardoqueo. (Est 2:15.) Su primo Mardoqueo, mayor que ella y su tutor, era uno de los †œsiervos del rey que estaban en la puerta del rey† en el palacio de Susa durante el reinado del rey persa Asuero (Jerjes I, siglo V a. E.C.). (Est 2:7; 3:2.) Asuero depuso a la reina Vasti por su desobediencia, y después dio la orden de reunir a todas las ví­rgenes más hermosas para un perí­odo especial de masajes y tratamiento de belleza, con el fin de que el rey pudiera elegir a una de ellas para reemplazar a Vasti como reina. Ester estaba entre aquellas a las que se llevó a la casa del rey y se confió al cuidado de Hegai, el guardián de las mujeres. Mantuvo en secreto que era judí­a, como le aconsejó Mardoqueo. (Est 2:8, 10.) En el año séptimo del reinado de Asuero, se escogió a Ester para que fuera la reina. (Est 2:16, 17.) Durante todo este tiempo se mantuvo en contacto con Mardoqueo y siguió sus consejos. Cuando este último descubrió un complot contra el rey, ella se lo dijo al monarca en nombre de Mardoqueo. (Est 2:20, 22.)
En el año duodécimo de Asuero, Hamán el agaguita, su primer ministro, planeó la aniquilación de todos los judí­os en los 127 distritos jurisdiccionales del imperio. Recibió la autorización del rey para promulgar un decreto con este fin. (Est 3:7-13.) En conformidad con la información y el consejo de Mardoqueo, Ester le reveló al rey el propósito inicuo del complot de Hamán. La reacción de este hizo que aumentase la cólera del rey, y Hamán fue colgado. (Est 4:7–7:10.) A petición de Ester, el rey promulgó un segundo decreto autorizando a los judí­os a defender su vida en el dí­a que se habí­a fijado para su exterminio. (Est 8:3-14.) Debido al edicto del rey y por temor a Mardoqueo, quien habí­a reemplazado a Hamán como primer ministro, los gobernadores y los oficiales del imperio ayudaron a los judí­os a lograr una victoria total sobre sus enemigos. (Est 9.) Las instrucciones de Mardoqueo, confirmadas por Ester, establecieron que los judí­os celebraran anualmente la fiesta de Purim, costumbre que ha continuado hasta la actualidad. (Est 9:20, 21, 29.)
Aunque el libro de Ester no menciona el nombre de Dios, las acciones de Mardoqueo y Ester prueban que ambos eran siervos fieles del Dios verdadero, Jehová. Ester desplegó las cualidades propias de quienes confí­an en la ley de Dios. Era de †œbonita figura y hermosa apariencia† (Est 2:7), pero, lo que es más importante, manifestó el adorno de †œla persona secreta del corazón en la vestidura incorruptible del espí­ritu quieto y apacible† (1Pe 3:4), y así­ se ganó el favor de Hegai, el guardián de las mujeres, y también del rey mismo. Para ella el adorno ostentoso no era lo más importante, y por eso †œno solicitó nada salvo lo que Hegai […] procedió a mencionar†. (Est 2:15.) Asimismo, demostró mucha prudencia y autodominio. Fue sumisa a su esposo Asuero, dirigiéndose a él con tacto y respeto cuando tanto su vida como la de su pueblo estuvieron en peligro. Permaneció callada cuando fue prudente hacerlo, pero habló con franqueza y sin temor cuando fue necesario, y lo hizo en los momentos oportunos. (Est 2:10; 7:3-6.) Aceptó el consejo de su primo Mardoqueo, hombre maduro, aun cuando el llevarlo a la práctica puso en peligro su propia vida. (Est 4:12-16.) Demostró su amor y lealtad al pueblo judí­o, que estaba en pacto con Dios y al que ella misma pertenecí­a, actuando en su favor cuando fue necesario. (Véase MARDOQUEO núm. 2.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Est 1-10
Sumario: 1. El judaismo triunfante. II. Las coordenadas de la obra: 1. El fondo histórico; 2. El cuadro de la narración. III. Medio literario y mensaje.
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1. EL JUDAISMO TRIUNFANTE.
†œSoy tan enemigo de 2M y de Ester, que me gustarí­a que no existieran, pues son demasiado judaizantes y contienen mucha malicia pagana: este juicio tan duro de Lutero (Conversaciones de sóbreme5a,†™ed. Weimar 1, 208) choca lógicamente con el entusiasmo sinagogal, que ha puesto a Est entre los cinco Megilót, o sea, entre los cinco libros bí­blicos más usados en la liturgia después de la tórah. Y con la tórah, Este es el único libro de la Biblia que tiene dos targum. La obra refleja altamente concentrado el orgullo nacionalista del judaismo del siglo n a.C. y está totalmente impregnada del espí­ritu de venganza y de combate †œde algunos salmos imprecatorios (SaI 58; SaI 94; SaI 109; SaI 137): †œCada mañana reduciré al silencio a todos los bandidos del paí­s, extirparé de la ciudad del Señor a todos los criminales† (SaI 101,8 ). Así­ pues, este escrito es la reacción contra las amenazas de pogroms antijudí­os que se perfilaban en el horizonte de ciertos ambientes de la †œdiáspora, pero sobre todo en Palestina, con la polí­tica helenista de los seléucidas. -1 Est está ausente en Qumrán quizá pOrque en este libro no aparece nuncal el tetragrama sagrado Yhwh. Se trata de una obra muy compleja a nivel textual, histórico, literario, teológico y litúrgico, aun cuando la sucesiva relectura cristiana la simplificó considerablemente, reduciéndola á uña desvirtuada alegorí­a marioló-gica. Nos han llegado sustancialmen-t†™édos Est distintas. La obra griega es dos terceras partes más extensa que él texto hebreo, y nos la atestiguan al menos tres diversas recensiones, de las cuales nos parece preferible la contenida en los códices A, B, 5, y y en el papiro 967 Chester Beatty. La Est hebrea está quizá más cerca del original; es más breve, y suá relaciones con el texto griego son todaví­a hoy objeto de discusión entre los autores;†,
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II. LAS COORDENADAS DE LA OBRA.
Como se ha dicho a propósito de Tób y de Jdt, este escrito judí­o resulta bastante artificial en cuanto al marco histórico y no poco variopinto a nivel literario. Intentemos precisar a continuación estas dos dimensiones, importantes para la lectura y la comprensión de la obra.
1. El fondo histórico.
El ambiente histórico del relato es ficticio y nos sitúa en la época del imperio persa, dominado por Jerjes (que murió el 465 a.G). Se trata de un intento de tipificar a través de una retropro-yección la época de los Macabeos, de los Tolomeos y de los seléucidas, en la que parece vivir el autor. En efecto, una apostilla de la versión griega indica que esta versión, hecha por un tal Lisí­maco, fue llevada a Egipto durante el reinado de Tolomeo (Tolomeo VIII, según algunos: 114-113 a.C; Tolomeo XIV, según otros: 48-47 a.C).
No obstante, advertimos también que el autor conoce bastante bien la topografí­a de Susa, la documentación sobre Jerjes y sobre las costumbres persas (siete eunucos, siete consejeros de Estado, el consejo de los sabios, los sellos, los edictos irrevocables, los correos, la ejecución capital por la horca, los vestidos y coronas usuales en la corte). La obra, entonces, podrí­a haber nacido en la diáspora judí­a oriental y podrí­a haberse difundido luego en la diáspora occidental.
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2. EL CUADRO DE LA NARRACION.
A. Barucq juzgaba de este modo la calidad literaria de Est: †œLa acción se desarrolla con un notable sentido de la economí­a general. Las fases principales están hábilmente preparadas por composiciones de lugar o sabiamente retardadas mediante la intervención de episodios curiosos o agradables. La repetición, en estribillo, de un diálogo en términos invariables entre el rey y Ester (5,3.6-7; 7,2-3; 9,11-1 3) o la de ciertas fórmulas protocolarias (1,19; 3,9; 5,4; 7,3; 8,5; 9,13) tienen un efecto muy particular†™. Efectivamente, la obra mantiene una buena tensión lógica y narrativa y su efectividad dramática revela una mano firme y genial.

La narración se abre con una grandiosa escena introductoria, dominada por un suntuoso banquete real (cc. 1-2). Entran en escena los dos personajes: Asuero-Jerjes está en el centro, y a su lado los dos sectores del bien (Ester y Mardoqueo, o sea, el judaismo) y del mal (Aman, de Agag, sí­mbolo de los enemigos tradiciones de Israel, los amalecitas). Es curioso advertir que los dos personajes hebreos llevan nombres paganos: Ester es el paralelo de la diosa Istar (más que del persa stareh – estrella) y Mardoqueo es nada menos que el nombre teóforo del dios Marduk. Quizá el autor, sabiendo que los desterrados hebreos de Babilonia habí­an recibido nombres locales de esclavitud, quiso hacer de este modo más creí­ble su relato ejemplar. Ya en esta escena aparece el modelo tradicional de †œla inversión de la suerte† Pr 26,27), que será fundamental en la estructura del libro: Vasti es repudiada, Ester es entronizada.
El corazón de la narración está representado en dos actos. El primero (3,1-5,8) enuncia el edicto real de exterminio de los judí­os, que habrá de cumplirse en un dí­a y un mes definido por las †œsuertes†™. Aparece así­ el término acádico pur, †œsuerte†™, †œdado†™, importante para el objetivo de la narración y traducido por el mismo autor en 3,7 y 9,24 con el equivalente hebreo góral. El segundo acto (5,9-9,19) se desarrolla sobre la base del esquema de la †œinversión†™: la exaltación de Aman deberí­a suponer la horca para Mardoqueo; en realidad, la exaltación de Mardoqueo llevó a Aman a la horca; la matanza preparada para los judí­os se transforma en matanza de los impí­os, sus enemigos. La obra se cierra con una escena que constituye la inclusión con la escena del exordio (9,20-10,3). Es la etiologí­a de los Purí­m, la fiesta popular de carnaval en Israel.
Hemos seguido sustancialmente el trazado narrativo del texto hebreo. El relato griego, más enfático y redundante, más religioso y apologético, contiene otros datos: la anticipación en sueño de los acontecimientos a Mardoqueo, los edictos de Artajer-jes (no Asuero), antisemita el primero, favorable al reconocimiento de los derechos civiles para los judí­os el segundo y, finalmente, dos amplias súplicas de Mardoqueo y de Ester, destinadas a interpretar teológicamente los sucesos (Jdt 9; Dn 9).
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III. MEDIO LITERARIO Y MENSAJE.
El mensaje de Est, cuya sustancia se indica ya en el motivo de la †œinversión† de las suertes, tiene tantos matices como son los aspectos literarios o géneros que dirigen el relato. El volumen, incluso en una lectura superficial, revela elementos novelí­sticos y foiclóricos (Tob). Pensamos, por ejemplo, en el tema del repudio de la favorita (Vasti) y del triunfo de la †œcenicienta† huérfana (Ester), y en el fondo exótico y pintoresco, parecido al de la narración egipcia de José o a la †œbabilónica† de Daniel. Pensamos también en el dato del banquete fastuoso y barroco que va puntuando repetidamente el texto (1,3.5.9; 2,18; 3,15; 5,4- 5.8.12; 6,14; 7,1-2.8; 8,17; 9,17-18.22). Estamos, por tanto, en presencia de una novela histórica, de una †œdiasporonovela†, como la ha definido A. Meinhold, es decir, de una narración histórica ejemplar, nacida en el ambiente de la diáspora judí­a oriental. El fresco novelado de una época como la persa se usa como parábola para describir y resolver el choque entre Israel y el helenismo.
Sin embargo, en el rollo de Ester, como en el paralelo de José el egipcio, se respira también una atmósfera sapiencial [1 Sabidurí­a]. Dios está casi ausente de la escena exterior de la historia; en el centro se mueve el hombre con su habilidad y su astucia, y hasta el judí­o con sus recursos humanos, intelectuales y estéticos, en una especie de †œsionismo†™ ante Iitte-ram. Se vislumbra, por consiguiente, una dimensión †œsecular† en la nueva sabidurí­a de Israel: esta sabidurí­a, a pesar de que no arrincona lo sagrado ni excluye lo sobrenatural, destaca el aspecto humano con sus capacidades personales, sus maniobras, sus éxitos, sus venganzas. 5. Talmon ha definido justamente Est como †œun relato sapiencial historificado†™.
Pero la teologí­a clásica de Israel no está ausente del libro; más aún, se la afirma sólidamente a través del mencionado esquema de la †œinversión† buenos-malos/humillación-exaltación/salvación-muerte. Tob, Jdt, Sg 11-19, el relato de José, Dan, el estrato arcaico de Jb (cc. 1-2 y 42), el cántico de Ana (IS 2), muchas súplicas de los Salmos (Sal 6; Sal 7; Sal 13; Sal 28), muchos aforismos de los Pr(15,33; 16,18; 18,12…), las suertes de Débora y de Yael (Jc 5) y otros muchos pasajes veterotestamen-tarios se mueven en esta lí­nea. También hay que entender en esta lí­nea el castigo inmanente al pecado mismo o la represalia que se aplica al impí­o Aman, ví­ctima de su propia iniquidad. En el texto griego no falta una referencia general a la categorí­a pro-fética del †œdí­a de Yhwh†; de este modo, este episodio se inserta en la serie de las intervenciones salví­ficas y judiciales de Dios en la historia de la salvación. Este es, por tanto, un libro ético- teológico.
Pero también es fundamental para comprender el significado último de este libro la relación que tiene con la fiesta hebrea de los Purim. G. Gerle-man, R. de Vaux y H. Cazelles han sospechado incluso que Est es un lec-cionario o un miaras o una etiologí­a cúltica de esta festividad hebrea, de origen externo, pero interpretada bí­blicamente sobre todo a la luz del Exodo. De hecho, Gerleman ha intentado poner de. relieve los paralelismos que se dan entre Est y Ex, interpretando nuestra obra casi como una actualización de la teologí­a del éxodo. Ac aquí­ una serie de estos paralelismos: contexto histórico egipcio (Ex)-contexto histórico persa (Est); persecución faraónica (Ex)-persecución imperial (Est); decreto de exterminio egipcio (Ex)-de-creto de exterminio persa (Est); pascua el 14 Nisán (Ex)-decreto el 13 Nisán (Est); corte egipcia (Ex)-corte persa (Est); prí­ncipe Moisés (Ex)-prí­ncipe Mardoqueo (Est)j Aarón portavoz ante el faraón (Ex)Ester portavoz ante Asuero (Est); liberación triunfal y fiesta (Ex y Est). Los Purim se convierten entonces en un ulterior memorial de la liberación que Dios ofrece continuamente a su pueblo (9,24-26). Por esto mismo, así­ como el éxodo a través del mar Rojo acaba en cánticos y danzas (Ex 15), también hay que celebrar los Purim como †œdí­as en que los judí­os se deshicieron de sus enemigos y mes en que la tristeza se convirtió en alegrí­a y el luto en regocijo. Estos dos dí­as debí­an convertirse en dí­as de banquete y alegrí­a, haciéndose regalos unos a otros y dando donativos a los pobres† (9,22).
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G. Ravasi
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Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Introducción

Ester, tal como Esdras y Nehemí­as, vivió durante el perí­odo cuando los persas dominaron todo el oeste de Asia y Egipto e impusieron un alto grado de organización en su vasto imperio. Ciro, gran constructor del imperio, habí­a permitido que los judí­os exiliados volvieran a Jerusalén desde Babilonia en 539 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (Esd. 1:1–4), y de allí­ en adelante los exiliados volvieron a reconstruir, primero sus hogares, después el templo y más adelante, bajo Nehemí­as, la muralla de Jerusalén. Eran una minorí­a, y muchos judí­os permanecieron en Babi lonia, se desparramaron por toda el área que ahora conocemos como Irán e Irak (vea el mapa en la pág. 445).
En los tiempos de Ester, Susa, la ciudad real persa (la moderna Shush en el sudoeste de Irán), disfrutaba de su apogeo bajo el rey Jerjes, conocido en heb. como Asuero, quien llegó al trono en 486 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo El disfrutó de los edificios lujosos construidos durante el reinado de sus padre Darí­o (521–486). Poco queda de ellos, pero los musulmanes chií­tas vi sitan la aldea para venerar la supuesta tumba del profeta Daniel. Excavaciones arqueológicas a mediados del siglo XIX de la antigua ciudad identificaron las caracterí­sticas principales del palacio, incluyendo el salón del trono, el harén y el †œpatio de los jardines† mencionado en 1:5.
El libro de Est. cuenta del favorito del rey Jerjes, el cortesano Amán, quien odiaba a un judí­o llamado Mardoqueo. Por esta razón tramó matar a todos los judí­os que viví­an dentro del Imperio Persa. Tal era la extensión del Imperio en aquel tiempo que prácticamente toda la raza hubiera sido aniquilada si él lo hubiera logrado. La intervención providencial vino a través de Ester, la joven judí­a que habí­a sido elegida por el monarca para ser su reina. Las circunstancias resultaron en que Amán se convirtió en la ví­ctima de su propia trama, mientras que los judí­os lograron escapar. Los enemigos fueron eliminados y Mardoqueo reemplazó a Amán como la mano derecha del rey. Este cambio extraordinario de funciones proveyó al narrador un tema cautivante. Para los judí­os, cuya historia iba a incluir muchos incidentes trágicos, el libro se convirtió en una fuente de esperanza, y los eventos que relata son celebrados anualmente en la fiesta de Purim. A lo largo de los siglos la lectura pública de este libro en ocasión de Purim ha mantenido vi vas las expectaciones nacionalistas. Aun hoy, cada vez que se menciona el nombre de Amán en la liturgia de Purim, las congregaciones responden con estrepitosos golpes, exclamaciones y taconazos, y comen †œsombreros de Amán† (tortas triangulares) durante las celebraciones. No es de sorprender que el judí­o común conozca mejor la historia de Ester que cualquier otra sección del ATAT Antiguo Testamento.

EL LIBRO DE ESTER EN LA HISTORIA CRISTIANA

Este es uno de los libros de la Biblia que a menudo es ignorado por los cristianos. En los primeros siglos del cristianismo era mejor conocido en las versiones griegas. A éstas se habí­an agregado pasajes adicionales, los cuales tení­an el efecto de fomentar la hostilidad hacia los gentiles y mantener a los judí­os aislados, mientras que los cristianos estaban tratando de integrar a los creyentes tanto de origen judí­o como gentil. Es comprensible, por lo tanto, que los cristianos no hicieran uso del libro en la forma como lo recibieron porque iba en contra de sus propósitos.
Frecuentemente se señala que el nombre de Dios no es mencionado en el libro de Ester. Una reacción superficial a esta omisión es poner en duda la inclusión de este libro en la Biblia. Los grandes expositores de la Reforma, Lutero y Calvino, no dejaron comentarios sobre Ester, y aquellos que escriben sobre la historia del perí­odo del ATAT Antiguo Testamento raramente se refieren a este libro. Debido a que aduce ser un informe real de los sucesos tiende a ser tomado con escepticismo. ¿Por qué entonces deben los cristianos estudiarlo en la actualidad?
En la práctica, la mayorí­a de los cristianos acepta el libro porque está encuadernado junto con los otros 65 libros que completan la Biblia. Merece nuestra atención porque está allí­, y es parte de nuestro patrimonio. Históricamente ayuda a completar la escena de la vida después del exilio de los judí­os de la dispersión durante el siglo V a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, y explica los orí­genes de una de las festividades que los judí­os han observado anualmente desde los tiempos previos al cristianismo hasta ahora. Cualquiera que desee comprender la cultura de nuestros vecinos los judí­os querrá leer este informe de los orí­genes de la fiesta de Purim.
Estas, sin embargo, son más bien razones educacionales en vez de personales, y aunque son importantes, no necesariamente satisfacen el deseo de los lectores de encontrar una luz para su camino y para el entendimiento de Dios. ¿Realmente, puede el libro tener una teologí­a dado que omite el nombre de Dios?

LA TEOLOGIA EN ESTER

Est. es un libro de deducciones teológicas y no de declaraciones explí­citas. Habla de ayuno, pero no de la oración que siempre acompañaba al ayuno, y tampoco menciona las respuestas a la oración que son claramente parte de la historia. Además, cuando Mardoqueo desafió a Ester a rescatar a su pueblo, le dijo que si ella no actuaba, el alivio y la liberación de los judí­os surgirí­an †œde otro lugar†, dando a entender que seguramente Dios liberarí­a a su pueblo. La fe en Dios puede estar implí­cita en la gente que, por cualquier razón, casi nunca da a conocer su fe.
La vida en Persia bajo el reinado del rey Jerjes era opresiva para los grupos minoritarios como los judí­os y, según el escritor de Est., peligrosa. Puede parecer improbable que un soberano decretara por capricho la ejecución de un pueblo entero, como lo hizo Jerjes (3:9–11), pero Heródoto, historiador de esa época, confirma que Jerjes era cruel y déspota hacia su propia familia, cuánto más con los extranjeros. El autor, consciente de la necesidad de ser diplomático por temor a que la historia se volviera a repetir y la vida de su gente fuera puesta en peligro otra vez, fue cuidadoso en basarse en los hechos y en ser objetivo, evitando referencias a la ayuda sobrenatural. De todas maneras, encontró la manera de señalar que Dios estaba dirigiendo los sucesos. Efectivamente éstos hablaron por sí­ mismos; él sólo tuvo que narrarlos.
El libro describe la vida en la corte persa con toda su extravagancia. El rey Jerjes gobernaba sobre 127 provincias, pero no logró gobernar a su esposa, Vasti. Quizá el autor se expresó con cierta ironí­a cuando terminó el primer episodio con el decreto del rey que decí­a que †œtodo hombre fuese señor en su casa†. La pregunta implí­cita, ¿dónde descansa finalmente la autoridad?, genera un interrogante teológico.
Amán hizo un intento ambicioso por ganar el poder y logró obtenerlo al principio, sólo que Mardoqueo el judí­o no se arrodilló ante él. Amán deseaba usar su autoridad y su influencia con el rey para eliminar no solamente a Mardoqueo, sino a toda su raza. Lo único que se necesitaba era un decreto sellado con el anillo real para llevar adelante la trama. Solamente tení­a que asegurarse de una cosa: La fecha necesitaba ser oportuna, si no el destino podrí­a frustrar su plan. El autor enfrenta al destino contra la autoridad del que era adorado por el pueblo judí­o.
La idea de un destino predeterminado, operando en todos los aspectos de la vida, desde el del individuo hasta las decisiones de los gobernantes de una nación, era muy difundida y persistente. Un dado perteneciente al reinado de Salmanasar (858–824 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) queda como un recordatorio de que el primer dí­a del año nuevo se echaban suertes sobre el calendario del año para determinar las fechas favorables. Este dado lleva la inscripción pur, que confirma el significado de la palabra purim dada en 9:24. La gente de estas tierras en el Cercano Oriente no solamente creí­a en el destino, sino que también practicaba lo que creí­a. ¿Qué sucede cuando los que creen en el Dios creador habitan entre los que viven de acuerdo con el destino? El escritor de Est. espera que sus lectores observen y tomen nota.
No todo en el desarrollo de la situación podrí­a ser atribuido directamente a Dios, porque cada uno de los personajes principales tomó iniciativas. Mardoqueo inscribió a su protegida, Ester, en el concurso de selección, esperando que fuera elegida como la nueva reina. Solamente después de que fue reina la ventaja de su posición proveyó la oportunidad para que ella registrara la lealtad de Mardoqueo en los anales del rey y desacreditara a Amán ante el rey. Mardoqueo no podrí­a haber imaginado que se presentarí­a tal necesidad. Ester, por su parte, tuvo que arriesgar su propia vida para presentar la petición al rey, y usó astucia al invitar al rey y a Amán a su banquete privado, no solamente una vez sino dos veces. Ella no tení­a manera de saber cómo iba a terminar el episodio, pero ya que su acción fue precedida por ayuno (y oración), evidentemente espera ba que se le presentara una oportunidad para implorar por la causa de su gente. La iniciativa humana sola no podrí­a haber provisto las oportunidades necesarias, pero la providencia divina con la atención humana y la acción oportuna produjo el final deseado.
En resumen, el libro de Est. apoya fuertemente e ilustra la doctrina de la providencia divina, al obrar en un momento particular de peligro para el pueblo judí­o que viví­a bajo el dominio persa. La declaración de Mardoqueo: †œÂ¡Y quién sabe si para un tiempo como éste has llegado al reino!† (4:14), anunciada en el momento de crisis, conduce al lector a esperar que Ester intervenga exitosamente, porque la providencia ya habí­a estado obrando en su selección como reina. Esta impresión se confirma cuando el rey extendió su cetro a Ester y recibió su petición. A medida que los eventos se desarrollan y Amán es ahorcado en su propio patí­bulo, mien tras que Mardoqueo es ascendido a una posición importante, el cambio dramático es tan inesperado que requiere explicación divina. Hasta personas de otras nacionalidades llegaron a la misma conclusión (8:17), haciendo que aceptaran que el Dios que obra justicia para su pueblo debe ser el verdadero Dios. Ellos, por lo tanto, declararon su fe en él.
Aunque las implicaciones de la creencia en la providencia divina son sin duda misteriosas, la soberaní­a de Dios afecta a toda su creación, pero especialmente a su pueblo quien deposita su confianza en él. Jesús confirmó el cuidado paternal de Dios por la naturaleza (Mat. 6:26–30), y exhortó a sus seguidores a confiar en que su Padre provee en cada necesidad. Eso no querí­a decir que los desastres iban a ser excluidos. La traición, el odio y la muer te esperaban a Jesús, y él advirtió a sus discí­pulos que podí­an esperar lo mismo (Mat. 10:21–25). El dolor y conflicto no cancelan el cuidado providencial, porque el interés de Dios por los paja ritos fue declarado al mismo tiempo que †œaun vuestros cabellos están todos contados† (Mat. 10:29–31). En el libro de Est. la muerte de los judí­os fue reemplazada por la muerte de sus enemigos. Jesús declaró que él no vino a traer paz, sino espada (Mat. 10:34). La providencia de Dios abarca su justicia y su amor a medida que pone orden en los asuntos de este mundo imperfecto, de aquí­ el papel que desempeña la espada.
El libro de Est. es para meditar en un intento de encontrar la relevancia de los valores bí­blicos de la vida en un mundo cada vez más secular. La creencia en un destino inflexible sobrevive en el dí­a de hoy, como lo demuestra la popularidad que tienen los horóscopos. Este libro demuestra que el destino no es inmutable cuando se opone a los propósitos eternos de Dios.

CARACTERISTICAS LITERARIAS

El libro de Est. es el trabajo de un artista literario que usa sus dones como el vehí­culo para expresar sus convicciones más profundas. El episodio de introducción describe eficazmente al rey Jerjes como gobernante de su inmenso dominio pero incapaz de controlar a su esposa. Implí­citamente se plantea una pregunta acerca de liderazgo y autoridad. El rey designó a Amán como su primer ministro. Este es taba totalmente absorto en su propia importancia, presentando de esa forma otro aspecto sobre el liderazgo. La designación no funcionó bien para el Imperio porque el rey dejó el poder en las manos de su ministro, sin preocuparse por averiguar lo que estaba sucediendo. Todo esto se presenta sin ninguna indicación de desaprobación. Un concepto de responsabilidad muy diferente es presentado por Mardoqueo el judí­o, quien tomó en cuenta el valor de aquellos que estaban en la autoridad, salvó al rey de una conspiración de homicidio y se negó a someterse al engreí­do Amán. El contraste entre los dos hombres plantea la pregunta: ¿Cómo puede prevalecer la justicia cuando aquellos que hacen el bien no tienen poder?
El contraste entre Amán y Mardoqueo se acentúa más a medida que cada uno sigue su propia estrategia. Mardoqueo ayunó y lamentó mientras que el rey y Amán se sentaron a beber (3:15; 4:1). Mardoqueo manifestó su fe (4:14), mientras que Amán encontró satisfacción construyendo una horca para Mardoqueo (5:14). Así­ se libró una lucha entra la vida y la muerte. El momento crucial fue la noche de insomnio del rey (6:1), cuando le fue recordada su deuda hacia Mardoqueo y se propuso recompensarlo. Desde este punto comienza un cambio dramático. Amán se vio forzado a otorgar honores a Mardoqueo y luego fue colgado en la horca que le habí­a preparado. Mardoqueo tomó la posición de Amán al lado del rey, y fue promulgado un nuevo edicto. Repentinamente la justicia habí­a prevalecido. La amenaza hecha en contra de los judí­os en los primeros cinco capí­tulos no se materializó y su fortuna se invierte en los últimos cinco; por lo tanto la estructura del libro concuerda con el contenido.
Esta percepción artí­stica se hace aparente también en la hábil representación. Tanto los personajes masculinos como los femeninos son finamente descritos y actúan consistentemente de acuerdo con su personalidad. El rey impresionaba a sus súbditos con su riqueza y no por su interés en asegurar que tuvieran un gobierno justo. Disfrutaba de sus privilegios, promulgó nuevas leyes sin pensarlo dos veces y delegó su autoridad a un prí­ncipe en quien él confiaba absolutamente. La reina Ester fue en muchas formas la antí­tesis del rey. Desde el principio estuvo sujeta a Mardoqueo pero, cuando se encontraron en peligro, ella fue quien sugirió que todos los judí­os debí­an ayunar por tres dí­as. Ester reconoció un poder más grande que el de ella y encontró fortaleza para tomar la iniciativa. Se presentó ante el rey con su invitación, pero sin saber cómo iba a lograr su objetivo. Su preocupación era por su pueblo y por la justicia. El libro concluye con el hecho de que el pueblo fue liberado y, ba jo Mardoqueo, prosperado, y se deja al lector meditando sobre el resultado. ¿Ha estado obrando en esto la providencia divina?
Tanto Mardoqueo como Ester enfrentaron un conflicto de lealtades como consecuencia de su fe. Mardoqueo no podí­a pretender aceptar el liderazgo corrupto de Amán, y Ester se arriesgó a desobedecer al rey por el bien de su pueblo. La desobediencia civil se justifica por la causa mayor. El autor frecuentemente hace uso de la ironí­a, llamando la atención a las fiestas ostentosas del rey, su estupi dez en pasar leyes sin darles la debida atención (1:21, 22) y al hecho de haber renunciado a su autoridad (3:8–11). El autor también usa palabras y frases especí­ficas para llamar la atención a ciertos temas. Las fiestas en el libro tienen consecuencias terribles, mientras que los ayunos (4:1–3, 16) obran para bien, al punto de que al final los judí­os mismos ayunan. Este es un ejemplo de cómo el autor trata de †œatar los cabos†.

VERDAD O FICCION

Se podrí­a pensar que tales caracterí­sticas artí­sticas sugieren que el libro debe ser clasificado como ficción, y algunos eruditos han argumentado que la narración no es concebible debido a ciertos detalles. Citan los 180 dí­as de la fiesta del rey (1:4), la negativa de la reina de estar presente (1:12), el nombramiento de personas que no eran persas, co-mo Ester y Mardoqueo, a puestos de importancia en el reino y el permiso del rey para aniquilar a todo un pueblo. Además, se dice que los personajes se conforman a ciertos papeles, en vez de actuar como individuos. Tales juicios, sin em bargo, se hacen desde el punto de vista moderno. En vista de la falta de literatura que haya sobrevivido a este perí­odo en Persia es imposible verificar lo que pasó o apreciar el relato en su ambiente literario. Los histo riadores han verificado el conocimiento preciso que el autor tení­a de los palacios y costumbres reales de Persia, y cierta evidencia independiente ha salido a relucir acerca de que un cierto Marduka (Mardoqueo) que tení­a un puesto de autoridad en Susa, como contador en los primeros años de Jerjes. La confirmación del uso de suertes o pur también ha apoyado la historicidad del relato. La parte que la ironí­a juega en la narración del autor explica algunos de los aspectos †œimprobables† del libro.
¿Cuándo podrí­a haberse escrito el libro? No se hace ninguna referencia al mismo en otra literatura, por eso ha de hacerse un juicio basado en la evidencia interna. El tema y el frecuente uso de palabras persas en el heb. sugiere una fecha durante el perí­odo persa, en algún tiempo después del reinado de Jerjes, al que se refiere como si estuviera en el pasado. El autor se preocupaba porque los judí­os no se olvidaran de su liberación de la masacre que se hubiera extendido por todo el Imperio. He allí­ la razón de este libro, que establece la conmemoración anual de Purim, debidamente autorizada por mandamiento real. Esto bien podrí­a haberse necesitado a principios del reinado de Artajerjes I, alrededor de 460–450 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, después de la muerte de Jerjes. El autor evidentemente tení­a acceso a los anales de los reyes persas (6:1; 10:2) y era un judí­o involucrado en los asuntos del Estado en Persia y su imperio.

EL LUGAR DEL LIBRO EN LAS ESCRITURAS

En nuestras Biblias en castellano el libro de Est. sigue a los libros de historia y añade su contribución a la historia ilustrando la vida en el siglo V a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo entre los judí­os en el oeste de Asia. En los cánones hebreos está entre los †œEscritos†, y generalmente es el último de los †œcinco rollos† que se refieren a las fiestas. Est. es el texto de Purim, celebrada en el duodécimo mes del año judí­o, y por lo tanto la última. La popularidad de esta fiesta hizo que se necesitaran muchas copias del libro, y las primeras traducciones contienen una variedad de lecturas diferentes al heb. La LXXLXX Septuaginta (versión griega del AT), probablemente traducida ya en el siglo II a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, contiene más de 100 versí­culos que no están en el heb. Probablemente fueron añadidos para introducir un énfasis religioso más obvio, y se pueden encontrar como colección en los apócrifos.
La maravillosa liberación de la muerte del pueblo judí­o en los tiempos de Jerjes ha sido instrumental, a través de la celebración anual de Purim, para mantener viva la fe judí­a a través de muchas otras persecuciones, aun hasta el presente dí­a. La identidad judí­a ha sido preservada entre las muchas otras culturas, y ha sobrevivido a pesar del Holocausto. Dios no ha abandonado a su pueblo antiguo, más bien continúa siendo misericordioso con ellos. Sin embargo, su plan es salvar al mundo, y los gentiles cristianos le deben su salvación al pacto de Dios, iniciado con Abraham y cumplido en Cristo. El libro de Est. debe generar un espí­ritu de gratitud en el corazón del cristiano tanto como en el del judí­o, y recordar a los cristianos de su deuda con los fieles lí­deres judí­os como Mardoqueo y Ester. Conforme los cristianos vayan formando parte de los propósitos del pueblo judí­o a la luz de sus sufrimientos pasados, y se arrepientan de las crueles desavenencias y persecuciones de parte de la iglesia cristiana en el pasado, es posible que se ganen el derecho de encomendar a los judí­os al señorí­o de Jesucristo †œquien es la cabeza de todo principado y autoridad† (Col. 2:10).

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1-22 El rey Jerjes destrona a la reina

2:1-18 Ester es escogida para ser reina

2:19-23 Mardoqueo descubre un complot

3:1-15 Amán trama contra los judí­os

4:1-17 Ester acepta interceder

5:1-8 Ester toma la iniciativa

5:9-14 Amán trama contra Mardoqueo

6:1-14 El rey honra a Mardoqueo

7:1-10 El rey manda colgar a Amán

8:1-17 El decreto de Amán trastrocado

9:1-19 Los judí­os salen victoriosos

9:20-32 El origen de Purim

10:1-3 El éxito de Mardoqueo
Comentario

1:1-22 EL REY JERJES DESTRONA A LA REINA

1–3 El narrador primero introduce al rey Jerjes, su imperio y su capital. Khshayarsha, su difí­cil nombre persa, fue transcrito Ahasuerus en heb. (Asuero [RVARVA Reina-Valera Actualizada]; ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada del gr. Jerjes, mejor co nocido en la historia secular). Su imperio, que se extendí­a del rí­o Indo en Paquistán al Alto Nilo en el norte del Sudán, estaba constituido por unas 127 provincias impresionantes. Susa, la antigua capital de Elam, habí­a sido reconstruida por Darí­o, padre de Jerjes, como una de sus ciudades capitales. La ciudadela era el centro de la acrópolis, el punto alto de la ciudad, y fortificada para proteger al rey. El tercer año de su reinado (483 a. de. J.C.) marcó el final de la oposición al nuevo reino, y fue el momento apropiado para consolidar el imperio y juntar a sus personajes principales en la capital.
4-8 El rey exhibió sus tesoros reales por seis meses. Aunque su inmensa riqueza se debí­a a las conquistas, los impuestos y tributos, no hubo quien cuestionara la justicia de la codicia del rey. Ya que la riqueza se traduce en poderí­o militar, causaba admiración, pero el autor de Est. implí­citamente pronunció jui cio sobre el autoengrandecimiento del rey describiendo sus extravagancias con lujo de detalles. El banquete fue la culminación de las festividades, y tení­a la intención de impresionar a todos los lí­deres encargados de los asuntos civiles y militares, cuya lealtad era esencial para el bien del imperio. La opulenta hospitalidad del rey se extendí­a a todo el pueblo, su séquito, oficiales y dignatarios que le vi sitaban. El pabellón en los colores reales de blanco y púrpura, junto con el oro y plata sobre el trasfondo de columnas de mármol y pisos de mosaico, muestran un opulento y fabuloso escenario. Algunos de los vasos de oro de ese perí­odo todaví­a sobreviven, y se consideran obras de arte, individualmente diseñados. Se da énfasis a la abundancia de vino y a la libertad dada a los invitados para beber cuanto quisieran.
9–12 No se da una explicación de por qué las mujeres festejaban por separado, ni se da una razón de por qué la reina Vasti no quiso obedecer la orden del rey. Cualquier excusa hubiera sido considerada fuera de lugar, ya que ella no tení­a derechos. Se les permitió a los siete eunucos, cuyos nombres apoyan un origen persa, el acceso al harén real (ver Hech. 8:27). El rechazo desafiante de la reina de comparecer en la fiesta del rey lo puso en ridí­culo, por eso su ira.
13–20 Algo tení­a que hacerse, y los siete consejeros tení­an la responsabilidad de concebir un castigo. (Nótese la importancia del número siete; 10, 14, ver Esd. 7:14.) Memucán habló por los siete prí­ncipes en respuesta a la pregunta del rey. Fue astuto en generalizar el problema, dando a entender que ya que la reina Vasti habí­a tenido influencia sobre las otras mujeres de la nobleza, cada hombre presente arriesgaba perder el control sobre su esposa. Los llamó a la solidaridad y aconsejó al rey que dictara un decreto para hacer desaparecer a Vasti (su tí­tulo se omite de aquí­ en adelante). El decreto publicado restablecerí­a la autoridad del rey y asegurarí­a que todo esposo disfrutarí­a del respeto debido de su esposa. Mientras tanto, alguien mejor que Vasti serí­a nombrada en su lugar. Cómo pudo la nueva reina salirse con la suya ante el rey es un tema que será explorado en el resto del relato.
21, 22 En vista de que hubo un acuerdo unánime de que Memucán habí­a dado un buen consejo, el decreto fue formulado inmediatamente y traducido a los muchos idiomas representados por los presentes en la fiesta. Hay ironí­a entre el Jerjes que reinaba sobre 127 provincias (1), y la trivialidad de su proclamación de que todo hombre debí­a gobernar sobre su propia casa. A pesar del gran alarde de riqueza y poder, el rey Jerjes tení­a limitaciones explí­citas en su propia casa. También se nota la ironí­a en la referencia a las leyes de Persia y Media, que no podí­an ser revocadas y, sin embargo, podí­an ser dictadas por capricho por un monarca embriagado por el vino.

2:1-18 ESTER ES ESCOGIDA PARA SER REINA

1–4 El rey, nuevamente sobrio, recordó los eventos de la última noche de la fiesta. Por más que los lamentara, no podí­a cambiar su propio mandato. Esta era todaví­a otra limitación a sus grandes poderes. La sugerencia de que se comenzara la búsqueda de una nueva reina, y la idea de que las jóvenes más hermosas del imperio se congregarí­an en su harén, levantó el ánimo del rey. Es interesante que el nombre Hegai aparece para referirse a un oficial de Jerjes en las Historias de Heródoto (ix. 34).
5–11 El autor introduce ahora a Mardoqueo, un judí­o †¦ de la tribu de Benjamí­n. (Aunque la palabra judí­o se deriva de †œJudᆝ, llegó a ser un término que describí­a a cualquier israelita durante el perí­odo posexí­lico.) Mardoqueo tení­a nombres distinguidos entre sus antepasados: Quis fue el padre del rey Saúl (1 Sam. 9:1), y Simei, su pariente, le apoyaba fanáticamente (2 Sam. 16:5). El hecho de que la familia habí­a sido deportada a Babilonia con el rey Joacim en 597 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo es otra indicación de su importancia (2 Rey. 24:14–16). El nombre Mardoqueo era asociado con Marduc, el dios esta tal de Babilonia. Por lo menos se derivan así­ dos nombres comunes, y aun hay mención de un hombre llamado Marduca en un texto de más o menos este perí­odo, que sirvió como contador en una gira de inspección de Susa. Evidentemente Mardoqueo era un hombre a quien tení­an que rendir cuentas. Habí­a adoptado a su prima huérfana, Hadasa, †œmirto†, también conocida como Ester. Este nombre persa significaba †œestrella†, quizá una referencia al arrayán, cuyas flores parecí­an estrellas, aunque también hay similaridad en sonido entre los dos nombres. El hecho de que era de bella figura y de hermosa apariencia era un factor principal en el obrar del propósito de Dios, y se considera como su buen don.
Habiendo presentado a Mardoqueo y Ester, el autor continúa con el relato de las órdenes del rey y su realización. De las muchas jovencitas que llegaron a Susa, sólo una, Ester, se menciona por nombre. Aun antes de que el rey la viera, Ester habí­a hallado gracia delante de Hegai. La palabra heb. es hesed, conocida como el término del pacto que ex presaba la fidelidad y el amor de Dios, pero usado aquí­ en un contexto secular. Hegai dio trato preferencial a Ester, promoviéndola a primer lugar y eligiendo para ella las mejores doncellas y las habitaciones más atractivas. Ester no permitió que tales atenciones la envanecieran, pero no dio a conocer su nacionalidad. A diferencia de Jerjes, Mardoqueo supo gobernar sobre su casa. El hecho de que se preocupaba por Ester lo suficientemente como pa ra vigilar a diario cómo le iba, es un indicio de su cuidado. Ester obedecí­a porque amaba y respetaba a Mardoqueo.
12–18 Todas las que aspiraban a reina tení­an que someterse a 12 meses de tratamientos de belleza, usando los productos aromáticos por los cuales estos paí­ses orientales siempre habí­an sido famosos (ver Gén. 37:25). Tratamientos cosméticos, depilar, aclarar la piel, al igual que perfumar eran parte del proceso para hermosear a las doncellas. Lo triste era que, a pesar de todas las extravagancias lujosas, la mayorí­a de las mujeres sólo pasarí­an una noche con el rey, y luego vivirí­an con las concubinas, las esposas ignoradas que pasaban sus dí­as en ociosidad. El sistema de harén era inhumano y degradaba grandemente a la mujer como persona.
Por la misericordia de Dios Ester fue protegida de ese triste destino. Ella no habí­a hecho demandas extravagantes para hermosearse, pero habí­a sido preparada para ser guiada por Hegai, y la deducción es que Ester se ganó la aprobación por su buen juicio tanto como por su hermosura. En el séptimo año del reinado de Jerjes (16) se registra que habí­an pasado cuatro años desde que el rey habí­a exiliado a Vasti (1:3). Tebet, el mes décimo, general mente era frí­o y húmedo, pero a pesar de esta desventaja, Ester obtuvo la aprobación del rey. Tanto así­ que la hizo su reina en el momento y, coronándola, proclamó un banquete en su honor, marcando la ocasión como dí­a festivo y dando regalos a todos. Así­, todo el pueblo tuvo de qué regocijase.

2:19-23 MARDOQUEO DESCUBRE UN COMPLOT
Cuando las jóvenes ví­rgenes eran reunidas por segunda vez es una frase problemática porque no se habí­a mencionado tal reunión anteriormente. Pareciera que era una referencia al v. 8, y que tení­a el propósito de sugerir un corto tiempo después de que se escogiera a Ester como reina. El hecho de que Mardoqueo estaba sentado junto a la puerta real implica que se le habí­a dado, quizá durante el nombramiento de Ester, un puesto en el poder judicial de Susa, ya que †œla puerta† era el tribunal tradicional (p. ej.p. ej. Por ejemplo: Rut 4:1–10). En la puerta de la ciudadela, Mardoqueo se mantuvo atento escuchando lo que se comentaba de los asuntos del palacio. BigtaÅ’n, quizás el Bizta de 1:10, y Teres, eunucos de confianza, guardias de los departamentos reales, conspiraban para matar al rey. Mardoqueo informó de esto por medio de Ester. Los culpables fueron juzgados y ajusticiados, ya fuera que los empalaron o colgaron, y el caso fue registrado en la presencia del rey quien, sin embargo, no hizo nada para recompensar a Mardoqueo.

3:1-15 AMAN TRAMA CONTRA LOS JUDIOS

1–6 Pasaron algunos años (7) y cuando el rey decidió promover a uno de sus prí­ncipes al puesto más alto de la nación escogió, no al hombre que le habí­a salvado la vida, sino a un cierto Amán, un agageo. El nombre Agag recuerda al reinado de Saúl, el hijo de Quis (1 Sam. 9:1, 2), quien no peleó contra este rey amalequita hasta la muerte; por ello, trajo sobre sí­ la condenación por parte del profeta Sa muel (1 Sam. 15). Los lectores judí­os verí­an una recapitulación de esta batalla en la confrontación entre Mardoqueo (también †œhijo de Quis†) y Amán el agageo. Fue una batalla que Mardoqueo estaba re suelto a ganar. Ya que el rey Jerjes, quien no sabí­a juzgar a la gente, tuvo que ordenar a sus prí­ncipes que se arrodillaran ante Amán, parecerí­a que sus compañeros de la corte real no le tení­an en alta es tima. Mardoqueo desaprobó el nombramiento y por lo tanto rehusó arrodillarse ante Amán, aunque ha de haber sabido que esto le causarí­a problemas, especialmente cuando los oficiales reales lo denunciaron ante Amán. El hecho de que Mardoqueo era judí­o no le hubiera impedido honrar a los que estaban en autoridad, pero la lealtad a la ley de Dios daba a los judí­os una fidelidad más alta que la jurisdicción humana, y tendí­a a desarrollar independencia de juicio. Nabucodonosor (Dan. 13:12–23) y los oficiales del rey Darí­o (Dan. 6:5–9) interpretaron esta acción como insubordinación (Dan. 3:12–23). Lleno de resentimiento y venganza, Amán planeó cuidadosamente su estrategia para vengarse. No se conformó con tramar cómo matar a Mardoqueo, sino que complotó en contra de todo el pueblo judí­o, estableciendo así­ un precedente al antisemitismo. Esta intención tan cruel revela que Amán carecí­a totalmente de escrúpulos.
7–11 El diario de la corte de Persia era elaborado en el primer mes de cada año con la ayuda de dados que indicaban las fechas favorables de los diversos eventos. La palabra pur, que significa †œsorteo† ha salido a luz en un dado que data del reinado de Salmanasar III de Asiria (858–824 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), de esa manera confirmando el detalle que aparece en el v. 7. La dependencia de una creencia en el destino continuó a través de los siglos, los presagios buenos o malos determinaban cuándo se podí­a tomar una acción. Para los propósitos de Amán el mes favorable era el último del año, dándole tiempo para publicar el decreto del rey (ya determinado por Amán) en todo el Imperio. En su táctica al presentarse ante el rey, Amán cuidadosamente evitó mencionar a los judí­os, dando a entender en cambio que se trataba de un grupo racial disidente, poco conocido, resuelto a ignorar la ley persa. Era cierto que los judí­os tení­an sus propias costumbres, pero expresamente se les habí­a ordenado que vivie ran pací­ficamente en las naciones del exilio (Jer. 29:7) y así­ lo hicieron. Amán, abogando por los mejores intereses del rey, habí­a presentado un caso convincente para librar al imperio de este elemento peligroso, y el interés financiero añadió otro incentivo. La suma que Amán prometió representaba una gran fortuna, dando a entender que él era sumamente rico, aunque tení­a la intención de beneficiarse al saquear las propiedades de los que exterminaran (13).
El rey Jerjes no tení­a suficiente interés como para investigar los detalles, así­ que nombró a Amán para que obrara en representación de él, y le entregó su anillo declarando a Amán como la autoridad eje cutiva para hacer como mejor le pareciera. El autor, dando a Amán su tí­tulo completo, hijo de Hamadeta, el agageo, y añadiendo el enemigo de los judí­os, hace un comentario enigmático sobre el pres tigio de un estratega astuto. El rey era indiferente al dinero ofrecido y a la ejecución de una cantidad desconocida de sus súbditos, pero no se hace juicio sobre la negligente renuncia a sus derechos ni sobre su equivocada confianza en Amán.
12–14 Sin demora, se preparó el edicto, se copió, se tradujo, se selló con el anillo del rey y se envió a todo el imperio por medio de un sistema postal inaugurado por Ciro. Este sistema dependí­a de relevos de caballos, colocados a través del imperio para asegurar la rápida comunicación (ver Heródoto v. 14; viii. 98). El decreto era repetitivo y especí­fico. Debí­a ser proclamado en público para que nadie reclamara que no conocí­a la ley. Amán se sintió satisfecho con lo que habí­a hecho, y se sentó a beber con su monarca, mientras que la gente en Susa se preguntaba qué sucedí­a detrás de las paredes del palacio.

4:1-17 ESTER ACEPTA INTERCEDER

1-5 Mardoqueo tení­a toda la razón para lamentarse por el decreto de Amán porque el hecho de haberse negado a reconocer la promoción de Amán habí­a perjudicado a toda la raza judí­a. Por medio del acto de ponerse la vestidura de duelo y dar gritos, los judí­os daban a conocer su crisis, se identificaban y llamaban la atención al inexplicable decreto. Mardoqueo, sin embargo, ya no podí­a comunicarse con Ester porque el vestido de cilicio no era permitido dentro de la ciudadela. Cuando Ester supo que estaba de duelo le envió ropa apropiada para sustituir la de cilicio, pero él no la aceptó. La gran congoja de Ester indica genuino amor y preocupación. Hatac el eunuco en quien ella confiaba fue a averiguar lo que pasaba.
6–11 Mardoqueo no dejó piedra por mover para explicar todos los detalles pertinentes, y le dijo a Hatac lo que sabí­a, incluyendo la cantidad exacta de la plata prometida por Amán para la tesorerí­a real. Hatac llevó con él una copia del decreto para que Ester tuviera las palabras exactas, y la solicitud urgente de que se presentara ante el rey pidiendo misericordia. La respuesta de Ester es reveladora. Ella no tení­a el derecho de acercarse al trono, ni habí­a sido llamada por el rey en 30 dí­as. Como todos los demás, si se acercaba al rey sin haber sido convocada, podí­a ser ajusticiada a menos que se le extendiera el cetro real.
12-17 A pesar del peligro, Mardoqueo dio órdenes a Ester diciéndole que, aunque era reina, no debí­a pensar que escaparí­a la muerte. Si no actuaba, la liberación de los judí­os surgirí­a de otro lugar. Mar doqueo sin duda dio a entender que Dios protegerí­a a su pueblo y que tení­a el propósito de usar a Ester haciendo que fuera elegida reina. Este es un punto teológico importante en el libro. Mardoqueo creí­a que Dios guí­a en eventos polí­ticos y en vidas individuales, aunque los que están en poder no lo reconozcan. El hecho de que Ester haya pedido ayuno por tres dí­as revela que compartí­a la fe de Mar doqueo en el Dios que contesta la oración, aunque ella no menciona su nombre. Su necesidad era tener valentí­a para cumplir su destino, intercediendo por la vida de su pueblo, aun cuando pudiera costarle la vida.

5:1-8 ESTER TOMA LA INICIATIVA

1-4 Al tercer dí­a Ester puso en acción su propósito, fortalecida sabiendo que la comunidad judí­a en Susa la apoyaba unánimemente. Los dí­as de ayuno habí­an dado como resultado un plan, y Ester estaba tranquila y majestuosa con su vestido real, †¦ de pie en el patio interior a cierta distancia del trono. El rey extendió su cetro de oro a su consorte y ella se le acercó y le indicó cuál era el problema que la habí­a llevado a la presencia del rey. Ella tocó la punta del cetro para reconocer su aprobación. Cuando el rey la invitó a pedir hasta la mitad del reino (una expresión no lit.lit. Literalmente), Ester se contentó con hacerle una invitación a una fiesta privada para el rey y Amán, la que le presentarí­a una oportunidad para hacer la verdadera petición. Fue sabio, pero atrevido, el haber invitado a Amán, el favorito del rey.
5–8 La prontitud con que el rey mandó llamar a Amán indica que la invitación de Ester le habí­a agradado. Ester, por su parte, habí­a tenido que ha cer preparaciones por adelantado para el banquete, anticipando la aceptación del rey. El rey estaba de buen humor, relajado, llamando a su esposa sencillamente Ester (en contraste con †œreina Ester† en el v. 3) y preparado, después de ser agasajado, a darle cualquier cosa que pidiera. Aun así­, Ester no se apresuró. Dejarí­a que disfrutaran otra ocasión igual y luego ella presentarí­a su petición.

5:9-14 AMAN TRAMA CONTRA MARDOQUEO
La felicidad de Amán fue efí­mera. Al ver que Mardoqueo no se dignaba reconocer su presencia, su alegrí­a se convirtió en ira; tendrí­a que vengarse de él. Pero primero se jactó delante de sus amigos de los honores que le fueron dados en la corte, además de todas las otras señales que la suerte le deparaba. Es significativo que Amán le dio el primer lugar a su fortuna. Estaba tan convencido de su importancia que nunca se le ocurrió que Ester pudiera tener algo en contra de él. Mardoqueo el judí­o era su único enemigo, privándole de su sentido de satisfacción. Aunque Amán ya habí­a asegurado la muerte de todos los judí­os, fue con prontitud que aceptó la sugerencia de su esposa y sus amigos para que se construyera una horca especialmente para Mardoqueo (ver 2:23). Amán dio por sentado que el rey aprobarí­a la sentencia de muerte sobre Mardoqueo, y su deleite al pensar en ello completaba su felicidad. La altura exagerada de la horca (22, 5 m.m. Metro) correspondí­a a la gran escala con que se solí­a edificar en Persia.

6:1-14 EL REY HONRA A MARDOQUEO

Es fascinante observar la serie de coincidencias, ninguna de las cuales podrí­an haberse previsto, que dio respuesta a las oraciones de los judí­os durante los dí­as de ayuno. Las acciones de Ester, tan calculadas como parecí­an, reflejaban la sabidurí­a más que mundana que le fue dada durante el ayuno.
1-3 Aquella noche se le fue el sueño al rey. Este detalle sin importancia fue el punto decisivo en la secuencia de eventos que cambió el curso de esta his toria, porque el rey escuchó la lectura de lo que se habí­a escrito sobre la denuncia de Mardoqueo en relación con el complot para asesinarlo. El gran cambio que sucedió inmediatamente fue por la obligación que el rey sentí­a de dar una recompensa digna al que le habí­a salvado la vida. Era natural que consultara con su ministro principal en la toma de una decisión tan importante.
4-14 Amán llegó temprano al palacio porque necesitaba el consentimiento del rey para ajusticiar a Mardoqueo, pero antes de que pudiera articular su petición el rey habí­a traí­do a luz otro asunto: Cómo honrar a un súbdito que bien lo merecí­a. Imaginándose que él serí­a el que recibirí­a tal honor, Amán en forma entusiasta describió su propia ambición. Deseaba recibir el prestigio y alabanza que pertenecí­an a un hombre honrado por su soberano; ponerse la vestidura real, cabalgar en su caballo y, en realidad, hacerse pasar por él y recibir un homenaje digno del rey.
Su equivocación fue total. El rey ignoraba las esperanzas de Amán y de ironí­a amarga en el dilema de Amán al pedí­rsele que honrara a Mardoqueo en vez de colgarlo. Lo peor fue la pérdida de su presti gio ante el pueblo, ya que todos sus amigos sabí­an de la horca que se habí­a construido y que se podí­a ver en lo alto de la ciudadela, y del complot de Amán en contra de Mardoqueo. En vez de ser ahorcado, Mardoqueo regresó a la puerta del rey, indiferente a los eventos, pero sin duda fascinado por el cambio súbito de su enemigo. Amán por su lado estaba mortificado y no recibió consuelo de parte de su esposa; el ambiente en la casa habí­a cambiado. Las mentes supersticiosas interpretaron las señales y le retiraron su confianza. Los eventos ahora se suceden rápidamente. Los mensajeros del rey ya estaban a la puerta para llevar a Amán al segundo banquete de Ester. Le habí­a llegado la hora.

7:1-10 EL REY MANDA COLGAR A AMAN

1–4 El suspenso aumenta cuando por tercera vez el rey hace su pregunta a la reina Ester. Ha desaparecido la familiaridad de la ocasión anterior y, respondiendo, Ester se dirige a su esposo usando sus tí­tulos reales, y frases corteses. A pesar de todo la verdad debe divulgarse. Que me sea concedida mi vida †¦ (y la de) mi pueblo: estas peticiones eran sorprendentes en sus implicaciones, y garantizaban la atención total del rey. Usando el pasivo para evitar nombrar a Amán en ese momento, Ester hizo referencia a la inmensa cantidad por la que esencialmente se habí­a vendido a los judí­os. Haber sido vendidos en esclavitud podrí­a haberse tolerado, pero fueron vendidos para ser destruidos, muertos y exterminados, los mismos verbos usados en el decreto (3:13). El significado de la última frase del v. 4 no es claro. Ninguna cantidad de dinero podí­a com pensar la pérdida que el rey sufrirí­a si el pueblo judí­o fuera exterminado. Ester apela a los mejores intereses del rey, y sugiere que la gente es mucho más importante que las posesiones.
5–10 El rey estaba por recibir otra sorpresa. Descubrió que Amán era el responsable del complot para matar a su reina y al pueblo de ella. La sabidurí­a de Ester en invitar a Amán a los banquetes ahora se hace evidente: Estaba allí­ para enfrentar directamente el destino que merecí­a como el enemigo, no sólo del pueblo judí­o sino también del rey. Ester no podí­a estar segura de cómo reaccionarí­a el rey a las noticias de que ella era judí­a. El rey en su ira se tomó un momento para reflexionar mientras decidí­a cómo manejar esta situación tan explosiva. Amán en su apuro sólo pensó en rogar a la reina que tuviera misericordia de él. Olvidándose del protocolo acostumbrado se acercó demasiado a la reina, enfureciendo aún más al rey. Los eunucos al servicio del rey se acercaron y cubrieron el rostro de Amán, lo que prácticamente significaba arrestarlo. Harbona, mencionado en la lista original de eunucos (1:10), informó al rey de la horca de Amán, la cual habí­a sido construida para Mardoqueo, quien habí­a hablado bien acerca del rey. El rey Jerjes no necesitó que le dijeran más. Amán, sin saberlo, habí­a hecho los preparativos para su propia ejecución, que se llevó a cabo de inmediato. La ira del rey fue apaciguada porque se habí­a hecho justicia. Mientras que el decreto de Amán habí­a causado consternación (3:15), el cambio completo de sus destinos, terminando en su muerte en la horca que habí­a preparado para su enemigo, calmó tanto al rey como al pueblo.

8:1-17 EL DECRETO DE AMAN TRASTROCADO

1, 2 A pesar de la muerte de Amán, quedaba mucho por hacer si Persia habí­a de prosperar, y el autor cuidadosamente redondea la historia en los capí­ tulos finales. En el antiguo Cercano Oriente, la propiedad de los criminales condenados volví­a al rey (ver la suposición de Jezabel en 1 Rey. 21:7–16), de aquí­ la facilidad con que el rey Jerjes pudo otorgar las posesiones de Amán a la reina Ester. Ella, por su parte, informó al rey de su parentesco con Mardoqueo y de su agradecimiento a él. Cuando el rey llamó a Mardoqueo ante su presencia era con la idea de honrarlo debidamente por los servicios que habí­a prestado. La charada soñada por Amán (6:7–9) habí­a sido absurda. Pero ahora a Mardoqueo le fue presentado el anillo del rey y fue puesto a cargo de los asuntos del Estado. Mientras que Amán habí­a abusado de su poder, se esperaba que Mardoqueo continuara su fiel servicio al rey, una esperanza reforzada por Ester al escoger a Mardoqueo para que administrara la casa de Amán. La secuencia de eventos es una ironí­a tras otra, a medida que Mardoqueo se hace cargo de la posición y de la propiedad del enemigo de los judí­os.
3–8 Quedaba por resolver un problema principal. El decreto de Amán estaba registrado en el libro de códigos y necesitaba ser trastocado. Habí­a sido promulgado en nombre del rey, quien era el único que podí­a autorizar cualquier cambio, y habí­a sido publicado en todas las provincias del Imperio. Era necesario que Ester se presentara ante el trono una vez más para suplicar por la vida de su pueblo. Esta vez fue lo suficientemente audaz como para arrodillarse a los pies del rey, llorar e implorar que el rey pusiera fin al plan que Amán habí­a ideado contra los judí­os. Una vez más Ester escogió bien sus palabras, omitiendo referencia a la legislación, porque, como decí­a el dicho: †œLas leyes de Persia y de Media† (1:19) no pueden ser abrogadas, y no se podí­a esperar que el rey perdiera prestigio. El rey re compensó su sabidurí­a y valentí­a extendiendo su cetro, y de esta manera pidiéndole que se levantara.
Aun así­ Ester presentó su petición con el debido respeto, reconociendo que cualquier decisión debí­a ser reconocida por el rey, aunque por ahora ella halló gracia delante de él. El decreto habí­a salido en nombre del rey, pero Ester afirmaba que el mensaje habí­a sido concebido por Amán y, por lo tanto, abogó a favor de que se escriba para revocar las cartas †¦ de Amán. Esta fue una idea genial de parte de ella, reforzada por la doble referencia a su propio estado de angustia: ¿cómo podrí­a yo soportar †¦ mi pueblo †¦ mi gente? Ya que Ester habí­a hablado a favor de Mardoqueo y de ella misma, el rey incluyó a ambos en su respuesta. Primero, el rey Jerjes se justificó en base al castigo drástico dado a Amán, y procedió a autorizar otro decreto en nombre del rey, aunque el mensaje quedó en manos una vez más del que le seguí­a en autoridad. El ahora pronunció las palabras que Ester tan cuidadosamente habí­a evitado acerca de la imposibilidad de revocar los decretos del rey. Una vez más el autor ataca las inconsistencias de la realeza.
9–14 El mensaje se parecí­a al de 3:12–14, donde se asienta el decreto de Amán, sólo que el contenido del decreto se invierte completamente. En fin, así­ son las ironí­as de las leyes que †œno se pueden cambiar†, y de los grandes hombres que las formulan. Amán habí­a caí­do tan rápidamente como habí­a ascendido al poder. Su decreto del primer mes habí­a sido revocado en el tercer mes por orden de su enemigo, Mardoqueo, quien añadió el heb. a la lista de idiomas en que serí­a publicado el edicto. Veloces corceles reales aseguraron su rápida entrega.
Es importante notar las distintas interpretaciones del v. 11. Aunque no hay duda de que se les permitió a los judí­os organizarse (v. 11), se cuestiona el objeto de los verbos destruir, matar y exterminar, citados de 3:13 del decreto de Amán. Allí­ el objeto era †œtodos los judí­os: jóvenes y ancianos, niños y mujeres†, mientras que el decreto de Mardoqueo hizo que el objeto fuera todo ejército †¦ que los asediase. Se dio permiso de tomar botí­n, pero aun eso era limitado al dí­a especí­fico, que Amán habí­a considerado favorable. Los judí­os estarí­an listos para tomar represalias si eran atacados, mientras que Amán tení­a la intención de que fueran matados a sangre frí­a.
15–17 Mientras tanto en Susa, donde se habí­a originado el decreto, hubo una bienvenida entusiasta para el nuevo régimen y lo que representaba, en contraste con la consternación ocasionada por el decreto de Amán en 3:15. No sintieron resentimiento por las insignias reales de Mardoqueo porque le tení­an confianza. Su sabidurí­a le ganó el favor (Prov. 13:15) del pueblo en general, al igual que con los judí­os, quienes tení­an toda la razón para celebrar haber hallado gracia en vez de vivir bajo amenaza de muerte. Bajo el liderazgo de Mardoqueo la gente de otras naciones, anticipando que serí­a ventajoso ser judí­o, †œse hicieron judí­os†, un cambio completo de actitud del público casi de la noche a la mañana, y una señal positiva para el futuro de los judí­os.

9:1-19 LOS JUDIOS SALEN VICTORIOSOS

1–4 Cuando llegó el dí­a fatal, el 13 de Adar, los judí­os †¦ ganaron poder sobre los que les aborrecí­an. El autor resume el resultado de los eventos del dí­a para que el lector no tenga dudas; las ví­ctimas llegaron a ser los victoriosos. En realidad, da la impresión de que mucha de la oposición desapareció debido al apoyo de Mardoqueo tanto a nivel popular como de liderazgo. Su énfasis en el temor que Mardoqueo y su pueblo inspiraban, da a entender alguna intervención más que humana, como si el temor a Dios se hubiera apoderado de la población con la rápida inversión de la suerte judí­a. Se divulgó la idea de que Mardoqueo no serí­a quitado del poder en el futuro cercano. Era alguien con quien tendrí­an que tratar, de allí­ su anhelo por apoyarlo.
5–10 Sin embargo, el derramamiento de sangre no se podí­a evitar del todo, y se registran las ví­ctimas. Los números, sin duda, son mucho menores que lo que hubieran sido si los judí­os hubieran sido las ví­ctimas, o si no hubiera habido aprobación por la justicia de su causa. Amán evidentemente seguí­a teniendo sus fieles seguidores, listos para apoyar el liderazgo que proveyeran sus hijos. Este núcleo de resistencia potencial dentro de la ciudadela de Susa fue el primero en ser eliminado. Hacer una lista de los nombres de los hijos muertos de Amán era reforzar la derrota total de Amán. No quedó ni uno que apoyara su causa. Pero la propiedad de la familia permaneció intacta. Tres veces declaró el autor: no echaron mano a sus despojos (10, 15, 16). De acuerdo con el ejemplo de Abraham, preferí­an no enriquecerse por medio de la derrota de su enemigo (Gén. 14:23). Tal dominio propio, poco común, no pasarí­a desapercibido y hablarí­a a favor de los judí­os aumentando la estima del pueblo.
11–17 La forma tan despreocupada en que el rey se refirió a la pérdida de 500 hombres, los hijos de Amán y un número no conocido de hombres en las provincias, sólo para ofrecer a su reina la oportunidad de extender el derramamiento de sangre, es espantosa. Ester, a su vez, se portó como una †œdama de hierro†, interesada en exhibir la caí­da de Amán ahorcando públicamente los cuerpos de sus hijos, y completar la ejecución de otros enemigos de los judí­os en la ciudad de Susa, más allá de la acrópolis. Para lograrlo, Ester pidió un dí­a más, y murieron 300 hombres más. En otras partes del imperio el número total de 75.000 hombres muertos por los gue rreros de la resistencia judí­a implica que el decreto de Amán se habí­a implementado. Suponiendo que todas las 127 provincias hayan estado involucradas, cada una hubiera perdido al rededor de 600 hombres, menos que la ciudad de Susa sola. Por lo tanto, los judí­os tuvieron reposo de sus enemigos. Su liberación de la destrucción tení­a que ser celebrada, de allí­ la institución de un dí­a festivo en el dí­a 14 de Adar, una vez que habí­a pasado el temido dí­a 13. Sin embargo, en Susa, el 15 era dí­a de celebración por la petición adicional de Ester. Por todos lados se compartí­an alegremente comidas fes tivas, asegurando que nadie fuera excluido. Por lo tanto, la intención de Amán de exterminar a la raza judí­a tuvo el efecto de reforzar los lazos entre sus miembros, y aumentar el espí­ritu comunitario entre ellos al recordar su peligro compartido y su liberación.

9:20-32 EL ORIGEN DE PURIM

20–22 Un festival que fuera a continuar necesitaba la autenticación escrita. La Pascua, la fiesta de las Semanas (Pentecostés) y los Tabernáculos fueron establecidos en el calendario litúrgico por la ley de Moisés (Deut. 16:1–17); Mardoqueo añadió la fiesta de Purim. Decretó que en el dí­a 14 y el dí­a 15 de Adar se celebraran cada año en agradecimiento por la liberación de la amenaza de su exterminio, que tení­a sus paralelos con la liberación de la esclavitud bajo el Faraón en el éxodo (Sal. 106:10; Luc. 1:71). La Pascua y Purim hablan de la tristeza cambiada en alegrí­a y el duelo en celebración. Mardoqueo ordenó que la hospitalidad generosa, con mención especial de cuidar a los pobres, debí­a marcar la festividad con abundante generosidad.
23-28 Lo que el autor aún no ha explicado es el nombre de Purim, por lo tanto da un resumen del complot de Amán. Tení­a que ver con echar el pur o †œsuerte†, una palabra que no se encuentra en el heb. Encontrar un dado con la palabra puru (ver Introducción) ha confirmado ahora el significado de la pa labra, por lo tanto reivindicando la veracidad del autor del libro. El echar suertes para determinar fechas era una práctica establecida mucho antes en el Cercano Oriente, pero en esta ocasión no resultó como el que serí­a el ganador quiso. La adopción de la palabra Purim (pur con el final heb. -im), †œsuertes†, fue entonces un claro repudio del †œdestino†, porque el destino no habí­a dado la respuesta correcta al que creí­a en él. Los judí­os habí­an probado una vez más que ellos conocí­an el mejor camino de la vida. Por esta razón era imperativo que cada familia de cada generación celebrara la festividad, y no dejar que desapareciera.
29–32 El peso de la autoridad de la reina Ester se añadió al de Mardoqueo: La reina Ester †¦ suscribió o †œdecretó†. En aquel entonces se necesitaba autorización escrita para establecer las leyes en todo el imperio. Cada provincia tení­a su copia auténtica del edicto real, debidamente sellado, para que nadie pudiera pretextar su ignorancia. Ayunos y clamor no habí­an sido mencionados desde 4:16, pero hacerlo ahora es un recordatorio de uno de los temas del libro, y el medio por el cual Ester encontró confianza para aceptar su papel como lí­der. Por lo tanto, el ayuno se menciona en la recapitulación al final de la historia, pero no es probable que el ayuno haya sido parte de la liturgia original del Purim. El énfasis sobre el festejar es demasiado enfático. Sin embargo, sin el ayuno no hubiera habido festividad. Fue escrito en un libro, probablemente en esta ocasión la referencia legal a los libros de Susa. Los eventos que se registraron fueron bien autenticados y documentados.

10:1-3 EL EXITO DE MARDOQUEO

El libro termina con una referencia al rey Jerjes, con quien empezó. Allí­ se hizo mención de la extensión de su imperio (1:1); aquí­ el énfasis es en los hechos que muestran que ni aun los lugares más lejanos escapaban del pago de los tributos, tal era el poder del rey para imponer su voluntad. Bajo tal régimen, ¿quién hubiera pensado que un judí­o llegarí­a a ser la mano derecha del rey? El mismo rey Jerjes habí­a dado el poder a Mardoqueo, y las circunstancias de este nombramiento fueron escritas en los libros de las crónicas de los reyes de Media y de Persia. (Ver †œPersia y Media† en el cap. 1. De bido a que el imperio de Media fue fundado antes que el de Persia, los libros del rey comenzarí­an con los de Media.) Mardoqueo, por lo tanto, fue puesto en una posición estratégica para representar a su pue blo, y asegurar sus intereses, lo opuesto a lo que sucedí­a al comienzo del reinado del rey Jerjes cuando se vieron a merced del tirano que los hubiera exterminado. Gracias a Mardoqueo el imperio gozaba una vez más de una vida normal, y los judí­os se sentí­an seguros aun cuando estaban sujetos a un gobierno extranjero.
La promesa de Pablo de que †œes justo delante de Dios retribuir con aflicción a los que os afligen, y retribuir con descanso †¦ a vosotros que sois afligidos† (2 Tes. 1:6, 7) podrí­a haber sido inspirada por el libro de Est. En ambos libros el †œproblema† es la persecución del pueblo de Dios, que no está en posición de defenderse a sí­ mismo. La oposición poderosa ha continuado a través de los siglos, y †œnuestra lucha no es contra sangre ni carne† (Ef. 6:12). A veces Dios interviene con providencias espectaculares como lo hizo en los tiempos de Ester, pero si reivindica a los creyentes o no, la tarea de la iglesia es permanecer firme. Pablo encontró esta reivindicación en el crecimiento de la iglesia.
En los siglos antes de Cristo la supervivencia de los judí­os era esencial si habrí­an de ser una iglesia. El libro de Est., que relata la historia de esa supervivencia, es por lo tanto una parte integral de la Biblia para los cristianos al igual que para los judí­os.
Joyce Baldwin
LA POESIA EN LA BIBLIA

Introducción

En las traducciones modernas de la Biblia más de un tercio del ATAT Antiguo Testamento aparece como poesí­a. Los Sal., la literatura sapiencial (Job, Prov. y Ecl.) y buena par te de los profetas son poesí­a. También hay algunos poemas en el Pentateuco y en los libros históricos. El poder y la popularidad de muchos de estos pasajes sugieren que la poesí­a tiene la habilidad de llegar al corazón de nuestra relación con Dios. Entender la poesí­a bí­blica es, por lo tanto, no un mero ejercicio técnico, sino una manera de comprender el significado espiritual de pasajes que significan más para nosotros que lo que podrí­a expresar una prosa común.
La poesí­a bí­blica es distinta de la mayorí­a de las formas poéticas occidentales, pero se han encontrado composiciones poéticas similares en las culturas que rodeaban a Israel, como son Ugarit y Mesopotamia. Los escritos judí­os posteriores siguen esta tradición, según lo demuestran los himnos de los Rollos del Mar Muerto (el Hodayot, 1 QH). Veremos principalmente la poesí­a del ATAT Antiguo Testamento, ya que la del NTNT Nuevo Testamento (p. ej.p. ej. Por ejemplo Luc. 1:46–55, 68–79) es infrecuente y sigue mayormente las modalidades del ATAT Antiguo Testamento.

¿En qué consiste la poesí­a bí­blica?
Existen tres caracterí­sticas comunes de la poesí­a en las Escrituras: ritmo (o métrica), paralelismo y concentración de significado. No necesariamente apa recen juntas, aunque así­ sucede con frecuencia, y ocasionalmente hay pasajes donde no estamos seguros de si estamos leyendo prosa poética o poesí­a prosaica. Puede que pasajes como Fil. 2:5–11 y Col. 1:15–20 reflejen poesí­as cristianas más primitivas, pero es también posible que la majestad del tema impulsara al escritor a usar un lenguaje poético para expresarlo. No obstante, en la mayorí­a de los casos es bastante fácil determinar si un pasaje es poesí­a, aun en su traducción castellana.

RITMO Y METRICA

Ya que no contamos con una grabación del rey David recitando los salmos, cualquier observación sobre el sonido y el ritmo de la poesí­a bí­blica obligadamente tendrá que incluir algunas suposicio nes. Algunos eruditos piensan que la cantidad de sí­labas en una lí­nea de poesí­a tiene significado; la mayorí­a considera que una pauta más apropiada es el patrón de sí­labas acentuadas en una lí­nea, reflejando los acentos de la voz oral en lugar de la mera cantidad de sonido. En cualquiera de los dos casos, la poesí­a bí­blica tiende a estar compuesta de frases distintivas de más o menos el mismo largo. Esto pue de observarse en las traducciones que se apegan a la forma original. En lo que a la teorí­a de las acentuaciones se refiere, por lo general las lí­neas de la poesí­a tienen dos frases balanceadas, con dos o tres acentos en cada una (2 + 2, cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 29; o 3 + 3, cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 40–55; Job; Prov.).
De cuando en cuando aparecen excepciones a esta regla del balance. Varios lamentos presentan un ritmo desequilibrado llamado metro quinah (de la palabra heb. que significa †œlamentación†). Una frase con tres énfasis es seguida por otra con dos (3 + 2), como si la desesperación del escritor hubiera consumido tanto sus fuerzas que ya no tiene la energí­a para repetir la lí­nea entera.

Ha-extendido una-red a-mis-pies
y me hizo-volver atrás (Lam. 1:13).

Pero ésta no es una regla rí­gida (las otras lí­neas de este versí­culo no siguen este patrón), y es difí­cil estar seguros de la base psicológica de los patrones de palabras.
En el pasado, los eruditos a veces sugerí­an que el texto debí­a cambiarse para caber en el metro cuando la frase o lí­nea parecí­a muy corta o demasiado larga. En la actualidad, la importancia de la métrica como un aspecto de la poesí­a bí­blica ha disminuido. Tenemos mayor percepción de nuestra ignorancia de los convencionalismos del pasado y la libertad que los poetas tienen para variar su estilo.

PARALELISMO

La segunda caracterí­stica mayor de la poesí­a bí­blica es el paralelismo, donde dos frases breves (A, B) son de alguna manera similares o paralelas. Ha sido sólo en la época moderna que los eruditos han rescatado la importancia del paralelismo. James Kugel (The Idea of Biblical Poetry: Parallelism and its History [Yale University Press, 1981]) toca el tema del paralelismo, †œolvidado† por los rabí­es, que no reconocí­an la importancia de la repetición. Tendí­an a hacer que cada palabra y frase fuera claramente marcada, como en Deut. 33:10:

Ellos-enseñarán tus-juicios a-Jacob
y tu-ley a-Israel

Los †œjuicios† y la †œley† eran considerados cuerpos totalmente diferentes (La Torah escrita y la oral). A decir verdad, los rabí­es no estaban del todo equivocados, dado que las frases raramente son exactamente sinónimas. A pesar de ello, el volver a recordar el paralelismo generalmente se atribuye a obras de Robert Lowth, publicadas originalmente en latí­n en 1753 y 1778 (traducidas como Lectures on the Sacred Poetry of the Hebrews [Bucking ham, 1815]) y Isaiah: A New Translation with a Preliminary Dissertation and Notes [Wm. Tegg, 1848]). Son de ayuda para describir la lí­nea básica de dos frases como: A/ B//, con una leve pausa (/) al final de la primera frase y una pausa total al final de la lí­nea completa (//). Así­, el Sal. 2:3 serí­a así­:

¡Rom-pa-mos sus-ataduras! A/
¡E-che-mos-de-noso-tros sus-cuerdas! B//

Las frases también pueden dividirse en elementos más pequeños, con frecuencia en palabras solas en heb. (o con guiones). Estas pueden ser representadas por letras minúsculas a, b, c, etc., teniendo a†™, b†™, c†™, etc. como su paralelo; p. ej.p. ej. Por ejemplo el Sal. 147:8:

El es que cubre los cielos de nubes (a, b, c)
el que prepara la lluvia para la tierra (a†™, b†™, c†™)

Lowth describe los tipos principales de paralelismo. El Sal. 2:3 ilustra el paralelismo sinónimo, en el cual la primera frase es repetida en términos similares en la segunda (a b/ a†™ b†™//). Un desarrollo de esto, paralelismo externo (A/ B// A†™/ B†™//) ocurre en, p. ej.p. ej. Por ejemplo el Sal. 27:1:

Jehovah es mi luz y mi salvación; A
¿de quién temeré? B
Jehovah es la fortaleza de mi vida, A†™
¿de quién me he de atemorizar? B†™

Si en lugar de que dos frases digan algo similar, ellas tienen un significado opuesto, tenemos entonces un paralelismo antitético. Así­ en Prov. 10:1:

El hijo sabio alegra a su padre,
pero el hijo necio es tristeza de su madre

Lowth define un tercer tipo, paralelismo sintético, como sigue: †œEl paralelismo consiste sólo en la forma de su construcción, en que palabra no corresponde a palabra ni oración a oración, como equivalente (paralelismo sinónimo) u opuesto (paralelismo antitético), pero contiene una correspondencia e igualdad entre diferentes proposiciones, con respecto a la forma de la oración entera, y de las partes que la construyen †¦ †
El Sal. 2:6, p. ej.p. ej. Por ejemplo demuestra un paralelismo que no es sinónimo ni antitético:

¡Yo he instalado a mi rey
en Sion, mi monte santo!

La clasificación de Lowth puede pulirse y aumentarse de diversas maneras:
(i) Paralelismo complementario: Las dos frases expresan verdades que se complementan:

Jehovah es mi pastor;
nada me faltará (Sal. 23:1)

Jehovah y el salmista son los compañeros complementarios en la relación de fe. El resultado de tener un pastor es la ausencia de carencias.
(ii) Paralelismo en escalera: La segunda frase repite sólo una de las unidades básicas de la primera lí­nea logrando así­ una progresión de pensamiento (a b/ a†™ c//):

Dad al Señor, oh hijo de los fuertes;
dad al Señor la gloria y el poder (Sal. 29:1)

Otra manera de considerarlo es en términos †œelí­pticos† (dejando afuera un elemento). Los seres celestiales aparecen en la segunda lí­nea tanto como en la primera, pero no son mencionados explí­citamente. El paralelismo en escalera es un efecto especial, ocurriendo con frecuencia por una razón particular. Se usa para iniciar poemas (Sal. 29:1; Ecl. 1:1) y para finalizarlos (Ecl. 12:8) y pueden aparecer como un estribillo (Sal. 67:3, 5).
(iii) Quiasmo: La secuencia de los elementos paralelos en una lí­nea se invierten (a b/ b†™ a†™//). Esto produce un efecto †œcruzado† (la palabra se deriva de la letra gr. †œji† que tiene la forma de cruz).

Porque Jehovah conoce el camino de los justos,
pero el camino de los impí­os perecerá (Sal. 1:6)

En su nivel más bajo, esta técnica agrega variedad e interés, pero también puede contribuir a su significado. El contraste entre los caminos del justo y del impí­o se enfatiza claramente como resultado de la forma †œquiasmática† del versí­culo precedente. A veces se usa para enfatizar el elemento central. También es posible encontrar quiasmos extendidos (p. ej.p. ej. Por ejemplo a b c c†™ b†™ a†™ en Amós 6:4b–6a; a b c b†™ a†™ en Isa. 55:8, 9).
(iv) Merismo: La expresión de totalidad usando dos extremos (que pueden describirse como a- a+):

En su mano están las profundidades de la tierra;
suyas son las alturas de los montes (Sal. 95:4)

La totalidad del mundo es representado por dos extremos verticales (a b+/ b- a†™// – nótese el quiasmo). El siguiente versí­culo del Salmo agrega una dimensión horizontal, abarcando el mar y la tierra seca. Otro merismo que representa a todo el universo es †œlos cielos y la tierra† (Gén. 1:1), usado en la lí­nea inicial del poema babilónico sobre la creación (Enuma Elish I,1):

Cuando arriba (+) los cielos (+) no tení­an nombre,
y abajo (-) a la tierra (-) no le habí­a sido dado un nombre

DESARROLLOS RECIENTES

El tercer tipo de paralelismo (†œsintético†) de Lowth ha causado mucho debate. ¿Qué significa †œcorrespondencia† e †œigualdad†? ¿Es el †œparalelismo sinté tico† meramente una red en la cual poner todos los casos que no cubren los otros dos? La obra de Adele Berlin (The Dynamics of Biblical Parallelism [Indiana University Press, 1985]) ofrece aclaraciones que son de ayuda. Sugiere que hay no menos de cuatro distintos niveles de escritos por medio de los cuales el poeta puede crear paralelismo. Estos niveles son los de sonido (†œparalelismo fonético†), de palabras (†œparalelismo léxico†), de la estructura de la oración (†œparalelismo gramatical†) y de significado (†œparalelismo semántico†). El juego que se da entre estos niveles es lo que da a la poesí­a bí­blica su enorme flexibilidad y potencia sin abandonar la forma y la estabilidad.
(i) Sonido. La poesí­a de la Biblia hebrea, y de cuando en cuando la prosa también, contiene regularmente sonidos similares entre palabras que están cerca unas de las otras. Esto contribuye a la unidad de la poesí­a y puede adquirir una forma que enfatiza otros niveles de significado. La repetición de un sonido puede ser al principio de las palabras (aliteración), entre palabras (asonancia) o entre las terminaciones de palabras o lí­neas (rima). Este elemento de juego de sonidos por lo general se pierde en la traducción, una pérdida particularmente triste para los proverbios, que con frecuencia dependen de la brevedad y el juego de sonidos para su efecto. En heb., Prov. 13:24 consta de sólo siete palabras con asonancia y ritmo. La RVARVA Reina-Valera Actualizada utiliza no me nos de 18 palabras y carece de efectos de sonido:

El-que-detiene-el-castigo-aborrece-a-su-hijo,
pero-el-que-lo-ama-se-esmera-en-corregirlo

Afortunadamente, los patrones de sonido con frecuencia enfatizan puntos que se destacan también de otras maneras pero, ¡poder apreciar el sonido de la poesí­a bí­blica es una razón importante para aprender hebreo! Los profetas usan con frecuencia similitud de sonidos entre palabras para subrayar su mensaje (p. ej.p. ej. Por ejemplo Isa. 5:7; 7:9).
(ii) Palabras. Un ejemplo del †œparalelismo léxico† en el Sal. 2:3 lo vemos en la manera como †œrompamos† y †œechemos†, †œataduras† y †œcuerdas† tie nen un significado similar. Las palabras de significado parecido que con frecuencia se encuentran en lí­neas paralelas se denominan parejas de palabras. A veces su significado es tan igual que no tiene diferencias (sinónimos), pero hay pocos —o quizá ninguno— sinónimos absolutos en un idioma, y tenemos que buscar la diferencia tanto como la coincidencia de significado.
(iii) Estructura de la oración. Es evidente el paralelismo gramatical exacto en las dos frases del Sal. 2:3 (verbo-pronombre-sustantivo). Otros versí­culos muchas veces tienen leves variaciones en la gramática (p. ej.p. ej. Por ejemplo singular/plural, masculino/femenino, forma perfecta/imperfecta del verbo), para dar variedad y a veces contribuir al significado. En Prov. 10:1 (citado anteriormente) la única diferencia gramatical es la del sustantivo (†œes tristeza de†) reemplaza al verbo (†œalegra†) en la segunda frase. Las palabras y la estructura de la oración son simi lares en este caso, lo cual subraya el contraste en el significado de lo que cambia, lo sabio a lo necio.
(iv) Significado. El paralelismo a nivel de palabra y estructura de la oración lleva inevitablemente en el Sal. 2:3 al †œparalelismo semántico†, el nivel más elevado y más complejo. Ambas frases son si milares en su significado, expresando cómo los reyes de las naciones planean rebelarse contra el Dios de Israel y su Mesí­as. Sin embargo, veremos en la próxima sección que el paralelismo semántico rara vez sucede.
El análisis cuádruple de Berlin puede ayudarnos a ver el valor y las limitaciones de la obra de Lowth. La dificultad principal de la clasificación de Lowth es que muchí­simos versí­culos no parecen caber dentro de su esquema. Kugel enfatiza la gran cantidad de excepciones y sugiere que, en su lugar, tendrí­amos que entender la relación entre las dos frases como: B, por conectarse con A —haciéndola avanzar, siendo su eco, repitiéndola, siendo su contraste, no importa cual— tiene un carácter de énfasis, †œsecundante† y que es esto, más que cualquier valor estético de la simetrí­a en el parale lismo, lo que constituye el corazón del paralelismo bí­blico.
Podrí­amos resumirlo sugiriendo que el concepto primitivo judí­o era que †œA no es igual a B†, el estilo tradicional es que †œA es igual a B†, y la teorí­a de Kugel es †œA y, además, B†. Kugel considera el paralelismo como un concepto que no ayuda, y en realidad cuestiona si hay alguna diferencia de tipo entre poesí­a y prosa. Pero se ocupa principalmente del †œparalelismo semántico†, y el paralelismo a otros niveles y las otras caracterí­sticas de la poesí­a son con frecuencia más evidentes.
Robert Alter propone algo similar a lo que sugiere Kugel (The Art of Biblical Poetry [Basic Books, 1985], p. 19): †œ(Donde) ocurre el paralelismo semántico en una lí­nea, el movimiento caracterí­stico del significado es uno de realce o intensificación (como el caso del paradigma de los números), de enfoque, especificación, concretización y aun lo que podrí­amos llamar dramatización.†
Siguiendo un criterio similar, David Clines sugiere que la frase A tiende a ser general o ambigua pero que B especifica el poder particular de una palabra o sí­mbolo o declaración en la frase A (†œThe Parallelism of Greater Precision: Notes from Isaiah 40 for a Theory of Hebrew Poetry†, en Directions in Biblical Hebrew Poetry [JSOT Press, 198], pp. 77–100). Isa. 40:3 dice así­:

¡En el desierto preparad el camino de Jehovah;
enderezad calzada en la soledad para nuestro Dios!

La segunda frase aclara que el †œcamino† es un camino literal, no una metáfora de una manera de vivir, y que es para Dios mismo.
Lo que resulta claro es que un autor puede pasar de A a B en varias maneras. Algunas de las sugerencias son:

¡Saúl derrotó a sus miles!
¡Y David a sus diez miles! (1 Sam. 18:7)

A Saúl no le gustó esta intensificación de la cantidad. Un sustantivo y adjetivo puestos después de un sustantivo ilustran la intensificación gramatical (Prov. 4:3):

Pues yo también fui hijo de mi padre,
tierno y singular delante de mi madre

En Jer. 7:34 la segunda frase especifica con mayor precisión dónde está el pueblo y quiénes lo constituyen:

Haré cesar en las ciudades de Judá
y en las calles de Jerusalén
la voz de gozo y la voz de alegrí­a,
la voz del novio y la voz de la novia

La dramatización se da cuando una frase lit.lit. Literalmente culmina en una hipérbole:

Con el rostro a tierra se postrarán ante ti
y lamerán el polvo de tus pies (Isa. 49:23)

Puede usarse una metáfora o un sí­mil obteniendo el mismo efecto:

Tú los quebrantarás con vara de hierro;
como a vasija de alfarero los desmenuzarás (Sal. 2:9)

Un tipo de movimiento más es de particular significado. Alter destaca que, aunque los escritores bí­blicos eran expertos en contar historias en prosa, no existen poemas épicos como la Ilí­ada o la Epica de Gilgamesh. La solución de Alter a este desconcertante vací­o es que †œlo que los poetas nos dan no es narración sino †™narratividad†™, o sea, el desarrollo narrativo de la metáfora† (ibí­d., p. 39). Las frases del versí­culo no son tanto paralelas como en desa rrollo, haciendo un relato que no es una experiencia lit.lit. Literalmente del poeta, pero que, a pesar de ello, interpreta realmente su experiencia:

He aquí­ que gesta maldad,
concibe afanes y da a luz mentira (Sal. 7:14)

Aquí­ la lenta pero segura producción de mal es entendida grotescamente en términos del proceso que culmina en el nacimiento (ver ejemplos similares en Sal. 7:5, 14; 18:7–15; 23).

CONCENTRACION DE SIGNIFICADO

La poesí­a puede expresar muchas cosas en un breve compás. El paralelismo contiene de por sí­ infinidad de posibilidades, pero la poesí­a bí­blica es también abundante en metáforas. Las imágenes y metáforas se desplazan con rapidez, corrigiendo, reforzando y complementándose una a otra. A veces las metáforas son el elemento básico que refuerza creencias fundamentales acerca de Dios (p. ej.p. ej. Por ejemplo el Señor es mi pastor). En otros pasajes el desarrollo puede sorprendernos (p. ej.p. ej. Por ejemplo Sal. 39:11; Dios como polilla) o ser extraordinariamente detallado (p. ej.p. ej. Por ejemplo Job 14; Ose. 14:4–18). Es imposible sobrestimar el valor práctico y teológico de las metáforas. Son el medio por el cual podemos interpretar nuestra experiencia y los mapas con los cuales podemos dar dirección a nuestras vidas. Por ello, vale la pena que los lectores de la Biblia hagan el esfuerzo de aprender algo de la cultura del antiguo Cercano Oriente, para que sientan la fuerza de las verdades que tantas veces son presentadas en un ví­vido len guaje pictórico.
El uso de las metáforas en la poesí­a bí­blica ayuda a que ésta sea un poderoso ví­nculo de comunicación con creyentes de todos los tiempos. El proverbio o el salmo están diseñados para aplicarse a todo tipo de personas en muchas circunstancias. La enfermedad, los enemigos y la ausencia de Dios pueden representar las potencias que acosan al pueblo de Dios (p. ej.p. ej. Por ejemplo Sal. 6). Puede que no se tenga a ma no un palo (Prov. 13:24), pero la palabra severa o una penitencia pueden igualmente dar resultado. Arribamos a principios generales con naturalidad partiendo de un ejemplo particular, y luego encontramos una aplicación particular de lo general.
En los profetas hallamos con frecuencia que los oráculos son adaptados o †œreciclados† para ser aplicados a diferentes ocasiones históricas (p. ej.p. ej. Por ejemplo Isa. 13 y Apoc. 18). Existe una apertura en la poesí­a que estimula al lector a ampliar su entendimiento por medio de encontrar muchas interpretaciones. Por otro lado, en la ley o doctrina, muchas veces es importante decidirse por un solo significado.
Esta apertura es una razón por la cual leer poesí­a es más trabajoso que leer narración. Tenemos que llenar los espacios en blanco y darle, nosotros mismos, sentido al poema. Tenemos que hacer un esfuerzo por relacionar la poesí­a con nuestras propias vidas al explorar su misterio, complejidad y ví­vidas imágenes. Esto aumenta nuestro involucramiento y nos desafí­a a que hagamos nuestro el concepto que el poeta tiene del mundo. No significa esto que leer poesí­a es puramente subjetivo y arbitrario. El análisis cuidadoso de una poesí­a debe enriquecer y disciplinar nuestra exploración del significado que el texto tení­a para su autor y sus primeros oyentes y, ahora, para nosotros.

LA COMPOSICION DE UNA POESIA

Hasta aquí­ hemos enfocado el carácter poético de la lí­nea o pequeña sección. Esto basta para entender muchos de los proverbios y fragmentos poéticos aislados, pero en composiciones más extensas se puede notar que la poesí­a está organizada en una forma coherente y satisfactoria. En términos de su estructura podemos detectar con frecuencia varias secciones en una poesí­a que muestran unidad de significado y de gramática. Puede ser también que una o más secciones se unan de alguna manera como estrofas.
Cada poesí­a tiene su propia unión, pero las caracterí­sticas comunes de su composición incluyen:
(i) Uso de lí­neas más largas y más cortas. La mayorí­a de los versí­culos poéticos contienen dos frases. Pero de cuando en cuando aparece una frase aislada, o una lí­nea con tres frases. Estas a menudo dan inicio (p. ej.p. ej. Por ejemplo Cant. 6:19; Jer. 10:12) o concluyen una sección (p. ej.p. ej. Por ejemplo Jer. 14:9; Gén. 49:27) y un versí­culo de tres frases con frecuencia lleva una sección o poesí­a a su clí­max (p. ej.p. ej. Por ejemplo Sal. 16:11).
(ii) †œAnacrusis†. A veces el elemento de una lí­nea (una conjunción o una frase) queda fuera del patrón regular de las frases. Los †œanacrusis† se usan con frecuencia para enlazar las lí­neas (p. ej.p. ej. Por ejemplo por, ahora, maldito) o para presentar una declaración importante. El Sal. 1:1 tiene tres frases con quiasmos parciales parafraseados por un †œanacrusis† (a). Es un comienzo de peso, importante para el Salterio.

Bienaventurado el hombre (a)
que no anda según el consejo de los impí­os, (b c)
ni se detiene en el camino de los pecadores, (c†™ b†™)
ni se sienta en la silla de los burladores. (c†™†™ b†™†™)

(iii) Refrán. Esta es una repetición periódica de un verso, como el coro que se canta entre las estrofas de un himno. En los Sal. 42:5, 11 y 43:5, el refrán aparece tres veces y da un resumen del tema:

¿Por qué te abates, oh alma mí­a
y te turbas dentro de mí­?
Espera a Dios,
porque aún lo he de alabar,
¡El es la salvación de mi ser, y mi Dios!

Esta es una de las razones por las cuales los eruditos están seguros de que estos dos salmos fueron originalmente uno solo y que deben leerse juntos.
(iv) Palabra clave. Una poesí­a, o una sección, a veces es unificada por la repetición de palabras significativas, como †œvoz† en el Sal. 29 o diversas pa labras para significar †œtiempo† en el Sal. 90.
(v) Inclusivo. Esto se refiere a una palabra o frase que ocurre tanto al principio como al final de una unidad de prosa o poesí­a (p. ej.p. ej. Por ejemplo †œBendice alma mí­a al Señor†, Sal. 103:1, 22). El †œinclusivo† man tiene unido al pasaje e indica a los oyentes el final de una sección. El significado de la frase que se repite con frecuencia se enriquece por lo que aparece entremedio.
(vi) Acróstico. Cada elemento del acróstico comienza con una letra diferente del alfabeto heb. en orden alfabético. Los acrósticos aparecen a nivel de frase (Sal. 111; 112), un versí­culo (Sal. 25), dos versí­culos (Sal. 37) o tres versí­culos (Lam. 2). La culminación de los acrósticos es el Sal. 119, donde las ocho lí­neas de cada una de las 22 secciones empieza con la misma letra. Las limitaciones impuestas por este estilo explican por qué los versí­culos muchas veces apenas parecen conectarse.
(vii) Variedad en el estilo poético. El paralelismo sinónimo es una forma equilibrada y apropiada de la expresión objetiva y reflexiva. La variación y narración proveen interés y nuevas percepciones, pero, si son demasiadas, pueden resultar superficiales y no darnos tiempo para absorber el significado de una afirmación acerca de Dios o de nosotros mismos. En general, la poesí­a de la Biblia es una sana combinación de historia e interpretación, acción y reflexión.

CONCLUSION

David es llamado †œel dulce salmista de Israel† (2 Sam. 23:1) y, gracias a él y a otros, tenemos en la Biblia algunas de las poesí­as más grandiosas que jamás hayan sido escritas. La poesí­a del ATAT Antiguo Testamento encuentra muchas veces eco o es citada en las palabras de Jesús. Ignorarla serí­a ignorar su contribución especí­fica a la humanidad inspirada de las Escrituras. El propósito de este artí­culo ha sido presentar el arte y la sutileza con que los poetas bí­blicos comunicaron su porción del mensaje total de Dios. Hemos de admitir que un enfoque en la técnica y hermosura puede cegarnos a las realidades finales (1 Cor. 13:1). Por otra parte, las Escrituras dan amplio testimonio de que el pueblo de Dios, a través de las edades, ha considerado que únicamente la poesí­a pue de expresar adecuadamente nuestras experiencias más elevadas y profundas de Dios y del mundo que su pueblo habita (cf.cf. Confer (lat.), compare Ecl. 12:10; Col. 3:16).
Philip Jenson

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia

Según Est. 2.7, el nombre judío de Ester era Hadasa (mirto). El nombre Ester puede ser el equivalente del persa stara (‘estrella’), aunque algunos creen ver una relación con la diosa babilónica Istar.

Ester se casó con Asuero (Jerjes, 486–465 a.C.). Herodoto y Ctesias dicen que la esposa de Jerjes era Amestris (que probablemente sea Vasti), y que partió con Jerjes en su expedición a Grecia, expedición que se llevó a cabo después de los hechos registrados en Est. 1. En el viaje de regreso se acarreó la ira de Jerjes al mutilar a la madre de una de sus concubinas y estar a punto de iniciar una revolución (Her. 9. 108s). No es de extrañar que Jerjes recordara su plan original de divorciarse de ella y buscara ahora una sucesora, la que encontró en Ester. Amestris volvió a ejercer poder, como reina madre, durante el reinado de su hijo Artajerjes I, y bien puede haber sido la “reina” de Neh. 2.6. Si suponemos que Ester murió pocos años después de los hechos que registra el libro que lleva su nombre, no tendremos dificultad en armonizar los datos referentes a ambas reinas.

Aunque Ester fue una mujer valerosa que arriesgó su vida para salvar a los judíos (4.11–17), la Biblia no aprueba que los haya estimulado a matar a sus enemigos en el cap(s). 9. Aquí la vemos como producto de su época.

J.S.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Hamán reconoce su suerte (Hamán recibe la orden de honrar a Mardoqueo), Rembrandt, 1660 – 1665(Del hebreo que significa estrella, felicidad.) Reina de Persia y esposa de Asuero, quien se identifica con Jerjes (485-465 a.C.). Ester fue una judía de la tribu de Benjamín, hija de Abijayil, y antes de su accesión al trono se llamaba Edisa (Hádássah, mirto). Su familia había sido deportada de Jerusalén a Babilonia en tiempos de Jeconías (599 a.C.). A la muerte de sus padres, fue adoptada por el hermano de su padre, Mardoqueo, quien entonces vivía en Susa, la capital de Persia. El Rey Asuero, enojado por la negativa de su esposa Vasti a asistir a un banquete que dio en el tercer año de su reinado, se divorció de ella, y ordenó que le llevaran ante sí a las jóvenes más atractivas del reino para seleccionar a la sucesora de la reina. Entre ellas estaba Ester, cuya rara belleza cautivó al rey y lo movió a colocarla en el trono. Su tío Mardoqueo permaneció constantemente cerca del palacio de manera que pudiera aconsejarla.

Un día estaba Mardoqueo adscrito a la Puerta Real y descubrió el complot de dos eunucos del rey para asesinar a su amo real. Él le reveló esta trama a Ester, quien a su vez le informó al rey. Los conspiradores fueron ejecutados, y se registró el servicio prestado por Mardoqueo en las crónicas del reino. No mucho después de ello, Amán, un favorito del rey, había ordenado que todos le hicieran reverencia y había observado a Mardoqueo a las puertas del palacio y había notado que no se postraba ante él; por lo cual sagazmente obtuvo el consentimiento del rey para realizar una masacre general de todos los judíos del reino en un día específico. Siguiendo una costumbre persa, Amán estableció por suertes (pûr, pl. pûrîm) que la masacre debía realizarse en el duodécimo mes. Se envió un decreto real a través de todo el reino de Persia. Mardoqueo le informó a Ester sobre este asunto y le imploró que utilizara su influencia, a fin de evitar la amenaza que se avecinaba. Al principio ella tuvo temor de entrar y estar en la presencia del rey no siendo llamada, porque ello implicaba incurrir en una ofensa capital. Pero con la insistencia de su tío, ella consintió en presentarse luego de tres días, que ella y sus sirvientas pasarían en ayuno y oración; y le pidió a su tío que los judíos de la ciudad también ayunaran y oraran.

Al tercer día, Ester apareció ante el rey, quien la recibió benignamente y le prometió concederle lo que ella requiriera. Ella entonces le pidió que tanto el rey como Amán cenaran con ella. En el banquete, ellos aceptaron una nueva invitación de la reina para cenar con ella el día siguiente. Amán, lleno de alegría por este honor que se le concedía, dio órdenes de construir una horca con el fin de ejecutar en ella al odiado Mardoqueo. Pero esa noche, el rey no pudo dormir y ordenó que se leyeran a él las crónicas de la nación. Al saber que Mardoqueo nunca había sido nunca recompensado por su servicio de revelar el complot de los eunucos, al día siguiente le pidió a Amán que le sugiriera la recompensa adecuada para “alguien a quien el rey deseaba honrar”. Pensando que era él a quien el rey tenía en mente, le sugirió el uso de las ropas e insignias reales; y el rey ordenó que se hiciera eso con Mardoqueo.

En el segundo banquete, cuando el rey le repitió a Ester su oferta de concederle lo que ella quisiera, ella le informó sobre el complot de Amán, el que consistía en la destrucción de todos los judíos, a los cuales ella pertenecía, y le pidió que detuviera eso. El rey ordenó que Amán fuera colgado en la horca preparada para Mardoqueo, que se confiscaran sus propiedades, y se concedieran a la víctima destinada. Le encargó a Mardoqueo enviar cartas a todos los gobernadores de Persia, las cuales autorizaban a los judíos a defenderse y matar a todos los que los atacaran, en virtud del decreto previo. Durante dos días, los judíos tomaron una venganza sangrienta contra sus enemigos en Susa y otras ciudades. Mardoqueo entonces instituyó la fiesta de Purim (suertes) con la que exhortaba a los judíos a celebrar la memoria del día que Amán había determinado para su destrucción, pero el cual Ester había transformado en un día de triunfo. Esta historia de Ester es tomada del Libro de Ester, según se halla en la Vulgata. Las tradiciones judías colocan la tumba de Ester en Hamadan (Ecbatana). Los Padres de la Iglesia consideran a Ester como el tipo de la Virgen María. Los poetas han encontrado en ella un tema favorito.

Libro de Ester:

En la Biblia Hebrea y en la Versión de los Setenta, el Libro de Ester lleva como título solamente el nombre “Ester”, pero los rabinos judíos también le llamaron el “volumen de Ester” o simplemente el “volumen” (megillah) para distinguirlo de los otros cuatro volúmenes (megilloth), los que estaban escritos en rollos separados y que se leían en las sinagogas en ciertos días festivos.

Como éste era leído en la festividad de Purim y consistía mayormente de epístolas (cf. Est. 9,20.29), los judíos de Alejandría le llamaban “Epístola de Purim”. En el canon hebreo el libro estaba entre los hagiógrafos y colocado después del Eclesiastés. En la Vulgata Latina siempre ha estado clasificado con Tobías y Judit, después del cual aparece. El texto hebreo que nos ha llegado varía considerablemente del de los Setenta y la Vulgata. Los Setenta, además de mostrar muchas divergencias insignificantes, contiene varias adiciones en el cuerpo del libro o al final. Las adiciones son la porción del texto de la Vulgata luego del capítulo 10,3. Aunque no se encuentran rastros de estos fragmentos en la Biblia Hebrea, muy probablemente son traducciones de un original hebreo o caldaico. Orígenes nos dice que existían en la versión de Teodoción y que fueron utilizados por Flavio Josefo en sus “Antigüedades” (XVI).

San Jerónimo, al hallarlos en los Setenta y en la antigua versión latina, los colocó al final de su casi literal traducción del texto hebreo existente, e indicó el lugar que ocupaban en Los Setenta. Al organizarse los capítulos de esa forma, se puede dividir el libro en dos partes: la primera, que relata los hechos precedentes y que llevaron al decreto de autorización del exterminio de los judíos (1 – 3,15; 11,2; 13,7); la segunda, que muestra cómo los judíos escaparon de sus enemigos y tomaron venganza. (4 – 5,8; 13 – 15).

El Libro de Ester, así tomado en parte del canon hebreo y en parte de Los Setenta, encontró un lugar en el canon cristiano del Antiguo Testamento. Los capítulos tomados de Los Setenta fueron considerados deuterocanónicos, e, igual que San Jerónimo, fueron separados de los diez capítulos tomados del hebreo, que fueron llamados protocanónicos. Muchos de los primeros Padres claramente consideraban la obra completa como inspirada, aunque ninguno encontró a su propósito escribir un comentario sobre él. Su omisión en alguno de los primeros catálogos de la Escritura fue accidental o insignificante. El primero en rechazar el libro fue Martín Lutero, quien declaró que lo odiaba tanto que deseaba que no existiese (Table Talk, 59). Sus primeros seguidores sólo deseaban rechazar las partes deuterocanónicas, tras lo cual el Concilio de Trento (Sess. IV, de Can. Scripturæ) declaró ser canónicas e inspiradas a éstas así como otras partes deuterocanónicas de la Escritura. Con el ascenso del racionalismo, la opinión de Lutero ganó muchos seguidores. Cuando los racionalistas modernos indican que el Libro de Ester es de carácter irreligioso, a diferencia de otros libros del Antiguo Testamento, y por tanto debe ser rechazado, ellos tienen en mente sólo la parte primera o protocanónica y no el libro completo, el cual es manifiestamente religioso. Pero, aunque la primera parte no es explícitamente religiosa, no contiene nada indigno de un lugar en las Sagradas Escrituras. Y de cualquier modo, como señala Driver (Intr. a la Lit. del Antiguo Testamento), no hay razón para que toda parte del registro bíblico deba mostrar el “mismo grado de subordinación de los intereses humanos al Espíritu de Dios”.

Sólo hay conjeturas en cuanto a la autoría del Libro de Ester. El Talmud (Baba Bathra 15a) lo asigna a la Gran Sinagoga; Clemente de Alejandría lo adscribe a Mardoqueo; San Agustín sugiere que su autor fue Esdras. Muchos, que notan la familiaridad del escritor con las costumbres e instituciones persas y con el carácter de Asuero, sostienen que fue contemporáneo de Mardoqueo, cuyas memorias habría utilizado. Pero un escritor en un período tardío pudo haber usado tales memorias y otros documentos contemporáneos que muestran ese conocimiento familiar. Y, aunque la ausencia en el texto de alusión a Jerusalén parece llevar a la conclusión de que el libro fue escrito y publicado en Persia al final del reinado de Jerjes I (485-465 a.C.) o durante el reinado de su hijo Artajerjes I (465-425 A. de C.), el texto parece ofrecer datos que se puede aducir con alguna razón a favor de una fecha tardía. Ellos son:

  • una declaración implícita de que Susa había cesado de ser la capital de Persia, y una vaga descripción de la extensión del reino (1,1);
  • una explicación de las costumbres persas que implica poca familiaridad con ellos de parte del lector (1,13.19; 4,11; 8,8);
  • la actitud vengativa de los judíos hacia los gentiles, por quienes se sentían ofendidos, y con quienes no querían tener nada que ver (3,8 ss.);
  • una dicción que muestra muchas palabras tardías, con una sintaxis deteriorada;
  • referencias a los “macedonios” y al complot de Amán como un intento de transferir “el reino de los persas a los macedonios” (16,10.14).

Sobre la fuerza de estos pasajes, varios críticos modernos le han asignado a la autoría fechas tardías, como 135 a.C., 167 a.C., 238 a.C., el principio del siglo III a.C. o los primeros años del período griego que comenzó en 332 a.C. La mayoría acepta esta última opinión.

Algunos de los críticos modernos que han fijado fechas tardías para la composición del libro niegan que tenga algún valor histórico cualquiera que sea, y declaran que es producto de la imaginación, escrito con el propósito de popularizar la festividad de Purim. En apoyo de su afirmación señalan en el texto lo que parecen ser improbabilidades históricas e intentan mostrar que la narrativa tiene todas las características de un romance, cuyos varios incidentes fueron arreglados diestramente para formar una serie de contrastes y para desarrollar un clímax. Pero lo que parecen ser improbabilidades históricas son en muchos casos trivialidades. Aún críticos avanzados no están de acuerdo con aquellos que parecen ser muy serios. Mientras que algunos por ejemplo, consideran completamente improbable que Asuero y Amán fuesen ignorantes sobre la nacionalidad de Ester, quien estaba en comunicación frecuente con Mardoqueo, un judío muy conocido. Otros sostienen que era muy posible y probable que una mujer joven, que se conocía era judía, se tomara para ser parte del harem del rey persa, y que con la ayuda de un pariente, pudiese evitar la ruina de su pueblo que un alto oficial había tratado de realizar.

La aparente improbabilidad de otros pasajes puede ser suficiente, si no completamente, explicada para destruir la conclusión, sobre esta base, de que el libro no es histórico. En cuanto a los contrastes artísticos a los cuales se apela como evidencias de que el libro es obra de un mero novelista, se puede decir con Driver (op. cit.) que el hecho es más extraño que la ficción, y que es precaria una conclusión basada en tales apariencias. Indudablemente hay un ejercicio de arte en la composición de la obra, pero no más de lo que puede usar cualquier historiador al acumular y organizar los incidentes de su historia. Una opinión más generalmente aceptada entre los críticos contemporáneos es que la obra es substancialmente histórica. Reconociendo la cercana familiaridad del autor con las costumbres e instituciones persas, sostienen que los elementos principales del libro le fueron provistos por la tradición, pero que, para satisfacer su gusto por el efecto dramático, introdujo detalles que no eran estrictamente históricos. Pero la opinión de muchos católicos y algunos protestantes es que la obra es histórica en substancia y en detalle. Ellos basan sus conclusiones especialmente en lo siguiente:

  • la vivacidad y simplicidad de la narrativa;
  • los detalles precisos y circunstanciales, como, particularmente, el nombrar personajes insignificantes, el señalar fechas y eventos;
  • la referencia a los anales de los persas;
  • la ausencia de anacronismos;
  • la concordancia de los nombres propios con el tiempo en el cual se sitúa la historia;
  • la confirmación de los detalles por medio de la historia y la arqueología;
  • la celebración de la festividad de Purim en conmemoración de la salvación de los judíos por Ester y Mardoqueo en el tiempo de los macabeos (2 Mac. 15,37), en el tiempo de Flavio Josefo (Antig. de los Judíos, XI, 6,13), y desde entonces.

La explicación que brindan algunos, en cuanto a que la historia de Ester ya existía y estaba asociada a un festival persa, es sólo una conjetura. Nadie ha tenido éxito en indicar los orígenes de la festividad mejor que la explicación que se encuentra en el Libro de Ester.

(Véase también HERODOTO, Historia, VII, 8, 24, 35, 37-39; IX, 108)

Fuente: McMahon, Arthur. “Esther.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. 21 Aug. 2009

http://www.newadvent.org/cathen/05549a.htm

Traducido por Luz M. Hernández Medina y Giovanni E. Reyes.

Fuente: Enciclopedia Católica