ESTRELLAS

Como parte de su †¢creación, Dios †œhizo también las estrellas† (Gen 1:16). Sabe su número (Sal 147:4), pero son incontables para el hombre (Gen 15:5). Por eso se utiliza la expresión †œcomo las e.† para significar abundancia, gran número (†œMultiplicaré tu descendencia como las e. del cielo† [Gen 22:17]). La observación del cielo y los astros produce admiración (†œCuando veo los cielos … la luna y las e. que tú formaste…† [Sal 8:3]). En Jue 5:20 se habla de la órbita o curso de las estrellas. Y en Job 38:33 de †œlas ordenanzas de los cielos†. Las naciones paganas cayeron en la idolatrí­a adorando los cuerpos celestes, entre ellas las e. Dios prohibió eso (†œNo sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las e., y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas† [Deu 4:19]). Por esa razón los israelitas no fueron grandes observadores de los astros en la misma forma que los caldeos, los egipcios y los griegos. Sin embargo, en varias ocasiones el pueblo de Israel copió los pecados de los pueblos vecinos y practicó la †¢astrologí­a. Josí­as, en su reforma religiosa, †œquitó a los sacerdotes idólatras … y asimismo a los que quemaban incienso a Baal, al sol y a la luna, y a los signos del zodí­aco, y a todo el ejército de los cielos† (2Re 23:5). La expresión †œsignos del zodí­aco† fue puesta por los traductores por el término hebreo mazalot, que más literalmente significa †œplanetas†.

Varias e. son mencionadas por nombre en la Biblia. Debe entenderse, sin embargo, que los traductores, después de largos estudios, hacen uso de las designaciones que se aplican hoy a aquellas que parecen ser aludidas en el texto bí­blico. Por ejemplo, en Job 9:7-9, se lee que Dios †œsella las e. El solo extendió los cielos, y anda sobre las olas del mar; él hizo la Osa, el Orión y las Pléyades†.

Osa. El término hebreo hadré temán significa †œlas cámaras del sur† (Job 9:9). Muchos opinan que la referencia es a la Osa Mayor. En el Oriente Medio, especialmente entre los árabes, la imaginación popular veí­a esta constelación como una especie de entierro. Entre los israelitas la llamaban †œel carro†.

Orión. Los judí­os llamaban kesil (loco o necio) a esta constelación. (Job 9:9; Job 38:31; Amo 5:8). Este nombre viene de una vieja leyenda sobre un gigante muy cazador, pero necio, que habí­a sido encadenado en el cielo. Los griegos la explicaban mediante un mito parecido, en el cual Orión era un hombre muy fornido, gran cazador, que se jactaba de que ninguna fiera podí­a con él. La Tierra, ofendida, hizo que le mordiera un escorpión, tras lo cual se le encadenó en el cielo. Una leyenda hebrea equivalente identifica a este gigante con Nimrod. Es posible que la expresión †œ¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades, o desatarás las ligaduras de Orión?† (Job 38:31) tenga como telón de fondo esa leyenda.

Pléyades. Los israelitas las llamaban kimá (Job 9:9; Job 38:31; Amo 5:8). Generalmente se ven seis o siete de ellas que parecen enlazarse entre sí­. El nombre con el cual se les conoce en la cultura occidental viene de un mito de los griegos. En el Oriente Medio, como son más visibles en el mes de mayo, se pensaba que anunciaban que las espigas ya estaban en sazón y se acercaba la siega. A fines de octubre dejaban de ser tan visibles, lo cual se entendí­a como un anuncio de la época de lluvias y tormentas, así­ como el cierre de la navegación.

Saturno. El concepto de planeta no figura en las Escrituras. Saturno tampoco se menciona como una e. en la Biblia, pero los eruditos señalan que la deidad caldea †¢Quiún (Amo 5:26) se identificaba con este planeta. Es posible que las palabras de Esteban en Hch 7:43 (†œAntes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc, y la e. de vuestro dios Renfán†) contenga una referencia a esta e.

Venus. El concepto de planeta no figura en las Escrituras. Venus tampoco se menciona como una e. en la Biblia, pero los eruditos señalan que los israelitas identificaban a Venus como el †œLucero hijo de la mañana† (Isa 14:12).

La e. de Belén. La historia de los magos de oriente y la e. que les guió hasta donde estaba el niño Jesús aparece en Mat 2:1-12. Muchos se han dedicado a especular buscando una explicación para el fenómeno desde el punto de vista astronómico. Se ha hablado de que quizás se trató de un cometa (¿Halley?), o de una conjunción de Júpiter, Saturno y Venus, o del proceso de formación de una supernova, cuando una estrella de repente aumenta su fulgor por un tiempo. En todo caso, sin embargo, permanece la convicción de que aquel fenómeno fue obra de Dios. †¢Astrologí­a. †¢Astronomí­a. †¢Cielo. †¢Lucero. †¢Zodí­aco.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

I. Uso general del término Las estrellas (heb. kôḵāḇı̂m; gr. (LXX, NT Asteres) no constituyen en ninguna parte de la Biblia tema de curiosidad científica. El término se usa generalmente para cualquier cuerpo luminoso no terrestre, aparte del sol y la luna. El gran número de estrellas existentes es simbólico de la prodigalidad de Dios (Ex. 32.13; Dt. 1.10; 10.22; 28.62; 1 Cr. 27.23; Neh. 9.23; He. 11.12). Dios le promete a Abram que su simiente será numerosa como las estrellas (Gn. 15.5; 22.17; 26.4). Los astrónomos precristianos (p. ej, Hiparco, 150 a.C.) ubicaron alrededor de 3.000 estrellas; sólo cuando comenzó la astronomía telescópica por Galileo en 1610 se tuvo una idea de la cantidad de estrellas que existen. Sin embargo, se trata de algo que ya insinúan las referencias bíblicas mencionadas anteriormente.

Las estrellas se consideran poéticamente como una majestuosa manifestación de la “otridad” de Dios en relación con los hombres. Él solo las hace, las controla, las cuenta. La vanidosa arrogancia del hombre a veces procura usurpar esta autoridad (Gn. 1.16; Sal. 8.3; 136.9; 147.4; Am. 5.8; Job 9.7; Jer. 31.35; Is. 14.13; Abd. 4; Nah. 3.16; cf. Gn. 37.9). Una tentación constante era la de adorar a las deidades estelares; pero las estrellas son insignificantes en comparación con Yahvéh mismo (Dt. 4.19; Jer. 7.18; Am. 5.26; Hch. 7.43). Dios está en el zenit de los cielos (Job 22.12).

Los actos finales de redención y juicio por parte de Dios están prefigurados en señales astronómicas. Los profetas de nuestro Señor predicen tales señales; y en Apocalipsis ocupan un lugar destacado (Is. 13.10; Ez. 32.7; Dn. 8.10; Jl. 2.10; 3.15; Mt. 24.29; Mr. 13.25; Lc. 21.25; Ap. 6.13; 8.10–12; 9.1).

La palabra “estrella” se usa también metafóricamente, sin referencia astronómica, generalmente para significar dignidad, ya sea innata o usurpada (Job 38.7; Dn. 12.3; Ap. 1.16, 20; 2.1; 3.1; 12.1; 22.16).

II. Constelaciones nombradas

En la Biblia se mencionan algunas constelaciones por nombre.

a. La Osa (°vrv1 “Arcturo”) (Job 9.9; 38.32). La prominente constelación circumpolar Osa Mayor. De allí, “con sus hijos”, las siete estrellas principales del grupo. neb tiene “Aldebarán” (véase °ci, nota).

b. Mazzaroth (Job 38.32, rsv, °vm mg; °vrv2 “constelaciones”). Significado obscuro. Posiblemente los (doce) signos del zodíaco (véanse °vrv3, °vm), o sólo las del S. (Arm. Mazzaloth, ‘estrellas circundantes’, e.d. el círculo zodiacal.)

c. Orión (Job 9.9; 38.31; Am. 5.8). “El cazador”, destacada constelación meridional, que contiene las estrellas de 1ª magnitud Betelgueze (arriba a la izquierda, roja) y Rigel (abajo a la derecha, azul). La gama de colores y de brillo de estas y otras estrellas adyacentes constituye una interesante ilustración de 1 Co. 15.41.

d. Pléyades (Job 9.9; 38.31; Am. 5.8). Agrupación compacta de siete estrellas tenues en Tauro, que constituyen un sistema conectado envuelto en materia nebulosa, a unos 300 años luz del sol. Las expresiones “atar los lazos” y “desatar las ligaduras” pueden referirse al supuesto anuncio de la primavera y el otoño, respectivamente, por las Pléyades y Orión. Una proposición alternativa, atractiva pero probablemente inaceptable, es que la idea de “atar” en el caso de las Pléyades por su atracción mutua, o (poéticamente) por la nebulosidad que las rodea, se contrasta con la idea de “desatar” en el caso de Orión, cuyas estrellas están físicamente desconectadas, y asociadas para nosotros sólo por la línea de visión que tenemos.

e. Cámaras del sur (Job 9.9, °bj; °vrv2, “lugares secretos del sur”), Oscuro; posiblemente las constelaciones que aparecen sobre el horizonte cuando se viaja hacia el S por la ruta comercial a Arabia. neb traduce “el círculo de las estrellas del sur”.

Particularmente interesante es la versión que hace neb de Job 9.12–15, con la doble mención de Sirio y su descripción del amanecer, “cuando la luz de Sirio se debilita y las estrellas de la Línea del Navegante se ocultan una a una”, versión que le otorga sentido a un pasaje que de otro modo resulta ininteligible.

III. La estrella de Belén

La estrella que anuncia el nacimiento de Jesús se menciona únicamente en Mt. 2, si bien aparentemente se la preanuncia en Nm. 24.17; Is. 60.3. Se la ha explicado de tres modos.

a. Puede haber sido el cometa Halley (11 a.C.) u otro cometa visible en 4 a.C. Dicho cometa se desplazaba en sentido contrario a las estrellas, y por ello habría tenido significación para los astrólogos. Pero cabe preguntarse si hubiese permanecido visible el tiempo necesario. ¿Puede, además, la cronología encajar en la fecha probable del nacimiento de nuestro Señor?

b. Puede haber sido una conjunción planetaria. Una interesante conjunción de Júpiter, Saturno, y Venus se produjo en la primera parte del 7 a.C. Por cierto que los astrólogos lo habrán notado; pero su duración sería breve, y un fenómeno de esa naturaleza no podría mencionarse naturalmente como “una estrella”.

c. Puede haber sido una supernova. Las novas ocurren regularmente; una estrella débil se vuelve más brillante súbitamente, luego se debilita lentamente. Es probable que todas las estrellas hagan esto en alguna etapa de su desarrollo. Las supernovas, sin embargo, son muy raras; no ha habido ninguna en nuestra galaxia desde que se han inventado los telescopios. Las novas no son visibles a simple vista generalmente, pero una supernova en nuestra propia galaxia podría quizá dominar temporariamente el cielo nocturno, y producir más luz que todas las demás estrellas juntas. Las novas y las supernovas son enteramente impredecibles. Los astrónomos chinos registraron una nova o supernova en una fecha adecuada como para que pudiera ser “la estrella de los magos”. La frase en tē anatolē, ‘en su salida’ (Mt. 2.2; cf. °vp “vimos salir”), podría reflejar el asombro de los sabios cuando vieron salir por primera vez esta estrella nueva. Su posición les indicaba su significado astrológico inmediato. No sería desusado que una luz un billón de veces superior a la del sol apareciese para anunciar el nacimiento del Salvador del mundo.

IV. Astronomía

No hay verdadera “astronomía” en la Biblia, y no se encuentra en ella la perspectiva científica de, por ejemplo, los babilonios, que para el ss. IV a.C. ya podían predecir muchos acontecimientos astronómicos. Pero se supone una visión del universo que no resulta inconsecuente con la cosmología científica moderna. Resulta fácil, por supuesto, encontrar referencias a una cosmovisión primitiva e inaceptable, comparable, por ejemplo, con los mitos babilónicos de la creación. Pero juzgar a la Biblia únicamente sobre la base de ellas resulta tan poco crítico como juzgar el conocimiento moderno del universo por el uso de términos tales como “salida del sol” y “bóveda celeste”. (* Creación).

Vivimos en un gigantesco sistema estelar compuesto quizá de mil millones de estrellas como el sol, dispuestas en un disco de 60.000 años luz de diámetro. Ese es nuestro “universo”. Pero existen decenas de millones de “universos” o “galaxias” similares visibles hasta una distancia de mil millones de años luz, que es el límite de los telescopios actuales. La radioastronomía presenta un cuadro más maravilloso todavía. El contraste entre este cosmos y el universo de tres pisos de la mitología semítica es notable. La Biblia está con frecuencia más cerca de aquel otro que de este último en su espíritu. Porque el universo de los escritores bíblicos es racional, y de una asombrosa inmensidad. El Sal. 104, por ejemplo, habla de un mundo que es completamente racional, y que depende enteramente de las leyes de Dios; esto es típico de la perspectiva de los escritores bíblicos. En la promesa a Abram, Dios iguala el número de las estrellas con el número de los granos de arena. Sólo unas 3.000 estrellas son visibles a simple vista, de modo que a juzgar por las apariencias se trata de una comparación pobre. ¡Pero el número total de estrellas en la galaxia es comparable con la cantidad de granos de arena en todo el mundo! La Biblia está llena de indicaciones semejantes relacionadas con la vastedad del universo, que van mucho más allá de lo que se conocía en esa época.

Afirmamos, por lo tanto, que la Biblia invariablemente supone la existencia de un universo plenamente racional, y de vastas dimensiones, en contraste con la cosmovisión contemporánea típica, en la que el universo no era racional, y de un tamaño no superior al que se podía determinar por medio de los sentidos sin ayuda externa. Los libros de I. Velikovsky (Worlds in Collision, 1950, etc.), si bien altamente discutibles, están escritos desde un punto de vista judaico, y revisten mucho interés para el que estudia el AT y al mismo tiempo se interesa por la astronomía.

Bibliografía. C. F. Pfeiffer, “Astronomía”, °DBA, pp. 115–116; J. Vernet, “Astronomía”, °EBDM, t(t). I, cols. 898–901; °J. V. Schiapparelli, La astronomía en el Antiguo Testamento, 1945.

G. V. Schiaparelli, Astronomy in the Old Testament, 1905; O. Neugebauer, The Exact Sciences in Antiquity, 1958; E. A. Milne, Modern Cosmology and the Christian Idea of God, 1952; G. R. Driver y L. W. Clarke, “Stars”, HDB², 1963, pp. 936ss; R. A. Rosenberg, “The ‘Star of the Messiah’ reconsidered”, Bib 53, 1972, pp. 105ss; W. Foerster, TDNT 1, pp. 503–505; D. A. Hagner, NIDNTT 3, pp. 734–736.

M.T.F.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico