EXALTACION

El término cubre la secuencia de acontecimientos que comienza con la resurrección de Cristo e incluye su ascensión y su regreso (Phi 2:8-11; comparar Act 2:33). La exaltación de Cristo lo coloca a la diestra de Dios (Act 7:55-56; Rom 8:34; Eph 1:20; Heb 1:3; Heb 10:12; Heb 12:2; 1Pe 3:22).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

[675]
Estado de excitación afectiva o ideológica, tanto personal como colectiva. En cuanto estado de ánimo, puede eclipsar el juicio sobre las realidades, por lo que es necesario dejar cierto tiempo de serenidad para tomar postura o para formular juicios cuando la personalidad se halla bajo su influencia.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> ascensión, resurrección). Hay en el Nuevo Testamento varias formas y esquemas para hablar del triunfo final de Jesús. Tradicionalmente se destaca más el esquema de la resurrección, que es más primitivo e importante. Pero a su lado hallamos otros, distintos y complementarios.

(1) El triunfo de Jesús, modelos. Se puede hablar de diversas formas de la permanencia de Jesús y de su proyecto de Reino, (a) Modelo de elevación. Supone que Jesús se habí­a rebajado previamente, sometiéndose de un modo voluntario a un tipo de existencia dominada por la carne (corrupción, miseria). Pues bien, Jesús ha culminado su camino y Dios le exalta, haciéndole Señor de todo lo que existe. Empleando este esquema pueden entenderse textos tan importantes como Flp 2,611 y gran parte del evangelio de Juan, (b) Modelo de rapto. Conforme a diversas tradiciones judí­as, conservadas sobre todo en los libros apócrifos, algunos personajes de la historia antigua como Henoc y Elias (lo mismo que Moisés en otras tradiciones) fueron raptados por Dios. No murieron del todo, no quedaron hundidos bajo tierra, esperando el fin del tiempo, sino que fueron escondidos en el cielo; allí­ se encuentran, contemplando los misterios de Dios y de la historia; de allí­ deben volver para realizar el juicio de Dios sobre la tierra. Parece que algunos cristianos han podido aplicar un esquema semejante a Jesucristo. A mi entender, este último esquema, centrado en el rapto, resulta secundario y por eso no podemos estudiarlo en un diccionario de tipo general como es el nuestro, (c) Resurrección. Es modelo fundamental, que recoge la novedad cristiana y la explicita en forma de experiencia y confesión de fe, de transformación personal y de misión, en la lí­nea de la pascua judí­a, pero entendida ya como superación de la muerte y entrada en el Reino. Pienso, sin embargo, que esta perspectiva puede y debe completarse con la perspectiva de la elevación, tal como ha venido a desembocar en el relato de la ascensión que ofrece Lucas en Hch 1,1-11. En algún sentido, siempre que hablamos de resurrección presuponemos que existe algún tipo de elevación, al menos en sentido general: Jesús no ha vuelto a la vida anterior (como Lázaro) para ser lo que antes era; por su resurrección ha sido elevado a un nivel de gloria y plenitud que previamente no tení­a (que no existí­a); la pascua de Jesús ha suscitado un mundo nuevo, el misterio más alto de la plenitud humana que se expresa donde el Cristo ha culminado su camino. El mismo Pablo ha destacado de algún modo este motivo, utilizando esquemas conceptuales que a veces se han querido entender desde la gnosis. Así­ presenta a Jesús como Hijo (o Ser) divino que habrí­a descendido de los cielos a la tierra, para ascender de nuevo tras la muerte, en proceso de glorificación. No es seguro que ese esquema ya existiera antes de Pablo, aunque parece estar en el fondo de los textos que hablan de un enví­o de la Sabidurí­a divina o de la misma Palabra de Dios (en fórmula que asume el evangelio de Juan en su prólogo acerca del Logos: Jn 1,1-18).

(2) Textos de exaltación. Resulta, por tanto, necesario hablar de la exaltación pascual de Jesucristo, siempre que ese término se tome en perspectiva simbólica. No se trata de un ascenso espacial (Jesús no sube en sentido fí­sico), sino de una especie de elevación religiosa, salvadora. La altura a la que asciende es su propia gloria de Mesí­as que ha triunfado de la muerte y que comienza a ser reflejo pleno de la vida de Dios para los hombres. No podemos ser exhaustivos, pero debemos citar algunos pasajes de tipo pascual donde Jesús aparece como ser exaltado, que asciende a través de la resurrección a la gloria de Dios. Se ha entregado por los hombres, ha muerto por ellos; en respuesta de amor creador, Dios le ha elevado, por medio de la pascua, para constituirle Señor de todo lo que existe: (a) Flp 2,6-11. Cristo se ha entregado hasta la muerte, por lo cual, Dios le ha exaltado, dándole un nombre que está sobre todo nombre… A la muerte de cruz sucede, como inversión creadora, la elevación del Cristo, entronizado como Señor de cielo y tierra. Aquí­ no se habla de resurrección, sino de elevación y retomo triunfante del Señor que se ha entregado por los hombres, (b) Tim 3,16. Cristo es el misterio de piedad manifestado en la carne y elevado a la gloria… Tampoco aquí­ se alude directamente a una victoria de Jesús sobre la muerte en claves de resurrección. Se habla más bien de una elevación del salvador, dentro de un esquema de descenso y ascenso sagrado, (c) 1 Pe 3,18-22: 4,6. Cristo ha muerto en la carne, pero ha sido vivificado por el Espí­ritu y, ascendiendo al cielo, está a la derecha de Dios… Como en casos anteriores, se vincula el descenso o abajamiento de Cristo con su elevación gloriosa. El esquema de bajada y subida es el mismo, (d) Ef 4,7-10. El que bajó es el mismo que ha subido por encima de todos los cielos, para llenarlo todo… Estamos en el centro de la teologí­a de la carta a los Efesios (y Colosenses). Abajándose, ha vencido Cristo a todos los poderes adversarios, para ascender así­ a la gloria de Dios sobre la tierra. Casi todos estos pasajes pertenecen a la tradición de la escuela paulina, interesada en presentar el triunfo escatológico de Cristo como gran ascenso del Mesí­as que, habiendo culminado su camino, nos hace capaces de seguirle, para superar de esa manera el mundo viejo y alcanzar la meta de la gloria. Esta misma tradición se encuentra en el fondo de Juan, cuyo evangelio aparece bien centrado en la experiencia del descenso y ascenso del Hijo de Dios que ha bajado al mundo para elevamos a la gloria de Dios Padre. (e) Mt 28,16-20. “Se me ha dado to do poder…”. El tema del ascenso de Jesús ha sido esbozado también de forma representativa por Mt 28,16-20, cuando presenta a Jesús en la montaña, enviando a sus discí­pulos al mundo (en una lí­nea que puede vincularse a la que ofrecen los textos de la transfiguración*). Estamos ante una escena de elevación, pero ella no culmina a modo de Ascensión: Jesús se encuentra arriba y queda arriba, presidiendo desde la montaña de su pascua la historia de sus misioneros; no tiene que marcharse al cielo, sino que queda con los suyos, diciendo “¡Y yo estoy con vosotros hasta el fin de los tiempos!” (Mt 28,20). (f) Jn 3,13-15. “Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así­ es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Este esquema define todo el evangelio de Juan, centrado en la experiencia del descenso y ascenso del Hijo del Hombre, a quien se presenta, al mismo tiempo, como Hijo de Dios que ha bajado al mundo para elevarnos a la gloria de Dios Padre: “cuando el Hijo del Hombre sea elevado, entonces conoceréis que Yo soy” (Jn 8,28). En ese contexto se entiende toda la visión de Jesús como Hijo de Dios que vuelve al Padre, a fin de preparar un lugar para los hombres (Jn 14,2.12.28; 16,10-17). Este modelo tení­a la ventaja de presentar la muerte y gloria de Jesús en términos comprensibles para la simbologí­a religiosa y filosófica de su tiempo. Desde ese contexto, Jesús puede aparecer como un ser divino que desciende para elevar a los hombres a través de su mismo gesto de solidaridad y muerte redentora.

Cf. X. LEon-Dufour, Resurrección de Jesús y mensaje pascual, Sí­gueme, Salamanca 1973; S. Sabugal, Anástasis. Resucitó y resucitaremos, BAC, Madrid 1993; A. Torres Queiruga, Repensar la resurrección. La diferencia cristiana en la continuidad de las religiones y de la cultura, Trotta, Madrid 2003; S. Vidal, La resurrección de Jesús en las cartas de Pablo, BEB 50, Sí­gueme, Salamanca 1982.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra