EXORCISMO

griego conjurar. Conjuros, prácticas, para expulsar espí­ritus malignos. Jesús expulsaba los espí­ritus inmundos, los demonios, como él mismo lo dijo, †œpor el Espí­ritu de Dios†, cuando los fariseos le acusaron de hacerlo †œpor Beelzebul, Prí­ncipe de los demonios†, Mt 12, 22-28. En Gadara, Jesús sacó los demonios de dos hombres y los mandó a una piara, que se arrojó al mar, Mt 28-34; en Gerasa, sucedió algo similar con un endemoniado, Mc 5, 1-13; en Cafarnaún, Jesús curó a un endemoniado, Mc 1, 23-28; Lc 4, 33-37. Jesús comunicó a sus apóstoles el poder de exorcizar y curar, Mt 10, 1 y 8; Mc 3, 14-15; 6, 7; Lc 9, 1; y después de Cristo los apóstoles expulsaron demonios en su nombre, Hch 5, 16; 8, 7; 16, 18. En Efeso, donde eran comunes las prácticas mágicas, y la ciudad era famosa en tiempos apostólicos por ello, el apóstol Pablo encontró unos exorcistas judí­os ambulantes, los siete hijos de Esceva, sumo sacerdote, que intentaban invocar el nombre del Señor Jesús y expulsar espí­ritus malos, Hch 19, 11-20.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(gr., exorkizo, adjurar). La expulsión de demonios por medio de encantamientos, hechizos y conjuros mágicos. Era una práctica común entre los antiguos paganos. En Act 19:13-16 se castigó el uso del nombre de Jesús como mero hechizo cuando un hombre poseí­do por demonios se volvió en contra de los pretendidos exorcistas; estos judí­os vagabundos eran simuladores. Sin embargo, Cristo deja entender que algunos judí­os realmente echaban fuera a demonios (Mat 12:27); algunos probablemente con ayuda demoní­aca, otros (en el nombre de Jesús) sin fe salvadora en él (Mat 7:22). Les dio poder para echar fuera a los demonios a los 12, a los 70 y al resto de los discí­pulos después de la Ascensión (Mat 10:8; Mar 16:17; Luk 10:17-19; Act 16:18). Aparte del ministerio de los apóstoles, de los 70 y de Felipe el evangelista, la Biblia no mencióna el exorcismo por otros.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Práctica religiosa. El exorcismo no es una secta ni un movimiento, sino una práctica de algunas iglesias, como la católica, y de movimientos religiosos intereclesiásticos como el carismático.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

(expulsar por conjuro).

Una “señal” de todo creyente es que “expulsara demonios”, Mar 16:17.

– E1 Exorcismo Oficial de la Iglesia, se hace por sacerdotes santos y experimentados, con la autorización del Obispo de la Diócesis.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Es el acto por el cual se intenta librar a una persona de un espí­ritu malo o impuro o, como se dice en varios lugares de los Evangelios, †œechar fuera† un demonio. El Señor Jesús habló muy claramente que su ministerio incluí­a e. (†œHe aquí­, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer dí­a termino mi obra† [Luc 13:32]). La práctica del e. era ya muy antigua entre los israelitas cuando el Señor comenzó a sanar enfermos y echar fuera demonios. Los mismos fariseos tení­an sus exorcistas, porque Cristo les dijo: †œY si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos?† (Mat 12:27). En la tradición judí­a, se mencionaban a †¢Noé y Salomón como componedores de fórmulas de exorcismos que se habí­an pasado de generación a generación a unos cuantos iniciados. El Señor Jesús, sin embargo, echaba fuera los demonios al impulso de su sola palabra, sin intermediar ceremonia, rito o fórmula alguna.

El Señor Jesús †œdio poder y autoridad† a sus discí­pulos †œsobre todos los demonios, y para sanar enfermedades† (Luc 9:1). Algunos exorcistas judí­os quisieron utilizar el nombre del Señor para sus trabajos (Mar 9:38). Los hijos de †¢Esceva, jefe de los sacerdotes judí­os en éfeso, eran †œexorcistas ambulantes† que †œintentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tení­an espí­ritus malos†, pero tuvieron un gran fracaso (Hch 19:13-17).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

[482]

Expulsión de los espí­ritus diabólicos, reales o aparentes, mediante ritos de carácter religioso que se han dado en casi todas las religiones.

En el cristianismo se reconoce la posibilidad de incidencias demoní­acas en la vida de los hombres, que además pueden llegar a las posesiones diabólicas. Por ello hay que actuar en consecuencia.

La Iglesia tiene, en consecuencia, ritos e invocaciones contra las fuerzas del mal y también fórmulas de expulsión de demonios que son los exorcismos
En la legislación canónica se reconoce tal existencia y se determina cómo proceder y quién es el que debe intervenir cuando el caso llega. (cc. 1172)

En tiempos antiguos las creencias relacionadas con los espí­ritus diabólicos estaban más arraigadas en la sociedad, y también la Iglesia atendí­a más estas creencias. Pero en los tiempos modernos, incluso manteniendo la creencia de la posible intervención del demonio en la vida humana, considera que su acción se halla menos comprobada y por eso restringe esos ritos a las ocasiones ciertamente comprobadas o muy probables.

Con todo conserva un “orden menor” en el Sacramento del Orden sacerdotal denominado de exorcistas. Y en la administración de algunos sacramentos, como en el Bautismo, realiza el exorcismo de conjurar al espí­ritu maligno para que se aleje del nuevo cristiano, que queda santificado con el agua y la gracia.

(Ver Demonio 5.2)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

DicEc
 
Es común en nuestros dí­as negar o minimizar la existencia de poderes espirituales hostiles. Se trata claramente de una reacción frente a un interés mí­tico, exagerado y morboso en Satanás y los exorcismos. Pero la existencia de espí­ritus malos forma parte de la tradición católica, y así­ lo confirmó un estudio encargado por la Congregación para el culto divino y publicado en 1975.

La expulsión de malos espí­ritus, o exorcismo (ex = fuera, horkos = juramento), desempeñó un papel muy importante en el ministerio de Jesús, aunque hoy no considerarí­amos exorcismos todas las acciones descritas como tales en los evangelios. No obstante, el ministerio y enseñanza de Jesús apunta hacia una lucha que no va simplemente en contra de la sangre y la carne (cf Ef 6,10-16), sino también contra poderes espirituales invisibles y hostiles. Sus exorcismos son una proclamación de la victoria del Reino sobre todos los poderes del mal (cf Jn 12,31). Los judí­os practicaban exorcismos en tiempos de Jesús (cf Lc 11,19; He 19,13-14), y también lo hací­an los apóstoles (cf Mt 10,1; Lc 10,17-20). Jesús confirió a su Iglesia poder para expulsar espí­ritus malos en su nombre (cf Mc 16,17; cf He 16,18), y la Iglesia usó este poder. Pero, como cualquier >carisma, tampoco este garantizaba la santidad del que lo poseí­a (cf Mt 7,22).

La >Tradición apostólica recoge una complicada serie de exorcismos para catecúmenos. Incluso para el futuro catecúmeno se establece: “Pero si hay alguien que tiene un demonio (daemonium habet), no le dejes escuchar la palabra del maestro hasta que haya sido purificado” (15/16,8). Desde el momento en que han sido escogidos (separati sunt), han de ser exorcizados (exorkizein) diariamente; al acercarse el momento del bautismo, han de ser exorcizados por el obispo “para garantizar que todos están puros” (20/20,3). La razón que se da para no admitir a una persona al bautismo es significativa: “Pero si hay alguien que no es bueno o puro, ha de ser enviado fuera, ya que este no ha escuchado la palabra con fe, porque es imposible que el Adversario (ho antikeimenos) esté siempre oculto” (20/20,4). El viernes o sábado anterior al bautismo el obispo vuelve a realizar un exorcismo: “El obispo pondrá una mano sobre ellos y conjurará a todo espí­ritu extraño a marcharse para no volver nunca. Al acabar el exorcismo, exhalará el aliento en su cara y, después de haber hecho la señal de la cruz en su frente, sus oí­dos y su nariz, los pondrá de pie” (20/20,7-8). En el momento del bautismo se hace un exorcismo con un segundo aceite (exorkismos) además del aceite de acción de gracias (eucharistia 21/21,9-10). Después de la renuncia a Satanás, el sacerdote lo unge con el óleo del exorcismo, diciendo: “Que todo espí­ritu salga de ti” (omnis spiritus abscedat a te: sic, el adjetivo “malo” no aparece en latí­n, 21/21,9-10).

Los catecúmenos no dan el beso de la paz, porque su beso no es todaví­a puro (18/18,3). En el >agapé, al catecúmeno hay que darle pan exorcizado (panis exorcismi/exorkismos, 26/26,4). La señal de la cruz es una defensa para los fieles: “Si eres tentado, haz reverentemente la señal de la cruz (consignare/sphragizein) en tu frente; porque este es el signo de la pasión, conocido y probado contra el demonio, siempre que lo hagas con fe (…). Porque el Adversario, cuando se asoma al corazón (…) es puesto en fuga por el Espí­ritu que está en ti” (42/37,1-2).

En las >Constituciones apostólicas hay un intento de limitar la importancia de los exorcistas: se deja claro que la suya es una función carismática, no un ministerio ordenado. En la Edad media y en Trento el oficio de exorcista era simplemente un paso en el camino hacia el presbiterado. En cuanto tal fue abolido por Pablo VI en 1972.

El exorcismo adopta dos formas: la imprecación y la reprobación. La primera va dirigida a los poderes del mal, ordenándoles salir de la persona poseí­da. Esta forma de exorcismo es relativamente rara, y el hecho de la posesión ha de ser cuidadosamente establecido antes de que un sacerdote, debidamente autorizado por el obispo local, proceda al exorcismo en cada caso. Determinados lugares que han estado asociados con prácticas malvadas pueden necesitar tratamiento; por lo general, la celebración de la misa en la casa o lugar en cuestión expulsa las malas influencias. En otras situaciones especí­ficas, como la participación en ritos de vudú o de brujerí­a, u otras prácticas que puedan colocar a las personas en situaciones particularmente propicias para la incursión de malos espí­ritus, la conferencia episcopal puede establecer una abjuración solemne del mal durante los ritos del catecumenado. Por lo demás, los exorcismos del Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA) son de reprobación, en forma de oraciones al Padre o a Jesús para que el catecúmeno o elegido se vea libre de todo tipo de mal. El autor principal del RICA, B. Fischer, escribe: “No le hablamos ya al demonio (considerado como alguien que está presente); hablamos con Dios sobre el Demonio (todaví­a considerado como un ser personal)”. Durante los ritos del catecumenado los exorcismos del tipo de reprobación son continuos; el ministro puede ser un catequista hasta el momento de los escrutinios. Durante los escrutinios el pecado es considerado como estrechamente ligado al corazón humano (primer escrutinio), como social (segundo escrutinio), como muerto (tercer escrutinio). Hay exorcismos en cada uno de los escrutinios, correspondiendo con cada uno de estos aspectos del pecado y reflejando los grandes textos evangélicos de los capí­tulos 4, 9 y 11 de Juan respectivamente.

En las Iglesias pentecostales clásicas hay a veces un interés y preocupación excesivos por los malos espí­ritus, lo que lleva a un uso demasiado frecuente del ministerio del exorcismo. Se tiende a atribuir a Satanás enfermedades y desgracias ordinarias. La renovación carismática católica ha aprendido mucho de las Iglesias pentecostales, pero trata al mismo tiempo de integrarlo en la tradición católica. Así­, en uno de sus primeros libros, F. MacNutt habla de “obsesión” más que de “posesión”, y observaba con razón que esta “obsesión”, y otros trastornos menores que la posesión, podí­a tratarlos cualquiera que creyera en el poder del nombre de Jesús. A este ministerio se le denomina “liberación”. Pero el estilo de las oraciones usadas apenas se distingue del usado por el ritual romano en el exorcismo formal. Siguieron a este otros libros más discretos, en particular uno quizás excesivamente cauto del cardenal Suenens. La Congregación para la doctrina de la fe elaboró unas instrucciones para los obispos en relación con el exorcismo en un documento fechado el 29 de septiembre de 1985: se reiteraba lo dicho en el derecho canónico (CIC 1172); se prohibí­a el uso de una oración de exorcismo de la época de León XIII; se limitaban ciertas formas de imprecación; se recordaban los medios tradicionales de la Iglesia para luchar contra el mal: los sacramentos, el padrenuestro (Mt 6,13) y las oraciones a la Virgen Marí­a, los ángeles y los santos invocando protección.

La importancia de los exorcismos en el RICA reside en que alertan a los catecúmenos y a la comunidad cristiana sobre la naturaleza de la lucha espiritual en la vida cristiana: aunque no podemos eludir la responsabilidad del pecado achacándolo todo a Satanás, hemos de saber que tenemos enemigos poderosos que sólo pueden ser derrotados con el poder de Cristo resucitado. El embolismo, u oración “Lí­branos, Señor…”, que viene después del padrenuestro en la misa, es una oración de reprobación que protege diariamente a los cristianos que participan en ella de los poderes del mal. [En definitiva, “el rito de exorcismo, que, en cuanto sacramental forma parte de los ritos que “según las decisiones pastorales de los obispos pueden… responder a las necesidades, a la cultura y a la historia, propias del pueblo cristiano de una región o de una época” (CCE 1668), plantea de forma particularmente urgente la cuestión de la naturaleza de la salvación y de su realización eficaz para los hombres en lo concreto de su vida”. La nueva actualidad de los exorcismos, celebrados en un contexto más claro y expresivo de oración y de súplica, que visualice mejor qué significa “exorcizar” el mal, es puesta de relieve en el reciente ritual, De exorcismis et supplicationibus quibusdam publicado en 1999.]

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología

Es el acto de expulsar un demonio mediante un juramento, una conjuración, una imprecación o una fórmula mágica. La conjuración y el juramento no están nunca en boca de Jesús, están sólo en boca o de los demonios expulsados (Mc 5, 7), o del sumo pontí­fice, como fórmula consagrada y metafórica (Mt 26, 63). El exorcismo era una práctica corriente entre los judí­os (Mt 12, 27; Mc 9, 38-39; Lc 9, 49-50). Jesús practicó el exorcismo y arrojó a los demonios (Mc 1, 25; 5, 8; 7, 33-34; 8, 23-25; 9, 25; Lc 4, 35; 8, 29). Los discí­pulos de Jesús expulsan a los demonios en virtud del poder que El les ha conferido (Mt 12, 24-28; Mc 3, 22-27; Lc 11, 14-20; 13, 32). La expulsión de los demonios significa el triunfo de Jesucristo sobre las fuerzas del mal (Mt 7, 22; Lc 10, 20). > enfermedad; milagro.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Véanse ESPIRITISMO; POSESIí“N DEMONIACA.

Fuente: Diccionario de la Biblia

El exorcismo es el acto de expulsar los espíritus malignos para liberar al afligido de su influencia maligna. Encantamientos, hechizos mágicos y fórmulas para este propósito aparecen en las literaturas egipcia y babilónica. Los judíos del imperio persa usaban encantamientos con unas vasijas que contenían sus fórmulas entre las que se encontraban varios nombres del Dios de Israel, otras divinidades, ángeles, del Rey Salomón y el de un ilustre rabino (Josué ben Peraya) considerado potente como protección contra los espíritus malignos.

El NT describe a dos exorcistas profesionales: Simón el Mago (Hch. 8:9) miraba el evangelio como una clase de magia superior y deseaba agregarla a su repertorio; Barjesús (Hch. 13:6) se describe como un «mago» y «falso profeta».

La sanidad del cuerpo y la expulsión de los demonios se asocian frecuentemente en el ministerio de Jesús (cf. Mr. 1:21–34). Se delegó poder sobre los discípulos para sacar los espíritus malignos y para sanar (Lc. 9:1).

En el desarrollo de la liturgia para el bautismo se introdujo una fórmula de exorcismo. El estado anterior al bautismo se miraba como uno de esclavitud a Satanás, de allí la fórmula: «Apártate de él, espíritu inmundo, y da lugar al Espíritu Santo, el Paracleto».

Hacia fines del siglo tercero se estableció un orden de exorcistas que continúa como una de las órdenes menores en la Iglesia Católica Romana.

Charles F. Pfeiffer

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (247). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

Contenido

  • 1 Introducción
  • 2 En las religiones étnicas
  • 3 Entre los judíos
  • 4 Exorcismo en el Nuevo Testamento
  • 5 Exorcismo de en la Iglesia
  • 6 Exorcismo de los posesos
  • 7 Exorcismo bautismal
  • 8 Otros exorcismos

Introducción

El exorcismo es (1) el acto de echar o sacar demonios, o espíritus malignos fuera de las personas, sitios u objetos que son supuestamente poseídos o plagados por ellos, o que son suceptibles de llegar a ser víctimas o instrumentos de su malicia; (2) el acto de usar los medios para este propósito especialmente la solemne y autoritaria reprensión del demonio, en el nombre de Dios, o cualquier poder superior al cual él es sujeto. La palabra que no es en sí bíblica viene de la palabra griega exorkizo, que es usada en la traducción griega (Gén. XXIV,3 = provoca a jurar; III (I) Reyes XXII, 16 = ordenar), y en Mat. XXVI, 63, por el sumo sacerdote contra Cristo, “Yo te ordeno por el Dios vivo. . .” La palabra horkizo y el sustantivo exorkistes (exorcista) aparece en los Hechos XIX, 13, donde le último (en plural) es aplicado a unos Judíos andantes que profesaban ser capaces de echar demonios. La expulsión por orden es entonces el primer sentido del exorcismo, y cuando, como es en el uso cristiano, esta orden es dada en el nombre de Dios o de Cristo, el exorcismo es estrictamente acto o rito religioso. Mas en las religiones étnicas, y aun entre los Judíos desde el tiempo en que hay evicencia de haber sido popular, el exorcismo que es un acto de religión es ampliamente sustituído por el uso de medios supersticiosos y mágicos, a lo cual los escritores no católicos muchas veces en estos tiempos asimilan el exorcismo cristiano. La superstición no debe ser confundida con la religión, a pesar de que gran parte de sus historias han sido mezcladas, ni siquiera la magia blanca puede ser confundida con ritos religiosos legítimos.

En las religiones étnicas

El uso de medios de protección contra las molestias de espíritus malignos, reales o supuestas, sigue naturalmente la fe en su existencia, y es, y será siempre, la característica de las religiones étnicas, salvajes o civilizadas. Sólo dos de las religiones de la antigüedad, la Egipcia y la Babilónica, caben en este renglón. Pero no será tarea fácil, aun en el caso de estas dos religiones, de aislar lo que toca estrictamente nuestro tema de toda la masa de pura magia en la cual está sumergido. Los Egipcios atribuían a los demonios ciertas enfermedades y varios tipos de males, y creían en la eficacia de los hechizos mágicos y encantamientos para espantar o echarlos. El muerto en especial necesitaba ser fortalecido por la magia para que pudiera hacer con seguridad su último viaje hacia el mundo del más allá .(ver Budge, Egyptian Magic, London, 1899). Sin embargo no hay mención de exorcismo en los documentos Egipcios.

En el famoso caso en el cual un demonio a sido expulsado de la hija del Príncipe de Bekthten, el ministerio humano fue sin valor y el dios Khonsu en persona tuvo que ser mandado desde Thebes para esta misión. El demonio se retiró en forma elegante cuando fue confrontado con el dios y éste le hizo un gran banquete antes que se fuera “a su lugar ” (op. cit. p. 206 sq.). La magia de los Babilonios se mezclaba ampliamente con la medicina, ciertas enfermedades eran consideradas como el efecto de posesiones demoníacas y el exorcismo era considerado como la más fácil, sino la única forma de curarlas(Sayce, Hibbert Lect. 1887, 310). Para este propósito se empleaban ciertas fórmulas de conjuro por las cuales algún dios, diosa o deidad era invocado para echar al maligno y reparar las malas consecuencias de su posesión. El ejemplo siguiente (de Sayce, op. cit., 441 seq.) puede ser citado : ” Al demonio que se apodera de un hombre, Al demonio (ekimmu) que se apodera de un hombre, Al demonio que causa maldad, Al demonio del mal, Conjura, Oh espíritu del cielo; Conjura, Oh espíritu de la tierra “. Para otros ejemplos ver King, Babylonian Magic and Sorcery (Londres, 1896).

Entre los judíos

No hay en el Antiguo Testamento caso en que demonios fueron expulsados por hombres. En el libro de Tobías, VIII, 3, es el ángel que ” cogió el demonio y lo ató en el desierto del Egypto alto “; y la instrucción previa dada al joven Tobías (VI, 18,and 19) de quemar el corazón del pez en la alcoba matrimonial parece haber sido un plan del mismo ángel para esconder su verdadera identidad. Sin embargo, en la literatura judía fuera del cánon bíblico, excistían encantamientos para exorcizar demonios que se encuentran en el Talmud Talmud (Schabbath, XIV, 3; Aboda Zara, XII, 2; Sanhedrin, X, 1). Estos encantamientos, a veces, estaban escritos en la superficie interior de platos de madera de los cuales hay una colección (estimada ser de séptimo siglo A.D) conservada en el Museo Real de Berlín; las inscripciones de la colección han sido publicadas y traducidas por Wohlstein in the “Zeitschrift für Assyriologie” (Dic., 1893; Abril, 1894). Las principales características de esos exorcismos judíos eran la mención de nombres que se creía ser eficaz., por ejemplo los nombres de ángeles buenos que podían ser usados solos o en combinación con el nombre de Dios “ÉL”. En efecto, la creencia en el mero uso de nombres ha caído desde mucho tiempo en la superstición entre los Judíos y se consideraba más importante que se usaran nombres appropiados, lo que ha variado con el tiempo y las ocasiones. Era, sin duda, esta creencia supersticiosa que impulsó a los hijos de Esceva que habían visto los exorcismos exitosos de San Pablo en nombre de Jesús a probar por su cuenta la fórmula: “Te conjuro por Jesús a quien predica Pablo”, con resultados desastrosos para ellos (Hechos, XIX, 13). Había una creencia popular judía, aceptada por el erudito escritor Josef, que decía que Salomón había recibido el poder de echar demoniosa y que él había compuesto y transmitido una cierta fórmula que era eficaz para este propósito. El historiador judío recuerda como un cierto Eleazar, en la presencia del Emperador Vespasiano y sus oficiales, tuvo éxito por medio de un anillo mágico aplicado a la nariz de un poseído en echar el demonio por los hoyos de su nariz. La virtud del anillo era debida al hecho que contenía una raíz rara indicada en la fórmula de Salomón y que era extramadamente difícil de conseguir (Ant. Jud, VIII, II, 5; cf. Bell.Jud. VII, vi, 3). Pero fuera de supersticiones y magia, en la respuesta de Cristo a los Fariseos que lo acusaban de echar demonios por el poder de Belzebú, la práctica de exorcismos entre los judíos es supuesta cuando Jesús les contesta : ” y si yo expulso demonios por el poder de Belzebú, los hijos de ustedes, ¿por el poder de quien los expulsan? (Mateo XII, 27). No parece razonable entender esta respuesta de Jesús como mera ironía o puro argumento ad hominen que no implicara una admisión del hecho; al contrario, en otra parte (Marcos IX, 37-38) tenemos el relato de una persona que no era de sus discípulos y que echaba demonios en nombre de Él. Cristo no quiso impedirselo ni tampoco reprenderlo.

Exorcismo en el Nuevo Testamento

Asumiendo la realidad de la posesión demoníaca contra la cual la autoridad de Cristo es garantizada (ver OBSESIÓN, POSESIÓN), hay que observar que Jesús apela a su poder sobre los demonios como una señal reconocida de su Mesianidad (Mateo., XII, 23,28; Lucas,xi,20).

Asumiendo la realidad de la posesión demoníaca, contra la cual la autoridad de Cristo es invocada (ver OBSESIÓN, POSESIÓN), hay que notar que Jesús utilizaba su poder sobre los demonios como una de las señales de su Mesianidad. Él echaba los demonios, lo declaraba él, con el Dedo de Dios o sea el Espíritu Santo, y no como los adversarios lo suponían con el poder del príncipe de los demonios (Mt, XII, 24, 27 ; Mc, III, 22; Lc XI, 15,19); además mostraba que no ejercitaba no un mero poder delegado sino una autoridad personal que le era propria. Eso es claro al ver la manera directa e imperativa con la cual ordenaba a los demonios de partir (Mc, IX, 24; cf i, 25 etc) : ” Él echaba los demonios con su palabra y sanaba a todos los enfermos ” (Mt VIII, 16) : A veces, como es el caso de la hija de la mujer cananea, el exorcismo se hizo a distancia (Mt XV, 22 y siguientes; Mc VII, 25). A veces también él permitía a los demonios expresar su conocimiento de Jesús como ” el Santo de Dios ” (Mc I, 24) o de quejarse que ya había venido a atormentarlos antes de tiempo, es decir antes del tiempo del castigo (Mt VIII, 29 y siguientes; Lc VIII, 28 y siguientes). En el caso que la posesión demoníaca fuera acompañada por alguna enfermedad, no había confusión entre las dos realidades en la mente de Cristo o de los Evangelistas. En Lucas, XIII, 32, por ejemplo, el Maestro distingue claramente entre la expulsión del espíritu malo y la sanación de la enfermedad.

Cristo apoderó a sus Apóstoles y sus Discípulos para echar demonios en su nombre cuando él estaba todavía en esta tierra (Mt. X, 1 y 8; Mc. VI, 7; Lc. IX, 1; X, 17), y a los creyentes, él prometió el mismo poder (Mc. XVI, 17). Pero la eficacia de este poder delegado era condicional como se puede ver en el hecho de que los Apóstoles no tuvieron siempre éxito con sus exorcismos: ciertos tipos de espíritus, como Cristo lo explicó, pueden ser echados por la oración y el ayuno (Mt. XVII, 15, 20; Mc. IX, 27,28; Lc. IX, 40) En otras palabras el éxito del exorcismo por los cristianos, en nombre de Cristo, es sujeto a las mismas condiciones de las cuales la eficacia de la oración y el uso del poder carismático dependen. Sin embargo un éxito manifiesto ha sido promitido (Mc. XVI, 17). San Pablo (Hech. XVI, 18; XIX, 12), y sin duda, los otros Apóstoles y Discípulos, usaron regularmente, según las necesidades, el poder del exorcismo, y la Iglesia siguió haciéndolo sin interrupción hasta el día de hoy.

Exorcismo de en la Iglesia

Fuera del exorcismo en sentido estricto – es decir el de echar demonios de los posesos -el ritual católico, siguiendo las tradiciones tempranas, ha retenido variedad de otros exorcismos de los cuales vamos a hablar ahora.

Exorcismo de los posesos

Lo tenemos de la autoridad de los escritores de los primeros tiempos quienes se refieren a este tema. En los primeros siglos, no sólo el clero sino también los laicos eran capacitados con el poder de Cristo para liberar a los endemoniados y energúmenos, y su éxito era citado por los apologistas como prueba del origen divino de la Religion (Justino Mártir, Apol.,6; P.G., VI, 453; Dial., 30,85; ibid., 537,676 sq; Minutius Félix, Octav.,27,P.L.,III; Origen, Contra Celsum.,I,25; VII,4,67; P.G., XI,705,1425,1516; Tertuliano, Apol.,22,23; P.L., I,404 sq; etc). Es claro en todos los testimonios que ningún tipo de magia o medios supersticiosos fueran utilisado, sino que, en los primeros siglos como en los tiemps ulteriores, se usaba una simple y autoritaria orden dirigida al demonio en el nombre de Dios y más específicamente en el nombre de Cristo crucificado. Era la forma usual de exorcismo.

Algunas veces, añadiendo a las palabras, se usaba acciones simbólicas como el soplo (insufflatio), la imposición de las manos o haciendo la señal de la cruz. San. Justino dice que los demonios vuelan con el ” toque del soplo de los cristianos ” (II Apol.,6) como de una llama que los quemara, añade San Cirilo de Jerusalem (Cat.,XX, 3, P.G., XXXIII, 1080). Origen menciona la imposición de las manos, y San Ambrosio (Paulinus, Vit.Ambr.,n.28,43, P.L, XIV,36,42), San Efrén Syro (Greg. Nyss., De Vit. Ephr., P.G., XLVI,848) y otros usaban esta ceremonia en los exorcismos. La señal de la cruz, esta corta y simple forma de expresar su fe en el Crucificado, invocando su Divino poder, es alabada por muchos Padres por su eficacia contra todo tipo de molestia demoníaca (Lactantius, Inst., IV, 27, P.L., VI, 531 sq.; Atanasio, De Incarn. Verbi.,n.47, P.G., XXV,180; Basilio, In Isai., XI,249, P.G., XXX,557, Cirilo de Jerusalén, Cat.,XIII,3 col.773; Gregorio Nazianzen, Carm. Adv.iram,v,415 sq.; P.G., XXXVII, 842). Los Padres recomendaban que la orden y las oraciones que la acompañan fueran tomadas de la fuente de la Sagrada Escritura (Cirilo de Jerusalén., Procat.,n.9,Col.350; Atanasio, Ad Marcell., n.33, P.G., XXVII,45). El rito presente de exorcismo usado por la Iglesia está en perfecta concordancia con la enseñanza de los Padres y es prueba de la continuidad de la Tradición Católica en esta materia.

Exorcismo bautismal

Desde el comienzo de la Iglesia, se ha introducido la práctica de hacer un exorcismo a los catecúmenos como preparación al Sacramento de Bautismo. Esto no quería decir que eran considerados como obsesos o endemoniados, sino que sólo podían haber sido sujetos por la presencia del pecado original y de los pecados personales en los adultos a la influencia del demonio a cuyas maniobras eran invitados a renunciar y de las cuales iban a ser liberados por la gracia del bautismo. El exorcismo en este caso es una anticipación simbólica de uno de los efectos principales del sacramento de la regeneración; y además, como era usado en el caso de los niños que no tenían pecados personales, San Agustín podía apelar a él contra los Pelagianos como argumento acerca de la doctrina del pecado original (Ep.CXCIV, n.46. P.L., XXXIII,890; C. Jul.III,8; P.L., XXXIV,705, y otros lugares). San Cirilo de Jerusalén (Procat.,14, col.355) da una descripción detallada del rito de exorcismo bautismal. Aparentemente en Oriente la unción con óleo exorcizado forma parte del exorcismo a partir de esta descripción. El único testigo temprano en la Iglesia Occidental que trata el tema de la unción es le Cánon Arábico de Hipólito. La Exsufflatio, o expiración del demonio por parte del catecúmeno, que fue alguna vez parte de la ceremonia, era símbolo de la renuncia a las maniobras del demonio, mientras que la Insufflatio, o expiración del Espíritu Santo por los ministros y los asistentes sobre el candidato, simbolizaba la infusión de la gracia santificante del sacremento. La mayoría de estas antiguas ceremonias han sido guardadas por la Iglesia hasta nuestro tiempo en su rito del bautismo solemne.

Otros exorcismos

Según la creencia católica, los demonios o ángeles caídos han retenido un gran poder natural como seres inteligentes sobre el universo material, y usan objetos y dirigen fuerzas materiales para sus propósitos malignos; y sobre este poder que es en sí limitado y sujeto, por supuesto, al control de la Divina Providencia, se cree que le ha sido permitido ejercer una influencia más amplia debido a las consecuencias del pecado de la humanidad. Entonces los lugares y las cosas como las personas son naturalmente posibles víctimas de la infestación diabólica, dentro del límite permitido por Dios, y el exorcismo en este caso no es más que una oración a Dios en nombre de su Iglesia para que sea restingido este poder diabólico en forma sobrenatural, y una profesión de fe en su Voluntad de que Él lo quiere hacer a favor de sus siervos en la tierra.

Las principales cosas que son formalmente exorcizadas con una bendición es el agua, la sal, el aceite que son luego usadas en el exorcismo de personas y en bendiciones o consagración de lugares (iglesias) y objetos (altares, ajuar litúrgico, campanas) y que son en uso en la liturgia pública o la devoción privada. El agua bendita, que es el sacramental con el cual los fieles tienen más alcance es una mescla de agua y de sal; y en la oración de bendición, se le pide a Dios que colme con poder sobrenatural de protección los que usarán con fe estos objetos contra las asechanzas del demonio. Este tipo de exorcismo indirecto por medio de objetos exorcizados es una extensión de la idea original ; pero no introduce nada nuevo y ha sido usado en la Iglesia desde los tiempos los más remotos. (Ver también EXORCISTA.)

Fuente: Toner, Patrick. “Exorcism.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909.
http://www.newadvent.org/cathen/05709a.htm

Traducido por Jean Lacaille, Pbro.

Selección de imágenes y enlaces: José Gálvez Krüger

  • [1] Exorcista Fortea (I)
  • [2] Exorcista Fortea (II)
  • [3] Exorcista Fortea(III)
  • [4] Exorcista Fortea (IV)
  • [5] Exorcista Fortea (V)
  • [6] Exorcista Fortea (VI)

Fuente: Enciclopedia Católica