Biblia

EXPERIENCIA DE DIOS

EXPERIENCIA DE DIOS

¿Experiencia de Dios trascendente?

Dentro de las corrientes ideológicas y prácticas de la actualidad se acentúa el valor de la experiencia se quiere medir, pesar, constatar, «experimentar». En el campo religioso estas corrientes adquieren matices especiales puesto que se trata de la experiencia de Dios y de lo trascendente. En este campo se encuadra la evangelización ¿es posible esta experiencia y, en caso afirmativo, cómo presentar hoy no sólo la idea de Dios, sino también la experiencia de Dios?

Propiamente hoy la pregunta se va concretando ¿qué experiencia de Dios se puede tener cuando parece que calla y está ausente? La pregunta sobre Dios se la hace el hombre o a partir de la creación contingente (dimensión cosmológica-ontológica) o a partir de su inquietud interior (dimensión antropológica-histórica). El hombre está en relación consigo, con los demás, con la naturaleza. Es un ser profundamente relacionado. Ninguna respuesta le satisface, si no es «Alguien» trascendente. Por esto, al experimentar su contingencia, presiente que sólo trascendiéndose puede encontrar sentido a su vida. «Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta encontrarte a ti» (Confesiones, 1,1,8).

Esta experiencia podrá ser de tipo personal o comunitario y podrá aplicarse también al campo intelectual, imaginativo, afectivo, práctico, etc. Habrá que tener en cuenta que los dones de la gracia y, por tanto, de la fe, son trascendentes, más allá de toda experiencia, mientras, al mismo tiempo, se expresan de algún modo por manifestaciones de nuestra naturaleza testimonio, autenticidad, entrega, serenidad, paz, convicción sobre el sentido de la existencia cristiana, etc.

En la actualidad, el encuentro entre religiones (que incluye también al cristianismo) se realiza especialmente en este terreno de la experiencia de Dios, quien, se algún modo, se manifiesta y comunica por la creación, la historia y, especialmente, por la revelación. Todas las religiones o culturas religiosas han emprendido un «camino» («método», rito, yoga, zen…) hacia el único y mismo Dios, se encuentran con el misterio del Absoluto, que parece escapar a toda experiencia y consideración humana. De ahí­ que pregunten al cristianismo, si existe «otra» experiencia peculiar de Dios.

También la sociedad actual postmoderna se pregunta sobre el «silencio» y la «ausencia» de Dios «Paradójicamente, el mundo, que, a pesar de los innumerables signos de rechazo de Dios, lo busca sin embargo por caminos insospechados y siente dolorosamente su necesidad, el mundo exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente, como si estuvieran viendo al Invisible» (EN 76).

El desafí­o de la evangelización hoy

Este tema es uno de los grandes desafí­os de la evangelización actual. La encí­clica «Redemptoris Missio» presenta este problema como una «nuevo areópago» «Nuestro tiempo es dramático y, al mismo tiempo, fascinador. Mientras por un lado los hombres dan la impresión de ir detrás de la prosperidad material y de sumergirse cada vez más en el materialismo consumí­stico, por otro, manifiestan la angustiosa búsqueda de sentido, la necesidad de interioridad, el deseo de aprender nuevas formas y modos de concentración y de oración… se busca la dimensión espiritual de la vida como antí­doto a la deshumanización. Este fenómeno así­ llamado del «retorno religioso» no carece de ambigüedad, pero también encierra una invitación. La Iglesia tiene un inmenso patrimonio espiritual para ofrecer a la humanidad en Cristo, que se proclama «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6). Es la ví­a cristiana para el encuentro con Dios para la oración, la ascesis, el descubriendo del sentido de la vida. También es un areópago que hay que evangelizar» (RMi 38).

Probablemente este éste es el mayor desafí­o que ha tenido la Iglesia misionera en dos milenios. La respuesta sólo cabe desde dentro del cristianismo, es decir, desde el encuentro personal e insustituible con Cristo resucitado y con Dios Amor. La experiencia de este encuentro se expresa en una actitud de caridad según el sermón de la montaña y el mandato del amor «El mundo exige y espera de nosotros sencillez de vida, espí­ritu de oración, caridad para con todos, especialmente para los pequeños y los pobres, obediencia y humildad, desapego de sí­ mismo y renuncia. Sin esta marca de santidad, nuestra palabra difí­cilmente abrirá brecha en el corazón de los hombres de este tiempo. Corre el riesgo de hacerse vana e infecunda» (EN 76).

El aprecio por el cristianismo, de parte de las culturas y religiones, se va centrando cada vez más en un aspecto concreto la irrupción insospechada de Dios Amor, que sale al encuentro del hombre, sin mérito ni preparación por parte de éste. Es el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, hecho hombre, camino, consorte (esposo) en el caminar humano de búsqueda de Dios. «El Verbo Encarnado es, pues, el cumplimiento del anhelo presente en todas las religiones de la humanidad este cumplimiento es obra de Dios y va más allá de toda expectativa humana. Es misterio de gracia… Cristo es su única y definitiva culminación» (TMA 6).

La «experiencia» de Dios es algo vital, que abarca todos los campos de la vida, que tiende a la relación í­ntima con Dios, el Absoluto. Es siempre experiencia salví­fica, que libera de la contingencia y de las limitaciones temporales, como un don de Dios, siempre inefable. La experiencia religiosa deja la necesidad y urgencia de comunicarla a otros. Pero es siempre experiencia muy limitada, porque siempre se vislumbra que Dios es más allá de toda experiencia. A Dios se le encuentra más cercano cuando parece más trascendente. Pero «a Dios nadie le ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado» (Jn 1,18).

La experiencia cristiana de Dios

La experiencia cristiana de Dios es peculiar, en cuanto que supone una «irrupción» de Dios en la historia de la humanidad y de cada uno, a modo de llamada inesperada e insospechada por medio de Cristo revelación, encarnación, redención. El hombre, en su búsqueda de Dios, se siente llamado y amado «más allá» de sus esperanzas y búsquedas «El nos ha amado primero» (1Jn 4,19). «No es sólo el hombre que busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí­ a los hombres y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo» (TMA 6).

La experiencia peculiar del cristiano consiste en haber encontrado (como respuesta a la gracia y al don de Dios) que donde parece que hay «silencio de Dios», allí­ está el Verbo encarnado; y que donde parece haber «ausencia de Dios», allí­ está el «Emmanuel», Dios con nosotros, Cristo resucitado presente. De esta fe vivencial, alimentada en el diálogo frecuente con Cristo (en su palabra y en su eucaristí­a), nacen los gestos evangélicos del sermón de la montaña y del mandato del amor.

El cristianismo no puede presentar una metodologí­a peculiar para alcanzar la experiencia de Dios, ni tampoco unos elementos culturales religiosos con la pretensión de ser mejores. Lo peculiar de la experiencia cristiana arranca de la inserción del mismo Dios en la propia realidad y limitación humana. Esa inserción divina es original, porque ya no es sólo su presencia y su mensaje, sino que el mismo Dios, en la persona de su Hijo, ha tomado la naturaleza humana. La experiencia peculiar cristiana no puede ser otra que el encuentro real y vivencial con Jesucristo. Por él y con la gracia del Espí­ritu Santo, ya podemos decir «Padre» a Dios, como «hijos en el Hijo» (GS 22; cfr. Ef 2,5). «Cristo, en la misma revelación del Padre y de su amor, manifiesta el hombre al propio hombre» (GS 22).

La diversidad de experiencias religiosas tiene un denominador común Dios cercano y lejano, el mismo que se deja entrever de muchas y diferentes maneras en todas las culturas religiosas. La experiencia cristiana de Dios Amor no es una conquista, sino un don recibido con libertad y generosidad para comunicarlo a todos. La experiencia peculiar cristiana tiene su punto de partida en el encuentro con Cristo, el Hijo de Dios enviado por amor. Llegar a esta experiencia no será nunca fruto de un proselitismo mal entendido o de una presión psicológica, sino de un don de Dios, quien, a su vez, quiere el testimonio y el anuncio de los que ya lo han recibido.

Referencias Búsqueda de Dios, contemplación, Encarnación, oración, Palabra de Dios, vida contemplativa.

Lectura de documentos EN 76; RMi 24, 38, 57, 88, 91.

Bibliografí­a A. CASTIí‘EIRA, La experiencia de Dios en la postmodernidad (Madrid, PPC, 1992); J. ESQUERDA BIFET, Valor evangelizador y desafí­os actuales de la «experiencia» religiosa Euntes Docete 43 (1990) 37-56; Idem, Experiencias de Dios (Barcelona, Balmes, 1976); L. GARDET, Experiencias mí­sticas en tierras no cristianas (Madrid, Studium, 1970); V. HERNANDEZ CATALA, La expresión de lo divino en las religiones no cristianas ( BAC, Madrid, 1972); W. JOHNSTON, El ojo interior del amor, Misticismo y religión (Madrid, Paulinas, 1987); J. MOUROUX, L’expérience chrétienne. Introduction í  une théologie (Paris, Aubier-Montagne, 1952); Y.M. RAGUIN, La profondeur de Dieu (Paris, Desclée, 1973); H. SMITH, La experiencia de Dios (Santander, Sal Terrae, 1975).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización