Biblia

FIDELIDAD AL ESPIRITU SANTO

FIDELIDAD AL ESPIRITU SANTO

Siguiendo el ejemplo de Cristo

La presencia, la luz y la acción santificadora y evangelizadora del Espí­ritu Santo reclaman una actitud de apertura y sintoní­a generosa. Siguiendo el ejemplo de Cristo (cfr. Lc 4,1.14.18), el cristiano aprende a descubrir y a vivir la propia fidelidad a la vocación y a los carismas o gracias recibidas. La fuerza y misión del Espí­ritu, que actuó en Jesús, es ahora la fuerza y misión de la Iglesia. Cada apóstol, como Pablo, se siente «impulsado» por el Espí­ritu (Rom 15,18; Hech 20,22).

La vida de todo creyente y, de modo especial, la vida del apóstol, se puede resumir en una «plena docilidad al Espí­ritu», que se transforme en compromiso de «dejarse plasmar interiormente por él, para hacerse cada vez más semejantes a Cristo» (RMi 87). Por esta fidelidad, el apóstol se hace auténtico evangelizador. «Los Apóstoles, con la venida del Espí­ritu Santo, se sintieron idóneos para realizar la misión que se les habí­a confiado» (DEV 25). La «audacia» de evangelizar (Hech 4,31) procede de una acción del Espí­ritu recibida con plena docilidad. «El Espí­ritu comunica la capacidad de testimoniar a Jesús con toda libertad» (RMi 24).

La dinámica de la fidelidad

Esta fidelidad se concreta en actitud de relación respecto a la presencia o inhabitación de Dios Amor en nosotros (cfr. Jn 1416-17.23); apertura a las luces o inspiraciones para llegar a «la verdad completa» en Cristo (Jn 14,26; 16,13); sintoní­a generosa a su acción santificadora y evangelizadora que transforma al creyente en santo y testigo (Jn 15,27; Hech 1,5-8).

El proceso de fidelidad al Espí­ritu, equivale a adentrarse en la vida trinitaria «En el Espí­ritu, por Cristo, al Padre» (Ef 2,18). Es proceso relacional y dialogal (respecto a la presencia), teologal (de perfección en la fe, esperanza y caridad), misionero (de compromiso evangelizador).

La acción santificadora del Espí­ritu se puede concretar en el camino de las virtudes (teologales y morales) como camino de configuración con el modo de pensar, valorar, amar y obrar de Cristo; camino de dones como gracias especiales y permanentes del Espí­ritu para reforzar las virtudes; camino de frutos como expresiones de sintoní­a con la voluntad salví­fica de Dios; camino de las bienaventuranza como actitud permanente de perfección y de reaccionar en el amor.

La fidelidad al Espí­ritu se traduce en serenidad ante las dificultades, convirtiéndolas en nuevas posibilidades de amar y de evangelizar. Los temores o desánimos y la agresividad ante las dificultades, indican una ausencia de sintoní­a con la acción del Espí­ritu. «Nosotros los cristianos estamos llamados a la valentí­a apostólica, basada en la confianza en el Espí­ritu» (RMi 30).

La fidelidad es una dinámica espiritual que compromete toda la existencia del apóstol para colaborar fielmente con los planes salví­ficos de Dios en Cristo su Hijo (Ef 1,3-14). El tiempo se distribuye según la escala de valores o prioridades del evangelio; los criterios se ajustan a la lí­nea de las bienaventuranzas, para pensar como Cristo; las decisiones y compromisos se toman de acuerdo al mandato del amor.

La fidelidad evangélica al Espí­ritu se convierte en la verdad de la donación, es decir, en «libertad» (Rom 8,2; Gal 5,1ss) y «plenitud» de vida (Hech 4,2), que confiere un «impulso» decisivo al apóstol (Hech 20,22), para «recordar» el mensaje de Cristo (Jn 14,26), dejarse «guiar» y transformar por él en «testigo» creí­ble (Jn 15,26-27; Jn 16,3).

Fidelidad a la misión del Espí­ritu

La fidelidad al mensaje de Cristo, contenido en la Escritura y en la Tradición eclesial, abre nuevos horizontes, tanto para profundizar el mensaje evangélico, como para encontrar nuevas luces que respondan a situaciones nuevas. Esta fidelidad comunica la fuerza irresistible de la libertad ante los poderes ideológicos del «mundo». Sólo la fidelidad al Espí­ritu es garantí­a de una evolución armónica y homogénea, para encontrar nuevos métodos misioneros, nuevas expresiones de la doctrina evangélica, de suerte que quede fortalecido y asegurado el nuevo fervor del apóstol.

La «espiritualidad» del apóstol se puede resumir en esa fidelidad generosa al Espí­ritu Santo, que le lleva al desierto de la oración y sacrificio (Lc 4,1), a la caridad en evangelización de los pobres (Lc 4,18), al gozo de participar en el misterio pascual de Cristo (Lc 10,21).

Referencias Carismas, discernimiento, Espí­ritu Santo, vocación.

Lectura de documentos EN 75; RMi 87.

Bibliografí­a J. CASTELLANO, La missione nel dinamismo dello Spirito Santo, en Spiritualití  della missione (Roma, Teresianum, 1986) 79-100; Y. CONGAR, El Espí­ritu Santo (Barcelona, Herder, 1983); J. ESQUERDA BIFET, Agua viva, Discernimiento y fidelidad al Espí­ritu Santo (Barcelona, Balmes, 1985); J. GOITIA, Bajo la fuerza del Espí­ritu (Bilbao, Mensajero, 1974); J. LOPEZ GAY, El Espí­ritu Santo protagonista de la misión, en Haced discí­pulos a todas las gentes (Valencia, EDICEP 1991, 163-181; D. MUí‘OZ LEON, Cristo, ungido por el Espí­ritu, Misionero del Padre, en El Espí­ritu, luz y fuerza en la misión de la Iglesia (Burgos 1980) 65-80; Y. RAGUIN, Espí­ritu, hombre, mundo (Madrid, Narcea, 1976); E. SCHWEIZER, El Espí­ritu Santo (Salamanca, Sí­gueme, 1984).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización