FIDELIDAD

v. Fe, Verdad
2Ch 34:12 hombres procedían con f en la obra
Psa 33:4 recta .. y toda su obra es hecha con f
Psa 36:5 Jehová .. tu f alcanza hasta las nubes
Psa 40:10 he publicado tu f y tu salvación; no
Psa 89:1 de .. en .. haré notoria tu f con mi boca
Psa 89:8 poderoso eres, Jehová, y tu f te rodea
Psa 92:2 por la mañana tu misericordia, y tu f
Psa 117:2 y la f de Jehová es para siempre
Psa 119:75 y que conforme a tu f me afligiste
Psa 119:90 de generación en generación es tu f
Isa 11:5 de sus lomos, la f ceñidor de su cintura
Jer 2:2 me he acordado de .. la f de tu juventud
Lam 3:23 nuevas son cada mañana; grande es tu f
Hos 2:20 y te desposaré conmigo en f, y conocerás
Rom 3:3 su .. habrá hecho nula la f de Dios?
2Co 11:3 extraviados de la sincera f a Cristo


Un atributo o una calidad aplicada en la Biblia tanto a Dios como a los seres humanos. Dios es constante y leal, fiel en guardar sus promesas e inmutable en su naturaleza ética. Generalmente se asocia la fidelidad de Dios con sus promesas misericordiosas de salvación. Los hombres fieles son aquellos de los cuales se puede depender para cumplir con sus responsabilidades y con su palabra. El NT tiene llamados frecuentes a la fidelidad. Es uno de los frutos del Espí­ritu (Gal 5:22).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(lealtad, fiel constante).

– De Cristo, ¡hasta la muerte, y muerte de cruz!, Mat 27:50, Fi12Cr 2:8-11.

– De los Apóstoles, Luc 6:14-16.

– De la Virgen Marí­a y San José: Mat 1:20, Mat 1:34, Mat 2:14.

– Su importancia: Mat 5:10, Mat 21:23, Mat 21:3346, Luc 9:52-57-62,: – En las cosas pequenas: Mat 25:21-23, Luc 16:9-12, Luc 19:17.

– Recompensa: Luc 12:42, Luc 16:12, Luc 22:24-30.

– Pecado y castigo: Jua 6:67-71, Jua 13:18, Luc 12:46, Mat 25:24-30.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

vet, Es uno de los atributos de Dios que más frecuentemente se destaca en las Escrituras (Dt. 7:9; 32:4; Neh. 9:33; Sal. 25:10; 36:5; 89:2-3; Is. 11:5, etc.). El fiel Dios es digno de nuestra fe y confianza, guarda las promesas y el pacto, cumpliendo su palabra, pero también sus amenazas. Es inmutable (Sal. 90:1-2; 102:26-28). Es fiel y justo para perdonarnos en nombre de Cristo, por su obra cumplida (1 Jn. 1:9). La fidelidad deberí­a ser también la caracterí­stica del creyente. Es un aspecto del fruto del Espí­ritu (Gá. 5:22-23). Es por excelencia la cualidad que Dios demanda de nosotros, los dispensadores de sus misterios (1 Co. 4:1-2). Si Somos fieles en lo pequeño, se nos confiará lo grande (Lc. 16:10-12). Es con la ayuda de Dios que el creyente podrá ser fiel hasta la muerte (Ap. 2:10) y por ella hay promesa de un rico galardón (Mt. 24:45-46).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Virtud admirable que en general significa cumplimiento de las promesas y de los deberes y en particular alude al cumplimiento de las palabras dadas a los amigos, en el matrimonio, en los compromisos contraí­dos con los hombres y, sobre todo, a las promesas y votos hechos a Dios.

(Ver Matrimonio 5.3)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

La fidelidad —que es coherencia con uno mismo, con sus propias promesas, y fidelidad al otro, sea éste un ser humano o sea el Señor Jesucristo— es tan importante que no hay que temer algún que otro automatismo. Conservar la fidelidad durante toda la vida bien vale el riesgo de la rutina, Además, hay automatismos y automatismos. Está el automatismo razonable y el irracional. El razonable es bueno, porque nos lleva a realizar unos gestos con espontaneidad, con inmediatez, casi de forma instintiva, porque son gestos derivados de opciones racionales y auténticas. En cambio, el automatismo irracional no lo es tanto, ya que persevera gracias a unos condicionantes meramente (externos y simula una realidad que no existe; se hacen unos gestos (como, por ejemplo, un detalle para un cumpleaños) porque la situación lo exige y no por amor ni por cariño. Por tanto, el automatismo en sí­ no es ni bueno ni malo. La fidelidad es la virtud que genera automatismos buenos. No debemos tener miedo de ahondar las raí­ces de nuestra fidelidad, incluso en los gestos instintivos o repetitivos, porque así­ éstos serán siempre verdaderos. Por ejemplo, siempre podremos y deberemos reforzar la raí­z mediante la oración, la gracia, el recurso a la misericordia de Dios, la meditación, pero no nos asustemos si algunos gestos los realizamos a lo mejor sin sentir nada en ese momento, porque el sentimiento está ya en la raí­z, en lo hondo.

Carlo Marí­a Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997

Fuente: Diccionario Espiritual

La fidelidad es una propiedad esencial del amor. Por su misma esencia el amor tiende a crear una comunidad entre personas, que sólo puede conservarse con la voluntad de ser fieles con la convicción de la fidelidad del amor recí­proco. Lo que caracteriza a la fidelidad es el elemento de la perseverancia, de la duración en el tiempo.

La fidelidad se refiere siempre a otra persona. Incluso cuando hablamos de “fidelidad a nosotros mismos”, a nuestra palabra, a nuestros deberes, etc., entendemos la fidelidad a la persona a la que hemos dado nuestra palabra y con la que tenemos ciertos deberes: Dios, el esposo, un amigo, etc.

La fidelidad en sentido pleno afirma siempre una relación personal con un tú. Por eso la fidelidad es una propiedad indisoluble del amor y una expresión de la veracidad y . de la constancia.

Cuanto más í­ntima es una relación personal, tanto más tiene que estar marcada por la fidelidad.

En un sentido más especial la fidelidad se define comúnmente por los moralistas como la virtud que hace al hombre dispuesto a dar a los demás lo que se les debe en virtud de una promesa, que puede incluir una obligación de justicia, como ocurre en un contrato de cualquier naturaleza, o bien ser una promesa gratuita o una simple palabra dada.

Se exige y se acepta en cierto modo la obligación de la fidelidad no sólo en virtud de nuestras promesas; sino también y sobre todo en virtud del amor indefectible de Dios que se nos ha dado.

La conducta amorosa y 6el de Dios para con nosotros nos invita poderosamente a la fidelidad. En efecto, el prototipo y el primer fundamento de toda fidelidad humana es la fidelidad de Dios.

Los salmos no se cansan nunca de alabar la fidelidad de Dios, fundamento de nuestra esperanza. “Señor, tu amor llega hasta el cielo, hasta las nubes tu fidelidad” (Sal 35,6; cf. 56,11; 33,4). La fidelidad de Dios se muestra especialmente en el hecho de que siempre acoge de nuevo al pueblo infiel (Os 3,2). Dios es fiel a sus promesas y a sus amenazas: “De mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable” (1s 45,23). El nombre glorioso de batalla de Cristo en el Apocalipsis es el “Fiel” y el “Veraz” (Ap 19,11). En la misteriosa fidelidad de Dios nos viene la esperanza de nuestra perseverancia final, nuestra fidelidad hasta la muerte (cf. 1 Cor 10,13. 1 Tes 5,24; 2 Tes 3,3).

La fidelidad’ como valor auténtica mente humano y al mismo tiempo profundamente religioso es una propiedad esencial del matrimonio cristiano. En el plano antropológico la fidelidad se presenta como el signo de la capacidad del amor humano de pasar a ser, de una realidad transitoria (como es, al menos inicialmente), una decisión definitiva e irrevocable, capaz de comprometer a la persona para toda la vida. La fidelidad, en esta perspectiva, tiene que verse no sólo de forma negativa, como rechazo del adulterio y de toda forma de evasión espiritual, afectiva y sexual, sino más bien de forma positiva, como capacidad de compartir un proyecto común de vida.

La fidelidad conyugal, percibida ya en el plano humano como un valor, difí­cilmente puede practicarse y vivirse fuera de un contexto auténticamente religioso (bien sea de fe explí­cita o de fe solamente implí­cita). La infidelidad estructural del hombre no quede ser superada ni sanada más que con la ayuda que le viene de la suprema fidelidad de Dios. El pacto de amor conyugal, se basa en el amor eternamente fiel de Dios. “En virtud del pacto de amo7conyugal, el hombre y la mujer no son ya dos, sino una sola carne, y están llamados a crecer continuamente en su comunión, a través de su fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial del don recí­proco total” (Familiaris consortio 19). Un amor de este género sólo se puede comprender plenamente a la luz de la cruz, es decir, del Cristo esposo que “amó a la Iglesia y se entregó a sí­ mismo por ella” (Ef 5,25).

La misma indisolubilidad jurí­dico canónica no hace más que trasladar al plano de la ley la exigencia profunda de la fidelidad inherente al amor conyugal.
G. Cappelli

Bibl.: Sobre la fidelidad en el matrimonio M. Vidal, Crisis de la institución matrimonial, PS, Madrid 1987. G. Campanini, Fidelidad e indisolubilidad’ en NDTM, 769-778: A. Mací­as, Matrimonio cristiano en un mundo en cambio, Centro Teológico, Las Palmas 1980; K, Wojtyla, Amor y responsabilidad Razón y Fe, Madrid 1978.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

A. Nombre emet (“verdadero” 127 veces; p. ej. Isa 38:18) y Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

La fidelidad (hebr. emet), atributo mayor de Dios (Ex 34,6), se asocia con frecuencia a su bondad paternal (hebr. hesed) para con el pueblo de la alianza. Estos dos atributos complementarios indican que la *alianza es a la vez un don gratuito y un ví­nculo cuya solidez resiste la prueba de los siglos (Sal 119,90). A estas dos actitudes, en las que se resumen los caminos de Dios (Sal 25,10), debe el hombre responder conformándose a ellas; la *piedad filial que debe a Dios tendrá como prueba de su *ver-dad la fidelidad en observar los preceptos de la alianza.

A lo largo de la historia de la salvación la fidelidad divina se revela inmutable, frente a la constante in-fidelidad del hombre, hasta que Cristo, *testigo fiel de la verdad (Jn 18, 37; Ap 3,14), comunica a los hombres la gracia de que está lleno (Jn 1,14.16) y los hace capaces de merecer la corona de la vida imitando su fidelidad hasta la muerte (Ap 2,10).

AT. 1. Fidelidad de Dios. Dios es la “roca” de Israel (Dt 32,4) ; este nombre simboliza su inmutable fidelidad, la verdad de sus *palabras, la solidez de sus *promesas. Sus palabras no pasan (Is 40,8), sus promesas son mantenidas (Tob 14,4); Dios no miente ni se retracta (Núm 23,19); su designio se ejecuta (Is 25,1) por el poder de su palabra que, salida de su boca, no vuelve sino después de haber cumplido su misión (Is 55,11); Dios no varí­a (Mal 3,6). Así­ la esposa que se ha escogido, quiere uní­rsela con el lazo de una fidelidad perfecta (Os 2.22), sin la cual no se puede conocer a Dios (4,2).

No basta, pues, con alabar la fidelidad divina que rebasa los cielos (Sal 36,61, ni con proclamarla para invocarla (Sal 143,1) o para recordar a Dios sus promesas (Sal 89,1-9.25-40). Hay que orar al Dios fiel para obtener de él la fidelidad (l Re 8, 56ss), y cesar de responder a su fidelidad con la impiedad (Neh 9,33). En efecto, sólo Dios puede *convertir a su pueblo infiel y darle la felicidad haciendo germinar de la tierra la felicidad que debe ser su fruto (Sal 85,5.11 ss).

2. Fidelidad del hombre. Dios exige a su pueblo la fidelidad a la alianza que él renueva libremente (Jos 24, 14); los sacerdotes deben ser especialmente fieles (lSa 2,35). Si Abraham y Moisés (Neh 9,8; Eclo 45,4) son modelos de fidelidad, Israel en su conjunto imita la infidelidad de la generación del desierto (Sal78,8ss. 36s; 106,6). Y donde no se es fiel a Dios, desaparece la fidelidad para con los hombres ; entonces no se puede contar con nadie (Jer 9,2-8). Esta corrupción no es propia de Israel, pues en todas partes vale este proverbio: “¿Quién hallará un hombre de fiar?” (Prov 20,6).

Israel, escogido por Dios para ser su testigo, no fue, pues, un servidor fiel; permaneció ciego y sordo (Is 42, 18ss). Pero Dios eligió a otro siervo, en quien depositó su espí­ritu (Is 42, 1 ss). al que hizo e! don de oir y de hablar; este elegido proclama fielmente la *justicia, sin que las *pruebas puedan hacerlo infiel a su *misión (Is 50,4-7), pues su Dios es su fuerza (Is 49,5).

NT. 1. Fidelidad de Jesús. El siervo fiel así­ anunciado es Cristo Jesús, Hijo y Verbo de Dios, el verdadero y el fiel, que quiere cumplir la Escritura y la obra de su Padre (Mc 10,45; Lc 24,44; Jn 19,28.30; Ap 19,11ss). Por él son mantenidas todas las promesas de Dios (2Cor 1,20); en él están la salvación y la gloria de los elegidos (2Tim 2,10); con él son llamados los hombres por el Padre a entrar en *comunión; y por él serán los creyentes fortalecidos y hechos fieles a su *vocación hasta el fin (ICor 1,8s). La fidelidad de Dios (lTes 5,23s), cuyos *dones son irrevocables (Rom 11,29), se manifiesta, pues, en él con *plenitud, y para confirmar en la fidelidad invita a *seguir la constancia de Cristo (2Tes 3,3ss).

Debemos imitar la fidelidad de Cristo manteniéndonos firmes hasta la muerte, y contar con su fidelidad para vivir y reinar con él (2Tim 2, lls). Más aún: aun siendo nosotros infieles, él permanece fiel, pues aun-que pueda renegarnos, no puede re-negarse a sí­ mismo (2Tim 2,13); hoy, como ayer y para siempre, no deja de ser lo que es (Heb 13,8), el pontí­fice misericordioso y fiel (Heb2,17) que otorga poder acercarse con seguridad al trono de la gracia (Heb 4,14ss) a los que, apoyados en la fidelidad de la promesa divina, conservan una *fe y una *esperanza indefectibles (Heb 10,23).

2. Los fieles de Cristo. El tí­tulo de “fieles” hasta para designar a los *discí­pulos de Cristo, a los que tienen *fe en él (Act 10,45; 2Cor 6, 15; Ef 1,1). Este tí­tulo incluye seguramente las virtudes naturales de lealtad y de buena fe que los cristianos deben poner empeño en practicar (Flp 4,8); pero designa además la fidelidad religiosa, que es una de las prescripciones mayores cuya observancia exige Cristo (Mt 23,23) y que caracteriza a los que son movidos por el Espí­ritu Santo (Gál 5,22); aparece en el detalle de la existencia (Lc 16,10ss) y domina así­ toda la vida social.

En la nueva alianza esta fidelidad tiene un alma, que es el *amor; y viceversa, la fidelidad es la prueba del amor auténtico. Jesús insiste en este punto : “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi padre y permanezco en su amor” (Jn 15,9s; cf. 14,15.21.23s). Juan, fiel a la lección de Cristo. la inculca a sus “hijos” invitándolos a “caminar en la *verdad”, es decir, en la fidelidad al mandamiento del amor mutuo (2Jn 4s); pero añade en seguida: “Ahora bien, el amor consiste en vivir según los mandamientos de Dios” (2Jn 6).

A esta fidelidad es a la que está reservada la recompensa de tener parte en el gozo del Señor (Mt 25, 21.23; Jn 15,11). Pero esta fidelidad exige una lucha contra el tentador, el maligno, que requiere vigilancia y oración (Mt 6,13; 26,41; lPe 5, 8s). En los últimos tiempos será tremenda la prueba de esta fidelidad: los santos tendrán que ejercer en ella una constancia (Ap 13,10; 14,12), cuya gracia les viene de la *sangre del cordero (Ap 7,14; 12,11).

-> Alianza – Amor – Fe – Paciencia – Piedad – Verdad.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas