FORMACION MISIONERA
Significado e importancia
Todos los miembros del Pueblo de Dios y cada vocación en particular necesitan una formación misionera específica que les capacite para concientizarse de su propia responsabilidad apostólica y para capacitarse para llevarla a término. De modo especial, esta formación misionera deberá impartirse a los responsables y animadores de la comunidad. «A esta formación están llamados los sacerdotes y sus colaboradores, los educadores y profesores, los teólogos, particularmente los que enseñan en los Seminarios y en los centros para laicos» (RMi 83).
Una falta de formación misionera llevará a la «debilitación del impulso misionero de la Iglesia» y suscitaría «dudas y ambigüedades sobre la misión ad gentes» (RMi 2). Todo creyente necesita una formación adecuada sobre su vocación apostólica y sobre la misión que tiene que realizar. Actualmente esta formación necesita profundizarse por los nuevos problemas teológicos y pastorales que se han suscitado concepto de salvación en Cristo, el Reino, las «semillas del Verbo» y la acción del Espíritu Santo en las culturas y religiones no cristianas, nuevos ámbitos de la misión, responsabilidad misionera de cada vocación y estamento eclesial, la Iglesia local, el anuncio y el diálogo, el testimonio, la experiencia contemplativa específica del cristianismo, el ecumenismo, la inculturación, etc. Son los contenidos de los documentos misioneros principales «Ad Gentes», «Evangelii Nuntiandi», «Redemptoris Missio».
Las reflexiones doctrinales y las experiencias pastorales de acción apostólica son necesarias para atinar en la naturaleza y en la metodología de la misión. Pero la misión, en sí misma, tiene su punto de partida en Dios Amor, que ha enviado a su Hijo hecho hombre por obra el Espíritu Santo. La formación misionera debe ser, pues, eminentemente relacional. El apóstol ha sido llamado para un encuentro personal con Cristo (Mc 3,13-14; Jn 1,39), que se convierte en seguimiento evangélico (Mt 4,19-22; Mc 10,21-31), para compartir su misma vida (Mc 10,38) y continuar su misma misión (Jn 20,21).
Nivel doctrinal, pastoral, espiritual
La formación misionera puede distribuirse principalmente a partir de tres niveles doctrinal, pastoral o metodológico, espiritual. En el nivel doctrinal hay que destacar la naturaleza de la misión a partir de la dimensión cristológica (prolongación de la misma misión de Cristo), para descubrir la dimensión trinitaria, pneumatológica, eclesiológica y antropológica. En el nivel pastoral se analiza la acción misionera en todas sus dimensiones ministeriales (profética, litúrgica y de animación) y en todos sus caminos concretos, situaciones misioneras y estadísticas. En el nivel espiritual se estudia la disponibilidad misionera y el estilo misionero que deriva de cada vocación, como fidelidad a la misión del Espíritu Santo.
Además del tema específico de la misionología, es necesario presentar todos los temas teológicos y pastorales con esta dinámica misionera. Todos los tratados de teología tienden a la profundización científica, mientras, al mismo tiempo, invitan a la contemplación, perfección y misión. Entonces la misión se capta como respuesta «integral», vivencial y comprometida a los designios salvíficos y universales de Dios (dimensión salvífica y trinitaria). La puesta en práctica del mandato misionero de Cristo (dimensión cristológica) se traduce en fidelidad incondicional a la misión y acción del Espíritu Santo (dimensión pneumatológica), que se realiza en la vivencia de la comunión y misión de la Iglesia (dimensión eclesial), equilibrando la tensión entre inmanencia (inserción) y trascendencia (dimensión histórica y escatológica del Reino).
Dimensión universalista de la formación misionera
Toda la comunidad eclesial necesita esta formación misionera, pero, de modo especial, se ha de impartir a quienes se dedican más directamente a la evangelización. Esta formación tendrá lugar especialmente en los Seminarios, Noviciados, grupos o movimientos apostólicos y en los Institutos Misioneros (AG 27), a fin de asegurar no solamente la perseverancia en la vida espiritual, sino también una acción apostólica permanente y eficaz. «La enseñanza teológica no puede ni debe prescindir de la misión universal de la Iglesia, del ecumenismo, del estudio de las grandes religiones y de la misionología. Recomiendo que sobre todo en los Seminarios y en las Casas de formación para religiosos y religiosas se lleven a cabo tales estudios, procurando que algunos sacerdotes, o alumnos y alumnas, se especialicen en los diversos campos de las ciencias misionológicas» (RMi 83).
Cuando se trata de la misión «ad gentes» (universalista y de primera evangelización), la formación misionera es más urgente y necesaria. Se trata de una formación profunda y práctica, que se traduzca en «capacidad de iniciativas, constancia para continuar lo comenzado hasta el fin, perseverancia en las dificultades, paciencia y fortaleza para soportar la soledad, el cansancio y el trabajo infructuoso» (AG 25). Esta formación ayudará a adoptar una actitud de apertura, disponibilidad en los cargos, adaptación a las situaciones y culturas diferentes, vida fraterna, etc. (cfr. AG 23-25; EN 74-80).
Formación apostólica integral y actualizada
La formación apostólica integral tiende a enfocar todos los datos recibidos hacia el anuncio, la celebración y la comunicación del misterio pascual de Cristo. Es una formación que apunta a anunciar el evangelio a todos los pueblos y a acompañar a la comunidad ya cristiana en su camino de configuración con Cristo.
Una recta formación apostólica tiene la característica de ser integral, puesto que se trata de armonizar o equilibrar los servicios o ministerios (proféticos, litúrgicos, diaconales), enfocando cada uno de ellos hacia el misterio pascual de Cristo (anunciado, presencializado, comunicado). Por este equilibrio, podrá llegarse más eficazmente a todos los sectores y situaciones familia, pobres, justicia y paz, juventud, cultura, sociedad…
Urge una formación actualizada sobre algunos temas concretos, como son las religiones, el diálogo interreligioso, la inserción del evangelio en las culturas (inculturación), la religiosidad popular, los nuevos movimientos religiosos… Cada uno de estos campos necesita una metodología y unos medios adecuados, no solamente teóricos, sino de modo especial a partir de la experiencia comprobada.
En el campo de la animación misionera, los promotores («animadores») necesitarán profundizar en el significado de la cooperación misionera, armonizando cada uno de sus puntos concretos oración, sacrificio, limosnas, vocaciones, formación e información, coordinación, servicios (cfr. RMi 77-86).
Referencias Animación misionera, cooperación misionera, formación permanente, formación vocacional, misionología, vocación.
Lectura de documentos AG 24-25; OT 4, 19-21; RMi 83.
Bibliografía AA.VV., La formazione missionaria oggi (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1976); P. BRAIDO, Aspetti pedagogici della missione, en La missione del Redentore (Torino-Leumann, LDC, 1992) 287-298; P. CHIOCCHETTA, La formazione allo spirito missionario Seminarium (1979) 573-595; R. DEVILLE, La formation des seminaristes í l’esprit missionnaire Seminarium (1990) 177-187; J. ESQUERDA BIFET, Spiritualití , vocazione e formazione missionaria, en Chiesa e missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1990) 199-225; Idem, Teología de la evangelización ( BAC, Madrid, 1995) cap. XI (vocación y formación misionera); K. MÜLLER, Les missionnaires, III-IV Formation, en Vatican II, L’activité missionnaire de l’Eglise (Paris, Desclée, 1967), 347-357; F. PAVESE, Cooperazione, animazione e formazione missionaria, en Cristo, Chiesa, Missione (Roma, Pont. Urbaniana Univ. Press, 1992) 365-380. Ver manuales de pastoral y misionología
(v. pastoral, misionología).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización