Biblia

FORMACION VOCACIONAL

FORMACION VOCACIONAL

Cooperación al don de Dios, discernimiento, fidelidad

La llamada de Dios es un don e iniciativa suya y reclama cooperación personal y comunitaria. Esta cooperación incluye discernimiento y fidelidad generosa y éstas, a su vez, necesitan una formación adecuada, inicial y permanente. Para cerciorarse de la existencia de la vocación, así­ como para corresponder a ella fiel y generosamente, se necesita un perí­odo especial de formación con un acompañamiento adecuado por parte de personas experimentadas y responsables. Es imprescindible la colaboración de la persona llamada y de toda la comunidad eclesial.

Toda vocación cristiana se manifiesta por unas señales caracterí­sticas, que pueden resumirse en recta intención, decisión libre, idoneidad o cualidades. El perí­odo de formación garantizará la existencia y maduración de esas notas caracterí­sticas, especialmente cuando se requiera la aceptación por parte de la Iglesia (vocación de compromiso especial, de vida consagrada y sacerdotal).

Itinerario, personal, responsable, fraterno

El camino de la formación vocacional es camino personal, responsable, fraterno, armónico y continuo. Es un camino personal porque es la persona llamada la que debe responder sin posibilidad de ser suplida o representada. Es un camino responsable en cuanto que, de la respuesta bien dada, dependen innumerables bienes para el interesado y para toda la comunidad eclesial y humana. Es un camino fraterno, puesto que es siempre vocación en la comunión, por la que todos (formadores y formandos, autoridad y súbditos) reciben y dan en una ayuda mutua durante el itinerario vocacional. Es un camino armónico en el que las diversas dimensiones se entrecruzan y complementan formando una unidad.

La formación es un camino armónico y continuo porque su proceso es un crecimiento ininterrumpido donde se integran mutuamente los diversos niveles (humano, espiritual, intelectual, pastoral, comunitaria, carismático). Por este proceso continuo, la persona se va haciendo cada vez más consciente, libre, generosa, gozosa y dispuesta a dedicar toda la existencia a la misión universal y de primer anuncio.

La formación, en todos sus niveles tiene sentido personal y comunitario, y debe impartirse teniendo en cuenta los valores permanentes del evangelio (la fisonomí­a del Buen Pastor y de la «vida apostólica»), así­ como también las situaciones diferentes de cada época histórica y de cada cultura. Puesto que es toda la persona la que hay que formar, la totalidad e integridad de los cuatro niveles apuntados se refieren tanto a la persona en sí­ misma como en cuanto miembro de la comunidad. Es, pues, una formación personalizada y comunitaria, integral y armónica.

En la vocación misionera

La vocación misionera especí­fica reclama una formación peculiar en las tres caracterí­sticas indicadas. En cuanto a la recta intención, las convicciones y motivaciones deben orientarse hacia la dedicación misionera para el primer anuncio y la implantación de la Iglesia. Respecto a la decisión libre, habrá que profundizar en la donación de totalidad, personal y gozosa, sin condicionamientos personales ni sociológicos. La formación en la idoneidad indica el conjunto de cualidades necesarias para dedicarse a la misión «ad gentes» espí­ritu sobrenatural, deseo sincero de santidad, fortaleza en las dificultades, paciencia, testimonio de las bienaventuranzas, sentido de comunión eclesial, sintoní­a con el carisma de la institución, etc. (cfr. AG 24-25; RMi 91).

La fidelidad perseverante y generosa dependerá en gran parte de la formación recibida. La formación se identifica con la misma respuesta gozosa y generosa a la vocación, en un camino de crecimiento continuo. La correspondencia al don de la vocación recibida, requiere «ponerse al dí­a en lo relativo a su formación doctrinal y apostólica» (RMi 65).

Referencias Discernimiento, educación, formación, formación misionera, formación permanente, vocación.

Lectura de documentos OT 8-21; AA 28-32; PDV 42-69; VC 65-66; CFL 57-63; CIC 232-264, 641-661.

Bibliografí­a AA.VV., Normae de formatione educatorum in Seminario Seminarium n.2 (1994); AA.VV, Comentarios al decreto «Optatam totius» sobre la formación sacerdotal ( BAC, Madrid, 1970; (Conferencia Episcopal Española) La formación para el ministerio presbiteral, Plan de formación sacerdotal para los Seminarios Mayores (Madrid 1986); (Congregación para la Educación Católica) Directrices sobre la preparación de los formadores en los Seminarios (Lib. Edit. Vat. 1993); (Congregación para los Institutos de Vida Consagrada) Orientaciones sobre la formación en los institutos Religiosos («Potissimum Institutioni») (Lib. Edit. Vat. 1990); J. ESQUERDA BIFET, Vocación y formación sacerdotal, en Signos del Buen Pastor (Bogotá, CELAM, 1989) cap. VIII; P. FINKLER, El formador y la formación para la vida religiosa (Madrid, Paulinas, 1984); J. GOICOECHEAUNDIA, Puntos clave de la formación del futuro sacerdote (Vitoria 1990); M. MACIEL, La formación integral del sacerdote ( BAC, Madrid, 1990); J. SARAIVA MARTINS, La formazione sacerdotale oggi nell’insegnamento di Giovanni Paolo II (Lib. Edit. Vaticana, 1997).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización