FORTUNA

Fortuna (heb. Gad). Referencia al dios Fortuna que aparece en inscripciones sudarábigas y de Palmira (Isa 65:11). El pasaje indica que este dios fue adorado por un tiempo por los israelitas. Nombres de lugares como Baulgad (Jos 11:17; 12:7; 13:5) y Migdal-gad (15:37) sugieren que en algún momento hubo santuarios dedicados a este dios. Véase Destino.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

O la Suerte. Deidad de posible origen babilónico. Dios se queja de los que se olvidan de †œsu santo monte† y ponen †œmesa para la f.† y hacen †œlibaciones para el Destino† (Isa 65:11). El dios de la suerte se identificaba con el planeta Júpiter, llamado por los árabes †œla Buena f. mayor†. La otra deidad, identificada como †œel Destino†, era llamada †œla Buena f. menor†, el planeta Venus. En el ritual de estas deidades se tendí­a un mantel delante de su í­dolo poniéndole comidas y una copa de vino mezclado con miel. La palabra en hebreo para fortuna o suerte es Gad. A uno de los hijos de Jacob se le puso ese nombre, pero sin referencia a la deidad. Algunos nombres de lugares en el AT pueden referirse a un í­dolo de la f., como †¢Baal-gad -señor de la f. (Jos 11:17); †¢Migdal-gad -torre de la f. (Jos 15:37), etcétera.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

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Diosa griega, que luego asumen los romanos, y venera la suerte, el azar ventajoso o el éxito en la vida, en las batallas y en las competiciones. Se la presenta como mujer joven, con los ojos vendados, pues no sabe a quien ha de beneficiar. Hesí­odo, el primero que habla de ella, la hace hija de Océano y de Teetis. Otros dan su paternidad al mismo Júpiter. Tení­a templos en todas partes. En Roma habí­a más de 20 a ella dedicados para sus cultos y demandas.

Ello indica que, desde antiguo, los hombres han tenido cierto culto al azar beneficioso que proviene de fuerzas misteriosas, pero celestes, y cuya invocación se convierte en un deshago cuando algo se desea y en una agradecimiento cuando la “fortuna” ha llegado.

Las supersticiones en este sentido están arraigadas en los ambientes populares. Es bueno educar para que no se espere de la “fortuna” lo que hay que obtener con el esfuerzo y el orden.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa