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FUNDAMENTALISMO

FUNDAMENTALISMO

Movimiento de tipo teológico en el protestantismo de Estados Unidos y otros paí­ses. La oposición al liberalismo y el modernismo fue tomando forma desde principios del siglo XX. En la Conferencia Bí­blica de Niágara (1895) se propusieron cinco puntos o doctrinas fundamentales a las que se ha hecho referencia en forma reiterada. La lista de «fundamentos» o «doctrinas fundamentales» ha sido más larga o más corta según la organización, grupo o perí­odo histórico. Estos «fundamentos» que siempre incluyen la concepción virginal de Cristo, la divinidad y resurrección de Jesús, su sacrificio expiatorio, su Segunda Venida en gloria y la autoridad e inerrancia de las Escrituras son acentuadas por los fundamentalistas.
En 1910 se publicó el primer tomo de una serie conocida como The Fundamentals y para 1918 se hablaba de personas «fundamentales». Para 1920 comenzó a usarse la palabra «fundamentalismo» en escritos de la publicación bautista Watchman-Examiner. Varias fraternidades fundamentalistas se crearon en diversas denominaciones y sectores fundamentalistas salieron de algunas denominaciones históricas.
Con el tiempo el fundamentalismo no se ha limitado a protestantes históricos. A denominaciones de nuevo cuño y movimientos que, como el pentecostal/carismático, no formaban parte de la primera generación de fundamentalistas, muchos sociólogos los han asociado con el fundamentalismo. El uso de esa palabra se ha extendido, tal vez arbitrariamente, para referirse a cualquier énfasis conservador o de regreso al pasado, como por ejemplo, en el caso del movimiento musulmán.
Muchos predicadores y lí­deres con doctrinas que pueden ser consideradas «fundamentalistas» o conservadoras prefieren identificarse como ortodoxos o evangélicos por algunas connotaciones negativas de la palabra fundamentalista.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

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Es una actitud sociológica que se aferra a determinados planteamientos religiosos, éticos, polí­ticos o morales e impide a la mente el mostrarse tolerante y a la afectividad en reaccionar con serenidad.

En lo religioso y en lo ético se identifica con el integrismo. En lo social y polí­tico con el absolutismo; en lo espiritual con el fatalismo. En todo momento se manifiesta como fanatismo y como explosión de agresividad interior en defensa de lo que se creen innegociable en el interior.

Los fundamentalismos hacen daño a las personas y a las colectividades. Se orientan con agresividad a defender la propia verdad sin querer recibir las razones ajenas. Hasta las aberraciones, como son los terrorismos, los asesinatos y los atropellos, se revisten de tonalidad bondadosa por el hecho de responder a mitificaciones superficiales.

La única forma que hay de luchar contra los fundamentalismos es la correcta educación en valores de tolerancia, compresión y respeto a los demás. Sin ella, los integrismos son sociopatí­as que abundan por regla general en las sociedades en transformación.

Y como existen hoy muchos núcleos en el mundo que se hallan en esas circunstancias, los fundamentalismos raciales, religiosos, polí­ticos y económicos se han multiplicado y fortalecido. Por eso es sumamente urgente el educar en los valores de tolerancia y comprensión, enseñar a vivir en diálogo y cultivar el respeto a todos.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

DicEc
 
Hacia finales del siglo XIX algunos protestantes americanos trataron de afirmar lo esencial de la fe estrictamente conservadora frente al liberalismo y el modernismo. Coincidí­an en las siguientes afirmaciones: la inerrancia de la Biblia, la divinidad de Jesucristo, su nacimiento virginal, el carácter de expiación sustitutoria del sacrificio de Cristo, su resurrección fí­sica y su regreso corporal al final de los tiempos. Estas tesis fueron agresivamente defendidas en una serie de doce folletos titulados The Fundamentals: A Testimony to the Truth (1910-1915), escritos por dos adinerados hermanos, Lyman y Milton Stewart, y distribuidos gratis; esta serie puede considerarse la «carta magna» del fundamentalismo. A partir de 1920, los cristianos que defendí­an estos fundamentals fueron conocidos como fundamentalistas.

Dentro de la categorí­a de los «fundamentalistas» hay una gran variedad de matices, con diferentes raí­ces que se hunden en el siglo XIX. En la compleja fisonomí­a del fundamentalismo pueden distinguirse, sin embargo, ciertos rasgos comunes: al oponerse a las tendencias modernas, que se niegan a aceptar, los fundamentalistas están permanentemente en oposición; rechazan además la hermenéutica moderna, ya que para ellos el texto clásico (la Biblia o el Corán) no tiene más que un significado, que es accesible a la gente de buena voluntad; insisten en lo que ellos llaman el «sentido literal» del texto: el texto dice lo que evidentemente dice, de modo que los métodos exegéticos modernos son innecesarios y, por consiguiente, han de ser rechazados; carecen de un verdadero sentido de la historia, como se ve por su creencia de que los textos antiguos no necesitan una adecuada transposición a otras épocas; tienden a rechazar el pluralismo, que ellos identifican con el relativismo o el liberalismo; a menudo tienen una fuerte experiencia de conversión. Los fundamentalistas protestantes niegan la evolución, afirmando el «creacionismo» sobre la base del sentido aparentemente claro de Gén 1-3.

Los fundamentalistas católicos no han mostrado el mismo interés en esta última cuestión. Estos tienden a subrayar lo que consideran la doctrina literal e inmodificable de Trento y del Sí­labo de errores antimodernista; o, como el arzobispo >Lefebvre, rechazan los textos del Vaticano II y la renovación que suponen, especialmente en el terreno de la liturgia. Hay también movimientos dentro de la Iglesia católica que las personas que están fuera podrí­an tener, en mayor o menor grado, por fundamentalistas, aunque los grupos mismos rechazarí­an esta denominación. El >integrismo puede considerarse una forma de fundamentalismo.

El fundamentalismo puede confundirse a veces con el evangelismo (>Evangélicos), crí­tica que se le ha hecho a veces al importante estudio del exegeta J. Barr. Hay numerosos estudios sobre la psicologí­a del fundamentalismo. Entre los rasgos comunes que pueden señalarse están: la necesidad de agarrarse a algo; las ansias ante cuestiones complicadas de encontrar respuestas simples y, sobre todo, que ofrezcan certidumbre; ansiedad ante la situación polí­tica y/o eclesial; la búsqueda del perfeccionismo.

Se puede describir el fundamentalismo cristiano como «una interpretación del cristianismo en la que un lí­der carismático sitúa con fácil certidumbre en determinadas palabras, doctrinas y prácticas las acciones milagrosas de un Dios estricto que salva a una elite de un mundo malvado». El fundamentalismo se encuentra, con diferentes orientaciones y matices, en todas las Iglesias cristianas: protestante, ortodoxa y católica.

El diálogo con los fundamentalistas es extremadamente difí­cil debido a la idea que tienen de estar salvaguardando verdades ignoradas o negadas por la Iglesia principal. El diálogo es problemático también porque la mayorí­a de los grupos fundamentalistas son anticatólicos, y hay un significativo éxodo de la Iglesia católica —en realidad, de todas las Iglesias principales— a los fundamentalistas que son hostiles a las posiciones de la Iglesia sobre la naturaleza humana, los sacramentos, la tradición y la autoridad eclesiástica. Pero las Iglesias no pueden permitirse ignorar los importantes valores que las posiciones fundamentalistas tratan de preservar: la dedicación a la verdad, una crí­tica mordaz del liberalismo moderno y del humanismo secular, un auténtico compromiso religioso. Pero, aunque en cierto modo estos valores son necesarios en nuestra época, el fundamentalismo en su conjunto supone una estrechamiento del misterio que constituye el núcleo mismo del cristianismo; al rechazar el pluralismo, conduce muy fácilmente a un cristianismo coactivo e intolerante y a una polarización malsana. Quizá serí­a necesario que las Iglesias tomaran posiciones más convincentes entre el humanismo y su opuesto, el fundamentalismo. La indudable popularidad de los grupos fundamentalistas supone un interrogante y un desafí­o para todas las Iglesias.

Pero el fundamentalismo no se limita a las Iglesias. A finales del siglo XX son muchos los sí­ntomas de fundamentalismo en el mundo del >islam, en nuevas religiones japonesas y en otros lugares de Oriente, así­ como en muchos sitios entre los cristianos. Tiene manifestaciones tanto polí­ticas como religiosas. Los fundamentalistas se consideran a sí­ mismos en lucha contra las fuerzas del secularismo o del modernismo. En el fundamentalismo polí­tico la violencia no es infrecuente, y los sí­mbolos religiosos se usan a menudo con fines polí­ticos.

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología

(v. religiones, sectas)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

J. M. Mardones ha llegado a escribir que «el fundamentalismo es el clima ambiental de nuestra época». Porque la gente busca seguridad, identidad y hogar en lugar de arriesgar y experimentar nuevas ví­as y campos.

G. Kepel, sociólogo francés, habla incluso de la «revancha de Dios» en nuestros dí­as a través de posturas religiosas fundamentalistas dentro del cristianismo, islamismo y judaí­smo.

¿Por qué han crecido los fundamentalismos en nuestros dí­as?
De nuevo Mardones nos sitúa en algunas claves: es una reacción contra la injusta marginación de la religión; es una reacción contra el olvido superficial de las posibilidades de humanización que posee lo religioso; y es una reacción contra las idolatrí­as y mitos de la modernidad. Se ha llamado al fundamentalismo el «complejo de Isaac», el heroí­smo victimista.

En resumen, el fundamentalismo es como una búsqueda de seguridad para no perder la propia identidad y la de mi grupo en épocas de crisis de valores religiosos, o de beligerante globalización.

El mejor antí­doto contra el fundamentalismo es una sana educación en valores en la familia, en la escuela y en la comunidad cristiana. Y, al mismo tiempo, la práctica de virtudes como la tolerancia, el respeto y el diálogo responsable.

BIBL. – J. M. MARDONES, 10 palabras clave sobre fundamentalismos, Verbo Divino, Estella 1999.

Raúl Berzosa Martí­nez

Vicente Mª Pedrosa – Jesús Sastre – Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios «MC», Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001

Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización

El fundamentalismo es un movimiento evangélico protestante, activamente antimodemista, que surgió en Inglaterra y en los Estados Unidos a finales del siglo XIX y que, tras un perí­odo de decadencia, goza de un nuevo vigor a partir de los años 70. El fundamentalismo atrajo a cristianos de diferentes comunidades cristianas, preocupados por el desarrollo de las ciencias naturales (especialmente, la teorí­a de la evolución), la adopción del evangelio social por parte de la teologí­a protestante liberal y el reto de los métodos exegéticos histórico-crí­ticos a la verdad literal de la Biblia. Les parecí­a que con ello se poní­an en peligro las certezas religiosas tradicionales sobre las que se basaba la ortodoxia cristiana, La conferencia bí­blica del Niágara, en 1895, presentó cinco verdades fundamentales como criterios de ortodoxia: a) la infalibilidad y la verdad literal de la Biblia; b) la divinidad y el nacimiento virginal de Jesucristo;- c) la exposición sustitutiva de Cristo por el pecado: d) la resurrección corporal de Jesús: e) la segunda venida de Cristo, que tiene que ir seguida de un reino de paz de mil años, Durante los años 1905-1915 se publicaron doce pequeños volúmenes titulados Los fundamentos: un testimonio por la Verdad. En estos folletos se defendí­a la inspiración y la infalibilidad de la Biblia y se criticaba la exégesis bí­blica más élevada, la teorí­a de la evolución y el evangelio social. Se enviaron gratuitamente más de tres millones de copias a los Pastores y a las diversas Iglesias de todos los Estados Unidos. En 1919 se formó la Asociación Fundamentalista Cristiana Mundial, que por el 1920 organizaba reuniones en muchas ciudades del norte de los Estados Unidos. Debido al activismo fundamentalista, en algunas partes de los Estados Unidos llegó a declararse ilegal la enseñanza de la teorí­a de la evolución. En 1925 se intentó un proceso jurí­dico contra John Scopes, por haber enseñado la revolución en una escuela superior de Dayton (Tennesee). La publicidad negativa engendrada por este proceso contribuyó mucho a debilitar a los fundamentalistas durante varios decenios.

Los fundamentalistas tendí­an a sospechar de las Iglesias comprometidas en el movimiento ecuménico, temiendo que estuvieran contaminadas de liberalismo y de ser culpables de transformar el criStianismo en un puro activismo social. El Consejo americano de las Iglesias cristianas (1941) y el Consejo internacional de las Iglesias cristianas (1948) se fundaron como alternativas conservadoras frente al Consejo nacional de las Iglesias cristianas (EE. UU) y al Consejo Ecuménico de las Iglesias.

A partir de 1970 se observa un renacimiento del fundamentalismo, que se habí­a ido despertando gradualmente durante los años 50. Este tipo más reciente de fundamentalismo se distinguí­a de su forma anterior por hacer un amplio uso de los medios de comunicación social, especialmente la televisión, y empezó a funcionar como fuerza polí­tica para la transformación de la sociedad. Este nuevo optimismo de los cristianos conservadores sobre la posibilidad de influir en la sociedad tomó una forma organizativa a través de ciertos grupos como «la Mayorí­a Moral», que emprendió varias campañas, como la lucha contra el aborto legal o la promoción de la moralidad de las transmisiones televisivas. El soporte polí­tico de los fundamentalistas sirvió también para la elección de muchos polí­ticos conservadores. De alguna manera este activismo polí­tico está en disonancia con la condenación fundamentalista anterior del evangelio social.

La posición dogmática principal del fundamentalismo es la afirmación de que la Escritura viene de Dios y está revelada en cada una de sus partes.

Suscitar dudas sobre los orí­genes históricos y humanos de un texto bí­blico particular se ve como una asechanza contra la inspiración y la autoridad de la Biblia en su conjunto. La predicación de los fundamentalistas tiende a centrar la atención en los pasajes bí­blicos que llaman a la gente a la conversión del pecado y a la aceptación de Jesucristo como su salvador personal.

Generalmente hay un fuerte guí­a carismático al frente de los diversos grupos fundamentalistas, un guí­a que a menudo goza de una extraordinaria autoridad en la interpretación del significado de las Escrituras, a veces (por ironí­a) una autoridad mucho mayor que la que gozan los obispos, los teólogos y los exegetas en las comunidades no fundamentalistas.

La Conferencia nacional de obispos católicos de los Estados Unidos de América publicó una carta pastoral sobre el fundamentalismo bí­blico el 26 de marzo de 1987, en la que observa que este movimiento está caracterizado por una obstinada adhesión a rí­gidas posiciones doctrinales e ideológicas, basadas en el presupuesto de que la Biblia es la única fuente necesaria para la enseñanza sobre Cristo y sobre la vida cristiana. Esta manera de considerar la Escritura, dicen los obispos, aí­sla a la Biblia de la historia, sobre todo de la historia de la Iglesia con sus tradiciones litúrgicas, devocionales y – doctrinales.

W Henn

Bibl.: R. c. Fernández, Fundamentalismo a la derecha y a la izquierda: misiones evangéilcas y tensiones ideológicas, en Cristianismo y Sociedad, en 69-70 (1981) 21-50; J, Pixley, El fundamentalismo, en Estudios econí“micos 3 (1985) 32-35; J Wicks, Fundamentalismo, en DTF 490-491; F Galindo, El «fenómeno de las sectas fundamentalistas» Verbo Divino, Estella 1994.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

En el mundo de habla inglesa, la corriente fundamentalista, dentro del cristianismo protestante, reafirma la absoluta inerrancia de la Biblia y su autoridad soberana para la fe y para la vida. Como movimiento del siglo xx, el fundamentalismo es una reacción crí­tica contra la erosión de certezas tradicionales por medio del modernismo en teologí­a y por la investigación histórico-crí­tica de la Escritura.

Una serie de doce folletos breves, ampliamente difundida, The Fundamentals: A Testimony to the Truth (1910-1915), estableció los principios básicos sobre los que la fe tradicional no admite duda o adaptación: la plena inspiración de la Escritura como palabra de Dios; la divinidad de Jesucristo; su concepción virginal, milagros, muerte expiatoria, resurrección fí­sica y vuelta futura; la realidad del pecado y de la salvación por la fe; el poder de la oración y el deber de evangelizar. Entre 1920 y 1940, disputas tendentes a romper la unidad entre fundamentalistas y modernistas dividieron a las grandes confesiones como los baptistas, metodistas y presbiterianos; pero en su forma renaciente, en los años setenta y ochenta, la religiosidad fundamentalista se ha dado en su forma más caracterí­stica en congregaciones independientes y entre los seguidores de predicadores del medio televisivo, como Jerry Falwell y Pat Robextson.

Las comunidades y creyentes fundamentalistas están intensamente dedicados a la palabra bí­blica, consideran que el cristianismo tiene por centro la conversión para aceptar a Jesucristo como señor y salvador y se esfuerzan por seguir un código moral estricto en su estilo de vida personal y familiar. El primitivo fundamentalismo repudiaba el «evangelio social»; pero los fundamentalistas más recientes son figuras destacadas al ofrecer respaldo a causas polí­ticas conservadoras, como la legislación restrictiva sobre el aborto y la homosexualidad. La expansión misionera de comunidades fundamentalistas se lleva a cabo por el tí­pico medio del apadrinamiento de predicadores en viados a América Latina. La interpretación fundamentalista de la profecí­a bí­blica alimenta con frecuencia la ansiosa expectación del retorno de Jesús para arrancar a los creyentes del mundo decadente y perdido, donde después reinará el Anticristo hasta su derrota final y el comienzo del reino de los mil años de los santos de Dios.

La fe fundamentalista en la palabra.profética y apostólica no muestra interés por el condicionamiento histórico ni por los contextos eclesiales de los mediadores de la revelación. La palabra definitiva de Dios está al alcance de la mano de manera inmeta en los textos bí­blicos inspirados e infalibles. La hermenéutica fundamentalista, sin embargo, no se apoya en una teorí­a de dictado literal por obra del Espí­ritu Santo, sino más bien en la coherencia total y en la autoridad evidente de la Biblia como Un todo y en todas sus partes. La predicación fundamentalista afirma tí­picamente la base real-de .las narraciones bí­blicas, demuestra cómo un pasaje está apoyado por textos probativos enotros numerosos libros hí­blicos y. expone de manera regular el plan divino de salvación, que se ofrece en Cristo a aquellos que admiten su pecado y desamparo, deciden aceptar a Jesús y abren sin reservas su vida a su poder y su guí­a para cumplir la voluntad moral de Dios.

Muchos estudiosos ven a los cristianos fundamentalistas como perque buscan un refugio seguro contra el caos moral de la moderna sociedad occidental, y algunos observadores notan sus analogí­as con movimientos integristas del islam contemporáneo, e incluso del catolicismo romano. El fundamentalismo es ajeno y a menudo hostil, a las tradiciones eclesiales que afirman el papel de la razón y del estudio crí­tico (p.ej., pV 12; GS 62)…A pesar de todo sirve de firme recuerdo de que la Escritura constituye un mundo global de pensamiento con potencial mdepihle.para enriquecer la vida diaria con motivaciones y orientaciones nuevas.

BIBL.: AMMERMAN N.T., Bible Believers. Fundamentalists in the Modem World, New Brunswick, N.Y. 1987; BARa J., Fundamentalism, Londres 1977; SANDEEN E.R., The Roots of Fundamentalism. British and American Millenarianism 1800-1930, Chicago 1970.

J. Wicks

LATOURELLE – FISICHELLA, Diccionario de Teologí­a Fundamental, Paulinas, Madrid, 1992

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Fundamental

La palabra denota un movimiento teológico de principios del siglo veinte que tenía el designio de conservar los principios que forman el fundamento del sistema cristiano, y resistir lo que se consideraban tendencias teológicas peligrosas en el movimiento que se llamaba a sí mismo Modernismo. Sus dogmas no son los distintivos de alguna denominación protestante, sino que comprenden las verdades esenciales del evangelio cristiano en la forma heredada de todas las ramas de la Reforma.

El movimiento halló su expresión literaria en la publicación, entre 1910 y 1912, de The Fundamentals: A Testimony to the Truth, y de esta obra recibió su nombre. Los autores de esta serie de doce volúmenes querían enumerar y exponer las verdades que son esenciales para la ortodoxia protestante.

En términos de organización, los fundamentalistas tomaron forma a raíz de la Conferencia Mundial sobre los Fundamentos Cristianos, la que se congregó en Filadelfia en mayo de 1919. La organización adoptó el nombre World’s Christian Fundamentals Association y exigía de sus miembros la adhesión a nueve puntos doctrinales, a saber: (1) la inspiración e inerrancia de la Escritura, (2) la Trinidad, (3) la deidad y nacimiento virginal de Cristo, (4) la creación y caída del hombre, (5) la expiación vicaria, (6) la resurrección corporal y ascensión de Cristo, (7) la regeneración de los creyentes, (8) la venida personal e inminente de Cristo, y (9) la resurrección y el destino final de los hombres a una eterna bienaventuranza o a una condenación eterna. W.B. Riley fue presidente de la asociación hasta 1930, Paul W. Rood de 1930 a 1952, tiempo en el cual se unió con la Slavic Gospel Association.

BIBLIOGRAFÍA

SHERK, IV, pp. 411s.; V. Ferm, Encyclopedia of Religion, pp. 291s.; Encyclopedia Britannica, IX, pp. 291s.; S.G. Cole, History of Fundamentalism; J.I. Packer, “Fundamentalism” and the Word of God.

Harold B. Kuhn

SHERK The New Schaff-Herzog Encyclopaedia of Religious Knowledge

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (272). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología