GARIZIM

monte de 881 m de altitud, en Samarí­a central, al sur de la ciudad de Siquem. Después de entrar en la Tierra Prometida, los israelitas debí­an pronunciar sobre él la bendición y sobre el Ebal la maldición, las cuales recaerí­an sobre el pueblo según cumpliera o no los preceptos de Yahvéh, Dt 11, 29; 27, 12; Jos 8, 33. Jotam pronunció desde su cumbre el apólogo del rey de los árboles Jr 9, 7-21. Sobre el monte G. los samaritanos erigieron su santuario cismático, que en el siglo IV fue profanado pues sobre él levantaron un templo en honor de Zeus Hospitalario, por orden del rey seléucida Antí­oco IV Epí­fanes, 2 M 6, 2.

Juan Ircano lo destruyó en el año 129 a. C. Al santuario de G. se refiere Jesús en su conversación con la samaritana, Jn 4, 21. Gat, lagar. Ciudad muy antigua, al sur de Ecrón, que formaba parte de la federación filistea de cinco ciudades-Estado, al frente de cada una de las cuales habí­a un prí­ncipe o tirano. G. no pudo ser tomada por los israelitas, Jos 11, 22; 13, 3; cuando los israelitas fueron derrotados en la batalla de Afeq por los filisteos, éstos les capturaron el Arca, la cual fue llevada a Asdod y puesta en el templo de Dagón, por lo que la ciudad fue castigada por Yahvéh; por esto fue trasladada a G., donde sucedió lo mismo, 1 S 5, 8-12; 6, 17. Sin embargo, cuando Samuel era juez, los israelitas derrotaron a los filisteos y tomaron la ciudad de G., 1 S 7, 14. G. fue tierra de hombres gigantes, de allí­ era oriundo Goliat, el filisteo que venció David, 1 S 17, 4. Cuando David huí­a del rey Saúl, se refugió en G., donde debió fingir que estaba loco, 1 S 21, 11-12; posteriormente, Akis, rey de Gat, le asignó la ciudad de Siquelag, para que se estableciera, 1 S 27, 1-12. Estando en el trono, David derrotó a los filisteos y tomó la ciudad de G., 2 S 8, 1; 1 Cro 18, 1. Roboam, rey de Judá, la fortificó, 2 Cro 11, 8. Jazael, rey de Damasco, la capturó, 2 R 12, 18; y después volvieron a ella los filisteos, hasta cuando Ozí­as, rey de Judá, destruyó sus muros, 2 Cro 26, 6. G. fue destruida por los asirios en el año 711 a. C., y ya no fue más que una ciudad en ruinas, Am 6, 2.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Este monte, en la región montañosa de Efraí­m, de 868 m sobre el nivel del mar, se convirtió en el monte del santuario sólo a causa de la historia polí­tica de Samarí­a.
En el libro de Josué (8:30) y en el Deuteronomio (27:4) se habla del compromiso de guardar la Ley que contrajeron las tribus que inmigraron a las órdenes de Josué, a fin de que el compromiso siguiese siendo también válido en el nuevo paí­s. Ese compromiso se proclamó en el valle entre los montes de Garizim y Ebal (938 m); las tribus estaban acampadas en las laderas, seis sobre el Garizim y seis sobre el Ebal, pero el altar estaba en una prominencia (?) del Ebal.
Aquel altar, por extraño que resulte, no dio origen a ningún santuario especí­ficamente israelita. ¿Tal vez por la proximidad de Sikem, que queda al norte del Garizim? Pero quizá también porque el santuario de Bet-El y más tarde el santuario real del reino del norte en Samarí­a no permitió que el sitio del altar, a los pies del Ebal y frente al Garizim, alcanzase la categorí­a de un santuario.
Desde la destrucción del reino del norte (722 a.C.) se formó en torno a Samarí­a el pueblo de los samaritanos, que adoraba a Yahveh y consideraba también como suyas las tradiciones de Israel y del Pentateuco. Es probable que ya entonces alcanzase esa ubicación del altar su acentuada importancia, dado que los samaritanos lo relacionaron ya con la tradición de la entrada en la tierra prometida. Lo único extraño es que no llamasen monte del altar al Ebal sino al Garizim y que así­ lo designen hasta hoy en el Deuteronomio (27:4). Muchos biblistas opinan que la tradición samaritana sólo pudo formarse sobre la genuina tradición histórica, mientras que suponen que los judí­os habrí­an cambiado más tarde el sitio del altar del Garizim al Ebal para romper así­ cualquier lazo común con los samaritanos, todo los cuales †œtienen un espí­ritu malo.†
Como, tras el regreso de los judí­os de Babilonia, los persas sometieron en principio Judá y Jerusalén a Samarí­a, los samaritanos se dirigieron espontáneamente al nuevo santuario en Jerusalén. Más tarde, y ya bajo Nehemí­as, Jerusalén y su entorno se convirtió en una provincia persa autónoma; a partir de entonces al gobierno persa le pareció mejor promover en Samarí­a un santuario propio, y surgió espontáneamente el Garizim (hacia el 350 a.C.). Pero el impulso de los samaritanos hacia el templo de Jerusalén sólo se frenó cuando, en el 198 a.C., se alzó un templo en toda regla sobre el Garizim. t Juan Hircano destruyó el año 128 a.C., junto con Sikem, también el templo del Garizim. Así­ pues, al tiempo del ministerio público de Jesús hací­a ya casi ciento sesenta años que estaba en ruinas; pero a pesar de ello continuaba siendo el monte de oración y sacrificios de los samaritanos (Jua 4:20). Los árabes designan al Garizim dyebel et-Tor.

Fuente: Diccionario de Geografía de la Biblia

tip, MONT

ver, GERIZIM

sit, a2, 321, 193

vet, La ortografí­a del nombre de esta montaña no es igual en las versiones castellanas; la Reina-Valera escribe Gerizim; otras, Garicim, Garizim, Guerizim. Ver GERIZIM.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Monte central de Samaria, de 868 mts. de altitud, frente el Ebal (938 mts) y que los samaritanos consideraban como lugar sagrado y de culto a Dios. Allí­ estaba según la tradición el altar elevado por Josué (Dt. 27.4)

El templo fue destruido el año 127 por Juan Hircano en sus incursiones por la región con el fin de judaizar y asimilar a los samaritanos.

Sobre ese monte hablaba la Samaritana a Jesús, el cual respondí­a que “ni ese monte ni en Jerusalén habí­a que dar culto, sino en todo lugar en espí­ritu y en verdad” (Jn. 4.20)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

El monte de Garizim, frente al monte Ebal, en la sierra de Efraim, al sur de Siquem, es el lugar donde los samaritanos habí­an construido un templo para dar culto a Dios. Esto, entre otras cosas, atrajo a los samaritanos el odio de los judí­os, que habí­an centralizado el culto a Yahvé en el templo de Jerusalén. Jesús, en el diálogo con la Samaritana, dice que Dios es espí­ritu, y, por tanto, el culto que hay que tributarle es espiritual y no puede estar circunscrito a un lugar (cf. Jn 4,20ss).

E M. N.

Gazofilacio
Era la sala del tesoro del templo (Jer 35,4; 36,10). Las gentes echaban monedas en el tesoro. Jesús alaba el gesto extraordinario, lleno de generosidad, de la viuda pobre, que echó sólo unos céntimos, pero que echó más que todos (Mc 12,41-44; Lc 21,14). Jesús predicaba en el gazofilacio (Jn 8,20).
E.M.N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret