HETEOS.

Hititas. Pueblo muy antiguo que habitaba la parte central de la Anatolia y la tierra de Canaán. Por mucho tiempo se desconoció la historia de este pueblo, hasta que desde el principio del siglo XX la arqueologí­a ha ido descubriendo datos que ayudan a formar una idea general sobre ellos. No se sabe exactamente de dónde vinieron los h. o hititas, pero es claro que su origen es indoeuropeo. Lo que se conoce de su idioma así­ lo señala. Se estima que ocuparon la parte norte de la Anatolia en el siglo XIX a.C., haciendo de Hatussa, hoy Boghazkoy, en el centro de la pení­nsula, su capital y extendiéndose más al S, hasta incluir la Siria superior. Eran buenos explotadores de la plata y el hierro, lo cual les ayudó en sus guerras de conquista. Desarrollaron una escritura, en parte ideográfica pero con algunos signos fonéticos, que ha permitido conocer algunas de sus costumbres. Eran liderados por un rey que gobernaba a nombre de una deidad asociada con la tempestad o el rayo. A la muerte del rey éste se convertí­a también en dios. Practicaban un abundante politeí­smo y, como todo pueblo primitivo, la magia y la hechicerí­a.

Alrededor del 1320 a.C. los h. eran ya un imperio que choca con los egipcios, desatándose una guerra entre ellos en tiempos de Ramsés II. La batalla de Cades, en las orillas del rí­o Orontes, es una de las más famosas de la antigüedad, mayormente conocida por fuentes egipcias, que se atribuyeron la victoria, aunque se piensa que ésta no fue definitiva, pues luego se estableció la paz con Egipto y el imperio h. floreció hasta aproximadamente el 1192 a.C. cuando se derrumbó por causas no del todo claras y que algunos relacionan con grandes migraciones provenientes del mar Egeo. Algunos h. se extendieron por distintos puntos de la tierra de Canaán, formando ciudades-estado. éstos, junto con otras ciudades h. prevalecieron con su independencia hasta las invasiones asirias.
uso del término †œlos hijos de Het† en la Biblia indica que los hebreos veí­an a los h. como los descendientes de ese personaje. Abraham compró de ellos un terreno para enterrar a Sara (Gn. 23). Rebeca no quiso que Jacob se casara con †œmujer de las hijas de Het† (Gen 27:46), pero Esaú tomó dos mujeres h., las cuales †œfueron amargura de espí­ritu para Isaac y para Rebeca† (Gen 26:34-35). Fueron condenados por Dios a perder sus tierras a manos de los israelitas (Exo 3:8) y a ser destruidos (Deu 20:17). No lo fueron del todo, pero los que viví­an en territorio de Israel estaban sometidos a tributo (1Re 9:20-21; 1Re 10:29). Varios h. sirvieron a David, entre ellos †¢Ahimelec (1Sa 26:6) y †¢Urí­as, el esposo de †¢Betsabé (2Sa 11:3). Los mercaderes de Salomón compraban en Egipto, al S de Israel, para vender a los reyes de los h. que quedaban al N (2Cr 1:17). Salomón tuvo mujeres h. (1Re 11:1). Aun en tiempos de Esdras se encontraron israelitas que se habí­an casado con mujeres h. (Esd 9:1). En lenguaje profético, Dios dice a Jerusalén: †œTu padre fue amorreo, y tu madre h.† (Eze 16:1-3), para señalar que tuvo misericordia de ella a pesar de su origen. Algunos piensan que estas expresiones podrí­an apuntar a los orí­genes remotos de Jerusalén como asentamiento de amorreos y h.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano