HIJO(S) DE DIOS

La expresión †œHijo de Dios† identifica principalmente a Cristo Jesús, aunque también reciben este apelativo los espí­ritus inteligentes creados por Dios, Adán antes de pecar y los seres humanos con quienes Dios ha mantenido una relación basada en un pacto.

†œHijos del Dios verdadero.† La primera vez que en la Biblia se menciona a los †œhijos del Dios verdadero† es en Génesis 6:2-4, donde se dice que antes del diluvio universal, †œempezaron a fijarse en las hijas de los hombres, que ellas eran bien parecidas; y se pusieron a tomar esposas para sí­, a saber, todas las que escogieron†.
Muchos comentaristas sostienen que estos †˜hijos de Dios†™ eran descendientes varones de Set. Se basan en la premisa de que el fiel Noé procedí­a de la lí­nea de Set, mientras que los demás linajes que descendieron de Adán —el de Caí­n y los de sus otros hijos (Gé 5:3, 4.)— perecieron en el Diluvio. Por ello alegan que el que los †œhijos del Dios verdadero† tomaran por esposas a †œlas hijas de los hombres† quiere decir que hubo uniones matrimoniales entre los setitas y las descendientes del malvado Caí­n.
No hay nada, sin embargo, que muestre que en aquel tiempo Dios hiciera tal distinción entre los linajes. El resto de las Escrituras no confirma esta conclusión, a saber, que las dos lí­neas hicieran enlaces maritales de los que nacieron los †œpoderosos† de que habla el versí­culo 4. Si bien es cierto que la fórmula †œhijos de los hombres [o †œde la humanidad†]† (que los defensores de la postura antes indicada contrastan con el apelativo †˜hijos de Dios†™) se suele emplear de manera peyorativa, no siempre es así­. (Compárese con Sl 4:2; 57:4; Pr 8:22, 30, 31; Jer 32:18, 19; Da 10:16.)

Hijos angélicos de Dios. Por otra parte, hay una explicación que cuenta con el refrendo de otros textos bí­blicos. La expresión †œhijos del Dios verdadero† aparece también en Job 1:6, donde obviamente se refiere a los hijos celestiales de Dios reunidos ante Su presencia, entre los que apareció Satanás, que vení­a de †œdiscurrir por la tierra y de andar por ella†. (Job 1:7; véase también 2:1, 2.) Asimismo, no cabe duda de que los †œhijos de Dios† que †˜gritaron en aplauso†™ cuando El †˜colocó la piedra angular†™ de la Tierra (Job 38:4-7) eran hijos angélicos y no descendientes de Adán (que aún no habí­a sido creado). Del mismo modo, es evidente que los †œhijos de Dios† mencionados en el Salmo 89:6 también son criaturas celestiales, no humanos. (Véase DIOS [Términos hebreos].)
Los partidarios de la interpretación citada con anterioridad cuestionan que los †œhijos del Dios verdadero† de Génesis 6:2-4 sean criaturas angélicas, pues objetan que el contexto se refiere exclusivamente a la maldad humana. Sin embargo, no es una objeción válida, pues la interferencia malévola de espí­ritus en los asuntos del hombre podrí­a contribuir o potenciar el aumento de la iniquidad humana. Aunque estos seres no se materializaron cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, fueron responsables de conducta humana sumamente degradada. (Véanse DEMONIO; POSESIí“N DEMONIACA.) Es lógico que Génesis mencione la interferencia de algunos hijos angélicos de Dios en los asuntos humanos, ya que da cuenta a buen grado de la gravedad de la situación existente en la Tierra antes del Diluvio.
El apóstol Pedro lo corrobora, pues hace referencia a †œlos espí­ritus en prisión, que en un tiempo habí­an sido desobedientes cuando la paciencia de Dios estaba esperando en los dí­as de No醝 (1Pe 3:19, 20), así­ como a los †œángeles que pecaron†, a los que menciona en conexión con el †œmundo antiguo† del tiempo de Noé. (2Pe 2:4, 5.) Judas también hace referencia a †œlos ángeles que no guardaron su posición original, sino que abandonaron su propio y debido lugar de habitación†. (Jud 6.) Si se niega que los †œhijos del Dios verdadero† de Génesis 6:2-4 eran espí­ritus, estas palabras de los escritores cristianos se convierten en un enigma, pues no se explica ni cómo se concretó la desobediencia angélica ni la relación con los dí­as de Noé.
En ciertas ocasiones hubo ángeles que materializaron cuerpos humanos y que hasta comieron y bebieron con hombres. (Gé 18:1-22; 19:1-3.) La declaración de Jesús de que los resucitados no se casan ni se dan en matrimonio, sino que son como los †œángeles en el cielo†, muestra que entre tales criaturas celestiales no existe el matrimonio, pues no son seres sexuados. (Mt 22:30.) Ahora bien, de esto no se infiere que no pudieran materializar cuerpos humanos y formar ví­nculos matrimoniales con mujeres. Cabe notar que la referencia de Judas a los ángeles que no guardaron su posición original y abandonaron su †œpropio y debido lugar de habitación† (refiriéndose claramente al abandono del ámbito de los espí­ritus) precede de manera inmediata a las palabras: †œAsí­ también Sodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas —después que ellas de la misma manera como los anteriores hubieron cometido fornicación con exceso, e ido en pos de carne para uso contranatural— son puestas delante de nosotros como ejemplo amonestador†. (Jud 6, 7.) Por lo tanto, las pruebas bí­blicas señalan de manera contundente a que en los dí­as de Noé algunos ángeles se descarriaron y cometieron actos contrarios a su naturaleza de espí­ritus. Por consiguiente, no parece que haya razones válidas para cuestionar que los †˜hijos de Dios†™ de Génesis 6:2-4 fuesen ángeles. (Véase NEFILIM.)

El primer hijo humano y sus descendientes. Como Jehová lo habí­a creado, Adán era el primer †œhijo de Dios† humano. (Gé 2:7; Lu 3:38.) Cuando se le echó de Edén, el santuario de Dios, y se le condenó a muerte por ser pecador voluntario, Dios le repudió, de modo que perdió la relación filial con su Padre celestial. (Gé 3:17-24.)
Sus descendientes tení­an tendencias pecaminosas congénitas. (Véase PECADO.) Como habí­an nacido de alguien a quien Dios habí­a rechazado, no podí­an alegar que eran hijos de Dios por nacimiento. Juan 1:12, 13 demuestra este hecho al mencionar que los que han recibido a Cristo Jesús y ejercido fe en su nombre han recibido la †œautoridad de llegar a ser hijos de Dios, […] [naciendo], no de sangre, ni de voluntad carnal, ni de voluntad de varón, sino de Dios†. Por ello, la condición de hijos de Dios no se debe ver como algo que los descendientes de Adán reciben de manera connatural. Este y otros textos muestran que desde que Adán pecó se necesita un reconocimiento especial de Dios para que el hombre pueda ser llamado †œhijo† Suyo. Esto se ilustra en Su relación con Israel.

†œIsrael es mi hijo.† Cuando Jehová se dirigió a Faraón, que se creí­a divino e hijo del dios Ra, se refirió a Israel como †œmi hijo, mi primogénito†, y le dijo al déspota egipcio: †œEnví­a a mi hijo para que me sirva†. (Ex 4:22, 23.) Por consiguiente, Dios veí­a a la entera nación de Israel como su †œhijo† debido a que era su pueblo escogido, una †œpropiedad especial, de entre todos los pueblos†. (Dt 14:1, 2.) Puesto que Jehová es la Fuente de la vida y, más concretamente, puesto que produjo este pueblo en consonancia con el pacto abrahámico, se dice que es su †œCreador†, su †œFormador† y su †œPadre†, de modo que al pueblo se le podí­a llamar por Su nombre. (Compárese con Sl 95:6, 7; 100:3; Isa 43:1-7, 15; 45:11, 12, 18, 19; 63:16.) Les habí­a †˜ayudado aun desde el vientre†™, refiriéndose al comienzo de su desarrollo como pueblo, y los habí­a †˜formado†™ mediante su relación con ellos y el pacto de la Ley, dando forma a las caracterí­sticas y estructura de la nación. (Isa 44:1, 2, 21; compárese con las expresiones de Dios dirigidas a Jerusalén según se registran en Eze 16:1-14; también con las expresiones de Pablo en Gál 4:19 y 1Te 2:11, 12.) Jehová los protegió, llevó, corrigió y mantuvo como un padre a un hijo. (Dt 1:30, 31; 8:5-9; compárese con Isa 49:14, 15.) La nación deberí­a haber glorificado a su padre tal como harí­a un †œhijo†. (Isa 43:21; Mal 1:6.) No hacerlo serí­a negar su condición de hijos. (Dt 32:4-6, 18-20; Isa 1:2, 3; 30:1, 2, 9.) Algunos israelitas actuaron de manera vergonzosa y se les llamó †˜hijos de belial†™ (traducción literal de la expresión hebrea que se traduce †œhombres que no sirven para nada† en Dt 13:13 y en otros textos; compárese con 2Co 6:15). Se convirtieron en †œhijos renegados†. (Jer 3:14, 22; compárese con 4:22.)
Dios trató a los israelitas como a hijos en sentido nacional debido a su relación de pacto con El, como se desprende de que Dios se proclame no solo su †œHacedor†, sino también su †œRecomprador† y, lo que es más, su †œdueño marital†, expresión que coloca a Israel en una relación de esposa de Dios. (Isa 54:5, 6; compárese con Isa 63:8; Jer 3:14.) Probablemente debido a que los israelitas estaban en relación de pacto con Dios y a que reconocí­an que El habí­a formado la nación, se dirigí­an a El como †œnuestro Padre†. (Isa 63:16-19; compárese con Jer 3:18-20; Os 1:10, 11.)
La tribu de Efraí­n fue la más importante del reino norteño de diez tribus, y su nombre a menudo representaba al reino entero. Debido a que Jehová escogió a Efraí­n en lugar de Manasés —el verdadero primogénito de José— para que recibiese de su abuelo Jacob la bendición que le correspondí­a al primogénito, Jehová pudo llamar a la tribu de Efraí­n †œmi primogénito†. (Jer 31:9, 20; Os 11:1-8, 12; compárese con Gé 48:13-20.)

Israelitas individuales llamados †˜hijos†™. Dios también llamó †˜hijos†™ a ciertos israelitas en un sentido especial. En el Salmo 2, que Hechos 4:24-26 atribuye a David, es evidente que cuando el escritor habla del †œhijo† de Dios, se refiere a sí­ mismo. (Sl 2:1, 2, 7-12.) Ese salmo se cumplió posteriormente en Cristo Jesús, como se desprende del contexto de Hechos. Como otros versí­culos del salmo muestran que Dios no se dirigí­a a un recién nacido, sino a un hombre adulto, al decir: †œTú eres mi hijo; yo, hoy, yo he llegado a ser tu padre†, es obvio que David adquirió la condición de hijo como resultado de la selección divina para la gobernación real y por la manera paternal como Dios le trató. (Compárese con Sl 89:3, 19-27.) De manera similar, Jehová dijo de Salomón, el hijo de David: †œYo mismo llegaré a ser su padre, y él mismo llegará a ser mi hijo†. (2Sa 7:12-14; 1Cr 22:10; 28:6.)

Se puede perder la condición de hijo. Cuando Jesús estaba en la Tierra, los judí­os aún afirmaban que Dios era su †œPadre†. No obstante, Jesús dijo sin rodeos a algunos opositores que procedí­an †œde su padre el Diablo†, pues escuchaban y hací­an la voluntad y las obras del adversario de Dios, y, por consiguiente, mostraban que †˜no procedí­an de Dios†™. (Jn 8:41, 44, 47.) Esto vuelve a corroborar que el hecho de que un descendiente de Adán disfrute de la condición de hijo de Dios no depende del linaje, sino de que Jehová ponga la base para tener esa relación espiritual con El, relación que exige que los †œhijos† cumplan con su parte, de manera que manifiesten las cualidades de Dios, obedezcan su voluntad y sirvan fielmente a favor de Su propósito e intereses.

Hijos cristianos de Dios. Como manifiesta Juan 1:11, 12, solo algunos de la nación de Israel, los que ejercieron fe en Cristo Jesús, recibieron la †œautoridad de llegar a ser hijos de Dios†. El sacrificio de rescate de Cristo permitió que este †œresto† judí­o (Ro 9:27; 11:5) dejara de estar bajo el pacto de la Ley, que, aunque era bueno y perfecto, los condenaba como pecadores, como esclavos bajo la custodia del pecado. De manera que Cristo los libertó para que pudieran recibir †œla adopción de hijos† y llegar a ser †˜herederos gracias a Dios†™. (Gál 4:1-7; compárese con Gál 3:19-26.)
Las personas de las naciones que antes estaban †œsin Dios en el mundo† (Ef 2:12) también se reconciliaron con El al ejercer fe en Cristo, y de este modo entraron en una relación de hijos. (Ro 9:8, 25, 26; Gál 3:26-29.)
Al igual que Israel, estos cristianos forman un pueblo que está bajo un pacto, pues se les introduce en el †œnuevo pacto† validado por la aplicación de la sangre derramada de Cristo. (Lu 22:20; Heb 9:15.) Sin embargo, Dios mantiene una relación individual con los cristianos al aceptarlos en este pacto. Debido a que escuchan las buenas nuevas y ejercen fe, se les llama para que sean coherederos con el Hijo de Dios (Ro 8:17; Heb 3:1), Dios los †˜declara justos†™ sobre la base de su fe en el rescate (Ro 5:1, 2) y, por consiguiente, †˜se les produce por la palabra de la verdad†™ (Snt 1:18), de manera que †˜nacen de nuevo†™ como cristianos bautizados, ungidos o engendrados por el espí­ritu de Dios como sus hijos, con la perspectiva de disfrutar de vida espiritual en los cielos. (Jn 3:3; 1Pe 1:3, 4.) Ellos han recibido, no un espí­ritu de esclavitud, tal como el que resultó de la transgresión de Adán, sino un †œespí­ritu de adopción como hijos, espí­ritu por el cual clamamos: †˜Â¡Abba, Padre!†™†. El término †œAbba† es un tratamiento í­ntimo y cariñoso. (Ro 8:14-17; véanse ABBA; ADOPCIí“N [Un significado cristiano].) Gracias a la superioridad del papel de Cristo como mediador y a su sacerdocio, así­ como a la bondad inmerecida que Dios expresa por medio de aquel, la condición de hijos de estos cristianos ungidos por espí­ritu es una relación con Dios más í­ntima que la del Israel carnal. (Heb 4:14-16; 7:19-25; 12:18-24.)

Cómo mantener la condición de hijos. Su †œnuevo nacimiento† a esta esperanza viva (1Pe 1:3) no garantiza de por sí­ que continuarán en esta condición de hijos. Deben ser †œconducidos por el espí­ritu de Dios†, no por su propia carne pecaminosa, y tienen que estar dispuestos a sufrir como Cristo. (Ro 8:12-14, 17.) Han de ser también †œimitadores de Dios, como hijos amados† (Ef 5:1), de manera que reflejen las cualidades divinas —paz, amor, misericordia, bondad (Mt 5:9, 44, 45; Lu 6:35, 36)—, muestren que son †œsin culpa e inocentes† de la maldad de la †œgeneración torcida y aviesa† que los rodea (Flp 2:15), se purifiquen de las prácticas injustas (1Jn 3:1-4, 9, 10), obedezcan los mandamientos de Dios y acepten su disciplina. (1Jn 5:1-3; Heb 12:5-7.)

Plena adopción como hijos. Aunque se les llama para ser hijos de Dios, mientras están en la carne solo tienen una †œprenda de lo que ha de venir†. (2Co 1:22; 5:1-5; Ef 1:5, 13, 14.) Por esta razón, pese a que el apóstol hablaba de sí­ y de sus compañeros cristianos como †œhijos de Dios†, podí­a decir: †œNosotros mismos los que tenemos las primicias, a saber, el espí­ritu, sí­, nosotros mismos gemimos en nuestro interior, mientras aguardamos con intenso anhelo la adopción como hijos, el ser puestos en libertad de nuestros cuerpos por rescate†. (Ro 8:14, 23.) Por consiguiente, después de vencer al mundo por su fidelidad hasta la muerte, por fin reciben la plena adopción como hijos y resucitan como hijos celestiales de Dios y †œhermanos† del Principal Hijo de Dios, Cristo Jesús. (Heb 2:10-17; Rev 21:7; compárese con Rev 2:7, 11, 26, 27; 3:12, 21.)
Los que han recibido el llamamiento celestial saben que son hijos espirituales de Dios porque el †˜espí­ritu mismo [de Dios] da testimonio con su espí­ritu de que son hijos de Dios†™. (Ro 8:16.) Esto debe significar que su espí­ritu actúa como una fuerza impelente que los mueve a responder de manera positiva tanto a las expresiones del espí­ritu de Dios que hay en su Palabra inspirada y que tienen que ver con esa esperanza celestial, como a la relación que Dios mantiene con ellos mediante Su espí­ritu. Por lo tanto, están seguros de que son en realidad hijos y herederos espirituales de Dios.

Gloriosa libertad de los hijos de Dios. El apóstol habla de la †œgloria que va a ser revelada en nosotros† y también de la †œexpectación anhelante de la creación [que] aguarda la revelación de los hijos de Dios†. (Ro 8:18, 19.) Como la gloria de estos hijos es celestial, es patente que tal †œrevelación† de su gloria tiene que ir precedida de su resurrección a la vida celestial. (Compárese con Ro 8:23.) Sin embargo, en 2 Tesalonicenses 1:6-10 se indica que esto no es lo implicado, pues habla de la †œrevelación del Señor Jesús†, que traerá castigo judicial sobre los que han recibido el juicio adverso de Dios †œal tiempo en que él viene para ser glorificado con relación a sus santos†. (Véase REVELACIí“N.)
Como Pablo dice que †œla creación† espera esta revelación, y entonces †œserá libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios†, es evidente que aparte de estos †œhijos de Dios† celestiales, hay otros que se benefician de la revelación de ellos en gloria. (Ro 8:19-23.) El término griego que se traduce †œcreación† puede referirse a cualquier criatura, humana o animal, o a la creación en general. No obstante, Pablo indica que esta †œcreación† está en †œexpectación anhelante†, y menciona que, pese a haber sido †œsujetada a futilidad, [aunque] no de su propia voluntad†, †˜aguarda†™ el tiempo en que será †œlibertada de la esclavitud a la corrupción [con el fin de tener] la gloriosa libertad de los hijos de Dios†, y mientras tanto †˜gime juntamente†™ tal como hacen los †œhijos† cristianos dentro de sí­ mismos. Todas estas acciones muestran de manera concluyente que se refiere a la creación o familia humana, no a la creación en general: los animales, la vegetación y otras creaciones animadas e inanimadas. (Compárese con Col 1:23.) Por consiguiente, esto tiene que significar que la revelación de los hijos de Dios en gloria abre el camino para que otros miembros de la familia humana entren en una relación con Dios como hijos verdaderos y disfruten de la libertad que acompaña a tal relación. (Véanse DECLARAR JUSTO [La justificación de otro grupo de personas]; GRAN MUCHEDUMBRE.)
En vista de que Cristo es el prometido †œPadre Eterno† (Isa 9:6) y de que los †œhijos [cristianos] de Dios† llegan a ser sus †œhermanos† (Ro 8:29), se desprende que ha de haber otros miembros de la familia humana que consigan la vida por medio de Cristo Jesús y que sean, no sus coherederos y reyes asociados y sacerdotes, sino sus súbditos en el Reino. (Compárese con Mt 25:34-40; Heb 2:10-12; Rev 5:9, 10; 7:9, 10, 14-17; 20:4-9; 21:1-4.)
Puede notarse también que Santiago (1:18) llama a estos †œhijos de Dios† ungidos por espí­ritu †œciertas primicias† de las criaturas de Dios, una expresión similar a la utilizada con referencia a los †œciento cuarenta y cuatro mil† que son †œcomprados de entre la humanidad†, según se dice en Revelación 14:1-4. La palabra †œprimicias† implica que después vienen otros frutos, de modo que la †œcreación† de Romanos 8:19-22 se refiere lógicamente a tales †˜frutos posteriores†™ o †˜secundarios†™ de la humanidad, a quienes se les otorga finalmente la condición de hijos en la familia universal de Dios debido a su fe en Cristo Jesús.
Cuando Jesús habló del futuro †œsistema de cosas† y de la †œresurrección de entre los muertos† a la vida en ese sistema, dijo que estos llegan a ser †œhijos de Dios por ser hijos de la resurrección†. (Lu 20:34-36.)
De toda la información que se ha examinado se desprende que se puede ser †˜hijo†™ de Dios en diversos sentidos. Por tanto, para determinar qué abarca dicha expresión en cada caso y la naturaleza exacta de esa relación filial hay que tomar en cuenta el contexto.

Cristo Jesús, el Hijo de Dios. El evangelio de Juan pone de relieve particularmente la existencia prehumana de Jesús como †œla Palabra†, y explica que †œla Palabra vino a ser carne y residió entre nosotros, y tuvimos una vista de su gloria, gloria como la que pertenece a un hijo unigénito de parte de un padre†. (Jn 1:1-3, 14.) Las propias declaraciones de Jesús muestran que su condición de hijo era anterior a su nacimiento como hombre; por ejemplo, en una ocasión Jesús dijo: †œCuantas cosas he visto con mi Padre las hablo† (Jn 8:38, 42; compárese con Jn 17:5, 24); también lo muestra el claro testimonio de los apóstoles inspirados. (Ro 8:3; Gál 4:4; 1Jn 4:9-11, 14.)

†œUnigénito.† Algunos comentaristas cuestionan la traducción de la palabra griega mo·no·gue·nes por †œunigénito†. Dicen que la última parte de la palabra (gue·nes) no se deriva de guen·ná·o (engendrar), sino de gué·nos (clase), por lo que el término se refiere al †˜único de una clase o género†™. Debido a ello varias traducciones dicen que Jesucristo es el †œHijo único† o †œúnico Hijo† (BI, BJ, NBE, NVI, RH), más bien que el †œhijo unigénito† de Dios. (Jn 1:14; 3:16, 18; 1Jn 4:9.) Sin embargo, aunque los componentes de la palabra no tengan que ver con la idea de nacimiento, el uso del término implica, sin lugar a dudas, la idea de descendencia o nacimiento, pues la palabra griega gué·nos significa †œlinaje; parentesco; prole; raza†. Se traduce †œraza† en 1 Pedro 2:9. La Vulgata latina de Jerónimo traduce mo·no·gue·nes por unigenitus. Muchos lexicógrafos reconocen esta relación del término con nacimiento o descendencia.
La obra Greek and English Lexicon of the New Testament (de Edward Robinson, 1885, pág. 471) define mo·no·gue·nes como †œúnico nacido, unigénito, i. e.: hijo único†. El Greek-English Lexicon to the New Testament (de W. Hickie, 1956, pág. 123) también da: †œunigénito†. El Theological Dictionary of the New Testament dice: †œÎœÎ¿Î½Î¿- [mo·no-] no denota la fuente, sino la naturaleza de la derivación. Así­, µονογενής [mo·no·gue·nés] significa †˜de nacimiento único†™, i. e.: sin hermanos o hermanas. Esto nos da la idea de unigénito. La ref[erencia] es al hijo único de unos padres, primordialmente en relación con ellos. […] No obstante, la palabra también puede utilizarse en un sentido más general sin ref[erencia] a derivación con el significado de †˜único†™, †˜sin par†™, †˜incomparable†™, aunque no deberí­an confundirse las ref[erencias] a clase o especie y a manera† (edición de G. Kittel, traducción al inglés y edición de G. Bromiley, 1969, vol. 4, pág. 738).
Con respecto al uso del término en las Escrituras Griegas Cristianas o †œNuevo Testamento†, esta última obra dice: †œSignifica †˜unigénito†™. […] En [Juan] 3:16, 18; 1 Jn. 4:9; [Juan] 1:18, la relación de Jesús no solo se compara a la de un hijo único con respecto a su padre. Es la relación del unigénito con respecto al Padre. […] En Jn. 1:14, 18; 3:16, 18; 1 Jn. 4:9 µονογενής denota más que la singularidad o excelencia de Jesús. En todos estos versí­culos se le llama expresamente el Hijo, y así­ se le considera en 1:14. En Jn. µονογενής denota el origen de Jesús. El es µονογενής en cuanto es el unigénito† (págs. 739-741).
En vista de estos comentarios y de las pruebas procedentes de las Escrituras, no hay razón para cuestionar las traducciones que muestran que Jesús no solo es el único o incomparable Hijo de Dios, sino su †œHijo unigénito†, descendiente de Dios en el sentido de que El le ha creado. Confirman esta idea las referencias apostólicas al Hijo como †œel primogénito de toda la creación† y †œAquel que nació de Dios†. (Col 1:15; 1Jn 5:18.) De hecho, Jesús mismo declara que es †œel principio de la creación por Dios†. (Rev 3:14.)
Jesús, que se llamaba †œla Palabra† antes de ser hombre, es el hijo †œprimogénito† de Dios (Col 1:15) por ser su primera creación. (Jn 1:1.) La voz †œprincipio† que aparece en Juan 1:1 no puede referirse al †œprincipio† de Dios el Creador, pues El no tiene principio, es eterno. (Sl 90:2.) Debe referirse, pues, al principio de la creación, cuando Dios produjo a la Palabra como su Hijo primogénito. El término †œprincipio† se usa de manera similar en muchos otros textos con referencia al comienzo de un perí­odo, carrera o proceder, como el †œprincipio† de la carrera cristiana de aquellos a quienes Juan escribió su primera carta (1Jn 2:7; 3:11), el †œprincipio† del proceder rebelde de Satanás (1Jn 3:8) o el †œprincipio† de la desviación de Judas de la justicia. (Jn 6:64; véase JUDAS núm. 4 [Se corrompe].) Jesús es el †œHijo unigénito† (Jn 3:16) en el sentido de que es el único de los hijos de Dios, celestiales o humanos, creado exclusivamente por Dios, pues a todos los demás se les creó a través o †œpor medio de† ese Hijo primogénito. (Col 1:16, 17; véanse JESUCRISTO [Existencia prehumana]; UNIGENITO.)

Engendrado por espí­ritu, vuelve a ser hijo celestial. Cuando Jesús nació como hombre, mantuvo la condición de Hijo de Dios de que disfrutaba en su existencia prehumana. Su nacimiento no fue el fruto de una concepción por simiente o esperma humano de ningún descendiente de Adán, sino que se debió a la acción del espí­ritu santo de Dios. (Mt 1:20, 25; Lu 1:30-35; compárese con Mt 22:42-45.) Jesús confesó que era hijo de Dios a la edad de doce años, cuando dijo a sus padres terrestres: †œ¿No sabí­an que tengo que estar en la casa de mi Padre?†. Ellos no captaron el sentido de estas palabras, pues quizás pensaron que llamaba a Dios †œPadre† como lo hací­an los israelitas en general, como ya se ha visto. (Lu 2:48-50.)
Sin embargo, cuando Juan el Bautista lo bautizó unos treinta años después de nacer como hombre, el espí­ritu santo vino sobre Jesús y Dios le dijo: †œTú eres mi Hijo, el amado; yo te he aprobado†. (Lu 3:21-23; Mt 3:16, 17.) Jesús, en tanto hombre, †˜nació de nuevo†™ para ser a partir de entonces un Hijo espiritual con la esperanza de volver a la vida celestial, y fue ungido con espí­ritu para ser el rey y sumo sacerdote nombrado por Dios. (Jn 3:3-6; compárese con 17:4, 5; véase JESUCRISTO [Su bautismo].) De un modo parecido se expresó Dios en la transfiguración en el monte, cuando se mostró a Jesús en la gloria del Reino. (Compárese con Mt 16:28 y 17:1-5.) Con respecto a la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, Pablo aplicó parte del Salmo segundo a aquella ocasión, citando las palabras de Dios: †œTú eres mi hijo; yo, hoy, yo he llegado a ser tu padre†, y también aplicó las palabras del pacto de Dios con David, a saber: †œYo mismo llegaré a ser su padre, y él mismo llegará a ser mi hijo†. (Sl 2:7; 2Sa 7:14; Hch 13:33; Heb 1:5; compárese con Heb 5:5.) Por su resurrección de entre los muertos a vida de espí­ritu Jesús fue †œdeclarado Hijo de Dios† (Ro 1:4), †œdeclarado justo en espí­ritu†. (1Ti 3:16.)
Por tanto, se ve que tal como David, un hombre adulto, podí­a †˜llegar a ser hijo de Dios†™ en un sentido especial, así­ también Cristo Jesús †˜llegó a ser Hijo de Dios†™ de una manera especial cuando fue bautizado y cuando fue resucitado, y seguramente también cuando entró en la gloria completa del Reino.

Acusación falsa de blasfemia. Debido a que Jesús varias veces llamó a Dios su Padre, ciertos judí­os opuestos lo acusaron de blasfemia, diciendo: †œTú, aunque eres hombre, te haces a ti mismo un dios†. (Jn 10:33.) La mayor parte de las traducciones leen aquí­ †œDios†. Sin embargo, la versión de Besson y la traducción al inglés de Charles Cutler Torrey escriben la palabra en minúscula (†œdios†), mientras que The Emphatic Diaglott ofrece la lectura interlineal †œun dios†. La base principal para traducir †œun dios† se halla en la propia respuesta de Jesús, en la que citó del Salmo 82:1-7. Como puede verse, este texto no se referí­a a que hubiera personas a las que se llamara †œDios†, sino †œdioses† e †œhijos del Altí­simo†.
Según el contexto, aquellos a quienes Jehová llamó †œdioses† e †œhijos del Altí­simo† en este salmo eran jueces israelitas que habí­an obrado de manera injusta, lo que hizo que el propio Jehová tuviera que juzgar †˜en medio de esos dioses†™. (Sl 82:1-6, 8.) En vista de que Jehová aplicó esos términos a aquellos hombres, ciertamente Jesús no era culpable de ninguna blasfemia al decir: †œSoy Hijo de Dios†. Mientras que las obras de aquellos †œdioses† o jueces contradecí­an su afirmación de ser †œhijos del Altí­simo†, las obras de Jesús siempre dieron prueba de que estaba en unión con su Padre y tení­a una relación de perfecta armoní­a con El. (Jn 10:34-38.)

Fuente: Diccionario de la Biblia