HIPOCRITA

v. Inicuo
Psa 26:4 no me he sentado con hombres h, ni
Psa 119:113 aborrezco a los hombres h; mas amo
Pro 11:9 el h con la boca daña a su prójimo; mas
Isa 33:14 en Sion, espanto sobrecogió a los h
Mat 6:2 como hacen los h en las sinagogas y en
Mat 6:5 cuando ores, no seas como los h; porque
Mat 6:16 ayunéis, no seáis austeros, como los h
Mat 7:5 ¡h! saca primero la viga de tu propio ojo
Mat 15:7; Mar 7:6 h, bien profetizó de vosotros
Mat 16:3; Luk 12:56 ¡h! que sabéis distinguir el
Mat 22:18 les dijo: ¿Por qué me tentáis, h?
Mat 23:13; Luk 11:44 ¡ay de vosotros, escribas .. h!
Mat 24:51 pondrá su parte con los h; allí será el
Luk 13:15 h .. ¿no desata en el día de reposo su


griego hypokriteis, actor. El que finge lo que no es. Como en el teatro griego, el h. usa máscaras para presentarse ante los demás. La hipocresí­a fue condenada por Jesús, Mt 6, 2/ 5/16; y el epí­teto h. se lo enrostró a los escribas y fariseos por su excesivo celo en el cumplimiento de la Ley mientras se olvidaban de la justicia, Mt 15, 7; 22, 18; 23, 13-32; Mc 7, 6; Lc 12, 56; 13, 15.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

vet, Literalmente, denotaba en gr. un actor de teatro (“hupokriteis”), y de ahí­, por su sentido secundario de actuar, de dar una representación ajena a la realidad de la propia persona, vino a denotar un engañador, uno que pretende lo que no es, o que oculta sus verdaderos pensamientos, actitudes e intenciones bajo una máscara de falsas apariencias. La hipocresí­a está contundentemente condenada en la Biblia (Jb. 36:13; Pr. 11:9; Is. 33:14; Mt. 6:2, 5; 24:51; 1 P. 2:1). La hipocresí­a constituye una constante tentación, en la que incluso grandes creyentes cayeron ocasionalmente, y por la que tuvieron que ser reprendidos, como en el caso de Pedro y Bernabé, amonestados por Pablo (Gá. 2:13). Así­, el cristiano debe siempre guardarse de la doblez hipócrita de su vida.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Persona que finge ser lo que no es; aquella cuyas acciones no armonizan con sus palabras.
Aunque algunas palabras hebreas derivadas de la raí­z ja·néf se suelen traducir †œhipócrita† o †œhipocresí­a† en algunas versiones (BR; DK; Scí­o; TA; Val, 1909), en otras se utilizan términos como †œimpí­o†, †œmalvado†, †œperverso† (NBE) y †œapóstata† (NM). Según la obra A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament (de Brown, Driver y Briggs, 1980, págs. 337, 338), el término ja·néf usado como adjetivo puede definirse como †œprofano, irreligioso […], descreí­do†. En las Escrituras ja·néf aparece en paralelo con los que se olvidan de Dios (Job 8:13), los inicuos (Job 20:5) y los malhechores (Isa 9:17), y se contrasta con los rectos y los inocentes. (Job 17:8; véase APOSTASíA.)
La palabra griega que se traduce †œhipócrita† (hy·po·kri·tes) se refiere literalmente al †œque responde†, y también a un comediante. Los actores griegos y romanos llevaban grandes máscaras con unos dispositivos mecánicos para amplificar la voz. Por eso, el término griego hy·po·kri·tes llegó a emplearse en sentido metafórico y se aplicaba a alguien traidor o fingidor. La misma palabra aparece en la Septuaginta griega en Job 34:30; 36:13. Los hipócritas son †œinfieles† (compárese Lu 12:46 con Mt 24:51), y el término †œhipocresí­a† (hy·pó·kri·sis), según se usa en las Escrituras, también puede querer decir †œiniquidad† y †œastucia†. (Compárese con Mt 22:18; Mr 12:15; Lu 20:23; véase también Gál 2:13, donde hy·pó·kri·sis se traduce †œsimulación†.)
Jesucristo llamó hipócritas a aquellos que hací­an una exhibición ostentosa cuando daban dones de misericordia, a aquellos que oraban y ayunaban para ser vistos por los hombres y también a los que encontraban defectos del tamaño de una paja en su hermano, pero luego no hací­an nada para corregir su propio defecto, que era tan grande como una viga. Llamó hipócritas a los que afirmaban que eran siervos de Dios pero no discernieron el significado de los tiempos en que viví­an ni de los acontecimientos que estaban ocurriendo, aunque no les costaba interpretar la apariencia de la tierra y del cielo a fin de determinar las condiciones meteorológicas. (Mt 6:2, 5, 16; 7:1-5; Lu 6:42; 12:54-56.)
Cuando el Hijo de Dios estuvo en la Tierra, no solo acusó a los lí­deres religiosos de Israel de ser hipócritas, sino que también declaró las razones que tení­a para hacerlo. Ellos simplemente rendí­an un servicio de labios al Creador e invalidaban la Palabra de Dios por causa de sus tradiciones. (Mt 15:1, 6-9; Mr 7:6, 7.) Sus acciones no estaban de acuerdo con sus palabras. (Mt 23:1-3.) Los escribas y fariseos no solo se negaron a aprovecharse de la oportunidad de entrar en el Reino de los cielos, sino que dificultaron la entrada a otras personas, y así­ aumentaron su pecado. Hací­an todo lo posible para convertir a alguien, solo para hacerlo merecedor del Gehena dos veces más que ellos. Eran escrupulosos con las cosas pequeñas de la Ley, pero desatendí­an los asuntos de más peso: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Como hipócritas que eran, tan solo tení­an una apariencia exterior de limpieza, pero por dentro estaban llenos de inmundicia. Igual que los sepulcros blanqueados, que son hermosos por fuera, parecí­an justos a los hombres, pero por dentro estaban †œllenos de hipocresí­a y de desafuero†. Edificaban las tumbas de los profetas y adornaban las tumbas conmemorativas de los justos, alegando que ellos no hubieran derramado la sangre de esos hombres. Sin embargo, su proceder demostraba que eran tan asesinos como sus antepasados. (Mt 23:13-36.) La enseñanza de los fariseos y saduceos era en realidad hipocresí­a. (Mt 16:6, 12; Lu 12:1; véase también Lu 13:11-17.)
Un ejemplo sobresaliente de hipocresí­a fue el de los discí­pulos de los fariseos y los partidarios de Herodes cuando se acercaron a Jesús con una pregunta sobre los impuestos. Primero recurrieron a la adulación, diciendo: †œMaestro, sabemos que eres veraz y enseñas el camino de Dios en verdad†. Luego le formularon la pregunta capciosa: †œ¿Es lí­cito pagar la capitación a César, o no?†. Jesús los llamó con razón hipócritas, pues en realidad no buscaban una respuesta a su pregunta, sino que la plantearon con la única intención de atraparlo en su habla. (Mt 22:15-22; Lu 20:19-26; GRABADO, vol. 2, pág. 544.)
Un derrotero hipócrita no puede ocultarse indefinidamente. (Lu 12:1-3.) Los hipócritas están condenados por Dios como indignos de vida eterna. (Mt 24:48-51.) Por lo tanto, el amor y la fe de un cristiano deben ser sin hipocresí­a. (Ro 12:9; 2Co 6:4, 6; 1Ti 1:5.) La sabidurí­a de arriba no es hipócrita. (Snt 3:17.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

jupokrites (uJpokrithv”, 5273), que se corresponde con el término anterior, denota en primer lugar a uno que responde; luego, a un actor en escena. Era costumbre entre los actores griegos y romanos hablar en grandes máscaras con dispositivos mecánicos para aumentar la potencia de la voz; de ahí­ este término vino a usarse para denotar a un engañador, un hipócrita. Se halla solo en los Evangelios Sinópticos, y siempre usado por el Señor; quince veces en Mateo; los otros pasajes son Mc 7.6; Luk 6:42; 11.44 (en TR); 12.56; 13.15.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

Como los profetas (p.c., Is 29,13) y loe sabios (p.e., Eclo 1,28s; 32,15; 36,20), pero con un vigor incomparable, puso Jesús al descubierto las raí­ces y las consecuencias de la hipocresí­a fijándose especialmente en los *fariseos. Son evidentemente hipócritas aquellos cuya conducta no expresa los pensamientos del *corazón; pero al mismo tiempo son calificados de ciegos por Jesús (comp. Mt 23,25 y 23,26).

Parece que hay una relación que justifica el paso de un sentido al otro: el hipócrita, a fuerza de querer engañar a los otros, se engaña a sí­ mismo y se vuelve ciego para con su propio estado, siendo incapaz de ver la luz.

1. El formalismo del hipócrita. La hipocresí­a religiosa no es sencillamente una *mentira; engaña al prójimo para conquistar su estima a partir de gestos religiosos cuya intención no es *simple. El hipócrita parece obrar para Dios, pero en realidad obra para sí­ mismo. Las prácticas más recomendables, limosna, oración, ayuno se pervierten así­ por la preocupación de “hacerse notar” (Mt 6,2.5.16; 23,5). Este hábito de establecer cierta distancia entre el corazón y los *labios induce a disimular intenciones malignas, como cuando con el pretexto de una cuestión jurí­dica se quiere poner una asechanza a Jesús (Mt 22,18; cf. Jer 18,18). El hipócrita, deseoso de quedar bien, de “salvar el *rostro”, sabe elegir entre los preceptos o disponerlos con una casuí­stica sutil: así­ puede filtrar el mosquito y tragarse el camele: (Mt 23,24) o encauzar las prescripciones divinas en favor de su rapiña o de su intemperancia (23,25) : “i Hipócritas!, bien profetizó de vosotros Isaí­as cuando dijo: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí­” (15,7).

2. Ciego que se engaña a sí­ mismo. El formalismo se puede curar, pero la hipocresí­a no está lejos del *endurecimiento. Los “sepulcros blanqueados” acaban por tomar por verdad lo que quieren hacer creer a los otros: se creen *justos (cf. Le 18,9) y se hacen sordos a todo llamamiento a la conversión. Como un actor de teatro (en gr. hypocrites), el hipócrita sigue representando su papel, tanto más cuanto más elevado rango ocupa y su palabra es obedecida (Mt 23,2s). La corrección fraterna es sana, pero ¿cómo podrá el hipócrita sacarse la viga que le tapa la vista, si sólo piensa en quitar la paja del ojo del vecino (1,4s; 23,3s)? Los guí­as espirituales son necesarios acá abajo, pero ¿no se ponen en lugar de Dios cuando sustituyen la ley divina por tradiciones humanas? Son ciegos que pretenden guiar a los otros (15,3-14), y su doctrina no es más que una mala levadura (Le 12,11. Ciegos, son incapaces de reconocer los signos del *tiempo, es decir, de descubrir en Jesús al enviado de Dios, y todaví­a reclaman “un signo del cielos (Le 12,56; Mt 16,1ss); cegados por su propia malicia, no quieren saber nada de la bondad de Jesús, e invocan la ley del sábado para impedirle hacer el bien (Le 13,15); si osan imaginar que Belzebub es la causa de los milagros de Jesús, es que de un mal corazón no pueden salir buenas palabras (Mt 12,24.34). Para romper las puertas de su corazón los deja Jesús en mal lugar delante de los otros (Mt 23,Iss), denunciando su pecado radical, su podredumbre secreta (23,27s): esto es mejor que dejar compartir la suerte de los *impí­os (24,51; Le 12,46). Jesús utilizaba aquí­ sin duda el término arameo hanef a, que en el AT significa ordinariamente “perverso, impí­o” : el hipócrita está en trance de convertirse en impí­o. El cuarto evangelio traduce la apelación de hipócrita por la de ciego: el pecado de los *judí­os consiste en decir “nosotros vemos”, siendo así­ que están ciegos (Jn 9,40). 3. El riesgo permanente de la hipocresí­a. Serí­a una ilusión pensar que la hipocresí­a es monopolio de los *fariseos. Ya la tradición sinóptica extendí­a a la multitud la acusación de hipocresí­a (LC 12,56; 13,15); Juan tiene presentes, a través de “los *judí­os”, a los incrédulos de todos los tiempos. El cristiano, sobre todo si tiene función de guí­a, está también expuesto a hacerse hipócrita. Pedro mismo no esquivó este peligro en el episodio de Antioquí­a que le enfrentó con Pablo: su conducta era una clase de “hipocresí­a” (Gál 2,13). El mismo Pedro recomienda al creyente que sea *simple en su vida como un recién nacido, sabiendo que la hipocresí­a lo acecha (lPe 2,1s) y podrí­a llevarlo a sucumbir en la apostasí­a (lTim 4,2).

->Mentira – Fariseos – Simple.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

En castellano hipócrita es el que deliberadamente y como hábito pretende ser bueno cuando sabe que no lo es. Pero el término mismo es una transliteración del gr. hypokritēs, que en general significaba actor teatral. Aunque en el gr. eclesiástico adquirió pronto su significado moderno, parecería imposible demostrar que en el ss. I d.C. tenía este sentido. En la LXX se lo emplea dos veces para traducir el heb. ḥānēf, ‘sin Dios’, ‘infiel’.

En el NT la palabra hipócrita se usa solamente en las narraciones sinópticas, en relación con los juicios de Jesús sobre fariseos y escribas. Aunque las fuentes “farisaicas” (Soṭah 22b) reconocen y condenan la hipocresía en sus filas, el tenor general del NT, los testimonios del ss. I sobre la enseñanza de los fariseos en el Talmud y el Midrás, y el apoyo que les prestaba la masa del pueblo (Jos., Ant. 13.298), contribuyen a hacer que resulte difícil aceptar un cargo general de hipocresía contra ellos. Un estudio de los cargos reales contra los fariseos nos mostrará que sólo en los casos más raros podemos tomarlos como hipócritas. Encontramos ceguera ante sus propias faltas (Mt. 7.5), ante las obras de Dios (Lc. 12.56), ante el verdadero sentido de los valores (Lc. 13.15), una valoración excesiva de la tradición humana (Mt. 15.7; Mr. 7.6), una completa ignorancia de las demandas de Dios (Mt. 23.14–15, 25, 29), y amor por la ostentación (Mt. 6.2, 5, 16). Solamente Cristo, el único lector perfecto de las realidades internas (Mt. 23.27–28), podía atreverse a hacer un juicio semejante.

Bibliografía. W. Günter, U. Becker, H. G. Link, “Mentira”, °DTNT, t(t). III, pp. 68–73; K. H. Schelkle, Teología del Nuevo Testamento, 1975, t(t). III, pp. 395–401; W. Beilner, “Hipócrita”, °DTB, 1967, cols. 453–456.

J. Jocz, The Jewish People and Jesus Christ, 1949; H. L. Ellison, “Jesus and the Pharisees” en JTVI 85, 1953; Arndt, bajo hypokritēs; U. Wilckens, TDNT 8, pp. 559–570; W. Günther et al., NIDNTT 2, pp. 467–474.

H.L.E.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico