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HUMOR

HUMOR

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Sentido alegre de la vida, manifestado en las expresiones, en las relaciones y en las diversas producciones de las personas o de los grupos humanos. El humor es un talante de vida y de persona. Puede ser de diversas formas y niveles: negro o amargo (sarcástico, crí­tico, mordaz) y puede ser bueno y blanco (gracejo, gozo, júbilo, regocijo, broma, hilaridad, alegrí­a). Quien por profesión trata con niños, jóvenes y gentes sencillas y populares, como es por lo general el catequista, necesita cierta dosis de humor para tonificar las relaciones con impresiones de agrado y para fomentar la confianza. Es casi impensable, y desde luego ineficaz, una acción catequética rí­gida, seca, seria y exclusivamente conceptual. El ropaje humano y cálido es necesario para hacer agradable el contenido, del mismo modo que los lenguajes atractivos son imprescindibles para hacer comprensibles los mensajes sublimes revelados

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Es difí­cil definir y describir el «humor», el «buen humor». Viene a ser una nota de garantí­a de la paz y convivencia en serenidad. En un grupo o comunidad apostólica es una nota familiar indispensable.

Dios es alegre porque es Amor. Dios ama al hombre y le ayuda a relativizar lo que no es trascendental. La nota de buen humor indica el cariño tierno de Dios y la comprensión sobre los esquemas artificiales que el hombre se fabrica. Dios habla así­ por medio de nuestros amigos. Jonás, lamentándose de que se le disipara la sombra del ricino, mientras hubiera deseado contemplar la destrucción de Ní­nive, fue ocasión para que se mostrara el «buen humor» de nuestro Padre Dios (cfr. libro de Jonás, cap. 4).

El buen humor no tiene la intención de hacer sufrir, sino que ayuda a salir del sufrimiento. Así­ trata Jesús a sus amigos. Pedro, andando satisfecho sobre las aguas, a la vista de Jesús, comenzó a hundirse al primer embate de un viento contrario (cfr. Mt 14,29-33). La Magdalena, buscando a Jesús sin saber que ya lo tení­a delante, no dijo más que disparates (cfr. Jn 20,15). Los dos discí­pulos de Emaús, quejándose de su mala suerte, no se daban cuenta que estaban sacando todos sus trapitos al sol (cfr. Lc 24,19-24).

El buen humor realitiviza amando e infundiendo esperanza. Esta actitud de serenidad sólo la sabe expresar quien ha aprendido a reí­rse de sí­ mismo, sabiéndose amado por Cristo, no por lo que uno hace o tiene (cargos, cualidades, éxitos…), sino por lo que uno es.

Ese buen humor no es la ironí­a de una venganza solapada, sino la actitud serena, que es sana ironí­a, de presentar la verdad desnuda en la perspectiva de la caridad. Porque ese humor indica que se ama más a las personas por sí­ mismas, sin trucos de escayola. Por esto nunca se ceba en un niño que se cae o en un anciano que se tambalea.

El buen humor es í­ndice de libertad y de ambiente familiar, porque es expresión de sentido común, de prudencia y de respecto de sí­ y de los demás. La mejor alabanza que se puede hacer a un apóstol que celebra sus bodas de oro, es decirle, con tal que sea verdad, que, a pesar de los nubarrones, nunca ha perdido el humor.

A nuestra teologí­a de hoy y a nuestras programaciones y evaluaciones pastorales, les falta frecuentemente ese granito de sal, que es señal de contemplación y de no sentirse nunca solos ni frustrados. El «silencio» final de Santo Tomás de Aquino (y de muchas vidas anónimas) es más elocuente que todo cuanto escribió anteriormente; pero, sin esos escritos (que él llamaba «paja»), no hubiera sido posible el silencio contemplativo y profético del final de su vida.

Con esta nota de gozo, se caminarí­a más «aprisa», para transmitir el «saludo de paz» («shalom») y hacer de la vida un «Magní­ficat», traducido en servicio incondicional, en la casa de los demás y en «la propia casa» (Lc 1,39-58). Sin ese «Nazaret» real (cfr. Lc 2,51), no se podrí­a descifrar el tí­tulo más sencillo y alegre que dieron al Señor «Jesús de Nazaret» (Jn 1,46; 19,19, Hech 10,38).

Referencias Bienaventuranzas, esperanza, fiesta, gozo, paz, Nazaret, vida comunitaria.

Bibliografí­a A. CANO, J. SUAREZ, Dios rí­e. Exhortación al contento y a la alegrí­a (Santander, Sal Terrae, 1991); F. NUí‘EZ URIBE, Dios es humor (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1993).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

Conviene conservar un cierto sentido del humor para poder interpretar serenamente los hechos. Tratemos de interpretar la realidad de manera desenfadada, sin poner de antemano la razón o la sinrazón en un solo lado, sin dejarnos llevar instintivamente a ponernos de parte de los que condenan o de parte de los que absuelven, de parte de un partido o de parte de otro. Si conservamos el sentido del humor y una mirada desenfadada sobre las cosas, podremos ver los hechos con más claridad y sencillez. Tenemos que estar dispuestos a reconocer que no habí­amos entendido bien las cosas, y que se podí­an entender mejor. Todo esto es simple sabidurí­a cotidiana, pero es una sabidurí­a importante porque nos mantiene alejados de los errores de interpretación más graves, que —como dice Jesús— no se perdonarán jamás. El temor a equivocamos de parte a parte a la hora de interpretar las situaciones, de tachar esto o aquello de justo y de erróneo, de bueno y de malo, nos hará ser humildes y prudentes, nos ayudará a adquirir la sabidurí­a que nos permita reconocer la verdad, aun en medio de situaciones complicadas, y sobre todo reconocer, para aceptarlo y no para rechazarlo, el misterio de Dios que se nos manifiesta como misterio de amor y de perdón.

Carlo Marí­a Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997

Fuente: Diccionario Espiritual