HUMOR
[551]
Sentido alegre de la vida, manifestado en las expresiones, en las relaciones y en las diversas producciones de las personas o de los grupos humanos. El humor es un talante de vida y de persona. Puede ser de diversas formas y niveles: negro o amargo (sarcástico, crítico, mordaz) y puede ser bueno y blanco (gracejo, gozo, júbilo, regocijo, broma, hilaridad, alegría). Quien por profesión trata con niños, jóvenes y gentes sencillas y populares, como es por lo general el catequista, necesita cierta dosis de humor para tonificar las relaciones con impresiones de agrado y para fomentar la confianza. Es casi impensable, y desde luego ineficaz, una acción catequética rígida, seca, seria y exclusivamente conceptual. El ropaje humano y cálido es necesario para hacer agradable el contenido, del mismo modo que los lenguajes atractivos son imprescindibles para hacer comprensibles los mensajes sublimes revelados
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Es difícil definir y describir el «humor», el «buen humor». Viene a ser una nota de garantía de la paz y convivencia en serenidad. En un grupo o comunidad apostólica es una nota familiar indispensable.
Dios es alegre porque es Amor. Dios ama al hombre y le ayuda a relativizar lo que no es trascendental. La nota de buen humor indica el cariño tierno de Dios y la comprensión sobre los esquemas artificiales que el hombre se fabrica. Dios habla así por medio de nuestros amigos. Jonás, lamentándose de que se le disipara la sombra del ricino, mientras hubiera deseado contemplar la destrucción de Nínive, fue ocasión para que se mostrara el «buen humor» de nuestro Padre Dios (cfr. libro de Jonás, cap. 4).
El buen humor no tiene la intención de hacer sufrir, sino que ayuda a salir del sufrimiento. Así trata Jesús a sus amigos. Pedro, andando satisfecho sobre las aguas, a la vista de Jesús, comenzó a hundirse al primer embate de un viento contrario (cfr. Mt 14,29-33). La Magdalena, buscando a Jesús sin saber que ya lo tenía delante, no dijo más que disparates (cfr. Jn 20,15). Los dos discípulos de Emaús, quejándose de su mala suerte, no se daban cuenta que estaban sacando todos sus trapitos al sol (cfr. Lc 24,19-24).
El buen humor realitiviza amando e infundiendo esperanza. Esta actitud de serenidad sólo la sabe expresar quien ha aprendido a reírse de sí mismo, sabiéndose amado por Cristo, no por lo que uno hace o tiene (cargos, cualidades, éxitos…), sino por lo que uno es.
Ese buen humor no es la ironía de una venganza solapada, sino la actitud serena, que es sana ironía, de presentar la verdad desnuda en la perspectiva de la caridad. Porque ese humor indica que se ama más a las personas por sí mismas, sin trucos de escayola. Por esto nunca se ceba en un niño que se cae o en un anciano que se tambalea.
El buen humor es índice de libertad y de ambiente familiar, porque es expresión de sentido común, de prudencia y de respecto de sí y de los demás. La mejor alabanza que se puede hacer a un apóstol que celebra sus bodas de oro, es decirle, con tal que sea verdad, que, a pesar de los nubarrones, nunca ha perdido el humor.
A nuestra teología de hoy y a nuestras programaciones y evaluaciones pastorales, les falta frecuentemente ese granito de sal, que es señal de contemplación y de no sentirse nunca solos ni frustrados. El «silencio» final de Santo Tomás de Aquino (y de muchas vidas anónimas) es más elocuente que todo cuanto escribió anteriormente; pero, sin esos escritos (que él llamaba «paja»), no hubiera sido posible el silencio contemplativo y profético del final de su vida.
Con esta nota de gozo, se caminaría más «aprisa», para transmitir el «saludo de paz» («shalom») y hacer de la vida un «Magníficat», traducido en servicio incondicional, en la casa de los demás y en «la propia casa» (Lc 1,39-58). Sin ese «Nazaret» real (cfr. Lc 2,51), no se podría descifrar el título más sencillo y alegre que dieron al Señor «Jesús de Nazaret» (Jn 1,46; 19,19, Hech 10,38).
Referencias Bienaventuranzas, esperanza, fiesta, gozo, paz, Nazaret, vida comunitaria.
Bibliografía A. CANO, J. SUAREZ, Dios ríe. Exhortación al contento y a la alegría (Santander, Sal Terrae, 1991); F. NUí‘EZ URIBE, Dios es humor (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1993).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
Conviene conservar un cierto sentido del humor para poder interpretar serenamente los hechos. Tratemos de interpretar la realidad de manera desenfadada, sin poner de antemano la razón o la sinrazón en un solo lado, sin dejarnos llevar instintivamente a ponernos de parte de los que condenan o de parte de los que absuelven, de parte de un partido o de parte de otro. Si conservamos el sentido del humor y una mirada desenfadada sobre las cosas, podremos ver los hechos con más claridad y sencillez. Tenemos que estar dispuestos a reconocer que no habíamos entendido bien las cosas, y que se podían entender mejor. Todo esto es simple sabiduría cotidiana, pero es una sabiduría importante porque nos mantiene alejados de los errores de interpretación más graves, que —como dice Jesús— no se perdonarán jamás. El temor a equivocamos de parte a parte a la hora de interpretar las situaciones, de tachar esto o aquello de justo y de erróneo, de bueno y de malo, nos hará ser humildes y prudentes, nos ayudará a adquirir la sabiduría que nos permita reconocer la verdad, aun en medio de situaciones complicadas, y sobre todo reconocer, para aceptarlo y no para rechazarlo, el misterio de Dios que se nos manifiesta como misterio de amor y de perdón.
Carlo María Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997
Fuente: Diccionario Espiritual