Biblia

IGLESIA MADRE

IGLESIA MADRE

Maternidad de la comunidad eclesial

San Pablo, al presentar su apostolado con el sí­mbolo del amor materno (Gal 4,19), a ejemplo de «la mujer» de la que nace Jesús (Gal 4,4), afirma que «la Jerusalén de arriba (la Iglesia) es nuestra madre» (Gal 4,26). La Iglesia es madre (Gal 4,26), como esposa fecunda y virgen fiel (2Cor 11,2). Esta maternidad, propia de todo bautizado, tiene lugar especialmente por medio de la santificación y de la acción apostólica.

Jesús nació de Marí­a («la mujer») por obra del Espí­ritu Santo (Gal 4,4-7). Ahora, de modo semejante, nace de la acción apostólica de la Iglesia, la cual tiende a «formar a Cristo» en los evangelizados (Gal 4,19). La naturaleza misionera de la Iglesia es de maternidad. «La comunidad eclesial ejerce por la caridad, por la oración, por el ejemplo y por las obras de penitencia una verda¬dera maternidad respecto a las almas que debe llevar a Cristo, porque ella es un instrumento eficaz que indica o allana el camino hacia Cristo y su Iglesia a los que, todaví­a no creen, que anima también a los fieles, los alimenta y fortalece para la lucha espiritual» (PO 6).

En cada comunidad eclesial se concretiza la maternidad de la Iglesia (2Jn 1,4.13), que es siempre universal. Todo creyente recibe la vida divina por medio de la Iglesia o de los signos eclesiales; por esto la fe en la Iglesia se puede expresar de este modo «Creo en la santa Iglesia, madre» (fórmula del credo en la Iglesia africana primitiva). Pero, al mismo tiempo, todo creyente es Iglesia madre, como parte activa e integrante de una comunidad que es madre por los servicios del profetismo, culto y realeza..

Ministerialidad y sacramentalidad de la maternidad eclesial

La maternidad de la Iglesia es «ministerial», es decir, de signos eficaces por los que ejerce su misión profetismo, culto, realeza (o pastoreo, caridad). En este sentido se puede decir que la misión de la Iglesia es el ejercicio de su maternidad. La acción evangelizadora es, pues, de maternidad eclesial y encuentra su mejor modelo en Marí­a. «En su obra apostó¬lica, con razón, la Iglesia mira hacia aquella que engendró a Cristo, concebido por el Espí­ritu Santo y nacido de la Virgen, precisamente para que por la Iglesia nazca y crezca también en los corazones de los fieles. La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres» (LG 65).

La maternidad de la Iglesia es «ministerial» y «sacramental», en cuanto que se relaciona estrechamente con los «signos» que constituyen su «sacramentalidad». A través de los signos ministeriales (como son las vocaciones y servicios) y de los signos «sacramentales», la Iglesia transmite la vida en Cristo bajo la acción del Espí­ritu Santo. Esa maternidad se realiza a través de los ministerios o servicios proféticos, cultuales y de caridad, como signos eficaces y portadores de Cristo. «La Iglesia… se hace madre mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad, pues por la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espí­ritu Santo y nacidos de Dios» (LG 64).

Esa «nueva maternidad en el Espí­ritu» (RMa 47) empezó en el cenáculo, cuando la Iglesia estaba reunida «con Marí­a la Madre de Jesús» (Hech 1,14). Y se concretó en la acción evangelizadora de «dar testimonio con audacia de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo» (Hech 4,33). A través de la historia, los perí­odos más fecundos para la evangelización se han caracterizado por la toma de conciencia de esta realidad de ser Iglesia madre. Los santos son un ejemplo patente de este sentido y amor de Iglesia madre y misionera.

Dimensión misionera de la maternidad eclesial

La maternidad de la Iglesia es permanente y universal por ser de naturaleza salví­fica y, consecuentemente, ser portadora e instrumento vivo de la salvación universal de Cristo. La maternidad eclesial está relacionada estrechamente con la de Marí­a en esa acción permanente y universal. Propiamente es la maternidad de Marí­a que se actualiza por medio de la Iglesia «Las palabras que Jesús pronuncia desde lo alto de la cruz significan que la maternidad de su madre encuentra una nueva continuación en la Iglesia y a través de la Iglesia» (RMa 24). En ambas, es una maternidad fecunda, que deriva de la fidelidad al Verbo encarnado por obra del Espí­ritu Santo. Es, pues, maternidad que deriva de la virginidad en su sentido más profundo. En la medida en que la Iglesia es virgen fiel, se hace también madre y esposa fecunda, «sacramento universal de salvación» (AG 1, en relación con AG 4).

El término «maternidad», aplicado a la misión de la Iglesia, encuentra su punto de apoyo en la misma doctrina de Jesús sobre las dificultades del apostolado (cfr. Jn 16,20-22). Es también el sí­mil que usa San Pablo respecto a su acción apostólica. «Esta caracterí­stica materna de la Iglesia ha sido expresada de modo particularmente vigoroso por el Apóstol de las gentes, cuando escribí­a Hijos mí­os, por quienes sufro dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros (Gal 4,19). En estas palabras de San Pablo está contenido un indicio interesante de la conciencia materna de la Iglesia primitiva, unida al servicio apostólico entre los hombres» (RMa 43; cfr. EN 79).

La Iglesia es madre como medianera de verdad, como portadora de las promesas divinas y como instrumento de vida divina. Cristo sigue presente y operante en los signos eclesiales (Mt 28,20), asociando a Marí­a y a la Iglesia a la obra salví­fica (cfr. Jn 19,25-27). La Iglesia anuncia, presencializa y comunica a Cristo, para que sea realidad viviente en el corazón de cada ser humano. «Se puede afirmar que la Iglesia aprende también de Marí­a la propia maternidad…. Porque, al igual que Marí­a está al servicio del misterio de la encarnación, así­ la Iglesia permanece al servicio del misterio de la adopción como hijos por medio de la gracia» (RMa 43).

Referencias Iglesia, Madre de la Iglesia, sacramento universal de salvación.

Lectura de documentos LG 6, 14, 41-42, 63-65; GS 44; SC 85, 112; CEC 757, 2030.

Bibliografí­a L. CERFAUX, Le Fils né de la femme (Gal 3,24-4,9) Bible et Vie Chrétienne 4 (1953-1954) 59-65; H. DE LUBAC, La maternidad de la Iglesia, en Las Iglesias particulares en la Iglesia universal (Salamanca, Sí­gueme, 1974) II; E. DELAHAYE, Ecclesia Mater chez les Pères des trois premiers siècles (Paris, Cerf, 1964); J. ESQUERDA BIFET, Maternidad de la Iglesia y misión Euntes Docete 30 (1977) 5-29; N. LANZI, La Chiesa madre in Sant’Agostino (Roma, Pont. Univ. Lateranense, 1993); A. VANHOYE, La Mère du Fils de Dieu selon Gal 4,4 Marianum 40 (1978) 237-247.

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización