ILUSTRACIONES

La voz griega pa·ra·bo·le (literalmente, †œcolocación al lado; yuxtaposición†) tiene un significado más amplio que las palabras españolas †œproverbio† y †œparábola†. El término †œilustración†, sin embargo, tiene un significado amplio, que puede englobar la †œparábola† y, en muchos casos, el †œproverbio†. Un †œproverbio† encierra una verdad en lenguaje expresivo, a menudo de manera metafórica, y una †œparábola† es una comparación o sí­mil, una narración corta, generalmente ficticia, de la que se puede obtener una verdad moral o espiritual.
Las Escrituras emplean pa·ra·bo·le en un sentido más amplio que la palabra española †œparábola†, como lo muestra Mateo 13:34, 35, donde Mateo señala que se habí­a predicho que Jesucristo hablarí­a en †œilustraciones† (NM), †œparábolas† (BJ, CI). El Salmo 78:2, citado por Mateo, se refiere a un †œdicho proverbial† (heb. ma·schál), y para esta expresión el evangelista empleó la palabra griega pa·ra·bo·le. Tal como indica el sentido literal de la voz griega, la pa·ra·bo·le era un medio de enseñar o comunicar una idea, un método para explicar una cosa †˜colocando al lado†™ algo semejante. (Compárese con Mr 4:30.) Muchas versiones se limitan a traducir el término griego por la forma españolizada †œparábola†. Sin embargo, esta traducción no siempre transmite el significado pleno.
Por ejemplo, en Hebreos 9:9 y 11:19 muchas versiones ven necesario recurrir a términos diferentes a †œparábola†. En el primero de estos textos el apóstol Pablo llama al tabernáculo o tienda que usaba Israel en el desierto †œuna ilustración [pa·ra·bo·le; †œsí­mil†, ENP; †œimagen†, EMN; †œfigura†, NC; †œsí­mbolo†, Val] para el tiempo señalado†. En el segundo texto el apóstol dice que Abrahán recibió a Isaac de entre los muertos †œa manera de ilustración† (NM) (pa·ra·bo·lei; †œen sentido figurado†, BAS; Val). Al dicho: †œMédico, cúrate a ti mismo†, también se le llama pa·ra·bo·le. (Lu 4:23.) En vista de esto, un término más general, como †œilustración† (NM), sirve para traducir pa·ra·bo·le de manera consecuente en todos los casos.
Otra palabra relacionada es †œalegorí­a† (gr. al·le·go·rí­Â·a), que consiste en varias metáforas consecutivas en las que una serie de acciones simbolizan otras, mientras que los personajes a menudo son tipos o personificaciones. Pablo emplea el verbo griego al·le·go·ré·o (alegorizar) en Gálatas 4:24 con respecto a Abrahán, Sara y Agar, un verbo que se traduce por †˜ser una alegorí­a†™ (Str), †˜estar dicho en forma alegórica†™ (CI) y †˜quedar como un drama simbólico†™ (NM).
El apóstol Juan usó otra palabra (pa·roi·mí­Â·a) para †œcomparación† (Jn 10:6; 16:25, 29); se ha traducido: †œsí­mil†, †œparábola†, †œproverbio†, †œalegorí­a†, †œsemejanza†, †œsí­mbolo†, †œenigma†, †œejemplo†, †œfigura†, †œlenguaje figurado† y †œcomparación† (TA, NC, CI, FS, SA, BI, NM). Pedro empleó la misma palabra con respecto al †œproverbio† del perro que vuelve a su vómito y la cerda que se revuelca en el fango. (2Pe 2:22.)

Eficacia. Las ilustraciones o parábolas constituyen un método de enseñanza de gran eficacia debido a, por lo menos, cinco razones: 1) Captan y retienen la atención; pocas cosas atraen tanto el interés como una experiencia o un relato. ¿Quién no conoce las ilustraciones del hijo pródigo y de la oveja perdida? 2) Avivan la facultad de pensar; uno de los mejores ejercicios mentales es buscar el significado de una comparación y captar las verdades abstractas que se presentan. 3) Afectan las emociones y, debido a que por lo general el oyente ve la aplicación práctica de las verdades, llegan a la conciencia y al corazón. 4) Ayudan a recordar; posteriormente se puede reconstruir el relato y aplicarlo. 5) Conservan la verdad, puesto que siempre son aplicables y comprensibles, en cualquier momento y época. Mientras que las palabras pueden cambiar de significado, las ilustraciones tratan de la vida y de la naturaleza. Esta es una de las razones por las que las verdades bí­blicas conservan hoy la claridad que tuvieron cuando se pronunciaron o escribieron.

Propósitos. Como se ha mostrado anteriormente, el propósito principal de todas las ilustraciones es enseñar. Pero las ilustraciones de la Biblia también tienen otros propósitos:
1) El hecho de que una persona a veces tenga que profundizar para captar su significado completo, profundo y dirigido al corazón, tiende a desanimar a aquellos que no aman a Dios, cuyo interés es solo superficial y por tanto no desean de corazón la verdad. (Mt 13:13-15.) Dios no está recogiendo a tales personas. Las ilustraciones impulsaron a los humildes a solicitar una explicación; los orgullosos rehusaron hacerlo. Jesús dijo: †œEl que tiene oí­dos, escuche†, y aunque la mayor parte de las muchedumbres que escuchaban a Jesús siguieron por su camino, los discí­pulos iban a él y le solicitaban una explicación. (Mt 13:9, 36.)
2) Las ilustraciones ocultan las verdades a aquellos que podrí­an hacer mal uso de ellas y desean entrampar a los siervos de Dios. Jesús respondió a la pregunta capciosa de los fariseos con la ilustración de la moneda relacionada con el pago del impuesto, y concluyó: †œPaguen a César las cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios†. A sus enemigos se les dejó que ellos mismos hiciesen la aplicación; pero los discí­pulos de Jesús comprendieron plenamente el principio de neutralidad que se enunció. (Mt 22:15-21.)
3) Debido a que se deja que el oyente se aplique los principios de la ilustración, esta puede comunicarle un claro mensaje de advertencia y amonestación, y al mismo tiempo desarmarle, de manera que no tenga ninguna base para tomar represalias contra el orador. En otras palabras: que aquel a quien le aplique, se dé por aludido. Cuando los fariseos criticaron a Jesús por comer con los recaudadores de impuestos y los pecadores, Jesús respondió: †œLas personas en salud no necesitan médico, pero los enfermizos sí­. Vayan, pues, y aprendan lo que esto significa: †˜Quiero misericordia, y no sacrificio†™. Porque no vine a llamar a justos, sino a pecadores†. (Mt 9:11-13.)
4) Incluso cuando se emplean con el fin de corregir a una persona, las ilustraciones se pueden usar para evitar el prejuicio del oyente y que su mente se obceque por causa de dicho prejuicio, con lo que se consigue más de lo que se lograrí­a si se hiciese una exposición directa de los hechos. Tal fue el caso cuando Natán reprendió al rey David por su pecado con Bat-seba y Urí­as. (2Sa 12:1-14.) Asimismo, el empleo de una ilustración hizo que el inicuo rey Acab, sin darse cuenta, sopesase los principios implicados en su propio caso —cuando desobedeció al perdonarle la vida al rey Ben-hadad de Siria, un enemigo de Dios— y profiriese un juicio condenándose a sí­ mismo. (1Re 20:34, 38-43.)
5) Las ilustraciones pueden mover a las personas a proceder en un sentido o en otro, a †˜quitarse la máscara†™, mostrando si son o no siervos verdaderos de Dios. Cuando Jesús dijo: †œEl que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna†, †œmuchos de sus discí­pulos se fueron a las cosas de atrás, y ya no andaban con él†. De esta manera Jesús †˜eliminó†™ a todos aquellos que verdaderamente no creí­an de corazón. (Jn 6:54, 60-66.)

Lectura y enfoque apropiados. Las ilustraciones bí­blicas tienen más de un aspecto. Fijan e iluminan ciertos principios, y a menudo tienen un significado y aplicación proféticos. Por otra parte, algunas tuvieron un significado profético para el tiempo en que se pronunciaron o, para un poco más tarde, y algunas tení­an, además, un cumplimiento en el futuro distante.
Hay dos conceptos erróneos generales que pueden dificultar el entendimiento de las ilustraciones de la Biblia. Uno es el punto de vista de que tan solo son buenas historias, ejemplos o lecciones. Por ejemplo, muchos creen que la parábola del hijo pródigo no es más que una excelente composición literaria, y la ilustración del hombre rico y Lázaro, un ejemplo de recompensa y castigo después de la muerte.
Puede mencionarse a este respecto que aunque las ilustraciones se extraen de la vida y de la naturaleza, no necesariamente acontecieron en realidad. Si bien algunas ilustraciones empiezan con expresiones como: †œUna vez†, †œUn hombre tení­a†, †œHabí­a un hombre†, †œCierto hombre era†, u otras similares, se concibieron bajo la influencia del espí­ritu de Dios, y no eran más que lo que se les llamó: ilustraciones o parábolas. (Jue 9:8; Mt 21:28, 33; Lu 16:1, 19.) Sobre Jesucristo se dice: †œTodas estas cosas habló Jesús a las muchedumbres por ilustraciones. En verdad, sin ilustración no les hablaba†. (Mt 13:34; Mr 4:33, 34.)
Un segundo obstáculo para el entendimiento es: hacer una aplicación demasiado minuciosa de la ilustración, tratando de que cada detalle literal de la narración encaje simbólicamente por medio de una aplicación o interpretación arbitraria.
El enfoque apropiado se consigue en primer lugar leyendo el contexto y averiguando el marco en el que se pronunció la ilustración, preguntándose: ¿cuáles eran las condiciones y las circunstancias? Por ejemplo, cuando se llama a los gobernantes y al pueblo de Israel †œdictadores de Sodoma† y †œpueblo de Gomorra†, se nos hace pensar en pecadores impenitentes contra Jehová. (Isa 1:10; Gé 13:13; 19:13, 24.) Cuando el salmista le ora a Jehová para que a los enemigos de Dios y de Su pueblo les haga †œcomo a Madián†, se nos hace recordar la derrota completa de estos opresores del pueblo de Dios, en la que 120.000 fueron muertos. (Sl 83:2, 3, 9-11; Jue 8:10-12.)
Además, es útil tener un conocimiento de la Ley, las costumbres y prácticas y el lenguaje de la época. Por ejemplo, un conocimiento de la Ley nos ayuda a entender la ilustración de la red barredera. (Mt 13:47-50.) El hecho de que en Palestina los árboles frutales estuviesen gravados con impuestos en aquel tiempo y se talasen los árboles improductivos, nos ayuda a entender mejor por qué Jesús hizo que la higuera infructí­fera se marchitase, a fin de usarla a modo de ilustración. (Mt 21:18-22.)
Finalmente, a los elementos de una ilustración no se les deberí­a dar un significado arbitrario, basado en un punto de vista personal o en la filosofí­a. La regla enunciada para los cristianos es: †œNadie ha llegado a conocer las cosas de Dios, salvo el espí­ritu de Dios. Ahora bien, nosotros recibimos, no el espí­ritu del mundo, sino el espí­ritu que proviene de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado bondadosamente. De estas cosas también hablamos, no con palabras enseñadas por sabidurí­a humana, sino con las enseñadas por el espí­ritu, al combinar nosotros asuntos espirituales con palabras espirituales†. (1Co 2:11-13.)
La aplicación de esta regla puede demostrarse con la ilustración profética que se halla en el capí­tulo 6 de Revelación, donde se mencionan cuatro caballos, el primero de los cuales es blanco. (Rev 6:2). ¿Qué representa? Para entender su significado, es necesario examinar otros pasajes de la Biblia, así­ como el contexto. Proverbios 21:31 dice: †œEl caballo es algo preparado para el dí­a de la batalla†. Por otra parte, el blanco se usa con frecuencia para representar la rectitud y la justicia. El trono de juicio de Jehová es blanco, y los ejércitos celestiales cabalgan sobre caballos blancos y están vestidos de fino lino blanco y limpio. (Rev 20:11; 19:14; compárese con Rev 6:11; 19:8.) Sobre esta base se puede concluir que el caballo blanco representa guerra justa.
El jinete del caballo negro sostiene una balanza en la que se pesan ciertos alimentos. (Rev 6:5, 6.) Parece que esta imagen representa el hambre, pues en la profecí­a de Ezequiel sobre el hambre, a él se le dijo: †œTu alimento que comerás será por peso […] y tendrán que comer pan por peso y con solicitud ansiosa, y será por medida y con horror que beberán el agua misma†. (Eze 4:10, 16.) El entendimiento de los simbolismos bí­blicos como en el caso de los animales mencionados en determinadas ilustraciones, suele ser de ayuda e iluminación espiritual. (Véase BESTIAS SIMBí“LICAS.)
Hay un buen número de ilustraciones cuyo significado se da en la propia Biblia, acompañadas a menudo de una relación de acontecimientos que confirman su cumplimiento. Entre estas están por mencionar solo dos: la acción de Ezequiel de horadar un muro y salir con su rostro cubierto (Eze 12:1-16; 2Re 25:1-7, 11; Jer 52:1-15) y el intento de Abrahán de ofrecer a su hijo Isaac en sacrificio, que Dios impidió (ilustraciones que fueron hechos reales y tuvieron un valor alegórico). (Gé 22:9-13; Heb 11:19.) Hubo otras, en particular muchas de las que expuso Jesucristo, que después el mismo Jesús explicó. En muchos otros casos, la evolución misma de los acontecimientos actuales facilita la comprensión de las ilustraciones.

En las Escrituras Hebreas. Movidos por el espí­ritu de Jehová, los profetas y escritores hebreos de la Biblia registraron un número considerable de ilustraciones ingeniosas. En Génesis, por ejemplo, se expresa en sí­miles la promesa de Jehová de multiplicar la descendencia de Abrahán †œcomo las estrellas de los cielos y como los granos de arena que hay en la orilla del mar†. (Gé 22:15-18.) Con el fin de realzar el lastimoso estado en el que habí­a caí­do Judá por causa del pecado, Jehová movió a Isaí­as a comparar esa condición con un estado de enfermedad e inmundicia fí­sica, al decir: †œToda la cabeza está en condición enferma, y todo el corazón está endeble […]. Heridas y magulladuras y contusiones frescas… no han sido exprimidas ni vendadas, ni ha habido ablandamiento con aceite†. (Isa 1:4-6.) Jehová transmitió mensajes proféticos al rey Nabucodonosor por medio de las visiones de una imagen pavorosa y de un árbol inmenso, y Daniel pudo ver a determinados gobiernos del hombre representados por bestias de aspecto extraño. (Da 2, 4, 7.)
Los profetas emplearon a menudo palabras y expresiones con un valor metafórico al referirse a una persona o a un grupo de personas. Por ejemplo, a Jehová se le llama †œla Roca de Israel†, un †œpeñasco† y una †œplaza fuerte†, obviamente para transmitir la idea de que es una fuente estable de seguridad. (2Sa 23:3; Sl 18:2.) Se dijo que Judá era un †œcachorro de león† (Gé 49:9) y que los asirios eran †œla vara† con la que Dios expresarí­a su cólera. (Isa 10:5.)
En numerosas ocasiones los profetas hací­an una representación del mensaje que se les habí­a comisionado entregar, y así­ reforzaban el impacto de la palabra hablada. Jeremí­as profetizó calamidad para Jerusalén, y la puso de relieve quebrando una vasija delante de los ojos de los hombres de mayor edad del pueblo que estaban congregados y de los sacerdotes. Profetizó servidumbre a Babilonia, y la representó enviando ataduras y varas de yugo a varios reyes. (Jer 19, 27.) Isaí­as anduvo desnudo y descalzo para recalcar a los israelitas que de esta manera se llevarí­a al exilio a los egipcios y los etí­opes, aquellos a quienes ellos se estaban dirigiendo en busca de ayuda. (Isa 20.) Ezequiel grabó sobre un ladrillo una representación de Jerusalén, construyó un cerco de sitiar contra ella, puso una tartera de hierro entre él y la representación y se acostó sobre su costado frente a esta para representar el sitio venidero de la ciudad. (Eze 4.)
A veces se narraban relatos con el fin de subrayar el punto que querí­a comunicarse. Jotán hizo eso para mostrar a los terratenientes de Siquem su insensatez al escoger como rey a un hombre tan vil como Abimélec. (Jue 9:7-20.) Uno de los relatos del libro de Ezequiel gira en torno a dos águilas y una vid, para ilustrar el derrotero de Judá con relación a Babilonia y Egipto. (Eze 17.) En otro relato, Ezequiel usó a dos hermanas que se hicieron prostitutas, Oholá y Oholibá, para ilustrar el proceder de Samaria (el reino de diez tribus de Israel) y Jerusalén (Judá). (Eze 23.)
Las ilustraciones mencionadas aquí­ son solo algunas de las muchas que hay en las Escrituras Hebreas. Prácticamente todos los escritores y profetas bí­blicos usaron ilustraciones: unas se las dio Dios directamente en forma de visiones; otras, verbalmente. También se dieron por medio de cosas reales, como, por ejemplo, el tabernáculo, del que se dice que es †œuna ilustración†. (Heb 9:9.)

En las Escrituras Griegas. Las Escrituras Griegas Cristianas también están llenas de ilustraciones ví­vidas. Jesucristo, de quien se dijo: †œJamás ha hablado otro hombre así­†, poseí­a el mayor caudal de conocimiento al que recurrir, mayor que el de cualquier otro hombre que haya vivido jamás en la Tierra. (Jn 7:46.) Dios lo hizo todo por medio de él. (Jn 1:1-3; Col 1:15-17.) Jesús estaba bien familiarizado con toda la creación. Se comprende, pues, que sus comparaciones fuesen tan idóneas y que la descripción que hizo de las emociones humanas reflejase un profundo conocimiento. Fue como el hombre sabio de la antigüedad, que dijo: †œY además de haberse hecho sabio el congregador, también enseñó de continuo conocimiento a la gente, y meditó e hizo un escudriñamiento cabal, a fin de arreglar muchos proverbios ordenadamente. El congregador procuró hallar las palabras deleitables y la escritura de palabras correctas de verdad†. (Ec 12:9, 10.)
Jesús dijo apropiadamente que sus discí­pulos eran †œla sal de la tierra† y †œla luz del mundo†. (Mt 5:13, 14.) Los instó a que observaran †œatentamente las aves del cielo† y a que aprendiesen †œuna lección de los lirios del campo†. (Mt 6:26-30.) También se comparó a sí­ mismo a un pastor dispuesto a entregar su vida a favor de las ovejas. (Jn 10:11-15.) Dijo respecto a Jerusalén: †œÂ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne sus pollitos debajo de sus alas! Pero ustedes no lo quisieron†. (Mt 23:37.) A los lí­deres religiosos hipócritas los llamó †œÂ¡guí­as ciegos, que cuelan el mosquito pero engullen el camello!†. (Mt 23:24.) Por último, al referirse a personas cuyo comportamiento podrí­a hacer tropezar a otros, dijo: †œMás ventajoso le serí­a que le suspendieran del cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar†. (Lu 17:1, 2.)
Aunque las ilustraciones usadas por Jesús podí­an ser expresiones cortas, concisas, similares a los dichos proverbiales que se hallan en las Escrituras Hebreas, por lo general eran más largas, y a menudo se asemejaban a una historia por su carácter y duración. Jesús solí­a sacar sus ilustraciones de la creación misma, de costumbres de la vida cotidiana, de sucesos ocasionales o situaciones probables y de acontecimientos recientes que sus oyentes conocí­an bien.

Algunas de las ilustraciones importantes de Jesucristo. En los siguientes párrafos se hallará información útil concerniente al fondo histórico y al contexto de treinta de las ilustraciones que usó Jesucristo durante su ministerio terrestre y que registraron los escritores de los evangelios:

1) Los dos deudores (Lu 7:41-43). El propósito y la aplicación de la parábola de los dos deudores, uno de los cuales debí­a diez veces más que el otro, se hallan en el contexto: Lucas 7:36-40, 44-50.
Jesús dio esta ilustración debido a la actitud de su anfitrión —un hombre llamado Simón— hacia una mujer que habí­a entrado y le habí­a untado los pies con aceite perfumado. La presencia de la mujer, que no habí­a sido invitada, no se consideró fuera de lo corriente, puesto que al parecer en algunas ocasiones personas que no habí­an sido invitadas podí­an entrar en la habitación durante una comida y sentarse junto a la pared, conversando desde allí­ con los que se reclinaban a la mesa en el centro de la habitación. Jesús hizo una aplicación conveniente de la situación de los dos deudores, señalando que Simón no habí­a hecho que le lavaran los pies, no le habí­a saludado con un beso y no le habí­a untado la cabeza con aceite; estas eran cortesí­as que se acostumbraban a ofrecer a un huésped. Pero la mujer que tení­a muchos pecados mostró más amor y hospitalidad a Jesús, a pesar del hecho de que no era su anfitriona. Luego le dijo a ella: †œTus pecados son perdonados†.

2) El sembrador (Mt 13:3-8; Mr 4:3-8; Lu 8:5-8). No hay ninguna clave en la ilustración para poder interpretarla, pero la explicación se expresa claramente en Mateo 13:18-23; Marcos 4:14-20 y Lucas 8:11-15. La atención se centra en las circunstancias que afectan la tierra, o corazón, y las influencias que pueden estorbar el crecimiento de la semilla, o palabra del Reino.
En aquellos dí­as las semillas se sembraban de diferentes maneras. Era corriente que el sembrador llevase la semilla en una bolsa que colgaba del hombro y ataba a la cintura —otros la llevaban recogida en el faldón de su prenda exterior de vestir—, y la fuese arrojando a su paso. Se procuraba cubrir la semilla cuanto antes para evitar que los cuervos y las urracas se la comiesen, pero si el labrador se dejaba algún tramo de tierra sin arar o la semilla caí­a en tierra dura junto al camino, las aves se la comí­an. Los †œpedregales† no eran porciones del suelo llenos de pedruscos, sino, como dice Lucas 8:6, una †œmasa rocosa† o lajas de roca en el subsuelo sobre las que habí­a muy poca tierra. El sol chamuscarí­a en seguida las plantas que brotasen de las semillas que cayesen en esa tierra. El suelo lleno de espinos debió ser también terreno arado, pero no totalmente limpio de malas hierbas, de modo que estas crecieron y ahogaron la semilla que cayó en él. El fruto obtenido de la siembra de la semilla en la buena tierra —de a ciento, sesenta y treinta por uno— entra dentro de lo razonable. La siembra de semillas y la diversidad de suelos eran conceptos que conocí­an bien los que escuchaban a Jesús.

3) Mala hierba en medio del trigo (Mt 13:24-30). Jesús facilita la explicación, como se registra en Mateo 13:36-43, contrastando el †œtrigo†, o los †œhijos del reino†, con la †œmala hierba†, o los †œhijos del inicuo†.
La acción de sobresembrar un campo con mala hierba era un gesto de enemistad no del todo desconocido en el Oriente Medio. Se cree que la †œmala hierba† mencionada en la parábola es la cizaña (Lolium temulentum), cuyas propiedades venenosas tal vez se deban a un hongo que crece en la semilla. En sus fases de desarrollo y crecimiento se asemeja mucho al trigo, pero cuando madura es posible distinguirla con facilidad. Si se come, puede ocasionar mareos, y, en determinadas circunstancias, la muerte. Como las raí­ces de esta planta se entretejen con las del trigo, cualquier intento de arrancarla antes de la siega ocasionarí­a una pérdida importante de la cosecha del trigo.

4) El grano de mostaza (Mt 13:31, 32; Mr 4:30-32; Lu 13:18, 19). Se dice que el tema es †œel reino de los cielos†. Como se desprende de otros pasajes, esta parábola puede referirse a algún aspecto relacionado con el Reino (hasta puede incluir a aquellos que falsamente afirman representarlo), por lo que su aplicación no tiene por qué limitarse a sus miembros aprobados. (Mt 13:47, 48; 25:1, 2.)
El grano de mostaza es muy diminuto, de modo que podí­a usarse para aludir a algo extremadamente pequeño. (Lu 17:6.) Algunas plantas de mostaza alcanzan una altura de 3 a 4,5 m. cuando están plenamente desarrolladas, y tienen ramas gruesas, por lo que se asemejan a †œun árbol†, como dijo Jesús. Un detalle que nos ayuda a determinar el significado del †œárbol† es que esta ilustración se inserta en una serie de parábolas que empiezan con el comentario de contenido negativo que se halla en Mateo 13:13-15. Además, debe observarse que en este capí­tulo se alude a las †œaves† en un sentido negativo, como representación del †œinicuo†. (Mt 13:4, 19; Lu 8:12.)

5) La levadura (Mt 13:33). El tema es de nuevo †œel reino de los cielos†. Sin embargo, como en el caso de la anterior, esta ilustración se incluye en una serie de parábolas que se introducen con un comentario sobre la incapacidad de la gente de captar el verdadero sentido de la Palabra de Dios. (Mt 13:13-15.)
Las †œtres grandes medidas† son tres sá·ta, es decir, tres seas, que equivalen a un total de aproximadamente 22 l. de harina. La cantidad de levadura serí­a pequeña en comparación, pero solo un poco puede afectar a toda la masa. Por lo general, la levadura era un trozo de masa fermentada que se apartaba de la última hornada. Debe tenerse en cuenta que en las Escrituras se emplea la levadura como sí­mbolo de enseñanzas falsas e influencias corruptoras. (Lu 12:1; 1Co 5:6-8.)

6) El tesoro escondido (Mt 13:44). Jesús no la dirigió a las muchedumbres, sino a sus propios discí­pulos. (Mt 13:36.) Tal como se dice en el texto, el tema es †œel reino de los cielos†, que causa gozo a quien lo encuentra, hace que realice cambios y ajustes en su vida y busque primero el Reino, dejando todo atrás para conseguirlo.

7) El comerciante buscador de perlas (Mt 13:45, 46). Jesús la dirigió a sus discí­pulos. Compara el Reino de los cielos a una perla excelente de tal valor, que un hombre vende todas sus posesiones para adquirirla.
Las perlas son gemas preciosas que se hallan en el interior de la concha de ciertos moluscos. No todas son de calidad †œexcelente†; algunas no son blancas traslúcidas, sino amarillas u oscuras, o de superficie ligeramente áspera. En el antiguo Oriente Medio eran muy preciadas, y complací­an a su propietario. En la ilustración, el mercader que buscaba perlas tuvo la sagacidad de reconocer la excelencia de esta, estuvo dispuesto a hacer todo lo necesario y vender cuanto tení­a, para adquirirla. (Compárese con Lu 14:33; Flp 3:8.)

8) La red barredera (Mt 13:47-50). Con esta ilustración Jesús representa la acción de separar o escoger a los que no son dignos del Reino de los cielos. El versí­culo 49 indica que su cumplimiento culmina †œen la conclusión del sistema de cosas†. Dado que la red recoge tanto peces †œexcelentes† como malos, debe representar un medio por el que se recoge tanto a los que verdaderamente están encaminados al Reino, como a los que falsamente afirman estarlo.
Una red es un aparejo hecho con hilos o cuerdas trabados o anudados en forma de malla, que se sumerge en un cuerpo de agua y puede recoger toda clase de peces. La ilustración no podí­a ser más idónea para los discí­pulos de Jesús, algunos de los cuales habí­an sido pescadores. Sabí­an muy bien que la ley mosaica estipulaba que algunos peces, por no tener aletas y escamas, eran inmundos y no se podí­an comer. (Le 11:9-12; Dt 14:9, 10.)

9) El esclavo despiadado (Mt 18:23-35). La situación que llevó a que Jesús pronunciase la ilustración se expone en Mateo 18:21, 22, y la aplicación aparece en el versí­culo 35. Pone de relieve lo pequeñas que son las deudas de nuestros semejantes en comparación con lo que nosotros le debemos a Dios. La ilustración graba en nosotros, humanos pecadores a los que Dios perdona una deuda tan grande por medio del sacrificio de Cristo, la necesidad de ser misericordiosos con los pecados relativamente insignificantes que nuestro prójimo comete contra nosotros.
Un denario equivalí­a al jornal de un dí­a de trabajo, por lo que cien denarios —la deuda menor— equivaldrí­an a una tercera parte del jornal de un año. Diez mil talentos de plata —la deuda mayor— equivalí­an a sesenta millones de denarios, una cantidad que costarí­a miles de años de vida recaudarla. Se puede apreciar la enormidad de lo que se debí­a al rey si se piensa que, según Josefo, los impuestos que pagaban en conjunto las provincias de Idumea, Judea y Samaria, así­ como otras ciudades, en su dí­a ascendí­an a seiscientos talentos al año; Galilea y Perea pagaban doscientos. El propio Jesús expresa en el versí­culo 35 el principio que encierra la parábola: †œDel mismo modo también tratará mi Padre celestial con ustedes si no perdonan de corazón cada uno a su hermano†.

10) El buen samaritano (Lu 10:30-37). El contexto, Lucas 10:25-29, muestra que la ilustración se dio en respuesta a la pregunta: †œ¿Quién, verdaderamente, es mi prójimo?†. La conclusión apropiada que puede sacarse de la ilustración se muestra en los versí­culos 36 y 37.
El camino de Jerusalén a Jericó pasaba a través de un terreno agreste y solitario, y era escenario de frecuentes robos. Era tan peligroso que con el tiempo se apostó allí­ una guarnición para proteger a los viajeros. Jericó estaba a unos 23 Km. al ENE. de Jerusalén. Con el fin de identificar al †œprójimo† al que la Ley mandaba que se manifestase amor, Jesús indicó cómo reaccionaron un sacerdote y un levita cuando vieron al hombre que habí­a sido asaltado, golpeado y abandonado medio muerto en el camino. Los sacerdotes tení­an la asignación de ofrecer los sacrificios en el templo de Jerusalén y los levitas los ayudaban. Los samaritanos aceptaban la Ley tal como estaba expresada en el Pentateuco, pero los judí­os no los consideraban su prójimo, de hecho, no se trataban con ellos. (Jn 4:9.) Sentí­an un gran desprecio hacia los samaritanos (Jn 8:48), y algunos judí­os los maldecí­an en público en sus sinagogas y diariamente le oraban a Dios que los samaritanos no fuesen partí­cipes de la vida eterna. El aceite y el vino, derramados sobre las heridas del hombre de la ilustración, se solí­an usar con propósitos curativos. Los dos denarios que el samaritano le dejó al mesonero para que cuidase del hombre eran aproximadamente el salario de dos dí­as. (Mt 20:2.)

11) El amigo persistente (Lu 11:5-8). La ilustración fue parte de la respuesta que Jesús dio a sus discí­pulos cuando le pidieron que les enseñase a orar. (Lu 11:1-4.) Como se muestra en los versí­culos 9 y 10, la lección que debe extraerse no es que Dios se moleste por nuestras peticiones, sino que El espera que sigamos pidiendo.
La hospitalidad es un deber con el que las personas de Oriente Medio cumplen de manera sobresaliente. Aun si el huésped llegaba inesperadamente a medianoche, quizás debido a lo imprevisible de los viajes en aquel entonces, su anfitrión se sentí­a impelido a darle de comer. Puesto que a menudo era difí­cil determinar con exactitud cuánto pan necesitarí­a cocer un amo de casa, solí­an prestárselo entre los vecinos. En este caso, el vecino ya se habí­a acostado. Como algunos hogares, especialmente los de los pobres, tan solo consistí­an en una habitación grande, levantarse significaba tener que molestar a toda la familia, de ahí­ que el hombre estuviese remiso a atender la petición.

12) El hombre rico irrazonable (Lu 12:16-21). La ilustración fue parte de la respuesta de Jesús a un hombre que le pidió que mediase en una cuestión de herencia. Como se muestra en el versí­culo 15, la idea que se hace resaltar es que †œhasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee†. Compárese con lo que Jesús continuó diciendo a sus discí­pulos, empezando en el versí­culo 22.
La Ley prescribí­a que el hijo primogénito heredase dos partes del patrimonio. (Dt 21:17.) Parece ser que la disputa se habí­a originado por no haber prestado atención a este precepto legal, de ahí­ que Jesús previniera contra el espí­ritu de codicia.

13) La higuera improductiva (Lu 13:6-9). Pronunciada a finales del año 32 E.C., tres años completos después del bautismo de Jesús. Se acababa de dar el informe acerca de que Pilato habí­a matado a algunos galileos. Jesús también habí­a citado el caso de la muerte de dieciocho personas sobre las que se habí­a desplomado la torre de Siloam, y le dijo al pueblo que, a menos que se arrepintiesen, todos serí­an destruidos. (Lu 13:1-5.) Luego pronunció esta ilustración.
Era común plantar higueras y olivos en los viñedos, repartidos a cierta distancia entre sí­, de manera que si un año los viñedos no producí­an suficiente, aun así­ hubiese algún ingreso. Los árboles nuevos que crecí­an de esquejes solí­an producir por lo menos unos cuantos higos a los dos o tres años. El paralelo entre los tres años que se mencionan en la ilustración y los tres años que Jesús habí­a pasado en su ministerio parece ser significativo. Desde lejos el árbol parecí­a productivo, pero era engañoso. Como artí­culo gravado con impuestos, representaba una carga, de modo que merecí­a ser cortado.

14) La gran cena (Lu 14:16-24). Los versí­culos 1 al 15 dan el marco; la ilustración se relató en una comida a un invitado que dijo: †œFeliz es el que coma pan en el reino de Dios†.
Era costumbre notificar a los que previamente habí­an sido previamente invitados a una fiesta en qué momento estarí­a lista la comida. Los que pidieron que se les dispensara de esta gran cena prefirieron seguir tras otros intereses, que por lo general habrí­an parecido normales. Sin embargo, sus respuestas mostraron que no tení­an un verdadero deseo de estar presentes y que tampoco tení­an la consideración apropiada a su anfitrión. Aquellos a quienes se invitó después —pobres, lisiados, cojos, ciegos y otros a los que finalmente se hizo entrar— fueron personas que el mundo en general consideraba indignas. (Compárese con el vs. 13.)

15) La oveja perdida (Lu 15:3-7). Lucas 15:1, 2 muestra que Jesús puso la ilustración debido a que los fariseos y escribas murmuraban porque recibí­a a pecadores y recaudadores de impuestos. Mateo 18:12-14 registra una ilustración similar dada en una ocasión diferente.
A los recaudadores de impuestos, en particular los que eran judí­os, se les odiaba debido a que trabajaban para el sistema tributario de los odiados romanos. Se les trataba con desprecio. Para los que escuchaban a Jesús era fácil relacionar la ilustración de la oveja perdida con sucesos cotidianos. Una oveja perdida está indefensa, y es el pastor el que la busca a fin de recobrarla. El gozo que se produce en el cielo por el pecador que se arrepiente contrasta notablemente con la murmuración de los escribas y fariseos al ver el interés de Jesús por tales personas.

16) La moneda de dracma perdida (Lu 15:8-10). El contexto se halla en Lucas 15:1, 2, y la ilustración sigue a la de la oveja perdida. El versí­culo 10 indica la aplicación.
Un dracma equivalí­a casi al sueldo de un dí­a. Sin embargo, puede que esta moneda perdida haya tenido un valor especial, quizás como parte de una colección de diez, o tal vez por ser una herencia o parte de una sarta apreciada que se usaba como ornamento. Era necesario encender una lámpara para buscarla debido a que la abertura para la luz de la casa, si acaso habí­a alguna, solí­a ser muy pequeña. Además, el barrer facilitarí­a la búsqueda debido a que por lo general el suelo era simplemente de barro.

17) El hijo pródigo (Lu 15:11-32). Los fariseos y escribas estaban murmurando porque Jesús recibí­a a los recaudadores de impuestos y pecadores y comí­a con ellos. Jesús contestó poniendo las ilustraciones de la oveja perdida y la moneda perdida, seguidas de la del hijo pródigo.
De acuerdo con la ley judí­a, la herencia del hijo más joven era la mitad de la del hermano mayor. (Dt 21:17.) Tal como el hijo más joven se habí­a ido a un paí­s lejano, así­ veí­an los judí­os a los recaudadores de impuestos: como personas que les habí­an dejado para ponerse al servicio de Roma. Verse obligado a trabajar de porquerizo era degradante para un judí­o, puesto que estos animales eran inmundos según la Ley. (Le 11:7.) A su regreso a casa, el hijo más joven pidió que se le aceptase, no como hijo, sino como asalariado. Tal hombre no era ni siquiera parte de la hacienda, como era el caso de los esclavos, sino que era un forastero al que solo se le contrataba por un dí­a. (Mt 20:1, 2, 8.) El padre pidió una vestidura para el hijo más joven, la mejor. No se trataba de una simple prenda de vestir, sino que es probable que fuera una vestidura bordada lujosamente, como la que se ofrecí­a a un huésped distinguido. El anillo y las sandalias posiblemente eran distintivos de dignidad propios de un hombre libre.

18) El mayordomo injusto (Lu 16:1-8). La lección que puede extraerse de la ilustración se declara en los versí­culos 9 al 13. Al mayordomo se le encomia, no por su injusticia, sino por su sabidurí­a práctica.
El mayordomo estaba al cargo de los asuntos de su amo; se trataba de una posición de gran confianza. (Gé 24:2; 39:4.) En la ilustración de Jesús, el que se despidiese al mayordomo significaba que iba a tener que dejar la casa y quedarse sin ningún medio de mantenimiento. El que rebajase las deudas a los deudores de su amo no le proporcionó dinero, pero su propósito era ganar amigos que pudieran favorecerle en el futuro. Cien medidas de bato de aceite equivalí­an a 2.200 l., y cien medidas de coro de trigo, a 22.000 l.

19) El hombre rico y Lázaro (Lu 16:19-31). El contexto, que se encuentra en Lucas 16:14, 15, muestra que los fariseos, amadores del dinero, estaban escuchando y hací­an gestos de desprecio. Pero Jesús les dijo: †œUstedes son aquellos que se declaran a sí­ mismos justos delante de los hombres, pero Dios conoce sus corazones; porque lo que entre los hombres es encumbrado, cosa repugnante es a la vista de Dios†.
El ataví­o de †œpúrpura y lino† que llevaba puesto el hombre rico era propio de prí­ncipes, nobles y sacerdotes (Est 8:15; Gé 41:42; Ex 28:4, 5), y era muy costoso. El Hades, lugar al que fue el hombre rico, es el sepulcro común de la humanidad. Las palabras de Revelación 20:14 demuestran que el Hades mencionado en la parábola no podí­a ser un lugar de fuego ardiente, pues allí­ dice que la muerte y el Hades fueron arrojados al †œlago de fuego†. Tanto la muerte del hombre rico como su estancia en el Hades tienen un sentido figurado, y así­, en sentido figurado, es como se habla muchas veces de la muerte en las Escrituras. (Lu 9:60; Col 2:13; 1Ti 5:6.) Por consiguiente, el hombre rico experimentó tormento mientras se hallaba en una condición de muerte figurativa, porque de hecho estaba vivo en carne y hueso. El fuego se utiliza en la Palabra de Dios como sí­mbolo de sus mensajes de juicio ardientes (Jer 5:14; 23:29), por lo que la obra de sus profetas al proclamar dichos juicios †˜atormentó†™ a los opositores de Dios y de sus siervos. (Rev 11:7, 10.)
El nombre Lázaro es una forma helenizada de su correspondiente hebreo, Eleazar, que significa †œDios Ha Ayudado†. Al parecer, los perros que lamí­an sus úlceras eran perros que deambulaban por las callejuelas de la ciudad y a los que se consideraba inmundos. El que Lázaro estuviese en la posición del seno de Abrahán indicaba que se hallaba en una posición favorecida (compárese con Jn 1:18), pues esta figura metafórica se toma de la costumbre de reclinarse a la mesa para comer, de tal manera que la persona podí­a reclinarse y acomodarse en el seno de un amigo. (Jn 13:23-25.)

20) Esclavos que no sirven para nada (Lu 17:7-10). El versí­culo 10 muestra la lección que se obtiene de la ilustración.
Los esclavos que trabajaban en los campos de su amo con frecuencia también le serví­an la cena. No solo era normal que esperaran hasta que su amo hubiese comido antes de hacerlo ellos, sino que solí­an disputarse el honor de servirle. No se veí­a como una carga adicional, sino como un derecho de su amo.

21) La viuda y el juez (Lu 18:1-8). Tal como dice el versí­culo 1, la ilustración se puso †œrespecto a lo necesario que les era orar siempre y no desistir†. Los versí­culos 7 y 8 también muestran la aplicación. Esta ilustración, que subrayaba la importancia de la oración, fue particularmente apropiada en vista de lo que se menciona en los versí­culos 20 al 37 del capí­tulo anterior.
Parece ser que el juez no estaba relacionado con ningún tribunal judí­o. En el primer siglo habí­a cuatro tribunales judí­os. 1) El tribunal del pueblo, compuesto por tres hombres; 2) un tribunal compuesto por siete ancianos del pueblo; 3) los tribunales menores que habí­a en Jerusalén, compuestos por 23 personas cada uno, que también estaban en las ciudades medianamente grandes de toda Palestina, y 4) el tribunal principal, el gran Sanedrí­n, que se componí­a de 71 miembros, con su sede en Jerusalén y con autoridad sobre toda la nación. (Véase TRIBUNAL JUDICIAL.) Pero el juez de la ilustración no encaja con el sistema judicial judí­o, en el que al menos oficiaban tres hombres en el tribunal; por lo tanto, debe corresponder con uno de los jueces o magistrados policiales nombrados por los romanos. Se dice con claridad que este juez ni temí­a a Dios ni le preocupaba la opinión pública. La ilustración no dice que Dios es como el juez injusto; más bien, contrasta a Dios con el juez. Si este finalmente hizo lo que era justo, ¡con cuánta más razón lo hará Dios! La persistencia de la viuda hizo que el juez injusto actuara; de la misma manera, los siervos de Dios deben persistir en la oración. Dios, que es justo, contestará su oración haciendo que se haga justicia.

22) El fariseo que se creí­a justo y el recaudador de impuestos arrepentido (Lu 18:9-14). El marco y el objetivo de la ilustración se hallan en los versí­culos 9 y 14, respectivamente.
Los que iban al templo a orar no entraban en el Santo ni en el Santí­simo, pero podí­an entrar en los patios de alrededor. Los judí­os que iban con este fin probablemente permanecí­an en el patio exterior, llamado atrio de las mujeres. Los fariseos eran orgullosos y se creí­an de sí­ mismos que eran justos, por lo que miraban a los demás con desprecio. (Jn 7:47, 49.) Ayunaban dos veces a la semana, aunque no lo exigí­a la ley mosaica. Se dice que escogí­an para ayunar los dí­as que habí­a mercado —cuando muchas personas estaban en la ciudad—, también cuando se efectuaban servicios especiales en las sinagogas y se reuní­a el Sanedrí­n local; así­ todos podrí­an ver su piedad. (Mt 6:16; compárese con 10:7, nota.) A los recaudadores de impuestos judí­os se les permití­a ir al templo, pero se les odiaba por estar al servicio de Roma.

23) Los trabajadores a los que se les pagó un denario (Mt 20:1-16). La ilustración es parte de la respuesta de Jesús a la pregunta de Pedro registrada en Mateo 19:27: †œÂ¡Mira! Nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido; ¿qué habrá para nosotros, realmente?†. Nótese también Mt 19:30 y 20:16.
La época de la vendimia es un perí­odo de gran inquietud para los propietarios de viñedos. A algunos obreros se les contrataba para todo el tiempo que duraba la cosecha; otros eran contratados dependiendo de la necesidad. El que se pagara el jornal al final del dí­a estaba en armoní­a con la ley mosaica; era una necesidad para los trabajadores pobres. (Le 19:13; Dt 24:14, 15.) El denario, lo que se pagaba por el trabajo de un dí­a, era una moneda romana de plata cuyo valor actual serí­a de unos 0,74 centavos (E.U.A.). En el siglo I E.C., los judí­os dividí­an el dí­a desde la salida hasta la puesta del Sol en doce partes iguales; por lo tanto, la hora tercera serí­a aproximadamente desde las 8 hasta las 9 de la mañana; la hora sexta, desde las 11 hasta el mediodí­a; la hora nona, desde las 14 a las 15 horas, y la hora undécima, desde las 16 hasta las 17 horas.

24) Las minas (Lu 19:11-27). Pronunciada camino de Jerusalén, adonde Jesús se dirigí­a por última vez, en el año 33 E.C. (Lu 19:1, 28.) Como se dice en el versí­culo 11, se pronunció la ilustración porque †œellos se imaginaban que el reino de Dios iba a exhibirse instantáneamente†.
En el Imperio romano era corriente que una persona de nacimiento noble viajase a Roma en busca de poder real. Arquelao, el hijo de Herodes el Grande, viajó a Roma con este propósito, pero los judí­os enviaron 50 embajadores a la corte de Augusto con cargos contra él para frustrar su solicitud de poder. La mina de plata que inicialmente se entregó a cada esclavo —cuyo valor actual se cifra en 65,40 dólares (E.U.A.)— equivalí­a en aquel entonces al sueldo de ochenta y ocho dí­as.

25) Los dos hijos (Mt 21:28-31). Esta ilustración, que se pronunció en el templo de Jerusalén, formaba parte de la respuesta de Jesús a las preguntas del versí­culo 23: †œ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad?†. Tras darles respuesta, Jesús se valió de algunas ilustraciones para mostrar a los caudillos religiosos qué clase de personas eran realmente.
Jesús da la aplicación de su ilustración en los versí­culos 31 y 32. Muestra que a los principales sacerdotes y a los ancianos de influencia a los que estaba hablando se les podí­a comparar al primer hijo, pues profesaban servir a Dios, pero en realidad no lo hací­an. Por otra parte, los recaudadores de impuestos y las rameras que creyeron a Juan el Bautista fueron como el segundo hijo; al principio rehusaron tajantemente servir a Dios, pero más tarde les pesó y cambiaron su derrotero.

26) Los cultivadores homicidas (Mt 21:33-44; Mr 12:1-11; Lu 20:9-18). Pronunciada en el templo de Jerusalén solo tres dí­as antes de que se diera muerte a Jesús. También pronunció esta ilustración en respuesta a la pregunta sobre quién le habí­a dado autoridad. (Mr 11:27-33.) Los evangelios dicen que cuando Jesús terminó la ilustración, los lí­deres religiosos se dieron cuenta de que estaba hablando de ellos. (Mt 21:45; Mr 12:12; Lu 20:19.)
La cerca de la viña tal vez fuese de piedra (Pr 24:30, 31) o quizás un seto de arbustos. (Isa 5:5.) El depósito para el vino se solí­a excavar en la roca y constaba de dos niveles, de modo que el mosto fluí­a del superior al inferior. La torre era un lugar de vigilancia para el guarda de la viña, que tení­a que protegerla de ladrones y animales. En algunos casos los cultivadores contratados recibí­an cierta porción de los frutos, y en otros pagaban un alquiler en dinero o concordaban en dar al dueño una cantidad determinada del producto, como parece ser el caso de la ilustración. Al dar muerte al hijo, el heredero, quizás pensaran en apropiarse de la viña, puesto que el que la plantó se hallaba fuera del paí­s. En Isaí­as 5:1-7 se dice que la †œviña de Jehovᆝ es †œla casa de Israel†. Como lo muestran los escritores de los evangelios, Jesús citó el Salmo 118:22, 23 como una clave para entender la ilustración.

27) El banquete de bodas del hijo del rey (Mt 22:1-14). Como indica el versí­culo 1, esta ilustración es una continuación de lo antedicho, y forma parte de la respuesta de Jesús a la pregunta acerca de la autoridad con qué efectuaba su obra. (Mt 21:23-27.) Para su aplicación, nótense los versí­culos 2 y 14.
Unos meses antes, Jesús habí­a puesto una ilustración parecida: una gran cena a la que se habí­a invitado a muchas personas, pero estas declinaron la invitación alegando diversas ocupaciones, y así­ menospreciaron al anfitrión. (Lu 14:16-24.) En esta ocasión, unos tres dí­as antes de su muerte, Jesús no solo se refiere al desinterés de los invitados por acudir, sino al espí­ritu asesino de algunos de ellos. El haber matado a los representantes del rey equivalí­a a rebelión, por lo que los ejércitos del rey dieron muerte a los asesinos y quemaron su ciudad. Tratándose de una boda real, era de esperar que el anfitrión proporcionase a los invitados una prenda de vestir especial para una ocasión tan señalada. En tal caso, si alguno de los invitados no la llevaba puesta, indicarí­a que se la habí­a rechazado al rey cuando este se la ofreció.

28) Las diez ví­rgenes (Mt 25:1-13). Esta ilustración concerniente al †œreino de los cielos† forma parte de la respuesta de Jesús a la pregunta de sus discí­pulos registrada en Mateo 24:3. El propósito de la ilustración se muestra claramente en Mateo 25:13.
En aquellos dí­as, una costumbre muy señalada en las ceremonias de boda era el recorrido solemne que hací­a la novia desde la casa de su padre hasta la del novio o la del padre del novio. El novio, vestido con sus mejores galas y acompañado de sus amigos, salí­a de su casa al atardecer en dirección a la casa de los padres de la novia. Desde allí­ se encaminaba hacia la que serí­a su casa, acompañado de músicos, cantores y, por lo general, de personas que portaban lámparas. A lo largo del recorrido, el cortejo nupcial despertaba gran interés en la gente y algunos hasta se sumaban al grupo, en particular las jóvenes ví­rgenes, que solí­an llevar lámparas de aceite. (Jer 7:34; 16:9; Isa 62:5.) Como no habí­a prisas, el cortejo podí­a entretenerse hasta muy tarde, de modo que quienes estuviesen esperando a su paso se quedasen dormidos. Los cantos y la alegrí­a del grupo se podí­a escuchar a una buena distancia, y quienes oí­an la algarabí­a solí­an gritar: †œÂ¡Aquí­ está el novio!†. Una vez que el novio y su séquito entraban en la casa y cerraban la puerta, era demasiado tarde para cualquier invitado que se hubiese retrasado. El aceite de las lámparas que se llevaban durante el recorrido tení­a que reponerse con cierta frecuencia.

29) Los talentos (Mt 25:14-30). Jesús pronunció esta ilustración acerca de un hombre que estaba a punto de viajar al extranjero ante cuatro de sus discí­pulos solo tres dí­as antes de su muerte; no mucho después ascendió a los cielos. También forma parte de la respuesta de Jesús a la pregunta registrada en Mateo 24:3. (Mr 13:3, 4.)
A diferencia de la ilustración de las minas, en la que a cada esclavo solo se le dio una mina, aquí­ los talentos se dan †œa cada uno según su propia habilidad†. (Lu 19:11-27.) El talento de plata al que parece hacer referencia la ilustración equivalí­a a lo que un trabajador de aquellos dí­as podí­a ganar en catorce años. Todos los esclavos debí­an interesarse en la hacienda de su amo y negociar de modo diligente y sabio con los bienes del amo puestos a su cuidado. Si no deseaban aumentar ellos mismos los bienes del amo, debí­an entregar el dinero a los banqueros para que no fuese completamente improductivo y al menos generase intereses. Pero el esclavo inicuo e indolente ocultó en la tierra el talento que se le encargó, obrando así­ en contra de los intereses de su amo.

30) Las ovejas y las cabras (Mt 25:31-46). Como se dice en los versí­culos 31, 32, 41 y 46, lo que se ilustra aquí­ es la separación y el juicio de las personas de las naciones cuando el Hijo del hombre llega en su gloria. Esta ilustración es parte de la respuesta de Jesús a la pregunta de sus discí­pulos concerniente a la †˜señal de su presencia y de la conclusión del sistema de cosas†™. (Mt 24:3.)
En el Oriente Medio, las ovejas y las cabras solí­an pacer juntas, y al pastor no le suponí­a ninguna dificultad separar unas de otras. En las referencias de Jesús a las cabras no hay ninguna intención peyorativa respecto al animal. (En el dí­a anual de expiación se derramaba la sangre de una cabra por los pecados de Israel.) Por consiguiente, se alude a las cabras para representar a una determinada clase de personas, así­ como las ovejas representan a otra. La †œderecha†, donde se coloca a las †œovejas†, es un lugar de honor. (Hch 2:33; Ef 1:19, 20.) La †œizquierda†, donde se coloca a las †œcabras†, representa un lugar de deshonra. (Compárese con Ec 10:2.) Nótese que las †œovejas†, colocadas a la derecha del entronizado Hijo del hombre, no son los †œhermanos† de Jesucristo, pues se dice que las †œovejas† los tratan con bondad. (Mt 25:34-40; Heb 2:11, 12.)

El libro de Revelación. El libro de Revelación concluye las Sagradas Escrituras con una de las más sobresalientes secuencias de ilustraciones de toda la Biblia. Tal como señala el propio escritor, Juan, la Revelación le fue presentada †œen señales†. (Rev 1:1.) Por lo tanto, verdaderamente puede decirse que desde el principio hasta el final la Biblia es sobresaliente por su uso de ilustraciones pertinentes.

Ilustraciones de los discí­pulos de Cristo. Además de registrar las ilustraciones de Jesucristo, los escritores bí­blicos cristianos también hicieron buen uso de ellas. Lucas registra en el libro de Hechos las excelentes ilustraciones que utilizó el apóstol Pablo cuando habló a los gentiles en Atenas. Pablo hizo referencia a los objetos de devoción con los que ellos estaban familiarizados y a los escritos de sus propios poetas. (Hch 17:22-31.) Como se observa al leer la carta a los Hebreos, el mismo apóstol (a quien generalmente se atribuye esta carta) empleó muchas ilustraciones extraí­das de la historia de la relación de Dios con Israel. En su carta a los Corintios, que estaban familiarizados con los deportes griegos, comparó el derrotero del cristiano a una carrera. (1Co 9:24-27.) Es sobresaliente la ilustración del olivo, con su advertencia en contra de la complacencia y su admonición para que los cristianos efectúen el servicio sagrado a Dios con su facultad de raciocinio. (Ro 11:13-32; 12:1, 2.)
Santiago, el medio hermano de Jesús, entretejió hábilmente en su carta circunstancias comunes de la vida diaria al referirse a un hombre que se mira en un espejo, al freno de un caballo, al timón de un barco, etc., a fin de transmitir con claridad verdades espirituales. (Snt 1:23, 24; 3:3, 4.) Pedro y Judas recurrieron a menudo a escritos inspirados anteriores para citar incidentes con los que ilustrar el mensaje que el espí­ritu les movió a comunicar. Todas estas excelentes ilustraciones, dirigidas por el espí­ritu de Dios, cumplieron el propósito de hacer de la Palabra de Dios, la Biblia, un libro vivo.

Fuente: Diccionario de la Biblia